Estamos haciendo un recorrido a través de la epístola a los Colosenses y yo estoy tomando varios temas de esta epístola muy densa en su contenido y estamos tratando de hacer un recorrido a través de diversos pasajes. Y hoy vamos a ir al Capítulo 1 y nos vamos a detener en los versículos 15 al 23. Este es un pasaje que exalta la persona de Jesús.
Colosenses 1:15-23 y dice la palabra del Señor así, hablando de Jesucristo evidentemente: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos, las que hay en la Tierra. Visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean potestades, todo fue creado por medio de Él y para Él y Él es antes de todas las cosas y todas las cosas en Él existen.
“Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos para que en todo tenga la preeminencia. Por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas. Así las que están en la Tierra como las que están en los cielos, siendo la Paz mediante la sangre de su cruz.
“Y a vosotros también que erais en otros tiempos extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne por medio de la muerte para presentaros tantos y sin mancha e irreprensibles delante de Él. Y en realidad permanecéis fundados y firmes en la fe y sin moveros de la esperanza del Evangelio que habéis oído el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo, del cual, yo Pablo fui hecho su Ministro”
Bendiga el Señor su santa palabra.
Siempre me gusta hacer un breve resumen de lo que tocamos el domingo antepasado en este caso. Allí yo hablaba de los versículos 12 y 13 de este capitulo, acerca de la actitud típica del cristiano y Pablo allí mencionó dos cualidades: el gozo y la gratitud que debe haber en la vida del hijo de Dios.
El gozo, yo decía, debe ser el tono imperante del creyente porque al mirar todo lo que hemos recibido de parte de Dios no podemos sentirnos menos que gozosos y llenos de esperanza. La gratitud de nuevo por lo mismo porque al reconocer que lo que hemos recibido ha sido de gracia, no porque lo mereciéramos nosotros, el cristiano debe vivir siempre dando gracias al Señor.
Esta semana escogimos el día de Acción de Gracias. Este pueblo escoge hoy, jueves, para expresar gratitud a Dios. Y eso es muy bueno, pero claro también tenemos que recordar algo y es que para el hijo de Dios todos los días son días de Acción de Gracias ¿verdad? y que no solamente un solo día o dos, no.
Cada mañana cuando nos levantamos debe brotar una nota de gratitud de nuestros corazones y cada día al completar una tarea y al Dios sacarnos de problemas pequeños y grandes debemos elevar nuestra gratitud al Señor. El cristiano tiene un corazón agradecido y lo cual es enemigo de la queja. Todo lo contrario de esa actitud de queja y negatividad que muchas veces nos caracteriza a nosotros.
Ahora esa vida de gozo y de gratitud tiene un fundamento. ¿Por qué? Pablo señala tres cosas que Cristo ha hecho. Número Uno dice que hemos sido hechos participes de la herencia de los Santos, es decir tenemos riquezas en Cristo. Hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual, hemos recibido dones espirituales. Somos ricos, somos poderosos, tenemos autoridad en Cristo Jesús. Esa es la herencia del pueblo de Dios.
Segundo lugar, dice Pablo que hemos sido librados de las tinieblas y trasladados al reino de la luz. Ya Satanás no tiene el control de nuestras vidas. Cristo tiene la administración de nuestras vidas. Ya no es Satanás que está llevándonos por un camino de destrucción y agotamiento y de estancamiento sino que Cristo nos está animando y levantando y fortaleciendo y administrando nuestras vidas para irnos levantando más y más cada día para que se cumpla lo que dice la escritura: ‘porque la senda del justo es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto’.
¿Por qué eso? Porque Dios está administrando nuestra vida, porque Dios la está llevando de crecimiento en crecimiento, de bendición en bendición. Ya Satanás no es quien administra nuestros días sino Dios.
Y finalmente, Pablo dice también que hemos sido redimidos y perdonados. En Cristo tenemos redención por su sangre y el perdón de nuestros pecados. Hemos sido comprados a precio de sangre, de la esclavitud del pecado. Y eso tiene unas consecuencias muy serias. Al ser comprados nosotros nos debemos entonces al que nos compró que es Cristo Jesús.
Ahora su yugo, dice es fácil y su carga es ligera. Cuando Cristo es nuestro dueño ahora, eso es una bendición. No es una maldición y también somos llamados a una vida de santidad porque Él es santo.
Ahí tienen ustedes algunas ideas del pasaje anterior. Y entonces ahora, yo creo que, Pablo cuando estaba escribiendo al meditar en esas tres cosas: la herencia, la libertad de las tinieblas y la redención que tenemos; su mente fue dirigida hacia la figura de Jesucristo quien ha hecho todas cosas posibles.
Todo eso, toda esa herencia, toda esa bendición viene como resultado de la obra de Cristo en la cruz del calvario y entonces yo creo que eso movió la mente de Pablo a pensar en la persona de Jesús, a enfocar la figura de Jesucristo. Y eso es lo que él hace en los próximos versículos del 15 al 23, él le dedica un tiempo a exaltar y a explayar la persona de Jesús, su obra, sus funciones, sus atributos. Y eso es lo que él hace en estos ocho versículos, aquí.
