Yo quiero hablar acerca de nuestra relación con el mundo, capítulo 4, y en mi Biblia yo tengo un encabezamiento dice, La amistad con el mundo, y el Apóstol Santiago retóricamente hace una pregunta, dice, y recuerden una cosa, él se está dirigiendo a cristianos, judíos conversos que ya conocen al Mesías, y está dirigiéndose a una congregación o a varias congregaciones bajo su apostolado y su ministerio, así esto es un mensaje para la iglesia, no es para los inconversos, así que no se me pongan demasiado cómodos. Esto para es usted y para mí en este día. Dice:
“… De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros, no es de vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis, matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar, combatís y lucháis pero no tenéis lo que deseáis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal para gastar en vuestros deleites. Oh almas adúlteras no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios….”
Ahí está el meollo de nuestra meditación. “… cualquiera pues que quiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios. O pensáis que la Escritura dice en vano, el espíritu que la ha hecho morar en vosotros nos anhela celosamente, pero él da mayor gracia, por esto dice, Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes….”
Hasta aquí esto es un ataque bastante fuerte, bastante directo, es algo hasta cierto punto negativo, acusativo hasta cierto punto, pero ahora viene la medicina, ahora viene la prescripción para nuestra vida. Dice:
“… Someteos pues a Dios, resistid al diablo y huirá de vosotros, acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos y vosotros los de doble ánimo, gracias a Dios que no hay ninguno aquí en esta congregación, purificad vuestros corazones, afligíos y lamentad y llorad, vuestra risa se convierta en lloro y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor y él os exaltará….”
Hermanos, hemos hablado de muchas diferentes cosas. Hemos hablado de la necesidad de abrazar la verdad como parte del proceso de santificación, casarnos con la verdad, amar la verdad por sobre todas las cosas, darle la bienvenida a la verdad en todas las formas en que se manifieste en nuestra vida, no andar con disfraces, no andar con disimulo, no andar poniéndole nombres a nuestros pecados que los suavizan y los hacer ver más atractivos de lo que son, viendo las cosas como son a la luz del espíritu de Dios.
Hemos hablado de la necesidad de someternos a la palabra de Dios que es la fuente de toda verdad. Hemos dicho que la palabra de Dios debe gobernar nuestro estilo de vida, debe gobernar nuestros valores, debe gobernar nuestras decisiones éticas, debe gobernar nuestra estructura familiar, debe gobernar nuestra vida pensante, debe gobernar nuestras interpretaciones de lo que es bello, lo que es bueno, lo que es amable. La palabra de Dios aunque no nos guste lo que dice la palabra, tenemos que sujetarnos, someternos a la palabra. La palabra es la fuente de vida del pueblo de Dios y el pueblo de Dios necesita, usted y yo, necesitamos estar fundamentados en la palabra.
Hemos hablado de la necesidad de someternos a la disciplina de una congregación, a establecer relaciones a largo plazo, porque la santidad de Dios se materializa, vamos a decirlo así, se me ocurrió la palabra, la santidad de Dios se concretiza y se manifiesta a través de su Iglesia como “I” mayúscula y de las congregaciones y las iglesias que están en diferentes ciudades y países y lugares del mundo. No podemos crecer aparte de la familia de Dios. Yo no creo en cristianos llaneros solitarios por allá metidos en una cueva, desarrollando un misticismo vano. Yo creo en el pueblo de Dios allí amándose y jalándose los moños a veces y bregando unos con los otros como hermanitos en una familia, aprendiendo lo que es verdaderamente vivir la vida cristiana y encarnar los dones y el fruto del espíritu en la vida diaria de una congregación.
Yo creo que Dios manifiesta su gracia a través de la vida de la congregación y que si nosotros no nos incorporamos en una forma permanente en la vida de una iglesia, y nos sujetamos a su trato, a largo plazo, sin estar saltando de un sitio a otro sino diciendo, Señor, aquí yo creo que yo voy a crecer, aquí me voy a quedar, no importa lo que venga, yo voy a crecer y usted ve entonces el crecimiento y ve la bendición de Dios. Dios quiere santificarnos y quiere expresar su santidad en nosotros a través de la vida congregacional.
Por eso dice el Apóstol no dejéis de congregaros como algunos tienen por costumbre, sino nos invita a incorporarnos a la vida, a la rutina en un sentido positivo de la palabra, al programa, al ministerio de una congregación y así se completa el carácter de Cristo en nuestras vidas.
