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Mientras meditaba el Señor me llevó al Libro de Juan Capítulo 11. En el Evangelio de Juan Capítulo 11, nosotros encontramos la historia de la resurrección de este personaje: Lázaro y de como el Señor Jesús manifestó su poder en medio de su vida. Y es un pasaje que ciertamente nos ayuda a pensar a nosotros y a meditar en este sentido de lo que es la vida, lo que es la muerte. Nos hace pensar en qué será, cómo será ese más allá.
Uno medita en tantas cosas pero a la misma vez, algo en lo cual yo quiero hacer hincapié es en la promesa que el Señor Jesús nos da a través de estas palabras. Y voy a leer algunos versos, salteados, para más o menos poner en contexto esta reflexión.
El Evangelio de Juan Capítulo 11 comenzando en el verso 1 dice así: “Estaba entonces enfermo, uno llamado Lázaro de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. María cuyo hermano Lázaro estaba enfermo fue la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con sus cabellos. Enviaron pues, estas dos hermanas para decir a Jesús: ‘Señor, he aquí que el que amas está enfermo.’ Y oyéndolo Jesús, dijo: ‘Esta enfermedad no es para muerte sino para la gloria de Dios. Para que el hijo de Dios sea glorificado a través de ella’.
Miren como dice este verso 5: “Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Pero cuando oyó pues que estaba enfermo se quedó dos días más en el lugar donde estaba”. Un poquito más al frente, verso 17, dice: “Vino, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
“Betania estaba cerca de Jerusalén como a quince estadios y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano. Entonces Marta cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle pero María se quedó en la casa. Y Marta dijo a Jesús: ‘Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no hubiese muerto'. Más también sea hora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará".
Quiero meditar un momento en estas palabras, mis hermanos. ¿Saben? Hay veces que en la vida suceden cosas que para nosotros pueden parecer bien injustas, y yo creo que son cosas que uno no las puede evitar verlas a través de ese lente. O mejor dicho, que nuestra reacción, la mayor parte de las veces es decir como que: “¡Guau! Pero esto es algo bien injusto. ¿Cómo algo así me va a suceder a mí? Si yo trato de vivir una vida recta, yo trato de enseñarle a mi familia, a mis hijos una vida apropiada como Dios manda. ¿Por qué hay veces que suceden estas cosas que son tan inesperadas?
Hay un libro, que yo me imagino que muchos de nosotros lo hemos leído, que dice: "Cuando lo que Dios hace, no tiene sentido". No se si en algún momento se han encontrado con ese libro, pero si no se lo recomiendo que lo lean. Porque hay veces que esas mismas cosas que suceden como que en nuestras mentes, como que no calculan, hay algo que no computa ahí adentro y se nos hace difícil poder procesar esas etapas de la vida.
Y aquí en este pasaje yo veo precisamente una mujer –en este caso el ejemplo de Marta- que en su desespero porque tenía este hermano a quien ella amaba tanto y tanto y tanto, que tal vez había buscado todos los recursos habidos y por haber porque él pudiese ser sanado, que pudiese recibir salud en medio de su condición. Y no habiendo encontrado nada, el último recurso que tuvo fue llegar a la persona de Jesús.
Ya había tenido un encuentro anterior con Jesús. Jesús y esta familia eran muy cercanos y al fin y al cabo después de no tener a nadie más; lo más que puede decir es ‘Mira, manda a buscar a Jesús y dile que por favor llegue’.
Ahora, si todos nosotros empezamos a analizar esta historia, si lo leemos hasta ahí, nosotros tendríamos la tendencia de pensar: ‘Bueno, tal vez cuando Jesús se enteró fue ipso facto’. Fue rápido, se apareció, dijo: “¡Ah! Está sucediendo eso, pues, dejo todo lo que estoy haciendo y me voy para allá". O al menos así es como nosotros responderíamos, verdad.
Si usted se entera de que un familiar suyo de repente sucedió algo y está en emergencia en el hospital, usted deja todo lo que está haciendo y sale corriendo para encontrarse con esa persona. O si en el centro de trabajo donde usted está, si tal vez usted está atendiendo un departamento y de repente sucede algo en otro departamento y usted tiene que salir corriendo y atender lo que está sucediendo allá. Usted deja lo que está haciendo y ¡sale! a ese lugar.
