El Dios del río

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Dice la palabra del Señor en esta tarde, “Me hizo volver luego a la entrada de la casa y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente, porque la fachada de la casa estaba al oriente y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar.

Y me sacó por el camino de la puerta del norte y me hizo dar la vuelta por el camino exterior fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente y vi que las aguas salían del lado derecho. Y salió el varón hacia el oriente levantando un cordel en su mano y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas.

Midió luego otros mil y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil y era ya un río que yo no podía pasar porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo, ‘has visto, hijo de hombre?’ Después me llevó y me hizo volver por la ribera del río y volviendo yo vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado, y me dijo, ‘estas aguas salen a la región del oriente y descenderán a la lava y entrarán en el mar y entradas en el mar recibirán sanidad las aguas y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entrare en estos ríos vivirá y habrá muchísimos peces por haber entrado allá a estas aguas y recibirán sanidad y vivirá todo lo que entrare en este río.

Y junto a él estarán los pescadores y desde En–Gadi hasta En–eglaim será su tendedero de redes y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande. Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán, quedarán para salinas. Y junto al río en la ribera a uno y a otro lado crecerá toda clase de árboles frutales, sus hojas nunca caerán ni faltará su fruto. A su tiempo madurará porque sus aguas salen del santuario y su fruto será para comer y su hoja para medicina.”

Dios bendiga su palabra en esta tarde. Si yo te dijera en esta tarde que Dios posee un cuerpo de agua en el que él quiere que tu te sumerjas. Y cuando hablamos de cuerpo de agua nuestra mente enseguida va a un río o al mar. Una referencia que tenemos aquí en Estados Unidos de un río, es el rio Mississippi, donde comienza el río Mississippi su anchura no es más de 3 pies, donde ese río nace no es más de 3 pies, pero todos conocemos cuando termina ese río cuán grande y poderoso es. Cuando cae mucha lluvia se sale de su cauce y afecta a toda la región que está cerca.

Pero en este contexto que estamos hablando qué pasaría si nosotros entráramos como Ezequiel a esas aguas? La diferencia del río Mississippi a estas aguas torrentes es que estas aguas provienen del umbral del altar de Dios. y ya esa composición es completamente diferente. Estas aguas no tienen ningún aditamento especial, humano, estas aguas no han sido preparadas en un laboratorio, estas aguas vienen del trono del Señor.

Si me permiten hacer una explicación espiritual de estos versos, quiero que en esta tarde nos conectemos con este río y cómo al entrar a este río va a mejorar donde estamos. La verdad es que todos tenemos espacio para mejorar. Créanme que podemos mejorar o seguir mejorando. Esta tarde te quiero retar a que no te quedes en la orilla, viendo como el río se desarrolla, que no te quedes mirando lo poderoso, lo fuerte, lo grande, lo espectacular de este río. No te quedes como un espectador.

Te quiero hacer el reto que el hombre que habla aquí en este pasaje le hace a Ezequiel, y qué implica eso para nuestras vidas. Viniendo de Dios estas aguas no requieren ningún tipo de filtro, son aguas puras, son aguas especiales, son aguas superiores, son aguas que tienen autoridad. Y en esta época en que estamos viviendo las circunstancias que nos rodean, los eventos fuera de nuestro alcance, han hecho muchos desarrollemos una mentalidad de trinchera para que nadie me lleve, para que nada me afecte, para que nada me tumbe, para que nada me dañe, me voy a quedar quieto, me voy a atrincherar, pero no me voy a mover.

Yo quiero que en esta tarde tu pienses, no es el tiempo de estar atrincherado. No es el tiempo de estar parado a ver qué pasa. No es el tiempo de admirar el río como si fuera un artificio de un museo o una pieza o una obra de arte. Es el tiempo de comenzar a entrar a esa agua, porque una vez, hermanos y hermanas y amigos, que tu entras a esa agua como entró el profeta Ezequiel, entramos a los tobillos y tu puedes sentir que el río tiene fuerza, pero todavía estás en los tobillos.

Lo magnífico de este río es que su curso y dirección ya ha sido determinado. Si ustedes pudieran ver la geografía cómo este río se mueve en esta visión que tiene Ezequiel desde el umbral del altar hasta el Mar Muerto, van a ver que eso es imposible. Pero es que nuestro Dios es el Dios de lo imposible.

