Transcripción
Quiero darle las gracias a la pastora por invitarme. Cuando ella me invitó y me mencionó el tema, mujeres de impacto, me llamó mucho la atención porque he estado rodeada de mujeres de impacto. Hemos visto a las mujeres de impacto de la Biblia pero también esas con las que uno crece.
Y yo creo que a eso estamos llamadas, a impactar, no a dejar que los problemas y las circunstancias nos impacten a nosotras, nosotras impactar las circunstancias. Bendito sea el Señor.
Antes de continuar quiero leer en Primera de Pedro 4 buenos administradores de la gracia de Dios, y vamos a leer en el Capítulo 11. Leemos:
“… Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios. Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén…”
Oremos, amadas. Gracias, Señor, por este día, gracias por tu presencia. Gracias porque sabemos que tu estás aquí, Señor. Gracias por permitirnos llegar hasta aquí, por la disposición, Señor, gracias por tu unidad. Te pedimos que tu hables a nuestras vidas conforme a nuestra necesidad. Guíanos, Señor, y que podamos aprender y crecer en ti en el nombre de Jesús. Amén.
Pues, les decía que he estado rodeada de mujeres de impacto y dentro de esas mujeres puedo citar mi madre, una mujer entregada al Señor con un ministerio amplio, entregada a su familia, una mujer que muchos la llaman mamá. Ha dado un ejemplo maravilloso de servicio, de entrega al Señor, de esposa, de hija, de cuñada, de tía, de prima.
La otra madre que tengo, porque tengo varias, mi pastora de Santo Domingo, la hermana América, ha impactado mi vida también. Una amiga tiene 75 años y salimos cuando estamos en Santo Domingo y compartimos como si tuviéramos la misma edad. Ella ha impactado a mi vida. Mayra Rodríguez, ustedes la conocen. Mayra tiene un don de intercesión que me ha impactado.
La conozco desde jovencita. Crecimos en la misma iglesia en Santo Domingo y ella tiene ese don de intercesión, pero al mismo tiempo tiene sentido del humor y eso es algo que nosotras necesitamos, ese gozo que se mantenga en nosotras.
Cuando vine aquí a León de Judá alguien que me impactó, la pastora Meche. Cómo el Señor a ella la usa en esa dulzura especial que viene de él. Eso a mí me ha impactado.
Vanesa Santos Mirabal, que adoradora, tremenda. Mi hermana Katia, con cuatro hijos dedicada al Señor, trabaja, estudia. Sus hijos van de 17 a 3 años y va dos veces a la iglesia, no sé cómo ella lo hace.
Y mi madre Ada, que me ha dado consejos de vida, que a los cuales le doy tantas gracias al Señor por ella, y gracias al Señor porque me ha ayudado a poner esos consejos en práctica. De nada vale que nos den el consejo si no lo ponemos en práctica. Ella es mi familia aquí y le doy gracias al Señor por eso.
De todas esas personas quiero hablarles de mi madre. Ella me instruyó en el camino a mí y a mis hermanos. Una madre entregada al Señor, como les dije, como dice la palabra, instruye al niño en su camino y aún aunque fuere viejo no se apartará de él. Instruid al niño no es traerlo a la iglesia, es enseñarle a orar, enseñarle a interceder, enseñarle desde pequeñito a ser un guerrero. Eso aprendí de mi mamá.
También ella me enseñó ese mandamiento con promesa: Honra a tu padre y a tu madre para que te vaya bien en los días que Jehová, tu Dios, te da. Bendito sea el nombre de Dios.
Y ustedes dirán honrar a nuestros padres. En una ocasión alguien me dijo, bueno, pero mi papá ha sido tan malo que honrarlo eso no aplica. Resulta que nuestros padres tienen que darle cuenta a Dios, eso es algo entre ellos. Nosotros tenemos que cumplir con lo que eso dice. Honrar y cómo lo dice, honrar a nuestro padre y a nuestra madre. No dice nuestros padres, los separa.
Y quizás ustedes dirán, pero tu creciste en un hogar cristiano, para ti fue fácil. Mi madre, una sierva de Dios, mi papá un alcohólico. Alcohólico de tomar lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo. Si llovía tomaba, si salía el sol tomaba. Si estaba triste tomaba. Si estaba contento tomaba. Era tomar. Ustedes no sé si saben que hay personas que toman, como dicen se emborrachan, se duermen, hay otras que se ponen contentas, hay otras que se ponen agresivas. En mi casa los platos volaban. Fue un tiempo bien difícil que no duró 5, ni 10, ni 20 años. Duró mucho más que eso.
Y debo decirles que en todo ese proceso mi mamá siempre estuvo ahí diciéndonos, deben honrar a su papá. Deben honrar a su papá. Y también nos decía, recuérdense que ustedes tienen un Padre celestial, piensen en ese Padre celestial que suple todas las necesidades, que él no los va a dejar a ustedes, cuatro niños pequeños. Y eran situaciones tan difíciles que a medianoche, mami tenía que salir con nosotros a medianoche. Teníamos que dejar la casa. Y yo no entendía eso.
Hermanos, los niños asimilan todo, hasta una mala mirada entre los padres, y la van guardando, la van guardando. Y a veces pensamos, no, pero está muy pequeño, no entiende. Claro que sí. Y eso va afectando y afectando, y aunque mi mamá nos protegió, en mí fue creando cierto resentimiento contra mi papá. Yo lo amaba, lo quería, pero yo no entendía por qué teniendo una esposa admirable, entregada al Señor, una madre buena, nosotros hijos buenos, porque a pesar de todo, éramos los niños modelo de todo el vecindario. Teníamos la vergüenza de que el vecindario entero sabía la situación de mi casa, porque cuando papi llegaba a medianoche tomado, todo el vecindario se despertaba porque era una cosa tremenda. Eso no se podía esconder. Era la música, estallando. Tenían que venir los vecinos a socorrernos. Bendito sea el nombre de Dios.
Y cuando ya alcanzamos cierto conocimiento, mami nos sentó y nos dijo, “Su papá actúa así porque en su niñez él fue rechazado.” Hermanos, detrás de toda visión hay un por qué. Y no es que vamos a pasar paño tibio, pero hay que entender y todo viene de la niñez. Y esta mañana cuando llegué les estaba orando, y se estaba orando por los niños, el Señor ha puesto una carga por los niños.
En el primer día de matutino de la iglesia el pastor de los niños, Jonathan, dijo que así como en la iglesia se pasó papelitos para anotar las peticiones, a los niños se le pasaron papelitos también y él se sorprendió cuando vio tantos papelitos que decían “Oren para que mis padres no peleen.”