En el caso de uno como Pastor hay veces que uno recibe esas noticias de personas, miembros de la iglesia que están en situaciones emergentes y la situación es que cuando uno escucha eso, pues, la tendencia de uno Pastoralmente es como que ¡Guau! Pues déjame dejar todo lo que estoy haciendo e ir allá y estar con esa familia. Es una reacción natural de nosotros el hacer o pensar que eso es lo que va a pasar.
Pero aquí Jesús, irónicamente, se tomó su tiempo. Jesús intencionalmente cuando escuchó esa noticia, dice el texto que él decidió quedarse donde estaba por dos días más. ¿Qué es eso? Pero, tú eres Jesús, ¿por qué te estas tardando? ¿No se supone que tú vayas? Ándale, ándale, Jesús, muévete, muévete.
Pero, ¿sabes qué? Jesús no se adhiere a nuestro tiempo. Jesús no se adhiere a lo que nosotros verdaderamente queremos y deseamos como si fuera una exigencia de nosotros hacia Él. Pero Él tiene una intencionalidad con cada una de las cosas. Miren si se tardó que no fue hasta cuatro días después que Lázaro fue sepultado que Jesús llegó a donde él estaba. ¡Miren eso!
¿Acaso esto no nos hace pensar y reflexionar? Para algunos, uno puede pensar que eso fue algo injusto de parte de Jesús. La misma Marta cuando se acercó a Él le dijo: ‘Jesús, si tú hubieses estado aquí, Lázaro no hubiese muerto’.
Yo me imagino a esa mujer acongojada, con sus lágrimas, tal vez no tenía ni aliento para decir esas palabras. Tan atribulada estaba que quien sabe si entre silbo y silbo pudo decir ‘Jesús, si tú hubieses estado aquí, nada de esto hubiese sucedido’. Es como que como reclamándole algo al Señor. Y yo creo que ella estaba en toda su libertad de hacer eso.
Así como nosotros también estamos en nuestra libertad de proceder así con él. Pero la respuesta de Jesús fue bien interesante. Miren como Jesús le responde en el verso 23. Jesús le dice a Marta: ‘Tu hermano, resucitará’. Y Marta le dijo: “Sí, Jesús yo se que va a resucitar en la resurrección y en el día postrero". Pero Jesús le dijo: ‘Yo soy la Resurrección y la vida. El que cree en mí aunque esté muerto, vivirá’.
“Yo soy la Resurrección y la vida. El que cree en mí aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mi, no morirá eternamente”.
Y miren esta pregunta que hace. ¿Cómo dice esa pregunta a final?: “¿Crees esto? ¿Me crees lo que te estoy diciendo o te suena como falacia lo que estoy diciendo?”.
Miren que interesante en medio del dolor que Marta tenía, Jesús se atrevió –como quien dice a confrontarla- ‘Mira, yo te estoy diciendo algo y estoy siendo bien serio contigo. ¿Me vas a creer en medio de tu debilidad, en medio de tu dolor? ¿Vas a recibir mi palabra? ¿Vas a creer en lo que yo estoy diciendo? Si no lo crees no vas a ver lo que estas esperando, pero si lo crees entonces lo verás'.
Aquí es donde yo veo, mis hermanos, que el personaje de Jesús hace la diferencia donde que quiera que está. La persona de Jesús puede cambiar las cosas, puede cambiar el rumbo natural de nuestras vidas para Él poder mostrar la gloria de Dios Padre y suya también en su conexión con Dios. Mostrar su gloria en medio de nuestras vidas.
Y claro está, cuando nosotros leemos –si yo sigo leyendo el resto de la historia miren- el resto de la historia es bien interesante, es un drama, es una novela. Jesús cuando estuvo ahí postrado de frente a la tumba, el texto dice que: “Jesús mismo se echó a llorar”. Jesús mismo se identificó con el dolor de esa familia porque amaba a esa familia y el mismo texto nos los dice que: 'Él amaba a esa familia'.
