Vamos a buscar, en el Evangelio según San Lucas, capítulo 5, vamos a tomar los versículos del 1 hasta el 11. “Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Y viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
Bendiga el Señor Su Palabra.
Hermanos, como ustedes saben hemos estados compartiendo tres sermones ya, de una serie que hemos titulado “Encuentros con Jesús” y lo que hemos querido hacer a través de esta serie es, como yo decía, pulir la imagen de Jesucristo y volver a replantearnos aunque siempre hemos estado rondeando alrededor de la persona de Jesús, lo que fue el Ministerio de Cristo y como esa forma de él entrar en diálogo con individuos a través de su ministerio, también puede ser de bendición para nuestras vidas.
Queremos mirar al Jesús íntimo, no al Jesús de las multitudes que multiplicó los panes y los peces y le dio de comer a 5,000 personas, no el Jesús que Zaqueo tuvo que subirse a un árbol para poder verlo porque estaba rodeado de la multitud, no al Jesús que estuvo muchas veces dialogando y confrontando a los fariseos que venían como manadas de lobos para querer hacerlo tropezar y quedar mal. Sino al Jesús individual, al Jesús íntimo, al Jesús personal que en muchas ocasiones tomó su divinidad y su capacidad para atraer las masas y la hizo bien delgada y la concentró en un diálogo salvador con hombres y mujeres que se acercaron a él con diferentes tipos de necesidad.
Al Jesús maestro que con sabiduría divina y con un método muy pedagógico llevó, por ejemplo a la mujer samaritana, como vimos o a Nicodemo a través de un diálogo de creciente conocimiento de él como el Mesías, como el Hijo de Dios. Y que la confrontó a la samaritana, por ejemplo con su necesidad de un encuentro con él y de una entrega de su vida a Él o a Nicodemo le quitó las máscaras de religiosidad y le dijo, ‘Nicodemo tú tienes que nacer de nuevo y nacer de agua, del Espíritu, porque en la última instancia eso es lo que cuenta en este nuevo reino que yo estoy abriendo.
Y aquí tenemos otro de esos encuentros transformadores, como ustedes pueden ver un encuentro tremendamente dramático ñeque Jesús confronta a Simón Pedro con lo que él es. Y este encuentro en este pasaje, muchos de ustedes en sus Biblias verán que tiene el encabezamiento -en la mayoría de las Biblias quizás- la pesca milagrosa. Así se conoce este pasaje, se han pintado cuadros, se han hecho relatos, se han escrito poemas alrededor de la pesca milagrosa. Y, ciertamente, ha sido uno de los símbolos más hermosos del Cristo que reina sobre la naturaleza, el Cristo de Poder, el Cristo que puede hacer cosas que ningún hombre puede hacer.
Pero a mí me interesa este pasaje, enfocarlo desde la perspectiva de ese diálogo entre Jesús y Simón. Este proceso de enseñanza, este proceso pedagógico a través del cual, Cristo lleva a Simón hasta que, como Superman se quita su traje de Clark Kent y le muestra al Hijo de Dios, al Hijo del Hombre que reina sobre la naturaleza. De tal punto que Simón se ve estremecido y se tira a los pies porque se da cuenta que está ante la deidad, y dice, ‘Señor, apártate de mí porque soy pecador.’ Porque la doctrina judía decía que el que viera a Dios perecía, era peligroso tener un encuentro en el pecado con Dios.
Lo recuerdos de Moisés en el monte, que regresó de ese encuentro con Dios y su rostro resplandecía y los judíos oyeron el trueno y los rayos, y temieron y dijeron, ‘dile a Dios que se aparte de nosotros porque no podemos sufrir tanta gloria.’
Y ustedes verán de nuevo que una y otra vez vemos este tema que vuelve a surgir, en el caso de Nicodemo, en el caso de la mujer samaritana y aquí también, cómo el Señor Jesucristo va llevando a estos individuos a través de un proceso de creciente confrontación, de creciente claridad con lo que Él es, con su poder, como nosotros también hermanos, y ojala que ese tema se quede grabado en nuestros corazones, una y otra vez. Hay diferentes niveles de relación con Cristo.
Muchos de nosotros nos conformamos con, okay, ya ponché la tarjeta, ya pasé al frente. Ya me convertí, entre comillas, y nos acostamos a dormir y seguimos siendo igual que éramos, muchas veces antes de conocer al Señor. Y creemos que con simplemente ir a la iglesia, y con ir el domingo y hacer una cosita aquí y allí y un gesto simbólico que ya llegamos. Pero, hermanos, la vida cristiana es un proceso de creciente confrontación con Cristo. Con los reclamos de Cristo. Requiere una creciente entrega de nuestro ser.
Todos los días el Señor quiere mostrarnos algo nuevo de lo que Él es. Todos los días el Señor quiere hablar a tu vida y a la mía en una manera diferente. Todos los días Él quiere perfeccionar su poder en ti. Todos los días Él quiere que tú tengas una experiencia nueva que te muestre que Él está más cerca de ti de lo que estaba ayer, y de que Él quiere tener más y más de ti y Él quiere que tengas más y más de Él.
Y yo veo esto, y por eso es que para mí la pesca milagrosa es casi algo secundario en este pasaje. El momento de la pesca, en que recogen todos estos peces, es casi como un resultado que se desprende de todo lo demás. Pero, a mí me parece que el Señor Jesucristo le interesaban otras cosas un poco más profundas que simplemente darles una cantidad de peces a estos hombres que se llenaran. Él quería dar una prueba de lo que Él es, y es por eso que yo creo que el Evangelistas Lucas ha enfocado este pasaje en esa manera, para mostrar el poder sobreabundante que hay en Jesucristo y la necesidad que hay de tener un encuentro personal con Él.
Vamos hacia atrás ahora, vamos a comenzar un análisis del pasaje. Yo hago esto simplemente para su provecho, porque nos ayuda a veces separar el relato en sus partes componentes, y así podemos entender un poco más de lo que el Señor quiere decirnos. Yo veo en este pasaje tres puntos o tres fases centrales, tres etapas, tres puntos de proceso.