No oren para tener un juguete, ni para que me vaya bien en la escuela, para que mis padres no peleen. Y a veces vemos que nuestros niños nacen sanos y de repente se le desarrollan enfermedades. Vamos a chequear qué pasa en el hogar. Yo fui víctima de eso.
Mis nervios se deterioraron, en la escuela me tenían que llamar a mi mamá que me buscara, se empezaron a deteriorar. Un día me despierto y noto que no puedo caminar bien, tenían un dolor tremendo y no podía. Fui al baño, agarrándome, regresé, me senté y entonces llamé a mami. “Mami, no puedo caminar bien.” Me dice, “¿Te caíste?” Le dije, “No,” “Pero quizás te caíste y se te olvidó”, “No,” “Te diste un golpe.” “No.” Me chequeó, no había nada. Eso fue el sábado en la mañana. Domingo íbamos a la iglesia caminando. Para ir a la iglesia tuvimos que detenernos como cuatro o cinco veces, yo no podía caminar. El lunes me llevaron al médico. El médico a mami, “La voy a transferir a un especialista porque ella presenta principio de parálisis.”
Y me llevaron a un especialista, hicieron el chequeo. Empecé a tener problemas también en mis manos y el diagnóstico sí fue un principio de polineuritis, parálisis progresiva. El doctor le dijo, “La vamos a poner en terapia, pero no hay mucho qué hacer. Ella va a quedar paralítica.”
Imagínese en medio de un hogar con tantos problemas, esta noticia. Esto fue tremendo. Y llegamos a la casa, yo me fui a la habitación. Mi mamá buscó una enciclopedia médica y se puso a leer y allí mismo en la cocina se hincó, abrió los brazos, y dijo, “Señor, yo no quiero que mi hija quede paralítica. Yo no quiero mi hija paralítica. Yo la declaro sana.”
Cuando yo salgo, que veo eso, a mi mamá llorando como una niña, me fui a mi habitación y me senté y empecé a orar. Y todo lo que mi mamá me enseñó me vino a mi mente. Todo lo que ella me enseñó vino a mi mente. Cuando nací fue un miércoles soleado y ella me puso por nombre Betsaida Noemí. Betsaida es casa de pesca, Noemí, dulzura. Mi abuelo quería que me pusieran Carolina, pero ella dijo, ese es el nombre de ella.
Y mi mamá me explicó por qué me puso ese nombre. Ella me dijo “En Betsaida fue que el Señor multiplicó los peces. En Betsaida fue que el Señor sanó al ciego. Felipe era de Betsaida.” Buscó la Biblia y me enseñó, “Mira, ahí está Betsaida. Es una ciudad de Israel.” Y todo eso ella me decía y a mis hermanos también. Ella trataba de llenar ese vacío, esa herida, porque mis hermanos fueron afectados también.
Y en ese momento empecé a orar y a decirle, “Señor, tu hiciste todos esos milagros en Betsaida, has ese milagro en mí también.” Yo tenía solo 12 años. y le dije, “Señor, no lo hagas por mí, hazlo por mami. Yo no quiero que mami sufra. Ella tiene demasiado por qué sufrir. Hazlo también por papi, porque si yo quedo paralítica, él va a beber más. Hazlo por mis hermanos, yo no quiero que ellos sigan sufriendo.”
Y allí, hermanos, empecé a orar, a creerle a Dios. Para creerle a Dios no hay que saberse la Biblia del Génesis al Apocalipsis. Para creerle a Dios solo hay que creer en Dios y tener fe. Bendito sea Jesús. Creerle a él no importa en qué circunstancia estamos. Creerle que él nos va a sacar de donde estamos. Bendición sea Jesús.
Y el Señor desde niña había hablado a mi vida de que yo iría a diferentes países, y que mis pies pisarían otras tierras. Y ahí sentada yo dije, “Yo quiero ir a esos países y pisarla. Yo no quiero ir en silla de ruedas.” Y empecé a orar. Pues, estuve semi interna, recibiendo terapia tres veces a la semana, más terapia en la casa y un domingo, en la escuela dominical, se sentía una presencia del Señor tremenda.
Hermanos, cuando el pastor diga, vamos a interceder. Cuando el pastor diga, el Señor va a traer sanidad, va a haber liberación, hermanos, miren, vamos a olvidarnos de la hermana que nos queda al lado, al frente, al derecho, vamos a concentrarnos y a estar en el mismo tono. Porque, hermanos, el Señor se mueve de manera especial en el momento que menos esperamos.
Pues, ese día en la escuela dominical, la pastora dijo, “El Señor va a sanar a Betsaidita hoy, que ella pase, porque el Señor la va a sanar.” Hermanos, el Señor me sanó. Miren. Nunca me he sentado en una silla de rueda. Bendito sea el nombre de Dios. ¡Aleluya!. Yo alabo al Señor por eso. No perdí mi año escolar. Tuve que hacer mucha caligrafía porque no podía escribir. Fui totalmente afectada, pero el Señor me sanó y el Señor es real y el Señor es bueno.
Y esto es un testimonio vivo de lo que es sembrar en un niño. Bendito sea el Señor. De lo que es sembrar en un niño. Pues las dificultades siguieron en el hogar y llegó el momento entonces al año de eso empecé las misiones con Mayra y un grupo de jóvenes. Nos íbamos a los campos remotos, a los 15 años hice mi primer viaje misionero fuera del país. Caminé por tres países. Regué tratados. Prediqué a los 15 años y dije, “Señor, se está cumpliendo, se ha cumplido tu promesa.” Bendito sea el nombre de Dios.
De como 15 países que he ido, solo 5 han sido de vacaciones, los demás han sido misiones y le doy la gloria al Señor por eso. Uno de esos viajes fue a Cuba. Cuba ha sido una de mis misiones que más ha impactado mi vida. Yo estaba ahorrando para un carro y llegó eso de ir a Cuba y el Señor puso en mi corazón ir a Cuba, y dije, “Voy a ir a Cuba. Fui, saqué todos mis ahorros, fui a un sitio de mi país que le llaman La Sirena, hablé con un gerente… La Sirena, la tienda siempre llena. Hablé con un gerente que me dieran precio de venta porque yo iba a una misión a Cuba.
Compré cajones de papel de baño, desodorante, pasta dental, jabón y fue por medio de un tour que fui. Mi mamá se puso en la mano la cabeza y me dijo, “Yo sé que de allá me van a llamar, que Fidel te devolvió, pero amén. Gloria a Jesús. Si tu sientes ir, vete.” Y bueno, fue una pruebita, porque al principio yo estaba un poco… porque fue en esos tiempos de que Cuba no se permitía mucho ir.
