Efesios capítulo 4, versículo 17 en adelante. Y escuchemos la palabra del Señor que te habla a ti, me habla a mí que puede cambiar mi vida si yo abro mi corazón a su efecto regenerador. Dice la palabra del Señor: “Esto pues digo y requiero en el Señor que ya no andéis como los otros gentiles que andan en la vanidad de su mente teniendo el entendimiento entenebrecido ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón los cuales después que perdieron toda sensibilidad entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Más vosotros no habéis aprendido así a Cristo. En verdad le habéis oído y habéis sido por Él enseñados conforme a la verdad que está en Jesús.”
Y este es el pasaje que nos concierne a nosotros, estos tres versículos hoy. Dice: ‘En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos y renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del nuevo hombre creados en un Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual desechando la mentira hablad verdad cada uno con su prójimo, que somos miembros los unos de los otros. Airaos pero o pequéis, no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.
El que hurtaba, no hurte más sino trabaje haciendo con sus manos lo que es bueno para que tenga que compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca sino la que sea buena para necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la Redención. Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maleficencia y toda malicia antes sed benignos unos como con otros. Misericordiosos, perdonando unos a otros como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Estamos hablando acerca de la santidad y dijimos que este pasaje que prestaba muy bien porque describía varios de los aspectos que giran alrededor de este tema. Y para refrescar sus mentes y la mía hablábamos del hecho de que Pablo comienza diciendo: ‘Esto digo y requiero’, queriendo decir que la santidad no es una opción, no es algo que usted puede decidir tener o no tener. No es algo que al Apóstol Pablo, aquel ex fariseo de Siglo I se le ocurrió y está metiendo allí para aguarnos la fiesta de la vida.
Sino que es algo que te dice, se requiere y no es por cosa de hombres sino porque el Señor lo demanda. El Señor quiere que su pueblo ande, no como anda el mundo, no como andan los otros gentiles, sino como anda esa nueva creación que ha sido transformada y que ha sido regenerada por el poder de Jesucristo.
Los hombres allá afuera andan conforme a la vanidad de su mente, los hombres allá afuera andan conforme a su filosofía, conforme a su sistema de ética, conforme a sus inventos morales, conforme a su imaginación, conforme a lo que a ellos les parece conveniente y bueno. Y decíamos que el intelecto nunca puede generar la vida que sólo Dios puede, dar nunca puede generar la santidad que sólo se encuentra cuando estamos compenetrados con la vida de Dios. Y por eso el apóstol dice: ‘Aquellos gentiles que están en el mundo están ajenos de la vida de Dios’.
Cuando usted no está en Cristo, usted está ajeno de la vida de Dios. Cuando usted no tiene a Cristo como el centro de su vida; cuando usted no tiene el poder, la sangre de Cristo corriendo por sus venas, usted está ajeno de la vida de Dios. Y eso siempre suena escandaloso para las personas que no están acostumbrados a este tipo de imagen y de vocabulario bíblico. Porque dicen: “Pero si yo voy a la Iglesia, si yo me considero cristiano, si yo tengo temor de Dios, yo no le hago mal a nadie”.
Hermanos, la Biblia me dice a mí que sólo cuando tú tienes un encuentro personal con Jesucristo es cuando tú entras verdaderamente en contacto con la vida de Dios. Mientras tanto por más buenas intenciones que tú tengas y por más sano que sea tu camino conforme a los hombres, conforme a la mente de los hombres, tú todavía estás ajeno de la vida de Dios. Estás en ignorancia; estás allí no porque Dios no te haya hablado, ni porque Dios no haya querido revelársete a ti, porque ya lo ha hecho en miles de maneras sino por la dureza de tu corazón. Porque no has querido escuchar.
Y el Señor llama a todo hombre, a toda criatura a compenetrarse con su vida, a compenetrarse con la sangre de su hijo a través de ese gesto sencillo de entrega a Él. Y hablábamos acerca de ese proceso degenerativo a través del cual pasa el hombre, la mujer cuando el enemigo de su alma comienza a tenderle de todo tipo de trampas y poco a poco le va desgastando el sentido moral y le va quitando el gusto por la cosa espirituales y va transformando su sensibilidad y va cada día limando y quitando ladrillo por ladrillo esa estructura moral que Dios ha puesto nosotros. Hasta que llega un día que perdemos la sensibilidad hacia las cosas del mal.
Ya nos escandaliza el pecado y entonces comenzamos a cometer, con avidez toda clase de impureza y un día nos despertamos y decimos: “Señor, ¿dónde estoy metido? No puedo salir de estas cadenas porque el enemigo ha montado una trampa y nos ha ido poco a poco desgastando el poder espiritual y ya no encontramos el camino. Y entonces el Apóstol decía: “Pero ustedes cristianos, ustedes están aquí -Roberto Miranda que predica- ustedes no han aprendido así de Cristo”.
Hemos dicho muchas veces que Jesús es el modelo moral por excelencia y que usted no tiene que tomar sus dictados espirituales y morales del Pastor o de los líderes de la iglesia, o de esa hermanita consagrada al Señor que usted admira. Usted toma su directiva de Cristo Jesús. Usted toma su modelo de aquel que nadie a través de miles de años de buscarle nunca le han puedo una sola falla. Y si su modelo es Jesucristo, si usted ha aprendido verdaderamente de Jesús, usted va a comenzar a conformar su vida, su comportamiento, su manera de hablar y de pensar a la vida, a la verdad que está en Cristo Jesús.
