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Comenzamos este año, la noche de Año Nuevo, meditando sobre santidad y el llamado de Dios en este año, no solamente en este año, sino para nuestra iglesia en todo su futuro hacia santificarnos y prepararnos para lo que Dios tiene para nosotros.
Una de las imágenes que recuerdo que usamos en ese llamado a la santidad de nuestra iglesia y de nuestras vidas, fue la imagen de Josué esperando guiar a su pueblo, el pueblo de Israel a la tierra prometida. Y Dios llama a Josué, la noche antes de iniciar ese mover suyo para finalmente entrar a ese pueblo, que ha esperado tanto, hacia su destino, lo llama a santificarse. Y Dios le dice a Josué, “Santifica al pueblo, circuncida al pueblo, porque mañana yo comenzaré a hacer entre ustedes maravillas.”
Ese pueblo necesitaba consagrarse porque Dios nunca se mueve a través de vasos impuros, vasos que están contaminados por el pecado. No es que necesitemos ser perfectos, me apresuro a aclarar, pero sí nuestro corazón tiene que estar entregado al Señor. Nuestra voluntad tiene que estar rendida al Señor. Tenemos que purificarnos.
Dios no obra a menos que no sea a través de un pueblo consagrado a él, un pueblo frágil, un pueblo que está deseoso de hacer su voluntad, un pueblo que lo prefiere a él por encima de todas las demás cosas, un pueblo que está dispuesto a confrontar las huestes mismas del infierno para honrar a Dios, como David, por ejemplo, cuando confrontó al gigante Goliat. Un pueblo que está dispuesto a andar solo en medio de una humanidad que no lo entiende ni lo acepta porque prefiere la aprobación antes que la aprobación de los hombres. Cuántos entienden a lo que me estoy refiriendo?
Un pueblo que se goza en la mirada aprobadora de Dios antes que la mirada aprobadora de los que gobiernan el mundo y supuestamente tienen derecho para asignarnos valor o aprobación. Y eso para mí es la santificación.
Santificación es preferir a Dios antes que todo lo demás. Santificación es amar a Dios por encima de todas las cosas. Santidad es estar uno dispuesto a poner a un lado sus aspiraciones, sus preferencias, sus placeres para que Dios sea entronizado y que se agrade de nuestras vidas.
Y eso es lo que Dios busca, un corazón que sea entregado a él, un corazón que lo ama con pasión. Quizás no somos perfectos como en el libro de Josafat, por eso yo me puse a escribir este libro, porque hay lucha, en la vida cristiana es lucha, la vida cristiana es conflicto, la vida cristiana es agonía, es tensión entre nuestras aspiraciones de agradar a ese Dios y nuestra realidad humana.
Pero Dios se apiada del corazón que está al rojo vivo buscando su gloria y buscando su aprobación. El hombre, la mujer que ha dicho, Padre, ya yo muero al mundo, yo muero a mis placeres, yo muero a mis aspiraciones, yo muero a mi deseo de tener mucho dinero, de tener una casa grande, de tener un carro de primer año, de tener la aprobación de la gente, de que la gente piense que yo soy la gran cosa.
Yo pongo a un lado mi deseo de crear un nombre para mí mismo, para mi descendencia, y quiero que tu nombre sea glorificado. Y yo pongo a un lado todo. Dame lo que tu quieras, yo te entrego todo y dame entonces lo que tu quieras. Eso es santificación, es apartarse para Dios.
Y es apartarse y ser entonces como uno de esos vasos del templo que ya tenía el nombre de Jehová escrito en él y no podía ser usado para ninguna cosa profana. Eso es lo que Dios quiere de nosotros. Esa obediencia radical de nuestras vidas.
Ustedes recordarán que la última vez estuvimos hablando acerca de algunos aspectos de la santidad y la teoría de la santidad. Y desgraciadamente aún en ese sermón yo no pude entrar en todo el detalle y la amplitud en que entramos en el primer servicio de las 9. Y esta mañana en el servicio de las 9 lo que yo hice fue basarme en un texto de la Biblia, un relato, una narrativa de la Escritura, para ilustrar aquellos principios a los cuales yo me referí en el servicio anterior.
Desgraciadamente en el servicio de las 12 no pude, como digo, entrar con toda la amplitud en esos aspectos teológicos, digamos, y teóricos de lo que es la santidad que Dios quiere de nuestras vidas. Y entonces me estaba debatiendo allí, Señor, predico sobre el primer sermón que no llegué a predicar en el servicio de las 12, o predico el segundo sermón que es una ilustración de lo que es la santidad?
Y siento del Señor, más bien entrar directamente y después quizás voy a voltear el orden con ustedes y quiero que ustedes vean en carne propia, es decir, en vida a través de una narración, porque por eso es que Dios diseñó estas narraciones y estos textos narrativos y estas historias, porque las historias son capaces de apretar y contener mucha, mucha enseñanza que a veces las declaraciones abiertas no pueden contener. Entienden lo que le estoy diciendo?
A veces un poema, o una historia puede apretar mucha más enseñanza que una declaración teórica punto por punto en una forma racional, lineal de algo tan complejo como es la santidad. Y por eso estas historias son tan multifacéticas, multidimensionales, tienen múltiples significados y podemos ir a ellas una y otra vez como la humanidad ha hecho a través de siglos y siglos y recibir nueva enseñanza, nuevo contenido, nueva inspiración para nuestro caminar de fe.
Y esta historia se encuentra en el libro de Josué en el Capítulo 7. Y aquí vemos nosotros algunas ideas, algunos apuntes de lo que es la santidad, porque en última instancia, hermanos, Dios me ha hablado que santidad, cuando le quitamos toda su complejidad a un tema tan complejo que los teólogos se han roto la cabeza a través de los siglos dando diferentes definiciones y escribiendo libros, y libros, y libros acerca de lo que es la santidad, al fin de cuentas la santidad es esta palabra, obediencia.
Obedecer al Señor. Ponernos a tono con su corazón, con sus intenciones, con su voluntad. No importa cuáles sean nuestras preferencias, o que nos diga nuestra mente, nuestro cerebro, sino qué dice el Señor.
Y en última instancia la respuesta a esa compleja pregunta se encuentra en las sagradas Escrituras. Si estamos nosotros dispuestos a sujetarnos a la palabra de Dios. Si nosotros creemos que esta es la palabra de Dios. Cuántos creen que esta es la palabra de Dios? Yo espero que si usted está aquí que usted crea que este libro es la palabra de Dios dada una vez para siempre a los santos, como dice la Escritura. Y que esta es nuestra consigna.
Aquí nosotros encontramos cómo vivir y cómo ponernos a tono con el corazón de Dios. Porque santidad es eso. Santidad es tu vivir, fluir, actuar, desarrollar tu carrera aquí en la tierra en afinidad con el deseo y la preferencia y la voluntad de Dios. Si yo puedo adecuar mi vida al carácter de Dios eso es santidad porque Dios es santo, santo, santo, dice la Biblia.