Mi pastora me dijo, “Sí, vete” y mi papá me dijo, “Déjala ir que ella va a venir bien.” Pues, en el tour todas estas personas con sus maletas, yo no conocía a nadie del tour, con sus maletas bien bonitas, y yo llena de cajas. Por dondequiera cajas, y ellos tenían que ayudarme a empujar mis cajas. Cuando llegué a Cuba al hotel 5 estrellas, pero afuera, otra realidad.
Pensé que la iglesia que iba a ir, iba a quedar lejos. Sorpresa. En el counter pregunté del hotel, “Una iglesia cerca.” Cinco iglesias me mencionaron. Elegí una y fui y llevé. Eso me gocé en el servicio y debo decirle que fue una misión maravillosa. Cuando regresé mi cuenta estaba en cero. Yo le había prometido a mi hermano que iba a tener dinero, que iba a comprarme carro ese año. Ya íbamos a mitad de año. Empecé a ahorrar. El Señor me multiplicó todos mis ahorros. Llegó diciembre, no tenía el carro, yo le había pedido al Señor que para testimonio de él, y ante mis hermanos, yo quería el carro ese año.
15 de diciembre, no carro. 30 de diciembre, no carro. Bendito sea el nombre de Dios. Y yo orando. El 31 de diciembre me deslicé de la cama y caí de rodillas. “Señor, yo quiero el carro este año.” Y faltaban horas. Entonces, mis hermanos ya habían buscado, y nada, todo era mucho más caro o no realmente lo que queríamos. Llegamos a un sitio, nos acercamos, miramos un carro y yo dije “Ese es.” No les dije nada a ellos, me fui a una sombrita, empecé a orar. Ellos están chequeando motores. Vienen donde mí, “Qué pasó? No te gusta?” “Sí, me gusta. Estoy orando, vayan y negocien.”
Pues así hicieron, fueron rápidamente, empezaron a negociar. El dueño no estaba ahí, estaba en su casa. Para hacerle este testimonio corto, porque es bien largo el testimonio, el dueño del dealer nos mandó a que fuéramos a su casa. Nos recibió como familia, me entregó la llave del carro, me dijo, “Hablamos después, llévate el carro.” El 31 de diciembre a las 6:30 de la tarde el carro estaba parqueado en mi casa.
¡Aleluya! Hermanas, hay que dar. Cuando damos el Señor obra. Hay que dar. Si no tenemos el dinerito, vamos a dar con servicio. Vamos a dar con el tiempo. Una hermana que tenga niños que necesite un respiro de dos o tres horas, vamos a ofrecerle nuestro servicio de cuidarle a esos niños. Vamos a llevarle una sopa a otra hermana que lo necesite. Vamos a contribuir, vamos a servir, hermanos, el servicio. Y déjeme decirles, servir sin esperar nada. Porque la bendición viene por donde menos esperamos. Así es como el Señor obra, para que nadie se lleve gloria, solo él. Bendito sea el nombre de Dios. ¡Aleluya!. Gloria a Jesús.
Santo Jesús. De mis misiones hay muchos más testimonios, pero seguimos. A los 31 años me casé y fue un matrimonio orado por el Señor con una persona de Dios y estaba muy contenta, esa fue la razón por la que vine aquí a Estados Unidos, nueva vida. Fue un comienzo casarse, es un nuevo comienzo, imagínense para mí, venir a otro país. Voy a hablar un poquito rápido. Venir a otro país, nuevo idioma, nueva familia, nueva costumbre, nueva temperatura, todo nuevo.
Tenía casi 31 años y en mi casa mis hermanos ya grandes, hombres, lloramos. La separación, crecimos bien unidos. Mis dos hermanos son ya hombres y son los mejores amigos. Se cuidan, se protegen, se aman, se respetan, se aconsejan. Mi hermana y yo igual.
Y déjeme decirles que ese, aún a los 31 años, ese día, mi papá estaba borracho. Que tremenda despedida. Me fui con tremendo dolor, con ese escenario. Lo que marcó mi vida seguía ahí y aunque ya él había hecho su decisión, había sido bautizado, hermanos, pero el vicio es algo tremendo. El vicio acaba y él de niño fue rechazado y eso fue lo único que él sabía, tomar. Tomar.
Cuando no tomaba, el mejor padre. Pero cuando tomaba, oh Dios! No había hijos, no había esposa, nada. El enemigo siempre trató de traer desgracia en la casa pero no pudo. Y me fui triste dejando mi mamá, mi papá, mis hermanos, más dejando a mi papá así, entonces pensando, ahora mami va a tener que enfrentarse a eso, porque yo siempre estaba en la casa intermediando.
Y llegué a mi nueva vida de casada, el primer año, un año maravilloso, hermanos, hermanas, respeto, amor, una bendición. Yo estaba contenta, aunque era un cambio y al principio me deprimí por la distancia y todo. Yo empecé a trabajar tempranito, desde niña, trabajaba en un banco en Santo Domingo por 8 años, mi iglesia, mi vida social, para mí era un cambio rotundo el venir a este país. 6 meses sin trabajar, al principio él no quería que yo trabajara, más otra cosa, viajaba mucho por su trabajo. Yo me quedaba mucho tiempo sola, pero eso yo lo sabía de inicio.
Pero ya al segundo año, los viajes no eran de dos semanas, sino de tres, de cuatro semanas, hasta de 8 semanas, dos meses. El segundo año todo cambió. Cambió drásticamente. Un abuso emocional tremendo. Con esta size que tengo, me llamaba gorda. Y fue tanto el abuso que yo me lo creí. Yo iba a la tienda y compraba size 10, size 12, y así me vestía, porque estaba gorda.
Pero es una mentira del diablo. Y aquí nosotras todas vamos a declarar que somos lindas para él. No permitan, no lo permitan que el enemigo le traiga mensajes a su mente de si soy gorda o flaquita, o chiquita, o como sea. Somos bellas para el Señor. En ese momento yo lo creí todo. Me llamaba fea, e burla, desprecio.
Sabían que una de las cosas que más marcan a una persona y a una mujer es el desprecio? Por eso la inmigración es tan dolorosa, porque hay mucho desprecio. La discriminación al inmigrante. Yo me sentía despreciada totalmente por aquel hombre que confesó que me amaba, que nos casamos en una boda preciosa, que cantó para mí en la iglesia una canción preciosa. Todo se cambió.
Hermanos, cuando nos alejamos del propósito del Señor le abrimos la puerta a nuestra vida y la damos la autoridad al diablo, al enemigo. El Señor lo reprenda, para que posesione de nosotros. Entonces, nos convertimos en monstruos. Esa persona se convirtió en un monstruo. Era un hijo de Dios pero se había dejado llevar y por lo primero que se dejó llevar fue por la prosperidad. Le estaba yendo bien en el negocio y teníamos que tener cuidado con eso también. El Señor bendice, pero si la bendición se convierte en otra cosa nunca va a llegar, no nos la da. El Señor conoce el corazón. Él conoce el corazón.