Ahora el Apóstol Pablo continúa, hasta ahora tenemos una imagen negativa. Ha habido allí una comparación de lo que es el mundo y como el mundo está metido en esta trampa que el enemigo de su alma, que el príncipe ha urdido alrededor de él y ahora el Apóstol Pablo nos da un sano consejo y nos dice: ‘En cuanto a la pasada manera de vivir –que interesante, nos podríamos detener allí un momentito- dice “en cuanto a la pasada manera de vivir” y es interesante que el Apóstol Pablo siempre asume como que nosotros ya hemos trascendido esas limitaciones y esa pecaminosidad del mundo.
Dios da por sentado que si tú entras en la economía divina, en el mundo del espíritu, tú enseguida vas a entablar una nueva manera de vivir. Al gobierno ese versículo dice: “Si alguno está en Cristo nueva criatura es”. Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son echas nuevas.
Y qué desgracia, sin embargo que hay tanta gente en la iglesia de Jesucristo, a las cuales esas palabras no les aplican “en cuanto a la pasada manera de vivir”. Más bien podría decirse ‘en cuanto a la presente manera de vivir’. Entendemos todavía que la palabra del Señor, la intención del Señor, la visión que el Señor ha tenido desde el día que nos dio nueva vida a través de Jesucristo, todavía no se ha cumplido plenamente dentro de nosotros.
Y que esa palabra todavía no se ha cumplido en mi vida “en cuanto a la pasada manera de vivir” pues yo todavía estoy metido en las trampas del enemigo. Todavía le doy curso en mi vida, todavía le doy cabida para que entre y salga de mi vida, todavía le doy lugar real en mi existencia. Y la Biblia dice “en cuanto a la pasada manera de vivir”.
El Señor asume que tú y yo, hermano, hermana estamos envueltos en un proceso de lucha y que ya las cosas pasadas son precisamente cosas pasadas. Ahora estamos en esta economía divina que se asume que ya estamos participando directamente de la vida de Dios. Así lo dicen apóstol Pablo en Colosenses, también, dice: ‘Haced morir, pues lo terrenal en vosotros –y entonces habla de alguna de esas cosas y dice- en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ella.’
Mi petición ante el Señor, es cada día: “Señor que esa palabra tuya, que esa asunción tuya, que eso que Tú asumes que es un hecho en mi vida se haga real. Qué cuando tú hables de todas esas cosas que caracterizan al mundo que no te conoce, que yo pueda sentir: “Sí, Padre, verdaderamente Tú estás hablando a una persona que puede hablar del pasado, que puede hablar de lo que es ahora en Cristo Jesús”
Y ese debe ser nuestro anhelo, hermanos, esa debe ser mi oración, esa debe ser mi agonía día tras día. Señor, que esa palabra tuya, que esa intención tuya, que esa visión tuya para mi vida se haga una realidad y que un día plenamente yo pueda decir: “esa pasada manera de vivir está crucificada. Ha sido echada afuera, ha sido dejada atrás”.
Y el apóstol Pablo dice: “Despojaos del viejo hombre”. En cuanto a esa manera de vivir, hermanos, desvístanse del viejo hombre. La vida creativa de Dios muchas veces comienza con lo negativo. Dios es el arquitecto por excelencia, Dios es el ingeniero por excelencia.
Y ustedes saben que cuando los hombres van a construir una estructura alta y grande y fuerte, ¿qué hacen primero? Cavan un gran hoyo, quitan la tierra, quitan la piedra, quitan aquello superficial y entonces después de hacer un gran espacio y de pasar un buen tiempo edificando una base, entonces pueden poner lo verdadero, entonces pueden poner lo duradero. Y la vida cristiana, poderosa, la vida que Dios bendice, el ministerio que Dios usa siempre tiene que comenzar de una manera destructiva.
Y escuchen lo que les quiero decir. Siempre tiene que comenzar de una manera negativa con cavar, con despojar, con quitarse, con desvestirse. Si yo verdaderamente quiero que Dios me use, que Dios se glorifique en mi vida y que Dios use mi ministerio, yo tengo que reconocer que Dios va a tener que desvestirme y despojarme de muchas cosas que a mí me son agradables y que me son atractivas y que al mundo le encanta verlas. Y que son lo que muchas veces les da popularidad y grandeza y carisma a los hombres ahí afuera.
Y ¿cuáles son esas cosas? ¿Qué es esto del ‘viejo hombre’? Evidentemente no se refiere al aspecto humano. Muchos de nosotros quisiéramos si pudiéramos despojarnos de ese viejo hombre físico. No se refiere a ese aspecto. La Biblia habla de ese hombre exterior, ese hombre carnal, ese hombre superficial. Ese ser que está en ti y que está en mi que se ha ido fortaleciendo y ha ido creciendo a través de los años: desde que yo nací y la vida que yo pasé sin Cristo, sometido a los deseos y a los valores del mundo y a las enseñanzas y a la mentalidad del mundo. En mi se ha ido formando una costra externa, un animal que vive dentro de mi que la Biblia llama ‘el viejo hombre’.