Es importante, hermanos, que nosotros sirvamos al Señor en el contexto de la familia de Dios y de una iglesia en particular, y creamos que allí donde Dios nos ha puesto, nos ha puesto para recibir vida, para prosperar, para crecer y para dar fruto, para gloria de su nombre.
Hablamos también acerca de la necesidad de someternos al trato directo de Dios, a la ministración directa del espíritu en nuestras vidas, al hablar de Dios, al trato profundo de Dios en nosotros, a no cerrarle puertas, no tener compartimentos secretos para Dios, no tener cajas fuertes donde solo nosotros tengamos la llave. Dios requiere total acceso a todas las áreas de nuestro ser y solo cuando nosotros hemos llegado a ese punto de someternos completamente a Dios sin barreras, abandonarnos completamente al amor y a la ministración y al trato, y a la disciplina de Dios, solamente cuando el Espíritu Santo distingue y discierne que en nosotros se ha quebrado toda resistencia y todo orgullo, y toda distancia podemos verdaderamente prosperar y crecer en los caminos del Evangelio.
Y hoy yo quiero hablarles de un último concepto en cuanto a esto, y es el concepto del mundo y es la idea, hermanos, de que nosotros tenemos que llegar a un momento de crisis también. La santidad de Dios no se puede hacer realidad en nuestras vidas hasta que nosotros no hemos llegado a un punto de darle una carta de divorcio al mundo. Yo creo en el divorcio, creo en el divorcio del mundo, creo en divorciarnos del mundo y declarar nuestro amor total solamente a Jesucristo y a Dios y a las cosas del espíritu.
Yo creo, hermanos, que hasta que en nosotros no se da esa experiencia que yo llamo experiencia de crisis, esa confrontación en nosotros mismos, del hecho de que el mundo no puede darnos nada de lo que nosotros necesitamos para agradar a Dios y que hay enemistad, hermanos, hay enemistad entre lo que es la vida del espíritu y la vida del mundo. Son sustancias incompatibles, se excluyen mutuamente. Usted no puede tener el mundo en su corazón y tener a Cristo en su corazón. Usted tiene que hacer una decisión a cuál de esos dos Señores usted va a servir.
El Señor Jesucristo dice bien claro, un hombre, una mujer no puede servir a dos Señores, porque terminará amando a uno más que al otro. Y ¿saben qué, hermanos? El Señor no cree en la bigamia. El Señor es monógamo. El Señor dice, o todo o nada. El Señor viene a buscar una esposa, no dos esposas. Ni va a buscar una esposa que ya está casada. El Señor quiere, hermanos, que usted en su corazón se selle completamente contra los atractivos y los ofrecimientos y las seducciones del mundo. Si usted rastrea la palabra mundo en la Escritura usted va a encontrar que normalmente es una palabra negativa, es la palabra cosmos en el griego original que es lo que usamos para el cosmos hablando del universo, pero en el griego, cuando se usa la palabra cosmos se refiere al mundo.
Ahora, qué es el mundo? Bueno, en un sentido básico, material, el mundo es esta orbe terrestre, esta bola que gira y que viaja a miles de millas por minuto a través del universo y que es parte del planeta solar. Es un concepto del mundo, la creación de Dios es otro concepto del mundo.
Pero hermanos, en términos de la Escritura sobre todo en Nuevo Testamento y en el lenguaje del Apóstol Pablo y del Apóstol Juan, la palabra mundo es una palabra negativa, la palabra mundo es aquello que está en contra de los intereses del Reino de Dios. Hay una oposición total entre el Reino de Dios y el mundo, y el Reino de Dios ha venido a subyugar al mundo y a establecer su superioridad y su soberanía sobre el mundo.
La persona que no ha sido redimida por Cristo, la persona cuyo corazón todavía no ha sido entregado a Cristo es ciudadana del mundo. Para mí el mundo según la Escritura es esa cultura, ese cúmulo de costumbres y de esfuerzos y de afanes diarios que no se sujetan a la vida de Dios, que no se sujetan a los dictados del espíritu. Es la vida de la cultura y de la sociedad fuera de la gracia redentora y del poder transformador y del señorío de Dios.
