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Les invito a ir al Libro de Deuteronomio, es uno de esos libros que a veces no leemos mucho en el Antiguo Testamento, pero tiene mucho que enseñarnos. Parte del Pentateuco, es el último libro en realidad de los primeros cinco libros de la Biblia que son los libros que se le asignan a Moisés, como que fueron escritos por Moisés y relata toda la historia temprana del pueblo hebreo en su peregrinaje por el desierto y las leyes, mandamientos y principios que recibieron de parte de Dios.
Mientras se fortalecían y se fundamentaban como una nación nueva que Dios estaba fundando. Y en esos libros Dios establece los principios espirituales por los cuales deben vivir como nación. Y ahí en el Capítulo 11, vamos al versículo 13 antes -inclusive- porque yo creo que da un contexto de lo que yo quiero hablar que es sobre todo como criar hijos saludables espiritualmente e intelectualmente. Que reflejen esos valores que Sarah Gautier nos hablaba en esta mañana y que ella refleja como una joven muy especial.
Cómo producir hijos así que reflejen el fruto del Espíritu Santo, la vitalidad, la belleza del Reino de Dios. ¿Qué se requiere? Ya vimos algunas de las cosas ahí mismo en el testimonio de ella. Pero ahí en el versículo 13 se pone en contexto lo que se nos dice comenzando con el versículo 18. Y esto está en el contexto de una serie de mandamientos y principios que Dios les encomienda al pueblo hebreo que siga siempre en su vida como nación y como cultura.
Entonces en el Versículo 13 del Capítulo 11 de Deuteronomio Dios le dice: “Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy”, es decir los mandamientos que yo les estoy dando y si ustedes los obedecen. “Amando a Jehová vuestro Dios porque eso es lo principal". Del amor a Dios viene todo lo demás. Cuando amamos a nuestro Padre Celestial, entonces desde ese amor que le tenemos a Dios salen los mandamientos, sale la obediencia.
¡Qué bueno es cuando la obediencia nace del amor y no de la obligación! ¿Verdad que sí? Entonces le dice: “Amando a Jehová vuestro Dios y sirviéndole con todo vuestro corazón”. Qué importante que sirvamos a Dios con todo nuestro corazón. Dios no se conforma con un pedacito de nuestro corazón, Dios no se conforma simplemente con un ratito que le damos por allí, Dios no se conforma simplemente ‘bueno es domingo así que tengo que ir a la iglesia. Voy a ir para eso de cumplir’. ¡No!
Dios quiere todo nuestro corazón. Una y otra vez: “Amarás a Jehová con todo tu corazón”, el primer mandamiento. “Toda tu alma, todas tus fuerzas, toda tu mente". "Con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma". Ahora ¿qué pasa? Si nosotros funcionamos de esa manera, si como iglesia, como nación, como pueblo latino aquí en Estados Unidos, si nosotros obedecemos los mandamientos de Dios cuidadosamente, si amamos a Dios y lo servimos con todo nuestro corazón y nuestra alma dice: “Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo: la temprana y la tardía y recogerá tu grano, tu vino y tu aceite”.
Dios le hablaba a una comunidad agrícola, una comunidad para la cual la lluvia era absolutamente esencial porque ellos obtenían prácticamente todo su sustento de la tierra. Entonces para ellos el que hubiera lluvia era absolutamente esencial. Pero el principio es valedero para el Siglo XXI También. Hoy nosotros compramos nuestros vegetales y todo viene en lata o en congelado o envuelto en plástico de alguna parte que nosotros no sabemos. Pero en principio lo que Dios les estaba diciendo era: ‘Si ustedes se comportan de esta manera yo los voy a bendecir y los voy a prosperar y no va a faltar nada de lo esencial en su vida’.
Yo pensaba en esto y quizá un poquito de helado, pero ¿por qué no? Yo creo que hoy en día con el problema inmigratorio tan fuerte que tenemos y el deseo de que se haga algún tipo de reconocimiento justo para la gran situación que existe con 12 millones y pico de inmigrantes que hay en esta nación que necesitan recibir su documentación y regularizar sus vidas y que tiene que haber alguna solución a ese problema. Los gobernantes y los departamentos de un país generalmente, no necesariamente, tienen en su corazón hacer justicia.
A veces en lo que están pensando es en los intereses, el cabildeo, los negocios, la presión, quien vota, quien no vota, etc. La política, ¿no? Yo creo que una de las cosas que va a poner presión, aparte de lo que estamos haciendo que es muy importante: peticiones, esfuerzos, llamar a la nación a tomar consciencia, pero una de las cosas más importantes que el pueblo latino puede hacer sin quitarle a todas esas cosas es precisamente poner presión espiritual sobre los gobernantes. Orar.
