Primera de Pedro, capítulo 1, versículos del 3 al 12, una epístola escrita verdaderamente para nuestros tiempos, aunque fue escrita casi 2000 años atrás y el Señor ha puesto en mi corazón compartir con ustedes algunas ideas de esta primera epístola del Apóstol Pedro. Vamos a buscar en los versículos del 3 al 12, y dice allí la palabra del Señor:
“… bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo del muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe para alcanzar la salvación, está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero….”
Hermanos, yo quiero hablarles en este día acerca de una esperanza gloriosa, la esperanza gloriosa a la cual Dios ha llamado a todo creyente. Cada uno de nosotros ha sido llamado a una herencia maravillosa en Cristo Jesús, cada uno de nosotros hoy tiene razones para celebrar y para gozarse y para sentirse privilegiado y para poder mirar las situaciones de la vida a través de un filtro de esperanza, de alegría, de gozo, de gratitud ante el Señor. Y este pasaje, yo diría que es casi como un compendio, un manual, un resumen de algunas de las verdades más grandes y más fundamentales del Evangelio que nosotros hemos abrazado.
Y yo quiero tomar unos minutos para desglosar y explorar este pasaje y que el Señor nos ayude a extraerle algunas de las enseñanzas tan profundas que este pasaje encierra. Miren el comienzo, Pedro comienza con una alabanza a Dios, lo que Pedro va a exponer lo mueve a comenzar con una alabanza y él quiere establecer una tonalidad de alabanza a través de lo que él va a declarar aquí.
Él dice, bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es una declaración de bendición a Dios. Yo veo aquí dos cosas, número 1, la alabanza es parte integral de la vida del creyente. Si alguien tiene en este mundo razón para alabar, y para celebrar es el hijo o la hija de Dios. Y la alabanza, hermanos, debe ser una parte integral de nuestra vida. La alabanza y la adoración a Dios y el bendecir el nombre de Dios y la persona de Dios y señalar los atributos de Dios debe ser algo que no esté demasiado lejos de nuestra boca continuamente.
Yo me gozaba mientras participaba en la adoración y sentía ese espíritu de alabanza y ese gozo que ustedes y yo sentimos en estar aquí congregados en este lugar y sentir la compañía unos de los otros y sobretodo la presencia del espíritu de Dios y poder alabarlo con soltura, y poder brotar en un cántico espontáneo y poder decirle al Señor cosas que el lenguaje natural, o las poesías que ya están escritas o los signos ya elaborados no le pueden declarar a Dios. Y nosotros poder fluir como un ser en alabanza y adoración al nombre de nuestro Dios, bendecid a ese Dios que tantas cosas y tantas bendiciones nos ha dado a nosotros.
La iglesia de Jesucristo y las iglesias en particular deben promover el espíritu de alabanza en el pueblo, deben facilitar ese espíritu. Y nosotros como creyentes individuales debemos conscientemente cultivar el espíritu de alabanza y explorar la adoración porque la adoración es un arte, la adoración es algo que sí fluye espontáneamente cuando el espíritu de Dios nos mueve, pero también mientras más informados estemos bíblicamente, acerca del papel que juega la adoración en nuestra vida espiritual más rica, más profunda, más poderosa será nuestra adoración.
Por eso nosotros tomamos tiempo como iglesia para adorar al Señor y para saciarnos en la alabanza y para ministrar delante del Señor. Con el paso de los años yo he ido creyendo más y más hermanos, que la alabanza no es un preludio, la alabanza no es una añadidura, la alabanza no es algo que hacemos de prisa para que venga lo que verdaderamente importa que supuestamente es el sermón o cualquier otra cosa. No, la alabanza demanda su propio espacio en la vida del pueblo de Dios y la alabanza hace cosas que ningún sermón ni ninguna otra cosa puede hacer, la alabanza expresa ese sentir del espíritu y toca las fibras del corazón y toca las emociones y toca el cuerpo, y toca el cerebro y todas las partes del individuo se unen en una expresión de adoración al Señor. Y Dios se regocija en esa alabanza de su pueblo.
