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Vamos a la palabra del Señor, hermanos, en la Epístola a los Romanos en el capítulo 6, Romanos capítulo 6, por favor. En vez de continuar con el capítulo 7, sentí que debíamos detenernos un poco más sobre el capítulo 6 y a continuar elaborando esta idea.
Yo creo que también la predicación del domingo pasado de Andrew Comiskey hizo detenerme un poco más, y conversaciones que he tenido durante la semana acerca del llamado de Dios a la Iglesia, ese proceso de santificación y de entrega mayor de nuestras vidas al Señor y de adoptar e integrar completamente el llamado de Dios por medio de ese proceso de muerte que se da en el creyente cuando recibe a Cristo, cuando simbólicamente se bautiza en la muerte de Jesús, y vivir entonces como gente que ha sido resucitada de entre los muertos, lo cual quiere decir una vida de santidad, una vida de buenas obras, una vida … de frutos de justicia. La importancia de que la Iglesia en este tiempo de la historia en que el mundo se está yendo más y más en dirección contraria a la santidad que Dios pide, y los valores del reino de Dios, si la Iglesia va a señalar el pecado en el mundo, será mejor que arregle sus asuntos dentro de su propia casa, y que nosotros en el pueblo de Dios encaremos en una forma seria el llamado de Dios hacia la santidad.
Y por eso quiero detenerme un poco más en este capítulo que en realidad no le sacamos todo su provecho de todas maneras hace dos semanas cuando lo analizamos un poco a fondo. Pero mire, en el capítulo 6, ahí mismo donde comenzamos la última vez, pero en el versículo 5, versículo 5 al 11, el Apóstol Pablo dice, “Porque si fuimos plantados juntamente con Él en la semejanza de Su muerte...” Recuerda que hablamos acerca de que… Pablo habla de que el bautismo que es un acto público que lleva a cabo el Cristiano, identifica al creyente con la muerte de Jesús. Cuando el creyente entra en las aguas bautismales, y es sumergido en las aguas bautismales, dice el Apóstol Pablo que ese es un símbolo de la muerte del creyente. Es sumergido. Es como que se ahoga. Cristo vio su muerte en la cruz como un bautismo, de hecho. Él le preguntó a los discípulos que querían sentarse uno a su derecha, otro a su izquierda, les dijo, “Están ustedes dispuestos a ser dispuestos con el bautismo con que yo seré bautizado? Refiriéndose, están ustedes dispuestos a ser crucificados como yo si ustedes quieren verdaderamente la gloria que yo voy a recibir? Hay una identificación de la muerte con el bautismo. Entonces cuando la persona es sumergida en las aguas bautismales, por un momento, al ser sumergida, se identifica con la muerte de Cristo. Y al salir de nuevo a la superficie, se identifica entonces con la resurrección de Jesús, y sale de esas aguas bautismales a una nueva vida.
Recuerden algo, los primeros Cristianos en el siglo primero, yo lo les decía a unos hermanos acerca de este asunto, en realidad desde la gente pasar al frente y recibir a Cristo como Señor y salvador. No era, en realidad, la primera forma que se usaba para que la gente diera a testimonio público de su fe en Jesucristo. La roma en que los creyentes se identificaban en los tiempos antiguos era a través del bautismo. Cuando se bautizaban, daban testimonio público de su creencia y de su consagración a Jesús. Y se identificaban con la muerte y resurrección de Jesucristo. Y Pablo desarrolla todo eso en el capítulo 6. Por ejemplo, cuando él habla de que, “No sabéis…” en el versículo 6, “No sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” Se ve ahí esa idea. Entonces miren este proceso interesante que la Biblia identifica la santificación del creyente, el acercarse más a esa vida pura, a esa vida santa que Dios pide de nosotros con morir. Si uno no ha muerto en el sentido espiritual de la palabra, se va a hacer muy difícil que uno pueda vivir una vida que agrade al Señor. Yo les he hablado de que el Apóstol Pablo también en otra parte habla de que nos consideremos muertos al pecado. Es decir, que tiene que haber en nosotros una transformación mental, que nos digamos a nosotros mismos, yo ya morí al pecado. Ya yo no soy de este mundo, ya yo no tengo derecho a visitar esos lugares que yo visitaba antes, a yo ver esas cosas que yo veía antes, a practicar esas cosas que yo practicaba antes, a tener esas amistades que me corrompían y esas conversaciones que yo tenía antes. Ya yo morí a esas cosas, y ahora yo soy una nueva criatura en Cristo Jesús. Amén.