El primero es lo que están en los versículos del 1 al 3. Yo veo aquí a Jesús ministrando la multitud con la ayuda de Pedro, eso es muy importante porque vamos a ver como eso aplica a nuestras vidas también, eso. Jesús ministra a la multitud con la ayuda de Pedro, y ustedes pueden ir leyendo esos pasajes mientras yo voy narrando el resumen de lo que estos versículos incorporan.
Entonces de los versículos 4 al 7 vemos un encuentro personal con Jesús y su poder, Pedro y sus compañeros se confrontan con la obra poderosa de Jesús y su persona. Ahí Jesús les da una manifestación de lo que Él es y lo que puede hacer. Ya la multitud ha quedado atrás y ahora hay un encuentro personal entre Pedro, específicamente, y Jesús y el poder que hay en Jesús.
Y en tercer lugar, de los versículos 8 al 11, tenemos como una interpretación de lo que ha pasado. Pedro y sus compañeros se dan cuenta de lo que han testificado, de lo que han visto. Aquello de lo cual han sido testigos, son confrontados y tienen el entendimiento de discernir lo que ha pasado y de discernir cuáles son las implicaciones de lo que ha pasado. Y por eso, Pedro cae de rodillas y también le entra temor a Juan y a Jacobo, porque entienden, han tenido una exhibición de Jesús. Yo llamo a esto el llamamiento de Jesucristo.
Jesús les dice, ‘ahora vengan, desde hoy, desde este momento ustedes van a ser algo, serán pescadores de hombres.’ Llamamiento, pero gracias al Señor que el Señor extiende un llamamiento pero también hay un compromiso de parte de estos tres hombres que lo dejan todo, dice la Escritura, y se van detrás de Jesucristo.
Entonces, hay llamamiento de parte de Jesús. Y hay compromiso de parte de Simón, de Jacobo y de Juan. Y allí tenemos el esqueleto o la estructura básica de este pasaje. Y vamos a ver aquí lo que yo veo como el mensaje central de este pasaje.
Yo digo aquí que si obedecemos al llamado de Jesús, Él hace tres cosas en este pasaje, por lo menos vemos. Número uno, nos revela su gloria. Podríamos decir, nos revela su poder, nos revela su capacidad para transformar todo lo que rodea nuestra vida. Tenemos una revelación de la gloria de Jesús en nuestra vida. Jesús provee para nuestras necesidades, el Señor dijo una vez, ‘buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y que todas estas cosas de las cuales se preocupan los gentiles, los que no conocen a Dios, los que están siempre ansiosos y estrujándose, y… agonizando… Todas esas cosas, os serán añadidas.’ El Padre sabe de qué cosas ustedes tienen necesidad, pero busquen primero las cosas de Dios.
Entonces, si obedecemos al llamado de Jesús, número uno, nos da una revelación de su gloria, lo que Él es. Número dos, Él se compromete a proveer para nuestras necesidades afectivas, físicas, materiales y en último lugar le da sentido y propósito a nuestra vida. Redime nuestra vida de su dimensión meramente horizontal y le añade significado a la vida. El hombre del siglo XX, hermanos, necesita significado. La filosofía imperante de nuestro siglo, ¿saben cuál es? Se llama: existencialismo.
El existencialismo es una filosofía que nace en el norte de Europa a comienzos del siglo veinte y es una reacción a todas las tragedias que el hombre ha visto en el siglo XX, la primera guerra mundial en el 1914 al 18. La segunda guerra mundial en el ‘39 al ‘45, donde murieron más personas -más millones de gente que lo que yo creo en todas las demás guerras juntas-. Esas dos guerras le mostraron al hombre que su idea de progreso era algo totalmente ficticio. El hombre no había progresado en realidad, su corazón todavía tenía una capacidad salvaje para matar y para destruir.
Y, después todas las demás guerras que surgieron de allí, y todas las tragedias del siglo XX y la reacción del hombre moderno a esa tragedia de su siglo, ha sido esa filosofía existencialista que lo que ve es un universo sin sentido, un universo sin propósito como que fue creado por un loco, o por lo menos a alguien que comenzó a hacerlo y lo dejó a medio terminar y se fue. Entonces, la única respuesta que hoy en día encuentra al hombre moderno es, soy yo.
No hay respuestas absolutas sino hay una vida de lucha y de búsqueda, pero nosotros creemos hermanos que cuando Cristo entra a nuestra vida, le da significado a nuestra vida, que Cristo le da propósito. Que Cristo nos da un manual con el cual entonces podemos interpretar y transformar las tragedias de nuestra vida en triunfo, en victoria. Y esa es la gran diferencia del que tiene a Dios y del que no tiene a Dios.
Entonces, si tú, hermano, obedeces al llamado de Jesús, Cristo te regalará su gloria y su poder, Cristo proveerá para todas tus necesidades y Cristo le dará sentido y propósito a nuestra vida.
Ahora, vamos a ver cómo todo eso encarna en este pasaje. Miren el primer versículo, dice que Jesús está junto a un lago, lago de Genesaret, y como pasaba muchas veces, ya la fama de Jesucristo se había corrido por toda Palestina. Donde quiera que Él iba le seguían bastantes personas. Jesús sanaba a los enfermos, Jesús predicaba con una autoridad que los fariseos y los escribas nunca podían imitar, porque Él su palabra era genuina, venía directamente del Padre.
Jesús le hablaba a los pobres y a los insignificantes mientras que la religión judía los rechazaba y ponía a un lado. Jesús libertaba a la gente de sus cargas farisaicas y les decía, lo único que Dios quiere es que lo adoremos en espíritu y en verdad. Eso le ganó tanta popularidad a Jesús, que dondequiera que Él iba -lo vemos una y otra vez a través de las páginas del Evangelio- la gente se agolpaba para escuchar. Esta gente tenía necesidad, había una gran crisis en Israel en ese tiempo. Y cuando la gente escuchó el mensaje genuino que venía de Jesús dijeron, esto es para nosotros.
Lo primero que yo veo aquí entonces es una gran necesidad en el pueblo. Y, hermanos, hoy en día de nuevo decimos el hombre también tiene una gran necesidad de tener un encuentro con Jesucristo. El mundo necesita que nosotros le prediquemos las nuevas de salvación. El domingo antepasado yo decía que la mujer con el flujo de sangre fue a donde Jesús, ¿por qué? Porque había oído hablar de Jesús. Ella necesitó esa información para entonces poder ir a Él y obtener sanidad de parte de Jesús. Y yo creo hermanos que el mundo necesita, nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros colegas en el trabajo, nuestros amigos y amigas, amas de casa o lo que sea, en la escuela, en la universidad, necesitan oír hablar de Jesús. Y como dice el Apóstol Pablo, ¿cómo creerán si no hay nadie que vaya y les anuncie? ¿Cómo podrán reaccionar con fe si nadie les pone el mensaje de salvación en frente?
