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Siento del Señor retomar una palabra que Dios nos dio en la noche de Año Nuevo y como apretar un poco más esa palabra de Dios a nuestros corazones y de nuestra Congregación. Algunos de ustedes me han dicho que fue de bendición esa palabra y como que quisieran que la desarrollara un poquito más. Y yo mismo había sentido lo mismo, de que no era bueno dejarla así, simplemente como un llamado general a la santidad.
El 31 en la noche Dios nos hablaba acerca de que este año meditemos más en su llamado a una vida de santidad, de consagración a él, de entrega a él, de santificación, de santificarnos al Señor. Y yo le pido al Señor que este año nos recuerdo eso varias veces a través de nuestro programa de predicación. Que Dios quiere un pueblo consagrado a él, un pueblo santificado, un pueblo entregado a él.
Y la santidad es un tema complejísimo. Se tomaría muchas semanas para hacerle justicia a este tema tan importante. Pero queremos aunque sea apuntar algunas cosas acerca de ello. Y por eso les invito a ir a Primera de Pedro. Hay muchos pasajes que podríamos usar como punto de entrada o de partida hacia este tema de la santidad o la santificación, pero este pasaje me pareció muy, muy rico y denso así que quiero que lo estudiemos con otros pasajes, junto a algunos puntos que Dios me ha dado para que nos ayude a enriquecer nuestro entendimiento de la santificación y de la santidad.
Primeramente, antes que nada, qué quiere decir ser santo? Vamos a ver qué quiere decir la palabra santidad o santo? Apartado, ¿verdad? Apartado. Y esa palabra apartado, uno puede ser apartado de algo, ¿verdad? Pero también uno puede ser apartado para algo. Y la santidad es así. La santidad no es solamente algo negativo, como que no hagas, no hagas lo otro, no pienses así, no digas esto, etc. No es solamente negativo, sino que también es un llamado a cierta vida, ciertas acciones, ciertas actitudes, ciertas posturas de vida.
Entonces, nosotros somos apartados del mundo que no conoce a Dios y que no le da prioridad a las cosas del Reino de Dios. Somos apartados del pecado, somos apartados de las obras del mal, pero somos apartados también para ser vasos útiles al Señor, para ser instrumentos al Señor, para ser voz de Dios aquí en el mundo, anunciando, como dice el Apóstol Pedro en otro pasaje, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Entonces, somos apartados para servir al Señor. Apartados para serle agradables a él, apartados para dar fruto agradable que honre al Señor. Es decir, que es un doble llamado. Separarnos de ciertas cosas, dejar atrás ciertas cosas pero también ir hacia ciertas cosas hasta que la imagen de Cristo sea formada plenamente dentro de nosotros.
Así que aquí, es importante, esta idea de santificación, es consagrarse, dedicarse completamente al Señor para un solo propósito. Como las vasijas del Antiguo Testamento del templo, como todos los objetos del templo eran dedicados exclusivamente para la obra del Señor. No se podía usar una olla que estuviera en el templo, una vasija no se podía usar para hacer un sancocho. Era solamente para contener el aceite de Dios; o las lámparas no se podían usar para que el sacerdote cuando saliera del santuario se fuera para su casa alumbrándose en la noche. No, eran exclusivamente para el uso de la adoración.
Y ahí tenemos una imagen de lo que es la santificación. Esos objetos eran separados del uso mundano. Había un momento en que se consagraban y se dedicaban exclusivamente para el uso de los asuntos de Dios y después ya no se podían usar más, excepto para dar gloria al Señor y ser usados en el rito litúrgico, en la adoración a Dios. Y esa es una buena imagen.
Nosotros somos vasijas que somos usados y consagrados para el uso de los propósitos de Dios. Entonces eso es una buena imagen con la cual comenzar. Primera de Pedro, 1:13 al 25, dice aquí:
“… Por tanto ceñid los lomos de vuestro entendimiento…”, es decir, prepárense, póngase, enderécese en su asiento, quiero verlos así enderezarse. “… ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado. Como hijos obedientes, escuche eso, no os conforméis a los deseos que antes teníais…, es decir, no se ajuste a ello, no se deje dominar por ellos, no se someta a ellos,… estando en vuestra ignorancia, sino como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir…”
Hay mucho material, mucha tela que cortar en ese pasaje. Como el es santo, nosotros también tenemos que ser igual que él.
“…Porque escrito está, sed santos porque yo soy santo. Y si invocáis por padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación…”
No puedo reprimir un comentario antes de continuar. Fíjense que nosotros decimos, bueno, vivimos bajo la gracia de Dios, ya no vivimos conforme a las obras, como se vivía en el Antiguo Testamento, que los hombres y las mujeres tenían que hacer diferentes cosas para ganarse la aprobación de Dios.