Es importante, hermanos, que cada creyente cuando entre en la vida Cristiana se identifique con la muerte de Jesucristo. Ese concepto no se nos ha hecho tan real, y por eso yo creo que tanto creyente viene a la Iglesia, se mantiene en el evangelio, pero nunca dan ese paso de santificarse completamente, y de buscar esa vida pura que Dios busca. Si no como que vivimos vidas divididas, esquizofrénicas. Estamos con un pie en el mundo y otro pie en la vida Cristiano, y de vez en cuando pues nos damos nuestra escapadita por allí, y hacemos esto, y hacemos lo otro. No hemos muerto en nuestra mente, no en nuestra boca, no hemos muerto en nuestro bolsillo, no hemos muerto en las cosas que vemos, las cosas que leemos, las cosas con que nos distraemos, las conversaciones que tenemos, los hábitos verbales que tenemos. No hemos muerto a esas cosas, y todavía permitimos como que ese viejo hombre continúe vivo, porque no nos hemos dicho, un momento, yo, si entré en el evangelio, morí. Dice … “las cosas viejas pasaron,” y Pablo siempre habla de que en el pasado. Y estas cosas erais, antes, pero ahora etcétera. Ese concepto de muerte es tan importante, y está totalmente, estrechamente vinculado al concepto de santificación y de santidad. Y entonces por eso aquí en esta lectura que acabamos de hacer en el capítulo 6 habla de que si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte. Así también lo seremos en la de su resurrección. Que interesante.
No es solamente es el concepto de muerte, el cual es importante tener en mente, pero también hay el concepto de resurrección. Fíjese que la vida Cristiana no es solamente un asunto de negatividades, cosas oscuras, ah morimos, somos crucificados, etcéteras, no. Hay cosas bellas también. Hay un llamado a la vida. Y nosotros no solamente nos quedamos muertos, si no que resucitamos también a una vida nueva, a una vida pura, a una vida santa, pero también a una vida de victoria y de bendición, y de logros, y de crecimiento, y desarrollo espiritual, y de potencialidades, y poder. Maravilloso. Yo quiero hablar un poquito de eso.
Es decir, que todos estos conceptos: muerte, resurrección, bautismo, están vinculados unos con los otros. ¿No? Pero hay también otros. Claro, el concepto del pecado está allí bien importante, porque morimos al pecado, y resucitamos a obras de justicia. Hay otro concepto también que quiero hablar con ustedes alrededor de esto, y es el concepto de esclavitud y de libertad. También ese sentido hay aquí en todo esto de que cuando nosotros somos resucitados a esa nueva vida también dejamos de ser esclavos al pecado. El pecado ya no se enseñorea de nosotros, dice el Apóstol Pablo. ¿Qué quiere decir ‘enseñorearse’? Quiere decir que el pecado ya no nos domina. Pierde ya su control sobre nuestra vida. Pierde su inevitabilidad. Es como que el hombre cuando escasa en Cristo, está metido en una jaula, está metido en una celda, es un esclavo, es un prisionero del pecado. Está condenado a pecar, y no le queda otra alternativa, y es un esclavo del pecado. Su mente piensa cosas pecaminosas, y el hombre no se puede salir de eso. No puede revelarse contra eso. Está ocupado por el pecado su ser interior. Pero cuando uno está en Cristo, ese control, ese dominio del pecado se pierde ya, y yo ahora tengo libertad para revelarme contra el pecado, y para vivir una vida libre de pecado. Amén.