Y por eso nosotros tomamos tiempo para alabar al Señor. En nuestro tiempo de devoción diario, en la intimidad de nuestro hogar nosotros debemos sacar tiempo para glorificar a Dios y exaltar su nombre. Así que lo primero que a mí me cautiva de este pasaje es Pedro comenzando con una bendición a Dios, con una expresión de alabanza al Señor.
Lo otro que me cautiva a mí acerca de esto es que Pedro dice, bendito el Dios y podría quedarse allí y no decir, bendito Dios que según su grande misericordia nos hizo renacer. Pero no, Pedro personaliza a la persona de Dios y Pedro le da un poco más de carácter y de especificidad a Dios y dice, bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él califica, modifica la persona de Dios y la enfatiza desde la perspectiva de su paternidad sobre Cristo Jesús.
Y yo creo que una de las cosas que la alabanza debe tener es ese carácter específico, persona. Cuando nosotros alabamos a Dios debemos alabarlo por lo que él ha hecho en nuestra vida, reconocer las grandes bendiciones que Dios ha dado a nuestra vida. Y yo creo que Pedro también está aquí ya comenzando a declarar por donde va su pensamiento más adelante en este pasaje. Él señala a la persona de Jesucristo y entonces en su alabanza aquí a Dios es específicamente por la provisión de Cristo Jesús. Cristo Jesús es el fundamento de nuestra salvación y Pedro va a señalar lo que Cristo ha logrado y por qué el pueblo de Dios debe estar gozoso y debe estar dando gracias al Señor continuamente y ya él lo va apuntando, diciendo Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Nuestra alabanza, hermanos, debe estar cimentada en eso que Cristo ha hecho, lo que Cristo ha logrado en la cruz del calvario. Somos un pueblo Cristo céntrico, somos un pueblo que reconoce que las bendiciones que ha recibido han venido por lo que Cristo logró en la cruz, por lo que Cristo hizo en el calvario, por el sacrificio que Cristo llevó a cabo. Y todas nuestras bendiciones y todo lo demás fluye por ese hecho y por lo que nosotros también hemos hecho con lo que Cristo hizo, lo que nosotros hemos apropiado, si lo hemos recibido, si lo hemos hecho parte de nuestra vida.
Y entonces Pablo entra aquí en una serie de razones adicionales por las cuales uno debe bendecir a Dios y por las cuales uno debe estar agradecido al Señor. Él dice entonces, nos hizo renacer, dice, según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva. Detengámonos un momento en eso allí. Miren lo primero, él dice, por su grande misericordia. Hermanos, nosotros somos salvos por gracia, no por obras dice Pablo para que nadie se gloríe. Si nosotros hubiéramos hecho algo para lograr nuestra salvación ya estaríamos por allá haciéndonos estatuas y monumentos y escribiendo las hazañas de este o del otro, y hubiéramos quitado hace tiempo la gloria de Dios. Pero Dios lo hizo de manera que nadie se gloriara, sino que fuera algo gratuito, por su misericordia Dios en su misericordia nos ha hecho salvos.
Dice Efesios que cuando estábamos perdidos y sumidos en nuestros pecados Cristo murió por nosotros, ni siquiera la ocasión era propicia para que fuéramos salvos, ni siquiera estábamos buscando a Dios sino que Dios decidió rescatarnos de su gran misericordia. Nosotros no merecemos la salvación, la salvación viene por iniciativa total de Dios y por una gracia absoluta que Dios ha derramado sobre la humanidad.
Bendito sea Dios por su grande misericordia, y dice, que nos hizo renacer. Sin Cristo, hermanos, nosotros estamos muertos, sabe usted eso? Sin Cristo usted está muerto. Dice la Biblia que el pecado mata pero Cristo da vida porque la paga del pecado, dice, es muerte más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús. Dios nos hizo renacer por medio de Jesucristo.
