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Quiero invitarles a ir conmigo a la palabra del Señor en la primera Epístola del Apóstol Juan, Capítulo 3, versículo 8. Es una expresión un poquito enigmática y algunos dirían como que es poco apropiada para una lectura el día de navidad en este momento tan lindo en que estamos celebrando la luz, el gozo y la alegría que Cristo trae al mundo. Hablamos de paz que Cristo trae. Hablamos de noche de paz, hablamos de un humilde bebé nacido en un pesebre. Y tenemos que recordar que la esencia de la navidad es Cristo, la venida de Cristo al mundo. Después de todo eso, ese es el resumen de la navidad.
Aunque en este tiempo la sociedad en su deseo de ser inclusiva y pluralista en esta cultura en que vivimos donde hay tantas diferentes razas y religiones y denominaciones, tratan de hacer genérica la navidad. Y se ha tratado, quizás no a propósito, pero en muchos lugares uno casi como que se siente avergonzado de decir, feliz navidad, merry christmas. Hoy en día, lo políticamente correcto es decir, happy holidays. Algo genérico que abarque a todo el mundo, pero en realidad este tiempo, al única manera que tiene significado es cuando recordamos que en este tiempo Jesús, Cristo nació en el mundo.
Y el mundo tratará de robarnos todos los días que el cristianismo le ha regalado a la humanidad, pero no podemos hacerlo. Tenemos que recordar eso que es la venida de Cristo al mundo. Entonces, yo estaba meditando esta mañana y dije, Señor, qué tu quieres que predique? Y le pedí al Señor no uno de esos mensajes genéricos, esos textos genéricos que siempre leemos del nacimiento de Jesús en el pesebre, la aparición a los pastores, los tres reyes magos, anunciamiento a María o a Elizabeth. Son los textos que generalmente escogemos para celebrar la navidad. Pero no queremos ser genéricos, queremos darle al Señor un texto.
Y entonces, queremos predicar algo que venga al caso, que venga al momento de hoy. Qué palabra tiene Dios para nosotros hoy en esta mañana, esta tarde, en este lugar, a esta Congregación? Y al pedirle al Señor eso, vino a mi mente este texto y les confieso que luché un poquito con él porque es un poquito tétrico, es más, yo podría llamar esto como, este sermón, como el Lado Siniestro de la Navidad, pero no lo voy a hacer.
El Apóstol Juan, en el Capítulo 3, ver 8, la última parte de ese versículo dice:
“… para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo…”
Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Y usted puede ver inmediatamente como que eso choca a la sensibilidad navideña, porque quizás estamos buscando algo mucho más relajante, y más sencillo, no queremos cosas muy complicadas. Y quizás alguno está diciendo, pastor Miranda, denos una vacación, caramba, díganos algo celebratorio y alegre y no tan pesado. Pero yo creo que eso es lo que Dios quiere enfoquemos en esta tarde.
Porque de nuevo, navidad es la venida, la aparición. Este versículo me vino porque para esto apareció, vino Jesús, aterrizó Jesús en el mundo. El Señor vino con una misión a esta tierra. Y es interesante que este pasaje nos da una perspectiva muy diferente a lo que normalmente pensamos que Cristo vino a hacer al mundo. Uno pensaría, bueno, esto lo diría uno de esos pentecostales de rajatabla, que solo piensan en guerra espiritual o demonios y todo este tipo de cosas, la parte negativa, siempre buscando el reverso de las cosas.
Pero yo creo que le hemos hecho una gran injusticia a la navidad, porque hemos muchas veces reducido la navidad y reducido a Jesús a ese bebito perenemente frágil y como que Jesús siempre se quedó el niñito Jesús en la sensibilidad de mucha gente. Siempre se quedó allí frágil y muchas veces presentamos a Jesús, aún cuando ya está como adulto, con una mirada lánguida en los ojos y un cuerpo bien delicadito y con pelo rubio y sus ojos verdes, que no los tenía, estoy seguro, porque era un judío del siglo primero, y era un semita que parecería más bien como un árabe. Y al hacer esto, yo creo, que reducimos la navidad a solamente su dimensión más superficial.