Y cuando llegó allí, yo creo que ese lado humano de Jesús, se quebrantó. Se quebrantó con todos los que estaban allí. Tal vez se dijo: “Yo no puedo ser tan frío con esto. Yo tengo que sentir esto también.” Y lloró, se compungió también.
Se identificó con ellos. Pero después que botó sus lágrimas se levantó un Jesús totalmente distinto del suelo. Ahí se levantó ese Jesús que tiene un poder sobrenatural, ahí se levantó un Jesús que tiene autoridad sobre la vida y sobre la muerte, ahí se levantó un Jesús donde un capítulo antes Él sale y dice: “Yo conozco a mis ovejas y nadie me las puede quitar. Nadie las puede arrebatar de mi mano porque están en mi mano”. Y ese Jesús con esa autoridad se paró ante esa tumba e hizo una declaración como ninguna otra y el personaje de Lázaro salió de esa tumba.
Hay algunos que tal vez digan: “¡Guau, Omar! Eso es una novela muy bonita”. Pero ¿saben qué? Yo creo que esto es una historia real, que Jesús operó en esa forma. Y muchas veces nuestra tendencia es preguntar “¡Guau! ¿Jesús puede obrar así también en nuestras vidas? ¿Jesús puede hacer los mismos milagros? ¿Jesús podrá sacar a alguien de un ataúd?”
¿De qué si lo puede hacer? Lo puede hacer, sin duda alguna Él lo puede hacer. Ahora, pero de que quiera, ya estamos hablando de otra cosa.
¿Saben? El mismo Señor a través de la palabra, Él ha escrito tantas cosas que son inspiradas por Él, por su corazón. El mismo Dios dice que en la vida: “Todo tiene su tiempo”. En la vida todo tiene su tiempo, el libro de Eclesiastés Capítulo 3 nos habla de esto: “En la vida hay tiempo para todo.
Hay tiempo para reír, hay tiempo para llorar, hay tiempo para sembrar, hay tiempo para arrancar, hay tiempo para hablar, hay tiempo para callar, hay tiempo para hacer paz, hay tiempo para hacer guerra, hay tiempo para abrazar y hay tiempo para soltarse cada cual por su lado. Como también hay tiempo para la vida y también hay tiempo para la muerte”.
La muerte es parte en el curso natural en el cual Dios nos tiene. Es parte del rumbo de nuestras vidas. Tarde o temprano – a mí es interesante porque mi esposa siempre me dice que: ‘Mira, la vida es tan corta y uno la tiene que disfrutar al máximo’- y yo me alegro cada vez que yo escucho a mi esposa decir eso, porque es la verdad. Es una mujer que vive llena del Señor y le quiere sacar a cada minuto de su vida el máximo potencial.
Hay veces que yo me levanto así medio atribulado, con mi cara medio atribulada por lo que sea que haya pasado, ella me dice: “Hombre, ríete, la vida es corta. Ánimo”. Y esas palabras, como que si estoy bien, bien down, como que al principio es como que: “¡Ah! No me vengas con eso otra vez”. Pero mientras yo medito en esas palabras yo me digo: ¡Guau, Señor! Una vez más tiene razón. ¿Por qué voy a estar tan acongojado, si tú eres el que tiene el control de todas las cosas?”.
Si hay cosas que yo no puedo resolver, si hay cosas que están fuera de mi control, ¿por qué yo me voy a atribular por eso? Yo tengo que confiar que Tú eres el que va a obrar. Qué sea que yo me muera mañana o sea que me muera en veinte años, mira, todos esos días están en tus manos. Tú eres el que estás en control de cada una de esas cosas.
Y claro está, uno no quiere que llegue ese momento. Al menos que usted tenga pensamiento suicida uno no quiere que llegue ese momento. Uno no se quiere encontrar con la muerte. ¡No! Pero tarde o temprano eso llegará a nuestras vidas. Sea en la forma en que eso sea.
Pero lo que yo quiero enfatizar fueron las palabras que dijo mi hermana Linda al final de esta reflexión acerca de Holanda. Son unas palabras que están centradas en Primera de Tesalonicenses, Capítulo 4, y yo quiero leer estos versos, para ponernos en la misma página.