Es un himno. Algunos eruditos creen que este pasaje en particular era parte de un himno que se cantaba a la persona de Jesús para alabarlo y que Pablo estaba como citando ese himno cuando escribió esta parte. No lo sabemos. Pero muy bien convendría porque es un himno de alabanza, es una adoración muy profunda que se rinde a la persona de Jesús.
Otra cosa acerca de eso que está Pablo diciendo aquí, no es solamente alabando a Cristo en una forma neutral sino que hay también un carácter polémico en eso que Pablo escribe aquí.
Ustedes recordarán que al principio de este estudio yo les decía que esta carta Pablo la escribió en parte para contradecir una herejía, una mala enseñanza que estaba circulando, que estaba empezando a circular entre las Iglesias de esa área de Colosas. Y esa enseñanza entre otras cosas, de hecho se le llama la herejía colosense, los eruditos le han dado hasta un nombre a ese tipo de enseñanza que circulaba en ese tiempo.
Esa mala enseñanza era una mezcla de legalismo judío y también de una especie de misticismo que animaba a la gente a meterse en teorías raras y misteriosas acerca de dioses y de semidioses. Y la idea era que el mundo material era una maldición y que nosotros vivimos en este mundo una condena y que el hombre debe aspirar a salirse de esta condena y entrar a una dimensión espiritual donde hay liberación. Eso era esta enseñanza.
Entonces según esta enseñanza uno necesitaba un conocimiento misterioso que solamente podían recibirlo los iniciados para ascender a esos niveles. Ellos decían que entre el hombre y Dios había como una capa intermedia donde había unos seres superiores que no eran Dios pero tampoco eran hombres. Eran como semidioses. Y uno tenía que tratar con esos seres para poder llegar a ese nivel más alto. Y reconocían a Jesucristo pero no lo reconocían como Dios, no lo reconocían como hijo de Dios y con Dios mismo.
Y entonces Pablo escribió en parte esta carta para neutralizar esas ideas porque esa enseñanza falsa lo que hacía era quitar el énfasis de la persona de Jesús; quitar el enfoque de la persona de Cristo. Y por eso Pablo en esta carta, usted notará, enfatiza mucho la persona de Jesucristo, enfatiza su obra, su naturaleza porque esta epístola fue escrita para contrarrestar esa enseñanza que sutilmente estaba quitando la mirada de la persona de Jesús.
Yo diría, hermanos, que una de las formas principales de Satanás tratar de hacer daño a la doctrina cristiana, es precisamente, tratando de neutralizar y quitarle brillo a la persona de Jesucristo y a su obra redentora en la cruz del calvario. Quitarle a Cristo ese carácter único, imprescindible y sugerir como que hay otros medios de llegar a Dios.
Apartar al cristiano de su conciencia de que solo Cristo salva y que solo en Cristo tenemos esperanza y que solo Cristo ha sido el puente entre Dios y el Padre. Y entonces el enemigo trata de introducir doctrinas que hagan a Cristo uno más entre muchos posibles mediadores.
Y yo creo que una de las cosas que caracteriza a la herejía a través de los siglos es precisamente ese ataque sutil contra la persona, contra la naturaleza, contra la obra sutil, única de Jesucristo. Y por eso es que cualquier cosa, hermanos, que le quite a usted la mirada de Cristo y lo ponga a Él en un segundo plano o en un plano paralelo a otros seres es dañina, falsa y debe usted evitarla como la plaga.
Y es por eso que Pablo, una y otra vez, atacó eso continuamente. Con todo respeto. Por ejemplo, los Testigos de Jehová son gente muy sincera, muy buena y temerosa de Dios pero la doctrina de los Testigos de Jehová dice que Cristo es una criatura que fue creado. Es simplemente como el ángel máximo que Dios creó y que Cristo no es Dios mismo. Entonces aunque son gente que creen en la Biblia y crean en la obra de Cristo en la Cruz y todo esto, pero esta es una enseñanza muy peligrosa porque aparta la mirada de lo que Cristo ha hecho.
Él es el único. Dice la Biblia que ‘hay un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre’ y no hay más nada y que Cristo es el hijo de Dios y que es Dios mismo.
Entonces tenemos que tener cuidado con todo aquello, venga de donde venga, que quite la mirada de esa unicidad, ese carácter imprescindible de la persona de Jesús. Y lo que Pablo aquí hace es que él invita a los colosenses a enfocar la mirada sobre la persona de Jesucristo y entonces él torna a la mirada y comienza a describir ciertos atributos de Jesucristo y esto es lo que tenemos aquí.
Él lo exalta. Por eso me gustaba ese coro que dice: ‘A ti atribuimos la gloria. A ti atribuimos la honra, a ti atribuimos poder y majestad’ porque ese es un coro que exalta la persona de Jesús, este otro Rey de reyes, Señor de señores. Son coros que exaltan en una forma muy directa y que invitan a la mente del que adora a enfocarse sobre el carácter sublime de la persona de Jesucristo. Eso es una cosa que la Biblia hace una y otra vez.
Y entonces aquí Pablo hace eso mismo. Yo veo aquí por lo menos cinco atributos fundamentales de la persona de Jesús e hice aquí un pequeño esquemita para que ustedes lo vean. Jesucristo es estas cosas, según Pablo expone aquí.