El mundo es esa vida que no ha sido redimida. El mundo es la sociedad que no ha sido tocada por la palabra del Evangelio. El mundo es esa multitud de gente que usted ve en las grandes ciudades, si usted pasa por ejemplo por el centro financiero de Boston, usted va a Time Square, en la ciudad de Nueva York, esas grandes multitudes y usted se levanta a las 7, a las 8 de la mañana y se monta, y se va a Park Street aquí en Boston o la calle 42, a Pennsylvania Station en Nueva York, y usted ve esa multitud de gente bien vestida, con sus maletines, yendo a sus bancos y a sus industrias y a sus instituciones académicas y usted mire sus rostros y usted ve la vanidad y usted ve muchas veces esos rostros totalmente secularizados, que no están conscientes de la vida de Dios y de que Cristo ha venido al mundo a establecer un reino nuevo, gente decente, gente de buenas intenciones, pero esa gente no han subyugado su voluntad a Jesucristo, ese es el mundo. Es la gente que se levanta por la mañana para hacer su vida dentro del tiempo y del espacio y que se afanan por tener ropas elegantes, y por tener carros grandes, y por crearse nombre aquí en la tierra, como los de Babilonia y tener casas, y ser filántropos a veces y hacer cosas buenas entre comillas, pero no lo hacen en el nombre de Cristo Jesús. Ese es el mundo.
No es necesariamente algo criminal, algo sexual, algo bajo, algo inmoral. El mundo es simplemente es todo aquello que se rehúsa a sujetar la voluntad al señorío de Jesucristo. Eso es mundanal, eso es demoníaco, eso es carnal, eso es animal como dice el Apóstol Santiago y esa substancia irredenta, esa substancia no tocada por la vida de Dios no puede ser parte de nuestra vida. Usted entiende? Eso es un cuerpo muerto, eso es un injerto que cuando trata de meterse en el cuerpo de Cristo es rechazado porque no tiene la misma identidad genética, hablando en términos espirituales.
Mi hermano, nosotros tenemos que entender que esa vida allá fuera, esa vida de ese mundo con sus intereses, con su vanidad, con sus afanes, con sus deseos de logro y meramente histórico, meramente temporal, no tiene nada que ver con nosotros. Cuando usted entra y yo entramos a los caminos de Dios nosotros es un sentido, le decimos a Dios, a ese mundo, ¿saben qué, hermanos? Desgraciadamente muchos de nosotros, no se da esa operación, no se da esa transacción. Nosotros muchas veces aceptamos a Cristo y como digamos, nos casamos con un nuevo amante. Hemos estado casados con el mundo durante años, hemos dado nuestra lealtad a la cultura o a los valores del mundo, a los intereses del mundo, y nos enamoramos de Cristo también. Que lindo! Y decimos, yo me quiero casa con él también pero no damos una carta de divorcio primero, sino que simplemente firmamos allí, acepto a Cristo, pero no se ha dado una revolución en nuestro corazón ni en nuestra mente.
Tratamos de incorporar los valores del mundo y de simplemente vivir con dos amantes en la misma casa, o mejor dicho, meter al otro amante dentro de la casa nuestra. Y hermanos, no se ha dado una separación, no se ha dado una separación, y desgraciadamente yo les digo las iglesias están llenas de gente que están cometiendo bigamia. Y yo le he dicho al Señor siempre, Padre, mi deseo, yo no quiero estar ministrando en una iglesia compuesta de almas adúlteras, de gente de doble ánimo. Veo varias personas parándose, pero que no es porque estoy diciendo nada desagradable.
Lo que estoy diciendo, espero que no se sintieran mal mis hermanos, estoy simplemente jugando. Pero lo que estoy diciendo, hermanos, es que yo no quiero, yo no deseo ministrar y pastorear en una congregación tipo la Odisea, donde hay mucha gente allí bien vestida, con sanos valores, con deseos de tener una vida ordenada y burguesa y por eso vienen a la iglesia, porque el burgués es respetable y la iglesia es parte de la respetabilidad, y por eso van a la iglesia, pero no se ha dado algo dentro, no ha habido una explosión. Sus entrañas no han sido revueltas por la presencia y el toque del espíritu de Dios. Simplemente se han pegado con goma de chicle dos cosas allí, y eso es todo. Pero las substancias no se han confundido, no ha habido una química interior.