El pecado y el mundo lo que puede dar es la muerte, aún si usted es una persona trabajadora, honesta, respetable, aún si usted no bebe, ni fuma, ni comete adulterio, ni juega, ni le miente a nadie, ni le hace daño a nadie, aún si usted es el ciudadano del año en esta ciudad de Boston, déjenme decirle, si usted no ha hecho su pacto con Cristo, usted no tiene esperanza, usted está muerto en sus pecados.
Ahora, si usted tiene a Cristo Jesús aunque usted sea imperfecto, usted tiene vida eterna en eso que él ha hecho a través de su muerte. En Cristo Jesús nosotros hemos sido hechos vivos otra vez. Por eso es que Pablo dice, nos hizo renacer para una esperanza viva.
Medite un momento eso, para una esperanza viva. Yo diría hermanos, la esperanza del cristiano no es como ninguna otra esperanza. La esperanza del cristiano es una esperanza única. El mundo pone sus esperanzas en cosas vanas, en cosas que desaparecen, en cosas movedizas como ese hombre de la parábola de Jesucristo que construyó su casa sobre la arena y cuando vino el viento y vino la prueba y vino la necesidad se mostró que todo lo que él había hecho estaba en nada.
Dice la Biblia, si Jehová no edifica la casa en vano trabajan los que la edifican. Ahora, el hijo de Dios, el hombre, la mujer que sigue a Dios y que pone su esperanza en Cristo Jesús la está poniendo sobre una roca inconmovible. Dice el salmo 20, estos confían en carros, aquellos confían en caballo más nosotros del nombre de Jehová, nuestro Dios, tendremos memoria. Ellos flaquean y caen, más nosotros nos levantamos y estamos de pie.
No es que el cristiano no se caiga, dice la Biblia, que el justo cae siete veces pero todas esas veces Dios lo levanta una vez más. Tenemos pruebas pero nuestra confianza está en una esperanza viva, tenemos una esperanza que estamos mirando hacia una patria celestial y eso nos da ánimo para seguir adelante. Es una esperanza sólida, es una esperanza segura, tiene la garantía del carácter de Dios detrás de ella.
Entonces Pedro añade y dice, nos hizo renacer para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo. Yo hablé hace un momento de la muerte de Cristo, el sacrificio en la cruz nos ha dado acceso al Padre, pero hemos dicho muchas veces que si Cristo se hubiera quedado muerto en la tumba no pasaría de ser un mártir, un hombre espiritual y un gran maestro. Pero lo que hace a Cristo algo excepcional entre todas las otras figuras religiosas de la humanidad es el hecho de que Cristo solamente él se levantó de entre los muertos y eso le ha dado al cristianismo una autoridad y un atrevimiento que ninguna otra religión puede tener reclamo a ese hecho. La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra esperanza. Por eso Pablo dice, es una esperanza viva aludiendo ya a la resurrección de Jesucristo.
La esperanza del cristiano está basada en un hecho histórico de proporciones inmensas, la resurrección de Cristo. Un hombre que Dios le levantó de entre los muertos. Hombre Dios levantado entre los muertos. Por eso nuestra esperanza es una esperanza viva, dinámica, patente, continua. Esa resurrección es el fundamento de nuestra fe.
Dice el Apóstol Pablo en Primera de Corintios 15, si Cristo no resucitó vuestra fe es vana aún estáis en vuestros pecados. Hermanos, por eso nunca permitamos que nadie nos arrebate ese artículo de fe primordial de nuestra vida cristiana que Cristo se levantó de los muertos corporalmente. No deje que nadie le venda por allí asuntos de que fue algo simbólico y de que el Evangelio está simplemente aludiendo al hecho de que finalmente el bien va a triunfar, etc., etc. no, Cristo se levantó de entre los muertos, físicamente y eso entonces garantiza que yo también me voy a levantar entre los muertos algún día.