Mire lo que dice por ejemplo en el versículo 15, dice, o vaya al versículo 14 en el capítulo 6, “…porque el pecado no se enseñoreará de vosotros.” No se enseñoreará. Es decir, es una declaración definitiva que Dios te dice a ti. El pecado no va a tener dominio sobre tu vida. Amén. Y tú tienes que decirte eso a ti mismo. Cuando tú estés luchando con situaciones en tu vida, decí, “El pecado no va a tener dominio sobre mi vida en el nombre de Jesús,” y se acabó la discusión. Amén. No estáis bajo la ley, si no bajo la gracia. Dice el versículo 16, “No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerles sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia, pero gracias a Dios que aunque erais esclavos del pecado…” Mira lo que dice: ‘erais’. Yo era esclavo del pecado. “…Aunque erais esclavo del pecado, habéis obedecido de corazón, aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados, y libertados del pecado, vinisteis a hacer que ciervos de la justicia…” Aquí hay algo también bien interesante con este… ¿Ven estos términos? Es importante entenderlos, porque se repiten muchas veces en la escritura.
Cuando yo soy libertado del control, el dominio, el señorío del pecado, no es que ahora soy como un chivo sin ley, como dicen por ahí, que ando saltando por el monte haciendo lo que me da la gana. Ah, ya soy libre. Gloria a… No. ¿Ahora sabe lo que pasa? Que tú cambias de señores. Amén. ¿Sí o no? Ahora… Antes el diablo era tu señor, el pecado era tu señor, ahora Cristo pasa a ser tu señor. Antes tú eras ciervo de la impiedad, de la iniquidad, del pecado. ¿Ahora tú eres qué? ¿Ciervo de qué? De la justicia, de la santidad. No es que… No, lo que pasa es que cambiaste de ciudadanía, pero ahora ahí tiene una autoridad encima de ti. Es la autoridad de Cristo. Antes era el yugo del pecado que te esclavizaba, te mataba, te destruía. Ahora dice el señor Jesucristo, llevad mi yugo sobre vosotros, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga. Antes tu tenías un capataz que te azotaba y te sacaba el jugo todos los días allí. Te destruía. No te daba salida para nada. Ahora tú tienes un Señor que te ama, te bendice, te exalta. Te dice, mira, Yo ni siquiera te voy a llamar ciervo, te voy a llamar mi amigo, dice el Señor Jesucristo. Ya yo voy a conversar con ustedes.
Cuando el Señor te pone su dominio, Él te lo pone para bendecirte. Él te lo pone para levantarte, para que entres en toda su potencialidad, para que tengas una vida fructífera, para que tengas poder para hacer las cosas que tú tienes que hacer en tu vida. Somos libres. El Señor Jesucristo dice por ejemplo en el capítulo, en Lucas, capítulo 8, dice que “si el hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” Es decir, eso es muy, muy importante que lo entendamos. Él dice que, de cierto a … digo que todo aquel que hace pecado esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre. El hijo sí queda para siempre. Así que si el hijo os libertare seréis verdaderamente libres. La única manera en que una persona puede ser verdaderamente libre es sirviendo a Dios, sirviendo a Jesucristo, sirviendo a la justicia. Recuerde eso siempre. Así que todos estos términos están unidos: esclavitud, libertad, vida nueva, bautismo, resurrección, muerte, servir a la justicia.