Por eso es que yo creo que el mundo está como está, a veces vamos a vecindarios que hay una iglesia en cada esquina pero sin embargo el vecindario está lleno de crimen y la comunidad está destruida y las familias mismas de esas iglesias están manga por hombro y uno se pregunta dónde está el poder, dónde está la autoridad del pueblo de Dios, qué está pasando. Es que Cristo no tiene poder, es que la palabra de Dios no se cumple, es que Dios es exagerado y promete más de lo que puede cumplir? Yo creo, hermanos, simplemente que el conducto que somos nosotros, está anquilosado, está petrificado, el conducto está lleno de substancias, tenemos arterioesclerosis del espíritu, la sangre de Cristo, la vida de Cristo no está corriendo a través de nosotros como debe correr. Hay iglesias tibias.
Cuando el Apóstol Juan escribe por medio del Espíritu Santo a la iglesia de la Odisea, léalo en el capítulo 3 de Apocalipsis, tu dices, yo soy rica y sin embargo tu eres una miserable, dice. Dice, ah, yo tengo todo, y dice, tu no tienes nada. Porque eres tibia te voy a vomitar de mi boca. Dice, ojalá fueras fría o caliente pero no eres ni una ni la otra. No estás ni con el diablo ni con Dios y quieres estar con los dos y tu me das nauseas, dice el Señor.
Y hermanos, nosotros tenemos que hacer todo lo posible para escapar ese tipo de destino de iglesia tipo la Odisea. Nosotros anhelamos una iglesia de hombres y mujeres que han tenido una experiencia total con Jesucristo, que han bajado la cerviz ante el nombre de Jesús y que han reconocido el señorío de Cristo en todas las áreas de su vida y que le han dicho al mundo, te volteo la espalda, no tengo nada que ver contigo, yo voy a vivir para mi Dios y para los intereses del Reino de Dios. Una iglesia, hermanos, que todos sus anhelos y que todas sus energías están consagradas a los intereses del Reino de Dios.
Hermanos, la nacionalidad del mundo ya nosotros la rechazamos y tenemos un pasaporte que dice, cielo, Reino de Dios, nosotros estamos trabajando para establecer un Reino nuevo aquí en la tierra, para declarar el Reino de Cristo dondequiera que nosotros vamos, para declarar, se ha acercado a vosotros el Reino de los Cielos. Y eso solo lo puede hacer gente que tiene nacionalidad nueva, la nacionalidad del espíritu.
Tenemos que decirle al mundo, a los intereses del mundo, a los afanes del mundo, adiós, yo no tengo nada que ver contigo y tengo que vivir ahora para el reino. Mi vida, mis energías, mis emociones, mi tiempo, mi talentos, mi dinero, todo está dedicado para construir el Reino de Dios. Yo estoy continuamente plantando cartuchos de dinamita dondequiera que voy, los estoy dejando para hacer estallar el mundo y para venga el Reino de Dios para establecer el orden de Cristo en la tierra.
Mi hermano, Cristo está buscando gente radicalmente comprometida con él pero no podemos estar radicalmente comprometidos con él sin antes voltearla la espalda al mundo de donde venimos. Ese himno que dice, no puede el mundo ser mi hogar, hablando del hermano que le encantan los himnos antiguos. Ese es un himno precioso. No puede el mundo ser mi hogar, ese es el lema del creyente. El mundo ya no puede ser nuestro hogar. Y hasta que usted no haya llegado a ese punto de morir al mundo, usted no sabe lo que es verdaderamente ser un discípulo de Jesucristo. Lamento decirlo en esa manera, hermanos, radical, porque el Señor es radical en sus cosas, es clara la palabra.
El Señor dice, el que ama a padre o madre, hermano o esposa más que a mí no merece ser mi discípulo, no merece ser mí discípulo. Donde está tu amor? Dónde está tu lealtad en este momento? Está en tu carrera, está en tu matrimonio, está en tus hijos, está en tu reputación social, está en cualquier otra cosa? Si no está radicalmente comprometida con Cristo y sus reclamos y el éxito del Reino de Dios en la tierra, no estás, desgraciadamente te aplica, alma adúltera, hombre, mujer de doble ánimo.
