Parte 22 (final) - [Conclusión de la serie 'Iglesia Siglo 21' - reflexiones de Dr. Miranda tomado del libro 'En la tierra de los peregrinos'] Otro reto importante que confronta la Iglesia hispana tiene que ver con la salud y estabilidad del matrimonio en nuestra comunidad. Es cierto que la cultura hispana valora la familia en una forma que no es común entre muchas otras culturas en este país. Pero también se hace cada día más evidente que tanto la sociedad moderna como los efectos de la vida migratoria conspiran contra la solidez del matrimonio en el pueblo hispano. Tanto las estadísticas de los censos más recientes como diversos estudios sociológicos muestran que esa concepción entre los hispanos del matrimonio como algo sagrado y duradero decae cada día, a medida que nos vamos adaptando a los patrones que predominan en la cultura moderna.
Es cierto que los hispanos tenemos una tasa de divorcio menor que la de los demás grupos étnicos principales en Estados Unidos. Pero también se hace evidente que esa diferencia se va reduciendo cada año, que las cifras de separación matrimonial son más altas entre los hispanos que en cualquier otro grupo étnico, y que las anulaciones de matrimonios entre los católicos hispanos en Estados Unidos han aumentado astronómicamente en los últimos años. Según algunos sociólogos, si se toman en cuenta las parejas separadas entre los hispanos, y se suma esta cifra al número de divorcios, desaparece la diferencia entre los hispanos y los demás grupos en lo que respecta a la salud y durabilidad de sus matrimonios.
SANANDO EL MATRIMONIO CRISTIANO
Como pastor, otro elemento que me resulta muy preocupante es la baja calidad de muchos de los matrimonios cristianos que observo, tanto en mi iglesia como en otras congregaciones hispanas en este país. Mucha de nuestra gente llega al evangelio después de años de tensión e insatisfacción matrimonial. Cuando finalmente entran a la iglesia, ya los patrones de abuso emocional o físico, mala comunicación, adulterio o formas deficientes de resolver el conflicto han hecho sus estragos, y resulta muy difícil rectificar esas distorsiones. Sólo cuando los principios éticos del evangelio se arraigan muy hondo en la vida de estos creyentes, o por medio de intervenciones profundas y a largo plazo de parte de pastores o consejeros cristianos, se pueden observar cambios significativos entre esas parejas. Si no, lo que se da más comúnmente es matrimonios insatisfechos y débiles, languideciendo debajo de una capa de religiosidad, a penas sanados a medias por los efectos positivos del evangelio, pero carentes de verdadero amor e intimidad.
Muchas veces, los resentimientos de los abusos y las ofensas del pasado permanecen debajo de la superficie en estos matrimonios, no reconocidos ni tratados, ejerciendo sutilmente su efecto contaminador, impidiendo verdadera sanidad entre las parejas. Desgraciadamente, hay que admitir que muchos hombres cristianos, a pesar de su innegable conversión y amor por el Señor, continúan con patrones destructivos de comportamiento. Como hemos señalado antes, frecuentemente las heridas emocionales y los malos ejemplos de su propio pasado familiar no les permiten entrar en una nueva forma de relacionarse con sus esposas. Continúan manifestándose los mismos patrones de abuso emocional y verbal, la crítica continua, la desconsideración en el área sexual, y el distanciamiento emocional. El triste resultado de todo esto es matrimonios cojeando perpetuamente, sangrando debajo de la superficie religiosa, desmintiendo en efecto los reclamos de victoria y poder del evangelio.
Todo esto nos recuerda la importancia creciente del ministerio de la consejería cristiana en la Iglesia hispana. El trabajo de consejeros que combinen un llamado espiritual con conocimientos adecuados de la dinámica matrimonial y familiar se hace cada vez más indispensable en nuestras iglesias. En mi propia congregación, en los últimos años he podido constatar cuán impactante este tipo de ministerio puede llegar a ser. Aparte de la consejería pastoral que los pastores de la iglesia podemos proveer, nos hemos beneficiado de los aportes de laicos muy ungidos y capacitados en el área de la consejería cristiana. Uno de ellos, el Dr. Luis Vallés, pediatra de profesión, junto a su esposa Ada han llevado a cabo una tarea admirable de cuidado y atención a incontables parejas con serios problemas a través de los últimos años. Mi esposa, quien ejerce su propia profesión en el área de la terapia ocupacional, trabaja en este dedicado equipo proveyendo consejería matrimonial, individual y prematrimonial.