Y esa es la base de mi esperanza en la resurrección, en esto reside nuestra esperanza central. Ahora, yo estoy hablando aquí en términos poéticos, esperanza, futuro, y Pablo entra aquí un poquito más a fondo para describir esto en una forma más precisa y darle un matiz más claro, en qué consiste esa esperanza. Él está martillando allí, esculpiendo la forma hasta que quede bastante precisa.
Entonces él continua hablando, dice aquí, por la resurrección de Jesucristo de los muertos para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible reservada en los cielos para nosotros.
Eso también es demasiado profundo para uno extraerle toda su enseñanza. Él habla aquí de una herencia y esa palabra es una palabra muy específica, peronomian, en el griego original. Nos ha sido dejada por Cristo en su muerte. Esa herencia, y la Biblia habla muchas veces de esa esperanza que tenemos futura, como una herencia. ¿Por qué? Porque Cristo la hizo posible por medio de la muerte. Uno entra en el uso de una herencia por medio de la muerte del testador, ¿verdad? Así lo dice Pablo en hebreos. Entonces por eso hablamos de Nuevo Testamento, el nuevo legado que Dios le ha dejado a su pueblo por medio de la muerte de Cristo. Para mí, cuando yo pienso en herencia, yo pienso en riqueza, pienso en abundancia, pienso en algo que ha sido dejado gratuitamente por el testador a aquellos a quien ama. Dios nos ha dejado las bendiciones celestiales por el hecho de que Cristo ha muerto en la cruz, y eso es el testamento que Cristo nos ha dejado a nosotros por su amor, por el amor con que nos ha amado.
Entonces es una herencia primero, segundo lugar, esa herencia es incorruptible, una palabra bien pesada. Es decir, no se daña, esa herencia no se daña, no se pudre, no decae en su valor, no se devalúa, no fluctúa en su valor, es incorruptible, no se daña en ningún momento. El tiempo no le quita su belleza, el tiempo no le quita su valor intrínseco, las promesas y los logros del mundo son pasajeros, son engañosos, las herencias que el mundo nos promete son evanescentes, en un momento están, otro momento de van, pero el cristiano decíamos hace un momento, invierte en algo totalmente sólido. Es una herencia incorruptible. Lo que Dios tiene preparado para nosotros no cambia en su valor, no se daña, como las demás cosas de este mundo.
Dice la palabra, el mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Es incorruptible. Yo le tengo una pregunta práctica que es una implicación de eso que está aquí, en qué está usted invirtiendo y en qué estoy invirtiendo yo los mejores momentos y las energías de mi vida, de nuestra vida, en qué lo estamos invirtiendo? En cosas corruptibles, cosas que se corrompen, que se dañan, que a los 30, 40, 50, 60 años ya dejarán de tener significado para nosotros, que cuando ya estemos anciamos perderemos el gusto de tantas cosas, como dice el salmista, o estamos nosotros invirtiendo nuestras energías, nuestro tiempo, nuestro talento, nuestros dones en esa vida eterna que no se va acorromper, donde no va a haber lágrimas, no va a haber enfermedad, no va a haber nada que empobrezca el disfrute de ella porque es incorruptible. En qué estamos nosotros invirtiendo nuestra vida quí ahora? Dónde estamos nosotros, dice la palabra, a los ricos diles que inviertan en las cosas celestiales donde el moho no carcome, donde los insectos no destruyen. Tanta gente que vive su vida invirtiendo y matándose para construir castillos aquí en la tierra que se desharán en el momento mismo de cualquier cosa en un momento la destruye. Escuchamos acerca de este famoso artista, Christopher Reeves, el famoso actor de la película de Superman, un accidente, un micro segundo en un caballo, pero yo pensaba en este hombre tan grande, tan fuerte y tan apuesto, y con tanto dinero, y con tanto talento, en un instante, un segundo puede destruir todo eso. Y en qué estamos nosotros trabajando, para qué esperanza? Es nuestra esperanza, es nuestra inversión verdaderamente para algo incorruptible?