Jesucristo es: Dios. Creador. Sustentador. La cabeza. Reconciliador.
Y esa flechita que usted ve que van como una especie de escalera dirigiendo una a la otra es porque cada uno de esos atributos de Jesucristo conduce al otro, están todos encadenados, son eslabones que están unidos uno al otro, lógicamente. Y una lleva a la otra y una cosa está implicada en la otra y son todos parte de la función que Cristo hace.
Y yo creo que al final de todo, lo que ese cuerpo de atributos nos sugiere a nosotros es lo que Pablo mismo dice en el versículo 18, es: ‘para que en todo Él tenga la preeminencia’. Hermanos, eso es el fundamento de la vida cristiana: que Jesucristo en todo tenga la preeminencia. Por eso nos llamamos cristianos. Cristo debe ser el enfoque primordial de nuestra vida.
Entonces, miren, vamos al primer elemento. Dice Pablo en el versículo 15: ‘Él es la imagen del Dios invisible’. ¿Qué está diciendo Pablo con eso de que es la imagen del Dios invisible? Esa palabra que en español se traduce “imagen” en el griego original es “icon” y es donde en el inglés se habla de icon y en el ruso también. Los rusos tienen estas imágenes muy bellas.
Y icon era en la literatura griega simplemente una estatua, un dibujo, una pintura, una copia de algo que había en la realidad y que representaba ese algo. Entonces, cuando Pablo dice que Cristo es la imagen del Dios invisible, está diciendo que Cristo es la expresión visible del Dios que no se puede ver. Que al uno mirar a Jesucristo y mirar sus atributos espirituales, mirar su carácter, mirar su naturaleza, mirar su persona uno está viendo a ese Dios que ningún ser viviente puede ver y que Cristo proyecta directamente la naturaleza y la persona del Padre.
La Biblia dice que ‘nadie ha visto al Padre’ pero por medio de Jesucristo sí, hemos visto al Padre. Y eso fue lo que Cristo mismo le dijo y -¿recuerdan ese famoso pasaje de Juan capitulo 14 versículo 8 y 9?-cuando a Felipe le dice a Jesucristo “Muéstranos al Padre y nos basta”.
Dice el versículo 8: “Señor, muéstranos el Padre y nos basta”, y ¿qué le dice Jesús en el versículo 9? Dice: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú pues muéstranos al Padre?”
Y eso es lo que Pablo está diciendo aquí, Cristo es la imagen del Dios invisible. Cristo es, en términos modernos, si Pablo estuviera escribiendo esta carta hoy ¿sabe lo que él diría? “Cristo es el retrato del Dios, Cristo es la fotografía del Padre”. Eso es lo que está diciendo Pablo aquí. En esos tiempos no había fotos, no había retratos entonces era la imagen, una pintura. Pero hoy en día él diría “Cristo es el vivo retrato de su Padre”.
Como decimos por ahí. ¿Ustedes han oído esa expresión? Ese hijo es, olvídate, la estampa del padre. Es el vivo retrato. Pues eso es lo que es Jesucristo y no solamente eso se expresa en Colosenses. Si usted va al Libro de Hebreos en el capitulo 1 versículo 3, allí el escritor dice, hablando de Cristo: “El cual siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia”.
De nuevo, esa expresión: “la imagen misma” en el griego original es “carácter” y carácter es de donde viene nuestra palabra carácter. Se refiere ir a la cuña que se usaba en los sellos romanos o griegos. Era lo que tenía, por ejemplo, la estampa para hacer una moneda. Que tuviera siempre la misma reproducción de la imagen del César, por ejemplo. Esa imagen acuñada cuando se ponía sobre cera o sobre metal caliente transfería precisamente la imagen que estaba en el original a la otra sustancia.
Entonces el escritor de Hebreos dice lo mismo: Jesucristo es la reproducción total, exacta del Padre. Nunca vamos a entender completamente los misterios de la relación entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, esto de la Trinidad que son lo mismo, pero que son diferentes. Porque eso va más allá de la mente humana.
Pero lo que yo sí les puedo decir con toda seguridad es que la Escritura desde Génesis hasta Apocalipsis, declara en una forma inescapable que Cristo es Dios. Y esa ha sido una doctrina fundamental de la iglesia a través de todos los siglos. Y cualquier doctrina que sugiera menos que eso, es peligrosa, es hereje y debe ser desechada y evitada totalmente.
Ahora ¿qué consecuencias prácticas tiene eso? Para mí el hecho de que Jesucristo sea Dios, quiere decir que Jesucristo merece mi adoración. Qué Jesucristo debe ser el objeto de mi meditación continua, que yo debo estar continuamente renovando mi mente y visualizándolo y adorándolo y rindiéndole tributo y gloria a Él como Dios.
Que Jesucristo debe ser el punto de partida de todos mis esfuerzos y también debe ser el objeto hacia el cual apuntan todas las cosas que yo haga en mi vida. Qué yo debo vivir para agradarlo a Él, para honrarlo a Él, para reconocerlo como Dios, como el fundamento mismo de mi vida. Como Él dijo: “Yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida”. Es decir, Él es la totalidad de todas estas cosas.
