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El Señor es el Señor de nuestras vidas y es nuestro salvador. Quiero invitarles a abrir sus Biblias en el libro de Hechos, capítulo 1, versículo 8. Es un texto muy evangélico, muy pentecostal, así que el que no se lo sepa de memoria, tenemos que meterlo en una centrífuga de pentecostalismo. Así que no quiero preguntar quién no se lo sabe, quiero preguntar quién se lo sabe de memoria? Ah? Sino, parece que vamos a tener que meter a toda la iglesia en…
Hay una cosa importante, probablemente mucho tiempo hemos hablado de esto, pero yo quiero invitarles a tomar detalle en una parte, en un aspecto de este versículo y luego nos vamos a trasladar a otra historia en el libro de Juan, porque quiero ilustrarle a través de esa historia, el efecto de este versículo. Aunque este versículo es para estos tiempos, es para los que tienen ese poder del Señor adentro, que explota, que está como un volcán a punto de hacer erupción. Lo bueno es que haga erupción ya.
Dice, Hechos, capítulo 1, versículo 8 dice:
“… pero recibiréis poder, poder, poder… diga poder, diga poder, dígale a su hermano que está al lado, recibirás poder. Cuando haya venido sobre vosotros, quién? Quién? Quién? El Espíritu Santo y me seréis testigos. Diga testigos. No testigos de Jehová, por si acaso. Y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra…”
Interesante porque no empieza por lo último de la tierra y termina en Jerusalén. Empieza en Jerusalén y termina en lo último de la tierra. Alguno que se quieren a lo último de la tierra primero, y todavía no han ni siquiera dado sombras en Jerusalén. Pero es interesante. Aquí yo quiero invitarlos a que podamos analizar este versículo un poquito. Y hay tres aspectos importantes en este versículo.
Dice la primera declaración es una declaración de que somos dependientes del Espíritu Santo. Es necesario que la iglesia del Señor entienda que somos dependientes del Espíritu Santo. No solo en lo teórico, no solo en la lectura, sino en la acción, en hechos concretos, en experiencias espirituales, poderosas. Cualquier persona que no sea dependiente del Espíritu Santo es una persona que está expuesta a que el enemigo haga y deshaga con él. Así que dígale al Señor, Señor, yo quiero ser dependiente del Espíritu Santo. Quiero depender cada día.
La segunda declaración es que al ser dependientes del Espíritu Santo recibimos, recibimos, recibimos poder. O sea, ahora usted va a empuñar su mano así, y cuando diga poder, usted va a hacer poder. Recibimos poder. Recibimos poder. Imagínese que le está dando un piñazo a alguien. Recibimos poder. A quién le dio? A ver? A quién le dio? No, no, no se metan en problemas familiares. Yo no me meto en eso. Ni con la suegra, ni con el suegro, ni nadie.
Al recibir y al recibir el poder del Espíritu Santo, aquí es donde yo quiero detenerme, obligadamente al recibir el poder del Espíritu Santo obligatoriamente somos testigos, somos testigos de las maravillas que él ha hecho en nosotros y puede hacer en el que está a nuestro alrededor, el que está aquí en Jerusalén, el que está en Samaria, el que está en Judea, y hasta lo último de la tierra.
Y aquí quiero detenerme. Quiero enfocarme en este tercer punto. Como evangélicos estamos saturados probablemente de mucha teología acerca del Espíritu Santo, y probablemente sabemos más del Espíritu Santo de lo que el mismo Espíritu Santo sabía de él mismo. Hasta inventamos algunas cosas, intentamos algunos pasitos espirituales, algunos vocabularios espirituales. Inventamos algunos hábitos del espíritu y que muchas veces son producto de nuestras emociones, muchas veces son producto de nuestras inquietudes naturales como seres humanos.
