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Cuando nuestra hija menor tenía 8 años escribió para el día de las madres un poema para dedicármelo a mí y el poema dice:
“Querida mami, eres como una rosa, bella en todo sentido. Me encantan tus suaves pétalos y tu dulce perfume. Como todas las rosas también tienes espinas pero te amo a pesar de las espinas.”
Ahora ella tiene 3 hijos y sus hijos se están encargando de hacerle reconocer cuáles son sus espinas también y a la misma vez disfrutar de su dulce perfume en su maternidad. No hay una función en el mundo tan llena de gozos y memorias hermosas y a la misma vez de retos y dificultades que la de ser mamá o papá.
Y yo sé que estamos en el día de las madres. Voy a hablar quizás más acerca de la mamá pero papá, no te sientas excluido. Tu también estás involucrado en eso y todos los principios que yo voy a compartir se aplican igualmente a ti. Así que simplemente haces correcciones, modificas y también es para ti, papá.
Es una tarea tan importante y tan compleja que nosotras no podemos ejercerlas en nuestra propia fuerza. Tenemos que hacerlo con la colaboración de Dios. Nosotros en nuestra maternidad somos los colaboradores de Dios. y esta misión obviamente va mucho más allá que de criar hijos saludables, hijos que sean buenos ciudadanos. Nosotros como hijos de Dios no nos podemos conformar con eso. Queremos lograr mucho más.
Y la misión de nosotros es darles a nuestros hijos un ejemplo vivo en comportamiento y en palabra de lo que significa amar y obedecer a Dios. y qué nosotros queremos hacer a través de eso? nosotros queremos que nuestros hijos, nuestros nietos, todos aquellos a quien nosotros influenciamos con nuestra maternidad, todos ellos se aferren a esos principios, los vean modelados y a su vez deseen modelarlos en su propia vida, de manera que ellos a su vez los lleven, los transmitan a la nueva generación.
El amor de Dios, el trato de Dios es generacional. Lo vemos en la palabra de principio a fin. A Dios le importan las generaciones, le importa el individuo pero le importan las generaciones. Y ahí es donde nosotros entramos, en transmitir esa obra de Dios a la próxima generación para que ellos a su vez lo puedan hacer.
En los años ’90 se hablaba mucho acerca de visión. Visión en la empresa, visión en la profesión, visión en el liderazgo, dondequiera que uno se metía había un taller, una enseñanza, libros acerca de lo que es visión. Y lo que sería una persona visionaria, la podríamos describir como una persona que planifica el futuro con sabiduría y con una idea clara de dónde quiere llegar. Es la persona que se levanta cada día pensando, okay, o al final del día más bien, en el día de hoy, lo que yo he hecho hoy, lo que yo he dicho hoy, es algo que avanza, me avanza a mí hacia mi meta o me atrasa hacia mi meta? Eso es lo que una persona visionaria hace, examina continuamente su vida para saber si está llegando a dónde quiere llegar.
Y no hay otra aventura humana, así podríamos decirlo, donde necesitemos más el tener una perspectiva visionaria que en la maternidad o en la paternidad. El conocido Proverbios 29:18 nos recuerda que donde no hay visión el pueblo perece. Y vemos señales a todos nuestro alrededor acerca de eso, de familias donde no hay visión de Dios o donde se ha adoptado una visión contraria a Dios, donde las cosas no han funcionado.
Así que como hijos de Dios nuestro llamado como padres y madres es preservar y seguir buscando la visión de Dios para poder transmitirla a la generación, a los que están bajo nuestro cuidado. Porque el deseo de Dios es que nosotros captemos la visión suya para nuestros hijos y la inyectemos en nuestros hijos. Esa es nuestra misión principal.
Y en el día de hoy lo que yo quiero hacer es compartir algunas acciones que caracterizan a una maternidad o paternidad visionaria. Y vamos a hacer eso a través del modelo de Ana, la mamá de Samuel, en el Antiguo Testamento en el Primer Libro de Samuel, en el capítulo 1. Ahí en ese libro nos habla acerca del profeta Samuel, el gran profeta Samuel, hoy ya el pastor Isaías hizo referencia y también Vanessa hizo referencia a través de una oración. Ella leyó la oración en el capítulo 2 de Primero de Samuel.
Estos primeros dos capítulos contienen y aún más allá, una gran cantidad de detalles acerca de la vida temprana de Samuel. Quizás bíblicamente es el personaje donde más se habla acerca de su niñez. Es el trasfondo perfecto para pensar acerca de lo que es una maternidad y una paternidad visionaria.
La historia pasó 900 años antes de Cristo, estamos hablando de dos mil y pico de años atrás es esta historia. Y comienza relatando una situación familiar donde un hombre llamado Elcana que tenía dos esposas, llamadas Ana y Penina, subía a Silo, iba al centro religioso de su tiempo que más cerca le quedaba de su casa a ofrecer un sacrificio anual.
Y quiero leerles en Primera de Samuel en el capítulo 1 del 4 al 11 como un trasfondo acerca de lo que quiero hablar más adelante.
“Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio daba a Penina, su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. Pero a Ana daba una parte escogida porque amaba a Ana aunque Jehová no le había concedido tener hijos. Y su rival la irritaba enojándola y entristeciéndola porque Jehová no le había concedido tener hijos. Y por lo cual Ana lloraba y no comía y Elcana, su marido, le dijo, “Ana, ¿por qué lloras? Por qué no comes? Y por qué está afligido tu corazón? No te soy yo mejor que 10 hijos?” – Un hombre con una saludable estima propia, ¿verdad? –
Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto al pilar del templo de Jehová, ella con amargura de alma oró a Jehová y lloró abundantemente e hizo voto diciendo, “Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordaras de mí y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida.”
El sacerdote Elí quien carecía de discernimiento espiritual, reprende a Ana creyendo que ella está ebria y ella le dice, “No, Señor mío, yo soy una mujer atribulada de espíritu. No he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová.” Y Elí le respondió, “Ve en paz y el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho.”
Y continúa la narración diciendo que ella se fue por el camino de regreso, después de adorar nuevamente al Señor, ya con un semblante alegre. Al regresar ella y su esposo estuvieron de luna de miel y de ahí nació un niño. Dios escuchó su petición y vino Samuel a nacer en su familia, en su tiempo.
Así que ese es el trasfondo de la historia. Qué acciones caracterizan la maternidad visionaria de Ana? Primeramente comienza con un reconocimiento de que la maternidad proviene de Dios. Aún dentro de su profundo dolor, Ana hace un pacto con Dios y le dice, “Si dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida.”
Así que el hijo que pide no es de ella, sino es del Señor. Así que cada bebé que nace en el mundo es un acto de misericordia de Dios, es Dios diciéndole a la humanidad, todavía mis planes redentores siguen igual. Yo estoy aquí para dar misericordia. Y ella reconoció eso. Reconoció que el hijo que ella iba a tener en fe era del Señor. Y fíjense que ni siquiera sabía que estaba embarazada y ya lo estaba dedicando al Señor.
Así que nunca es muy temprano para ustedes, los jóvenes aquí o las personas que todavía no han tenido hijos y que están pensando en la maternidad en el futuro, nunca es muy temprano para dedicarle tus hijos a Dios y para aprender todo aquello que tienes que aprender para ser el mejor y la mejor madre posible.
Y qué es dedicar algo o alguien? Hoy, esta mañana, hace unos minutos, pasaron muchas preciosas familias aquí adelante para dedicar su hijo al Señor. Es precisamente lo que Ana hizo, es lo mismo. Es dedicarle. Qué quiere decir dedicar? Dedicar algo o a alguien al Señor significa apartarlo para un propósito sagrado. Eso es lo que nosotros hacemos como padres cuando dedicamos nuestros hijos. Los estamos apartando, estamos ofrendando a Dios porque él es el dador de los hijos, y estamos apartándolo para un propósito sagrado, para que la eternidad de Dios se haga real en ellos en este mundo.
A la misma vez que Ana dedicó a su hijo también se está dedicando a sí misma. Los padres nos dedicamos al Señor también. Estamos apartándonos nosotros mismos para una función sagrada que es el criar los hijos que Dios nos ha dado. Esa es la función de la maternidad. Es hacer un pacto de Dios para que sea él el que está a nuestro lado y nosotros colaborar con él en todo.
Eso es lo primero, la primera características de una maternidad visionaria. Es saber, como dice el salmo 127 en el versículo 23, que los hijos son tesoro del Señor. Es la posesión preciosa de Dios. Eso es lo primero. Para tener una maternidad visionaria nosotros tenemos que presentarlos al Señor, reconociendo que no son nuestros. Nosotros somos los sustentadores de esos hijos, humanamente hablando, pero los hijos son del Señor.
Segundamente, para tener una paternidad, una maternidad visionaria tenemos que fundamentarla en oración. Y no me refiero a esa oración así como rapidita, Señor, bendice estos alimentos y… No, no es eso. No nos referimos a eso aunque esas oraciones son buenas también. Yo me refiero a la oración que brota de nuestro espíritu con la que cubrimos a nuestros hijos y que están arraigadas en una relación íntima con el Señor. A esa es la oración que yo me estoy refiriendo.
Y sabes por qué tenemos que orar por nuestros hijos así? Porque nadie, nadie, puede orar por tu hijo, por tu hija como tu lo puedes hacer. Nadie. Nadie tiene la posición estratégica que tu tienes para influenciar a tus hijos sobrenaturalmente. Eres el único, es una posición de autoridad y de privilegio que Dios nos ha dado. Así que la oración es fundamental para eso.
El salmo 127 dice de esta manera, al comiendo, 1 y 2: “Si el Señor no edifica la casa en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes. En vano madrugan ustedes y se acuestan muy tarde para comer un pan de fatigas, porque Dios concede el sueño a sus amados.”
Es en oración que nosotros edificamos nuestra casa. Esa es nuestra función, edificar la vida de nuestro hijo y velar por ella y por él. Y como dice el salmo, por más esfuerzos humanos que hagas, si no estás haciendo al Señor el fundamento de eso, si no estás cubriendo tus hijos con esa oración viva, tus esfuerzos… puede ser que tengas logros, no estoy diciendo que no los vas a tener, pero no es lo mismo. No vas a poder llevar a tus hijos a un nuevo nivel más alto de profundidad en su relación con el Señor y de éxito en la vida en todo lo que ellos desempeñen.