Dice Pablo hablando a esta iglesia, Primera de Tesalonicenses Capítulo 4 desde el verso 13 dice: ‘Tampoco queremos hermanos que ignoren acerca de los que duermen –en otras palabras los que mueren- para no se entristezcan como aquellos que no tienen esperanza–. Palabra clave: que no se entristezcan como aquellos que no tienen esperanza- porque si creemos que Jesús murió y resucitó así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él.
Por lo cual les decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor no nos vamos a ir antes de aquellos que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Y los muertos en Cristo resucitarán primero’. Y miren como se desenvuelve el drama.
‘Y luego nosotros los que vivimos, los que nos hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire y así estaremos por siempre con Él’.
En varias ocasiones yo he hecho esta pregunta y la voy a hacer otra vez hoy: ¿Cuál ustedes creen que es el aspecto más distintivo de nuestra fe cristiana? El aspecto más distintivo de nuestra fe cristiana es precisamente esa promesa. Que tenemos una promesa de vida eterna, que tenemos la esperanza de que cuando esta vida en este cuerpo llegue a su final, va a haber una vida eterna que nos va a estar esperando.
Y no con cualquier persona, va a ser una vida eterna con el Rey de reyes, el Señor de señor, el Creador de este universo y todo lo que hay en él. Va a ser una vida cara a cara, mano a mano, hombro a hombro con Él. Y en conjunto con Él, ¿saben qué? Todos aquellos que han confesado que Él es el Señor de sus vidas y los que Él quiera llevarse por ahí.
Hubo una vez que alguien me preguntó, ¿Pastor, Omar, usted cree que mi mascota me la voy a encontrar en el Cielo, también? Miren, ¿saben qué? Esas mascotas son creación de Dios y la creación misma espera y aguarda al retorno de Él. Le hablo en Romanos, está ahí. La creación misma espera ansiosamente el retorno de Jesús.
¿Si se va a encontrar con su perrito o su gatito o su periquito, o su monito o lo que sea? Yo no se. Eso está en Dios. Al menos yo no lo he leído aquí en la Biblia, pero si se da allá Dios. Voy a tener a muchos perros y gatos esperándome allá arriba en el cielo.
Pero por encima de todas esas cosas, mis hermanos, yo creo que yo voy a volver a reunirme con esos seres queridos que se han ido antes que yo.
Yo voy a tener una abuela que dio lo mejor, que yo voy a tener un amigo de escuela que era un gran ejemplo para mí. Y así muchas otras personas: hermanos en iglesias, las iglesias donde yo he estado en el transcurso de la vida, personas, hombres, mujeres, personas que fueron de tanta inspiración para mi que cuando esas personas se fueron de este mundo dejaron un hueco tan abierto y vacío pero a la misma vez ese hueco se llenaba con un sentido de esperanza.
Qué no era que le estaba diciendo adiós para siempre a esa persona, sino que le estaba diciendo “nos vemos luego. Nos vemos luego”. Pero eso lo puedo decir, solamente, porque creemos en esta promesa que el Señor Jesús nos ha dado.
Y yo aprovecho, mis hermanos y hermanas, yo aprovecho para compartir esto con ustedes hoy. Tal vez, alguno de ustedes ha perdido algún ser querido y se pueden identificar muy bien con mi hermano Darwin. ¿Saben lo que es perder a alguien que está tan y tan apegado a su corazón? Sea una madre, un padre, un abuelo, una abuela, un tío, una tía, un hermano, una hermana o un amigo o un conocido. Pero de alguna forma u otra nos podemos identificar.
Tal vez yo no puedo decir: “Yo se lo que se siente vivir eso” porque obviamente nunca he estado ahí. Pero sí puedo identificarme. Y ¿saben qué? ¡Qué bello es saber que el que más se identifica con cada uno de nosotros es Dios Padre!
Porque Él sabe lo que es perder un ser querido, Él sabe lo que es ver ese hijo tan preciado, ser absorbido por el poder de la muerte. Y precisamente porque Él mismo tiene control sobre la vida y la muerte, Él dice: “No, mi hijo no va a terminar ahí. Yo voy a levantar a mi hijo”.