De nuevo, no estoy diciendo que no hagamos las otras cosas, pero que clamemos a Dios para que cambie el corazón de los gobernantes, para que pongan un sentido de misericordia, de justicia, de gracia y que ellos sientan la necesidad. Que Dios cambie la mente cauterizada de muchos que piensan en los intereses solamente y traiga un cambio de corazón a esta nación y que puedan ver la bendición que son estos inmigrantes en esta nación y como traen valores espirituales y morales y éticos que enriquecen a esta nación. Que haya un cambio.
Cuando –yo creo mucho en eso de obrar, trabajar, esforzarnos para cambiar la realidad- pero también vivir vidas que hagan descender la bendición de Dios. Yo creo que si la comunidad latina cada día se entrega más a Jesucristo y busca de Dios y ama a Dios, instruidos por una iglesia latinoamericana, latina, que refleja la gracia, el amor, la misericordia, los valores del reino de Dios y los enseña, los discípula, los instruye en una vida ética, espiritual, consagrada a Jesucristo; Hermanos no hay gobierno de este mundo que pueda resistir.
Porque Dios es el dueño de toda la Tierra y Él hace lo que Él quiere. Él cambia corazones, Él transforma vidas, Él mueve… Dice la Palabra que ‘el corazón del rey es como agua en las manos de Dios’. Él dirige el corazón del rey por donde Él quiere. La Biblia dice también que oremos por nuestros gobernantes para que tengamos vidas apacibles y ordenadas. Así que yo creo que una de las armas más poderosas que tiene el pueblo de Dios latino aquí en Estados Unidos es orar por sus gobernantes, que Dios toque sus corazones.
Vivir vidas impecables, vivir vidas productivas, trabajar. Callarle la boca a los que acusan a nuestra comunidad de estar sorbiéndole dinero y recursos a esta iglesia y mostrar que no, que nosotros bendecimos esta nación con nuestro trabajo; que nosotros aportamos inclusive impuestos, que nosotros hacemos trabajos que nadie más quiere hacer permitiendo que los precios de muchas cosas sean más bajos.
Porque si tuvieran que pagarle lo que se supone que se le pague a los trabajadores, los precios de las carnes, los precios de tantas cosas subirían. El cuidado de los ancianos, trabajos en los hospitales que nadie quiere hacer, buena comida sabrosa que hacen en los restaurantes de muchas partes de aquí de Boston. Yo voy al bar italiano, a veces, y cuando oigo en la cocina, lo que oigo son cocineros salvadoreños, guatemaltecos allí cocinando. Y ¡qué buena comida italiana hace esa gente! Y se benefician de los talentos y los dones que nosotros le añadimos.
Ese saborcito ahí de ese chichen parmesana no es de la sazón italiana, ¡no! ese es una cosita ahí que le echó el chef ese salvadoreño de su país, ¿no? Por eso sabe tan rico eso. Es chistoso, pero es cierto, ¿no? Uno va a esos restaurantes y no dejan que hablen los cocineros ni los que atienden porque hablan español casi todos y entonces tienen que aparentar que bueno, si es un restaurante italiano se supone que sean italianos. Pero no, son latinos. Nosotros contribuimos en muchas cosas.
Pero, hermanos, lo que quiero decir es que apartándome así un poquito del tema, pero estaba pensando en lo que decía Patty esta mañana. Yo creo, hermanos, que el poder mas grande que tiene, tenemos nosotros en este tiempo, sin quitarle a los esfuerzos que tenemos que hacer es eso de vivir vidas; que Dios nos permita como iglesia y como iglesias mostrar el poder transformador que tiene el Evangelio. Mostrar familias creciendo, bendiciendo sus comunidades, trabajando duro, comprando sus casa, contribuyendo.
Siendo los mejores trabajadores en las fábricas y en los lugares donde trabajamos, levantando y criando hijos saludables que reflejan el gozo y la salud espiritual, emocional de un niño que está creciendo bebiendo de la palabra de Dios. Cuando la gente vea eso no podrán decir nada menos que ‘¡Guau! Nosotros queremos que esta gente se quede y nos bendigan y no se vayan de este país’. Así que yo creo que esa es una de las cosas bien importantes que nosotros tenemos que hacer, ¿no?
Me vino eso a la mente porque eso cambia la situación, la oración. Una vida justa, una vida que ama al Señor. Dios hará entonces que “la lluvia de nuestra tierra, la temprana y la tardía venga y recogeremos nuestro grano y nuestro vino y nuestro aceite. Y daré también hierba en tu campo para tu ganado y comerás y te saciarás. Guardaos, pues, que vuestro corazón no se infatúe y os apartéis y sirváis a dioses ajenos y os inclinéis a ellos". Eso es lo que tenemos que hacer: guardar nuestro corazón como comunidad.