Ahora, nosotros habitamos bajo la gracia pero eso no quiere decir que no tenemos que hacer buenas obras, o que las buenas obras son irrelevantes, que no tienen nada que ver con la vida cristiana. Un hijo de Dios que ha sido lavado con la sangre de Cristo, una persona que sirve a Dios se espera que refleje las obras de una persona sanada y salvada por la sangre de Cristo. No podemos decir, yo soy salvo, y practicar el pecado sin remordimiento. Vamos a pecar, pero tiene que ser una excepción y tiene que ser algo que nosotros hagamos en contra de nuestra voluntad. No podemos adaptarnos al pecado porque Dios sí, juzga a una persona que dice que yo soy cristiano, yo soy siervo de Dios pero vive una vida contraria, practica una vida que es contraria a la voluntad de la palabra de Dios, hay una contradicción inherente. No se puede.
Por eso es que tenemos un llamado, porque Dios sí, nos trata en un sentido, no somos salvos por obras, pero una vez que somos salvos se supone que produzcamos buenas obras. Y si no hay una contradicción. Tu ves? Por eso es que hay una tensión allí bien delicada, hay una ambigüedad en la palabra bien interesante. Dice;
“… y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación. Sabiendo que fuiste rescatados de vuestra vana manera de vivir…”
Rescatados, por qué? Por la sangre de Cristo. El que nos salvó a un precio tan alto no espera que nosotros le rebajemos su sacrificio con una vida que no esté a la altura de su sacrificio.
“… no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo pero manifestado los postreros tiempos por amor de vosotros. Y mediante el cual creéis en Dios quien le resucitó de entre los muertos y le ha dado gloria para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad mediante el espíritu para el amor fraternal, no fingido, amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro, siendo renacidos, no de cimiento corruptible sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque toda carne es como hierba y toda la gloria del hombre, como flor de la hierba. La hierba se seca y la flor se cae, más la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada…”
Ven ustedes lo complejo, lo rico que es ese concepto de la santidad? Hay mucho allí. Podríamos pasar horas desglosando y desmontando ese pasaje tan rico. Pero déjeme apuntar unas cuantas cosas, unos cuantos pensamientos. No todos van a estar relacionados con este pasaje, pero uso este pasaje como punto de partida. No lo voy a exponer expositivamente, pero quiero comenzar con algunos principios porque quiero sobretodo dejar ahí un fundamento de ideas y de pensamientos acerca de la santidad.
Miren, lo primero que tenemos que entender es esto. Nosotros somos un pueblo de sacerdotes. Servir y sacerdotisas, apartados para servir y glorificar a Dios. Cuantos saben que somos sacerdotes? Por eso la santidad es tan importante. Miren lo que dice Primera de Pedro 2:9 al 11, dice:
“… más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable…”
Somos un real sacerdocio, un linaje escogido, una nación santa. Y usted sabe que los sacerdotes cuando eran escogidos por Dios tenían que santificarse. Los sacerdotes eran un pueblo muy especial, era una casta, un grupo que no vivía como vivían las demás personas en Israel. Una de las cosas, por ejemplo, los sacerdotes no tenían tierra privada como tenían las demás personas. Porque Dios les dijo, yo soy su herencia. Así que ellos no tenían propiedad privada. Ellos vivían de las ofrendas del pueblo y tenían unas tierras colectivas que Dios les había dado para que ellos las vivieran. Pero ellos vivían en una manera muy diferente y eran consagrados.
Miren, por ejemplo, usted va a Éxodo, Capítulo 28, versículo 40, dice aquí el Señor:
“… Y para los hijos de Aarón, es decir, los que iban a ser sacerdotes, esa familia de sacerdotes… haréis túnicas, también les harás cintos y les harás tiaras para honra y hermosura, y con ellos vestirás a Aarón, tu hermano, y a sus hijos con él, los que habrían de ser sacerdotes… y los ungirás y los consagrarás y santificarás para que sean mis sacerdotes…”
Para que sean mis sacerdotes los santificarás y los consagrarás. Entonces, si en Primera de Pedro 2:9 dice que nosotros somos un real sacerdocio, una nación santa, apartados por Dios, adquiridos por su sangre para anunciar, para que sirvamos al Señor al avance del Reino, entonces nosotros tenemos que vivir una vida así misma de consagración y de entrega al Señor. Y esa es la cosa, que muchos de nosotros a veces como que no pasamos por ese proceso de concientizarnos acerca de lo que nosotros somos.
Tomamos esas palabras como algo poético, una metáfora. Oh, somos reales sacerdotes. No, Dios nos ve como continuadores de esa tradición. Antes, antiguamente los sacerdotes eran un poquito de gente muy escondida, un linaje familiar, una apellido. Pero ahora, en Cristo Jesús, todos somos sacerdotes.