En varios pasajes hemos visto que la Biblia dice santidad a Jehová, porque Dios es santo, nosotros tenemos que ser santo, porque Dios es santo y nosotros somos creación y expresión de él, nosotros tenemos que expresar su santidad. Y esa es la agonía del hombre o la mujer que decide vivir conforme a la palabra de Dios. Porque la palabra de Dios me revela quién es Dios, cuáles son sus preferencias, cuáles son sus deseos, qué le agrada, qué le molesta, qué quiere de mí activamente. Y entonces yo tengo que adecuar mi vida, mi personalidad, mi sentimiento, mis emociones, mis preferencias, mis definiciones, mi moralidad, mi ética, mis relaciones humanas, mis aspiraciones para la vida, no importa lo que yo desee o prefiera, lo que Dios dice, eso es lo que yo tengo que hacer.
Y si yo tengo que cortar partes de mi ser y mis preferencias y mis anhelos para que yo pueda ser agradable a Dios, yo tengo que hacerlo. No importa. Sabe, una de las cosas difíciles de la vida cristiana, cuando muchos de nosotros entramos a la vida cristiana, ya estamos tan distorsionados por la vida del mundo, que entonces entrar a la vida cristiana y poder participar plenamente de la esencia de Dios, requiere un proceso de morir a tantas cosas que ya se han posesionado de nosotros.
Por eso es que la vida cristiana es una vida agónica. Porque cuando usted entra a los caminos de Dios, sepa que usted viene a morir, usted viene a ser crucificado, usted viene a sangrar. Ahora, también viene a gozarse y a celebrar. Eso es lo lindo. Porque en la medida en que usted le entrega a Dios cosas, usted se va despojando de pesos. El diablo quiere que tu pienses que la santidad es para aguarte la fiesta. Todo lo contrario. La santidad es para que tu puedas disfrutar de la fiesta. La santidad es para que tu puedas saltar y celebrar y danzar delante del Señor.
Pablo dice que nos despojemos de todo peso que tenemos sobre nosotros para que podamos correr con ligereza la carrera de la fe. Es más, yo diría, no solamente la carrera de la fe, porque eso suena muy espiritual, la carrera de la vida. Para que nuestros matrimonios puedan ser bendecidos, nuestros hijos puedan entender lo que es servir al Señor como sus padres, nuestros hogares sean un templo donde Dios pueda habitar, nuestras vidas, nuestros cuerpos sean instrumentos para que el Señor manifieste su gloria, que nuestras emociones puedan ser sanadas de todas las neurosis y todas las distorsiones, y todas las deformaciones que el mundo ha creado sobre nosotros para que podamos dormir bien, para que podamos tener salud en nuestros cuerpos, para que podamos reírnos despejadamente, para que podamos comer bien y gozarnos de lo que estamos comiendo sin tener la ansiedad que mata tantas veces, la incertidumbre acerca de la vida, para que podamos ser buenos amigos, buenos esposos, buenos padres, buenos adoradores.
Eso es lo que Dios, por eso la santidad no está diseñada para crearte una cantidad de cargas encima, como les pasó a los fariseos, sino es para que tu la persigas con gozo y deseo porque tu sabes que mientras tu más agradas a tu Dios y más te conformas a él, más fluye la bendición a través de ti y se queda en ti, y pasa hacia otro también. La santidad no es un llamado a una vida neurótica, triste, deprimida, ansiosa, incierta, arrojando carga, carga, carga sobre nuestros hombros cada día. No, la santidad es para que tu puedas tener comunión con tu Padre celestial, para que cuando Dios desciendo a Edén, como dice en el libro de Génesis.
Ustedes recuerdan la historia? Dios le dijo a Adán y Eva, no coman de este árbol. Pueden comer de todo lo demás, pero de ese árbol no coman. Cuántos saben que Dios nos ha dicho, mira, disfruta de todo esto, yo te pongo un jardín, este mundo es un jardín, hermanos, este mundo usted puede disfrutar de tantas cosas bellas. Yo le doy gracias a Dios por estar en este tiempo de la historia porque puedo disfrutar de la tecnología que tiene este tiempo, puedo disfrutar del cuidado médico que tiene este tiempo, puedo disfrutar de los microwaves, y la nevera y los hornos y los carros y los aviones, y todas las cosas bellas que hay en este tiempo. Dios me ha dicho, disfruta todo, disfruta el cine, disfruta la música, disfruta la literatura, disfruta la filosofía, disfruta el arte, pero que todo sea dentro del marco que yo he establecido. Usted entiende la diferencia?
Dios ha puesto este mundo para que lo disfrutemos, pero tenemos que obedecerlo. Que el diablo que tu pienses que no, que es que Dios como que, es simplemente un sangrigordo que quiere aguarte la fiesta, que quiere que tu no disfrutes. No, Dios hizo el mundo para que tu lo disfrutes. Dios hizo todas las cosas, la comida, el sexo, el sueño, la tecnología, el arte para que tu lo disfrutes. Pero él te dice, mira, pero de eso no. aquello yo lo he reservado para mí. Y Dios pone señales para ver si nosotros queremos obedecerlo o no.
Yo creo que el árbol en Edén era simplemente una señal. Algo que Dios le dijo, mira, yo no te exijo mucho, pero no me comas de eso. Yo creo que un día, ¿Saben qué? Yo sospecho, cuando yo llegue al Reino de Dios, ahí arriba, al cielo, yo le voy a preguntar al Señor, Dios, si Adán y Eva no hubieran comido de ese árbol cuando pasara un tiempo, tu se lo hubieras permitido que lo comieran? Yo creo que Dios iba a decir, sí, es cierto, la pegaste, Roberto. Yo creo que, mi sospecha es que Dios en algún momento, cuando él viera que Adán y Eva respetaban su mandamiento, se ceñían a él, un día Dios los iba a invitar una comidita por ahí, con un cafecito bueno y les iba a decir, ¿Saben qué, Adán y Eva? Hoy decidí que ya ustedes pueden comer también de ese árbol.
Pero no, vino el diablo y dijo, ¿Saben qué? No, es que Dios no quiere que ustedes conozcan, Dios no quiere que ustedes usen su propio pensamiento, él quiere esclavizarlos. Y así nos dice el mundo muchas veces, si tu obedeces a Dios, si tu te ciñes a esto tu estás entregándole tu racional, tu estás entregándole tu conocimiento, estás estregándole, te estás esclavizando a él, te estás esclavizando a esta Biblia. Y el diablo te dice, no, juega con estas palabras, has lo que tu quieras de ella, cambia su significado, métela dentro del conocimiento arqueológico, racional, teológico y mete tu material dentro de ella y hazla decir lo que tu quieres que ella diga, porque después de todo tu tienes derecho, es tu cultura, es tu ciencia, es tu tecnología. Estas cosas cambian eso.
Y esa es la gran cosa acerca de la santidad. El diablo siempre está diciendo, no, pon tus preferencias, tus definiciones, tus apetitos antes que lo que Dios te ha dicho. Y si tu lo haces así entonces tu vas a poder comer de todo. Es el problema de la cultura moderna que quiere conocimiento.