Y ahí empezó todo. Entonces, al segundo año dije, bueno, vamos a buscar ayuda. No, no necesitamos ayuda. Le dije, vamos a sentarnos a dialogar, a buscar una solución. No, todo está bien. Le dije, pues entonces honestamente tres años, si no hay un cambio, hablé con la de él, a todo esto mi familia no sabía nada. Hice un viaje a Canadá a hablar con unos tíos consejeros de él, hicieron ellos un viaje a Nueva York, nos sentamos. Al principio todo bien. Lo mismo, reconciliación, lo mismo. Hubieron como 25 reconciliaciones. Imagínense ustedes.
Y entonces desde niña yo quería ser madre. Entonces, quedamos de acuerdo en esperar un año y después de ese año empezar a buscar. Como viajaba tanto, casi nunca coincidía, más dentro de él no había ese deseo, se le quitó el deseo. Él tenía un hijo que yo lo quiero muchísimo, pero se le quitó el deseo y no. yo tengo uno, para qué otro más?
Y me aferré a eso, a que yo quería tener un hijo, porque así íbamos a estar juntos, mi hijo y yo. Bueno, fue algo que oraba y le pedía tanto al Señor y siempre iba, desde que tenía una falta o dos iba al hospital. Ya en el hospital me conocían. Y negativo. La cuarta vez que fui me dijeron, cuando tengas 30 días tu vienes, ni la prueba me hicieron porque era tanto lo que yo iba que ya no vas a venir.
Pues, quedé embarazada. Oh, que gozo! Y fui, me hicieron la prueba y sí, me hice una casera, también, pero quise ir a otro centro. Y fui a ese otro centro y positivo, y ahí empecé a llorar. Me dijeron que el día de nacer era el mismo día del cumpleaños de él. Que felicidad! Yo estaba contenta. Y ahí llorando y llorando de la emoción, las enfermeras me abrazaron, sentí que una salió y entró con un papel, y me abraza. No te preocupes, hay solución solo tienes que firmar aquí y te hacemos el aborto.
Asimismo. Yo le di una ministrada a esas enfermeras en ese momento en contra del aborto, que ellas pensaron que yo estaba medio coco. Y llegué a la casa y ya yo quería tener la confirmación de todas esas pruebas para entonces decírselo a él. Se lo digo. Y me señala, “mañana te levantas y te haces un aborto”. Me lo repitió que yo me iba retrocediendo así, porque yo no podía creer lo que yo estaba escuchando. Me dijo, “no quiero ese hijo. Así que tienes que hacértelo”. Le dije, “pero, yo lo puedo tener, es mi hijo y yo lo puedo atender. Déjame tenerlo.” Me dijo, no. y yo le dije, “pues sabes qué? Eso está en contra de lo que el Señor manda. Yo lo voy a tener.” Y rehusé eso y empecé mis citas médicas. Pero ese dolor dentro de mí tan grande, yo no podía creer aquello que había escuchado. El rechazo continuaba. La burla continuaba.
Y debo decirles que es un hijo de Dios dejado usar por el enemigo. Muchas veces un tiempo difícil porque se iba por tiempo y yo tuve que pagar todo en la casa y me quedé sin dinero, sin comida, y me quedó un pan. Yo tenía que esperar una semana para cobrar. Hermanas, yo duré una semana comiendo pan y tomando agua. El pan lo dividí en secciones, en porciones. Yo solo pensaba, si mis padres supieran esto. Pero el Señor permitió todo eso para que mi amor se fuera. Porque él sabía que si me quedaba en esa relación yo iba a quedar destruida totalmente. Empecé a manchar y resultó que él estaba en la casa. Y le digo, estoy manchando, en el hospital me dieron varias pautas: si de repente notas que manchas, debes venir a emergencia.
Le dije, “llévame a emergencia.” Se negó. Me fui solita, de noche. Pero, hermanos, aunque estemos en necesidad, en cualquier situación que estemos, el Señor está ahí con nosotros. Y una cosa que nosotras debemos entender es que aunque tengamos hijos, aunque tengamos esposo, aunque tengamos padres, nosotras debemos depender directamente de Dios, tener nuestra confianza en Dios, depender en él totalmente. Porque el Señor lo llena todo en todo, y él cubre todas las necesidades.
Y el Señor me mandó un ángel ese día. Paré un taxi, no le dije nada, ni para dónde iba, él me miró y arrancó y se fue. Pero el Señor me tenía un ángel. Llegó otro taxista, cuando me acerco, era una mujer, entonces me monté, le dije a dónde iba, ella me mira por el retrovisor, le dije, voy a tal hospital, a emergencia. Y ella entonces me dice, “estás enferma?” Le dije, “estoy manchando” por el retrovisor ella me habla y me dice, “yo también tuve una pérdida.” Yo no le dije a ella que estaba perdiendo el embarazo, pero ella esa fue la palabra que usó. Yo también tuve una pérdida.
Fue un ángel lo que el Señor me mandó para irme preparando. El Señor sabía que yo no iba a conservar a la criatura, y eran dos. Llegué a emergencias sola y ella me dijo, yo también tuve una pérdida y me explicó como casi todo lo que yo estaba pasando. Y allí solita, sin familia, en el hospital enfrenté mi pérdida con la que se me fue el alma. Sentí que caí de un quinto piso sin paracaídas.
Eso marcó mi vida. Yo no quería saber de nada, de nadie. Yo era una hija de Dios, que le había servido a Dios, por qué eso me pasaba? No lo aceptaba. Y mi madre me dijo, hay que orar. Mami, yo no tengo ni ánimo de orar. No quiero, no siento, no tengo palabras. Orar. Me fui aniquilando. Me sequé. Sequecita. Llegaba a la casa, cerraba la puerta y me arrastraba ahí mismo en el suelo. No comía, me alimentaba de pop corn y agua. No podía ver ni siquiera un letrero de cosas de niños, porque ahí mismo dondequiera delante de todo el mundo, a llorar.
Hermanas, está bien que lloremos, pero no nacimos para ser mártires. Pasamos por pruebas, pero tenemos que sacudirnos y seguir adelante, porque como dijimos al principio, tenemos que impactar las circunstancias, no que las circunstancias, las pruebas y las experiencias nos impacten a nosotros. Cada proceso es el Señor haciendo nuestro carácter, es el Señor obrando en nuestras vidas. Y yo no entendía, no lo aceptaba, no lo aceptaba.
Entonces, empezaron personas a llamarme, que habían tenido pérdidas y ahí empecé yo a ministrarles en mí dolor a esas otras personas, a esas otras mujeres. Y eso fue curando, fue curando. Pero yo no había sacado el momento de decirle al Señor gracias. Hay que dar gracias por todo, por todo. La Biblia dice dar gracias por las cosas buenas, ni la por la no muy buenas, no, por todo.