Pero tenemos que entender que la navidad tiene un lado de conflicto, aún en el anunciamiento del ángel, le dijo a María, que una espada traspasaría su corazón. Y Cristo mismo dijo, yo he venido a traer la espada y no solamente la paz. La navidad tiene también sobre tonos de conflicto, de tinieblas y de lucha. Yo creo que en el momento en que Cristo nació hubo un choque de poder en los aires y casi se hubieran podido escuchar los truenos cuando el frente del Reino de Dios se chocó con el frente de las tinieblas, porque el niño representaba la gloria de Dios. Ese niño frágil encarnaba la plenitud de la vida de Dios y ese niño venía con una misión militar, venía a arrebatarle al diablo el poder. Satanás había ocupado la creación, se había apoderado ilegítimamente de lo que a Dios le pertenece, y lo que a la humanidad le fue legado por Dios.
Y entonces el Señor aparece para arrebatar eso y para volver a establecer el orden de la creación. Tenemos que recordar que en medio de ese tiempo de luz y de celebración hay también magos que son científicos y hombres de alta categoría que vinieron de un lugar lejano, atraídos por algo misterioso que era una estrella, y vinieron viajando grandes distancias. Tenemos que recordar la angustia de José y María mientras buscaban un lugar donde pudiera nacer su hijo porque ya los dolores del parto estaban apresurándose y acelerándose y María tenía que encontrar un lugar y había dolor. Hubo rechazo de parte de las personas, la sociedad para que ese niño encontrara un lugar donde nacer. Hubo un rey que era una encarnación del mal, Herodes, que cuando escuchó que había un posible contrincante, según él lo veía, y claro que sí, porque lo era, de sus reclamos de autoridad ilegítima, quiso matar al niño. Y recordamos la fuga, la huida hacia Egipto.
Y hay muchas cosas que nos recuerdan que la navidad no es solamente la parte esa que se presta a las postales navideñas, sino que hay también otra dimensión de guerra. Y una dimensión también de promesa y de redención, porque en eso había esperanza para la humanidad, había bendición para nosotros también.
Entonces, yo creo que Juan, el Apóstol Juan, capta esa dimensión de la navidad y nos dice que Cristo apareció para deshacer las obras del diablo. Una de las razones para la navidad, sí, fue para hacer posible que nosotros tuviéramos redención y vida eterna, reconciliación con Dios, vino para deshacer las consecuencias de la caída adánica, vino para hermanar a los hombres y a las mujeres y hacer una nueva humanidad, una iglesia redimida. Pero, detrás de todo eso interesantemente se nos dice que él vino también para guerrear contra la industria del mal.
Todo lo que alimenta el mal en el mundo, todas las obras, erga, dice en el griego original, todas las acciones, todos los movimientos del mal, el Señor vino a deshacerlos y hacer guerra contra ellos.
Y uno se puede preguntar, bueno, obras, las obras del diablo, cuáles son las obras del diablo? Uno siempre inmediatamente piensa solamente en las manifestaciones más obvias del mal. Pensamos en la guerra, pensamos en la pobreza, pensamos en el crimen, pensamos en la promiscuidad, pensamos en todas las cosas tétricas, el abuso, pero también Cristo vino a deshacer cosas menos obvias acerca del mal. Vino a deshacer la injusticia, vino a deshacer la opresión del hombre contra el hombre, vino a hacer guerra contra la mentira, contra la manipulación, contra la insinceridad, el egoísmo, y aún más allá todavía de eso, vino a hacer guerra y a deshacer la cultura que está en contra del señorío de Cristo.
El Señor vino a deshacer, yo creo que un día en esos museos del mundo, donde hay obras preciosas de arte, si esas obras no se hicieron para glorificar el nombre del Señor, si no se hicieron con reverencia ante el autor de esas obras, en realidad, que fue el que dio el don, esas obras van a perecer, se quemarán, arderán en el fuego. Y gobiernos y leyes que no glorifican el nombre de Dios, que no obedecen al espíritu que da vida y que anima la vida de Dios, esas obras también van a tener que ser deshechas aún en el mundo religioso, hermanos, religiones que no reconocen el señorío de Cristo, que mantienen a la gente con un sustituto, con una droga sustituta, para que la gente se sienta piadosa y falsamente segura, pero que un día los conducirá a una eternidad sin Dios. Esas obras van a ser también, y están siendo deshechas por el Hijo de Dios.
