17 de mayo del 2010 - Por Vanessa Santos Mirabal
“Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Salmo 127:1
Amada hermana, he querido compartir esta palabra que Dios me dio recientemente y que la recibí en una forma especial y distinta que otras veces. Venía conduciendo mi carro del trabajo a la casa, un poco apresurada porque tenía que preparar comida para mi familia, hacer unas tareas pendientes y luego ir a la iglesia a un compromiso que tenía. Me la había pasado así casi toda la semana. Mi esposo y yo somos un matrimonio joven con dos niños pequeños, y desde muy niños servimos en la alabanza y en otros ministerios en la iglesia. Cuando conducía iba planeando lo que iba a hacer cuando llegara a casa, pero de momento quise poner una emisora cristiana que acostumbro a escuchar y el Señor me ministró con una reflexión que hacía un anciano pastor que me estremeció y me confrontó a la misma vez. Desde pequeña he sabido de la importancia de sacar tiempo para la familia y de la prioridad que esta tiene en el orden de todas las cosas. Mi esposo y yo siempre hemos tratado de darles lo mejor de nosotros a nuestros pequeños, pero muchas veces los compromisos que cada ministerio nos pide asumir, y que lo hacemos con tanto amor, nos quitan la oportunidad de darle la prioridad a nuestra familia.
Lo que más me impactó de este mensaje era que si yo no edificaba mi casa primero, todas las demás cosas que yo hiciera por el reino de Dios, iban a ser en vano y les confieso que eso me asustó, porque uno se envuelve sin darse cuenta en cultos, retiros, servicios especiales, reuniones, ministerios, talleres, clases, y tantas cosas buenas que ofrecen las iglesias para nuestro crecimiento personal, pero muchas veces descuida lo más importante: nuestra casa, nuestro hogar, nuestros hijos, nuestra familia. Me dio miedo sólo la idea de pensar que pudiera ser en vano todo lo que hacemos con amor para el Señor, si primero no edificaba mi casa. ¿Se imaginan? ¿Todo ese esfuerzo, todo ese tiempo invertido, toda esa entrega y dedicación… en vano? La palabra de Dios nos confronta.
Con tristeza he observado esta realidad en muchas personas que sirven en la iglesia y me pregunto porqué hemos asumido que Dios es el que va a cuidar de nuestra familia mientras nosotros nos dedicamos al ministerio, cuando en realidad el Señor delegó esa responsabilidad en nosotros (padres y madres) y aunque podemos contar con Su ayuda siempre, no nos podemos desligar y asumir que Dios hará lo que nos toca a nosotros hacer. Si Dios nos dio la bendición de tener una familia, cuidémosla. Nadie puede sustituir ese tiempo de calidad dedicado a nuestros hijos y esposos: Comer juntos, salir al parque, jugar juntos, salir a pasear y divertirse, ver una película, conversar como amigos, orar juntos, leer la palabra, tratarse con respeto, aconsejar cuando es necesario, darse cariño y muestras de afecto, leerle un buen libro si tiene niños pequeños, hacerles cuentos o historias, en fin…dedicarles tiempo, no dejarlos en un segundo plano…edificar primero nuestra casa.
A través de los años me ha inquietado tanto el ver cómo algunas de mis maestras de infancia tenían hijos que no les gustaba estudiar… cómo muchos de los que dirigían retiros de pareja o matrimoniales terminaban en divorcio… porqué tantos hijos de pastores se revelan contra el evangelio o llevan una vida desordenada… En mi país hay un refrán que dice “en casa de herrero, cuchillo de palo”; suena jocoso pero es seria la cosa y una triste realidad, porque muchos de esos hermanos que enfrentan esas situaciones son personas bellas, buenas, dignas y aman al Señor de corazón, pero déjenme decirles que cuando nosotros no atendemos con diligencia lo que está bajo nuestra responsabilidad, no solamente es en vano todo lo demás que hacemos, sino que le permitimos al enemigo entrar a nuestra casa y asumir el rol que nosotros por estar tan ocupados en el ministerio no hemos podido asumir. Debemos entender que hay un orden para todo y que trabajar por nuestras familias es trabajar por el reino de Dios también. Nuestra casa es nuestro primer ministerio, sino en vano hacemos todo lo demás. Nuestro testimonio tendrá poder para traer vidas a Cristo cuando nuestra casa ha sido edificada primero.
Pasos a dar: 1) Pídale dirección al Espíritu Santo para que le muestre formas creativas sobre cómo pasar tiempo de calidad junto a la familia. 2) Pídale también que le muestre el orden y la prioridad que tienen cada cosa 3) Saque de su mente que la única forma de servir a Dios es yendo a la iglesia. 4) Comience a apartar tiempo para los suyos, a ponerlos en su agenda y aprenda a disfrutar de ese tiempo juntos. 5) Sea afectuoso en su casa y muéstreles lo importantes que son. 6) Ore en todo tiempo… y encontrará dirección.
Oración: Amado Padre Celestial, muéstrame cómo hacer de mi hogar un refugio seguro que edifique mi familia; un lugar donde fluya la creatividad y la comunicación sea continua. Haznos mujeres y hombres prudentes, que sepamos edificar nuestra casa sobre la roca, para que cuando descienda la lluvia y los vientos soplen, nuestra casa no caiga, porque ha sido fundada sobre la roca que eres Tú. En el nombre de Jesús. Amén.