Hermanos, nosotros tenemos un gran reto ante nosotros. Tú, cada uno de nosotros, yo -tenemos el reto de no solamente ser cristianos nominales, que nos conformamos con venir a la iglesia y engordar y engordar, engordar espiritualmente. Sino que nosotros tenemos un compromiso con Dios de anunciar el Evangelio donde quiera que nosotros vayamos. Nosotros somos discípulos, predicadores del Evangelio, somos siervos, yo quisiera que es idea se grabara en todos nuestros corazones, hermanos, ninguno de nosotros ha sido llamado a vegetar en una banca. Nosotros hemos sido llamados a servir al señor y a no desperdiciar una sola oportunidad de predicar el evangelio.
Yo no creo que hay tal cosa como un cristiano que no dé luz, que no arroje luz alrededor de él. Es una contradicción, pregúntate como pregunto yo continuamente, ¿qué estoy yo haciendo para mi Señor? ¿Qué estoy yo haciendo para el reino de Dios? ¿Cómo estoy yo cumpliendo con ese cometido que me ha dejado el Señor Jesucristo de ir y predicar el Evangelio a toda criatura? Porque en mi condición de Cristiano, yo creo que se valida cuando yo obro, como dice el Apóstol Santiago, la fe es confirmada por las obras. No somos salvos por las obras pero, ciertamente, nuestra fe tiene que accionar, tiene que hacer algo y la manera en que nosotros podemos crecer en el evangelio y ser efectivos es dando de gracia lo que de gracia hemos recibido. Es invirtiendo nuestros talentos, yo veo esa escena tan llena de significado, ustedes ven a Jesús aquí, dice que el gentío se agolpa sobre Él para oír la Palabra de Dios.
Y aquí tenemos uno de los misterios de la encarnación, vemos a Jesús como lo vimos también con la mujer samaritana, dice ese pasaje que Jesús cansado se sentó al lado del camino y mandó a sus discípulos a mandar comida y Jesús también le pide a la mujer samaritana agua. Entonces, vemos aquí a un Jesús que se cansa, a un Jesús que siente hambre y a un Jesús que siente sed. Porque recuerden que Jesús era Dios perfecto, pero también era hombre, pleno.
Era las dos cosas y el Señor se ciñó a las limitaciones de un cuerpo aunque en ocasiones lo vemos desvestirse y entrar en su plenitud, como hizo en el monte de la transfiguración, pero mientras Jesús caminó en la Tierra, Él escogió caminar en el atuendo de un hombre y experimentó todas las cosas que experimenta un hombre. Él lo decidió de esa manera, 40 días estuvo en el desierto y el diablo sintió que aquí había un punto de debilidad y lo quiso tentar con comida, porque era un hombre que estaba padeciendo los dolores del hambre de 40 días de no comer.
Y es uno de los misterios de la encarnación.
Aquí vemos a Jesús limitado, en su capacidad para administrarle a la multitud. Él hubiera podido, si hubiera querido, hablar con una voz más poderosa que la que me permite hablar en este micrófono. Él hubiera podido hacerlo, Él era Dios mismo e hizo otros milagros muchos más grandes.
Pero aquí vemos a otro Jesús, el limitado –auto-limitado– viendo esta gran multitud que está alrededor de Él inesperadamente, preguntándose a sí mismo, ¿cómo voy yo a administrarle a esta gente administrada? Están desesperados, requieren una palabra de sanidad y de aliento de mi parte, ¿cómo voy yo a administrarles?
¿Qué hace el Señor Jesucristo? Mira a su alrededor y su divina sabiduría le enseña que allí hay una barca, que está este hombre, Simón Pedro, a quien ya Jesús conocía. Porque si usted lee el capítulo 4, versículo 38, usted ve ya que Jesús había sanado a la suegra de Pedro anteriormente a eso. Pero, la relación de Pedro con Jesús era una relación imperfecta, como de tantos cristianos que han tenido un encuentro a medias con Jesús, Pero todavía no han entregado su vida completamente a Él.
Entonces, el Señor Jesucristo mira a este hombre dueño de esa barca y quizás a sus compañeros que están alrededor de él, y en su mente el Señor dice, ‘ya yo sé lo que tengo que hacer.’ Voy a coger la barca, le voy a pedir al dueño de la barca, Simón, que me permita usar su barca, apartarme un poco de la multitud, de la orilla; y entonces desde esta barca yo podré predicarle a toda la multitud, en vez de que ellos estén agolpados alrededor de mí y mi voz se hunda por el estruendo y el corre-corre de la multitud.
Yo me imagino que el Señor les pidió entonces que se sentaran y Él les ministró con su palabra sanadora. Pero yo veo aquí en ese pequeñito drama, hermanos, un símbolo apretado de lo que es el misterio de la gran comisión. El Señor Jesucristo, antes de partir, le dio autoridad a su iglesia y le dio una encomienda de que ellos ahora se encargaran de lo que Él había iniciado en tres años de ministerio. Ahora yo voy a mi Padre, yo voy a proveer la energía, yo voy a proveer el poder, yo voy a delegar la autoridad sobre ustedes, pero ustedes se van a encargar de predicar el Evangelio. No lo van a ser los ángeles. No lo va a hacer el Espíritu Santo; el Espíritu Santo hará su parte de confirmar y hará su parte de conmover los corazones pero ustedes 'id y predicar el Evangelio.'
Entonces, el Señor Jesucristo le dejó la encomienda a la Iglesia para que hiciera su obra y estableció una sociedad entre Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el Espíritu Santo y hombres y mujeres redimidos que continuarían predicando el Evangelio. ¿Por qué? Yo creo que porque el Señor quería que su criatura fuera co-partícipe con Él.
Dios no quiere parásitos. Yo siempre veo a Dios obrando en sociedad con el hombre. Dios se complace en trabajar con nosotros.