Ahora, fíjense, en el contexto de eso: de vidas saludables, de un hogar saludable que ama a Dios, que sirve al Señor; un padre, una madre, un esposo, una esposa que están sirviendo al Señor amando a Dios, reflejando los mejores valores del reino de Dios; que le da a Dios su lugar, una comunidad que sirve al Señor; en ese contexto, entonces se supone que nosotros transfiramos lo que nosotros hemos experimentado en nuestras vidas -con respecto a nuestro Dios- se lo transfiramos, ¿a quién? a nuestros hijos, a nuestras generaciones sucesivas.
No podemos nosotros esperar hijos que amen a Dios si nosotros no amamos a Dios primero. No podemos esperar hijos que reflejen la salud y la vitalidad del reino de Dios si nuestros hogares no son un reflejo del reino de Dios. Si nuestro comportamiento, nuestra personalidad, nuestro amor por Dios no es algo que ellos pueden ver día a día. Por eso es tan importante que entendamos esto porque muchas veces cuando pensamos: ‘bueno, instruya al hijo en su camino y no se apartará de él cuando sea grande’.
Bueno, pensamos eso quiere decir que yo tengo que estarle leyendo la cartilla todos los días y hablándole de Dios y predicándole un sermón pequeño cada día antes que se vaya para la escuela. Bueno, eso es importante, hay que orar con nuestros hijos, hay que hacer muchas cosas con nuestros hijos. Pero yo creo que lo que el Señor puso en mi corazón esta mañana es que una de las cosas más importantes es asegurarnos de que antes de nosotros hablarle a nuestros hijos con la palabra verbal, nosotros le hablemos a nuestros hijos con el amor a Dios que ellos vean en nosotros.
Un hogar donde se reflejen los valores del reino de Dios. Ahora, no quiero perder lo que dice la Palabra, ¿no? En el versículo 18 después de animarlos a obedecer cuidadosamente los mandamientos y amar a Dios con todo su corazón y su alma, Él dice: "Por tanto pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma y las ataréis como señal en vuestra mano y serán por frontales en vuestros ojos y las enseñaréis a vuestros hijos”. ¿Usted ve allí la secuencia y la relación entre una cosa y la otra?
Primero, nosotros ponemos la palabra de Dios en nuestro corazón y nuestra alma, la atamos como una señal en nuestra mano. De paso, los judíos tomaron esto muy literalmente y hoy en día tienen los ‘efialtes’, yo no recuerdo como se llama eso. Pero ellos tienen un aparato que se amarran aquí en el codo y algo que se ponen aquí, también, en la frente. No se cuantos los han visto. Es como un objeto que ellos usan, que tomaron en serio eso y se lo amarran de una manera bien elaborada para algunos de sus ritos en recordatorio.
Pero yo no creo que eso era lo que implica aquí. Dios estaba simplemente haciendo como un símbolo de que la Palabra tenía que estar tan pegada de ellos que era como si ellos se la amarraran en sus manos y la pusieran en su frente como para que todo el mundo lo vea. La frente es señal de la mente, yo diría que la mano, el brazo es señal de la acción, la obra. Entonces la Palabra de Dios tiene que estar tan pegada a nosotros cada día. Nosotros tenemos que ser estudiantes de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios tiene que ser ‘nuestro pan de cada día’.
Yo le digo siempre a los cristianos: ‘estudien la Palabra de Dios’. Nos gozamos de que doscientas, ¿Cuántas personas se graduaron? Doscientas veinticinco personas celebraron la graduación de discipulado el viernes aquí en León de Judá. Denle un aplauso al Señor aunque sea para despertarse un poquito. Doscientos veinticinco miembros de esta Congregación están tomando estudios sostenidos de diferentes temas de la Palabra de Dios y diferentes niveles de estudio de la Biblia.
Yo quisiera que pudiéramos decir quinientos. Yo se que ya muchos han estudiado y se han graduado, esto es lo que tenemos ahora, la clase presente. Pero yo le animo, hermano, hermana, padre, madre, usted necesita la Palabra de Dios, como nunca los padres y las madres necesitamos sabiduría para educar a nuestros hijos. ¿Sí o no? Porque vivimos en una cultura que es hostil, no solamente contraria, sino que yo diría hostil a los valores del Reino de Dios.
Es que estructuralmente no es que la gente es que es mala y odian a Dios y odian su Palabra y se han comprometido a ir en contra de la Palabra. No, es que los valores de la cultura, su estructura misma, educativa, gubernamental, los valores de los medios de comunicación, todo. Los principios que fundamentan y rigen esta cultura son contrarios a la Palabra de Dios y al reino de los Cielos y entonces los padres y las madres necesitan educar a los hijos, en el contexto, como nunca, de una generación –yo diría- maligna y perversa, como dice la Biblia.