Ese ser está penetrado por el pecado. Ese ser se ha acostumbrado a hacer lo que a él le gusta, ese ser es un ser egoísta. Ese ser no puede concebir las cosas de Dios porque las cosas de Dios están en otro plano al cual él no tiene acceso; ese ser se ha ido formando a través de cada momento de sensualidad, de ira, de entrega al mundo, de amistad con el mundo y poco a poco se ha ido fortaleciendo dentro de mí y ha amarrado unas cadenas poderosas alrededor de mi y estoy esclavizado a él. Ese ser Dios no lo puede usar, Dios tiene que desecharlo.
Esa es la vieja vida que tendrá que quedarse aquí en esta tierra y que nunca podrá tener acceso al reino de los cielos. Ese es el ser que comienza a -perdonen la expresión- pudrirse desde que usted da su último aliento y ese ser que ser se queda. No tiene entrada en el reino celestial.
Y se supone que usted y yo cuando entramos en el reino de Dios, entendamos hay cosas en mi, en mi carácter, en mi mente que Dios tiene que sacarlas, Dios tiene que quitarlas. Yo tengo que despojarme de ellas y dejarlas como yo dejo un vestido viejo. Como una serpiente se quita la piel vieja y tiene una piel nueva. Yo tengo que despojarme de todo aquello que no glorifica a Dios en mi vida. Aquellas cosas que a veces me son atractivas, sumamente deleitosas a mi corazón de hombre pero que Dios no puede bregar con ellas.
Y ese temperamento que me aguanta y que me hace cometer tonterías y decir cosas malas y que deshonran al Señor aunque, me da gozo su cuando yo le doy rienda suelta. Yo tengo que entender que Dios no puede glorificarse plenamente en mí, mientras yo viva esclavizado a él. Yo tengo que dejarlo. Y esa mente sensual que me lleva continuamente de un lado para otro a lugares que yo se que me hacen daño y que me van absorbiendo la vitalidad espiritual yo tengo que crucificarlo por la presencia de Cristo en mi vida.
Yo tengo que reconocer que si yo quiero verdaderamente entrar plenamente en la mente de Dios para mi yo tengo que despojarme de eso también. Y esos temores y estas actitudes y esas palabras ociosas y ese vocabulario que a Dios no le glorifica, yo tengo que dejarlo en el nombre del Señor y pedirle al Señor: “Señor, líbrame cada día de el”.
Y hermanos, eso es lo más duro: ese proceso de despojamiento. Y por eso es que en la iglesia muchas veces no se habla acerca de ello porque resulta amenazante. Resulta amenazante para el que les habla. A veces los hermanos me dicen: “Hermano, gracias, ese sermón me vino bien”, yo le digo: “Amén, hermano, a mi me vino muy bien también”. A veces yo soy el que se predica los sermones a sí mismo.
Y todos nosotros tenemos que pasar por un proceso de despojamiento, de soltarnos de aquella vieja criatura que está muy a tono con las señales que le envía el enemigo y que tengo que sacarlo de mi vida, despojarme de él. El hombre natural, el hombre carnal, el hombre que no tiene la vida de Cristo dentro de si, vive conforme a los dictados de la carne y del mundo.
El enemigo ha armado una conspiración para que su transistor del viejo hombre sólo reciba las instrucciones que vienen de Satanás. Y se ha volteado la jerarquía que Dios tenía en su mente cuando creó al hombre y entonces ese viejo hombre vive obedeciendo a los dictados de la carne, a los dictados de este mundo. Su reino está aquí en este mundo, su destino está aquí en este mundo, su gloria está en este mundo. Su satisfacción está en las cosas del mundo y está ajeno de la vida de Dios.
Y la Biblia te dice a ti: “Tienes que despojarte de ese viejo hombre. Tienes que despojarte de tu pasado”. Yo les digo que eso es la cosa más agónica que usted verdaderamente entre en un pacto con el Señor y usted le pide: “Señor, trata conmigo”.
Porque hay cristianos que permanecen como niños espirituales, como les decía el Apóstol Pablo a los Corintios: “Yo quisiera hablarles a ustedes de cosas profundas, pero no puedo, tengo que hablarles a ustedes con leche espiritual porque no son capaces –debiendo serlo- de digerir comida sólida, comida fuerte”.
Hermanos, la desgracia es que en la vida de la iglesia hay tanto cristianos que vienen los años y se van los años y entran los años y se salen los años y seguimos iguales porque seguimos enamorados de ese “viejo hombre”. El no se va fácilmente, ¿saben? Él se agarra con uñas y dientes y cuando usted trata de sacarlo, él patalea y protesta y se queja y él está allí agarrado.
Pero la Biblia dice: “Despójate. Sal de él porque no tiene entrada en el Reino de los Cielos”. Porque ese hombre está viciado –esa es una palabra bien fuerte- está podrido, está penetrado por el mal. Su naturaleza misma está traspasada por el mal.