Dice el Apóstol Pedro también que esa herencia no solamente es incorruptible, sino que es incontaminada. El dinero, las herencias de los hombres está todo contaminado por el pecado. La gente que brega mucho con dinero tiene que irse después a lavar las manos porque inclusive el mismo toque físico tiene contaminación, tiene gérmenes. Y cuando uno mira el historial espiritual de muchos de esos dólares, usted no sabe dónde un dólar después de circular por todas, cuantas cosas, cuántas voces hay encerradas a veces en un dólar, hermanos, cuántos lloros muchas veces, cuántas traiciones puede haber en un dólar, cuánta muerte, cuánta tragedia puede haber encerrada en una papeleta de dinero, a veces llenas del símbolo de la avaricia, la mentira, la traición, que tanto se dan en el dinero. Y esa es la herencia de las cosas materiales, pero la herencia del cristiano, hermanos, es una herencia santa.
Dice, es incontaminada, tiene la santidad del Padre detrás de ella. Yo diría también que tiene los mejores valores del universo. En la herencia que nosotros tenemos están encerrados los valores más altos y más nobles de todo el universo: el amor de Dios, por ejemplo, porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito. El amor que no podemos jamás medir, la gracia de Dios que ha dado la salvación gratuitamente, el sacrificio del yo que movió a Jesucristo a despojarse de su gloria eterna y asumir forma de hombre y de esclavo y de siervo y ascender a una cruz a una muerte vergonzosa por amor a una humanidad que ni en ese momento lo entendía, ni entendía lo que él significaba.
La obediencia del hijo al padre, todas estas cosas están allí envueltas en esa herencia que nosotros tenemos, están implicadas en la herencia de la salvación. Es una herencia incontaminada y eso también tiene implicaciones prácticas que él luego va a desarrollar más adelante en el mismo pasaje. Yo diría que lo que a mí más me conmueve, cuando yo pienso en esa herencia incontaminada, eso me dice a mí que yo tengo que vivir a la altura de esa herencia que Dios me ha legado.
Efesios, capítulo 4, versículo 1 dice: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados…”
Hermanos, nosotros tenemos que estar a la altura como hijos de Dios de esa herencia, esa santidad, esa pureza, ese nombre tan glorioso que nosotros servimos y cada uno de nosotros debe temblar delante de Dios a la posibilidad de traer vergüenza a la altura del Evangelio. Tenemos que pedirle al Señor, Padre, guárdanos de jamás traer daño al nombre de Jesucristo y a este Evangelio tan grande y tan hermoso que nosotros hemos recibido. Tenemos que honrar esa herencia incontaminada viviendo vidas nosotros incontaminadas también.
Dice también el Apóstol Pedro que es una herencia inmarcesible, es decir, no pierde su brillo. La idea allí es que it does not fade in inglés, el oro, la plata, los metales, usted los brilla. Usted compra un carro y el primer día sale que deslumbra a la gente y la ciega de lo brilloso, ¿verdad que sí? Pero en el momento en que ese carro salió a la calle ya comenzó otra vez a acumular polvo inmediatamente y a veces ni llegamos a la casa antes de que nos den el primer rayón. Y ya comienzan los muchachos a botar cosas sobre los asientos y comenzamos a rayar la rueda cuando nos estacionamos. Ya comienza el deterioro enseguida, comienza a perder su brillo. Usted compra un anillo y el joyero lo pone muy brilloso pero ya a las cuantas semanas o meses usted tiene que volver otra vez a ponerle pasta o lo que sea para ponerlo a brillar. Porque esa es la naturaleza del mundo, las cosas son brillosas en su inicio pero pierden su brillo poco a poco. Todos los metales pierden su brillo con el tiempo.
Hermanos, la herencia que Dios nos tiene destinada es una herencia gloriosa, su brillo nunca decae, su brillo nunca pierde su fulgor, la gloria shekina de Dios nunca deja de refulgir y siempre tiene su brillo intacto. La herencia que Dios nos ha dado es tan hermosa y está allí esperándonos como el primer día que Dios la anunció.