Yo le doy gracias a Dios hasta cierto punto porque, quizás no debiera decirlo, no lo voy a decir porque no voy a atemorizar a mis hermanos. Hermanos, ustedes, los nuevos padres, los que están levantando hijos en este tiempo necesitan mucho de Dios. Es difícil ser padre y criar hijos temerosos de Dios que reflejen la belleza del reino de Dios, pero ¿saben qué? No es imposible. No es imposible. Se puede, porque los primeros cristianos en el Siglo Primero tenían el reino pagano de Roma y de la adoración a los dioses y a los demonios alrededor de ellos.
Y eran una minoría, mínima, pequeñísima y pudieron levantar a sus hijos en medio de eso. ¿Por qué no nosotros en el Siglo XXI? Es el mismo Dios, es la misma Palabra, es el mismo Espíritu. Así que padre toma ánimo pero prepárate y fortalécete en el Señor. Come todo lo que tú puedas de la palabra de Dios. Estudia los principios del Reino de Dios. Ora mucho y asegúrate de que tu vida refleje la vitalidad del reino de Dios. Porque tú no vas a poder en realidad, producir hijos, bueno va a ser difícil, que tú produzcas hijos que te superen a ti espiritualmente.
Si lo hacen van a ser porque, bueno, coman de un pan y beban de un agua que les vendrá después. Más allá de lo que tú les puedas dar a ellos. Eso pasa también porque cuando vienen al Reino de Dios se reciben nutrientes. Pero generalmente lo que Dios quiere es que los padres bendigan a sus hijos con su espiritualidad y entonces como producto de esa leche y ese pan que ellos han comido de sus padres sean inclusive mejor que sus padres más adelante. Pero nosotros necesitamos tener una vital extraordinaria en este tiempo.
Yo creo que ya los tiempos de que padres nominalmente religiosos, evangélicos, produzcan hijos que amen al Señor, yo creo que pasaron. Estamos en un tiempo en que producir un hijo que ame a Dios es contra la corriente. Es un forcejeo contra el diablo mismo que quiere arrebatarnos a nuestros hijos. Y por eso necesitamos ser atletas espirituales, por eso necesitamos ser guerreros espirituales, por eso tenemos que llenarnos de la Palabra de Dios. Come de la Palabra de Dios.
En ella están los principios que te van a ayudar a ser un hombre, una mujer, un padre, una madre que pueda bendecir a tus hijos con buen consejo, buen ejemplo, buena vida, buena nutrición espiritual para tus hijos. Yo les animo en el nombre del Señor a seguir esta secuencia que yo veo en la Palabra del Señor. Primero, ama tú a Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, escribe su ley en tu frente y átala alrededor de tu mano. Llénate de la enseñanza y de la instrucción de la Palabra de Dios, Refleja una vitalidad rebosante espiritualmente hablando.
Entonces transmítele a tus hijos el exceso de tu vida espiritual que al rebosar tu amor por Dios, ese rebosar de tu copa, ellos beban de ella y también puedan crear el mismo tipo de hombre, de mujer que tú eres. Es importante esa secuencia de las cosas. Dice: “Las enseñareis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas para que sean vuestros días y los días de vuestros hijos tan numerosos sobre la tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los Cielos sobre la tierra".
¡Qué lindo ese consejo del Señor! Que nuestras casas estén saturadas de los valores del Reino de Dios. 'Escribe en los postes y en tus puertas'. De nuevo, los judíos han tomado esto literalmente y si alguien de aquí se ha mudado a un apartamento que pertenecía a un judío ortodoxo; yo viví en Brooklyn cuando niño, muchos años y estaba en un área donde vivían los judíos ortodoxos. Yo recuerdo el primer apartamento donde nosotros vivimos en Williamsburg, Nueva York, en Brooklyn, que los dinteles de las puertas, los postes de las puertas tenían unas cositas de metal clavadas.
Un día yo saqué uno de ellos y había un rollito adentro que era un texto de la Biblia en hebreo. Porque ellos toman eso en serio y clavan en los postes de sus puertas esas señales religiosas. Ahora lo que Dios estaba diciendo es ‘Mira, que tu casa esté saturada de la Palabra de Dios’. Y yo digo, hermanos, esa es la cosa más importante que nosotros tenemos que hacer porque eso fue lo que Dios puso en mi corazón. Aparte de las intervenciones específicas y deliberadas, activas que nosotros tenemos que hacer: enseñar la Palabra a nuestros hijos, todas esas cosas muy buenas.