Una oración de Ana en el versículo 15 es una definición de lo que es la oración de petición. Qué es lo que Ana dice? Cuando Elí la está acusando de que está ebria le dice que ella no está ebria sino que ha derramado su alma delante del Señor. En nuestra maternidad, en nuestra paternidad, eso es lo que estamos llamados a hacer por nuestros hijos, a derramar nuestra alma delante de Jehová. Y qué pasó en ese momento específico del pasaje? Al ella derramar su alma delante de Jehová ella recibió paz del Señor y se fue, ya su semblante cambió y se fue a recibir la promesa que ella sintió en su espíritu que iba a recibir.
Y qué pasó? Que al cumplirse el tiempo precisamente fue así. Ella tuvo un hijo y el nombre Samuel significa Dios ha escuchado. Dios escucha tus oraciones cuando tu oras con esa sinceridad creyendo que le hay, con fe, Dios va a escuchar tus oraciones con respecto a tus hijos.
Muchos de nosotros estamos entrando en el Evangelio por primera vez, o no hemos quizás tomado tan en serio la práctica de la oración y pensamos que no podemos orar así como dice que Ana oró. Pero no te desanimes, sigue aprendiendo, sigue hablando con Dios cada día y él te va a enseñar. Dios quiere escucharte. Dios quiere escuchar tus pensamientos, tus dolores, tus heridas, tus tristezas, tus esperanzas, tus sueños. Así que sigue practicando la oración.
Es como cuando no podemos correr un maratón a menos que practiquemos correr, hacer ejercicios. Pues lo mismo es con la oración, tenemos que dedicarnos a ella para poder seguir aprendiendo los misterios de Dios. Porque cuando nosotros oramos así, hay un aspecto de revelación que se abre, que no se abre cuando solamente son oraciones pasajeras, sin mucho pensamiento. Hay una gran diferencia.
Es posible que por tu orar por tu hijo Dios te revele algo acerca del carácter de tu hijo, acerca de tu propio carácter, acerca de la relación, acerca de cualquier cosa, preocupaciones, aún te puede advertir de cosas que pudieran pasar. Ese el Dios que nosotros servimos, un Dios que quiere hablarnos y yo no puedo pensar en una relación donde más intensamente debamos buscar ese tipo de interacción con Dios que la maternidad.
En otro momento Ana, que fue la oración que Vanessa leyó más temprano en el servicio, ella ora nuevamente y en esa oración otra vez Dios le revela, es una oración con elementos proféticos, eso es lo que Dios puede hacer con tu oración también, hablarte proféticamente acerca de ti, de tus hijos. Y esa es una oración preciosa porque no solamente le revela a Ana cosas que ella ha vivido y ha experimentado, sino también cómo Dios trabaja en el mundo y estaba trabajando en el pueblo de Israel.
Es importante que nosotros cubramos nuestros hogares con oración. Y un detalle significativo es que esa oración del capítulo 2, se le llama también el Cántico de Ana, ocurre precisamente en el momento en que ella y Elcana llevan a su hijo Samuel al templo para ya dedicarlo definitivamente al Señor. A pesar de que era un momento de dolor, de separación, por la separación con su hijo, ella pudo elevar un cántico de adoración al Señor.
Eso es muy significativo porque cuántos de nosotros no hemos llorado con separaciones mucho más pequeñitas, cuando llevamos al nene o a la nena al kindergarten y se nos salen las lágrimas porque ya nos estamos separando de él. O como me pasó a mí cuando llevé a nuestra hija menor a un estado lejano para su primer año de universidad que lloraba como una magdalena en el taxi de regreso al aeropuerto. Y muy amable el taxista me pasó un pañuelito para que me quitara la lágrimas y me dijo, “No se preocupe, señora, su hija va a estar bien, no se preocupe.”
Momentos así, qué dolor nos da separarnos de nuestros hijos. Sin embargo, Ana, su convicción era tan grande que dentro de ese momento de separación doloroso de su pequeño hijo, ella pudo elevar este cántico al Señor.
Repasando, tenemos primeramente para tener maternidad o paternidad visionaria, tenemos que reconocer que los hijos vienen de Dios, que son su precioso tesoro. Segundo, tenemos que cubrirlos con oración intencional del espíritu. Y tercero la maternidad visionaria tiene que reconocerse a sí misma como una herramienta poderosa en las manos de Dios.
Por eso es necesario que cada uno de nosotros haga el propósito diario de someternos al Señor en todas nuestras áreas para que él sane nuestras asperezas o las espinas, como Abby le llamó en su poema, para que las tendencias pecaminosas que tenemos también Dios las sane. Y por qué es importante esto? Porque sino, nosotros vamos a transmitir eso como legado a nuestros hijos. Es tan importante que Dios nos sane.
Nuestros hijos son como esponjas y cuando digo eso es porque aprenden mucho más por lo que ven que nosotros hacemos que por lo que oyen que nosotros decimos. ¿Verdad que es así? Es una realidad. Y por eso un carácter ya moldeado o que está sujeto al Señor para que él lo moldee día a día, porque esto es una obra larga, de tiempo. Nadie es sanado de todas sus imperfecciones, inseguridades, tendencias pecaminosas en un momento. Sabemos que no es así.