Pero quiero invitarlos a ir más allá. Quiero invitarlos a que hoy día usted comience a declararse un testigo del poder de Dios en su vida. Romanos capítulo 1, versículo 16 dice:
“… porque no me avergüenzo del Evangelio porque es poder de Dios…”
Hay una conexión. El Evangelio habla de Cristo y el Espíritu Santo viene a establecer lo que Cristo vivió en este mundo para nosotros. Así que cuando usted sienta esa palabra del Espíritu Santo en su vida, va a sentir que hay una convicción de poder sobre usted que lo va a obligar a ser testigo de las maravillas del Señor.
Alguien puede ser testigo? Alguien tiene algún testimonio de lo que el Señor ha hecho en su vida? Alguien el Señor lo sanó? A alguien el Señor lo libró de alguna cosa? A alguien el Señor milagrosamente le proveyó de algo? A alguien el Señor lo sacó de alguna situación personal? Hay testigos del poder del Señor aquí? Pueden levantar la mano aquellos que son testigos del poder del Señor. Puede mirar a su lado, mire a su alrededor con la mano levantada, con personalidad, y diga, yo soy testigo del poder del Espíritu Santo en mi vida. Así es.
Y debemos declararlo con convicción. Debemos declararlo con autoridad. Debemos declararlo sin miedo a que el enemigo quiera avergonzar a los hijos de Dios, porque el enemigo no puede avergonzar a los hijos de Dios que andan caminando con el poder del Espíritu Santo.
Pero definamos un poquito lo que es ser testigo. Según alguna definición, el testigo es el que ha estado presente o ha visto algunos acontecimientos. Usted ha visto algún acontecimiento que le permita ser testigo del poder del Señor? Sí? Está seguro?
También es una persona que declara, mira esta es la que me gustó a mí, hechos relevantes. Yo soy un convencido de que las cosas que Dios hace son relevantes. Yo soy un convencido de lo que Dios hace no es nada así nomás. Por muy simple que parezca a la mente humana, o a la vista del hombre, Dios hace cosas relevantes. Y esas cosas relevantes tienen que ver con un relieve, con algo que sobresale de lo normal. Y usted sobresale de lo normal porque usted es un fruto del poder de Dios, activo en estos tiempos.
Se dice que hay tres clases de testigos: los que han visto bien, pero dudan de lo que han visto; los que han visto mal, pero creen haber visto bien; y los que no han visto nada y aseguran haberlo visto todo. Cuál de esos es usted? Espero que ni uno. Vale más un testigo de vista que diez de oídas.
Es interesante la capacidad de un testigo, en la Biblia encontramos testigos presenciales del poder de Dios. Y aquí quiero invitarles al libro de Juan, capítulo 4. Romanos, capítulo 3, versículo 23 dice:
“… La fe viene por el oír y el oír, no oír cualquier cosa, oír la palabra de Dios..”
Y es interesante porque aquí se habla de la mujer samaritana. Hay un diálogo entre Jesús y la mujer samaritana. Y aquí podemos sacar muchas enseñanzas. En estos días hablé con un pastor que sacó todo un manual de evangelismo de este capítulo, que lo enseñó en tres días de 6 cada día, imagínense, 18 horas, solo para enseñar el capítulo 4 del libro de Juan, para enseñarle a su iglesia una metodología de evangelismo, una mentalidad de evangelismo. Y aquí hay algo que nosotros tenemos que empezar a entender. Versículo 39:
Después que Jesús habló con la mujer y declaró sobre ella algunas verdades. Cuántos conocen esta historia? O quieren que leamos completo el capítulo? No lo vamos a leer completo. Versículo 39. Acuérdense de Hechos capítulo 1, versículo 8, pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo. Okay? Y me seréis testigos. Aquí vino el Cristo poderoso a encontrarse con una mujer no tenía por dónde, a los ojos naturales representar ser testigo del poder de Dios. Versículo 39 dice:
“… y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en el…. En qué? en él por la palabra de quién? De la mujer que daba testimonio…
Miren, el impacto que tuvo esta mujer al hablar con Cristo, al abrir su corazón. ¿Saben qué? cuando nosotros nos presentamos en diferentes lugares, en la ciudad, con nuestros amigos, qué interesante sería que nuestros amigos, nuestra familia recibieran un impacto de nuestras palabras que el Señor ponga en nuestro corazón para hablar del plan de salvación que Dios tiene para la vida del ser humano.