Él vino para deshacer todas esas cosas y aún más todavía, aún en la religión cristiana, en las iglesias hay tanta cosa que no es de Dios, tantas actitudes, tantas prácticas, tantas costumbres, tanta manipulación, tanto abuso del poder, tanta corrupción aún esas cosas el Señor vino a deshacer todas esas obras y a establecer su reino de justicia. Los gobiernos en sus acciones, que son injustas y que no cumplen el propósito de un gobierno, que es bendecir a los gobernados, animar la vida, fortalecer al débil, expresar compasión y misericordia con los que no tienen poder y proteger a los que no tienen voz y ayudar a que los ignorantes se eduquen y que los oprimidos salgan del yugo de la opresión el amor y la justicia y la gracia en el mundo, aún esas obras, Cristo vino a deshacer todas esas cosas.
Yo comentaba con el grupo de las 9 que, y no puedo reprimir esto, aunque sea un comentario político, de todas maneras yo creo que hay que hacerlo, mi corazón se quebrantó al leer acerca de esta decisión que tomó el gobierno de los Estados Unidos, la casa de representantes y el senado para matar el Dream Act, ese acto que hubiera hecho posible que jóvenes inmigrantes, latinos de otras nacionalidades, que lo quieren es estudiar y bendecir a esta nación.
Muchos de ellos llevan toda su vida prácticamente aquí, no son ciudadanos pero han vivido mucho, es todo lo que conocen aquí. quieren estudiar, no quieren vender drogas, quieren bendecir a esta nación con sus estudios, con sus destrezas y vienen de familias que saben lo que es el trabajo duro y lo que es el esfuerzo y hay tanto joven hoy en día sin propósito, vendiendo droga, matando, haciendo tantas cosas, llenando las cárceles, y estos jóvenes quieren estudiar, ir a la universidad y hacer sus estudios y un grupo de personas, en mi opinión obstinadas, por no dar su brazo a torcer y por no ejercer misericordia y amor, matan los sueños de tantos jóvenes inmigrantes. A mí me parece que es una de las obras que Cristo vino a destruir y a deshacer.
Quizás usted piensa diferente, pero desgraciadamente yo soy el que tiene el micrófono, así que yo soy el que estoy hablando y respeto su punto de vista, pero yo creo que hay que denunciar esas cosas, porque se ha perdido una oportunidad para que esta nación haga lo que tantas otra veces ha hecho es abrir sus playas, y abrir su riqueza para que gente de afuera puedan encontrar un lugar de refugio. Esta hubiera sido una gran oportunidad para ejercer misericordia y gracia y amor y compasión.
Yo creo que este asunto de la inmigración no se va a resolver con ley, con fariseísmo, sino se va a resolver con justicia, con amor, con compasión hacia el pobre, hacia el débil, hacia el necesitado, gente que viene a bendecir esta nación con sus valores y con su temor a Dios, en vez de tanta gente que hay por ahí sembrando muerte en esta nación, muy altamente educados, pero con una mente reprobada que no conoce al Señor.
Y yo creo que eso hay que denunciarlo también. Lo que quiero decir, hermanos, es que Cristo vino, apareció en esta tierra para confrontar y deshacer todas las obras del diablo en cualquier manifestación que fuera. La Biblia dice que el diablo se viste comunidad un ángel de luz muchas veces y yo creo que una de las cosas que el Señor más vino a hacer a este mundo, fue a establecer gracia y misericordia. Si los gobernantes de este mundo entendieran lo que es gracia, se extendieran a la historia, tendrían que llegar a esa primer día de acción de gracias, donde los primeros puritanos que eran ilegales, de hecho, porque había ya gente aquí residiendo, que eran los indios, que eran los verdaderos dueños de este país.
Y llegaron esta gente aquí a despojar y desposeer a todas unas naciones, había muchísimas naciones, grupos pequeños, cientos de miles de gente aquí que eran los verdaderos inmigrantes. Esos vinieron indocumentados aquí. Hoy en día ellos desprecian y atacan a los otros que vienen también buscando un pedacito del pastel y huyendo de naciones que muchas veces están como están porque nosotros aquí hemos contribuido al mal que hay allá también, pero no vamos a comenzar a hablar de eso porque nos va a tirar muy lejos.
Pero yo creo que hay que denunciar esas cosas y hay que entender que el Señor vino a denunciar y a deshacer todo el mal en el mundo. Y por eso yo le digo al Señor, Señor, ayúdanos cada día, porque lo me lanzó en esa línea de meditación es que a veces nosotros pensamos en la iglesia, somos tan superficiales, en la manera en que nosotros vemos la obra redentora de Cristo, y creemos que es cuestión simplemente de usted ponchar una tarjeta, conseguir un carné de evangélico. Ok, ya pasé al frente, ya dije que recibo a Cristo y ahora me acuesto a dormir hasta que él venga y me lleve.