Yo sé que en esa idea de que no comas del árbol, de la ciencia, del bien y del mal, hay un misterio allí porque ese es el problema de la cultura a través de todos los siglos. Es el hombre queriendo comer, tener ese conocimiento, esa dimensión de libertad en sus razonamientos que Dios ha dicho, no, es cuando yo lo diga y como yo quiero. Pero el diablo dice, no, no, ejerce tu intelecto, ejerce tu prerrogativas humanas, piensa como tu quieres pensar, no como Dios dice.
Y entonces, ¿Saben qué? Muchos de nosotros comemos de ese árbol, nos olvidamos del llamado de obedecer a Dios, de consagrarnos a él, de caminar como él dice, y entonces mordemos el fruto. Y entonces, en vez de bendición viene maldición, en vez de vida, viene muerte, en vez de felicidad viene infelicidad, en vez de armonía en las relaciones humanas, viene conflicto, como sucedió con Adán, con Eva, con la naturaleza, con la tecnología, todo se convierte entonces en una fuente de maldición.
Porque aún todo lo bueno que es la tecnología, la cultura, el arte, la ciencia, los placeres que Dios nos ha dado que disfrutemos, todo eso se convierte en maldición. Y entonces la comida se convierte en una fuente de adicción, el sexo se convierte en una fuente de maldición, de debilidad, la tecnología se convierte en armas para matar a la gente y para oprimirla y para controlar su forma de pensar. El internet, en vez de ser una bendición para la humanidad, se convierte en un canal para pornografía, para enajenamiento de los jóvenes con sus padres y sus superiores. Se convierte en el proveedor de pornografía, de tantas otras cosas que dañan el mundo. Y el gobierno en vez de hacer algo que es bueno para el hombre, se convierte en una fuente de maldición, de opresión, de robarle al pobre, de un grupo establecer su control sobre los demás. Todas las cosas que Dios dijo son buenas, se convierten en fuentes de maldición.
Cómo vamos a regresar a Edén? Tenemos que regresar reconociendo que hemos pecado y Padre, queremos que tu nos enseñes de nuevo, porque Dios quiere tener comunión con nosotros y Dios quiere tener conversación, él vino a Edén pero ya el pecado había puesto distancia entre los hombres y Dios, entre Adán y Eva, y Dios. Y entonces ya no podían tener compañerismo.
Así que, es obediencia lo que Dios quiere. Es ceñirnos a su voluntad. Es caminar como niños. Cristo dice, si no os hacéis como niños no podéis entrar al reino de los cielos. Tu y yo tenemos que pedirle al Señor, Padre, hazme como un niño, enséñame tu lo que debo creer, enséñame tu cuáles son los placeres que yo tengo que disfrutar y cómo debo disfrutarlos, enséñame tu qué tu quieres de mi vida, enséñame tu cuáles son las prioridades que tu quieres, enséñame como conocer tu voluntad a través de tu palabra y acercarme a tu palabra humilde, sencillamente y si tu me dices, no hagas esto, yo no lo voy a hacer. Si me dices, haz esto, yo lo voy a hacer. Si me dices, camina por aquí, yo voy a caminar por allí. Si me dices, no camines por allí, yo me voy a apartar de ese sendero porque yo quiero tu gloria, yo quiero tener comunión contigo.
Eso es santidad. Y quiere decir que tu tienes que quitar de tu vida todo lo que tu amas, todo lo que tu prefieres. Mucha gente se pregunta, no, y por qué tengo yo que dejar esto, por qué tengo yo que dejar lo otro. Yo me defino de esta manera, yo soy así, qué de malo hay en eso? No agrada a Dios. Dios sabe que ese es un camino de mentira y de maldición. El diablo te dice, no, puedes disfrutarlo, pero tu tienes que decir, no, Dios dice que no, entonces voy a hacer lo que Dios dice.
En este pasaje aquí, denme un poquito de tiempo para desarrollar estos puntos, en el Capítulo 7 de Josué vemos ilustrados todos estos principios que yo ya he anunciado prematuramente, pero de todas maneras vamos a mezclar todo esto, a hacer un zancocho excelente esta mañana. Dice:
“…. Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación ─ un pecado, una desobediencia, ─ en cuanto al anatema…”
Usted ve esa palabra pero los hijos de Israel… eso quiere decir que hay algo antes de esta narrativa. Y lo que sucedió fue que el pueblo de Israel acababa de venir de una gran victoria. Los muros de Jericó, esa ciudad inexpugnable, impenetrable habían sido destruidos y derribados por el poder de Dios, interviniendo a favor de su pueblo. La primera gran victoria que Israel experimentaba en su entrada a la tierra prometida. Y el pueblo de Dios estaba gozoso, Dios les había dado una ciudad que parecía imposible de penetrar, estaban en guerra y estaban viendo la gloria de Dios. Era un momento de gran celebración porque cuando hay obediencia, hay victoria, hay celebración.
El problema con la iglesia en el siglo XXI nos quejamos, oh, el mundo no nos escucha. La gente descuida la iglesia y no le pone atención a la palabra de Dios. La cultura se ha lanzado a buscar sus propias prioridades y las declaraciones de la palabra de Dios ya no hacen mella en el mundo. La iglesia está caída. La iglesia está pobre. La iglesia no tiene influencia sobre la cultura. Quizás es porque nosotros hemos abandonado la búsqueda de la gloria de Dios. Quizás es porque hay cosas que impiden.
Cuando la iglesia fluye, conforme a los dictados contra intuitivos de Dios, la bendición viene, la efectividad viene y el pueblo de Dios acababa de tener una gran victoria porque habían seguido las directrices de Dios. Dios les dijo, ¿Saben qué? Cómo van a destruir esos muros? No lo van a hacer cogiendo martillos y dándole duro. Esos muros son impenetrables. No, les voy a dar una receta totalmente loca. Den 6 vueltas, una cada día alrededor de los muros, y en el séptimo día den 7 vueltas y cuando le den la séptima vuelta, griten y los muros se caerán.
Ve? Cuando Dios dice algo, muchas veces no hace sentido, pero si usted lo obedece, usted ve el resultado. El pueblo siguió lo que Dios le dijo y a la vuelta número 13 gritaron. Yo me imagino esos pobres judíos diciendo, oh, vamos a gritar. Esta gente ya piensa que estamos locos de todas maneras. Y gritemos y si gritamos y nada pasa? Usted se imagina, ¿verdad? Sin embargo, gritaron y los muros se cayeron.
Entonces, hay una gran victoria, hay una gran victoria pero dice que pecaron, un pecado. Mire que interesante también otra cosa que dice:
“… Los hijos de Israel cometieron un pecado en cuanto a la anatema…”
Dios les había dicho a los hijos de Israel, al pueblo de Israel, cuando ustedes entren a Jericó, cuando esos muros se caigan, yo no quiero que ustedes toquen una sola cosa de ese lugar que yo maldigo. Se han dado a la inmundicia, se han dado a adorar a otros dioses, lo que esa gente representa, lo que tienen, sus posesiones, están maldecidas.
La palabra anatema quiere decir maldición. La palabra anatema quiere decir algo que está dedicado para la destrucción. Eso es anatema, geren es la palabra en hebreo, y quiere decir dedicado para destruir. Dios había dicho, yo quiero que ustedes me consagren todo eso, excepto el oro y la plata porque eso es mío y úsenlo para mí adoración. Pero nadie se quede con nada de lo que está en esa ciudad.