So, si el curso de este río nada lo puede afectar y nada lo puede cambiar, qué estás esperando para entrar al río? Porque una vez en el río, el curso de tu vida y la dirección de tu vida nada la va a poder cambiar porque nada va a poder afectar el curso de ese río.

El Mississippi se alimenta de corrientes de aguas, a medida que va creciendo hay otros cuerpos de agua que lo alimentan pero este río que está viendo Ezequiel no tiene que ser alimentado porque ya fue alimentado por el trono de Dios.

Dice que este río tiene la autoridad para sanar los corazones rotos. Tiene autoridad para sanar vidas rotas. Tiene autoridad para llevarte a ti a alcanzar tus metas. Tiene la autoridad para llevarte a ti a tu máximo potencial dentro de ese río. En la trinchera no vas a alcanzar nada, vas a ver a otros que progresan, a otros que echan hacia adelante, a otros que tiene bienestar, a otros que alcanzan su futuro. No importa dónde estés, no importa cómo estés, lo que importa es que este río ha salido del trono de Dios y te alcanzará y una que te alcance cambiará tu vida. Y una vez que cambie tu vida, jamás serás la misma persona.

O sea que este río cambia el agua salada en agua dulce. Ningún otro río puede hacer eso, al contrario, se hace salado, pero este río es diferente. Y me hizo cruzar el agua la cual me llegaba a los tobillos. Ya Ezequiel entra a la primera parte, siente esa agua en los tobillos, pero todavía Ezequiel está parado sobre sus pies en el río, todavía él se puede salir del río. Todavía él puede decidir qué va a hacer dentro del río, puede regresar a la orilla y no seguir.

Y es ahí que yo veo una referencia de algo que yo observé en Nueva York. A veces veo a los hermanos de las iglesias como los niños que van a una piscina y no se quieren meter al agua que está en la piscina. Pero están viendo que otros niños están dentro de la piscina jugando con juguetes que son para la piscina. Y estos niños a veces que no quieren entrar a la piscina no se quieren mojar, tu le puedes decir, ‘pero muchachito, métete, prueba el agua, está fría, no te vas a ahogar, no es una piscina profunda,’ lo más que hacen es que se sientan en el borde de la piscina y ponen sus pies en el agua. Pero ellos quieren los juguetes de los niños que están dentro de la piscina y esos niños comienzan a gritar, a llorar, a patalear, a jalar, de mal humor, se quieren ir, no están contentos. Y nosotros no somos diferentes.

Queremos solamente mojarnos los pies sin entrar al agua, sin tomar el riesgo de confiar en el Señor y después nos molestamos con nuestros hermanos y hermanas que están disfrutando, están jugando dentro de ese río pero como yo no me quiero meter, porque no me quiero arriesgar, ni me quiero mojar, crea en mí una actitud completamente egoísta, porque yo quiero jugar con los juguetes del agua en la trinchera, pero los juguetes del agua son para jugar dentro del agua.

Los beneficios del reino son para aquellos que están sumergidos dentro del agua. La bendición de Dios dentro de sus pactos está reservada para el que está comprometido a tomar el riesgo y sumergirse. Queremos los beneficios pero no queremos los riesgos. Y después criticamos a quienes se arriesgan.

Levantamos voces de queja a aquellos hermanos y hermanas que se arriesgan porque nuestra falta de fe que no entendamos que mientras estemos en la orilla, secos, jamás sentiremos ni experimentaremos lo que es estar mojado en la presencia de ese espíritu de Dios.

Las decisiones no se toman en la orilla, se toman dentro del río. Si aspiras a liderato, a posiciones en nuestra iglesia, sal de la orilla, rompe con ese patrón generacional y entral al agua, sométete a la presencia del Señor, sométete a esa fe, toma el riesgo que dentro del agua jamás serás defraudado. Sal de la trinchera.

Si te quedas solamente tocando el agua con los tobillos, todavía tu tienes control sobre tu vida. Lo que Dios quiere es que tu dejes el control de tu vida a él. Si nos quedamos solamente con el agua en los tobillos no avanzamos al próximo paso. Te estancas. No puedes crecer, estás retrasando tu llamado a servir.

Imagínese que si no avanzamos o estamos estancados y no podemos crecer, por consiguiente, estamos afectando el crecimiento del Reino de Dios, porque estamos estancados. Eso es lo que proyectamos y estancados de esa manera estás afectando a tu familia, estás afectando tu vida, estás afectando todo lo que tocas porque tu visión está completamente sumergida y limitada a la orilla y a una trinchera.