Yo creo que la manera más poderosa de nosotros hablarle a nuestros hijos es a través de la atmósfera que nosotros elaboramos en nuestro hogar. Lo que se da minuto tras minuto, día tras día. Es como la suma neta de todo lo que se da en el hogar en el curso de una semana por ejemplo, que al final de la semana cuando se vea lo negativo y lo positivo, que el balance sea abrumadoramente positivo a favor del Reino de Dios. Y ¿Por qué lo describe en esa manera?
Porque en un hogar hay de todo. Se dan a veces argumentos y conflictos, claro que sí. Ninguno de nosotros es perfecto como padre, como esposa, como hermano, como amigo, como miembro de una congregación. En una casa se oye de todo, pasa de todo. En el curso de una semana hay momentos buenos, momentos malos, hay diferentes cosas que suceden, hay agonía, angustia, ansiedad, muchas cosas. Pero también debe haber mucho amor, mucho perdón, mucha Palabra de Dios, mucha buena música sonando, muchos buenos programas en la televisión, mucha Biblia abierta, leyéndose, muchos objetos cristianos: cuadros y revistas y conversaciones.
Entonces cuando al final de la semana cuando se coja todo eso, la humanidad caída nuestro y nuestro pecado y los valores cristianos y los momentos nobles y hermosos y bíblicos y cuando lo que hagamos y lo movamos al final lo que quede sea positivamente a favor del Reino de Dios. ¿Usted entiende la diferencia? Porque ningún hogar es un dechado de virtudes, ningún hogar es perfecto, ningún matrimonio es perfecto, ningún padre es perfecto. Pero lo que tenemos que asegurarnos es que el balance sea abrumadoramente a favor del Reino de Dios. Siempre.
¿Qué tipo de hogar nosotros estamos elaborando? El hogar es como un libro abierto donde los niños, los hijos sin saberlo están leyendo continuamente mensajes. Cada día, cada intervención, cada conversación, cada gesto, cada discusión que se resuelve con violencia o con amor, cada ofensa que recibe perdón o recibe venganza, cada silencio que se ofrece como una muestra de paciencia o un golpe de espada. Todo eso junto los niños lo están viendo continuamente. Los niños se percatan de todo, hermanos. Los niños son una esponja que absorben y leen el medio ambiente.
Subconscientemente su personalidad está siendo impactada por cada cosa que se da en un hogar. Y como cristianos tenemos que asegurarnos que nuestro hogar enseñe, que nuestro hogar sea un libro que nuestros hijos puedan leerlo con sus entrañas, con las células de su cuerpo, con su subconsciente y que les esté siempre emanando y emitiendo mensajes de amor, del fruto del Espíritu Santo, de lealtad al Reino de Dios y que ellos absorban eso. Porque esa enseñanza, esa lectura va a ser mucho más importante que cualquier lectura verbal que tú le des a ellos.
La lectura de vida, la lectura de tu casa. ¿Qué tipo de hogar nosotros estamos proveyendo para nuestros hijos? Óigame, es difícil hoy en día porque hay tantas oportunidades para llenar nuestro hogar de violencia, películas de todo tipo, entretenimientos indebidos, sonidos destructivos que crean ansiedad en nuestros hijos y agresividad. No, no, tenemos que eximirnos de muchas cosas. Hay cosas que a nosotros nos encantaría ver, decir, experimentar en nuestras casas que nosotros debemos decir ¡No! porque dañaría el libro que mis hijos están leyendo.
Viciaría, contaminaría el aire que ellos están respirando y por lo tanto no tengo libertad para hacer eso. ¿Sabe padre? Eso me recuerda otra cosa que: tú te debes a tus hijos y no a ti mismo. Claro, te debes a Dios primeramente, al Reino de Dios, por eso te tienes que mantener saludable y amar a Dios por sobre todas las cosas. Pero tú tienes un deber sagrado que tú has contraído desde el día que tú trajiste esos hijos al mundo. Una de las cosas de esta cultura que es contraria a la Palabra de Dios es que la mujer es dueña de su propio cuerpo.
Yo no veo eso en la Biblia. Dios es el dueño del cuerpo de una mujer. Por eso es que ¿sabes? la industria del aborto está fundamentada en ese forcejeo entre quien es el dueño del cuerpo, ¿Dios o la mujer o el hombre? Yo no soy dueño de mi cuerpo, tú no eres dueño de tu cuerpo. Dios es dueño de tu cuerpo. Y si hay una vida dentro de ti, yo creo que ahí, los derechos de propiedad se ponen mucho más complicados. Ya tú no puedes hacer lo que a ti te da la gana con tu cuerpo porque ahí hay algo que es soberano y pertenece a Dios también.