Hermanos, nosotros tenemos que ser un pueblo santo y hay muchas cosas en este mundo que Dios dice, no participen de ellas, por más atractivas que sean, porque yo lo maldigo, yo no apruebo y nosotros tenemos que bajar la cabeza y decir, Señor, tu eres Señor. Amén, si tu lo dices, eso es lo que vamos a hacer.
Pero qué pasó? Hubo un problema. Y se violó, un hombre violó el mandamiento de Dios. Y que interesante, que aquí dice que los hijos de Israel prevaricaron. Sin embargo, un hombre cometió el pecado, Acán. Si usted lee el resto de la narrativa, usted verá que Acán cuando entró cogió de lo que Dios había dicho no lo toquen. Pero aquí dice que los hijos de Israel prevaricaron. Todo el pueblo, dice aquí, por qué? Porque Dios es un Dios sumamente delicado.
Sabe una cosa? Eso es lo que la sociedad a veces no entiende y las iglesias no entendemos y los cristianos no entendemos. Muchas veces un padre que esté practicando cosas que no son agradables a Dios puede maldecir su familia. Muchas veces una práctica que se da a las 3 de la mañana, cuando la esposa está en la cama y los hijos están durmiendo, que no agrada a Dios, puede sembrar una semilla de maldición en un hogar. Muchas veces una práctica que se da solamente en un sector de la nación y que la nación aprueba y permite, puede maldecir a toda una nación.
Eso es lo que pasa en este caso. Los judíos estaban en guerra y necesitaban pureza sobretodo cuando usted está en guerra y la iglesia está en guerra contra un enemigo poderoso, se llama Satanás, ese diablo está en poder de la cultura y de muchas otras cosas. Él es príncipe de este mundo, nosotros estamos en guerra, este un tiempo donde Dios quiere bendecir a la iglesia y darle autoridad a la iglesia como nunca antes en la historia, pero la iglesia tiene que prepararse y tiene que ser un vaso agradable delante de Dios. Estamos en guerra y necesitamos el poder sobrenatural de Dios porque esos muros de Jericó que constituyen la cultura allá afuera, no se van a caer, a menos que no sea con poder y fuego de Dios, a través de un pueblo que clama y adora y vive conforme a los principios de la palabra de Dios.
Sabe lo que va a hacer que el poder de Dios descienda sobre la tierra? Sabe lo que va a hacer que sea desatado el poder de Dios? La crucifixión de los hijos de los hombres. La crucifixión es lo que hace que la vida de Dios se manifieste, el sajarnos, no en el sentido físico de la palabra, pero quebrantarnos y someternos al trato de Dios, presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo, dice Romanos, Capítulo 12, para que podamos comprobar la buena voluntad de Dios.
Si queremos que el poder de Dios se manifieste, tiene que haber eso. Y muchas veces hay situaciones en nuestras vidas y nos preguntamos por qué nuestros hijos no están aprendiendo, por qué nuestros hijos no están sirviendo a Dios, por qué nuestros hijos no están cobrando ese amor por las cosas de Dios. Por qué nuestra cultura, por qué nuestros jóvenes afroamericanos latinos no están aprendiendo. Por qué están funcionando, por qué no están yendo a la universidad, por qué no se están graduando de la escuela superior, por qué están sumidos en la promiscuidad y el embotamiento mental e intelectual.
El viernes, yo hablaba con una joven de esta iglesia que es maestra, una muchacha excelente, ha crecido en los caminos del Señor y ama a Dios y quiere dar de su conocimiento y su espiritualidad en el desempeño de su función de maestra. Y ella me decía, Pastor, estoy ya agotada. Voy a salirme del magisterio, de la enseñanza, porque es frustrante. Yo trato y trato y trato y no puedo comunicar. Creo que enseña historia del arte o arte, y estos jóvenes no les interesa para nada. Están embotados. Es como tirar semillas sobre una piedra.
Nuestros jóvenes están penetrados por un veneno que el diablo les ha metido en tantas diferentes maneras. Y la cultura tiene sus paradigmas y sus principios de cómo la educación no se hable de Dios, no se le enseñe cosas morales porque vamos a ofender a un grupo o a otro, no se hable de respeto a las autoridades, no se hable de disciplina. Y mínimamente se hace. Entonces, hemos creado una sociedad artificial, conforme a valores de hombres y nuestros hijos están pagando el precio de eso.
Y cuando la iglesia trata de hacer lo que puede nos atan las manos, y nos dicen, no, no hable de Dios, no hable de Cristo, no hable del Espíritu Santo, no hable de moralidad porque vivimos en una sociedad pluralista, supuestamente. Sin embargo, quién está pagando eso? Nuestros hijos.
Ahora, pregúntele a los afroamericanos y a los latinos, los padres allá afuera en la calle, si ellos quieren que se hable de Dios y yo creo que el 90% va a decir, claro que sí, queremos que se hable de Dios. Pero hay una élite intelectual que gobierna nuestros países, nuestras ciudades, nuestros estados, que dice, no queremos que se hable de Dios.
Dónde está la dictadura entonces? Dónde está la democracia? Usted entiende lo que le estoy diciendo? El hombre pone sus preferencias. Hay maldición en la tierra. Hay maldición en los hogares, y sabe que hay maldición en las iglesias porque las iglesias no estamos viviendo a la altura de lo que dice la palabra de Dios. Nosotros mismos, nos hemos corrompido, hermanos.
Hay prácticas en nuestras iglesias, hay actitudes. Yo no me refiero solamente a las formas fáciles de ver la moralidad. No me estoy refiriendo solamente a adulterio, pornografía, homosexualidad, abuso sexual, pedofilia. No, me estoy refiriendo a una cantidad de otras cosas, valores en nuestros hogares, nuestras vidas, resentimiento, murmuración, abuso físico, abuso emocional, no hay suficiente alabanza en nuestros hogares, no hay consagración al Señor, no hay búsqueda de la voluntad de Dios, no hay gente ardiendo al rojo vivo porque la gloria de Dios sea manifestada.
Hay mucha comodidad, mucha privacidad, mucho ser conservadores con nuestros dones, talentos, energías. Nuestro dinero es nuestro y al Señor le damos una limosna, un pedacito para que no diga que no se hizo algo. Dios dice, no, dame el diezmo, dame a mí primero.
Entonces, estamos en desobediencia. Le pedimos al Señor, Señor, bendice mis finanzas. Señor, bendice mi cuerpo. Señor, bendice mi casa, bendice mi vecindario. Tanto el mundo allá afuera como la iglesia hemos perdido la visión de lo que Dios quiere. Hemos ofendido a Dios.
Yo quiero ver la gloria de Dios en mi vida. Y yo siento que una de las cosas que tenemos que hacer para que Dios manifieste su gloria y saque el velo que cubre nuestras oraciones, nuestra fe, nuestro servicio de adoración, para que se descorra el velo, nosotros tenemos que enamorar al Padre de nuevo. El Padre ha sido ofendido por su iglesia. Siglos y décadas de convivir con el mundo y de acostumbrarnos a nuestros pecados, y de ofrecer un Evangelio reducido a lo básico, al average, al promedio, han herido el corazón de Dios.