Y yo diría que antes de ser testigos de Jehová, nosotros somos testigos de Jesucristo y no es que pongamos una controversia entre el Padre y el Hijo; ¡no! porque son la misma cosa. Pero yo creo que hay una sutil inversión allí de los papeles. El Padre nos ha dado al hijo para que nosotros breguemos con el Hijo y con el Padre a través del Hijo.
Jesucristo es el intermediario y por eso fue que el Padre dijo ‘Este es mi Hijo amado en el que tengo contentamiento. A él oíd’; que podría ser también decir ‘Con Él traten ustedes’ y nosotros tenemos que poner nuestra adoración, nuestra reverencia, nuestro trato primordial con ese Hijo que nos lleva entonces al Padre. Todo eso implicado en la deidad de Jesucristo.
Ahora él pasa a la segunda enseñanza y dice: “Porque en Él”-versículo 16- “fueron creadas todas las cosas. Las que hay en los cielos, en la Tierra, visibles, invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades. Todo fue creado por medio de Él”. Y qué sorprendente, no solamente por medio de Él, sino ¿qué? “Para Él”. Fue como un regalo que Él se dio a si mismo.
¡Qué cosa más misteriosa, ¿no?! Dios creó esta creación para su propio regocijo, para su propio disfrute. Para Él expresarse, para Él agradarse en su creación. Nosotros vivimos, hermanos, y este mundo ha sido creado para dar Gloria y agrado al Señor.
Y nosotros vivimos para eso y cuando nosotros reconocemos esa función nuestra, entonces nuestra vida es transformada. Yo fui creado para Él, para Él regocijarse en mi y para Él encontrar agrado en mi como el artista encuentra agrado en contemplar sus creaciones. Entonces todo lo existente fue creado por Cristo y para Cristo.
Y usted ve, ahí tiene usted una implicación de la deidad de Cristo. Porque dice la Biblia ¿Quién fue que creó los cielos y la Tierra? Génesis 1. Dice: “En el principio creó” -¿quién?- “Dios los cielos y la Tierra”. Entonces aquí dice que Cristo creó los cielos y la tierra. ¿Hay contradicción? No. Sino que Cristo es Dios.
[Comentarios finales del programa]
Y cuando Dios estaba creando los Cielos y la Tierra, Cristo lo estaba creando en Dios. Son los misterios de la Trinidad y de la relación del Padre y el Hijo. Pero todo lo creado fue creado por Jesucristo y para Él. El Evangelio según San Juan declara esa misma verdad.
Recordarán ustedes el primer capitulo de Juan. En el principio era el verbo hablando de Jesucristo y el verbo era con Dios y el verbo ¿era quien? Era Dios y versículo 3: “Todas las cosas por Él -es decir por Jesucristo- fueron hechas y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Y más adelante en el versículo 10 dice: “En el mundo estaba y el mundo por Él fue hecho”, hablando de Jesucristo.
Es lo mismo que esta diciendo Pablo aquí en Colosense: Jesucristo es el creador, Él es el origen de todo lo existente y no solamente es el origen de las cosas menores sino también de las cosas mayores y eso es lo que Pablo esta subrayando aquí. Él es el origen de toda autoridad, toda cosa que tenga autoridad y que tenga importancia Jesucristo es el creador de ello.
¿Ve? Y Pablo decide enfatizar ese hecho: que no hay ninguna cosa por grande que sea, en este universo, que no halla sido creada por Él. ¿Cuál es la implicación entonces? Que todas las cosas están bajo la autoridad de aquel que las creo. Él está por encima de todo, las cosas visibles y por si acaso también de las invisibles y está sobre tronos, dominios, principados, potestades.
Y, ¿qué es lo que quiere decir Pablo con eso, hermanos? Que Jesucristo como creador de todo lo existente Él está por encima de los reyes, Él está por encima de los príncipes, está por encima de los presidentes y los primeros ministros, esta por encima de las naciones, está por encima de los gobernadores de los estados y los alcaldes de las ciudades. Eso es en el plano político, humano, pero va más allá.
Jesucristo está por encima de ángeles de arcángeles, de querubines, de serafines y ¿sabe qué? No solamente eso sino que Jesucristo está por encima de los demonios, de los poderes demoniacos que tienen también sus propios rangos de autoridad. Y lo sorprendente es que aquí lo que Pablo esta diciendo es que Cristo creó todo eso. ¿Sabe que Cristo creó inclusive a los demonios? O, ¿no los creó? La Biblia dice que los demonios son ángeles caídos, ángeles que desobedecieron y perdieron su dignidad y perdieron su belleza y fueron echados de la presencia de Dios.
Y esos seres que se revelaron contra la autoridad de Cristo y su Padre fueron echados. Ese es Satanás, la criatura más excelsa que Dios creó, que se reveló contra Dios y quiso ponerse en el mismo lugar de Dios y entonces fue echado fuera y se convirtió en ese ser pesadillesco que es Satanás.
Entonces Cristo creó todos esos seres y Cristo está por encima de todos ellos. Recuerde eso cuando usted tenga temor de Satanás o de un poder demoniaco Cristo esta por encima de todo eso y usted está por encima de todo eso porque Cristo vive en usted. Dice: “Mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo” ¿verdad que si?