Hablamos del juego, hablamos de la telenovela, hablamos de lo que dijo la vecina, hablamos de lo que le pasó a la tía, pero no hablamos de lo que realmente Cristo hace y puede hacer en nuestra vida y en la vida de otros.
La mujer samaritana no fue a decir, miren, saben, me encontré con un hombre judío que me pidió agua. Ella no fue a decir eso. Ella fue a hablarle a su pueblo de lo que este hombre había declarado sobre el corazón de ella y ella había creído en el poder de la palabra del Señor. Ella se había transformado en un testigo de la palabra poderosa, transformadora y restauradora del Señor.
Muchos de nosotros solo somos evangélicos. No nos alcanza para ser testigo. Nos falta entender, o nos falta creer que realmente Dios ha depositado en nosotros una autoridad, un poder tan grande para declarar las maravillas que Dios hace y hará, que él es el mismo según Juan capítulo 14:6
“…. Yo soy el mismo ayer, hoy y siempre…”
Hay una verdad, la palabra de Dios no pasa, no pasa de moda. La palabra de Dios sigue siendo tan poderosa como en los días en que Jesús estuvo caminando en Galilea. Nosotros le hemos quitado autoridad a la palabra del Señor diciendo, que estos tiempos hay tanta gente que cree tantas cosas, mejor los respetamos a todos y así no nos hacemos problema.
Hasta la iglesia ha caído en ese camino. Y yo quiero invitarle hoy día a que salga dispuesto a ser testigo del poder del Señor. La mujer samaritana reflejó este acontecimiento. Versículo 40:
“… Entonces vinieron los samaritanos a quién vinieron? A él, a Jesucristo, y le rogaron que se quedase con ellos, y se quedó allí dos días. El Señor permanece hasta cuando…, él está al lado nuestro hasta cuando es necesario para que su poder se haga realidad.
Versículo 41, dice, “… y creyeron algunos pocos, y creyeron muchos más por la palabra de él..” fíjese, que la mujer samaritana con su testimonio llegó hasta ahí, pero cuando Jesús realmente entró en la vida de este pueblo, muchos más fueron transformados por el poder.
A mi me encanta el último capítulo del libro Juan, en su versículo dice: “y aún mayores cosas vosotros haréis…”
Si el Señor tuvo poder, caminó la tierra haciendo milagros, hablando y transformando corazones, conductas, hábitos, transformando la vida de las personas, mire usted donde se pare usted puede ser un revolucionario de la palabra del Señor, donde esté. Deje de estar callado, deje de ser un cristiano de la policía secreta del Evangelio, y comience a identificarse como un hombre o una mujer que es pertenecedora al ejército del Señor.
Versículo 42: “… y decían a la mujer, yo no creemos solamente por lo que tu has dicho, y aquí hay un misterio enorme… ya no creemos solamente por lo que tu has dicho, porque nosotros mismos, ya ellos mismos, se transformaron en testigos presenciales de hechos relevantes, directamente con la palabra de Jesús.
Ya no necesitaban que la mujer les dijera cuántas cosas el Señor estaba haciendo, ellos mismos ya se habían hecho testigos del poder de Dios. Y ¿saben qué? a la iglesia hoy día le falta esa convicción de que son testigos poderosos del poder de Dios. A usted y a mí nos falta caminar con personalidad en la calle y decir, y hablar, y demostrar que dentro de nosotros hay un poder que no todos tienen y que usted puede, es la voluntad del Señor, desarrollarlo cuando el Señor se lo pida.