Y Dios está allá… él quiere bendecir, pero tenemos que enamorarlo de nuevo, tenemos que decirle, Padre, te hemos ofendido. Padre, hemos pecado contra ti. Padre, no hemos tomado en consideración lo suficiente tu gloria. No hemos entendido lo que es decir tu eres santo y nosotros somos llamados a ser santos. Nos hemos permitido todo tipo de lujos y libertades por no nos competían y ahora te decimos, perdónanos, nos afligimos, nos arrepentimos, visítanos si tu quieres, y vuelve a estar en nuestro medio, y haz descender tu gloria. No lo merecemos pero si tu quieres, Señor, haz descender tu gloria.
Por eso es que tenemos que darle gloria a Dios. Cuando nos reunimos en nuestro servicio, hermanos, y decimos, pasen aquí adelante, vamos a adorar al Señor, y a veces nos extendemos más tiempo de lo que dice el programa para adorar a Dios, es que esas son crucifixiones que tenemos que hacer para que Dios sea glorificado. Hay que darle gloria a Dios, hay que sacar tiempo para exaltar su nombre.
Ahora, no solamente es labios que adoran su nombre, sino corazones también que hacen obras de justicia y de amor y de rectitud, vidas entregadas a Dios que entonces con labios santos adoran al Señor, y la gloria de Dios desciende sobre las Congregaciones, sobre las comunidades, sobre los hogares, sobre las escuelas y Dios hace lo que él tiene que hacer y hace que se caigan los muros de Jericó.
Pero Señor, enséñanos el camino, enséñanos cómo morir, enséñanos cómo hacer descender tu gloria porque solo tu gloria puede hacer caer los muros. Hay mucho camino que andar y otros caminos que desandar. Pero es la única manera que vamos a ver la gloria de Dios. El corazón de Dios está herido y está ofendido. Tenemos que re enamorarlo, como un esposo que ha sido… pongámoslo en imágenes bíblicas, como una esposa que ha sido infiel a su esposo y ha herido su corazón y lo ha enajenado. El esposo está ofendido y ahora esa mujer arrepentida viene y le dice, yo sé que te he ofendido más allá de lo aceptable, si tu me quieres rechazar y no me quieres ver la cara una vez más, yo entiendo perfectamente, pero dame una segunda oportunidad y recíbeme y acéptame de nuevo como tu esposa.
Eso es lo que la iglesia tiene que decirle a Dios en este tiempo. Eso es lo que la cultura tiene que decirle, eso es lo que la creación tiene que decirle a Dios. Eso es lo que la humanidad tiene que decirle a Dios. El hombre tiene que humillarse ante los principios que Dios ha establecido y decirle, Señor, te hemos ofendido, y hemos permitido que la anatema entre a nuestros hogares, entre a nuestras iglesias, entre a nuestras comunidades, entre a nuestra nación, y te pedimos, Señor, ven y visítanos una vez más.
Si usted se lee, no lo voy a hacer ahora, pero léase Joel, creo que es el Capítulo 2, donde vemos allí que el vino ha faltado, el aceite ha faltado, la harina ha faltado, el pan ha faltado, los enemigos están poseyéndose del pueblo de Dios y Dios dice,
“…Declaren ayuno, declaren una Congregación santa, una convocación santa y quién sabe si Dios se arrepienta y visite con bendición y provisión y sanidad a la tierra. Los sacerdotes humíllense y conságrense al Señor. Los esposos y las esposas vivan el duelo delante de Dios, clamen al Señor para que Dios visite de nuevo su tierra. Y dice, y Dios misericordioso y bondadoso, enviará lluvia temprana y tardía, y hará florecer la tierra de nuevo, y derramará….”
Y entonces ahí es que dice la palabra “….Y los postreros derramaré de mi espíritu sobre toda carne y los ancianos soñarán sueños, los jóvenes verán visiones, las siervas y los siervos profetizarán, derramaré mi espíritu…”
Ese es el tiempo que nosotros estamos. La iglesia tiene que estar, Señor, perdónanos, sánanos, conságranos, santifícanos, y por favor visítanos porque esto es una locura. No tenemos nosotros la solución. Y Dios dice, yo haré descender mi espíritu sobre toda carne.
Yo creo que Dios tiene algo poderoso para este tiempo de la historia, una visitación como nunca antes en la historia. Pero primero el pueblo de Dios tiene que enamorar a Dios, decirle, Padre, nos arrepentimos. Vamos a poner a un lado nuestros placeres, la fiesta, las celebraciones, vamos a vivir para ti y desciendo, por favor, e irradia la tierra con tu espíritu.
La creación está como una batería que está perdiendo ya toda su fuerza. Es como nuestros celulares, que llega un momento en que ya no es verde parcialmente sino es rojo, por la falta de la batería, se está agotando. Y te dice, te queda 10%, te queda 9%, te queda 8%, y al final usted oye un ruido bien feo, algo así, que dice, oh, en cualquier momento viene el desastre.
Así está la creación. El hombre con su entrega a sí mismo y su apartamiento del amor y la voluntad y el aprecio y el agrado de Dios, está como una batería. Esta creación se le está acabando ya la energía. El hombre, esta cultura, Estados Unidos, los grandes países del gran mundo occidental están perdiendo ya la vida, y si Dios no entra esto va a ser un desastre, más de lo que es. Y nosotros tenemos que clamar a Dios y decir, Señor, recarga la batería de esta creación. Visita la tierra.
Dios quiere reconciliación con su creación pero él dice, acérquense ustedes a mí y no yo a ustedes, ya yo me acerqué a través de mi Hijo, ahora ustedes vengan y acérquense. Conviértanse ustedes a mí y no yo a ustedes. Yo quiero reconciliación pero no en sus términos sino en los míos.
Dios quiere visitar la tierra. Hermanos, yo creo que Dios no quiere destruir la tierra. Yo creo que Dios está allá en su trono diciendo, oh, creación mía, hijos míos, si ustedes entendieran el amor que yo tengo para ustedes, yo no quiero destrucción, yo quiero bendición, pero yo no puedo hacerlo a una creación rebelde y desobediente. Clamen a mí y yo les responderé. Arrepiéntanse, y eso tiene que comenzar con la iglesia, con nosotros, conmigo, contigo y tenemos que clamar delante de Dios.
Decirle, Señor, necesitamos tu visitación. Yo creo que esa visitación quiere venir. Dios quiere darle al mundo una oportunidad. Después vendrán otras cosas, vendrá juicio, vendrá el final de los tiempos, vendrá todas las cosas que vemos en Apocalipsis, en los documentos proféticos, pero hay un tiempo que yo creo que se acerca y eso requiere la santificación del pueblo de Dios.