Hermanos, si nosotros entendiéramos lo mucho que Dios nos estima y lo mucho que Dios nos necesita, yo creo que seríamos menos indolentes en el trabajo del Evangelio. Si tú y yo no hacemos la obra, nadie la va a hacer. Dios no lo va a hacer porque ya Él delegó su autoridad en nosotros y el trabajo de la restauración del mundo está sobre la iglesia y la iglesia eres tú, y tú, y yo. Y de nosotros se espera que trabajemos en sociedad con Jesucristo.
Ahora, de dónde parto yo para esa afirmación del texto. Que el Señor Jesús, pudiendo Él si hubiera querido hacer todo el trabajo sólo y predicarle a la multitud, escogió trabajar en sociedad con Pedro. Y se acercó a Pedro, dice la Escritura, y dice que le pidió –le suplicó a Pedro– que le permitiera usar su barca para predicar la palabra. Hermanos, yo veo en la barca de Pedro un símbolo de nuestra vida. El Señor necesita una barca en la cual subirse y predicar el Evangelio.
El Señor necesita una barca en la cual encarnar, entrar en ella, entrar en sociedad con ella. Que esa barca le permita posarse sobre ella y, entonces, desde allí ministrarle a un mundo a una multitud necesitada. Esa barca somos tú y yo.
Y como pasa en este caso, Pedro muy bien le hubiera podido decir, ‘Señor, lo siente mucho, estoy muy ocupado en arreglar mis redes. Estoy demasiado frustrado porque no he pescado nada, así que por favor búscate otra barca y no me molestes por ahora.’
Pero, gracias al Señor que no fue así, sino que Pedro escuchó la voz del maestro e instintivamente entendió lo que significaba esto y le permitió al maestro usar su barca. Hermanos, yo creo que el Señor Jesucristo cada día nos está hablando a nosotros, te está hablando a ti y a mí, y te está diciendo déjame usar tu barca, déjame montarme en tu vida, déjame tomar el control de tu vida, déjame tomar el control de tu personalidad, de tus pensamientos, de tus planes, de tus sueños, de tus proyectos, de tus talentos. Déjame subirme a tu barca y ministrarle a este mundo tan necesitado.
El Señor podría haberle dicho a Pedro, ‘Pedro, apártate, la madera con que está hecha esta barca, yo la hice. El árbol del cual se cortó esa madera, yo lo cree.’ Sin embargo, el Señor Jesús, como un caballero, le suplica a Pedro, ‘Pedro, permíteme usar tu barca.’ El Señor no se va a forzar sobre tu vida, el Señor va a venir una y otra vez insistiendo, déjame usarte, Déjame trabajar contigo. Entrégame tu vida y si tú y yo hacemos eso, el Señor, entonces, se compromete a trabajar a través de ti y de mí, como hizo en este caso.
Pero eso era lo primero. Miren por otro lado, enfoquemos ahora no tanto la necesidad de Jesús, y el drama de Jesús que quería ministrarle a la multitud sino que enfoquemos a Pedro por un momento.
Pedro está, dice la Escritura, lavando sus redes y más adelante sabemos que él había estado pescando toda la noche y no había cogido un solo pez. Así que la imagen que tenemos de Pedro en este momento, es un Pedro derrotado. Un pescador que su modus vivendi, su forma de vivir está totalmente estéril. Ha pasado toda la noche en condiciones óptimas tratando de obtener peces y no ha podido y ahora está allí agonizando mientras lava las redes, porque esas redes están en un sentido, lo único que tienen es el agua de sal. Que por eso las lava, para que no se corrompan con el agua de sal. Pero en realidad esas redes no han tocado un solo pez. Esas redes están vacías completamente.
Y yo veo en Pedro una imagen del hombre, la mujer, que está tratando de vivir su vida sin Dios. Tratando de tener éxito y de pescar en las aguas de la vida sin la ayuda del poder del Espíritu Santo -sin el poder de Jesucristo. Pedro es un pescador de experiencia, conoce las mejores formas de pescar y, sin embargo, el Señor le impide por su Espíritu esa noche, pescar para serle más claro lo que es su Poder cuando tenga el momento de encuentro con Él mar adentro.
Hermanos, nosotros sin Cristo somos como Pedro, el pescador, en ese momento. No podemos hacer nada sin el Señor Jesucristo. Yo creo que, de nuevo, esa es una imagen perfecta para la condición del hombre moderno en nuestro tiempo. Jóvenes que han tratado de arreglar su vida y de hacer una carrera, o hacer un matrimonio, o levantar hijos obedientes y saludables, o tener éxito en su trabajo, o lo que sea… tener amistades influyentes. Y han tratado de conseguir estas cosas por sus propias cuentas y por su propia inteligencia y recursos, y a la larga han descubierto que han fallado.
El hombre moderno con todos sus recursos y con todas las cosas que ha podido hacer con su mente y su cerebro, está igual. El hombre hoy en día tiene mucho conocimiento, envía hombres al espacio con una normalidad que casi no uno se molesta ya. Y ha hecho grandes cosas en la medicina y ha hecho grandes descubrimientos acerca de la mente humana, del cerebro, de la biología humana, la química del mundo en que se mueve, de la física. Pero, hermanos, cuando uno mira la condición del hombre, como decíamos anteriormente, lo que vemos es a sí mismo, al hombre moderno, lavando sus redes después de una noches de tratar de pescar sin haber cogido nada.
Porque, ¿cuál es el panorama de nuestro tiempo? Vemos guerras por donde quiera. En los Estados Unidos qué tenemos sino la enfermedad mental por donde quiera, las familias divididas, el crimen, la influencia de las gangas, la proliferación de las drogas, el AIDS por donde quiera, los embarazos prematrimoniales por todas partes, los suicidios de la juventud…
Hermanos, el mundo en que nosotros estamos, es un mundo así, como Pedro lavando sus redes. Es un mundo que ha pescado toda la noche, ha hecho tantas cosas, ha tratado en todas las formas, pero, ¿qué pasa? Que a la larga siempre sale fallido, fracasado porque está tratando de hacer las cosas por sí mismo. Ahora necesita el poder de Dios, necesita que Cristo se monte en su barca y transforme su fracaso en victoria. Y eso es lo que pasa, gracias al Señor. El Señor Jesucristo le pide, ‘Pedro, déjame entrar en tu barca.’ Y Pedro lo habrá hecho sin pensar ni siquiera que Jesucristo tenía otro propósito para cumplir, sino simplemente pensará, ‘bueno, está bien, lo dejo que use mi barca y después seguiré con mi trabajo.’