Y un día ya no podía más con el dolor y me rendí y le dije, Señor, gracias, gracias por esta pérdida, gracias porque él lo llena todo y en todo. Hermanas, y ustedes, las que tienen hijos dirán, pero el espacio de un hijo no lo llena nada. Sí. Dios lo llena. El espacio de un esposo Dios lo llena. El espacio de cualquier necesidad Dios la llena. Hay que estar ahí, hay que conocer a Dios para entender eso, por eso Job y fue un libro que el Señor me puso a leer, y yo, por qué no leo salmos, proverbios, algo que me anime. No, Job. Era Job lo que tenía que leer. Oh Dios mío, como una llaga encima de la otra.
Ah, pero así es como el Señor funciona. Así es como él funciona. Tuve que leer el libro de Job. No solo leerlo, aplicármelo y a lo último dijo, de oídas te había oído más ahora mis ojos te ven. Bendito sea el nombre de Dios. El Señor es real. El Señor es maravilloso.
Hoy no hay una voz que me diga mamá, pero hay un Dios que me dice, eres mi hija y sé lo que te conviene. Bendito sea el nombre de Dios. Él ve mucho más allá. Él ve lo que nos conviene. Bendito sea el nombre de Dios. Y ustedes dirán, pero bueno, Betsy, lo mejor que a una mujer le puede pasar es un hijo. Miren, el Señor es que nos completa. El que cree que cuando me case estaré completa, ah, ah, no. el que cree que cuando tenga el hijo va a estar completa, no. el Señor es quien nos completa y cuando entendemos eso es que podemos decir, servimos a un Dios real, a un Dios bueno, a un Dios que desea lo mejor para nosotras. Bendito sea el nombre de Dios.
Pues, en todo este proceso el Señor me hablaba de Boston y yo no quería ir para Boston, yo quería ir para Florida. Y vino September 11, la compañía en que yo trabajaba se mudaba para Florida. Me ofrecieron mudarme con ellos. Un paquete buenísimo, hasta mejor posición, el mismo sueldo, mejor sueldo, inicial para una casa, pagarme la mudanza, todo. Imagínense. Y yo me iba para Florida. Pero no era para allá. El Señor había usado a mi pastora y a mami para que viniera aquí a Boston a León de Judá. Hi!
Y yo, mami, León de Judá ya sabía de León de Judá, yo no sabía de León de Judá. Señor, el León de Judá es León de Judá. Tenemos que darle valor a nuestra Congregación. Eso de decir, no, no, tenemos que vivir como tal. León de Judá es conocida en muchos sitios como una iglesia de Dios, una Congregación de Dios, y nosotros tenemos que alinearnos porque el nombre de Dios no va a quedar en vano ni en vergüenza. Tenemos que alinearnos.
Pues, ahí estaba mami, ahí está Mayra, ahí está Zenia, ahí está Tati, en León de Judá. Y yo, mami, que no voy para Boston, no quiero ir más lejos de Santo Domingo. Yo quiero ir a Florida, dos horas de vuelo y ya y estoy con ustedes. Me voy para allá. No, no, no, mami, me gusta Nueva York. Y el Señor hablándome con eso. Pero yo nada de entender. Pues, pasó September 11, con mi maleta lista para irme para Florida, lugar donde vivir y el Señor me dijo, no vas.
Hermanos, miren, uno tiene que estar bien sintonizado con el Señor, para uno entender cuando él le habla a uno. Y uno no dar el paso y caernos en el hoyo. Yo tenía mi maleta lista. Y cuando el Señor dijo, no vas, a mí se me importó el jefe, la compañía, el lugar donde iba a vivir. Dije, no, me tengo que quedar, no puedo irme en desobediencia. Me quedo aquí en Nueva York, pero para Boston no voy.
Y me quedé en Nueva York sin trabajo, la situación de mi matrimonio estaban tremenda. Dije, ya es tiempo de dar el paso. Habían pasado ya 5 años. Dije, ahora que estoy sin trabajo voy a aprovechar, voy a ir a Santo Domingo, le voy a hablar a mis padres. Mi hermano mayor sabía porque él vino a visitarme cuando tuve la pérdida y él mismo me dijo, “tienes que salir de esta relación.” Que consejo. Él mismo vio la situación, me dijo, tienes que salir. Hubo una noche que él salió de la casa, sin saber nada de Nueva York a caminar. No aguantaba. Me dijo, “no, es que tienes que salir de esta situación”. Yo le dije, “por favor, no le digas nada a mis padres. No le digas nada a papi y a mami. Yo voy a ir, yo voy a hablar con ellos y así va a ser.”
Pues, como estaba sin trabajo aproveché y compré mi ticket. Pues, resulta que un día antes de irme, estoy fregando y miro así y veo un sobre que sale del maletín de mi esposo. En la casa siempre habían sobres de su maletín, pero yo nunca había tenido la necesidad de ir a chequear nada, para qué? A todo esto había muchas infidelidades, con todos esos viajes. Un día, esperaba que yo me acostara, para entonces hacer sus llamadas. Un día yo sentí que el Señor me levantó de la cama, literalmente me levantó. La oficina estaba en la casa, cuando me acerco oigo la conversación de dos enamorados. Yo dije, guau, pero no dije nada. Al otro día le dije, me dijo que yo estaba imaginando cosas. Le dijo a su familia que la pérdida del embarazo me había puesto demente, que yo oía cosas. Y bueno, yo oía cosas, pero yo no estaba oyendo cosas, yo estaba viendo, separados totalmente. Rechazo físico. “Por favor, dame un abrazo.” “No, no, no, tu estás gorda, fea.” Tremendo.
Pues, ese día el Señor vuelve y me pone la mirada en ese sobre. Voy y digo, ok, termino de fregar, me seco las manos y voy y cojo el sobre. Estaba abierto, no tuve que violarlo. Saco unas fotos, había una carta dirigida a mi esposo de su esposa, que no era yo. Yo me quedé, pero si será lo que estoy leyendo o qué es lo que estoy leyendo? Y la leí, y la leí y dije, no alguien tiene que leerla y entender porque no entiende. La cogí nerviosa, temblando, me voy donde sus hermanas, que fueron una familia maravillosa para mí, y le enseñé todo. Y ellas, sí, eso mismo es. Me dijeron, hay que sacarle copia.
Hermanos, hay que sacarle copia, yo no pensé en eso, pero ellas sí y adoran a su hermano. Su hermano ha sido como un padre para ellas. Miren, y nada, tuve que sacarle la copia. Ya el otro día, el Señor quiso que yo viera eso ya para que… hermanos, yo no lloré, yo solamente no lo podía creer. Fui víctima de bigamia y en el avión lágrimas porque en la casa no lloré.