Y que nosotros entendamos los misterios de cómo Dios se mueve, los misterios de la guerra espiritual, los misterios de un reino que se llama el reino de las tinieblas, que quiere destruir, matar, robar, que quiere sembrar discordia, desobediencia, neurosis, matar todo lo bello, todo lo que recuerde a Dios en esta creación. Ese reino es poderosísimo que llena los aires, es el príncipe de este mundo, es la potestad más poderosa. Está detrás de gobiernos, está detrás de movimientos intelectuales, está detrás de grandes avances tecnológicos, está detrás del mundo de las finanzas y del mundo de la política y todas estas cosas, está como un marionetero gobernando y controlando a todos aquellos que no se refugian bajo la iluminación y la seguridad de la palabra de Dios.
Él está haciendo lo que le da la gana sobre la historia, sobre todos los elementos de esta creación. Él controla la mente, controla los aires, controla las comunicaciones, controla las cosas que forman la sensibilidad de la cultura. Y Dios quiere cortarle los hilos al marionetero y darle a la creación una última oportunidad para que experimente.
Yo creo que Dios no va a terminar la historia hasta que el mundo no funcione como Dios lo diseñó en Edén, aunque sea por un momento. Y ese momento se acerca, pero nosotros tenemos que prepararnos para que entonces Dios visite la tierra. Y después continuarán otras cosas. Pero yo creo que el tiempo en que Dios dice santifíquense y no permitan… porque, de nuevo la ignorancia de estas cosas hace que nosotros…hay tanta gente bien intencionada en la iglesia y fuera de la iglesia que creen que con sus definiciones de lo que es la verdad, y de lo que es bueno, y lo que es justo, y lo que es agradable van de alguna manera a sobornar a Dios para que Dios se olvide lo que él ha declarado en su palabra. Y entonces por eso Dios no puede hacer nada.
No entendemos cómo es el corazón de Dios. Dios dijo, no hagan esto y Acán se dejó deslumbrar, dice la Biblia, que Acán cuando entraron a Jericó vio un pedazo de oro, un lingote de oro, bien formadito, brilloso, bello, vio un manto precioso hecho por el mejor artista, vio un par de otras cosas que deslumbraron, dicen que lo codició. Su corazón se apegó a eso. Eran cosas bellas y yo me imagino que Acán habrá dicho, Caramba, que desperdicio más grande! Yo estoy seguro que Dios no quiere que ese lingote de oro se meta y se derrita con el fuego de la ciudad y que se pierda. Ese manto, que bello! Yo estoy seguro que se lo regalo a mi esposa me va a perdonar todas las cosas que le he hecho en los últimos 3, 4 meses. Y Acán se dejó deslumbrar.
¿Saben qué? Las cosas que nos matan son las cosas que nos deleitan muchas veces. Hay cosas que nosotros decimos, pero por qué quiere Dios que yo le sacrifique eso, tan lindo que es, tan bello que es. No veo por qué, dónde está el problema, dónde está el error. Yo me digo eso muchísimas veces, Señor, por qué tu me dices que no disfrute de eso tan bueno y tan sabroso que es? Pero Dios me dice, no, es que tu no entiendes, yo he diseñado el universo de esta manera y si tu te metes en ese funcionamiento vas a destruir el mecanismo, vas a estar viviendo forzada, contradictoriamente a lo que yo he diseñado. Tus acciones van a contaminar a tu familia. Tu familia va a contaminar la cuadra donde tu vives. Tu cuadra va a contaminar tu ciudad. Tu ciudad va a contaminar la región. La región va a contaminar la nación. La nación va a contaminar la tierra.
Estados Unidos es el gran Satán para una gran porción de la tierra. Por qué? Porque exporta pornografía a través del internet, exporta rebeldía, exporta entretenimientos dañinos. Yo entiendo el mundo islámico, musulmán, por qué odian tantos aspectos de nuestra cultura porque son más santos muchas veces que nosotros. Mal dirigidos, mal encaminados, completamente errados, pero viven con cierto grado de integridad. Y de aquí se exporta tanta porquería a través de Hollywood y a través del internet, y tantas otras cosas, supuestamente porque son bellos, son lingotes de oro que maldicen las comunidades. Y nuestra nación, en vez de bendición, como Dios la destinó a ser, está siendo de maldición para la humanidad, y por eso tenemos que santificarnos.
Tiene que comenzar conmigo, yo que predico de aquí arriba. Cuando yo predico estos sermones, yo digo, Señor, ten misericordia de mí porque es un Evangelio muy alto que estoy predicando. Cúbreme y resguárdame con tu gracia y ayúdame a vivir lo que estoy predicando porque es terrible. Porque yo sé que si mi vida no responde a lo que Dios quiere, yo contamino mi Congregación, contamino mis pastores. Mis pastores contaminan a la iglesia. La iglesia contamina a sus familias. Y la maldición de Dios comienza así a correr. Tenemos que comenzar con nosotros. Tenemos que santificarnos delante de Dios. No importa cuál sea el gusto.
Entonces Acán pecó, nadie lo vio, nadie se dio cuenta. Yo creo que ni su esposa supo, él fue y metió todas esas cosas debajo de su tienda, cavó un hoyo bien grande, lo metió en papel de aluminio y lo puso ahí adentro y cerró el hoyo. Y dijo, voy a esperar que pasen 6, 8 meses o un año y entonces lo voy a sacar cuando se hayan olvidado de todo. Pero Dios lo vio.
Tu sabes que un tumor en tu organismo, aunque tu sepas que está ahí o no te va a afectar? Sabes tu que un pequeño problema en tu cuerpo, aunque tu no sepas que está allí va a tener su impacto sobre tu vida? Sabes tu que un pecado no reconocido definido y re empacado en una manera que te agrade a ti pero que no cambia el pensar de Dios va a afectar tu vida? Y que ese pecado, esa práctica, esa actitud que tu no le has traído al Señor…, porque hermanos, yo entiendo una cosa. La santidad es una lucha, recuerdan lo que yo les dije antes? Santidad no es un estado es un proceso.
Yo sé que hay luchas entre nosotros y el que me diga que no, está en la iglesia equivocada porque esta iglesia predica procesos y dice ahí este libro Pies de barro, lo que me llamó a escribir este libro es eso que yo sé que la vida cristiana es una vida de lucha y agonía. Y Dios nos ama, pero lo que Dios quiere es que queramos desesperadamente agradarlo a él. Él sabe que tu estás hecho de barro, él sabe que tu vas a pecar y vas a ofenderlo, y en esta iglesia no hay lugar, les debo decir, para gente santurrona, farisaica, legalista, no lo hay. Entiéndame eso. Esto es una iglesia para gente que sabe que somos pecadores y estamos buscando la sanidad de Dios. Pero deseamos la gloria de Dios.
Sabemos que tenemos que clamar y cuando pecamos no le ponemos otro nombre, sino que clamamos y nos arrepentimos y lloramos lágrimas delante de Dios. Y nos encomendamos a la gracia de Cristo, porque yo creo en la gracia de Dios. Yo creo que en un Dios perdonador, un Dios que se compadece, que como el Padre se compadece, los hijos de compadecen de los que lo buscan o lo que sea.