No, hay mucho que hacer adentro de nosotros. ¿Saben qué? Las obras del diablo tienen que ser deshechas dentro de nosotros, en nuestra propia consciencia mala. Las cosas que tenemos, el Señor está deshaciendo obras diabólicas en mí vida y en la tuya ahora mismo y nosotros tenemos que cederle al Señor nuestro ser, mente, alma, cuerpo, emociones, voluntad, recuerdos, todo y decir, Señor, deshace las obras del diablo dentro de mí porque yo quiero ser más como Cristo. Yo entrego al Señor todo lo que no sea de él, le entrego al Señor el egoísmo, le entrego al Señor la manipulación, le entrego al Señor el deseo de gloria. Le entrego al Señor el creerme que yo siempre tengo que mis derechos me los tienen que dar, le entrego al Señor de siempre mantener mi pedacito del pastel y no sacrificar nada por los demás. Y en mi matrimonio hay obras del diablo que tienen que destruirse también. Yo tengo que ser mejor esposo, mejor esposa, tengo que ser mejor padre, tengo ser mejor hijo, tengo que poner a un lado la rebeldía, que es lo que caracteriza al diablo, si soy joven y sujetarme a las autoridades. Tengo amar a mi prójimo, tengo que dar a los demás, tengo que sacrificarme para que otros sean. Porque es el espíritu navideño, es el espíritu de Jesús. Él se despojó de su divinidad, se despojó de su gloria, vino al mundo y encarnó en un humilde bebé para darnos redención y vida eterna. Yo tengo que imitar el espíritu de la navidad.
Yo creo que nosotros tenemos que estar en el asunto de cada día ser más y más como Cristo, que cada día Dios destierre las obras del diablo en nuestra consciencia. Yo le pido al Señor que nuestra iglesia siempre sea un lugar de gracia, de amor, de misericordia, porque eso es lo que caracteriza al Reino de Dios. Tenemos que ir más hondo, hermanos, que simplemente el ser evangélico, ser religiosos, porque el espíritu de Cristo es un espíritu que dondequiera que ve algo que le recuerde… porque el espíritu diabólico es el espíritu darwinista, es el espíritu de que el fuerte es el que gobierna, es el espíritu de que yo me salgo con lo mío porque yo tengo el derecho de hacerlo y porque si otro no lo hace, yo lo voy a hacer. Es el espíritu que no considera, no se sacrifica por el otro, que no perdona, que demanda siempre su libra de carne como dicen en inglés. Si me la hicieron me la pagan. Y ese espíritu darwinista, ese espíritu farisaico, estéril, eso es lo que nos mata, hermanos.
Y sabe lo que avergüenza al diablo? Saben lo el enemigo no puede jamás destruir en nosotros? Es el espíritu de Jesús. Ese fruto del Espíritu Santo en nosotros, esa gracia de Dios en nosotros, porque eso es lo que representaba ese bebé frágil, era el mentís, era la contradicción de todos los paradigmas que rigen la humanidad sin Cristo. Todo lo que este mundo, el gobierno de este mundo, Cristo vino a cuestionarlo todo, ponerlo patas arriba y boca abajo. Por eso él nació como un niño, creció y nació en una familia pobre, miserable, no en un lugar rico. Por eso el anuncio primero se lo dieron a pastores, hombres que eran considerados impuros, por su profesión por la gente alta de la sociedad y por los religiosos de su cultura. Se le apareció a humildes pastores.
Y por eso trajo gente de afuera de la cultura judía, hombres que estaban buscando, tenían hambre y estaban indagando en los astros con razones impuras, porque era astrología y ocultismo, pero tenían hambre de lo sobrenatural, tenían hambre de Dios. No había recibido la verdad y yo digo, ¿Saben qué? Allá donde ustedes están a cientos y cientos de millas de distancias los voy a traer, los voy a guiar para que ustedes vean a mi Hijo y lo conozcan antes de que los otros lo conozcan.