Y Cristo dice: “Yo he vencido al mundo, confiad, yo he vencido al mundo”. El príncipe de este mundo es Satanás, pero Cristo ya lo venció también y Cristo es su dueño. Cristo es su creador, Cristo es el que tiene la cadena que lo lleva por el cuello por donde Él quiere y nosotros tenemos esa autoridad también.
Eso es algo tremendo. Jesucristo es el dueño de mi vida, yo no tengo que temerle a nada absolutamente y no solamente eso también, sino que hay algo en el hecho de que Él es el creador y Él es el dueño hermanos. No puedo escapar un momentito de hacer referencia a esto. Si Jesucristo creó todo y lo creó todo para si mismo y Él es el dueño de todo, entonces eso quiere decir que yo no soy dueño de nada, ¿verdad que si?
Esta ropa que tengo puesta no es mía. El dinero, el poquito dinero que tengo en el bolsillo tampoco es mío, mi esposa no es mía, mis hijas no son mías, mi cuenta de banco no es mía, mis talentos no son míos, mi tiempo no es mío, mi educación no es mía, mi futuro no es mío. Todo es de Dios y de Cristo Jesús, y que entonces mi vida si yo soy verdaderamente un siervo de Jesucristo, yo tengo siempre que estar confesando con mi mente y con mis acciones, que todo es de Él, para Él, para gloria de Él y esta al servicio de Él.
Hermanos, si usted y yo entendiéramos lo que eso quiere decir yo le aseguro que nuestra vida seria revolucionada completamente. Yo mismo que lo estoy predicando, no se lo que estoy diciendo. Porque si yo verdaderamente creyera eso, yo todavía serviría al Señor diez veces más de lo que yo lo hago ahora.
Si nosotros entendiéramos que nuestro dinero es de Dios y que nuestros talentos son de Dios y que nuestro tiempo es de Dios, entonces hermanos, nosotros viviríamos solamente para gloria y honra y para expansión del reino de Dios. Todo lo que yo tuviera yo lo invertiría, para que el Reino de Dios sea avanzado, para que Dios sea glorificado, y eso hermanos es la vida de discipulado y eso es la vida que reconoce el Señorío de Jesucristo sobre todas las cosas.
Si Cristo creó el Universo, Él es dueño de todo lo que el creó, Él es el creador.
Pero no solamente eso, sino que también es el sustentador. Ustedes recordarán que yo les decía que estas cosas están encadenadas, una con la otra. Él es el sustentador, fíjese, Jesucristo no solamente creo el mundo, el deísmo es una filosofía teológica que dice que Dios creo el mundo y que entonces le dio cuerda como se le da a un reloj despertador y lo lanzó a flotar en el universo, y se olvido de él.
El existencialismo también predica una doctrina parecida a eso. Pero la biblia dice que Dios y Cristo, no crearon al mundo y se olvidaron de él, sino que después que Cristo creo el mundo, entonces te metió a trabajar con el mundo, con el cosmos con el universo y que Cristo le da mantenimiento -por así decirlo- al universo.
No solamente Él lo creó y entonces Él fue irresponsable y se desentendió de él. ¡No! Jesucristo está continuamente sustentando el mundo ¿ve? Por eso es que dice en el versículo 17: “Él es antes de todas las cosas y todas las cosas en Él subsisten”. ¿Qué quiere decir eso? Que todas las cosas tienen su explicación, tienen su razón de ser en la persona de Jesús.
Él sustenta, Él sostiene todo lo existente, todo lo creado. Él le da su significado.
Cristo le imparte coherencia y sentido al universo. Cristo está totalmente involucrado en el cosmos, en el movimiento de los planetas, en las leyes que rigen el universo, en la salida y la puesta del sol, en la ley de la gravedad, en las leyes que gobiernan los movimientos de los cuerpos físicos en el mundo y en el universo, en todo eso esta implicada la persona de Jesús.
Dice el salmista: ‘En el vientre de nuestra madre Él fue quien nos creó. No fue escondido de ti mi cuerpo bien que en oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. En mi embrión vieron tus ojos y en tú libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas sin faltar una de ellas”. El Dios que creó el macrocosmos, también es el que crea el microcosmos.
El Dios que gobierna las galaxias y las mantiene girando y viajando a millones de millas por hora es el Dios también que crea una célula mínima con su composición. El Dios que crea todo el cuerpo humano también es el que crea la complejidad del ojo. Esa es la maravillosa obra sustentadora de Jesucristo.
Todas las cosas en Él subsisten. Ahora ¿qué implica eso? Algo muy importante y es que Cristo está cada día involucrado con nosotros. Siempre mi mente se va a ese pasaje cuando Cristo dice: ‘He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’.
Él no solamente hizo la obra de la salvación y entonces se fue como cogiendo un jet para el cielo y se olvidó de nosotros. Dijo ‘me voy pero también me quedo con ustedes a través del espíritu santo’.Y Cristo está presente en el espíritu santo, en su iglesia y Él está dándole mantenimiento al mundo y le está dando mantenimiento al universo.
Yo pensaba los otros días en las ciencias de la física los científicos están siempre rompiéndose la cabeza por buscar una ley que resuma todas las demás leyes físicas del universo. Ellos siempre están tratando. Ellos han reducido actualmente el movimiento de los cuerpos físicos y de la materia a unas cuantas leyes de la termodinámica, unas cuantas leyes básicas. Pero ellos, no contentos con eso, están buscando una Ley [con L mayúscula] que sea la ley que haga innecesarias todas las demás leyes y que explique todas las demás leyes.