Dice, porque él conoce nuestra condición, se acuerda de que somos polvo. Yo no estoy predicando un Evangelio santurrón, farisaico, legalista. Estoy predicando un Evangelio de lucha, como Pablo, en el Capítulo 6 de Romanos, agonizando, y en el Capítulo 7, miserable de mí, quién me librará de este cuerpo de muerte. Porque queriendo agradar a Dios descubro que hay otra ley en mí, que me arrastra al pecado y cuando quiero hacer algo no lo hago, y cuando quiero no hacer algo lo hago. Esa es la lucha. Pero él estaba en lucha, el problema es cuando abandonamos la lucha, cuando nos gozamos en lo que hacemos, cuando abandonamos ya la pelea y nos entregamos y le ponemos una definición diferente a nuestras actitudes, a nuestro comportamiento.
Lo que Dios quiere es un pueblo que sepa que Dios es santo, y que diga, Señor, yo me ajusto a tus definiciones y aunque no las cumplo completamente hasta el último día de mi vida, yo trataré de ajustarme a ellas, darte a ti la gloria y cuando caiga, me tomaré una pastilla de gracia y me encomendaré a tu misericordia y diré, ok, y Dios te dirá, comienza de nuevo, no te preocupes, yo estoy contigo. Yo te amo, sigue adelante, estoy orgulloso de ti, te ensuciaste la rodilla, pero te voy a comprar pantalones nuevos, no te preocupes. Y esos te los voy a mandar al dry clean para que te los pongas de nuevo.
Dios es un Dios misericordioso, pero también requiere sanidad y santidad de nuestra parte, hermanos, las dos cosas, juntas, unidas. Acán se enamoró de su definición y dijo, no, no es posible que Dios quiera que ese lingote se pierda. No es posible que Dios que dio inspiración a ese hacedor de ese manto tan bello, quiera que ese manto termine en el fuego. Lo escondió y, hermanos, Dios no ha cambiado su manera. Energías.
Cuando hay una energía maligna en una Congregación, en una familia, en un hombre, y está metida en lo hondo, y lo hemos escondido, lo hemos redefinido, lo hemos re empacado, le hemos puesta otra etiqueta, lo hemos envuelto en papel de colores, y entonces hemos venido a la iglesia a adorar al Señor, a danzar, saltar, hablar en lengua, le hemos dado el diezmo al Señor, hemos servido en el cuerpo de diáconos, Dios dice, me obedeciste, me obedeciste? No, Señor, pero te estoy sirviendo, estoy dando. Pero, me obedeciste? Ajustaste tu mente a lo que yo te dije? Oh, no, Señor, pero sabes qué? Acabo de traer alguien a la iglesia para que se convierta. Pero, me obedeciste? Y usted mira adentro y ve el lingote de oro y el manto babilónico metido en su tienda, ah, como le pasó a Saúl. Dios dijo, destruyan a toda esa multitud de gente porque no los quiero, están malditos. Y déjeme decirles, esas cosas a mí me causan terrible confusión. Por qué Dios llama a la destrucción. Yo no sé. Pero sin embargo no le voy a poner otro nombre, yo prefiero vivir en la tensión de las cosas que me son raras, que salirme de ella y darle otro nombre.
El caso fue que Saúl, Dios le preguntó a Saúl, porque sabía, hiciste lo que yo te dije de destruir todas esas naciones, todos los animales y todo? Y Saúl le dice, sí, claro que sí, Señor, lo hice. Y Dios dice, ja, y esos balidos de vacas y de bueyes que yo oigo por ahí? Esos son unos muñequitos que tu tienes en el televisor o qué? De dónde vienen? Oh, Señor, es que preservamos algunas de esas vacas porque eran lindas y estaban tan gordas y dan tan buena leche, que no tuvimos el corazón de matarlas.
Yo le dije que destruyeran a su rey, y dónde está el rey? Oh, Señor, sabemos que tu eres un Dios de misericordia y de perdón así que le perdonamos la vida. Yo dije, me agrado yo de vacas y de sacrificios, no me agrado yo de que me obedezcan. Y le dijo, por eso tu reinado te es quitado. Y quitó a Saúl, porque fue desobediente. Un detalle, hermanos, algo, una anatema que estaba en su comportamiento en la vida de ese hombre y de esa nación.
Dios quiere obediencia. Acán dijo, no, esto es demasiado lindo para yo sacrificarlo. Hay cosas, hermanos, con esto ya termino, como pastor, hay cosas que yo quisiera quitar de mi predicación y no tener que hablar de ellas. Y gran parte de mi agonía y mi martirio, y de muchos otros que predicamos, que estamos comprometidos con la palabra de Dios es que sabemos que al hacerlo, estamos excluyendo un sector de la cultura que ellos quieren entrar en las cosas de Dios, pero su lingote de oro y su manto babilónico no lo quieren soltar.
Y muchas veces mi dolor es, yo creo que nosotros podemos tener una Congregación más grande, más distinguida, muchos otros sectores de la comunidad tuvieran que estar, pero, hermanos, yo no voy a sacrificar la voluntad de Dios. Yo tengo una apuesta con Dios y es que si nosotros somos fieles al Señor, él nos dará la tierra, pero hay que pagar un precio al principio.
Hay que decirle que no al manto babilónico. Yo quiero el corazón de esa juventud afroamericana y latinoamericana. Yo quiero el corazón de mi comunidad. Yo quiero esta ciudad, pero Dios me dice, pero no te la voy a dar usando las estrategias del diablo. Tu tienes que crucificarte y perder primero y morir primero, y entonces yo te doy lo que yo te he prometido. Eso es lo que yo creo.
He apostado mi vida y mi ministerio a eso. Cuando Cristo está dispuesto a entrar en su ministerio, ya ha sido bautizado por Juan, el Espíritu Santo ha descendido sobre él, se mete al desierto y el diablo se para delante de él y le dice, sabes qué? Todos estos reinos de la tierra me pertenecen a mí y yo se lo puedo dar a quien a mi me de la gana. El Señor no lo contradijo. El diablo es el rey de esta tierra por un tiempo, aunque Dios tiene soberanía al final. Pero si tu solamente me adoras yo te lo voy a dar todo, te puedes evitar la cruz, te puedes evitar 3 años de ministerio doloroso, te puedes evitar los dos mil años que vienen también de desobediencia de tu iglesia. Todo lo puedo hacer bien fácil, yo te lo entrego todo, pero solamente usa mi metodología, adórame.
Usted ve? Y yo me imagino que el Señor, no que él pensara eso, porque él sabía bien la respuesta, pero imagínese si usted puede coger un atajadero y evitarse años y años de trabajo y esfuerzo para llegar a lo que usted sabe que Dios quiere. Y usted dice, ah, si yo hago esto, si yo digo esto, si no prediqué esto, si hago las cosas de esta manera, parece muy fácil. Hay 20 mil metodologías que me parecen más fáciles que la que Dios me ha designado para ganar la tierra, pero no puedo. Si perezco que perezca, hermanos. Si nos quedamos así como somos, gloria a Dios.
Cuando llegue allá al cielo le preguntaré al Señor, por qué no pasó lo que yo pensaba que iba a pasar. Pero yo no voy a cambiar la metodología, no me voy a quedar con el manto babilónico. Dios me dijo, sacrifícamelo y yo tengo que sacrificarlo. Así tu tienes que hacer en tu vida con cualquier cosa que tu amas. Lo que tu aprecias, los rasgos de tu carácter, tu personalidad, hábitos, cosas que tu amas. No te explica por qué tienes que entregárselos a Dios, te parecen buenos, son placenteros, sacrifícaselos al Señor porque Dios dice, es anatema, y no lo quiero.