Porque el Señor estaba diciendo, no son los adentro, son los de afuera a quienes yo quiero muchas veces. No los que se sienten cómodos, no los poderosos, sino los que son frágiles. A esos son los que Dios viene a buscar. Y yo creo que en ese drama navideño, en todas las cosas que se dan, cantidad de cosas, una humilde mujer, María no tenía un doctorado, no era una mujer de renombre, una humilde doncella que seguramente tenía un corazón de niña, a esa Dios le dio el privilegio, no a una reina, no a una princesa, a una mujercita pequeña y humilde. A esa le dijo, tu vas a ser la portadora de mi Hijo. Tu vas a dar a luz divinidad, porque el Señor estaba diciendo, yo quiero que ustedes sepan, cada vez que hablen de la navidad que yo vine a deshacer todas las obras del diablo dondequiera que sea, sea en el palacio, sea en la casa de gobierno, sea en la casa religiosa, sea en el museo de arte, sea en la universidad, sea en la oficina de trabajo social, dondequiera que no haya el amor de mi Padre, allí yo voy a deshacer esas obras.
Uno de los pasajes que a mí siempre me gusta en la Escritura, cuál es la esencia de la obra de Cristo en el mundo? Es el pasaje de una humilde mujer que dice que el Señor fue a una sinagoga un día de reposo, que es interesante porque el día de reposo, el día de descanso, el día en que encontramos refugio a nuestro trabajo, nuestros afanes, porque es donde el Señor quiere llevarnos, para eso él vino, para darnos reposo. Darle reposo a la humanidad. Y en ese día de reposo, él se encuentra con una pobre mujer. Dice que estaba encorvada durante 18 años, creo que era algo así, una eternidad esa mujer así, encorvada.
En el griego original sunquoto, ella estaba como doblada como sí misma. Yo he visto personas así caminando por las calles, me han quebrado el corazón, completamente su espina dorsal doblada. Es algo demoníaco. Yo he visto eso y algo malo tiene que haber allí, porque es como un espíritu que se goza en quebrar un ser humano y se goza en agonía, mirando siempre para abajo. Y así estaba esa mujer ahí, el día de reposo. Y el Señor la vio con compasión y misericordia, gracia, amor. Y usó su poder redentor, porque para eso vino él.
Él estuvo allí en medio de ese lugar, vio esa escena y él vino a deshacer las obras del diablo. Y esa era una mujer que estaba bajo opresión, tenía un espíritu dice, de enfermedad en ella, y el Señor le dijo, “mujer, eres libre de tu azote”, y esa mujer se desdobló y se enderezó de nuevo. Y el Señor manifestó de esa manera su espíritu redentor, porque eso es lo que él vino a hacer, vino a deshacer las obras del diablo.
Pero qué pasa? Que ahí mismo en esa casa de religión, el jefe de la sinagoga, el pastor, el sacerdote en estos casos el equivalente sería, se airó con Jesús, se airó con Jesús porque tenía un espíritu diferente al de Jesús.
Porque les digo, hermanos, de nuevo, en las iglesias se encuentra a veces tanta maldad y tanta obra del diablo como afuera, desgraciadamente es la verdad. Por eso es que tenemos que tener cuidado. No digo esto para que nos deprimamos, lo digo para que estemos alerta. Tenemos que buscar la levadura. Esa costumbre que tenían los judíos en el tiempo de uno de sus festivales de meterse las mujeres a buscar la levadura en todas partes, era un símbolo de buscar el pecado dondequiera que se encontrara en la casa.
Nosotros tenemos que pedirle al Señor, Señor, ilumínanos cada día, dónde están las obras del diablo? En mi mente, mi corazón, mi voluntad, mis recuerdos, depresión, angustia, ansiedad, manipulación, rebeldía, abuso, egoísmo, todas estas cosas. Tenemos que buscarnos, no con afán ni con paranoia. No, no, tenemos que buscarnos sabiendo que ya somos restaurados. Ya Cristo nos ama. Ya Dios nos redimió, pero ahora tenemos que darle al Señor lo mejor, tenemos que deshacer las obras del diablo en nuestras vidas, tenemos que ser agentes de bien.
Y tenemos que decirle al Señor, como dice el salmista, examíname oh Dios, y conoce mi corazón, pruébame, y conoce mis pensamientos, y ve si hay en mí camino de perversidad. Ponga allí, obra del diablo. Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame por el camino eterno. Ese es el clamor que nosotros debemos hacer cada día como iglesia, como individuos, como ministerios, como líderes. Señor, dónde están las obras del diablo en mí vida, en esta iglesia y ayúdanos a deshacerlas, porque a veces están en los lugares más insospechados. Donde están las obras del diablo ahí está el diablo, y puede estar en nuestros hogares, puede estar en nuestro matrimonio, puede estar en nuestros hijos. Y yo le digo, Señor, quita todas las pistas de aterrizaje que el diablo tenga en mi vida, todas, para que no tenga dónde aterrizar y traer su droga de muerte y todas sus cosas dañinas y terribles. Porque el Señor vino a deshacer.