Y cuando llegué donde mis padres, me derretí. Me desplomé. Yo no tenía fuerzas ni física ni emocional, era como todo junto, estaba deshecha, en pedazos. No tenían ni manera como de razonar, ni de entender, no tenía deseos de comer ni fuerza de masticar. Mi mamá tenía que darme la comida así. Pero, hicimos un team de oración, un team fuerte de oración.
Y ahí otra vez, hija, tienes que mudarte a Boston. Y yo, mami, no me hables de Boston. Cuando me mencionaban eso, yo no quería, rechazaba eso. Pues, llegué a Nueva York, estábamos ya separados, pero yo no tenía dónde ir, estaba sin trabajo, tenía que quedarme viviendo bajo el mismo techo. Pues, entonces conseguí un trabajo, tenía que tener un año trabajando para poder aplicar a un apartamento, con una semana solo de trabajo fui y apliqué. Me rechazaron y le dije, por favor, escúchenme. Y le dejé otra ministración, hermanos, estamos llamadas a ser guerreras. Ese gerente no era ni cristiano ni nada, y yo lo ministré ahí mismo y me fui. A los dos días me llamó. Me dieron un apartamento, con una semana de trabajo. Sin prueba de que me iban a dejar en ese trabajo, alabado sea el Señor.
Pues, entonces de ahí ya me mudé, estaba feliz, viviendo en un sitio muy bueno, un trabajo en el área de Rockefeller en una compañía financiera, y asistiendo a la iglesia Time Square Church, una iglesia maravillosa. Estaba contenta. Y gracias, Señor, pero en pedazos.
Sabe que a veces uno se ve muy bien pero por dentro están las heridas. Y por eso es que el Señor quería sacarme de Nueva York, desconectarme de todo, porque el me quería aquí en Boston. Y yo no lo entendía. Pues, el Señor empezó a cerrar puertas, porque si no vas a la buena, a la mala. Y del trabajo buenísimo, tuve que dejarlo porque el jefe se aprovechó de que si la solterita, y que la que se yo qué, y… un hombre casado, con su esposa trabajando ahí mismo. Tremenda prueba. Empecé a orar, lo quitaron de la posición, pero el Señor quería que yo saliera de ahí. Aún así.
Y nada, sin trabajo de nuevo, dispuesta a buscar otro trabajo. Entonces decido ir a un retiro de Joyce Mayor, en Saint Louis, tres días. Me fui para allá y para no cansarle el invitado era T.D. Jakes. Entre todo lo que dijo, que fue mucho, todo para mí. Fui con un grupo de amigas que viajaron de diferentes estados, él predicaba y yo sentada allí y ellas todas hacían así. Mirándome, todo es para ti, Betsy. Una de las cosas que él dijo fue, el Señor está hablando, él dice que empaques la maleta, que salgas de donde estás y que te mudes a donde él te está diciendo.
Eso era, hermanos, era que tenía que entender de alguna manera. Hermanos, el Señor no dice, no vayas por ahí, ven por aquí, y no entendemos. Que terquedad! Y nos habla de mil maneras, pero seguimos ahí con esa terquedad, porque no es esto lo que quiero. El Señor sabe lo mejor y lo que nos conviene. Bendito sea el Señor.
Pues, no tuve otro más remedio, llegué de vuelta a Nueva York. Llamé a mami, “mami, tengo que irme para Boston.” Aja! Ella compró un vuelo, vino y me trajo a Boston. Me hizo la introducción para que yo me fuera familiarizando. Era un viaje de vacaciones. Vinimos a León de Judá. Oh, la famosa iglesia. Hermana, perdóneme, cuando llegué no me gustó. No me gustó, no me sentía y fue el enemigo que no me gustara, pero aquí era que el Señor me quería.
Y bueno, empecé el proceso de buscar donde vivir. Una amiga del alma me ofreció trabajo aquí. me ofreció quedarme en su casa, por 2 semanas porque tuve trabajo pero no tenía donde vivir. Entonces, nada, me quedé ahí. Ellos mismos me ayudaron a buscar dónde vivir y empecé de cero. No me gustaba. Estaba en contra de mi voluntad, pero estaba en obediencia. Y el Señor había dicho que aquí me iba a bendecir, que me iba a ayudar, que me iba a prosperar, y eso me animaba.
El primer domingo que vine el pastor me saluda y le dije, yo soy nueva aquí. Sin él saber nada de mí me profetizó tremendamente, el Señor te trajo aquí para hacerte, para ayudarte, para renovarte. Te va a bendecir, todo lo que perdiste él te lo va a dar multiplicado. Te va a poner en lugares que tu nunca has imaginado. Y yo ese día llegué a mi casa contenta y llamé a mami por teléfono a Santo Domingo, “mami, el Señor me habló por medio del mismo pastor.” Y ella me dijo, “te lo dije. Ahí se predica la palabra como es. Y el pastor Roberto Miranda es un profeta. Todo lo que él te dijo así mismo va a ser.”
Y yo esperando que todo fuera así mismo. Pues, yo vine en pedazos, y yo esperaba que el Señor me iba a poner como verdad, pues él le hizo así y me molió. Molidita y duele. Duele. Todo empezó a salir todo lo contrario a lo que yo esperaba. Todo diferente. Y el enemigo susurrándome, “te lo dije, que no vinieras”. Todo fue diferente. El primer día que salí para conocer la ciudad, vivo todavía cerquita del Prudential y salgo para ir al Mall por mi primera vez, y voy contenta. Oh, que bonito esto por aquí! y entrando así, dos jóvenes, bellas preciosas, besándose como novios. Plena luz del día. Yo así mismo me devolví, volví a mi casa, llamé a mami.
Mami, aquí fue lo que el Señor me trajo. Y yo creo que esto es Sodoma y Gomorra. Yo no pude entender, aquí todo me sale peor. Hasta me enfermé. No entendía nada. Y dije, Señor, tu no me trajiste aquí para yo estar en vergüenza. Empezaron a hacerme ofertas de trabajo buenísimas en Nueva York. Me llamaron de un edificio que yo había aplicado, donde la persona que abría la puerta usaba guantes, un edificio de esos rascacielos con área de golf en el mismo edificio, piscinas, gimnasio, de todo, de lujo, y muchísimas ofertas. Y el Señor aquí era que me quería.
Pues, ya después de mucho batallar con que le decía a mi hermana, no, yo regreso para Nueva York. Esto aquí no funciona. El dinero no me alcanza. Y era que el Señor me quería en el crisol, y yo no lo quería entender. Él me quería entrar al horno para hacerme de nuevo y yo me estaba rehusando.