Y esto también tiene una implicación práctica para mi vida. La vida diaria, la vida cotidiana con sus luchas, con sus problemas, con sus desaires y sus desilusiones, hermanos, hace que poco a poco nosotros vayamos perdiendo el brillo de la esperanza que Dios nos ha dado, la vida eterna, y como que poco a poco si uno no se cuida con el paso de los días uno como que la va tomando por sentada. Uno va perdiendo ese entusiasmo y esa vibración por la esperanza que Dios nos tiene declarada. Yo no sé si esto le pasa a usted, a mí me pasa que las luchas de la vida y los problemas tienden como a apartarme un poco de eso, y la mucha lectura, y el mucho intelecto tiende como a quitarle un poco a uno la inocencia que uno necesita para creer en un cuento de hadas tan real y tan bello como es el cuento del Evangelio, no es un cuento en la manera en que nosotros entendemos los cuentos, es un relato precioso y real y verdadero. Pero también algo tan maravilloso y tan mágico que nos está completamente lejos de la realidad que nosotros vivimos y si nos cuidamos podemos perder ese brillo, ese sentido de lo inmediato y de lo bello que es la esperanza a la cual Dios nos ha llamado. Nos metemos tanto en los afanes del mundo que pierde su brillo un poco esa esperanza.
Por eso hermanos yo les insto en el nombre del Señor conmigo a renovar continuamente ese brillo interior de la herencia que Dios nos ha dado a través de la oración diaria, a través de la alabanza, a través del servicio al Señor, a través del congregarnos unos a otros y como brazas que se reúnen volver entonces a tomar calor unos de los otros para que ese fuego continúe vivamente. Porque sino la vida diaria nos va absorbiendo y no tenga vergüenza de admitir que usted necesita venir a la casa de Dios lo más frecuentemente posible, que usted necesita ir a la palabra de Dios continuamente como un adicto porque si usted no hace eso continuamente tu ánimo va a decaer.
Cuántas veces usted come al día? Cuántas veces usted se baña? Lo hacemos como algo natural porque la naturaleza de la vida es el decaimiento, el gasto de las cosas, los nutrientes se van desgastando y necesitamos reponerlos. Cuántas veces le echamos gasolina al carro en un año? Las cosas se desgastan y tenemos que renovarlas, tenemos que renovar el brillo de la esperanza a la cual Dios nos ha llamado.
Y por último hermanos, les dejo con esa maravillosa promesa allí, dice, “… después de incorruptible, incontaminada, inmarcesible, dice, que esa esperanza nosotros somos guardados por el poder de Dios mediante la fe para ella….”
Yo no puedo dejar de añadir ese toque porque uno ve algo tan hermoso como esa esperanza celestial, esa vida eterna que Dios nos tiene destinada y muchos de nosotros podemos temer muchas veces y decaer en nuestro ánimo, y pensar, podré yo llegar a ella? Seré yo digno de llegar a ella? Y si yo me entro en esto del Evangelio y a la mitad del camino no soy capaz de llegar a la meta.
Hermanos, ahí en esas palabras de Pedro hay algo maravilloso, es una promesa preciosa y es que nosotros somos guardados por el poder de Dios para poder llegar a esa herencia. Esta vida es una vida peligrosa, esta vida tiene muchos azares y muchas cosas que pueden pasar y muchas coyunturas negativas que se pueden dar. Nosotros estamos en un mundo movedizo.