Y eso pasa cuando sacamos esos hijos al mundo no se crea que ya liberamos nuestra responsabilidad, entonces comienza la responsabilidad verdadera. Porque hay muchos padres que no entienden esto. Yo creo que cuando uno entiende la sagrada responsabilidad que es tener un hijo o una hija y que nosotros ahora tenemos que desvivirnos por ellos, amarlos, serles ejemplo, alimentarlos, vestirlos, mostrarles apoyo. Infundir en ellos una sensibilidad cristiana, noble. Entonces entendemos que ser padre es un asunto de 24 horas al día.
Ya nosotros no nos podemos dar el privilegio de agradarnos a nosotros mismos solamente. Por es, mucha gente: ‘Ya no estoy enamorado de mi esposa, ya no la quiero, así que me voy a divorciar porque ya no la amo'. Y ¿qué de los hijos que tú trajiste al mundo? ¿Qué de ellos?, ¿Qué deber tú tienes para con ellos de que tengan un hogar saludable, sano con un padre y una madre que les enseñen el carácter completo de la vida humana? Hombre, mujer, tú tienes que pensar en eso también antes de hacer tu decisión.
No es solamente lo que tú egoístamente sientes o no sientes. Tú eres un ente moral, una entidad ética. Tus decisiones no se deben solamente a lo que tú sientes o no sientes sino a unas decisiones morales que están por encima de ti. Y esa criatura que es parte de tu vida y tú eres parte de ella, refleja lo que tú eres, ahora tiene un derecho sobre tu vida y sobre tus decisiones. Y si tú respetas eso vas a ser bendecido, si no lo respetas va a haber juicio y condenación sobre tu vida, toda tu vida. A menos que no te arrepientas y la misericordia de Dios intervenga.
Pero a los padres jóvenes y a los padres que tienen todavía su hogar: no te dejes llevar por las emociones solamente al hacer tus decisiones. ¡No! Tú tienes una sagrada responsabilidad con esas criaturas que Dios permitió que entraran al mundo a través de tu intervención. Y tú tienes que vivir 24 horas al día pensando: ¿cómo puedo yo bendecir a esta criatura? ¿Cómo puedo yo ser como mi Padre Celestial para esta criatura? Esto quiere decir que ahí vuelvo a mi pensamiento original: lo que tú comes, lo que tú vistes, lo que tú ves en la televisión, tus conversaciones, tus conversaciones con tu esposa.
Tus decisiones morales cada día, a donde tú sales para divertirte. Todo eso está condicionado por tu condición de padre o madre. Y tú tienes que decir, ¿cómo esto afecta a mis hijos? ¿Cómo afecta a mi hogar? ¿Cómo afecta lo que yo vea, lo que yo permita? Porque yo soy un padre 24 horas al día y esa es mi gran misión: una madre en la Tierra. Y yo se que lo que yo diga o haga va a afectar a mis hijos. Por eso es tan importante, hermanos, ¡trabajemos sobre nuestros matrimonios!
Yo espero que nadie se sienta a través de esto, no sé, el amor de Dios se refleja a través de mis palabras. Yo no estoy condenando, ¿no? No quiero arrojar carga sobre usted, al contrario, lo que quiero es darle sano consejo de la Palabra de Dios y animarnos como Congregación, como comunidad espiritual a cuidar nuestros matrimonios y asegurarnos que nuestros matrimonios sean parte de ese libro del hogar que nuestros hijos vean y sean bendecidos y formados a través de él. Porque, de nuevo, eso es parte del privilegio sagrado. Yo no creo que haya un privilegio más grande que el privilegio de ser padre o madre.
Entonces una de las cosas que yo tengo que hacer es trabajar sobre mi matrimonio, para que matrimonio refleje, los hijos ven a papá y a mamá y la relación que tienen les va dar un sentido de seguridad y estabilidad o de “no sabemos que va a pasar. Si mañana mi casa va a estar aquí o si va a desaparecer uno de los elementos más importantes de él: mi papá o mi mamá; o si vamos a tener que mudarnos a otro sitio; si nuestro estilo de vida va a cambiar; si vamos a tener comida o no, mañana. Si voy a tener una mamá que va a estar llorando todo el tiempo o una mamá alegre".
Todas esas cosas los niños las procesan en una forma subconsciente y por eso es que nuestros matrimonios tienen que transmitirle a nuestros hijos estabilidad, paz, seguridad. Que ellos sepan que aunque papá y mamá tengan una pelea o lo que sea, eso no va a significar que papá va a desaparecer del mapa mañana y mi hogar se va a desmoronar. ¡No! Nuestros hijos necesitan saber: "¡No! Yo tengo un hogar estable". Que ellos puedan ver los valores del Reino de Dios, por ejemplo el perdón.