Deja que el río, cuando comiences a entrar y avanzar, cambie el rumbo de tu vida, cambie el rumbo de tu familia para que te unas al curso donde va ese río. Ahora hace a Ezequiel entrar nuevamente al agua, ahora el agua le llega a las rodillas, ya no son los tobillos. Yo diría que esa es una manera espiritual de decir que es el momento de aprender que se es más alto en el reino de los cielos cuando estamos de rodillas que cuando estamos parados sobre nuestros pies.

Somos más grandes en el Señor cuando nuestra estatura está medida por nuestras rodillas y eso lo aprendemos en el río. Cuando estamos parados sobre nuestras rodillas nos afecta y nos pule y nos quita una piel que tenemos en la rodilla que se llama arrogancia/orgullo, porque es lo que yo puedo hacer, ‘oye, yo estoy en el río, yo tengo una idea, yo tengo un plan, yo tengo un propósito.’ Hermanos y hermanas, el río salió del trono ya con un propósito, con un plan y con un curso y dirección.

Él pide que te unas a ese río. A mí me enseñaron en Puerto Rico cuando tomaba clases para nadar, cuando se está en la playa, el fondo de la playa es desnivelado, puede ser parejo, no profundizar más allá del pecho, esa es la parte segura. Pero hay playas que tu caminas pensando que estás nivelado y de momento te vas, en un hoyo. Y yo pasé por la experiencia cuando tenía 11 años estando en la playa en Isla Verde.

Mis amigos me invitaron a la playa, ellos eran los líderes de los jóvenes en la iglesia, yo era un niño de 11 años. Ellos convencieron a mi papá y a mi mamá que me dejaran ir a la playa y que yo no me iba a meter al agua. Mi papá me dijo, ‘Isaías, te voy a dejar ir pero no te metas al agua.’ Yo le dije, ‘no, no, mira, ni traje de baño llevo.’ Que fue la verdad, yo no llevé traje de baño, pero mis amigos tenían traje de baño extra. Él no me preguntó si yo tenía traje de baño extra, so yo no llevé mi traje de baño. So cuando llegamos a la playa me cambié, tengo mi traje de baño. Ellos son personas adultas, están nadando, yo estoy en la orilla. Ellos nadaban y me miraban, ‘quédate en la orilla.’ Yo, ‘sí, sí,’ so entré un poquito, me salía. Observo que hay unas piedras a mi mano derecha que no hay nadie que estaba nadando ahí, qué creen ustedes que yo hice? Me trepé en las piedras y yo tengo que probar esta agua, y cuando yo me tiré, eso era bien profundo y yo no sabía nadar.

Gracias al Señor que cuando yo me tiré había unas personas tomando clases de scuba diving allá abajo, y vieron a este niño y me pudieron sacar. Llegamos ahora al río que él entra y le llega el agua a su pecho. Todavía tiene fuerza de voluntad para poder salir del agua, pero siente el río más fuerte, mucho más fuerte.

En ese momento comienza la otra fase de nuestras vidas, cuando el agua me llega a mi pecho. Los que están en la orilla solamente ven un poquito de mí, no ven todo mi cuerpo. Espiritualmente hablando cuando yo estoy en el río del Señor y el mundo a quien yo ministro o sirvo o trabajo solamente ve una parte pequeña de mi cuerpo, es porque yo estoy enseñando todo el cuerpo y la gloria del Señor Jesucristo y yo no soy importante porque me estoy sumergiendo para que él salga del agua y la gente vea que es el Señor y rey de todos nosotros.

Algunos dirían, no lo digo yo, que si yo estoy sumergido hasta aquí mis bolsillos están sumergidos. Puerto Rico dirían, Aleluya! Aleluya! Pero la idea es, mi compromiso no puede ser solamente espiritual, mi compromiso no solamente puede ser me mente, tiene que ser un compromiso físico y emocional completo. Yo voy a entrar al agua pero voy a entrar completo.

Cuando Ezequiel le dicen en la última forma que entre al río, se da cuenta que el río ha crecido, ya no lo puede cruzar porque ahora si entra el río a él lo va a llevar a donde quiera que vaya, en otras palabras, no tenemos control o poder sobre este río. Ya no tenemos que cruzar, ahora hay que nadar. Ahora viene lo mejor de esta parte.