Está viciado conforme a los deseos engañosos. Esa expresión es interesante: “deseos engañosos”, es decir está viciado y dañado conforme a las pasiones, a los sentimientos profundos, engañosos –esa es una palabra interesante también- porque el enemigo, hermanos, cuando quiere amarrar a una persona primero le presenta todo tipo de escenarios bonitos: ‘Si tú haces esto, mira, te voy a dar aquello’. ‘Si tú te emborrachas, te vas a sentir bien, vas a ser un súper hombre. Vas a poder enamorar a tu novia que ni Shakespeare el poeta lo haría tan bien'. ‘Te vas a parar en una barra que si te miran mal te vas a comer a los niños crudos’.
Pero al otro día cuando están los ojos amoratados y el dolor de cabeza y los amigos sorprendidos y viene la depresión natural que deja toda borrachera, ustedes verdaderamente se sienten como que lo han engañado. Le han vendido gato por liebre, como dicen por ahí.
Esta semana yo hablaba en la Prisión de Norfolk y yo veía estos jóvenes algunos de ellos guapos. Es una cosa que a mí siempre me impacta: el hecho de que hay tanto hombre atractivo y fuerte y alto en las prisiones y es el orgullo de la vida, ¿saben? Dios a veces les da a los hombres muchos talentos y muchas cosas buenas y entonces ese orgullo que tienen se hace tan grande y se hacen fácil presa para el enemigo.
Pero yo hablaba a jóvenes y adultos y yo les decía: Yo comparo muchas veces a Satanás con un cazador extremadamente hábil en la cacería humana. Porque él es un psicólogo extremadamente desarrollado que ha tenido miles de años para ir estudiando el género humano y le puede tender todo tipo de trampas. Y como Satanás va inventando pensamientos y deseos en nuestros corazones y ambiciones que un día nos despertamos y han traído tragedia a nuestras vidas.
Yo les decía a ellos: ¿cuántos de nosotros nos hemos enamorado de estas imágenes que Satanás ha puesto en nuestras vidas de riqueza, de gloria? ‘Voy a vender droga.’ ‘Voy a hacer esto.’ ‘Voy a buscar por allí. Me voy a meter en este complot para sacar dinero.’ ‘Voy a robarle a Fulanito.’ ‘Voy a hacer esto y me voy a hacer rico y voy a tener dinero y después me voy a retirar a la Florida con un yate y con muchas mujeres y con una casa grande.’
Y te llena la mente con grandes imágenes y tú te vas tras ellas como la liebre al matadero y él te engaña. Y un día tú te despiertas descubres que en vez de la casa rosada allá en alguna parte de la Florida tienes las celdas de la prisión rodeándote. Y tú te despiertas y dices, ‘¿qué pasó?’
Hola. Dios te bendiga, te habla el Pastor Roberto Miranda. Gracias por escuchar nuestros mensajes y nos da mucho gozo saber que este programa está siendo de bendición para tu vida. Quiero dejarte con las palabras de bendición de Moisés al pueblo de Israel: “Jehová te bendiga y te guarde. Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia. Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz". Es un privilegio para mí ser parte de tu vida. Espero que sigas sintonizado a nuestro programa: Una cita con Cristo. Te bendigo en el nombre de Jesús.
Y pasan los años y tú vas de un problema a otro, de un tropiezo a otro y un día te miras viejo y fracasado y derrotado y merced a los movimientos de los hombres en el sitio donde te tienen y te preguntas: “¿Qué he hecho yo de mi vida?” Te dejaste gobernar por los deseos engañosos. ¡Y cuántos hombres hay que se entregan al vicio y al placer!
Y son jóvenes y todavía tienen mucha energía, tienen un gran capital de energía vital que la vida les ha dado y Satanás les dice -como decía el rico e insensato-: “Alma mía, goza. Prueba de todo, deléitate, porque tienes muchas cosas para muchos años. Esa fuente de fuerza que tú tienes nunca se va a agotar,” y Satanás te promete grandes goces, grandes victorias y grandes placeres y tú comienzas a derramar tu vitalidad masculina en la tierra y comienzas a dañadar tu cuerpo y comienzas a llenar de impureza tu mente. Y Satanás te va dando soga y soga y soga y él te dice: “No te preocupes, la noche es larga. Puedes disfrutar.”
Y un día te encuentras viejo y solo y desgastado y sin fuerzas y te dices: “¿Qué le pasó a mi vida? ¿Dónde se fue la fuerza que yo tenía?” El enemigo de tu alma, la derramó en la tierra. Te dejaste dominar por los deseos engañosos. Le diste al Diablo tu vitalidad.
Hermanos, Dios ha puesto en nosotros un mecanismo que funciona más precisamente que cualquier mecanismo profundo, que cualquier computadora, que cualquier reloj suizo.
Y cuando tú violas el funcionamiento de ese mecanismo que Dios ha determinado sólo te queda la degeneración, la destrucción, la debilidad, la tragedia, el arrepentimiento, la noche oscura, el temor de la muerte al final de tus días.
Y no podemos permitir que ese ‘viejo hombre’ viciado conforme a los deseos del mundo nos controle. Tenemos que denunciar la artimaña de Satanás llamándolo por tu nombre “eres un mentiroso” y lo único que él produces es engaño pero gracias al Señor, que la palabra de Dios no se queda en dictados negativos, en veredicto tristes. Y el Apóstol nos da una alternativa sana de vida, de poder y dice: “Renovaos en el espíritu de vuestra mente”.