Per aquí está lo maravilloso, y es que Jesucristo tenía un propósito con Pedro, inclusive. Y Jesucristo sabía la necesidad de Pedro y que Jesucristo quería ministrar a las necesidades de Pedro, así como que Cristo quiere ministrar a tu necesidad, también. Mis hermanos, aquí veo yo una lección bien grande. Y es que nosotros queremos éxito en nuestra vida. Yo quiero ser feliz, y muchos de ustedes quieren ser padres sabios y exitosos y quieren ser esposos o esposas felices. Muchos de ustedes quieren conocer a Jesucristo en su poder y en su gloria. Muchos de nosotros queremos tener poder y tener victoria en Cristo Jesús. Y tenemos diferentes necesidades, queremos sanidad, queremos una solución para los problemas en nuestra vida.
Ahora, ¿cómo se va a dar esa vida efectiva? ¿Cómo se va a dar esa vida victoriosa que Cristo le promete a todo creyente? Porque el Señor ha dicho, ‘yo he venido para que tengáis vida y para que la tengáis en abundancia.’ ¿Por qué, hermanos, es que hay tanto Cristiano derrotado? Yo no digo cristianos con problemas, porque todos tenemos problemas. Pero hay tanto cristiano con problemas, pero además de tener problemas, están… se sienten derrotados. Se siente desesperados, se siente deprimidos, se sienten que no hay salida para sus vidas. ¿Por qué? ¿Porque Cristo falla en su promesa? No, mis hermanos. Yo creo que es porque no hemos seguido el patrón que Cristo ha establecido para una vida cristiana exitosa, ese es el problema.
Y yo creo que este pasaje nos muestra cual es la secuencia que tenemos que hacer para tener vidas victoriosas en Cristo Jesús. Para obtener una visión de la gloria y del poder de Cristo en nuestras vidas. Y, ¿cuál es ese método, ese secreto? Hermanos, es la vida de servicio y de entrega al Señor. Muchos de nosotros queremos primero que Dios nos llene de poder y nos llene de gloria y ponga nuestro músculos bien grandes, para entonces decir, ‘Okay, Señor, ahora que ya lo tengo todo y es que estoy bien, entonces, ahora te voy a servir.’ ‘Ahora que las cuentas del banco están pagadas y ahora que ya yo no tengo mi esposa ni con mis hijos, y ahora que ya todas mis enfermedades han sido sanadas, y ahora que yo te puedo alabar con gozo y con libertad, ahora yo me voy a poner a servirte.’
Pero, hermanos, estamos poniendo como dicen allí, la carreta en frente del caballo. Porque el Señor ha establecido un patrón y es que la Vida Cristiana es por fe. No es por sentimientos, no es por lo que tú sientas en tu corazón sino por la Palabra que sale de la boca de Dios. Y si nosotros ponemos primero nuestra vida al servicio del Señor y nos comprometemos con el Señor, y le cedemos al Señor nuestra barca, nuestros recursos, nuestros talentos, nuestro cuerpo, nuestro tiempo y entonces nos ponemos a servir al Señor por fe, aunque todo nuestro ser grite, ‘estás siendo un idiota, estás dando lo que no tienes.’ Entonces, nosotros comenzar a accionar y a trabajar para gloria de Dios y al comprometer nuestra vida, entonces, el poder de Dios comienza a fluir en nuestras vidas y entonces podemos tener un encuentro con la gloria de Jesucristo.
Pero primero, hermanos, tenemos que dar al Señor para poder recibir. Ya el dio su cuerpo en la Cruz del Calvario, ya el proveyó un plan perfecto de salvación que garantiza el éxito. Ya Él declaró su Espíritu sobre todo creyente, ya el nos dejó su Palabra para guiarnos por ella. Ahora, ¿qué es lo que falta? Que nosotros añadamos el ingrediente central que es nuestra fe para prender la llama del Señor en nuestras vidas.
Y yo he aprendido eso hermanos, que la manera de uno creer de ser en el Evangelio, y de adquirir poder para vencer en le vida cristiana es haciendo, es obrando en el nombre del Señor. Es lanzándonos en el nombre de Cristo, aunque no sepamos a donde vamos a llegar, pero simplemente en el nombre del Señor tirándonos hacia delante. Y entonces lo maravilloso sucede porque el Señor a cada paso del camino está allí para confortarnos y fortalecernos y llevarnos a una victoria segura.
La imagen perfecta para mí de ese proceso, siempre será, cuando Josué y el pueblo judío estaban frente al Río Jordán ya listos para cruzar a la tierra prometida, 40 años habían estado en el desierto, ya Moisés había muerto. Ahora, le había sido entregado a Josué el mando y le dice, ‘ahora ustedes están frente al Río Jordán, la tierra prometida, Josué dile a los sacerdotes que se pongan frente al pueblo y que el pueblo detrás de ellos. Y que comiencen a marchar hacia delante y la pregunta era, ‘bueno, Señor, ¿cómo vamos a pasar en medio de ese río que está allí en medio? ¿Cómo vamos a pasar en frente de ese obstáculo tan grande que está allí, no tenemos barcas suficiente para mudar un millón de personas a través de ese río?’’
Y así estamos todos, Dios nos ha llamado a una tierra de bendición. Por eso es que el coro dice: Dios no nos trajo aquí para volver atrás. Nos trajo aquí a conquistar la tierra que Él nos ha dado, a recibirla y apoderarnos de ella. Pero, hermanos, nosotros todos, tarde o temprano, nos encontramos ante un Río Jordán, en nuestra búsqueda del poder de Dios en nuestras vidas, de la tierra de promisión. Todos nosotros tenemos cosas en nuestra vida que son como ese Río Jordán que nos impiden entrar en la plenitud de la bendición de Dios en nuestras vidas.
