El ser educadora conlleva situaciones difíciles, pero que maravilloso cuando vemos claramente milagros en frente de nosotros.
Enseñaba en el tercer grado con un grupo que tenía significativas deficiencias académicas. En especial un estudiante, Tomás no sabía ni leer ni escribir ni disponía de los fundamentos en matemáticas. Pero el problema más serio era su falta de atención y disciplina.
Traté sentándolo al lado de la mejor estudiante, solo en una esquina del salón, ofreciéndole regalos si trabajaba en asignaciones en clase y en casa, quitándole el tiempo de recreo para trabajar, pero nada lo ayudaba. Mi preocupación era que el a pesar de lo atrasado, cuando participaba oralmente en preguntas de comprensión y de análisis lo hacía correctamente. Así yo descubrí que poseía un potencial pero le faltaba motivación.
Después de tratar innumerables métodos me dí por vencida. Una mañana mientras oraba por mi clase en el salón le declaré al Señor mi incapacidad y que no insistiría más. Mientras hablaba con el Señor vi que en los exámenes de matemáticas del dia anterior, estaba el de Tomás encima de todos y tenia la inicial de su segundo nombre (A.) y se me ocurrió una idea. Cuando llegaban los estudiantes a clase, se sentaban a leer hasta que toda la clase estaba en el salón y nos reuníamos en la alfombra para empezar el día. Cuando Tomás llegó, le hice una señal con el dedo para que se acercara, no quería interrumpir el silencio con que los demás leían. Le pregunté en voz baja: "¿Que significa la 'A'?" El me respondió "Alex" "No lo puedo creer, que nombre más bonito, ¡me encanta!" le contesté. "¿Te gusta? Tú me puedes llamar así." "Me encantaría, pero no, no puede ser." le dije "Claro! ese es mi nombre, mis papas no dirán nada y a mi también me gusta." Entonces le expliqué: "Hay un pequeño problema, ese es un nombre nuevo y entonces tu tendrías que ser un estudiante nuevo." Me preguntó "¿Como así?" Le contesté: "Tendrías que hacer las tareas todos los días, trabajar en clase, dejar de jugar y molestar en clase," El se quedó pensativo por unos segundos, yo le dije: "te puedes ir a sentar." Pero no se fue, dijo "YO SI PUEDO." Le expliqué que se fuera a sentar y cuando llamara la clase a sentarse para las instrucciones del día, lo presentaría para que todos lo llamaran por su nombre nuevo. Se sentó en su escritorio, muy callado y tratando de leer un libro. Yo pensé, bueno eso es por ahora.
Cuando la clase saludó, les di la noticia de que teníamos un nuevo estudiante, todos miraron alrededor, entonces dije: "su nombre es Alex," el se paró y todos se rieron (él permaneció serio), entonces puse orden y les hablé del propósito que él tenía de aprender. Ese día fue increíble, no le llamé la atención ni una sola vez. Al final del día me dije, "bueno eso fue hoy, como todas las veces esto mañana no trabajará."
Pero que equivocada estaba, a partir de ese día la vida total de este jovencito cambió. Los padres vinieron a la escuela para preguntarme que le había hecho porque aún en su casa su comportamiento cambió. Aprendió a leer y le gustaba también escribir las matemáticas y todas las áreas mejoraron notablemente y pasó con buenas notas al cuarto grado.
La historia no termina, después de unos años cuando estaba en la secundaria sus padres vinieron con él a visitarme y darme las gracias porque era uno de los mejores estudiantes en la escuela. Entonces les dije que no fui yo que fue Dios quien me dio la estrategia.
Yo sé que esa idea no vino de mi, fue el Espíritu Santo que me iluminó, cuando vio mi frustración y mi tristeza porque era la primera vez que iba a tirar la toalla. Aún no ha llegado la primera vez de tirar la toalla, gracias a Dios.
Ya les compartiré otros milagros. Es una bendición ser una maestra ungida por el Señor, Recuerde si usted no es maestra, es posible que sea una madre ungida, o tía, o abuela, pídale al Señor sabiduría que El da abundantemente y sin reproche (Santiago 1:5)