Una vez que yo decido en mi avance del Evangelio, que voy a depender completamente del río, que me puedo ahogar, es el momento que no me voy a ahogar, es el momento que voy a flotar en el río. Y hermana, hermano amigo, cuando tu te pones y pones todo tu cuerpo a flotar en el río, tu estás diciendo, ‘Señor, a donde tu me lleves, yo voy. Donde tu me quieras llevar a mí en mi vida espiritual, ministerial, como persona, como líder, yo voy. Yo te estoy entregando mi vida y te entrego también mi familia, y te entrego aquello a quien yo les estoy ministrando porque yo estoy sobre el río, no tengo control. Te he entregado a ti el control supremo, porque tu sabes mejor a dónde vamos.’

Quién podrá detener un río como ese? Quién podrá detener el avance de ese Reino de Dios basado en el río? Vendrán los ataques. La guerra se va a poner más difícil. Hay veces que nos vamos a querer… hemos perdido el sentido de realmente ser fieles al Señor porque nos duele lo que nos han hecho, lo que hemos pasado, no sabemos qué hacer. Las tormentas van a seguir viniendo pero iglesia León de Judá, yo te digo en esta tarde, y escúchame bien, define tu vida individual, define tu vida como familia, define tu vida como iglesia. Líder, define tu vida, define tu familia. Pastores, definamos nuestras vidas, definamos nuestras familias y digámosle al enemigo en esta guerra espiritual, estamos flotando en el río de Dios y nada va a poder parar el curso del río de Dios.

Porque lo que decidimos hacer no lo hemos hecho en la orilla, lo hemos hecho flotando en el espíritu del Señor. Levanta tus manos en esta tarde y alaba su gloria. Hermanos, estamos flotando en ese río, sí. Pasaremos por valles de sombra y de muerte, pero estamos flotando en el río, nada nos puede tocar, nada nos puede parar, nada va a detener el avance de esta iglesia y este ministerio porque estamos flotando en el río. Para alcanzar tu meta personal hay que flotar en el río.

Dios es grande. Es el Dios del río. Cuando estamos flotando yo escribí anoche, nos hemos movido más allá de nuestra habilidad, hemos dejado la seguridad de nuestras vidas para ponerlas en las manos del Señor. Dios no me quiere llevar donde yo puedo ir, Dios me quiere llevar donde yo no puedo ir. Él no me quiere llevar a lo posible, él me quiere llevar a lo imposible.

Si estás en la orilla no vas a entender eso. si estás en la orilla no vas a entender los planes ni el curso de la historia que surge cuando se está flotando en el agua. Dios quiere que aprendamos a descansar en él, en esta profundidad de flotar en el agua es cuando realizamos que no me puedo apoyar en mis propias herramientas humanas, que no me puedo apoyar en mi conocimiento o en mi experiencia, que tengo que descansar en las aguas del río, realizando que no estoy al mando y que no tengo poder. El río tiene el mando y tiene el poder.

Preguntaría yo en esta tarde cuán profundo estás tu en este río. Todavía estás en la orilla o estás flotando en el río? Necesitamos un caminar más profundo con nuestro Señor pero para lograrlo quiero que consideren lo siguiente: primero, tenemos que estar seguros que estamos en el río. Segundo, necesitamos alejarnos de la orilla y movernos a aguas profundas. Tercero, tenemos que llegar al lugar donde el río está en control absoluto y no nosotros. Dónde estás tu hoy?

Al final de esta visión el Señor le muestra a Ezequiel, en el verso 12, junto al río, en la ribera a uno y otro lado va a crecer todo tipo de árbol frutal, sus hojas nunca caerán ni faltará su fruto. A su tiempo madurará porque sus aguas salen del santuario y su fruto será para comer y su hoja para medicina.

En otras palabras, mientras Ezequiel se mantuvo dentro del río Dios se encargó del resto de lo que pasaría en la orilla porque Dios siempre ha estado en control, y estará en control. Tu misión esta tarde es únete a mí, únete a esta iglesia y métete en esa agua, en ese río y sumérgete hasta que flote.

Dios los bendiga. Dios nos guarde. Vamos a orar en esta tarde. Señor te damos gracias porque has enviado un río poderoso, un río no de obras de manos, un río que ha sido forjado en el cielo. Danos la fortaleza, danos la sabiduría para poder entrar en las aguas y no quedarnos en la orilla, que podamos alcanzar el grado de madurez suficiente para que flotando en ti, descansando en ti tu hagas el resto. Hacer nuestra parte, pero Señor, tu haces la tuya. En tus manos pongo este pueblo y pongo este reto, Señor Jesús, amén.