Entonces, este fariseo se airó contra Jesús y dijo, mira, cómo te atreves a sanar una mujer en el día de reposo? Si la vas a sanar hazlo en los otros 6 días de la semana. Y el Señor dijo, hipócrita, yo me imagino que se llenó la boca con la palabra hipócrita. Hipócrita, dice, si tu tuvieras un animal y ese animal cae en un hoyo en el día sábado, no lo rescatarías tu? Cuánto más esta pobre mujer que el diablo, dice, tenía atada. No merece ella, es una hija de Abraham también, como tu te consideras hijo de Abraham.
Y yo veo allí, esa confrontación del amor y la gracia, y la misericordia de Dios chocando contra las obras del diablo en el corazón de ese fariseo que no tiene compasión por esta mujer. No tiene gracia. Es que la religión desprovista de gracia, misericordia, amor y compasión, bondad, el espíritu de Cristo, el fruto del Espíritu Santo, es tan diabólica como matar a alguien con una pistola. Es terrible. Es más, es más terrible todavía porque lleva a la gente a una eternidad sin Dios, sin Cristo, pensando que van a ir a la eternidad con Dios, porque le da un sustituto que es muerte, y los hace sentirse piadosos cuando no son, no están redimidos.
Tenemos que tener cuidado. Yo le pido, Señor, permite que nuestra iglesia sea una iglesia de gracia, de amor y de misericordia, aún mientras proclamamos santidad y aún mientras buscamos agradar a Dios en todo lo posible. Pero tenemos que hacerlo con un espíritu relajado, un espíritu de gozo. Ya Dios se agrada de nosotros y ahora tenemos que darle lo mejor porque él ya dio lo mejor por nosotros.
Entonces, nuestra búsqueda de santidad no es para agradar a Dios ni para mostrar que somos mejores que nadie. No, es porque tenemos que celebrar con obras de bien la bondad de Dios para nuestras vidas. Ve? Es una perspectiva muy diferente, y eso nos deja libres entonces para ser más santo y más agradables delante de Dios. Buenas obras que suplantan las obras del diablo.
Entonces, Dios nos dice, mira, busca las obras del diablo, y busca las obras del bien donde tu menos piensas que están. Dios nos anima a ir a un nivel mucho más alto de ética. Muchas veces los evangélicos somos tan torpes y tan toscos en nuestra moralidad y en nuestra ética que creemos que simplemente tirándole a Dios unas monedas en el cesto de diezmos, y viniendo a la iglesia el domingo, ya con eso cumplimos. No, es alabar y adorar a Dios y hacer las obras del bien es entregarnos con un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios para que nuestra vida sea un continuo desangramiento de todo lo malo y una llenura del espíritu de Cristo Jesús en nuestras vidas. Deshacer las obras del diablo.
Termino con esta idea. Hay muchas cosas muy bellas aquí en este pasaje pero una de las cosas que más me gusta es esa idea de que Cristo vino a deshacer las obras del diablo, deshacer. Esa palabra en el griego original es luso, que quiere decir, desmontar sistémicamente, sistemáticamente, despedazar, romper a pedazos. Es como si usted se imagina un papel y ve unas manos poderosas rompiéndolo en 20 mil pedazos, deshaciéndolo.
Esa es la idea de lo que Cristo vino a hacer al mundo en la navidad. Él vino a quitarle su coherencia, yo diría, al mal en este mundo. Vino a cuestionarlo radicalmente, vino a quitarle su legitimidad. Vino a mostrar su bancarrota. Vino a dondequiera que estuviera, arrancarle esos pedazos y esa es la idea, que no es solamente bien burda y obvia, no?
El Señor está buscando en todo el mundo, dondequiera que hay algo dañino, allí el Señor dice, yo voy a deshacer eso, voy a destruirlo y el Señor está en su proceso de redención en la historia. ¿Sabes qué? Tu y yo somos los continuadores de la obra de Cristo Jesús. Él ha dejado su iglesia aquí en la tierra para que continúe la obra de deshacer las obras del diablo.