Dice la palabra, el hombre de doble ánimo o la mujer no pretenda que va a alcanzar nada, porque es como la ola movida por el viento, va de un sitio a otra, las olas son movidas por el viento y tienen una fluctuación continua, nunca están estables comparado con ese mar de vidrio sobre el cual están plantados los pies del Señor allá arriba, estable completamente.
Hermanos, Dios está buscando gente de un solo ánimo, gente monógama, gente completamente consagrada y comprometida con el Reino de Dios. No podemos mirar otra cosa, si usted busca Juan, primera Juan 2, 15 al 17, la palabra de Dios es bien clara, hermanos, la palabra de Dios es totalmente contundente, dice;
“…No améis al mundo, es decir, no améis al cosmos, no améis esta cuestión material, temporal, no améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Él está tratando de ser lo más abarcador posible. “….No améis al mundo, ni las cosas que están ene el mundo, no seas materialista, no amen los objetos del mundo, no ames la agenda del mundo, no ames la mentalidad del mundo, no ames el programa del mundo y esa palabra amar, quiere decir, no pongas tus raíces, no pongas tu afán, no fijes tu mirada, no entregues tu lealtad, no firmes a la página debajo que dice mundo, no establezcas relación íntima con el mundo ni las cosas que están en el mundo, porque si alguno ama…”, otra vez la palabra amar, y es importante que entendamos por qué esa palabra, “….si alguno ama al mundo el amor del Padre…”, ahí hay un contraste entre el amor al mundo y el amor del Padre, son dos amores diferentes. El amor del Padre no se puede realizar en ti, la plenitud del Padre no se puede realizar en ti, las buenas intenciones del Padre no se pueden realizar en ti, la gracia transformadora del Padre no puede tener su expresión máxima en ti si el amor del mundo ocupa tu corazón y tu espíritu.
La presencia de Dios no puede aterrizar en tu interior si la pista está cubierta con el amor al mundo, en otras palabras. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él porque todo lo que hay en el mundo, otra vez ese concepto de lo que hay en el mundo, lo que está en el mundo, lo que está plantado en el mundo, “….porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida…”.
De nuevo, los deseos de la carne es todo lo pasional, todo lo emocional, todo lo biológico, todo lo mental, todo lo cerebral. Y hermanos, déjenme decirles, la carne, hay muchos de nosotros que escuchamos la palabra carne y enseguida pensamos en lo sexual, perdone lo obvio de la palabra. Pero hermanos, la carne es mucho más que eso, la carne es esto material, es todo aquello, de nuevo hablando de la palabra mundo, todo lo que no está redimido, todo lo que no está tocado por la vida de Dios, todo lo que no ha sido encendido con la nueva vida del Espíritu Santo, todo lo que no da su lealtad a Dios y a las cosas del espíritu. Eso es lo carnal, eso es la carne.
“… los deseos de la carne…” el deseo de la carne puede ser un deseo de hacer el bien sin contar con Cristo y los valores de Cristo. Porque hermanos, hay mucha gente allá afuera que ama a la humanidad pero no pueden amar a la humanidad como la humanidad necesita ser amada porque no tienen el amor de Dios expresándose a través de ellos. El amor del hombre es un amor traicionero, es un amor pobre, es un amor inadecuado, es un cuchillo sin filo, por eso es que hay tanto trabajador social, tanta institución filantrópica, tantas instituciones de bienestar social que quieren redimir a la humanidad pero continuamente tienen que confesar fracaso. Y lo que están haciendo últimamente es volviendo a la iglesia y diciéndole, bueno, ya tratamos pero ahora, ahí disimuladamente. Pues, está bien, vengan y ayúdenos, lo que no quieren hacer es confesar. Sí, nos equivocamos, fuera de Cristo no podemos hacer nada.
Ahora están llamando a la iglesia otra vez para que venga. Ahora las fundaciones que antes no pensaban en la iglesia para darles un centavo, ahora están llamando a las iglesias para darles dinero para que trabajen con los problemas de la sociedad porque están descubriendo que la iglesia es verdaderamente la que está haciendo la obra en las ciudades de los EEUU.
Porque hermanos, las buenas intenciones no son suficientes, el amor del mundo, si el amor que tu tienes para la humanidad no está redimido por Cristo, no tiene la vida de Cristo dentro de él, entonces es parte de esas pasiones de la carne. Si tu tienes un hambre y sed de justicia que no es la justicia de Dios eso es pasión de la carne también. Porque a veces pensamos que la carne es solamente lo obviamente inmoral y malo y dañino. No es así. La carne es todo lo que trata de hacer bien o mal sin contar con la voluntad de Dios. Y primero pregúntale al Padre, dime tu, qué es lo que debo hacer? Eso es la pasión de la carne, el afán, el afán, lo que es meramente aquí terrenal y temporal.