Hermano, la alternativa a tú dejar que ese ‘viejo hombre’ se haga más viejo y más decrepito cada día en tu vida es la renovación. La vida de Dios corriendo dentro de ti y cada día dando nueva vida. El detenimiento de ese proceso destructivo y el iniciamiento de un proceso de rejuvenecimiento, de poder, de victoria, de gloria de crecimiento a través de la vida de Jesucristo, renovándote dentro de ti. Porque en última instancia la vida del cristiano tiene que ser eso. Tiene que ser un ir de gloria en gloria, de crecimiento en crecimiento, de bendición en bendición.
Me encanta esas palabras del Viejo Testamento que dicen: “Porque la senda del justo es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” Y nosotros, hermanos, tenemos que ser así, tenemos que ser como esa luz de la aurora que comienza oscura, que comienza sumida en las tinieblas y que va poco a poco luchando con las tinieblas y que las va despejando y uno comienza a ver un asomo de luz y va creciendo a las nueve de la mañana y ya a las doce en un día soleado es una plenitud total. Y así es el cristiano.
Es otro pasaje que dice: “Los jóvenes se fatigan y se cansan. Los jóvenes flaquean y caen pero los que esperan a Jehová levantarán alas como las águilas.” Dice el salmista así mismo: “Aún en la vejez fructificará, estarán vigorosos y verdes para anunciar que Jehová, mi fortaleza es recto y que en Él no hay injusticia”.
Al hombre que está siguiendo conforme a los deseos engañosos del mundo, a la mujer que se entrega a las pasiones y a la sensualidad y a las cosas de este mundo -déjenme hacer un paréntesis aquí porque estoy hablando solamente de sensualidad y cosas- hermanos, todo lo que es de este mundo está destruido. No solamente lo sensual aunque yo me meta en algo muy exaltado, si mi vida solamente se reduce a las cosas del intelecto y si lo mío está solamente en escribir libros y hacer fama y hacer nombre conforme a los hombres, si yo soy un gran filántropo y doy dinero y mi vida se reduce a eso solamente, o si yo soy un gran artista y hago obras que todos admiran que adornan la cultura en que yo vivo y eso es todo lo que yo tengo para ofrecer, yo también estoy dominado por las pasiones y los deseos del hombre.
No crean ustedes que son solamente aquellas cosas obviamente destructivas. Todo aquello que permanece dentro de la dimensión de este mundo, de la historia todo eso es el viejo hombre. Y nosotros tenemos que ir dándole un nuevo matiz a todas esas cosas.
Porque alguna de ellas son buenas pero tenemos que estarlas sometiendo entonces a lo que dice la palabra de Dios.
El caso es que decíamos que cuando el hombre se consagra a las cosas del mundo lo que le espera es el decaimiento, lo que le espera es la debilidad creciente a medida que avanza el tiempo. Pero cuando el hombre ha buscado su gloria en Dios y se ha enchufado a la energía divina y a establecido su contacto con la vida de Dios, esa vida está continuamente renovándose dentro de él y aunque el cuerpo se va decayendo y aunque en menos atractivo físicamente, pero su espíritu como que comienza a brillar cada vez con más fulgor.
Y esa persona a medida que crece se hace como más fácil estar con ella; tiene más bendición en el hablar con esa persona; buenos consejos salen de su boca; su presencia misma inspira confianza, la gente lo busca en su momento de angustia porque sienten que allí hay una roca que no se mueve fácilmente.
Y esa persona va cobrando gloria y gloria y aunque está vieja y -dirían los hombres- acabada físicamente pero su espíritu está brillando cada día con mas belleza.
Hermanos yo quisiera ser así y aunque me esté arrastrando con un bastón por la vida pero que mi espíritu usted brillando de tal manera que haya que cerrar los ojos para gloria de Dios. Y nosotros tenemos que desear eso y los jóvenes que están aquí tienen que desear eso. Tienen que poner su mira en las cosas de arriba, tienen que dejar de mirar tanto las cosas de esta carne.
A veces vivimos tan esclavizados a las modas y al que dirán y al cuerpo y al ejercicio y al este y a lo otro. Total cosas que se disipan en un momento y que desaparecen con el tiempo. La Biblia dice: “Los que son del espíritu piensan en las cosas del espíritu”. Mis prerrogativas y mis prioridades están en la patria celestial. Porque yo no soy ciudadano este mundo.
Mi búsqueda tiene que ser la búsqueda de la gloria de Dios en mi vida cada día más y más. Y ahí están mis intereses, ahí está mí tiempo, ahí está mi pensamiento, ahí están mis energías y Dios se encarga de darme cada día más y más conforme yo le voy soltando a Él más y más. Por eso yo le doy gracias al Señor, que a tiempo en mi propia vida, yo pude entender que aunque estaba disfrutando mucho carnalmente, pero que mi vida se estaba precisamente yendo por la tierra, se estaba desparramando. Y Gracias a Dios que Él tuvo misericordia y me llamó a tiempo.