Ese es el llamado de Dios a su iglesia. Quiero que los músicos pasen por acá rápidamente, por favor. Un llamado, hermano, radical, terrible. Acán no entendía la dinámica espiritual. Esta cultura, muchos evangélicos y en el mundo occidental y en todas las naciones de la tierra, en realidad, esto es un problema de toda la iglesia carismáticos, pentecostales y liberales, todos estamos en el mismo problema. Y es que queremos poner nuestros métodos antes que los métodos de Dios porque no entendemos los principios del mundo del espíritu, que hay fuerzas demoníacas con las cuales estamos en guerra y esas fuerzas solo serán neutralizadas por el poder de Dios que solo va a ser canalizado por medio de un pueblo que tenga las destrezas y las cualidades y las características que puedan hacer posible la canalización del poder de Dios.
Si usted no entendió todo lo que dije, busque la grabación la semana que viene, por ahí está el resumen de esto. Es poder, es poder. Si el hombre fuerte no es atado, la casa no será saqueada. Y el único que puede atar al hombre fuerte es el espíritu de Dios. Y solamente el espíritu de Dios habitando en un pueblo que se entrega a los valores del Reino de Dios y que ejemplifica el carácter de Cristo.
Y hermanos, no es solamente, de nuevo lo digo, lo que pasa de la cintura pa bajo, como decía una misionera amiga mía, sino también lo que pasa en el corazón y en la mente, la forma en que hablamos, nos tratamos, sentimos, sacrificar todas esas características, esas cualidades del carácter también que ofenden a Dios, que hacen daño a nuestros hogares, nuestras relaciones, y ser como Cristo.
Quieres tu pedirle al Señor, Padre, santifícame, hazme como Cristo. Yo quiero ser lo que tu quieras que yo sea. No voy a definir la vida religiosa como yo quiero definirla, sino que la voy a definir como tu me dices que la defina. Yo quiero fluir en perfecta afinidad contigo, Señor, yo quiero que mi vida te agrade, yo quiero que mi pensamiento te agrade, yo quiero que mis sueños te agraden, yo quiero que mis palabras te agraden. Y yo te voy a dar todo lo que tu me pidas, y lo voy a perder todo, y lo voy a sacrificar todo, y lo voy a poner a un lado todo, para que tu entonces me des lo que a ti te de la gana, lo que tu quieras, Señor. Sacrifico mis sueños, mis aspiraciones, todo y quiero pelear legítimamente la batalla de la fe, no usando otros métodos, sino el método que tu has definido. Y si muero, que muera. Si no llego a todo lo que yo quería hacer, no importa. Pero mi único deseo es que tu te agrades de mí y de mi vida, Señor.
Ponte de pie en esta tarde y pídele al Señor que cumpla su propósito en mi vida, tu vida, tu iglesia, tu familia, Congregación León de Judá, Dios te llama a algo extraordinario. Tu que te convertiste ayer, la semana pasada, Dios te llama a algo extraordinario, no te conformes con una vida mediocre religiosa.
Vamos a pedirle al Señor que envíe su lluvia. Pero comienza contigo. Dios quiere enviar lluvia temprana y tardía, Dios quiere hacer cosas en su pueblo. Dios quiere hacer cosas grandes que hagan reteñir los oídos de la gente, pero él no va a dar un tesoro tan grande a un pueblo que no esté consagrado y entregado a él. Eso comienza conmigo, es el peso que yo llevo sobre mi cabeza en este tiempo, Señor. Necesito prepararme, necesito encabezar a tu pueblo, necesito que tu saques la última espina para poder servirte y hacer lo que tu quieres.
León de Judá, Dios te llama. Conságrate. Vive a la altura de tu nombre. Dios te llama para hacer proezas, conquistar naciones, canalizar el poder de Dios en este tiempo, pero él dice, paga el precio, usa mi método, no uses el arma de Saúl, usa la honda y la piedra que yo te he dado, con eso tu vas a derribar al gigante. Yo no necesito grandes aparatos, yo no necesito grandes tecnologías, yo no necesito grandes procedimientos de mercadeo. Yo lo que necesito es un pueblo que me ame y que reciba mi estrategia y con esa estrategia vaya a la guerra y destruya a pueblos y naciones, y principados y potestades que quieren gobernar esta tierra que yo he dicho, es mía.
Pero tenemos que santificarnos. Yo les suplico que no salgas de aquí sin un compromiso de seguir meditando en el llamado de Dios para tu vida y comprometerte, que tu no vas a vivir conforme a nada común y corriente.
Pídele al Señor, manda la lluvia. Este himno me encanta, porque dice no nos vamos a conformar con nada ordinario. Estos no son tiempos ordinarios, son tiempos de pedirle al Señor que envíe su bendición.
Vamos a cantar esa versión, después en otro momento cantaremos la otra. Está bien. Esa es la idea. Manda la lluvia, Señor. Manda la lluvia. Y una cosa, antes de que comencemos, si tu no has entregado tu vida a Jesucristo, yo no me voy a detener mucho en ese llamamiento.
Pero si tu sientes que Dios te está llamando, todavía quizás no has entregado tu vida a Jesús y todo comienza allí, rendir nuestra vida a Jesucristo y decirle, entra a mi vida. Yo quiero invitarte donde tu estás, levanta tu mano y dile al Señor Jesús, entra a mi vida, primero. Yo te entrego mi vida, Señor. Levanta tu mano bien en alto, que se pueda ver y muévela un poquito. Si tu no lo has hecho todavía, si no lo has hecho yo te invito en esta tarde, dile Señor, yo entrego mi vida a ti. Entra a mi corazón. Posee mi vida. Yo me consagro a ti, Señor, yo recibo a Cristo como mi Señor y mi salvador. Yo reconozco que él es el Hijo de Dios, él es el único mediador entre Dios y los hombres, él murió en la cruz, a través de su muerte mis pecados fueron perdonados. Yo lo declaro mi Señor. Dilo ahí en tu corazón ahora mismo, confiésalo con tu boca. Si quieres pasar al frente, pasa al frente. Sino quédate allí, pero recuerda que hiciste un voto de entrega al Señor en esta tarde. Y entonces vive.
Si tu quieres consagrarte a Dios pasa al frente también entonces, seas cristiano o no, pasa aquí y dile, Señor, yo entrego mi vida a ti. Me comprometo a morir, me comprometo a hacer un sacrificio vivo delante de ti, Señor. Te entrego mi vida a ti, Señor. Te adoramos, Señor. Recibe el ofrecimiento, el sacrificio, la ofrenda de tus hijos, Padre. Dedicamos esta iglesia a ti, consagramos esta iglesia a ti, Señor. Yo consagro a este pueblo, me consagro a ti, Padre, envía tu espíritu, envía tu espíritu, Señor, envía tu espíritu, Padre. Entregamos nuestros recursos a ti, oh Dios. Entregamos nuestras vidas a ti, Señor.