Y, ¿qué vamos a hacer? Nos vamos a quedar frente al río, nos vamos a echar a llorar como hizo Moisés cuando estaba frente al Mar Rojo… Lo que le dijo el Señor a Josué fue, ‘dile a los sacerdotes que comiencen a caminar con el arca entre ellos.’ Y dice la Biblia, que cuando el pie del Sacerdote pise el agua el río se abrirá. Entonces los sacerdotes se pusieron en moción, y cuando el pie de los sacerdotes pisó el agua, el río se abrió y todo el pueblo pasó en seco.
Pero, hermanos, ¿por qué Dios no abrió el río antes de que los sacerdotes empezaran a caminar? Porque el justo por la fe vivirá, dice la Palabra de Dios. Y Dios es glorificado cuando su pueblo se pone a caminar y a trabajar, aunque no todas las cosas estén claras delante de él. Como Abraham tenemos que lanzarnos a una tierra que Dios ni siquiera nos ha dicho donde está. Pero, creemos que Dios proveerá, como dijo Abraham con el sacrificio de Isaac. Creemos que en el camino Dios nos hallará y que no serán avergonzados cuantos en Él confían, porque nos estamos moviendo en la Palabra de Dios.
Y yo creo cada día con más y más seguridad que esa es la clave, hermanos, para todos los problemas y dificultades de nuestra vida. Tenemos que, aunque no estén todas las piezas del rompecabezas en su lugar, tenemos que comenzar a armarlo en el nombre del Señor, y ya el Señor se encargará que mientras vamos en el camino Él nos proveerá más y más y más. Pero, la vida cristiana tiene que ser una vida así de lograr por fe, de lanzarnos en el nombre del Señor.
Quizás tú tienes algún proyecto en tu vida, alguna necesidad, algún obstáculo, alguna carga, algún problema. Sea algo emocional que te está atando, sea un problema familiar, sea lo que sea, mi consejo es, hermano, hermana, ponte a trabajar en el nombre del Señor, lánzate a conquistar en el nombre del Señor. En un sentido casi, olvídate de tu problema y comienza a trabajar creyendo que todas las demás cosas, ‘Os serán añadidas’ como dice la palabra.
Ahora, busca la gloria del Señor en tu vida, entrégale más y más del Señor a ti, y deja que el Señor se encargue del problema y Dios hará la obra. Porque lo que pasó fue que cuando Cristo terminó de ministrar a través de la barca de Pedro, los recursos que Pedro le proveyó, y allí, hermano, usted ponga lo que usted quiera, su dinero, su tiempo, su trabajo, todas esas cosas Cristo las necesita. La iglesia de Jesucristo necesita todas esas cosas para ver la obra. Ahora, cuando Pedro dio esas cosas entonces el Señor, dice la Biblia que cuando termino de hablar le dijo al Señor, ‘Simón, ahora boga mar adentro y ahora echad vuestras redes para pescar.’
Evidentemente el Señor sabía cuál era el drama de Pedro. El Señor, con divina sabiduría, entendía que Pedro era un hombre derrotado en ese momento y Pedro era un hombre necesitado de finanzas y de recursos, era un hombre que se estaba preocupando de su futuro así como el Señor conoce tu necesidad.
Hermanos, hay momentos en que yo me pregunto si Dios… si Dios sabrá lo que yo necesito y estoy pasando. Hay momentos en que el agua nos llega hasta el cuello y nos preguntamos pero, ¿cuándo es que va a venir la salvación de Jehová? ¿Será que Dios se olvidó de mí o será que está en otra parte del universo ocupado con otros problemas?
Pero, hermanos, una y otra vez nosotros vemos a un Dios que conoce nuestras necesidades. Como dice el salmista, ‘se acuerda de que somos polvo, se acuerda de que somos hechos de algo perecedero y que Él necesita meternos la mano y extendernos su ayuda.’ Al mismo Pedro le sucedió otra situación que ustedes recordarán. Pedro se lanzó al agua cuando vio a Cristo caminando sobre las aguas, Pedro le dijo, ‘Señor, si eres tú manda que yo camine sobre las aguas.’ Y el Señor Jesucristo dijo, ‘bueno, camina, lánzate.’ Y Pedro se lanzó sobre las aguas y, ¿qué pasó? Que en el camino cuando comenzó a mirar a su alrededor y vio esas olas grandes y oyó el silbido del viento y seguramente agua le tocó la cara y vio ese mar embravecido, ese momento él mira sus pies caminando sobre una materia que se supone que lo absorba y él está caminando sobre ella, su mente lo traicionó.
Quitó de la mira el Jesús que le dijo, ven hacia mi y puso la mira sobre los problemas y comenzó a hundirse… comenzó a fracasar y gracias a Dios que Pedro tuvo la sabiduría de decirle, ‘Señor, ¡me estoy hundiendo!’ y extendió la mano. Porque allí está la otra cosa, hermanos, a veces nosotros nos lazamos por fe. Yo le podría contar de mi propia vida, momentos así en que uno se lanza por fe y dice, Señor, me voy a tirar a esta agua, no hay mapas que me lleven a donde yo quiero llegar, pero yo siento que por allí Tú me estás mandando.
Y ya cuando estamos metidos en el asunto, comienzan los problemas y comienza la lucha y nos preguntamos, Señor, ¿cómo Tú me vas a sacar de este apuro?
Hay un libro que se titula, así de hecho: ¿Cómo me sacarás de este apuro, Señor? Como un mecánico a medias que comienza y desmonta un motor, y después que ve todas partes allí tiradas sobre el piso dice, y, ¿ahora cómo yo voy a armar esto otra vez? Y muchas veces nosotros emprendemos cosas por fe en nuestra vida, y cuando estamos ya metidos en el asunto nos damos cuanta de lo atrevidos que hemos sido y nos llenamos de pánico.
Pero lo maravilloso es, hermanos, que aún ahí cuando nuestra fe le falla al Señor, como cuando tuvimos la fe inicial de lanzarnos en el nombre del Señor, tenemos recursos y decimos, ‘Señor, ten misericordia de mi, agárrame.’ Y el Señor viene también y nos fortalece y nos levanta. Y nos pone en camino seguro porque, hermanos, es una promesa que está a prueba de bala. Mi lema es como yo lo he dicho otras veces aquí delante del púlpito, “no serán avergonzados cuantos en él confían.”