“…Todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos….” Cuantas cosas hermanos, de nuevo, los deseos de los ojos no es el hombre que contempla una mujer y se le van los ojos detrás como Don Fulgencio, en los muñequitos en los periódicos. No, los deseos de los ojos son también la señora que se para en frente de una vitrina y codicia el abrigo de pieles, y los ojos se le llenan, se le encienden y desearía tener eso y está dispuesta a vender su alma al diablo para tener el bendito abrigo ese, y matar unas cuantas ardillas o leopardos o lo que sea, para tenerlos.
Los deseos de los ojos es el hombre que se para en el dealer de carros y para conseguir ese Audi o ese Saab de último modelo trabaja 80 horas y les roba el tiempo que le pertenece al Señor porque desea tener y poseer y tener intimidad con el metal brillante de ese carro y sentarse sobre sus asientos de cuero e idolatrarle y rendirle adoración a ese objeto en vez de rendirle su tributo al Señor primeramente, y conformarse con el carrito un poco destartalado, quizás, pero que lo va a llevar a la iglesia en el nombre del Señor.
Hermanos, los deseos de los ojos son todas las cosas, cuando usted adora más al televisor que el Señor, eso es un deseo de los ojos. Hermanos, el pecado entra por los ojos. David codició a una mujer porque sus ojos se llenaron de codicia y muchos de nosotros codiciamos los objetos, codiciamos las cosas.
“…. los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida….” Ahí se encierra todo lo demás. La gente que desea ser vistos en los lugares correctos, la gente que desea tener la aprobación de los demás, la gente que es muy consciente de su imagen, la gente que está siempre buscando posición o buscando ser nombrados o estar inscriptos en el country club adecuado de la ciudad, o tener logros meramente humanos. Esa es la vanagloria. La mujer que adora y ama su cuerpo y su belleza y está dispuesta a hacer cualquier cosa, a veces el ridículo para exhibir y para promover su belleza. Eso es parte de la vanagloria de la vida, el darle demasiada importancia a las cosas del mundo.
Quizás usted nunca va a ser nombrado en algún libro de records, pero su nombre estará escrito en el libro de la vida. Quizás usted nunca será mencionado con alabanza y adoración en los banquetes de la ciudad, pero cuando usted llega ahí arriba usted va a escucha, ven buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Usted está construyendo para el Reino eterno de Dios y a usted no le importa tanto esta vanagloria, esta gloria vana de este mundo porque un día, hermanos, esos grandes edificios, esas moles inmensas, esos bellos museos llenos de obras de arte, dice la Biblia, que se encenderán y se derretirán y todos los elementos serán fundidos para crear cielos nuevos y tierra nueva. Y todos los inventos de la humanidad se revelarán ser simplemente meros esfuerzos de una persona loca y limitada cuando podamos cruzar por los aires del universo con las alas que Dios nos va a dar. No necesitaremos aviones. Los aviones serán objetos primitivos comparados con lo que Dios nos va a permitir hacer. Y haremos como Startreck de un sitio al otro sin tener que montarnos en ninguna nave porque el Señor mismo será nuestro transportador. No necesitaremos radiadores que nos calienten porque la gloria de Dios misma será nuestro calor. No habrá necesidad de luces artificiales porque el rostro de Cristo iluminará toda creación.
No podemos amar la vanagloria de este mundo. Tenemos que darnos terapia y esas cosas que parecen tan permanentes y tan sólidas, y tan incuestionables, tenemos que verlas con los rayos X del espíritu y entender que están destinadas a ser destruidas, a ser quemadas, su tiempo está contado y no hay ninguna apelación. Ante el toque de la trompeta un día todas estas cosas cesarán y no podemos vivir dándole nuestra lealtad a la gloria vana, engañosa, a los espejismos del mundo. Tenemos que verlo por lo que el mundo es. Es simplemente una gloria vana.
Todas esas cosas, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida no provienen del Padre sino del mundo y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Alabado sea el nombre del Señor.