Pues, le dije a mi hermana, “vamos a entrar en un ayuno de tres días.” Hermanos, el ayuno es algo que debemos adoptar y es una de las herramientas del cristiano, no para una vez al año. El ayuno es algo cotidiano del cristiano. Pues, me uní con mi hermana en tres días de ayuno. El segundo día, sábado, me desplomé ante el Señor y le dije, “Señor, perdóname, si soy tan terca, pero dame tan solo una muestra de que aquí es que tu me quieres, y aquí fue que me trajiste”. El domingo temprano vine a la iglesia, un mensaje maravilloso y el pastor dijo, pastor Roberto, “No dejes que enemigo te confunda, aunque veas que el cielo está negro, aunque todo te salga al contrario, el Señor tiene cosas grandes para ti. Pero ahí es donde te tienes que quedar. No permitas que el enemigo te confunda.” Hermanos, ya eso fue lo último, y dije, Señor aquí me quedo.
Entonces inicié a trabajar en el ministerio de los niños, en la sala cuna, a empezar de cero, así era que el Señor me quería. Trabajando con los niños. Y el Señor me decía cada domingo que me tocaba servir como maestra, cuando ellos gateando se caían, se desplomaban o caminaban se caían, así era que el Señor me quería: empezar de cero.
Empezó ese proceso. El Señor empezó a hablar a mi vida. El Señor empezó a armarme. El Señor empezó a hablarme. Empecé a buscar al Señor, empecé a creerle al Señor, empecé a confiar en el Señor, y ahí calladita, porque nunca me ha gustado ser muy vista. Por eso mucha gente ni me conoce, yo creo todavía. Y después de cinco y medio sirviendo en el ministerio de los niños, muchas personas no me conocían. Ya tengo seis años y pico en la iglesia.
Y en medio de todo este proceso, un día me despierto deprimida y me vestí asimismo deprimida. Hermanos, ustedes saben que tenemos que darle lo mejor al Señor. Y eso va desde la alabanza hasta el ganchito. A mí hace dos domingos una hermana que está aquí, me dijo, “Betsy, tu siempre estás como bien arregladita, y bien vestida.” Y yo le dije, “he aprendido a darle lo mejor al Señor, la mejor alabanza. No espero una salida importante para ponerme lo mejor”. Cuando tengo una salida importante hermana, no encuentro qué ponerme porque todo me lo pongo para venir a la iglesia, porque es mi salida más importante.
Vamos a darle lo mejor al Señor por dentro y por fuera. Porque sabían que una de las cosas que usa el deprimido es, eso mismo, tirarse al abandono. Entonces, no, nosotras no somos deprimidas. Estamos llamadas para darle lo mejor al Señor. Pues, ese día me levanté y me vestí de luto, me hice un moñito feíto aquí atrás, porque así era que me sentía, y fui a mi cita médica. La doctora me refirió, “sí hay que hacerte unas radiografías”, y sentada en el salón para recibir la radiografía saco un espejito y me miro, y me asusté cuando me vi. Guau! Y dije, pero Señor, si aquí es que voy a conocer a alguien, pero qué rara estoy. Y empecé a buscar y a arreglarme y justo cuando cierro la cartera, viene este joven con la sonrisa más bella de mi vida, algo que yo decía que la gente aquí en Boston no sonreía. Pues, viene él con un file, todo vestido con su uniforme y me llama. Ese hombre hoy es mi esposo. ¡Aleluya!
Amén. Hasta el micrófono… oh, santo, me entró un calor ahora, hermanos. Ay, santo. Discúlpenme, hermanas. Este joven con esta sonrisa tan bella, se convirtió en mi mejor amigo, hermanos, y él es hoy mi esposo. El Señor me ha ido dando todas esas cosas que yo perdí. Al contrario del otro que lo bendigo y lo perdoné, lo perdoné de corazón, realmente lo perdoné y lo bendigo.
Hermanos, es todo lo contrario. Me ama, me protege, me cuida, cariñoso. El Señor hace cosas perfectas. Y el Señor nos bendice perfectamente. Pues, nos casamos y al poco tiempo de casarnos recibí una llamada de Santo Domingo que mi papá había sufrido un derrame cerebral. Ahí empezó un proceso diferente.
Cuando yo vine a Nueva York yo perdoné a mi papá y cuando hablamos él solo hizo llorar. Eso le quitó a él una carga, y me quitó una a mí. Y aquí estaba un proceso diferente. El derrame que mi papá sufrió fue masivo, duró 40 días interno, 30 de los cuales en cuidados intensivos. Como mis hermanos tenían que trabajar y yo viajé de aquí para allá, yo me interné en el hospital. Nos permitían verlo solamente dos veces al día, un minuto cada uno, y me quedaba todo el día en el hospital. Pero ahí en el hospital el Señor me ponía a ministrarle a otras personas. Y había una joven desplomada llorando, y yo le estoy consolando y ella me dice, “tu no entiendes, es mi papá que se está muriendo”. Y yo le digo, “el mío también se está muriendo y está al lado del tuyo”. Y ella mi miró, “pero y no te duele?” “Claro, que me duele, pero yo en confiado en un Dios vivo y ya sea que él se salve o que parta con el Señor, el Señor sabe cuál es su perfecta voluntad.”
Hermanos, luego lo pasaron a una sala por diez días donde mi papá casi todas las madrugadas hacía, y a la medianoche gravedades. En una de esas gravedades, yo no pude conciliar más el sueño y ahí el Señor me dijo que escribiera un devocional. De esa gravedad, de esa prueba de mi papá nació el ministerio entre nosotros, de ese ministerio entre nosotros, nació el programa de televisión a lo cual yo me negué, porque yo peleo con un gigante todos los días que se llama English, al que todos los días me enfrento a él y el Señor me está ayudando, y cuando cogí las clases de producción, yo no quería por eso, porque como voy a traer un programa con este broken English que tengo y este terrible accent que tengo. Y nada, cogí mi clase y todo bien, y me olvidé de eso. Pues, la directora del canal me llamó, me dijo, “Betsy, te queremos aquí.” Y yo le expliqué, “pero es que yo tengo como este acento.” Y ella me dijo, “tu tienes una gracia especial y es lo que queremos aquí en este canal.”
De una vez me dieron espacios y ya el programa ha sido una bendición y lo principal es abrir este programa para León de Judá y desde un principio ha sido así, para glorificar al Señor, para seguir trabajando en su obra, para seguirle siendo fiel, y para hablar de lo que es la maravilla del Señor.
Yo estaba en pedazos como una pérdida, víctima de bigamia, con un padre alcohólico, pero el Señor es real. El Señor es bueno. El Señor es maravilloso y aquí estoy para darle la gloria a él, para testificar de que el Señor sí obra en nuestras vidas.