Ellos están buscando siempre ese principio regidor del universo. Yo les puedo decir a ellos que ya eso lo encontró la Biblia hace dos mil años y se llama Cristo Jesús.
Todas las cosas en Él subsisten. Él es la explicación de todo lo que existe. Él le da coherencia a todo, Él le imparte razón a todos los movimientos de los planetas y de los átomos. Entonces si Cristo es el sustentador y Él es el que mantiene, nosotros hermanos, tenemos que hacer lo mismo.
Así como el universo está vinculado estrechamente a la persona de Jesús, nosotros tenemos que estar continuamente pegados y arraigados a Él. Porque Él es quien sustenta nuestra vida espiritual. Y ¿saben qué? Cristo ya dijo lo mismo hace tiempo en el Evangelio según San Juan capítulo 15, ¿ustedes recuerdan? ¿Qué dice el Señor allí? Dice -capítulo 15, versículo 5- “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos. El que permanece en mi y yo en él, este lleva muchos frutos porque separados de mi nada podéis hacer”.
¿Usted entiende? Porque Jesucristo es el que sustenta. Todo subsiste en la persona de Jesús. Cualquier cosa que se separa de esa unión orgánica con la persona de Jesús, está destinado a morir. Como una fruta que desde que usted la arranca de la mata ya está comenzando el proceso de putrefacción de esa fruta, porque ya no tiene la mata sosteniéndola y alimentándola.
En el momento en que el hombre o el cristiano se separa de esa relación íntima con Jesucristo ya comienza la decadencia. Comienza el decaimiento espiritual y por eso nosotros tenemos que estar siempre unidos íntimamente a la persona de Jesús porque Él es el que sustenta nuestra vida espiritual. Él es el que sustenta todos nuestros esfuerzos. Si yo quiero llevar frutos tengo que permanecer bien pegado a mi sustentador.
Por eso fue que cuando Marta y María tuvieron su controversia, Marta estaba por allá afanada, trabajando, preparando todo para Cristo para que todo estuviera bien con Él y sus Apóstoles y María estaba allí simplemente pegadita a Jesús escuchando, recibiendo de Él, pegada de su persona y Marta le dice a Jesús: “Señor, mira a mi hermana, está siendo una haragana. Tú no la vez que yo estoy aquí fajada trabajando y ella por allá de lo más contenta contigo”. Y que le dijo Jesucristo: “Marta, Marta, estás muy afanada con muchas cosas. Yo quiero decirte que María ha escogido la mejor parte y no le será quitada”.
¿Por qué? ¿Cuál era la mejor parte? Estar pegadita a la persona y a la obra y a la palabra y a la presencia de Jesucristo. Esa era la mejor parte. Muchas veces nosotros nos metemos a trabajar en las cosas de Dios y hacemos esto y hacemos lo otro y nuestra vida se va en una actividad tras otra y en un hacer, hacer, hacer pero no tomamos tiempo para estar renovando nuestra relación con Cristo. Nuestra intimidad con Él y vamos decayendo. Mucho afán, mucha acción y poco fruto.
¿Por qué? Porque no estamos sacando ese tiempo para renovar nuestra relación sustentadora con aquel que sustenta todas las cosas.
Hermanos, el cristiano, crece a través del ayuno, a través de la oración, a través de la lectura de la palabra, a través de la comunión con los Santos como lo estamos teniendo hoy aquí, a través del servicio al Señor. Por medio de todas esas cosas estamos renovando nuestra relación de intimidad con Jesucristo. Él es el sustentador, Él nos ha creado para si y también ha prometido “Péguense a mí, yo les voy a sustentar. Yo les voy a alimentar. Reciban su alimento de mí. Busquen de mí, permanezcan pegados a mí”.
Cuarto: Él es la cabeza. Dice el versículo 18: “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia. El que es el principio, el primogénito entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia”. Era la cabeza del cuerpo que es la iglesia. En otras palabras la cabeza de la iglesia. Eso es bien importante porque Jesucristo es nuestro capitán, Jesucristo es el general de este ejército que es la iglesia.
Él es nuevo Adán que por medio de su persona y su obra instituyó esto que se llama la Iglesia con ‘I mayúscula’. Jesucristo es nuestro sumo sacerdote. Jesucristo fue, inclusive, el primero en resucitar de entre los muertos para una vida eterna. Él fue el que hizo posible esta nueva era de la Salvación por medio de su sangre derramada en la Cruz y Él mismo fue el primero en resucitar bajo ese nuevo plan que Él hizo y estableció en la Cruz del Calvario.
¡Qué completa la obra del Señor!
Él es el principio, entonces también. Él es quien va encabezando su iglesia como Dios murió en la Cruz y pagó una pena infinita y como hombre resucitó y va delante de nosotros hombres y mujeres redimidos encabezando la fila interminable de aquellos que han sido redimidos bajo el nuevo plan de salvación. Él es el primogénito de entre los muertos. Él es la cabeza. En todo Él debe tener el primer lugar.