Y el poder de la resurrección se mostró ahí. Y ese poder no se quedó ahí sino que ha sido extendido a cada uno de nosotros como una promesa de que llegará el momento de que si nosotros llegamos a estar siete pies bajo tierra va a haber un poder que va a obrar en nosotros y nos va a levantar con un cuerpo totalmente glorificado.
Si usted se va a casar o no en el cielo, mire yo no se, pero el mero hecho de que usted llegue al cielo y esté ante la presencia de Dios, Gloria a Dios por eso. Que si tiene un barrito en el frente de su cara, mire ese barrito no va a estar ahí, porque va a ser un cuerpo glorificado, que si tiene un pie más corto que el otro, mire, eso no va a estar en el cielo porque su cuerpo va a ser uno totalmente glorificado. Como Dios lo intenciona.
Que si sufrimos aquí en este mundo, en esta tierra donde estamos, que si sufrimos esa pérdida de esos seres que amamos, que queremos, que hay veces que hasta pensáramos como que ‘hubiese querido yo estar ahí en la posición de esa persona’ para que esa persona pudiese seguir viviendo. Pero así no fue como Dios lo intencionó.
¿Sabes qué? Uno se pregunta: Señor, ¿por qué? ¿por qué sucede esto? Yo estaba pidiendo que tú cuidaras a mi familia, estoy por acá, mi familia está allá. Yo oro: “Señor, protege a mi familia” constantemente. En ese aspecto yo si me puedo identificar muy bien contigo Darwin y con el resto de los familiares allá, yo me puedo identificar. Constantemente día tras día yo le pido a Dios por la protección y la salud de mis padres, de mi familia allá.
Pero a la misma vez yo se que en algún momento yo recibiré una noticia que no quiero escuchar. Y si ese momento llega, lo voy a sufrir, voy a llorar y yo espero que mi iglesia esté ahí para sostenerme. Pero a la misma vez porque tengo esta promesa, porque tengo esta esperanza, yo se que es un episodio de la vida.
Es un capítulo de la vida y que el Señor va a estar con cada uno de nosotros a lo largo de esos capítulos en cada página que está siendo escrito en nuestras vidas.
El Señor está ahí. El Señor está ahí para fortalecernos, el Señor está ahí para acariciar nuestra cabeza y abrazarnos en su pecho y dejarnos saber: ‘Mira, todo está bien. Todo está bien. Yo estoy en control’.
Como dice Pablo, hay personas que no pueden disfrutar esa esperanza porque no han conocido esa afinidad con Dios, pero ustedes que están aquí sí. Eso es lo que yo veo que hace la diferencia.
Ustedes son una familia donde el amor de Dios está ahí bien presente. En ustedes, familia, allá en Ecuador, el amor de Dios está bien presente en medio de ustedes. Y yo se que ustedes lo han sentido, lo han experimentado, que el Señor está ahí en medio de ustedes y eso es lo que los fortalece.
Yo les animo, hermanos, a que en estos episodios de la vida que no nos preguntemos tanto el por qué sino que podamos recibir esa pregunta que nos dice Jesús: ‘¿Crees esto? ¿Crees esto que yo soy la resurrección, que yo soy la vida?’
Y que si tú crees en mí aunque muramos aquí en esta vida, pero con todo y eso, la vida eterna que nos espera es mucho mejor. Yo creo que esto puede servir de fortaleza y esperanza a todos nosotros. Solamente si lo crees. Yo te invito a ponerte de pie y vamos a orar una vez más.
Gracias, Señor Jesús. Gracias Dios. Gracias Señor. Gracias Dios, Gracias Señor Jesús. Aleluya.
Yo te invito, vamos a cantar este himno: ‘Cuan grande es mi Dios’.
En momento así cuando uno logra declarar esa alabanza delante de Dios, de que Dios es grande. Ya uno en medio de esos momentos tan difíciles, el Señor está ahí con nosotros. Eso es algo que conforta el alma, que alienta el alma, que alienta el espíritu, que nos da fuerzas para seguir adelante.
Gracias Señor Jesús.