Si tú quieres un hijo que sea perdonador y gentil y lleno de gracia para con los demás, asegúrate de que tu matrimonio refleje gracia, amor, perdón, paciencia, reconciliación. Ahora si los hijos ven un matrimonio donde una ofensa lo que crea es otra ofensa; cuentas largas que se mantienen; una ofensa y crea una reacción negativa. Entonces ¿qué pasa? Ellos aprenden esto y en sus vidas van a reflejar ese mismo tipo de comportamiento. Ahora si tú quieres que tu hijo se aun hijo perdonador, amable, paciente para con los demás, que vea lo bueno en los demás antes de que lo malo asegúrate que tu matrimonio refleje eso.
Por eso, les digo, ser padre es un asunto de 24 horas al día. Es más, yo diría, que antes que padre o madre tú eres un pastor, una pastora de tus hijos y de tu hogar. Y un pastor, una pastora tiene que estar continuamente, esa es su condición, uno no se quita el sombrero de pastor y se convierte en civil. ¡No! Uno es pastor o pastora 24 horas al día y nuestras congregaciones reflejan lo que nosotros somos. Nuestros hijos van a reflejar lo mismo. Tú no te quitas jamás el sombrero de padre o madre. Eso está ahí. Tu matrimonio tiene que reflejar eso.
Tu hogar tiene que reflejar eso, los valores, los sonidos, los olores, los objetos, la atmósfera de tu casa tiene que reflejar los valores del Reino de Dios y tus hijos tomarán su guión, su directrices por eso. Así que el Señor te llama. Cultiva tu hogar. Yo creo que esa es la Palabra de Dios para nosotros esta mañana: Cultiva la atmosfera de tu casa. Cultiva tu matrimonio, cultiva tu vida. Asegúrate de que tu espiritualidad sea rebosante, tu compenetración con la Palabra de Dios sea intima e impecable.
Tu integración de los valores del Reino de Dios sea lo más completa posible y que tu ames a Dios por encima de todas las cosas. Que tu vida sea, tu eres un misionero, una misionera sobre la tierra. Tu gran privilegio viene de ser un hombre, una mujer con una misión y esa misión conlleva grandes responsabilidades y serias consecuencias si no la desempeñas como tú debes. Así que abraza en esta mañana el privilegio de ser un misionero, una misionera de Dios con el privilegio de levantar hijos e hijas que reflejen los mejores valores del Reino de Dios.
Cuida tu casa, cuida tu hogar, cuida tu atmósfera, cuida tu espiritualidad. Y yo añadiría a los que no son padres biológicos, mira, hay muchos jovencitos ahí afuera que necesitan un mentor, una mentora, un padre. Esta es una generación que necesita padres y madres desesperadamente, necesita mentores. Hay muchos jóvenes ahí, como Sarah, por ejemplo que ha decidido ser una mentora de estos niños y que está rindiendo un gran servicio a su congregación y a su comunidad.
Yo creo que muchos de ustedes tienen una gran oportunidad también de bendecir a jovencitos y jovencitas mentoreándolos, siendo ejemplo para ellos, amándolos, saludándolos. Hay muchos jovencitos que caminan en los pasillos de esta Congregación continuamente y tú eres un misionero. Asegúrate que como adulto que tú eres, ellos vean una cara sonriente, una mano afable. Saluda a esos jovencitos y bendícelos. Si hay un nieto o una nieta o un sobrino o una sobrina, un niño que vive en tu edificio y Dios te da la oportunidad de tener una influencia –aunque sea una vez- una intervención positiva en su vida y dejarle una semilla allí positiva, no te eximas de hacerlo.
Bendice esa generación. Comparte tu tiempo generosamente y se ejemplo donde quiera que tú vayas, se un instrumento de la gracia de Dios, 24 horas al día y abraza el privilegio de ser padre o madre. No temas, no temas. Papá o mamá en este tiempo donde tú estas, o madre soltera, no temas, Dios está contigo. Dios te dará los recursos. Asegúrate de pegarte a esa electricidad divina, asegúrate de ser un transmisor de la vitalidad del reino de Dios y no te preocupes que Dios siempre será más poderoso que los demonios de este mundo. Ora por tus hijos. Haz guerra espiritual a favor de ellos, llénate de la Palabra de Dios.
Transmíteles el consejo de la Biblia, úngelos con aceite, cuida de tu hogar, conviértelo en un libro que lo cuente, que hable en múltiples maneras de los valores del Reino de Dios y entonces encomiéndate al Señor. Y si al final del día no hiciste todo lo que debías hacer o si cometiste errores en el pasaje, perdónate a ti mismo. Eso es parte de lo que Dios nos habló esta mañana, perdónate a ti mismo. No vivas abrumado por lo que no hiciste. Ya eso es leche derramada que no puedes seguir condenándote a ti mismo si ya Dios te perdonó.