Hay otro concepto que se usa mucho en la Biblia. Es ‘entregar’. La Biblia dice, “No entreguemos nuestros cuerpos al pecado.” Y eso es muy importante. El hombre sin Dios entrega su cuerpo al pecado, entrega su vida al pecado, pero el hijo de Dios entrega su vida a Jesucristo para hacer obras de justicia. Debemos entregar nuestra vida al Señor. Miren lo que dice en el versículo 17, “Pero gracias a Dios que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados.” En otro pasaje más adelante en el capítulo 12 en Romanos dice que, “entreguemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo.” ¿Sí o no? ¿Recuerdan este pasaje?
Hay otro, también ese concepto de ‘presentar’, esa misma idea de entregar. En el versículo 13 del capítulo 6 dice, “Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumento de iniquidad, si no presentaos vosotros mismos a Dios como vivos entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” Ve aquí el juego es entre ciervo de justicia, morir, entregar, presentar. Sólo que cuando entramos a la vida nueva en Cristo, tenemos que presentar nuestro cuerpo, nuestras vidas para bendición, no para maldición.
Voy a resumir todo esto de esta manera. La muerte del Cristiano al pecado incluye el concepto de resurrección. Ahora, resurrección incluye los siguientes conceptos. Voy a resumir todo lo que estoy diciendo en cuatro cosas. Número uno, cuando yo resucito ahora a una nueva vida en Cristo Jesús por medio de la muerte al pecado, y la muerte es en Cristo con Cristo identificándome, primero, esa resurrección ahora de vida nueva incluye lo siguiente: libertad de los rituales vacíos de la religión muerte. Usted ve cuando yo soy ahora resucitado en Cristo y muerto al pecado, una de las cosas que mi muerte incluye en mi resurrección es libertad de los rituales vacíos de la religión muerta. Pablo habla mucho acerca de eso.
Por ejemplo, vamos a Colosenses capítulo 2, Colosenses capítulo 2 dice, por ejemplo, allí… Vamos al versículo 12, Colosenses 2-12. “Sepultados con Él en el bautismo…” Fíjese, en otro libro dice lo mismo la idea. “Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él…” El bautismo incluye muerte y resurrección. “…Mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos…” incluye esa identificación con la muerte de Cristo y su resurrección, y a vosotros, estando muertos en pecados y en la insincunsición de vuestra carne os dio vida juntamente con Él perdonándonos todos los pecados” etc. Entonces mire cual es la conclusión de eso. El hecho de que nos ha dado nueva vida, Cristo Jesús. En el versículo 16 dice, “Por tanto, nadie os juzgue en comida, o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva, o días de reposo, todos los cuales sombras de lo que ha de venir, pero el cuerpo es de Cristo. Nadie os prive…”, es decir, nadie os exima de vuestro premio afectando humildad y culto a los ángeles, etc. Versículo 20, “Pues que habéis muerto con Cristo en cuanto a los rendimientos del mundo, porque como si vivieses en el mundo sometéis a preceptos tales como no manejes, ni gustes, ni aún toques en conformidad a mandamientos y los bienes de hombres cosas que todas se destruyen con el uso.”
¿A qué se está refiriendo el Apóstol Pablo aquí? Yo no tengo tiempo para entrar desgraciadamente en todo esto, pero Pablo estaba refiriendo a una doctrina que estaba dando vueltas por ahí en la iglesia de Colosas, en la ciudad de Colosas, donde los Cristianos estaban siendo confundidos y llevados a volver a ciertos rituales de no comer eso, no comer lo otro, guardar este día, guardar el otro día. Y la religión Cristiana, que es una religión de libertad, se ha estado convirtiendo en una religión de mandamientos, de religiosidad. Hermanos, tengamos cuidado con esta religiosidad estéril que podemos caer en ella. Yo digo, hermanos, que la verdadera religión Cristiana, yo puedo identificar dónde está el espíritu de Cristo verdaderamente, porque donde está el espíritu de Cristo, hay gozo, hay libertad, hay risa, hay alegría. Hermanos, la religión Cristiana no es una religión ahí de toda la gente caída y andando como temeroso de esto, temeroso de lo otro. Es una religión de libertad, de gozo, de celebración. Hay esa iglesia donde usted entra, y usted siente que entró a un funeral, y yo siempre pienso en esas hermanas cuando usted les da la mano le dan la punta de los cuatro dedos. Se la ponen así como una cuña así, y ni siquiera se la aprieta porque les da miedo contaminarse con un hombre que les de la mano. ¿Y yo digo, pero dónde está la libertad de Cristo? Vivimos como huyéndole al pecado, mirando detrás para que no nos agarre el cuco. Y hay que tener ese cuidado con todo lo que se hace, y todo es una ley por acá, y otras cosas por allá, y todo el mundo el diablo, el diablo esto, el diablo lo otro. ¿Dónde está la libertad en la cual Cristo nos hizo libres, hermanos? Hermanos, la santidad de Dios es una santidad de gozo, es una santidad de alegría, es una santidad de celebración. Aleluya. No hay que andar con ese temor con que vive mucha gente Cristiana, temiéndole más al diablo que al Padre celestial que nos ha hecho libres.
