17 de octubre del 2011 - Por Myriam Díaz
Hace ya un tiempito atrás sentada en mi carro mientras esperaba por mi hija, en el estacionamiento de la escuela. Estaba yo muy concentrada leyendo la Palabra. Aprovechaba el tiempo para seguir creciendo en el conocimiento y disfrute de la Palabra. El padre de un niño, que también va a la escuela de mi hija pasaba, por el lado de mi carro y yo levanté la cabeza y lo miré y sin perder tiempo continué leyendo la Biblia. El Espíritu Santo me redarguyó y me dijo: “Tienes algo en contra de él.” Le digo: "si, pero ya lo perdone" y como acostumbro a hacer, le continúo la conversación a el Espíritu Santo. "¿Qué quieres decir? ¿qué no lo he perdonado?" Me responde el Espíritu Santo: "¿Que opinas de el?"
Hubo un silencio reverente, como cuando acostumbramos cuando escuchamos la voz de Dios. A los pocos segundos cerré la Biblia y bajé mi rostro y esta vez en reverencia a ese poder magnifico que se llama Jehová. Con mucho dolor y dándome cuenta de lo lejos que estaba de la santidad, le dije al Señor: "tienes razón, pienso que el es un arrogante".
Comencé a rechazar ese pensamiento y a declarar que eso era una mentira que significaba falta de perdón y aún más, resentimiento. Guiada por el Espíritu, comencé a declarar que no quería pensar mal de ese hombre, declaraba que era un alma de Dios tal como yo, con muchas virtudes. Declaré que mi perdón era como el de Cristo, que lo veía con ojos nuevos, sin recordar lo que pasó antes. Estuve unos cuantos minutos repitiendo las verdades de Dios hasta que sentí que se engranaron en mi y que lo había perdonado totalmente. Respiré profundo y me recliné en el asiento del carro, meditando en lo profundo de un perdón.
Esto hace casi un año atrás. Esta semana pasada, leyendo por deleite la Palabra me encontré con Zacarias 8:17
Lee así: “Ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso, porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová”.
Como una gota de agua sobre una piedra que no cesa hasta que le hace un hoyo, así golpeaba esta palabra mi corazón. "...piense mal en su corazón contra su prójimo"... tic, tic, tic golpeaba la gotita en mi corazón.
Yo sabía que el murmurar es pecado y que si piensas en adulterar es como si adulteraras. Lo que no sabía o no me percataba era que el aún pensar o formar una opinión mala de una persona afectaba mi relación con Dios, es un pecado que comienza en la mente, aunque no vocalizado, ni siquiera internalizado, de acuerdo a nuestra carne, sino algo "simple" en nuestro diario vivir. Esto está muy lejos de la verdad de Dios de acuerdo con Zacarias 8.
Así como Cristo es la base de la salvación y de mi santidad, así el enemigo establece una base en la mente para una destrucción. Esta base se llama pensamiento. Si el enemigo deposita un mal pensamiento en mi mente, es una base, piedra angular. De ahí se comienzan las paredes y la construcción de la destrucción y separación entre dos personas. Esto pasa entre esposo y esposa, padre e hijo, pastor y oveja, líder y feligrés... La destrucción llega y nunca nos dimos cuenta de como empezó.
El libro de Zacarias nos explica las bendiciones de no pensar mal de el prójimo.
Estas son: Zacarias 8:17-23
Ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso, porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová. Recibí esta palabra de Jehová de los ejércitos:
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Los ayunos del cuarto, el quinto, el séptimo, y el décimo mes, se convertirán para la casa de Judá en gozo y alegría, y en fiestas solemnes. Amad, pues, la verdad y la paz. Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Aún vendrán pueblos y habitantes de muchas ciudades. Vendrán los habitantes de una ciudad a otra y dirán: "¡Vamos a implorar el favor de Jehová
y a buscar a Jehová de los ejércitos!" ¡Yo también iré! Y vendrán muchos pueblos y naciones poderosas a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén y a implorar el favor de Jehová.
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, y le dirán: "Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros".
Esto quiere decir que el pensar bien y estar en paz con mis hermanos no sólo me traerá a mi la bendición de Dios y su paz, sino que traerá a muchos a buscar el Dios a quien le servimos, pues Su cobertura está sobre nosotras. ¡Maravilloso!
De la misma manera que es maravilloso, puede ser triste ignorar que nuestros pensamientos pueden haber provocado la ira o el abandono de una cobertura mayor de Dios y que los demás al no ver la cobertura y bendición de Dios en nuestras vidas, lo que inspira en lugar de acercarse a Dios es alejarse.
No quise tomar esto como un menosprecio a mi hambre de Dios sino como una luz más que alumbró mi corazón y que cuando dé fruto traerá a otros a mi Dios. No solo borré de mi mente mi opinión (manera de pensar) de ese individuo, más continuo analizando mi opinión y pensamientos de los míos y aquellos que conozco.
Le doy gracias a Dios una ves más por su gran misericordia para conmigo, una pecadora sedienta de la verdad y la luz que sólo El mediante su Palabra, sabia, poderosa y que penetra a lo más profundo de nuestro corazón puede traer a mi vida y a la tuya.
Amén.