Y para mí, de nuevo, el hecho de que Jesucristo sea la cabeza tiene unas implicaciones muy, muy serias. Si Él es la cabeza, quiere decir que Él es el cerebro. ¿Okay? Eso quiere decir que de Él toma la iglesia sus directivas.
Jesucristo es quien por medio de su espíritu santo dirige su iglesia hacia toda verdad. A Jesucristo debemos acudir para recibir revelación, para recibir sabiduría, para recibir inteligencia, para recibir consejo en nuestras decisiones como individuos, como iglesias y como iglesia universal en este mundo.
La iglesia, las congregaciones, los cristianos deben estar atentos para recibir sus órdenes de la cabeza pensante que es Cristo Jesús. Periódicamente el Señor [si yo creo eso, yo creo que de vez en cuando] la cabeza -mi cabeza- va a decirme lo que Él quiere que yo haga. Él me va a decir lo que yo tengo que hacer, lo que yo tengo que pensar, lo que yo tengo que decir.
¿Ustedes recuerdan esa imagen en el Antiguo Testamento: Israel cuando estaba en el desierto? Había una columna de fuego y una nube de humo. En la noche había una columna de fuego y en el día había una nube de humo. Y cuando Israel iba caminando en el desierto, donde esa nube se paraba –si era de día- allí se detenía el pueblo y ponían sus tiendas y acampaban allí un año, dos años, seis meses mientras la nube estuviera posada sobre ese lugar.
Cuando esa nube hacía… así… y se levantaba ¿qué hacían los israelitas? Se levantaban con ella, quitaban sus tiendas, cogían sus animales, quitaban todo y se movían al próximo lugar donde la nube se paraba y allí volvían y se detenían por el tiempo que la nube estuviera en ese lugar.
Ese es un símbolo, hermanos, de la iglesia y de los creyentes que estamos continuamente atentos a la dirección de Jesucristo. Donde Cristo nos manda, allí nosotros nos vamos. Donde Cristo nos dice ‘párate’ allí yo me paro.
Donde Cristo te dice ‘levántate’ allí se supone que yo me levante porque Él es mi cabeza, Él es mi dirigente. Él es quien me dice lo que yo tengo que hacer. Y entonces, hermanos, eso quiere decir que nosotros tenemos que esperar que si Él lo ha dicho, Él va a honrarnos y Él va a bendecirnos. Él va a respaldarnos. Él es la cabeza. Mi única preocupación en la vida es ‘Señor, ¿estás tú involucrado en esta decisión? ¿Estás tu dirigiéndome?’ Porque si Jesucristo está dirigiéndome yo no tengo nada que temer. Dios me va a honrar.
Y cuando tú tengas algún problema, alguna necesidad, algún dilema en tu vida, busca dirección de tu cabeza que es Cristo Jesús y asegúrate que Él este hablándote y si Él te está hablando, Él te va a llevar a puerto seguro. ‘Él que comenzó la buena obra será fiel para terminarla’, dice la palabra.
Él es la cabeza de la iglesia. Muchas iglesias decaen y se estancan y se mueren, ¿sabe por qué? Porque la cabeza está continuamente dándole direcciones por donde debe ir el cuerpo y el cuerpo por miedo o por defensa propia o lo que sea, se queda paralizado. No se mueve.
Es como una persona que está congelada y ve un carro que viene a 100 millas por hora para encima. Su miedo le impide moverse y ve el carro y su cerebro le está diciendo a los músculos “Muévanse” pero algo lo congela y el carro se lo lleva. Muchas veces nuestro problema está en que no nos movemos cuando el Espíritu de Dios nos dice. Asegurémonos hermanos que podamos escuchar la voz de Dios y cuando la escuchemos nos movamos.
Donde Él diga que yo vaya, allí yo voy a ir. Donde Él diga que yo me quede, allí yo me voy a quedar porque Él es la cabeza de la iglesia. Nosotros somos el cuerpo.
Finalmente, dice que Jesucristo es ‘el reconciliador’. Versículo 20 dice: “Por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas. Así las que están en la Tierra como las que están en los Cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su Cruz”.
Y mire que maravilloso esto. Dice en el versículo 21: “Y a vosotros también, individuos, que erais en otros tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras. Ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne por medio de la muerte”. Por eso yo digo que Jesucristo es también el reconciliador.
Ustedes ven en su obra con la iglesia, Jesucristo está haciendo una obra de reconciliación. Así como Él es el creador, así como Él es el sustentador del universo, Él es también el que reconcilia todos los elementos que componen el universo.
Y ¿qué quiere decir esto hermanos? Si usted se pone a pensar, cuando el pecado entró al mundo, ¿qué pasó allí? El pecado introdujo el elemento del conflicto en el universo, ¿verdad que sí? El pecado introdujo la discordia, trajo la muerte, trajo la enemistad entre los hombres. Cuando Adán estaba en el Edén dice que de la Tierra salía un vapor que naturalmente irrigaba la tierra y la tierra daba su fruto sin ningún esfuerzo.
¿Qué pasó cuando vino el pecado ahí a ese lugar del Edén? Entonces Dios le dijo a Adán: “Comerás del pan con el sudor de tu frente”. Ya la tierra no daba su fruto naturalmente. Ahora había que sacárselo metiéndole un rastrillo y golpeándola y arrebatándole su alimento a la tierra. Y el hombre lo hacía con sudor de su frente.