Hermanos, lo que la palabra del Señor nos está diciendo hoy es que nosotros tenemos que mirar al mundo ya con cierto desprecio. Y hago una aclaración simplemente, pongo ahí un asterisco y quisiera tener más tiempo para desarrollar eso. Y es lo siguiente, hermanos, no quiere decir esto, escúcheme, no quiere decir que ahora usted va a ir a su casa y va a llamar a su trabajo y va a poner su renuncia. Por favor! No me malentienda. Ok? Y que va a dejar atrás a los hijos y a la mujer y se va a ir al África a predicar el Evangelio. No quiere decir que nosotros vamos a escapar de nuestras responsabilidades.
Estamos en el mundo, lo que pasa es que no somos del mundo. Son dos cosas diferentes. Ok? Nosotros vamos a seguir hasta que Cristo venga y nos lleve en su platillo volador vamos a seguir trabajando, vamos a seguir esforzándonos, vamos a seguir siendo buenos ciudadanos, vamos a ir a la urna y poner nuestro voto para los oficiales que van a regir nuestra nación y nuestro estado, nuestra ciudad. Vamos inclusive a tener una cuenta de banco aunque después de dar el diezmo. Vamos a disfrutar de las cosas buenas que Dios nos ha dado, por qué no? Nosotros estuvimos, mi esposa y yo, hace una semana viajando por New Hampshire y contemplando el maravilloso follaje otoñal. Que bonito sonó eso, del estado de New Hampshire. Y contemplábamos la gloria de esos colores que parecen que son arbolitos de navidad iluminados cuando el sol golpea esas hojas de tantos diferentes colores. Hasta poético me estoy poniendo, y uno ve la gloria de la creación de Dios, yo admiro eso, hermanos. Yo disfruto de eso, yo amo eso. Y mientras contemplábamos eso escuchábamos una música clásica preciosa, gloria a Dios por la música, por la cultura. Yo amo lo que Dios nos ha permitido crear. Pero no pongo mi amor en eso, hermanos, hay una diferencia. Yo sé que todo eso tiene su límite, que su tiempo está contado.
Hermanos, nosotros podemos esforzarnos, nosotros podemos trabajar, nosotros podemos tener éxito en la vida. Al contrario, Dios nos ha dado la capacidad para ser excelentes y nosotros tenemos que ser mejores que el mundo, tenemos que ser más inteligentes que el mundo, tenemos que ser más disciplinados que el mundo, tenemos que hacer mejores trabajadores que el mundo, tenemos que ser más responsables que el mundo, y tenemos que ser mejores ciudadanos que el mundo. Pero nuestro amor no está en esas cosas. Trabajamos, nos esforzamos, disfrutamos de las cosas del mundo, pero pasamos levemente, no dejamos huellas pesadas sobre la nieve porque somos extranjeros y peregrinos que estamos simplemente de paso, simplemente disfrutamos de lo que nos da mientras estamos aquí pero el día que Dios nos llame, nuestro corazón no se queda aquí en la tierra, porque ya nuestro corazón está en esa ciudad no hecha de manos, en esa ciudadanía celestial que Dios nos ha llamado a disfrutar de ella.
Les dejo con un pensamiento, Hebreos 11, 13 al 16, donde este gran lista de hombres y mujeres de la fe algunos de ellos que padecieron grandes cosas aquí y sin embargo vivieron con excelencia delante de Dios, sus nombres quizás no han sido mencionados, el mundo no los conoció porque eran una sustancia diferente a la del mundo, pero eran gente excelente y mire que es lo que merece la alabanza de Dios, y ojalá que tu puedas ser merecedor de esa alabanza un día. Hebreos 11, versículo 13, dice:
“… Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, esa promesa de Dios, esa substancia divina, dice, si no mirándolo de lejos y creyéndolo y saludándolo como nosotros saludamos la venida de Cristo un día, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra porque lo que estos dicen claramente dan a entender que buscan una patria pues si hubiesen estando pensando en aquella de donde salieron, es decir el mundo, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una patria mejor esto es celestial por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos porque les ha preparado una ciudad…”
Hermanos, ojalá que en este día tu seas ciudadano de esa ciudad que Dios tiene preparada. Ojalá que en este día tu te veas como un extranjero y un peregrino y si tu corazón no está definido en cuanto a eso, este es el momento de la definición.