Anoche yo miraba un programa de National Geographic acerca de una región del África y ese programa de una hora describía la vida de los insectos y los diferentes animales y las aves en una zona muy definida del África, una reserva natural. Lo que más me impresionó es lo efímera que es la vida en la selva y lo expuesto que están todos esos organismos a que algo mayor se los coma para poder perpetuar su existencia. Y yo veía esos grandes leones y tigres y chitas al acecho de las gacelas y de los otros animales y cómo estos animales estaban esperando allí para en un momento zarpar y entonces desatarse una carrera de la víctima que huye para salvar su vida y el cazador que ya está preparado para saltar y que todos los músculos y su mirada están fijos en la presa y cuando salta sobre esa presa y le agarra el cuello, y lo destruye, y como se da el insecto más pequeño se come al más pequeño y el más grande se come al mediano y el otro más grande se come al otro y cuán efímera es la vida en la selva.
Y cuán efímera es la vida también en el mundo que nosotros vivimos, presas de la enfermedad, de cualquier cosa, del pecado que hay en nosotros, de nuestra debilidad mental que no puede percibir todo lo que está a nuestro alrededor, pero lo maravilloso, hermanos, es que Dios ha comprometido su poder. Dice, sois guardados por el poder de Dios y eso para mí es una garantía bastante segura. Dios ha comprometido su poder para guardarme, para protegerme, para cuidarme, para preservarme hasta que yo alcance lo que él me ha prometido. Y eso me debe dar a mí y a usted, hermano, hermana, seguridad y confianza. Y cuando nosotros salgamos de aquí debemos ir seguros, mi Padre está conmigo. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, en la casa de Jehová moraré por largos días. Por qué? Porque Jehová es mi pastor, porque Jehová está conmigo, porque él no me dejará ni me desamparará, porque él estará conmigo todos los días hasta el fin del mundo.
El poder de Dios, hermanos, no es una cosa pequeña ¿verdad? Dice el Apóstol si Dios es con nosotros, quién contra nosotros. Si Dios ha comprometido su honor y su poder para preservarme, yo no tengo que temer. Muchos nos preocupamos si llegaremos al fin con éxito, muchos de nosotros cuando se hace un llamado a recibir a Cristo como ser y salvador, comienza la duda, seré yo capaz de vivir esa vida cristiana? Yo no quiero deshonrar a Dios, no quiero comenzar y entonces quedarme a mitad de camino.
Hay una cantidad de cosas, yo tengo este problema, tengo el otro, tengo el inconveniente, moralmente estoy en esta situación, etc., una cantidad de cosas que nos impiden entrar en una relación con ese Cristo que nos llama. Yo tengo noticias para ti que son buenas nuevas, tu salvación no depende de ti, depende de Cristo Jesús. Tu éxito en la vida cristiana no depende de ti, depende del Dios al cual tu te va a agarrar y al cual vas a clamar y aquel bajo el cual tu te vas a cobijar. El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente, dice la palabra.
Si nosotros nos movemos bajo la sombra del Señor, él ha prometido, él se ha comprometido con nosotros. Dice la palabra en Segunda de Tesalonicenses, pero fiel es el Señor que os afirmará y guardará del mal, mediante la fe, dice el Apóstol Pablo, por su poder mediante la fe. Eso quiere decir que tu tienes algo que hacer, la parte tuya es creer, la parte tuya es confiar tu vida al Señor, la parte tu es amarrarte el cinturón de seguridad que Cristo te promete y entonces gozar del viaje que Dios tiene para ti en esta vida, disfrutando, celebrando lo que el Señor ha hecho y lo que va a continuar haciendo por ti. Vendrán las pruebas, vendrán las dificultades, vendrán las luchas, vendrán los tiempos de sequía y de aridez pero el Señor estará contigo en todo momento. No te dejaré ni te desampararé.
Hermanos, no les parece a ustedes esto una bella bendición la que nosotros tenemos? Una herencia gloriosa? La grandeza de la esperanza a la cual hemos sido llamados nos mueve a alabar en este día, a bendecir, a confiar, a trabajar por el Señor.
Hermanos, vamos a celebrar esa herencia que Cristo ha hecho posible. Les dejo con palabras de Pablo, dice, más gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por medio de Cristo, Señor nuestro. Así que hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. El Señor nos bendiga.