Pero nuestros hijos tienen que ver que nuestro carácter está siendo moldeado por el carácter de Dios para que ellos deseen imitar eso mismo y que no vayan a imitar cosas que no convienen.
Nosotros leímos en el versículo 2 del Primer Capítulo de Primero de Samuel, que Elcana tenía dos esposas, Ana y Penina. Es muy posible que Ana fuera la primera esposa de Elcana y que al ver que pasaba el tiempo y no había descendencia, como era muy importante tener descendencia en ese tiempo, como lo es hoy pero en aquel momento aún más, pues es posible que él buscara otra esposa con quien tener hijos. Así que por eso Elcana tenía estas dos esposas.
Pero qué pasa? Eso es una muy mala idea, tener dos esposas. Si con una es difícil imagínese tener dos. Demasiado. No sé cómo Elcana podía. Pero el asunto es que Penina se convirtió en la rival de Ana y la despreciaba, sintiéndose superior a ella porque ella sí tenía hijos y Ana no tenía hijos.
Dice la historia que ya leímos al principio que Penina la irritaba, enojándola y entristeciéndola. Y cómo lo hacía? dice que cada año ella aprovechaba esta ocasión familiar de ir al templo a presentar el sacrificio anual para entonces atacarla con mayor fuerza.
Y qué pasó? Esa es una gota impertinente, dando en la piedra vez tras vez, hasta que afectó, hirió al corazón de Ana. Y es bonito ver, por el pasaje uno puede deducir que Ana no usó su propia venganza para devolverle a Penina mal por mal. Y yo creo que eso es muy importante porque qué hubiera pasado si Ana se hubiera dado a la amargura, a perseguir también ella, a devolverle mal por mal a Penina. Posiblemente no se hubiera dado el milagro de Samuel, si ella hubiera asumido esa actitud. Porque Samuel necesitaba una mamá como Ana.
Por qué traigo todo esto a colación? Porque para nosotros ejercer nuestra maternidad y nuestra paternidad con mayor eficacia y ser verdaderamente un instrumento que Dios pueda usar poderosamente en la vida de nuestros hijos, cada uno de nosotros tiene que bregar con su Penina.
La historia de Ana era muy compleja pero quizás la historia de ustedes puede ser más compleja, más difícil aún que la de Ana. Pero qué vamos a hacer nosotros con Penina? Para poder ser otra vez las herramientas que Dios pueda usar, nosotros tenemos que confrontar a nuestra Penina. La Penina a veces sale de adentro, las Peninas a veces vienen de afuera. Y tu Penina puede tener diferentes nombres. Tu Penina puede llamarse divorcio, puede llamarse dificultades extremas económicas, puede llamarse adicción, póngale el nombre. Todos hemos bregado con Peninas.
Pero lo importante es que nosotros podamos reconocer cuál es esa Penina que nosotros tenemos y poder llevárselo al Señor y crecer en el carácter de Cristo de manera que nosotros podamos transmitirles eso igualmente a nuestros hijos, que esa sea la herencia.
Cuando ustedes piensan en herencia, muchos de ustedes no piensan en dinero, en cosas materiales, cuando piensan en la herencia de sus padres. Ustedes piensan en lo que mi padre me enseñó en lo que mi madre me enseñó. Eso es lo que es verdaderamente valioso. Las posesiones materiales van y vienen pero lo que un padre, una madre nos deja en términos de legado de carácter, eso no tiene precio.
Y verdad que tu y yo queremos hacer eso mismo. Nosotros queremos ser transmisores de eso a la próxima generación. Repasando nuevamente, para tener las características de una paternidad o una maternidad visionaria son primero, reconocer que los hijos vienen de Dios, son su posesión. Segundo, tenemos que fundamentar nuestra paternidad en oración, en intimidad con Dios. Tercero, tenemos que buscar la sanidad de nuestro carácter, de nuestro ser, de nuestra alma, de nuestro espíritu, para que Dios pueda usarlo como instrumento poderoso en la vida de nuestros hijos.
Y cuarto, la madre o padre visionarios todos los días obviamente se dan a la tarea de colaborar con Dios para que se cumpla la visión de Dios en cada uno de sus hijos. Y tenemos que usar los recursos, tenemos recursos en nuestras manos. Pero cómo tenemos que usarlos? Tenemos que usarlos en una manera intencional y dirigida por el Espíritu Santo para que sean efectivas.
Cuál es el recurso más importante y más escaso? Tiempo. Cuántos de ustedes han dicho recientemente, es que no me queda tiempo, no tengo tiempo. Yo creo que casi todos hasta los niños están diciendo eso, que no tenemos tiempo. Si nosotros por cada vez que nosotros decimos, no tengo tiempo para esto, no tengo tiempo para aquello, nos quejamos de eso, si nos dieran un dólar por cada vez que nosotros dijéramos eso, seríamos ricos todos. Yo sería millonaria.