Ahora mira hacia el futuro y haz lo que puedas dentro de lo que tienes por delante y asegúrate que tu presente y tu futuro reflejen lo que tú eres ahora: un hijo o una hija de Dios. Olvídate del pasado. Si al final del día cometiste un error, perdónate a ti mismo, pídele perdón a Dios, pídele perdón a tu hijo o a tu hija. Reconcíliate y prométete que mañana vas a tratar de hacerlo mejor. Eso es todo. No vivas cargado de culpabilidad, porque eso no conviene tampoco. Tenemos un Dios.
Ese sí que sabe perdonar, ese sí que sabe tolerarnos y Él se compromete a caminar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo para que seamos buenos padres y buenas madres. Así que Dios te bendice en esta mañana. Declaramos sobre esta congregación, sus familias, sus hogares la bendición del Reino de Dios, lo nutriente del Reino de Dios: prosperidad, hijos saludables, generaciones bendecidas. Una congregación, una familia ejemplar, que le hable al mundo de que con Cristo se puede, con Cristo hay victoria, con Cristo nuestros hijos van a ser gigantes espirituales.
Con la Palabra de Dios van a llegar a donde tienen que llegar. Vamos a ponernos de pie un momentito y recibir esa gracia de Dios en nuestras vidas, en nuestras familias. Gloria al nombre del Señor. Dios nos llama en esta mañana a gozarnos en lo que Él nos da. Abracemos el llamado de la Palabra de Dios. Gracias Padre porque Tú no nos has llamado a desempeñar una labor imposible. Tú has dicho: "Yo estoy con vosotros". Ayúdanos a abrazar los valores del Reino de Dios.
Ahora mismo los recibimos, nos llenamos de ellos. Yo bendigo a mi Congregación, sus familias, sus hogares, los que están aquí y los que no están aquí. Declaro sobre ellos los nutrientes del Reino de Dios. Gracias porque nuestros hijos aún cuando ahora mismo estuvieran descarriados, Tú los traerás de nuevo a tus caminos, Señor. Los amarramos al Reino de Dios. Aleluya. Sí, Señor. Gracias Dios. ¡Oh, Señor! Gracias porque Tu palabra no regresa a Ti vacía. Tú has dicho: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa".
Nosotros hoy nos comprometemos a servirte, amarte, honrar tú Palabra, vivir vidas conforme a los valores del Reino de Dios y la carga te la dejamos a Ti, Señor, en este día. No importa que senderos nuestros hijos atraviesen, sabemos que llegarán a la meta. Llegarán al lugar donde tienen que llegar y serán salvos. Y serán hombres y mujeres que teman Tu nombre y que busquen de Ti, Señor. El proceso te lo dejamos a Ti Tú conoces, Señor, las peripecias de su peregrinaje espiritual, pero Tú tienes la última palabra.
Bendice a mis hermanos y hermanas. Que hoy reciban nuevas fuerzas Señor. Declaro hogares alegres, hogares despejados, hogares sin contaminación, hogares donde reine Jesucristo. Hogares donde la palabra de Dios habite abundantemente, hogares donde la alabanza sea el distintivo, hogares donde Satanás no sepa como entrar porque no hay nada que se parezca a él. Hogares donde hombres y mujeres quebrantados, quebrados por la Palabra de Dios manifiesten el carácter de Jesucristo.
Señor trabaja en los matrimonios, en nuestra iglesia, en las casas. Señor trabaja en los recuerdos del pasado, los errores cometidos, trabaja en las heridas que tienen nuestros hijos, trabaja en las heridas que tienen los padres, Señor. Envía tu Espíritu, Señor, envía tu aceite, envía tu ungüento, envía tu vino que traiga salud y sanidad a ellos. Bendecimos este hogar y bendecimos nuestra comunidad latina. Padre, levántate una iglesia que sea una iglesia madre, una iglesia consejera, una iglesia anciana, una iglesia apostólica, Señor. Una iglesia que cubra a nuestra comunidad con su cobertura espiritual, Señor.
Permite que esta iglesia pueda ser un refugio para muchas familias, Señor, en esta comunidad y levántate un pueblo ejemplar, Señor. Un pueblo pastoral, un pueblo misionero, Señor, que reconozca su llamado 24 horas al día. Yo bendigo esta comunidad, Señor. Te doy gracias por ella, gracias. Gracias en el nombre poderoso de Jesús oramos. Amén y amén. Gloria a Dios. Hermanos, denle gloria al Señor.