Y los jóvenes tienen que estar buscando que su cuerpo sea ese templo del espíritu Santo donde Dios pueda morar y llenarse de gloria dentro nosotros.
El Apóstol Pablo decía en Segunda de Corintios, dice él: “Por tanto no desmayamos,” es decir no nos desalentamos. Antes aunque este nuestro hombre exterior, nuestra carne se va desgastando, el interior -es decir el espíritu, no obstante- se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de Gloria.
Hermanos, las tribulaciones de la vida en las manos del cristiano, en la sensibilidad de un ser que ha sido regenerado por la palabra de Cristo lo que hace es que le producen gloria. Cuando vienen las tragedias de la vida yo las recibo, brego con ellas, las neutralizo y las uso para ser más fuerte en el Señor. Pero si yo no tengo la paz de Jesucristo, si yo no tengo la mente de Cristo en mi vida las tragedias de la vida me van a parecer todo lo contrario: van a ser indicios de la futilidad, del carácter vano de la existencia, la injusticia del universo, de la falta de Dios en el mundo. Pero el cristiano es todo lo contrario. El cristiano se renueva por medio de todas las experiencias de la vida, positivas o negativas.
El cristiano se renueva en el espíritu de su mente, no en su mente sino en el espíritu, en la parte interior en la esencia de su ser. Porque los hombres quieren renovarse y es más los hombres se renuevan periódicamente. Pero lo que consiguen hacer es simplemente recoger el polvo, como hace uno a veces en las casas, cerrar las ventanas; el mundo es así cuando los hombres quieren reformarlo y quieren transformarlo.
Pero lo que han hecho es que han cerrado las ventanas para que la gloria de Dios no entre, la palabra de Dios no entre en sus vidas y se han puesto a barrer y cogen el polvo y lo echan de una esquina a la otra esquina y levantan mucho polvo y dicen: “¿Ven? Estamos barriendo, estamos cambiando, estamos limpiando”. Pero cuando el polvo ya hace así y se baja hay la misma cantidad de sucieza y de polvo dentro del espacio que había al principio. Entonces están contentos porque ¿ven? “Ya nos renovamos, ya cambiamos”.
¿Cuántas discusiones no tuve yo cuando estaba en la universidad con mis amigos marxistas y llenos de fuego para transformar la sociedad y pelear por el nuevo hombre, etc., etc.? Y yo les decía: “Señor denle tiempo a estas cosas.” Cuando me decían por ejemplo: Cuba, el gran experimento. Y ningún experimento más noble ha hecho la humanidad para transformarse y se hablaba del nuevo hombre marxista. Hoy en día tienen tantos escándalos y tantas necesidades y tantos problemas como cualquier otro país.
Y yo veo allí los políticos tratando de encontrar maneras disimuladas de destruir y desmontar el mecanismo este grande y monstruoso del comunismo, pero quedarse lo más calladito posible sin perder mucho la cara porque han sido humillados por la historia. Y yo me pregunto viendo esa pared, cortina de hierro, caer en un día que ni los más profundos expertos políticos podían haber predicho eso y vea lo que está pasando en Rusia.
Y yo me digo: “¡Caramba! Si los hombres pudieran entender que fuera de Dios no hay nada”. Fuera de Dios no hay esperanza. Y uno se lamenta de cuantos millones de campesinos rusos tuvieron que morir a las manos de Stalin y de sus seguidores -más de 6 millones, se estima que quizás 13 o 14 millones- para que se pudiera montar esas transformaciones, entre comillas, de la sociedad rusa. Y hoy millones de vidas después y veinte mil tragedias después están diciendo: “Nos equivocamos, vamos a comenzar de nuevo.”
Y cuando ya el comunismo haya sido desacreditado completamente vendrá otro idealista por allí, salido de alguna cueva a presentarle a la humanidad otro modelo, otra esperanza de renovación y volverán los hombres a matarse; y volverán los hombres a enamorarse de esos ídolos, y volverán a verter su sangre y su vitalidad. Y años después volverán a desilusionarse y se repetirá el proceso y el cazador de la humanidad estará allí ofreciéndoles a los hombres renovación y lo que le está ofreciendo es muerte paulatina, muerte gradual y la humanidad necesita escuchar que sólo en Cristo hay renovación.
Sólo en Jesús hay esperanza, solo Jesús puede darnos una renovación espiritual desde adentro porque hasta que el hombre no sea transformado en su fundamento mismo, en la raíz de su ser, no hay esperanza para él. Lo que hay es muerte, lo que hay es engaño, lo que hay es decepción y desaliento cuando descubrimos que nuestros grandes inventos y nuestros grandes ídolos que construimos resultan ser huecos y resultan simplemente encerrar serpientes dentro de ellos.
Por eso el Apóstol también le habla a Tito –capítulo 3, versículo 5- dice: “Cristo nos salvó, no por obras de Justicia que hubiéramos hecho sin por su misericordia. Por el alabamiento de la regeneración y por la renovación en el espíritu Santo”.
La obra que Cristo ha hecho en mi vida y en la vida suya, si usted está en él, no es por cualquier cosa que usted pueda hacer. No es por cualquier esfuerzo que usted en su mente pueda generar, sino por la regeneración y la renovación en el espíritu santo. Por el lavamiento de tu vida en la sangre del cordero en el agua de la palabra de Dios.