Y cuando entramos en la resurrección que Cristo hace posible, una de las cosas, sí, yo no llamo una santidad, pero lo llamo una santidad de alegría, de gozo, de celebración, de amistad, de disfrutar de la vida dentro del marco de santidad que Dios ha establecido. Hay que tener o sea un balance, es lo que decimos. ¿No? Y Cristo nos libra de esa religiosidad compulsiva, malsana, psicológica que lo que hace es que crea más pecados, que muchas veces hay iglesias donde hay tanta santidad por aquí, cosas por allí, falda larga, y cuello largo, y lengua larga. Hay a veces, hermanos, hay más pecado que en otros lugares, porque es una santidad psicológica, es una santidad basada en el miedo no en la libertad con que Cristo nos ha hecho libres. Esa es la resurrección. Es la resurrección.
Yo amo una santidad celebratoria, una santidad done la gente se puede reír, y donde puede comerse una buena comida, y ver una buena película, y escuchar una buena música edificante. ¿Por qué no? No todas contienen ese marco sweety, y no, hay buena música en el mundo también que puede edificar. Ahora, escoja algo que sea edificante, que esté dentro de los valores del reino de Dios, no algo que le vaya a empobrecer su mente, pero hay que disfrutar. Todo lo que Dios hizo lo bendigo, y Dios es bueno. El Cristiano le ha quitado su aguijón a la muerte, y podemos ahora disfrutar de una vida sana, una vida alegre, una vida balanceada. Entonces, la libertad del pecado, como vemos aquí, esa muerte nos hace libres también. Nos libra de todos esos rudimentos de la vida religiosa esa, farisaica que no conoce del gozo del Señor.
Por eso el hijo que se quedó en la casa en las palabra de Dios pródigo... Ojalá tuviéramos tiempo para desempacar todas esas cosas. El hijo, el hermano del hijo pródigo es tipo de la religión muerta, la religión que no goza de la cercanía del Padre. Y el hijo que se quedó en la casa, que se porta bien, que nunca hizo nada malo, que nunca rompió ni siquiera un plato, cuando viene el hijo pródigo, y el papá lo recibe, le dice, “Maten el becerro gordo. Vamos a hacer una fiesta. Póngale buena ropa, póngale un anillo.” El hijo bueno dice, “Ay,” y se pone molesto, y está por allá metido en una esquina, y el papá dice, “¿Pero qué te pasa hijo?” Dice, “Este muchacho gastó todo tu dinero, se puso en vergüenza, y tú vienes ahora, y matas el becerro gordo y le haces una fiesta, y yo que siempre me porté bien, que me quedé en la casa, y esto, y el otro, y tú nunca ni siquiera ni un corderito me has dado para que yo lo comparta con mis amigos.” Y el papá le dice, “Pero hijo, si todo lo que yo tengo es tuyo,” queriendo decirle, por qué no cogiste y mataste no uno si no diez becerros? Estaban ahí. Son tuyos.