Ese es un recurso que nosotros tenemos, el tiempo. Y no hay nadie en el mundo, yo creo que aquí mismo no hay nadie que pueda decir que no le falta el tiempo para algo. Y qué está pasando con nuestras maneras modernas? Es que empacamos tanto en nuestra agenda que no nos queda tiempo para hacer conexión familiar.
Cuántos de ustedes les ha pasado eso? a nosotros nos ha pasado. Tantas actividades, y vivimos en un mundo de tanto afán que los hijos participen en tres deportes, que toquen por lo menos dos instrumentos, que pertenezcan a aquel club y a aquel otro, que yo también en este, en el otro, en el más allá. y cuando venimos a ver se nos ha ido el tiempo y ese precioso tiempo que nosotros teníamos para instruir a nuestros hijos en el hogar en las cosas del Señor, se nos va. Porque se necesita tiempo para eso, para discipular a nuestros hijos en el hogar. Y eso no se puede posponer para mañana. Eso no es algo que tu puedes decir, bueno, en 10 años lo hago. No. es aquí y ahora. Así que aprovecha la oportunidad que tu tienes ahora para influenciar a tus hijos, a tus nietos, a tus sobrinos. Aprovéchala ahora porque este es el tiempo del Señor para influenciarlo usando el tiempo.
Una de las cosas que han pasado es que aún el tiempo de cena familiar, otra vez, si hiciéramos una encuesta aquí posiblemente muchos de ustedes han dejado pasar ese tiempo de cena familiar muchas veces porque hay otras cosas más importantes. Pero los estudios dicen que la familia que come unida, un número de veces, no tiene que ser todas las veces, por lo menos 5 veces o 6 creo que es, a la semana los índices de éxito de los hijos son mayores. Como por ejemplo, en ir a la universidad, en no usar drogas. Así que aún estudios seculares indican la importancia que tiene el compartir tiempo como ese en la mesa.
Porque qué pasa en una mesa? No es solamente comer, comer, comer. Se modelan modales, se ora por la cena, se comparten cosas, preocupaciones, alegrías, retos. Es un tiempo que es demasiado precioso para uno dejarlo pasar. Yo tengo memorias muy claras de mi propia crianza porque eso era ley, en mi casa era ley. No había compromiso posible que impidiera que uno no estuviera en la mesa.
Sabemos que por complejidades de nuestros tiempos, – no es que yo sea tan vieja, pero ahora es más difícil – a veces no es posible hacerlo con tanta frecuencia pero sí has un esfuerzo por mantener esos tiempos de familia como algo sagrado, para que los puedas usar para precisamente transmitir la palabra del Señor, ejemplos del Señor, para que el Señor te dirija en eso.
La palabra de Jehová a la familias de Israel que encontramos en Deuteronomio 6, del 5 al 9, son un modelo de la importancia que tiene que nosotros impartamos nuestra fe a través del compartir con nuestros hijos. Yo sé que es un pasaje que muchos de ustedes lo conocen muy bien. Ese pasaje dice así:
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grávate en el corazón estas palabras que hoy te mando, incúlcaselas continuamente a tus hijos, háblales de ella cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo, llévalas en tu frente como una marca.”
Esas son palabras de urgencia. Cuando uno las lee, son palabras de acción. No es cuando puedas. No, es hoy, en todo momento. Eso es lo que dice. En otras palabras, lo que Dios nos está diciendo es, aprovecha las oportunidades que tienes para transmitir con palabras y con tu ejemplo a tus hijos cómo se obedece y se adora al Señor. Porque es en el diario vivir, en esas experiencias cotidianas sencillitas de la vida donde nosotros podemos hacer una marca al Señor.
Y saben lo que pasa? Que cuando tu tienes esas interacciones con tu hijo en un día a día, en la normalidad de la vida, tu estás abriendo unos canales de comunicación con tu hijo para que en el futuro cuando haya problemas tu hijo va a venir a ti, porque ya esos canales están abiertos, porque ya hay tiempos de conversación y de conexión. Esas cosas no pasan así como de la noche a la mañana, tenemos que cultivarlas en nuestra vida familiar.
Otra vez, la mejor manera de transmitir las verdades del Señor a nuestros hijos es a través de aprovechar esos momentitos donde estamos conectando. Puede ser lavando los platos, en el carro, tantas maneras que Dios nos da en nuestras interacciones con nuestros hijos para hacer eso.
Y Dios bendice eso. Aunque a veces no nos es evidente que nuestros hijos están absorbiendo lo que nosotros le estamos enseñando, ¿verdad? Cuántos han estado ahí? Uno dice, bueno, como que le entró por aquí y le salió por acá. Pero no pienses así, tu función es obedecerle a Dios y enseñarle lo que tienes que enseñarle. Eso es todo, tu tienes que ser fiel.
Cuando tu traes a tus hijos a I Wanna, viernes tras viernes, sales corriendo de tu trabajo, casi ni comes y corriendo y en el tráfico y estás aquí para que ellos tengan su clase en I Wanna, cuando tu los traes a la iglesia fielmente los domingos, cuando tu los llevas contigo a hacerle un bien a alguien que necesita, cuando te ven a ti que en un conflicto familiar tu eres un pacificador y tu deseas que haya una resolución saludable y amorosa, en cada uno de esas ocasiones tu estás sembrando en tus hijos algo que es perdurable, que va a durar para siempre. Estás sembrando eternidad en tu hijo. Y tu le estás demostrando que todo eso que tu estás haciendo, tu lo haces porque tiene importancia para ti, porque es prioridad para ti.