Cuando Adán estaba en el Edén la relación con Dios era una relación perfecta, totalmente armoniosa. Ya el pecado separó a Dios y al hombre. Cuando el hombre estaba en el Edén, entre el hombre y la mujer había armonía. No había enemistad, no había pugna de quien era el mayor, no había lucha. El hombre no se enseñoreaba de la mujer, la mujer no se revelaba contra la autoridad del hombre. Había una armonía perfecta entre los dos.
¿Qué pasó cuando vino el pecado? Entonces dice Dios: “De aquí en adelante pondré lucha entre tú y la mujer. El hombre se enseñoreará de la mujer y la mujer [dice que] se revelará contra el hombre”. Hubo enemistad también, hubo pugna. El conflicto de los sexos no es algo del Siglo XX. Comenzó hace miles de años en el Huerto del Edén cuando el hombre pecó. Allí la amistad entre hombre y mujer quedó en un sentido dañada y hubo discordia.
Y entre el hombre y el hombre. Caín y Abel, dos hermanos, Caín mató a Abel. Ya vino la envidia, vino el rencor, vino el resentimiento, vinieron los celos. Todo eso vino como resultado del pecado y ese universo que Cristo creó y que sustenta se dañó. El mecanismo se volvió loco.
¿Y qué hizo Cristo? Bajó al mundo y dijo ‘Yo voy a arreglar este universo que yo creé. Y yo lo voy a hacer muriendo en la Cruz y estableciendo ahora el principio de la armonía’. Y dice la palabra que “Cristo hizo de dos pueblos un solo pueblo”. Dice la palabra que ya en Jesucristo no hay hombre ni mujer, siervo ni libre, no hay cita ni bárbaro, no hay griego ni judío; sino que todos somos una sola cosa en Cristo Jesús. Hay unidad, hay armonía en Cristo Jesús. Él es el reconciliador. Él vino a unificar todas las cosas.
Y lo que a mí más me importa, y con esto termino, es lo que él dice de que “a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente”. Eso es muy interesante, hermano. Nosotros antes de conocer a Jesucristo éramos enemigos de Dios.
Ahora por medio de esa relación con Cristo somos reconciliados con Dios.
Pero algo aquí también importante es que cuando el hombre está sin Dios, hay una guerra en su interior, hay lucha, hay división interna. Dice el Apóstol Santiago: ‘¿De dónde vienen las guerras? ¿De dónde vienen las luchas entre vosotros? ¿De donde vienen las revoluciones? ¿De dónde viene esto de la gente matarse unos a otros? Cuídense de vuestras pasiones que luchan dentro de vosotros.
El hombre, su guerra interior la proyecta al exterior, y de ahí vienen las guerras y las luchas entre individuos y entre naciones y entre grupos sociales. Ahora cuando Cristo comienza a trabajar en la vida de uno, ¿qué pasa? Que esa división de nuestra mente Él la torna en paz. Por eso es que Cristo dice ‘que Él es el príncipe de la paz’. ‘La paz os dejo, mi paz os doy. Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo’.
Jesucristo es el gran reconciliador. No solamente reconcilia los elementos externos del universo sino que reconcilia los elementos que componen la personalidad humana. Si usted quiere paz, asegúrese que Cristo reine en su corazón. Si usted quiere paz, asegúrese de que su vida esté entregada al príncipe de la paz.
Si usted quiere que haya paz en su familia, asegúrese de que entregue todas sus llaves a Jesucristo para que Él entre a los salones de su vida y los arregle para que en su familia, en su matrimonio, en su relación con sus hijos pueda haber paz. Si las naciones quieren paz, denle a Cristo su lugar de importancia. Si esta ciudad de Boston quiere paz, ponga a Cristo en el primer lugar.
Si usted quiere paz, deje que Cristo trate con su vida, deje que Cristo unifique las partes de su ser, sus emociones. Ponga su mente, ponga su corazón a la disposición de Cristo y dígale “Señor trata conmigo de manera que estas partes de mi vida que están en pugna puedan unificarse y puedan hacerse una sola cosa”
Por eso es que hay angustia en el mundo, por eso es que hay ansiedad, hay agonía. En la medida en que Cristo no es el Señor de nuestra vida, en esa medida hay discordia dentro de nosotros. Y por eso el Señor Jesucristo dice: “Llevad mi yugo y hallareis descanso para vuestras almas”.
Queriendo decir ‘déjenme yo tratar con ustedes y ustedes van a encontrar descanso para su vida’. Hay muchos cristianos que no conocen la paz porque no están llevando el yugo de Jesucristo.
Porque yo creo que cuando uno tiene a Cristo plenamente obrando en su vida, Él va suavizando todas las puntas puntiagudas de nuestra vida. Entonces, hermanos, tenemos aquí una maravillosa imagen completa de la persona de Jesús. Yo creo que la iglesia debe siempre examinar, renovar su visión exaltada de Jesucristo. Jesucristo es Dios. Jesucristo es creador. Jesucristo es sustentador. Jesucristo es la cabeza de la iglesia y Jesucristo es reconciliador para que en todo Él tenga la preeminencia.
¡Qué el Señor nos bendiga!