Y hay muchos Cristianos así que tienen la bendición de Dios, la riqueza de la herencia de Cristo, y no gozan de las bendiciones, de la vida Cristiana, y están con este temor, esta esterilidad, esta angustia. Hermanos, tenemos que libertarnos en el Señor. Tenemos que decirle a las cosas del pasado, yo no voy a vivir atado a un mal recuerdo, a un trauma del pasado, yo soy libre en Cristo Jesús. Aleluya. Y voy a vivir la libertada que hay en Cristo Jesús. No voy a seguir lamiéndome mis heridas y pensando en lo que me hicieron o lo que pasó en el pasado. Yo estoy ahora celebrando la fiesta en … Aleluya. O santo es el Señor. Hay una fiesta que Cristo hace posible, y usted tiene que escoger en qué va a vivir, si va a vivir en la esterilidad del pasado o en el presente glorioso que Cristo ha hecho posible a través de su muerte en la cruz, y que usted ha resucitado juntamente con Él. Gloria al Señor. Viva la fiesta que el Padre hace posible. Cuando usted entró al evangelio, el Papá dijo, “Mire, cojan todos los becerros, mátenlos todos, póngales los mejores vestidos a esa gente.” Por eso Pablo dice que el ruega que nuestro entendimiento sea abierto para que sepamos la riqueza de la herencia que tenemos en Cristo Jesús. Aleluya.
No hay espacio para una religiosidad estéril y muerta, porque Cristo nos ha hecho libres. Aleluya. Esa resurrección que viene después de la muerte, y que viene como resultado de esa santidad que Cristo hace posible, otra cosa que nos hace es que nos da autoridad espiritual. Nos da autoridad espiritual. En Efesios capítulo 2, versículos 4 al 6, dice el Apóstol Pablo, “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó aún estando nosotros muertos,” mire ahí la idea de muerto, “…aún estando nosotros muertos en pecado, nos dio vida juntamente con Cristo. Por gracia soy salvo,” dice. Y mire aquí, aquí está el punch line, como dice, aquí viene, dice, “Y juntamente con él nos resucitó,” lo que decíamos, muerte, resurrección, “y así mismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.” Aleluya. “Nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.” ¿Usted sabe que usted no está sentado aquí en León de Judá ahora mismo? Usted no está sentado en el 68 de la North Hampton Street. En el espíritu, usted está sentado en el trono celestial allá arriba junto con Cristo Jesús. Recuerde eso. Cuando el diablo le quiera decir, “No, tú eres mi marioneta. Yo te controlo. Yo puedo darte todas las enfermedades que a mí me de la gana. Yo puedo robar tu dinero cuando yo quiera. Yo puedo mandar a tus hijos al infierno,” usted le dice, “Usted se equivocó. Yo tengo autoridad sobre usted. Yo estoy sentado con Cristo en los lugares celestiales. Usted tiene que obedecerme a mí. Yo estoy encima de ti.”
La palabra dice que Dios levantó a Cristo, y le dio un nombre que sobre todo nombre, y nosotros, al estar sentados junto con Cristo, tenemos esa misma autoridad que tiene Cristo Jesús. El Señor Jesucristo dijo, “Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra, por tanto, id,” queriendo decir, como yo la tengo, ustedes también la tienen, así que vayan y conquisten. Hagan discípulos de todas las naciones. Conquisten, establezcan el señorío del reino de Dios sobre todo lugar. Tú tienes que entender esto. La posición que tú ocupas espiritualmente que Dios ha hecho posible a través de tu resurrección con Cristo, eso te da poder, te da autoridad. Hay muchos Cristianos que están abajo la esclavitud del diablo, que no tienen poder, que siempre están buscando que el pastor los unja, que el pastor obre por ellos, que el pastor, que el diablo me está haciendo esto, lo otro, pastor ayúdeme, es porque no entienden que están sentados con Cristo Jesús en los lugares celestiales. El que entiende eso no necesita, inclusive. Yo no digo que, entienda lo que estoy diciendo, pero si usted entiende que usted está con Cristo en los lugares celestiales, usted no necesita más nadie en un sentido hablando. Lo meten en una isla solitaria, y allí usted es el rey. Cuando viene a ver, los gorilas le están sirviendo y trayéndole guineo todos los días, porque usted es el Señor, usted está sentado con Cristo en lugares celestiales. Si a mí me tiran en un paracaídas a la luna allí con la ayuda del señor, yo voy a señorear, porque yo estoy sentado con Cristo en los lugares celestiales. Aleluya.