Y no es por nada que tú puedas inventar ni nada que tú puedas hacer por tu propia cuenta. Por eso cuando Nicodemo vino ante Jesús, lleno de palabras y de intelecto y le dijo “Maestro sabemos que tú tienes que venir de Dios porque nadie hace las cosas que tú haces si no vienes de Dios” y Jesús le dijo –lo paró en seco y le dijo: “El que no naciere de nuevo no podrá entrar al Reino de los Cielos.” Le paró el caballo, le cortó la conversación.
Nicodemo quizás tenía esta idea de venir y sentarse a tomar café con este nuevo rabino que apareció en el escenario judío y hablar con el acerca de Teología y de religión y esto y lo otro. Y comenzó con un cumplido y Cristo le dijo “No tengo tiempo para esas tonterías, Nicodemo. Tú necesitas nacer de nuevo. Tú necesitas ser renovado por mi espíritu. Tú necesitas recibir vida a través de la palabra verdadera de Dios y de la sangre que yo voy a derramar en la Cruz del Calvario.”
“El que no naciere de agua y del espíritu no puede entrar en el reino los cielos. Nicodemo, lo que hace la carne, carne es; lo que hace el espíritu, espíritu es.”
“Si tú quieres verdaderamente entrar en contacto con la vida de Dios tienes que hacerlo a través la regeneración del espíritu, de la vida mía entrando en la tuya.”
Los hombres tratan de hacer veinte mil morisquetas, movimientos y cosas para escapar el hecho de que todo comienza cuando somos renovados y transformados por agua de Cristo; cuando dejamos que el Señor haga su obra completa dentro de nosotros. De otra manera no hay posibilidad esperanza. “No mintáis los unos a los otros, habiendo despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido de nuevo, el cual conforme a la imagen que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno.”
Hermanos, este es un proceso que se inicia cuando yo recibo a Cristo en mi vida, el Señor comienza a trabajar en mi y a medida que yo le voy cediendo partes de mi ser, Dios va purificando mi mente. Dios va tomando esa mente corrupta del pasado en ese cuerpo traspasado por las pasiones y poco a poco, paulatinamente renovando poco a poco en nosotros una nueva vida, hasta que un día nos despertamos y somos nuevos.
El Apóstol Pablo también lo dice en Romanos, dice: “No os conforméis a este siglo sino transformaos.” ¿Por qué? “Por medio de la renovación de vuestro entendimiento.”
Mi mente necesita ser renovada, tu mente necesita ser renovada cada día. Yo necesito someter las partes de mi vida para que el Señor ponga partes nuevas. El Señor no quiere “riverdear” ¿ustedes saben esa palabra? Mi cuerpo ni mi mente. Él quiere darme una mente nueva, una sensibilidad nueva. Él es el mecánico por excelencia que dice: ‘Yo no puedo renovarte lo que tú tienes ni puedo darte una parte usada.’ Yo te quiero dar algo diferente, algo nuevo, algo creado especialmente para ti y para mí.
Como dice el profeta dice: “Yo daré -hablando de la palabra del Señor- cogeré ese corazón de piedra que ustedes tienen allí y que se ha calcificado a través de la vida a través de la vida y les voy a dar un corazón de carne. Yo voy a sacar todo eso que está viciado y voy a poner nuevas partes dentro de ustedes y a través de la vida a medida que ustedes se vayan abandonando a mí, yo sacaré viejas partes y pondré nuevas partes. Yo sacaré los pensamientos destructivos y pondré pensamientos nuevos. Yo sacaré el temor y pondré poder y dominio propio. Yo sacaré la ira y pondré mansedumbre, yo sacaré el orgullo y pondré humildad. Yo sacaré empecinamiento y glorificar a ti mismo y pondré mirar y buscar la gloria de Dios en tu vida”.
Y así es que el Señor va renovándonos. Y ese proceso, hermano, nunca se podrá cumplir en tu vida hasta que Dios no te pase por la cruz. Yo les explicaba eso a esos hombres ahí en la prisión. El arma que Dios usa para transformarnos y renovarnos es la cruz de Cristo hecha realidad en nuestra vida.
La cruz de Cristo no es solamente algo histórico que pasó hace dos mil años, sino que es un proceso a través del cual Dios tiene que pasarte a ti y a mí para que nosotros accedamos a la vida plena de Cristo Jesús. Y ¿cuál es esa cruz? Esa cruz no es algo poético, esa cruz es una realidad: los dolores de la vida, los sufrimientos de la vida, los sinsabores, las enfermedades, las luchas, las decepciones. Todas estas cosas van minando nuestro amor y nuestro apego a las cosas del mundo y nos van dando una nueva visión, un nuevo apego una nueva lealtad a las cosas de Dios.
Muchos de nosotros no queremos que Dios haga esa obra, nos mantenemos erguidos. No queremos que Dios nos de esa medicina que puede transformarnos. Y cuando Dios la quiere dar y cuando Dios quiere posar la cruz sobre nuestras espaldas nos molestamos y la echamos de nuestras espaldas y Dios no detiene su proceso.