Tus hijos van a imitar, van a querer hacer aquello que tu le estás modelando que es importante. Así que también tenemos que modelarle la importancia de servirle al Señor en maneras activas, que no es solamente como ponchar la tarjetita, voy el domingo porque hay que cumplir con el domingo. No es eso, sino que todo, todo lo que tu haces hay una conexión, es una totalidad, donde tu le estás entregando tu vida total al Señor, no solamente tu domingo. Y eso es algo muy importante.
Yo recuerdo cuando nuestras hijas eran pequeñas, niñas, que iban con nosotros a la iglesia, y nosotros las llevábamos todo el tiempo y a veces se cansaban tanto si el servicio era un poquito más largo, era hora de dormir, dormiditas en un banco bien duro, porque estamos hablando de cuando tenían nuestra iglesia en Cambridge y los bancos eran de madera. Y ahí ellas dormiditas en su banco duro. Eso no les hizo daño. Todo lo contrario. Y las llevábamos siempre que íbamos, ellas iban con nosotros y participaban con nosotros. Crecieron creyendo que la iglesia es un lugar agradable y bueno para ellas porque veían la sinceridad con que nosotros servíamos al Señor, veían que amábamos a los hermanos y así mismo se criaron ellas, ellas se pasaban de una persona a otro, a otro, a otro, y se sentían tan felices de estar en la casa del Señor.
Eso lo hacemos porque eso es importante. En esas cosas aparentemente pequeñas nosotros estamos transmitiendo la importancia que tiene el Evangelio. Otra vez, es un Evangelio que cubre todas las áreas de nuestra vida.
Ana y Elcana yo me imagino que tienen que haber aprovechado cada segundo con Samuel, porque Samuel entró a ser dedicado al Señor desde muy chiquitito. Ellos no tuvieron el privilegio que nosotros tenemos de tenerlos mucho más. De 3 a 4 años tenía Samuel cuando él fue dedicado o ya fue entregado oficialmente en el templo. Así que yo me imagino que cada día contaba, y asimismo debe contar para nosotros. Cada día debe contar en términos de lo que nosotros le transmitimos acerca del Señor.
Yo me imagino a Ana orando fervientemente por Samuel, por su futuro ministerio aunque ella no lo conocía, igual que nosotros no conocemos el de nuestros hijos. Y me la imagino hablándole de que para él nacer Dios intervino, que él era de Dios, y que Dios escuchó. Que su nombre Samuel era un testimonio de que Dios había escuchado su oración.
Asimismo nosotros tenemos que tener ese sentido de urgencia, de transmitir eso mismo a nuestros hijos, lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, así como dijimos, con el pasaje de Deuteronomio 6, en todas las circunstancias, en todas las actividades de la vida.
Ya dijimos que un padre, una madre colabora usando intencionalmente su tiempo para transmitir los valores del reino. Hablamos hace un momento en el salmo 127 de que nosotros somos guardas sobre nuestros hijos. Y no es un guarda neurótico que está pendiente de todo lo que los hijos hacen y que no les permite tener sus propias dificultades para que ellos mismos las resuelvan. No, es algo diferente, es velar por nuestros hijos pensando en ellos como el tesoro que ellos son para Dios y para nuestra vida.
Cuando nosotros usamos el discernimiento que Dios nos ha dado como padres, somos vigías sobre nuestros hijos, porque otra vez, nadie como tu para ver y conocer dónde está el corazón de tu hijo y percibir qué peligro puede haber en la vida de nuestros hijos. Yo creo que muchas cosas que pasan en nuestras familias se podrían evitar si nosotros estuviéramos más atentos a ese rol de nosotros como padres y madres visionarias, de tomar medidas en el nombre del Señor, estrategias sabias que impidan que nuestros hijos lleguen a ciertas cosas.
Así que es una labor muy importante. El tiempo, el discernimiento que Dios nos ha dado es otro recurso para nosotros formarlos. Descubrir sus dones, ayudarlos a saber qué Dios quiere para tu vida, hijito o hijita. Qué dones tu tienes y que en cualquier don que tu tengas, sea un don vocacional, profesional, Dios te puede usar. Nosotros no tenemos que anhelas hijos o hijas famosas, o importantes, nosotros tenemos que anhelar que nuestros hijos o hijas hagan famoso a Jesucristo dondequiera que ellos estén, que es algo totalmente diferente.
A mi me preocupa que con frecuencia nosotros subestimamos la capacidad de nuestros hijos para entender verdades espirituales, como que los vemos jugando y haciendo esto, y distraídos y no pensamos en la gran capacidad espiritual que tiene un niño. Pero ¿Sabes qué? Tu hijo tiene un espíritu igual que el tuyo, un espíritu que necesita de Dios igual que el tuyo. Y tu hijo tiene un Espíritu Santo que es tan poderoso como el Espíritu Santo que te ministra a ti.