Donde quiera que tú estás, Cristo entra contigo. Tú tienes poder, hermano. Tú tienes poder, gran poder, porque tú en autoridad estás sentada en los lugares celestiales. Así que tú no puedes vivir una vida mediocre. Tú no puedes vivir una vida pusilánime, tú no puedes vivir una vida acomodándote a las circunstancias y a los problemas de la vida. Tú tienes que revelarte y decir no. Cristo me sentó ante Él. Yo estoy sentado al lado del Rey, al mismo nivel del Rey. Yo tengo autoridad sobre toda circunstancia en mi vida. Muchos Cristianos sufren por eso, porque no entienden esta gran verdad. Por eso estamos en crisis todo el tiempo, porque no nos hemos llenado. Dios tiene que hacer una lobotomía, y cambiarnos este cerebro carnal y poner un cerebro espiritual dentro de nosotros, que entienda. Por eso Pablo habla de que él ora para que los ojos de nuestro entendimiento sean abiertos para que podamos entender cuan grande es el poder que Dios ha hecho habitar dentro de nosotros, el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos. Tú tienes dentro de ti un tanque de guerra, un motor de tanque de guerra. Tú no tienes un tanque de un volkswagen allí chiquito. No. Tú tienes el motor de un avión jet de esos grandes y poderosos que surcan los aires. Eso es lo que Dios ha puesto dentro de ti, todavía más poderoso que eso. Tú estás sentado al lado de Cristo en los lugares celestiales. Amén. Gloria al Señor.
Recuerda eso. Yo estoy sentada en autoridad. En autoridad yo estoy allá arriba. En el mundo yo camino aquí abajo físicamente, pero en el espíritu yo estoy arriba, y el espíritu siempre reina sobre la carne, autoridad espiritual, libertad de la religión muerte y vacía, autoridad espiritual. Otra cosa que Cristo es libertad de ataduras. Di Amén en el nombre de Jesús, libertad de ataduras, de adicciones, de pecados compulsivos, de inclinaciones pecaminosas, de enfermedades emocionales. Cristo te ha libertado de todas esas cosas. Tú no puedes decir, “O no puedo, no puedo lidiar con esta depresión. Esta depresión me está matando. Esta ansiedad no me deja. Esa herida del pasado, lo que me hicieron en el pasado…” Y siempre uno está chapaleando ese lodazal. ¿No? “Ah que no puedo romper con este licor. Ah que no puedo romper con esta adicción mental, con este problema, porque…” No. Hermanos, el Señor dijo, “El pecado no se enseñoreará de vosotros.”
En primera Corintios, capítulo 10, versículo 13 dice, “No nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana, pero fiel es Dios que no te hará ser tentados más de lo que podéis resistir, si no que dará juntamente con la tentación la salida para que podáis soportar.” Nadie me diga a mi, “Yo no puedo pelear con este pecado.” No. “Ya es demasiado tarde, yo estoy demasiado viejo, ya esto y el otro.” Mira, Cristo ha dicho, “Yo te doy la salida.” Con toda situación, con toda tentación hay una salida. Créelo. Por eso es que nadie puede, debe ajustarse al pecado y decir, “Yo no voy a poder salir de esto. Me tengo que acomodar a ello.” Porque Cristo siempre da una salida en cualquier situación de pecado.
