1 de agosto del 2011 - Por Raquel De Jesús
Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Jeremías 18:4
El alfarero toma el barro y comienza a trabajar en el, ya en su mente tiene una forma que le ha de dar, pero muchas veces en el proceso de formación mientras el barro está en la rueda o en el proceso de formación el alfarero encuentra que la forma que él había pensado al principio quizás no es la más adecuada otras veces sin embargo es el barro que ofrece el problema ya que no coopera con el alfarero y hace que el proceso de formación sea mucho más largo de lo que debería ser. Muchas veces en el barro hay impurezas que tienen que ser eliminadas antes de poder continuar con el proceso de formación.
La formación de la vasija va a conllevar mucha paciencia de parte del alfarero y mucho más de parte del barro, tiempos de espera, tiempos de preparación del barro, tiempos en donde el barro se deja reposar y tiempos en donde el barro pasa por un tiempo de tratamiento, y aun después que la vasija ha sido formada habrá otro tiempo de espera y luego vendrá el tiempo del fuego para ver si la vasija esta apta para ser puesta en la mesa.
Mientras más delicada la vasija que se esté formando mayores serán los tiempos de fuego, más serán los tiempos serán los tiempos de espera y aún más serán los tiempos en los que parecerá que no está pasando absolutamente nada, en donde el alfarero solo espera, pone la vasija en una mesa y espera, este tiempo de espera permite que todos los detalles que han sido impresos en la vasija se adhieran completamente.
De la misma forma en nuestras vidas como vasijas en manos del alfareros somos trabajados, atravesamos por tiempos de espera, tiempos de tratamientos de parte de nuestro alfarero divino en los cuales el comienza a sacar esas imperfecciones que el encuentra en nosotros, cosas que de otra manera impedirían que su labor fuese exitosa cuando este en un paso más adelantado de nuestro proceso.
Tenemos los tiempos de espera que son los tiempos en los que muchas veces sentimos que ya no vamos a poder más pero sin los tiempos de espera no podemos asimilar los cambios que Dios como nuestro alfarero está haciendo en nuestras vidas.
Están también los tiempos de fuego donde se prueba de que material estamos realmente hechos y si ha quedado alguna impureza en nosotros, a través del fuego salen a la luz todavía aquellas cosas que la mano del alfarero no pudo detectar. Pero que mejor lugar para estar que en las manos de El alfarero donde podemos llegar a ser vasijas de honra y donde somos purificados y santificados.
¡El proceso no es fácil! Pero mi oración es que aun en medio de los procesos de formación encontremos el gozo de saber que al final de nuestro proceso terminaremos siendo vasijas de honra y que podremos ser usados en la mesa del alfarero para el servicio de su casa.