Hace unos días una hermana me preguntaba qué había hecho para perder peso. Yo le contesté que lo había logrado a través de esfuerzo y de disciplina haciendo cosas como ir al gimnasio diariamente. Pero le dije que sobretodo lo logré con la ayuda del poder que me da Jesús el cual se ha manifestado en muchas áreas de mi vida. Desde que llegué a los pies de Cristo mi mayor problema ha sido el tener la disciplina de apartar tiempo para la oración. Me pasaba que después de 10 o 15 minutos de comenzar no encontraba de qué platicar con Dios. De la misma manera había estado luchando por perder peso y en esto también carecía de disciplina. Había considerado la cirugía estética como un método rápido de resolver mi problema. Doy gracias a Dios que no lo hice, pues sólo así puedo darle todo el mérito y la gloria a El.
En diciembre del 2010, mientras escuchaba la emisora hispana escuché a un predicador que hablaba acerca del dominio propio y del poder que nos da Jesús para perseverar. El predicador decía que la fe, al igual que el cuerpo tiene que ejercitarse. Si fueras al gimnasio sólo a mirar a los demás haciendo ejercicio no vas a fortalecer tus músculos, ni mucho menos vas a rebajar. Si de verdad desearas tener resultados positivos en tu cuerpo tendrías que perseverar en la disciplina del ejercicio. Así mismo, con el sólo hecho de ir a la iglesia tu fe no se va a fortalecer. Enfatizaba el expositor que es indispensable leer la Biblia y orar intensamente para ejercitar la fe de manera que se haga más fuerte.
Sus palabras me tocaron profundamente porque precisamente enfocaban las dos áreas en las que yo necesitaba hacer cambios. Empecé a orar pidiéndole a Dios que me diera las fuerzas para poder lograr los dos objetivos: las fuerzas para ir al gimnasio y la dedicación para orar.
Gracias a mi Señor pude perseverar en las dos áreas y cuando me faltaban las fuerzas en el gimnasio, me declaraba con convicción: “TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE”, venciendo así al dolor y al cansancio. De la misma manera, cuando oro y me canso, me digo a mí misma: Si puedo lograr una hora en el gimnasio con la fuerza que Cristo me da, así también puedo alimentar mi espíritu conversando con El.
Hasta el momento sigo luchando con todas mis ganas y con la fuerza que me da mi Dios Y para Su gloria he perdido 29 libras. También sigo aumentando el tiempo que dedico a la oración y a la lectura de la Biblia.
En conclusión, puedo decirte con seguridad, mi hermana, que con nuestras fuerzas nada lograremos. Es cuando confiamos a Dios nuestras debilidades, que El nos fortalece. Atrévete a depositar aún las cosas más sencillas a Sus pies y verás Su mano actuar.