Hermanas, vamos a confiar en el Señor. Y quiero mostrarle algo rápidamente. Aquí dice, reconocer. Si ustedes leen, esta palabra se lee de la misma manera al derecho y al revés. Eso es lo que el Señor quiere, que nosotras reconozcamos que somos hijas de él, reconozcamos que no estamos aquí solo para ser madres o esposas o hijas, o tías, o sobrinas. Estamos aquí para servirle a Dios, para reconocer que somos hechas para servirle a él, para agradarlo a él, que somos guerreras. Claro que hay que llorar, y cuando lloremos, lloremos, pero luego limpiémonos las lágrimas y pongámonos la armadura y digamos, yo no nací para ser una deprimida. Yo no nací para ser una mártir, yo no nací para ser una sufrida. Yo nací para ser una mujer de impacto, una mujer que impacte dondequiera que llegue, una mujer que impacte con su vida, con su testimonio, con su vivir, con su recitar. ¡Aleluya! Con su alabanza.
El Señor nos ha hecho para brillar, hermanas, y yo traje algo aquí que quiero enseñarles y es que somos perlas. El Señor nos ha hecho perlas, pero mire una gran diferencia. Y es lo que el Señor quiere con las mujeres de León de Judá. Aquí tenemos, y con esto termino, se enredó.
Hermanas, un aplauso al Señor. ¡Aleluya! Un aplauso para ustedes ahora. Ya. así como es el Señor, él se enreda. Miren, una perla no deja de ser una perla. Es linda pero está solita y el Señor nos ha llamado a estar unidas. Aquí tenemos una pulsita, varias perlas, bonitas, como un broche, pero es solo una pulsita. Aquí tenemos un collar, más perlas juntas, muy lindo, más lindo que la pulsita, pero es solo una vuelta.
El Señor nos quiere así. Unidas. Despojémonos de la ñoñería espiritual, de la murmuración, del chisme, de la envidia, de por qué a ella sí y a mí no. ¡Aleluya! Todas somos especiales para el Señor. Todas somos especiales para el Señor. Y fíjense este collar, el Señor así unidas lo usa de diferentes maneras, de esta manera, de dos vueltas, de tres vueltas. Y cuando nos unimos más el Señor nos usa de muchas maneras diferentes.
El Señor así es que nos quiere, hermanas, unidas. Vamos a unirnos, porque solas no podemos. Solas no podemos, debemos brillar juntas. Debemos venir y presentarnos unidas al Señor, porque es mejor dos, es mejor dos que uno y eso se aplica a todo. Tengamos confianza. Una de las perlas, una de las joyas que debemos siempre lucir es la discreción. Vamos a ser discretas.
Si una hermana nos confiesa algo, si ella no nos da la autoridad de decirlo más adelante vamos a quedarnos con eso, porque eso va a impedir que vayamos a buscar consejo afuera, donde no vamos a encontrar el consejo correcto. Vamos a ayudarnos, vamos a querernos.
No importa si es inglés, español, italiano, francés, si somos de Guatemala, de Honduras, de Santo Domingo, Puerto Rico, de dónde sea, vamos a unirnos. Las amo en el Señor. Mi nombre es Betsy. Me pusieron Betsaida Noemí, pero me llaman Betsy. Y algo que quiero cerrar es, voy a cumplir 45 años en agosto y digo mi edad, no para que se la digan ustedes ni se las voy a preguntar, es que eso es algo entre nosotros que debemos entender. La edad es una dignidad. Cada día es un regalo de Dios, cada nuevo año es un regalo de Dios, una bendición. Vamos a llevar nuestra edad con orgullo. Amén. Y a brillar unidas para el Señor. Las quiero. El Señor les bendiga.
Amén. Vamos a hacer una oración y si hay alguna necesidad que necesite la oración, las hermanas también van a estar aquí orando, vamos a orar por cualquier necesidad que ustedes tengan. Sabemos que ha sido un mensaje en el silbido apacible que el Señor nos ha hablado, pero no nos vayamos sin tener una bendición especial. Alabado sea el Señor.
Gloria a Jesús. Señor Jesús te damos gracias por tu palabra, gracias Señor, porque tu hablas de diferentes maneras, gracias Señor, porque tu eres digno de toda alabanza, porque tu eres poderoso, porque tu haces, Señor, de una piedrecita sin valor, una perla especial para ti. Gracias Señor, porque tu conoces cada herida, tu conoces cada proceso, tu conoces, Señor, cada vituperio, pero a través de todo eso, tu recibirás la gloria, la honra y la alabanza, porque tu lo llenas todo en todo, Señor. Te representamos, Señor, a las madres, que ellas puedan instruir a sus hijos, guerreros desde niños, que no sea solo la provisión del pan o la ropa, sino enseñarles, Señor, la oración en la casa. Representamos las casadas, que tu nos des entendimiento de mantener nuestros matrimonios, Señor, de ser vencedoras en ti.
Señor Jesús, callad nuestra lengua, cerrad nuestra boca cuando debamos hacerlo. De no aniquilar a nuestros esposos con la lengua, Señor. Ayúdanos a controlarnos también, Señor. Te presentamos las solteras, Señor, tu conoces su corazón, su necesidades, sus deseos. Señor, prepáralas para cuando esa bendición llegue, sepan aprovecharla, Señor. Las divorciadas, Señor, ese espacio vacío tu lo llenarás porque estamos casadas contigo, Señor, tu eres nuestro Señor, nuestro Padre, nuestro esposo, nuestro abogado, nuestro Dios que lo llena todo en todo. Y no nos cansamos de repetirlo, Señor.
Te presentamos las viudas también, Señor, bendícelas, ayúdalas que sean de instrucción para nosotras, Señor, y para los demás. Te presentamos las pastoras, las mujeres con ministerio, las mujeres, Señor Jesús, de diferentes ministerios porque todas tenemos un ministerio en ti, Señor. Las adoradoras, Señor, te presentamos cada una de las vidas aquí representadas. Nacimos para servirte, para ser luchadoras, vencedoras.
Señor Jesús, nos despojamos, Padre, de la gloria en este día y para siempre de todo espíritu de mártires. No somos mártires ni deprimidas, en el nombre de Jesús, dejamos el pasado atrás y seguimos ante ti, Señor, para alcanzar el futuro, para seguir en el presente en victoria y desechamos todo lo pasado. Sabemos que el pasado es para hacer nuestro carácter, para bendecir a otras vidas, para darte la gloria y la honra a ti, Señor. Gracias, Señor, en este día por este culto. Acompáñanos hacia donde vamos y ayúdanos a poner esto en práctica. Que el gozo siempre esté en nosotras. Gracias, Señor. Amén.