Y en Romanos 6, ya lo leímos, capítulo 14, dice, “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros.” Y en el versículo 22 dice, “Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos ciervos de Dios tenéis por vuestro fruto la santificación y como fin la vida eterna.” Ese es uno de los problemas. Con este asunto de la homosexualidad, los homosexuales dicen, “Yo soy homosexual, y yo no puedo cambiar, porque esa es mi identidad.” Y hay muchas iglesias que han dicho, “Ok, los pobres, hay que aceptarlos así, porque así son, y no se pueden salir de eso.” La Biblia dice, “El pecado no se enseñoreará.” Dice que hemos sido libertados de la esclavitud del pecado. Nadie puede decir, “Yo estoy condenado a esto, y ya no puedo cambiar.” Siempre se puede cambiar, hermanos. Siempre hay una salida, siempre hay una esperanza, siempre hay una respuesta, siempre hay una posibilidad en Cristo Jesús, siempre hay solución a todo problema. Yo siempre les digo, “Hay una solución.” Cuando hay problemas en mi vida, yo digo, “Alguna salida hay, una solución,” y busco, y busco, y tanteo hasta que hallo la puerta de salida. Siempre ha sido así. Aún en los problemas familiares, emocionales, económicos, físicos, a veces hay cosas que yo en mi vida, un problema de construcción o lo que sea, y dice, “No, no se puede.” Y yo digo, “Vamos a explorar. Vamos a buscar.” Y siempre se encuentran salidas, hermanos. Siempre hay una solución a cualquier situación de la vida. Eso es lo que yo digo. Nosotros somos libres de ataduras en Cristo Jesús. Recuerda eso. Nunca digan, “Ya yo no puedo cambiar. Me tengo que someter a esta carga, a este problema.” El Señor te dijo, “Tú eres libre, y yo te he hecho libre.” Aleluya.
Y Cristo nos hace libres de nuevo, finalmente para una vida nueva, frutos de justicia, buenas obras, santificación, cosas buenas. Simplemente tendré que leerlo porque ya inclusive me he pasado de tiempo, pero estas son cosas tan y tan poderosas, hermanos. O Gloria al Señor. Hay que… Mira el versículo, capítulo 3 de Colosenses. “Si pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios…” Ves de esa idea misma de resurrección con Cristo etc. “…Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” Y entonces comienza toda una lista de cosas que debemos hacer. En el versículo 5 dice, “Hacer morir pueblos terrenales en nosotros,” fornicación, impurezas, etc. Una de las cosas que esa vida nueva explica es hacer morir todas esas cosas bajas, viles, esas prácticas que nos arrastran. Pero no es solamente el pecado así, más graso. En el versículo 8 dice, pero ahora dejad también vosotras, vosotros todas estas cosas. ¿Por qué? Porque hay mucha gente que dice, “Ya yo no cometo fornicación, adulterio, no mato a nadie, no pateo viejitas en la calle, así que ya no tengo que hacer más nada.” Pero fíjense. Todavía hablan malas palabras, murmuran de la gente, abusan de los hijos. Dice, “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas, ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de nuestra boca.” Hay un segundo nivel de santificación, ese nivel de, esos pecadillos, no, que nos contaminan la vida tanto, y que a veces por haraganes no los trabajamos también. Y tenemos que trabajar ese nivel.
¿Pero sabe qué? Hay todavía un tercer nivel, porque la vida nueva en Cristo Jesús no es solamente despojarse de las cosas malas si no que también es vestirse del nuevo hombre. ¿Sí o no? Miren el versículo 12. Dice, “Vestíos pues…” Lo primero era desvestirse, pero si ustedes se desvisten y no se visten, los meten presos. ¿Sí o no? Entonces dice, “Vestíos pues como escogidos de Dios,” versículo 12, “santos y amados…”