Dios quiere renovarnos y Él viene día tras día y te dice “Hijo mío, déjame ponerte la cruz y lleva esa cruz cada día. Deja que las experiencias de la vida te vayan amansando y te vayan endulzando y no te apegues a las cosas _____ porque yo no voy a desistir de trabajar contigo, porque mi propósito es que tú llegues a la plenitud de Cristo Jesús en tu vida.”
Así que, hermanos, renovémonos, busquémonos más y más en ese nuevo entendimiento de la existencia en Cristo Jesús. El resultado de todo esto, ya lo hemos dicho, hermanos, con esto yo concluyo: “Vestíos de nuevo hombre”.
Ese nuevo hombre es precisamente esos frutos de justicia, esos frutos de amor, de bondad, de mansedumbre, de paciencia, de benignidad, de amabilidad, de fe que Dios quiere infundir en nuestras vidas. Dios quiere darnos una nueva manera de pensar y de hablar y de ser. A Dios no le interesan las cosas externas que yo pueda hacer.
¿Ustedes creen que yendo a la iglesia los domingos y de vez en cuando haciendo una promesa o haciendo esto o haciendo lo otro, o trayendo gente a la iglesia o diezmando eso va a contentar a Dios?
Hermanos, lo que Dios necesita tu corazón, lo que Dios necesita es tu vida lo que Dios necesita es que tú le entregue la esencia de tu ser porque cuando Él tenga eso, tendrá todo lo demás. Y muchos de nosotros queremos chantajear a Dios y le damos dinero y le damos visitantes a que vengan a la iglesia y le damos asientos el domingo en la iglesia y todas estas cosas y Dios dice, “a mí no me interesan ninguna de estas cosas, me interesa tu corazón, me interesa tu vida, me interesa que tú dejes que yo obre en ti. Obediencia quiero y no sacrificio,” dice el Señor.
El Señor quiere que tú obedezcas su palabra, el Señor quiere que tú te sometas a él y que tú te vistas del nuevo hombre en Cristo Jesús. El Apóstol lo dice en Gálatas: “Lejos esté de mi gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo por quien el mundo me es crucificado a mí y yo al mundo”. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada ni la incircunsición sino… ¿qué? Una nueva creación. Un nuevo hombre.
A Cristo no le interesan las religiosidad nuestra, a Cristo no le interesa el ropaje religioso con que nos vestimos, a Cristo no le interesa todos los disimulos y las ficciones que nosotros montamos para engañarlo a Él y hacerle creer que hemos llegado espiritualmente. El Señor sabe donde tú estás, Él sabe donde yo estoy y el Señor quiere simplemente una nueva creación en mí. El Señor quiere un nuevo carácter, una nueva vida, una nueva manera de comportarme.
Cuando el mundo me vea diga: “Ahí va uno de esos cristianos que ha sido tocado por el espíritu de Cristo. Ahí va un verdadero hombre que los comunistas y todos los demás que buscan nuevas creaciones puedan decir: ‘¡Ey! Ese espécimen que va caminando por ahí, ese puede ser un buen modelo para la nueva sociedad’ Nosotros continuamente estamos quedando cortos de ese ideal, el Señor quiere que nos vistamos de ese nuevo hombre en Cristo Jesús, creado no según los diseños de los hombres, sino según Dios en la justicia y la santidad de la verdad.
Hermano, cuando tú y yo hayamos hecho perfecta la morada de ese hombre, nuestra vida va a cambiar. Tendremos gozo, tendemos la paz que estamos buscando, tendremos el descanso para nuestras almas que a veces nos falta a pesar de todas las cosas con que adornamos nuestra vida.
¿Tú quieres verdadera paz en tu vida? ¿Tú quieres verdadera belleza y gozo y tranquilidad interior? ¿Por qué tú no dejas que el arquitecto por excelencia, el entrenador divino tome tu vida? Le dices al Señor: “Señor, yo quiero despojarme de ese viejo hombre y no lo puedo hacer por mi propia cuenta. Yo quiero deshacerme de la sensibilidad y esta manera de pensar que yo sé que no te glorifica y yo quiero abandonarme a ti para que tú me laves con tu agua, tú me renueves con tu espíritu.”
Hermanos, ¿quién no quiere eso? Un tonto despreciaría la oportunidad de ser verdaderamente esa criatura que Dios puede decir apruebo de ella. Porque Dios es el máximo quality control, el experto por excelencia. Él sí sabe tus problemas. Pero yo si renuevo ese reto que dije al principio: la única esperanza está en Cristo Jesús, la única esperanza de cambio verdadero en tu vida está en Cristo Jesús, en la sangre que Cristo ha vertido por ti en la cruz del calvario.
El Señor dice: “Venid a mi los que estáis trabajados, cargados. Yo os haré descansar”.
Si tú quieres ser una nueva criatura tú tienes que comenzar entregando tu vida a Cristo Jesús.
¡Y qué sencillo ha hecho Dios ese plan! Él dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, dio a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree.” Creer es todo lo que tú necesitas. Creer que lo que yo estoy diciendo por la palabra de Dios es verdad y tiene aplicación para tu vida y que Dios pueda iniciar un propósito, un ámbito diferente dentro de ti.