Tu no emprenderás nada en el nombre del Señor en oración y con prudencia y habiendo buscado consejo en la palabra de Dios y si te lanzaste por fe en el nombre del Señor no vas a ser avergonzado. Quizás Dios te cambiará el plan en el camino, es cierto, quizás el resultado final será diferente al que tú tenías previsto cuando iniciaste la carrera pero a la larga no sentirás vergüenza, no dirás '¡caramba, confié en el Señor y mira cómo me fallo!' En mi vida todavía no he conocido ese momento y no lo he conocido en aquéllos que han confiado de verdad en el Señor.
Lancémonos por fe. Pero lancémonos dándole al Señor, hermanos. Yo les digo, como Pastor a veces me preocupo un poco porque, esto lo digo a riesgo de ser negativo, muchas veces me pregunto si toda nuestra congregación estará viviendo esa vida de entrega verdadera al Señor, si estaremos realmente experimentando lo que es la gloria del Señor en nuestra vida. Muchas veces me temo que algunos de nosotros, y les aseguro que no tengo a nadie en mente en este momento, pero lo digo pastoralmente, que estamos viviendo una ficción, viviendo un ritual religioso, pero no hemos entrado en esa profundidad en que Dios nos quiere. No hemos visto la gloria de Dios, no nos hemos puesto a vivir la vida de servicio, la vida de entrega, la vida de la cruz que como dice el Señor Jesucristo, el que quiera seguirme tome su cruz cada día y sígame.
No nos hemos lanzado a ser entrenados como un soldado que padece necesidades como le dice Pablo a Timoteo, para que nuestros cuerpos y nuestros espíritus sean fortalecidos. Estamos siempre en la orillita metiendo el piecito a ver si el agua está lo suficientemente tibia para lanzarnos y nunca nos lanzamos. Y nunca conocemos al Cristo que Pedro conoció en ese momento.
Pero el caso es que Pedro tomó un riesgo, Pedro cedió su barca y el Señor le dice, ‘ahora, Pedro, yo te voy a mostrar a ti, que en todo momento, aún cuando yo te pedí y tú creías que yo no entendía tu necesidad, pero tú fuiste fiel y me dejaste usar tu barca, ahora yo te voy a enseñar que yo recompenso a los que me honrar a mí. Métete al mar y vamos a ver qué sucede ahora conmigo en tu barca.’
Y cuando Pedro llega a ese punto de mar adentro, el Señor le dice ahora, ‘echa tus redes para pescar’ y de nuevo viene el temor del hombre carnal, del hombre racional, le dice, ‘Señor, pero nosotros hemos estado toda la noche pescando y yo soy un pescador experimentado y yo te puedo decir que en la noche es cuando se pesca porque no hay ruido, la luz adormece a los peces y entonces podemos echar nuestras redes y pescar pero ahora es de día y los peces están asustados y las condiciones no son propicias para pescar.’ Pero Pedro no se detuvo en esa duda si no dijo, ‘pero, Señor, ya que tú lo dices en Tu Palabra yo echaré la red.’
Hermano, así como nosotros tenemos que echar nuestros esfuerzos en el nombre del Señor, las cosas que nosotros emprendemos tenemos que emprenderlas en el nombre del Señor. Pon el nombre de lo que tú quieras, ¿qué es lo que tú quieres en tu vida mayormente? Algunos de nosotros queremos, como decía, ser padres exitosos. Y, ¿qué quiere decir padres exitosos? Levantar hijos saludables, levantar hijos temerosos de Dios, queremos ser esposos y esposas que nos sintamos realizados en nuestro matrimonio y señalo estas cosas porque en nuestro tiempo yo creo que es una de nuestras grandes necesidades.
Las familias están divididas, están acuchilladas por el diablo por donde quiera, y hay mucha ansiedad, muchos deseos de tener familias saludables, otros quieren simplemente una vida como dice el proverbio, ‘Señor, no me des demasiado que te olvide y demasiado poco que te maldiga, dame el pan suficiente’. De hecho nosotros solamente queremos vivir vidas cómodas y eso es legítimo, hermanos, queremos tener nuestras tres comidas calientes sobre la mesa y un techo sobre nuestra cabeza, tu sabes. Y un trajecito que ponernos de vez en cuando y poder ir a la comida china una vez al mes, o al McDonald’s o lo que sea. No estamos pidiendo grandes cosas y queremos simplemente provisión para nuestras vidas y eso es legítimo.
Y, ¿cómo vamos a recibir esas cosas? ¿Cómo voy yo, joven que quiero hacer una carrera… buscar los recursos para estudiar y para hacerme un profesional? O lo que sea. Es echando la red en el nombre del Señor, es poniendo a Cristo como la base como el punto de apoyo, como el pitcher que pone el pie sobre el mound de la loma esa del centro y tira la bola. Tenemos que poner primero el pie sobre Jesucristo antes de dirigir la bola certeramente en nuestra vida.
Tenemos que hacer todas las cosas en el nombre del Señor. Pero tenemos primero que servir al Señor, porque hay muchas maneras fáciles de decir, ‘¡oh, en el nombre del Señor!’ Para mí hacer las cosas en el nombre del Señor quiere decir poner mi vida en las manos del Señor, poner mis recursos en las manos del Señor, entregar toda mi vida en las manos de Señor y decirle, ‘Señor, donde tú me lleves por ahí, yo iré.’ Y entonces, tú has entregado la carta de propiedad al Señor Jesucristo y tú has puesto en sus manos todos los derechos de tu vida, tú dices, ‘ahora, Señor, yo me voy a lanzar, yo voy a confiar que Tú me vas a abrir camino, que donde quiera que yo vaya yo voy a ir seguro, yo voy a vencer en Tu nombre.’
Y lo que vas a ver es como dice el salmo 127. Dice, “por demás es que os levantéis de madrugada y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores pues que a su amado dará Dios el sueño.” Pues, algunas veces nosotros estaremos pescando en situaciones muy poco propicias para pescar y la gente dirá, pero, ‘y esta persona no es un hispano que acaba de llegar de su país hace poco y ni siquiera habla inglés, y yo hablo inglés, yo he nacido en los Estados Unidos, yo vengo de una familia de clase media, yo tengo recursos para ir a la universidad y esta persona está tratando de hacerse un profesional y mira aquél otro indocumentado, anónimo, en este país tan frío y tan grande y, ¿él pretende encontrar camino en este país?’