Y tu hijo no tiene un Espíritu Santo tamaño preescolar o tamaño juvenil, es el mismo Espíritu Santo y Dios puede hacer obras grandes en la vida de ellos. A veces no vemos más porque no creemos más. Esa es la realidad en nuestra maternidad. Y un padre o una madre visionaria busca lo que yo llamo momentos cargados de eternidad y los aprovecha. Todo el tiempo está pensando dónde está la sensibilidad de mi hijo, hija, para poder ministrar una verdad del Evangelio en ella o en él.
Yo tuve el privilegio de propiciar dos de esos momentos cargados de eternidad en la vida de nuestras hijas, cuando ellas aceptaron al Señor. Con Sonia ocurrió otra vez un momento Deuteronomio 6, en lo cotidiano de la vida. Yo estaba dándole la comidita –nuestra hija mayor Sonia tenía 6 años en ese momento, la bebé tenía 6 meses. Yo estaba dándole la comida, ella me estaba ayudando y Sonia amaba a su hermanita, era locura con su hermanita. Ella no podía con ella misma de la emoción de tener una hermanita. Y así que ella también la alimentaba y me estaba hablando de lo bella que era la chiquita y lo maravilloso que de mí barriga pudiera salir algo así.
Esa era la conversación. Y entonces yo discerní que Sonia estaba preparada para aceptar al Señor y llevé la conversación para eso y le pregunté si ella quería aceptar a Jesús como su Señor y salvador, inmediatamente me dijo que sí, cerró sus ojitos y repitió la oración que yo modelé para ella. Y el segundo momento Deuteronomio 6 con nuestra hija menor Abby, ocurrió así también. Íbamos de camino llevándolas a la escuela.
En ese tiempo ellas iba a una escuela lejos de nuestra casa así que era un gran tiempo para Roberto y yo tener conversaciones maravillosas con ellas de diferentes tópicos y en ese día era yo la que estaba manejando llevándolas, y Abby empieza a hablar acerca de algo que una maestra le enseñó acerca de Jesús, de la crucifixión y de la resurrección. Y Sonia, ella y yo conversamos un tiempito acerca de lo que ella estaba comentando y también yo dije, este es el tiempo y le pregunto, Abby, tu quieres recibir a Jesús como tu Señor y salvador? Me dijo sí y obviamente no lo hice manejando, porque eso no era dándole suficiente honor, me estacioné en la calle Washington [inaudible] debajo de un hermoso árbol muy grande que hay allí, y ahí yo la dirigí a ella en la oración de confesión de fe.
Así que hoy en día todavía tantos años han pasado ambas reconocen, se acuerdan de cuándo y cómo fue su conversión con el Señor, cómo ellas oficialmente entraron a ser hijas de Dios. así que nosotros tenemos que aprovechar esos momentos en todo momento, no dejar que uno pase.
Y otra cosa que quiero mencionar es la importancia del recurso del hogar. El feminismo ha intentado desvirtuar la labor doméstica, la labor de la maternidad y lo ha hecho con bastante efectividad. Pero no hay nada que ministre más el poder del Evangelio que un hogar que esté limpio, ordenado y donde haya armonía entre los que ahí viven. Eso es un testimonio contundente del poder de Dios. yo sé que el trabajo del hogar como que se hace repetitivo y es cargoso, yo lo sé. I’ve been there, done that. Yo sé lo que es. Pero en vez de quejarnos de él yo creo que haríamos bien en entregarle eso al Señor como una ofrenda grata, porque en el contexto de un hogar así Dios puede hacer maravillas y puede hacer milagros.
Yo les animo a seguir haciendo lo que han hecho hasta ahora. Quiero hablar de un detallito que se puede escapar muy fácilmente. Está en el capítulo 2, el versículo 18 al 19, un detalle doméstico. Dice ahí:
“Y el joven Samuel ministraba en la presencia de Jehová vestido de un efod de lino y le hacía su madre una túnica pequeña y se la traía cada año cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado.”
Tu te puedes imaginar la emoción que tiene que haber sentido Ana de que iba a ver su Samuelito? Yo me imagino que estaría tan distraída pensando en que iba a ver a su hijo, que lo iba a ver, que lo iba a abrazar, que iba a conversar con él que a lo mejor no podía ni hacer sus quehaceres en el hogar. Yo me la imagino buscando la mejor tela para hacerle una preciosa túnica a su hijo. Me la imagino preguntándose cuánto habrá crecido Samuelito desde el año pasado? porque tengo que hacerle la túnica lo suficientemente larga para que le dure por lo menos un año, hasta que yo vuelva el año que viene con otra túnica.
Ve qué importante son esos detallitos de nosotros como mamás y de papás porque yo sé que hay muchos papás que hacen muchas cosas en el hogar también. Ella tuvo mucho cuidado en la atención de las necesidades muy prácticas de hogar de Samuel. Como Ana nosotros no conocemos el futuro de nuestros hijos, pero qué pasó con Samuel? Samuel por la fe de una mujer que escogió creerle a Dios y hacer una oración desesperada al Señor, por eso nació un Samuel, que nació en un tiempo crucial de la vida de Israel. Israel era un desastre, se estaba desacrando el templo, el sacerdocio, había peligros de guerra, había inmoralidad crasa.