Se acuerda de este camino de Pedro y Juan, cuando iban al templo y estaba el paralítico ahí sentado, el ciego, y pasa la sombra, solo la sombra. Dice que la sombra de Pedro pasaba y muchos eran sanados. Yo creo que la sombra de nosotros se nos esconde de nosotros, no quiere ni andar con nosotros la sombra, de tanta vergüenza que le damos. Se imagina, la sombra de Pedro, toda orgullosa, y yo voy aquí al lado de Pedro, y la de nosotros, nosotros la andamos buscando. Dónde estará mi sombra? Pregúntele a su sombra por qué no anda con usted. Yo creo que su sombra sabe mucho más de por qué usted no es testigo del Evangelio de Cristo.
No, no me haga caso. En Lucas, capítulo 24, versículo 48 y 49: “…. Todas las cosas que Jesús hizo significan que somos testigos de su poder y él nos recomienda ser investidos, vestidos, transformados, revestidos por el Espíritu Santo. Lucas, capítulo 24, versículo 48 y 49.
En Hechos capítulo 22, versículo 12 y 16, hay otra experiencia de testimonio, la sanidad de Pablo. Cuando Pablo relata su sanidad. Podemos seguir buscando en la palabra ejemplos de personas que fueron tocados por el poder de Dios y comenzaron a ser testigos de las maravillas hacia otros.
Usted es testigo del poder de Dios en su familia? Sus hijos le creen cuando usted levanta sus manos al cielo? Su esposa le cree cuando usted cierra sus ojos y se pega esa llorada bien buena? Su esposo le cree? Entre la familia hay capacidad de mirarse y llorando y siendo ministrados y ministrar el nombre del Señor? Es testigo del poder de Dios en su familia? Es testigo del poder de Dios con sus familiares, con los que están un poquito más alejados? Es testigo del poder de Dios con sus vecinos? O cuando ya se junta con su vecino, ya vengan las coronas, y vengas las cervezas, total, al borracho más borracho, dice Pablo.
Es necesario en estos tiempos, donde las definiciones cuestan. Usted va por el mundo y usted habla con alguien y hoy día tiene una posición y mañana tiene otra. Y los cristianos estamos en la misma. Muchas veces no somos de una misma posición. Cambiamos de acuerdo a como alumbre el sol o depende como cambie la luna, o nuestro estado de ánimo. El Señor no está buscando esos testigos, está buscando testigos relevantes del poder de Dios, que sean capaces de levantarse y aunque sea mordiendo el piso, no volver a caerse.
El Evangelio del Señor hoy día necesita hombres y mujeres que no andan haciendo escusas, simplemente porque, no, yo no aguanté, cedí a la tentación y ya. Soy hombre, soy mujer, soy ser humano. Usted es hijo de Dios. Usted es hijo de Dios. Y representa los valores del reino. Cuando usted camina, el Reino de Dios camina con usted. Usted se imagina la impresión de un reino? Usted puede imaginarse en su cabeza lo que es un Reino. No se imagina a la Reina Isabel con su corona y toda sentadita ahí, apena moviéndose. Esos reinos de hoy día no valen. El reinado de Inglaterra no vale. El reinado de España no vale. Los tienen ahí para no quitarles el poco salario que tiene esa gente.
Cuando usted camina en la calle, en downtown, aquí por vía Victoria está caminando aquí en los proyectos, y usted siendo testigo del poder de Dios, usted no está caminando solo. Está el Reino de Dios caminando con usted. Y en el Reino de Dios hay sanidad. En el Reino de Dios hay provisión. En el Reino de Dios hay abundancia. En el Reino de Dios hay justicia. En el Reino de Dios hay paz. En el Reino de Dios hay salud. En el Reino de Dios hay bienestar. En el Reino de Dios está el shalom de Dios operando de diferentes maneras, Jehová rafa, Jehová giré. Dios todopoderoso, es el Señor transformador de la vida.
Lo que pasa es que usted y yo no vemos al reino, y como no lo vemos, no creemos que está con nosotros. Pèro donde usted camina, el Reino de Dios se mueve con usted. Donde está tu testimonio? Es un testimonio válido? Es un testimonio que está siendo presencia? Eres un testigo fiel del poder del Señor? Crees que el Evangelio de Cristo es poder para transformar al que cree? Tu crees que el Señor transforma al que cree?