Y otros ven a la madre que viene de una familia de divorciados y que ha vivido quizás en un hogar de alcohólicos, a esta joven que está emprendiendo su matrimonio y dirán, ‘pero, ¿tú no sabes que la psicología dice que si uno viene de un hogar quebrantado probablemente va a repetir la misma historia? Estás pescando en aguas inapropiadas.’ Pero, hermanos la diferencia está que estamos echando la red en el nombre del Señor. Estamos pescando en la palabra del Señor que ha prometido, de nuevo, que no serán avergonzados cuantos en Él confían. Que todo lo podemos en Cristo, en Cristo que nos fortalece.
Hermanos, esa es la gran diferencia, pero primero tiene que haber una integridad para con el Señor. Porque muchas veces de los púlpitos se hacen promesas que son muy fáciles pero no se están haciendo con la integridad que se requiere. Yo digo que primero tienes que poner tu vida en las manos de Dios. Repito eso, porque ese es el mensaje central, tienes que poner tus recursos y tus dones y todo tu ser a disposición de Jesucristo, tienes que lanzarte en el nombre del Señor, y decir como dijo Esther, si perezco que perezca. Tú tienes que apostar al Señor todas tus fichas, ponerlas sobre la mesa y decirle, ‘Señor, aquí está todo mi dinero, aquí está todo lo que tengo, si fallo en el esfuerzo es mi problema. Pero yo voy a crees que tú me vas a honrar, que tú me vas a levantar.’
Y entonces, cuando tú lo haces sucede lo que pasó aquí, Pedro echó la red y qué dice el Evangelio, dice que recogió una gran cantidad de peces, tan grande que la barca se hundía. Las redes se rompían. Cuando Dios da, Dios da en abundancia. Los milagros multiplicativos que yo veo en la Escritura son milagros que sobran las cosas, y como digo no es porque Dios le dio demasiado manigueta al milagro, pasó. Es porque Él ha querido dejar una imagen de abundancia que cuando Él da, Él da hasta que rebose. “Mi copa está rebosando,” dice el salmista. Unge mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando. Dice el salmista también, es como la barba de Aaron, dice que el aceite corre de la barba hacia sus vestiduras.
Cuando Dios bendice, Dios bendice en abundancia. Cuando Dios trae luz a nuestras vidas, Dios da luz hasta que le decimos, ‘Señor, ya me estoy cegando de tanta luz que has dado a mi vida.’ Cuando nosotros pescamos en el nombre del Señor, nos lanzamos a la aventura de la vida en el nombre del Señor, con integridad, el Señor se compromete, paso a paso esta con nosotros y llevarnos a la victoria.
Y lo maravilloso no es que no tenemos suficiente para nosotros mismos, porque qué hicieron Pedro y Jacobo y Juan… llamaron a sus compañeros, “entonces hicieron señas a los compañeros en la otra barca para que viniesen a ayudarles; y vinieron ambas barcas, de tal manera que ambas barcas se hundían.”
Hermano, cuando Dios te dé a ti, Dios te dará suficiente para dar a otros también. Dios nunca da para que sólo tú te alumbres. Eso es lo lindo de la parábola ésta de las vírgenes. Creo que eran 10 vírgenes, creo que eran 5 prudentes y 5 imprudentes. Las prudentes tenían sus lámparas llenas de aceite y cuando viene el esposo, las imprudentes que no estaban esperando, no se estaban preparando se acercan a las prudentes, les dicen, ‘ayúdennos, dennos de su aceite para que podamos alumbrarnos también e ir a recibir al esposo.’ Las pobras vírgenes prudentes dijeron, ‘señoras, lo sentimos mucho porque si le damos a ustedes de nuestro aceite, entonces, ni ustedes ni nosotros vamos a tener suficiente.’
Pero, hermanos, en el evangelio es diferente la cosa. Dios te da suficiente aceite para que tú te alumbres a ti y alumbres a otros también. Cuando vengan a ti, tú tendrás recursos también en tu vida para dar un buen consejo, para dar una palabra de aliento. Para dar una palabra de llamamiento para buscar a Cristo como salvador, para dar una palabra de estímulo y de esperanza. Porque tú tendrás suficientes recursos personales y emocionales en ti mismo que podrás compartir liberalmente.
Dios te dará recursos para perdonar y para dar a otros y para ser generoso en vez de cómo hacen los hombre que viven agarrando como usureros las moneditas que tienen y las agarran sobre su pecho porque no quieren que nadie se las cojan. Porque piensan que si se las cogen ya no tienen más. Pero en el Reino de Dios hermanos, mientras tú más das más recibes. Porque más grande es el fluir de la gracia de Dios en tu vida, ese es el secreto de la vida cristiana, en la vida cristiana el restar es sumar. Cuando tú das, aparentemente el mundo lo que ve es que tú estás perdiendo, pero el Señor está añadiéndote. Hay un tubito pequeño que va de ti hacia otros pero hay un tubo grandísimo que va de Dios hacia ti, y Dios te va llenando mientras tú más das, más tú recibes más Dios multiplica tus talentos.
Ese es el secreto del talento que le fue dado al siervo. Él lo que hizo fue que lo metió en la tierra y no hizo nada con él, otros invirtieron, accionaron y cuando vino el maestro tenían mucho que mostrarle.
Hermanos, ¿cómo vivíamos nosotros nuestra vida? Estamos viviendo nuestra vida así con simplemente venir a la iglesia, estar sentaditos allí, escuchar un sermón, echar una moneda en el plato y, ¿eso es todo? Estamos viviendo una vida de invertir, de dar nuestra barca y ponerla al uso del Señor y ver cómo Dios multiplica sus bendiciones de nosotros y en nosotros. Yo quisiera que todos nosotros en este día saliéramos de aquí con ese reto, con esa visión clara de que, ‘Señor, yo voy a poner mi vida en tus manos hoy, ahora mismo. Voy a reforzar mi compromiso contigo. Voy a volver a hacer mi pacto contigo como un esposo que le dice a su esposa, hoy quiero renovar mi pacto de amor contigo.’
Dile al Señor, hoy, en tu corazón, ‘Señor, ahora mismo yo vuelvo a restaurar mi pacto contigo. Yo quiero volver a casarme contigo. Yo quiero volver a ponerle el sello, la estampa de entrega a mi relación contigo.’