Nosotros pensamos en los tiempos de hoy, pero lea el Antiguo Testamento para que usted vea también todo lo que hay. Parece que no hay nada nuevo bajo el sol. Aunque lo que pasa es que lo de ahora nos está afectando a nosotros que estamos aquí ahora.
Nosotros no conocemos el futuro de nuestros hijos pero sí tenemos que reconocer nuestro ministerio, nuestra responsabilidad dentro de nuestra maternidad. Y quién sabe si Dios nos da un Samuel, ¿verdad? Eso es maravilloso. Ella no sabía que su hijo iba a ser profeta, que iba a ser sacerdote, que iba a ser el último juez en Israel, que iba a ser un formador de reyes. Ella no sabía nada de eso, pero sí sabía que Dios a quien ella le servía… ella conocía el carácter de Dios y sabía que Dios iba a honrar su ofrenda de amor a él entregándole su hijo.
Eso es lo que nos compete a nosotros. Ser fieles en lo que Dios nos ha dado hacer y dejándole el resto a Dios.
El cuarto verso del salmo 127 dice, “Como saetas en manos del valiente así son los hijos habidos en la juventud.” Como saetas en manos del valiente – tu eres el valiente, la valiente – así son los hijos habidos en la juventud.
El fin que nosotros esperamos de nuestra maternidad, de nuestra paternidad es que nuestros hijos den en el blanco perfecto de la voluntad de Dios. Esa es nuestro fin. Tu función como padre o como madre visionaria es tomar cada una de esas amadas saetas y entesar el arco. Y cómo tu vas a hacer eso? cómo vas a entesar el arco para que tu flecha vaya disparada al blanco? Tu lo vas a hacer reconociendo primero que esos hijos no son tuyos, que son del Señor, cubriéndoles en oración intencional cada día, permitiéndole a Dios que te moldee a ti como un instrumento poderoso en sus manos, y usando tus recursos, sea el tiempo, el discernimiento, tu atención a los detalles del hogar, todo eso usándolo intencionalmente y con una visión sobre natural. Esa es la manera en que tu entesas el arco.
Que Dios nos ayude a todos nosotros como individuos y como comunidad a levantar una generación de Samueles. Amén.
Vamos a orar. Padre, yo te doy gracias por el regalo de la maternidad. Gracias, Señor, porque no lo hacemos solos, no lo estamos haciendo con nuestras propias fuerzas, sino que contamos con todos los recursos del cielo para cumplir esa importante labor. Señor, tu conoces nuestro corazón, conoces dónde flaqueamos, nos presentamos delante de ti, Señor, primero nos dedicamos nosotros delante de ti para que tu hagas una obra de renovación dentro de nosotros. Todo aquello que no te agrada, Señor, te lo entregamos.
Te pedimos que abras nuestro entendimiento a cómo podemos sujetarnos a ti en todo, de manera que tu hagas una obra redentora total en nosotros, de manera que nosotros podamos ser los instrumento que tu quieres en la vida de nuestros hijos para formarlos a ellos, para que ellos deseen servirte a ti y ser guiados por ti, para que ellos quieran imitar tu carácter, Cristo.
Ayúdanos a nosotros en eso. Señor, ayúdanos a ser fieles en la oración, fieles e intencionales en cómo usamos todos nuestros recursos, Señor, para tu honra y tu gloria, para que tu los puedas hacer más efectivos en la vida de nuestros hijos y se cumpla el propósito individual que tu tienes para cada uno de ellos, Señor.
Padre, te presentamos a aquellos hijos, aquellas saetas que se han apartado de ti, que quizás sus hogares habían hecho todo lo que podían para guiarlos a ti, pero se han apartado. Señor, yo te pido en esta hora, oh Dios, que tu los traigas a ti, que sean los hijos pródigos, que vuelvan a tu casa, que vuelvan a ti, Señor.
Señor, para ti no hay nada imposible. Tu puedes traer ese hijo rebelde, Señor, tu puedes traer a esa hija que ha escogido otras cosas en vez de a ti, Señor. Tu los puedes y los quieres traer de nuevo a casa. Señor, aún ahí te pedimos que uses nuestra maternidad y nuestra paternidad de una manera sabia para ser usados por ti en ese proceso. Y Señor, te pedimos que en este tiempo de la historia tu levantes nuevamente una generación de hombres, mujeres, hijas e hijos, como Samuel, que amen tu casa, Señor, que amen tus cosas, que le digan no al pecado, que sean influencia poderosa donde tu los has puesto, que amen tu reino, que amen tu iglesia, que quieran dedicar todo sus recursos a ti donde tu los pongas, oh Dios. Por eso estamos orando en este día, Señor.
Señor, levanta, levanta esos hijos, Señor. Levanta esas hijas, Señor. Yo presento delante de ti aún los bebitos que están aquí, aún las bebitas, Señor, ve formándote dentro de ellos, ve ayudando a sus padres a ser vigías que no descansen, Señor, a ser leones que protejan la herencia que tu quieres darle a esos hijos en contra de cualquier embate que venga, Señor. Abre nuestros ojos, oh Dios, a ver tu obra en la vida de nuestros hijos, Señor. Señor, danos el privilegio de ver tu mano obrando en cada uno de ellos, Señor Jesús. Gracias Padre. Gracias. Amén.