Cada vez que nosotros nos reunimos en un día como este, por ejemplo, cada vez que venimos el domingo a la iglesia, cada vez que nos reunimos en una célula de hogar, cada vez que nos invitamos a comer en la casa y a celebrar nuestra hermandad como hijos de Dios, cada vez que hacemos una obra de bien, cada vez que manifestamos amor hacia alguien, cada vez que nos callamos cuando nos ofenden para que haya paz en el hogar o en la escuela, o en el lugar de trabajo, cada vez que hacemos una obra como las obras de Cristo, estamos participando en deshacer las obras del diablo. Cada día, cada día, nosotros, tu y yo, y por eso es que tenemos que purificarnos.
Si usted mira ese pasaje de Primera de Juan, Capítulo 3, esa declaración poderosa de que él vino a deshacer las obras del diablo se da en el contexto de un llamado a vivir una vida santa, purificarnos, a no practicar el mal, porque el que practica el mal es el diablo y Cristo vino a deshacer las obras del diablo. Entonces nosotros tenemos que vestirnos también más bien de la luz, nosotros tenemos que usar las armas de la luz. Nuestras armas no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Tenemos que derrotar el mal con el amor, por la gracia, la misericordia. Tenemos que ser una Congregación de gracia, amor, aceptación, bondad, perdón. Aún, como digo, no subestimando la importancia de la santidad, pero hay una manera de ser santos que incluye esa actitud benévola de Cristo Jesús.
Yo me gozo cada vez que veo a mis hermanos reírse entre ellos y para mí uno de los placeres de estar aquí todos los días de la semana es, cuando toda la gente que trabaja en esta iglesia e invito a los músicos por favor que pasen por aquí un momentito, cuando toda la gente que trabaja en la iglesia, en los días cotidianos de la semana, y yo camino los pasillos de estos edificios y yo oigo risa y alegría y celebración entre los miembros del personal de esta Congregación, cuando hay manifestaciones de amor y de gracia. Y cuando gente viene a la iglesia y dice, ¿Saben qué? Cuando entré por esas puertas sentí la presencia de Dios. Y eso es lo que glorifica verdaderamente al Padre.
Y eso es lo que Dios quiere en nuestros hogares y en nuestros trabajos, que nosotros seamos agentes de paz y bien y de bendición, deshaciendo las obras del diablo. Cada vez que nosotros declaramos a través de la música y el canto la alabanza a Dios, estamos informándole a los principados y a las potestades, que Cristo es el gran iluminador de la humanidad, el que bendice la humanidad, el que redime la humanidad, el que deshace las obras del mal en el mundo.
Nosotros estamos haciendo la obra del Señor. Tu eres un instrumento de la obra salvífica de Dios. Y el mejor canal para esa obra es la bondad, el amor, la misericordia para con los demás, el espíritu de Jesucristo. Y eso te bendecirá a ti, bendecirá a tu familia, no permitirá que el diablo tenga asidero en tu casa, en tu corazón, en tu matrimonio, en tus hijos. Seamos portadores de esa gracia y deshagamos las obras del mal, dondequiera que se encuentren.
Hermanos, que en esta navidad nosotros recordemos ese espíritu dadivoso, generoso de Jesús. Yo pido al Señor que nuestra iglesia, nuestra familia, sea una iglesia de bondad y de misericordia siempre deshaciendo las obras del diablo. Seamos humildes cazadores, pero muy poderosos dondequiera que haya mal, tiniebla, maldad, ahí estaremos nosotros desmintiendo esas obras con nuestra vida, nuestro ejemplo, nuestras palabras, nuestra actitud, nuestros corazones, nuestro espíritu generoso.
Que ese espíritu anide en ti y en mí en este día. Vamos a ponernos de pie un momento. Damos gracias al Señor por su obra de bondad. Gracias, Señor Jesús, porque tu viniste a deshacer las obras de las tinieblas y nosotros tenemos el privilegio de continuar esa obra, Señor. Te bendecimos, Señor, te damos gracias.
Baja tu cabeza un momentito, y dile al Señor, Señor, dónde están las obras de las tinieblas en mi vida? Yo quiero entregarte esas obras. Yo quiero entregarte esas obras. Te entrego todo mi ser Señor Jesús. Te entregamos, Señor, nuestras vidas. Gracias Jesús. Gracias Jesús. Te adoramos, Señor, te bendecimos. Gracias, Señor. Gracias.