Estos dedicados consejeros cristianos han ido desarrollando y puliendo sus destrezas de consejería a través de muchos años de estudio, lectura, reflección y práctica. Nuestra iglesia ha reconocido sus dones y les ha provisto la oportunidad de continuar desarrollándose profesionalmente. Además, les ha provisto espacio de oficina para las sesiones de consejería, y ha reconocido su ministerio como parte formal de los servicios que ofrece nuestra congregación. En todo lo posible, los hemos animado y apoyado para que obtengan entrenamiento adicional, y continúen puliendo sus destrezas de consejería. Estamos conscientes de que se trata de un esfuerzo a largo plazo, y que se toma tiempo desarrollar este tipo de recursos hasta llevarlos a un nivel de máxima efectividad. Además, es necesario ir creando un ambiente congregacional donde la gente se sienta cómoda buscando este tipo de ayuda, en vez de sentirse de alguna manera deficientes en su espiritualidad por tener que reconocer que tienen un problema, y verse obligados a abrir su intimidad ante otra persona a fin de encontrar sanidad.
Nuestro único problema con este ministerio ha sido que una vez que la gente de nuestra congregación se ha dado cuenta que existe este recurso, las peticiones para citas de consejería han aumentado considerablemente, excediendo la capacidad de nuestros consejeros laicos para mantenerse al día. Actualmente, la demanda para consejería pastoral de todo tipo en nuestra iglesia es lo suficiente como para justificar por lo menos dos posiciones ministeriales a tiempo completo, y aún así probablemente no serían lo suficiente. Inclusive, hemos recibido muchos pedidos para consejería de parte de parejas e individuos de otras congregaciones, las cuales en ocasiones hemos tenido que atender a expensas de las necesidades de nuestra propia gente, dada la severidad de las situaciones que confrontan.
Todo esto ha hecho evidente la necesidad imperiosa de desarrollar sistemas de consejería pastoral en nuestras iglesias. Como hemos reconocido anteriormente, la familia hispana experimenta continuamente los estragos y el estrés de la vida migratoria. El desempleo, los bajos salarios o las largas horas de trabajo, condiciones de vivienda muy pobres, el desarraigo cultural, las inevitables tensiones entre hijos y padres que habitan diferentes mundos culturales, la independencia mayor de la mujer hispana en esta sociedad y sus expectativas mayores con respecto a la salud de sus matrimonios—todo esto hace del matrimonio hispano una jornada muy frágil e incierta. Se requieren ministerios capaces de dirigirse a esos puntos de presión en la familia hispana, a fin de fortalecerlos y nutrirlos con los principios transformadores de la Palabra de Dios.
EL ROL DE LA CONSEJERÍA PREMATRIMONIAL
No sólo los matrimonios existentes requieren el cuidado pastoral de la Iglesia, sino que además se necesita proveer instrucción preventiva a nuestros jóvenes antes del matrimonio. Dadas las barreras culturales y lingüísticas que existen entre adultos y jóvenes en la comunidad hispana en Estados Unidos, la juventud latina carece de modelaje saludable para orientar sus matrimonios. Desgraciadamente, los únicos modelos que tienen muchos de nuestros jóvenes en al área matrimonial le vienen de la cultura secular o los medios de comunicación, los cuales, sabemos, no son los más saludables. Además, como hemos visto, muchas veces los patrones de relación matrimonial que observan en sus propias familias cristianas tampoco representan una alternativa muy atractiva. La única esperanza en este caso reside en la Iglesia, proveyéndole consejería prematrimonial en una forma sistemática a las parejas que estén considerando matrimonio.
Hace varios años, nuestra iglesia determinó firmemente requerir de toda pareja que fuéramos a casar el participar en un proceso sostenido de consejería prematrimonial. Sólo en casos muy excepcionales estiramos las reglas un poco, pero siempre hacemos todo lo posible para que cada pareja que se casa bajo nuestros auspicios reciba algún tipo de preparación previa para el matrimonio. Los resultados que hemos visto a través de estos últimos años en los matrimonios que han recibido este tipo de consejería han sido muy alentadores, y nos convencen más que nunca que la Iglesia tiene una gran responsabilidad en asegurarse que nuestras parejas jóvenes entren al matrimonio con todos los recursos posibles para asegurarse de una vida matrimonial exitosa.
MÁS QUE TERAPIA
En el mejor de los casos, el tiempo invertido en el proceso de la consejería cristiana termina siendo una mezcla compleja de liberación espiritual, estudio bíblico, oración, indagación psicológica, catarsis, y discipulamiento, produciendo en los individuos y familias que participan en él transformaciones duraderas y profundas. Se trata de un proceso de formación espiritual intensivo, el cual va mucho más allá de las intervenciones relativamente superficiales que se dan a través de los demás aspectos de la vida congregacional. Por medio de esa indagación profunda y sistemática en las estructuras de un individuo o una familia que es la consejería pastoral, los principios sanadores de la Palabra de Dios pueden ser llevados a dimensiones del alma que normalmente permanecen sellados e inaccesibles a su influencia iluminadora. Sin duda alguna, la consejería cristiana es uno de los ministerios más estratégicos y poderosos que se puedan cultivar en la Iglesia hispana del siglo veintiuno.