Para el que cree todo es posible y nada es imposible para Dios. Esta palabra ha sido un impacto en mi vida. Esta pequeña palabra de testigo en este versículo donde lo he leído cientos de veces, toda mi vida he escuchado este versículo, y el Señor me llevó a esta expresión de testigo. Si realmente soy un hijo de Dios transformado por la sangre de Jesús estoy obligado a ser testigo verdadero, un testigo relevante, no hoy día testigo y mañana mejor escondo la mano. No, todos los días estoy obligado a ser testigo del poder de Dios.
En palabra, en conducta, en pensamiento, si eres una persona que tiene un negocio, en lo justo de tu negocio, en la responsabilidad, si eres un trabajador en lo responsable de tu trabajo, puedes ser testigo de que eres un hombre o una mujer lavado por la sangre de Jesús.
Ahí demuestras el poder del Espíritu Santo. Puedes hablar en lenguas. Yo creo eso. Puedes danzar. Yo creo eso. Y puedes levantar las manos, y puedes llorar, y puedes decir, el domingo estuvo el servicio bonito, y el miércoles estuvo bonito, pero la verdad de las cosas es que aquí adentro no somos testigos. Los testigos se demuestran allí afuera, cuando tu caminas, cuando el diablo te confronta, cuando estos gigantes se levantan cada mañana contigo a desafiar tu fe, a desafiar lo que el Señor ha puesto sobre ti.
Así que no tengas miedo, pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y serás testigo, y serás testigo. Ya nadie más se reirá de ti, tu comenzarás a rescatar a otros, de las manos, de las garras del enemigo. Cierra tus ojos.
Que le parece si nos ponemos de pie en una actitud de reconocer, de reflexionar acerca de lo que realmente estamos planteando como hijos de Dios. Quiero invitarle a tener un tiempo de oración con su palabra, quiero invitarle a que pueda a ser sincero y honesto con el Señor, quiero invitarle que pueda abrir su corazón y su mente. Nunca es suficiente lo que hacemos, nunca, ninguno de nosotros por mucho que estemos en el pastorado, ya es suficiente con lo que hemos hecho, al contrario, cada día necesitamos ponernos más ahí, cubrirnos con el manto del Espíritu Santo para ser testigos fieles.
Quiero invitarle que su abra su boca y comience a declarar delante del Señor que quiere ser un testigo fiel. Señor, queremos ser testigos fieles del poder tuyo. Cuan grandes cosas tu has hecho, cuan grandes cosas, Señor, tu haces en medio nuestro cada día, Señor, son grandes, Señor, tus maravillas. Cada día, Señor, son grandes tus obras. Cada día, Señor, son grandes las cosas, tus milagros. Necesitamos ser una iglesia, Dios, que sea fiel testigo de lo que tu has hecho en nuestra vida.
Señor, enséñanos a ser responsables con tu Evangelio, una responsabilidad que nos lleve, Señor, a hablarle a otros de lo maravilloso que tu has sido para nuestra vida. Saca nuestro secularismo, saca nuestro humanismo, saca nuestra liberalidad de nuestra mente, y pon tus pensamientos, pon tus emociones, pon los deseos de tu corazón en nosotros, Señor.
Si se humillare mi pueblo sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.
Señor, si en algo hemos fallado, si en algo hemos ofendido, Señor, el maravilloso nombre de Jesús, perdónanos, Señor, y enséñanos a ser testigos poderosos, porque grandes cosas aún tienes para nosotros.
Gracias, Señor. Gracias, Señor. Gracias, Señor por este tiempo. Gracias, Señor, por estar en tu casa de oración. Gracias, Señor, porque hoy día ha sido un día que tu creaste para nuestra vida, para orarte, para bendecirte, para dejar nuestras cargas delante de ti y para rendirte todo honor y toda gloria, y toda majestad, en el nombre de Jesús. Amén. Amén. Dele un buen abrazo a su hermano, bendígalo.