Di conmigo, yo soy un sacerdote consagrado para la obra de Dios. Entonces, por eso es que tenemos que ser santificados. Nuestra vida tiene que reflejar la consagración de un sacerdote, una sacerdotisa.
Ahora, otro punto bien importante es este. La santidad, hermanos, es el requisito o pre requisito para las bendiciones de Dios en la vida del creyente. Si tu quieres bendición plena en tu vida, si tu quieres prosperar, si tu quieres gozar de todo lo que Dios ha prometido en tu vida, si tu quieres sentir el gozo del Señor, la paz del Señor, salud mental, salud física, bendición de Dios, lo que Dios ha prometido para tu vida, hay un requisito. Dios espera que tu vivas una vida que sea digna de que esas bendiciones de Dios desciendan sobre tu vida.
Ahora, Dios bendice al malo y al bueno, pero hay unas bendiciones especiales en la vida cristiana, hay una continuidad de la bendición que fluye en ti, en tu vida, que la santidad es un requisito. Por qué muchas veces tenemos dificultades en la vida y tantas diferentes cosas que suceden? No todas son de pecado, pero muchas veces es porque no estamos viviendo conforme a los principios de la palabra de Dios.
Qué dice Juan 15:10, por ejemplo, ya les dije que íbamos a usar nuestras Biblias. Una de las cosas que hace una persona santificada, es que carga su Biblia siempre. Por eso me gustó cuando Betsy pasó por acá y tenía su Biblia allí en la mano soldada, eso está bueno. Me gustan esos cristianos así, que son radicales. Juan 15:10 dice:
“…. Si guardares mis mandamientos, santificación, obediencia, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor…”
Ve? Y en Romanos 12:2 habla acerca de que presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios el cual es nuestro culto racional. Dice, “…. Para que comprobéis la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta…”
Para que comprobéis la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. En otras palabras, dice, para que tu puedas experimentar y comprobar, gustar la buena bendición de Dios, agradable y perfecta, tu necesitas entregar tu vida como un sacrificio al Señor. Mientras tu más te santificas, más te entregas, más te consagras, más te das al Señor, más mueres al yo y a tu propia realización y gusto, ¿Saben qué? La gracia de Dios se mueve con más facilidad en tu vida. Hay más bendición. Lo que Dios promete tu dices, es verdad, lo compruebas porque Dios no se cansa de derramar su bendición sobre tu vida. Así ese punto es bien importante. La santidad, la santificación, la consagración es el pre requisito para la plenitud de vida en Dios, para todas las bendiciones de Dios en la vida del creyente.
En segundo lugar, la santidad es la plataforma para la manifestación del poder de Dios. Uno es bendiciones en general, disfrutar de la paz, la presencia, la comunión, la bendición de Dios en tu vida. Pero si tu quieres una vida de poder, si tu quieres que Dios te use con autoridad, con aplomo, con unción, que el poder de Dios pueda correr libremente a través de tu vida, tienes también que consagrarte más y más a él. Por qué? Porque de nuevo, el aceite no podía descender sobre vasijas sucias en el Antiguo Testamento, esas vasijas tenían que estar limpias. Y la unción de Dios tiene que descender sobre hombres y mujeres que sean santificados.
Juan 15:16 “… No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros. Y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto y vuestro fruto permanezca para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo de…”
Tu quieres oraciones contestadas? Tu quieres que cuando tu oras por alguien, la unción de Dios fluya en tu vida? Tu quieres que la gracia de Dios se manifiesta a través de tu vida? Pídele al Señor que cada día te entre más y más en lo hondo de su santidad.
Recuerdan ustedes el pasaje de Josué que yo mencioné. Claro que sí, porque ustedes se recuerdan de todo lo que yo digo, ¿verdad que sí? El 31 en la noche Josué y el pueblo hebreo, antes de entrar a la tierra prometida, ellos iban a pelear con gigantes, Dios se iba a manifestar en sus vidas en una manera poderosa. Iban a ver milagros, señales, prodigios en esa tierra nueva. Qué fue l o primero que Dios les dijo que tenían que hacer antes de entrar ya en la tierra prometida? Tenían que circuncidarse, recuerdan? Tenían que consagrarse al Señor. Dios le dijo a Josué que dijera al pueblo:
“…Santificaos porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros…”
Santificaos porque el Señor quiere hacer maravillas entre ustedes. Yo decía el 31 que Dios quiere usarnos como Congregación para grandes cosas. Dios tiene propósitos y planes para esta Congregación y por eso es que yo creo que esa urgencia de que yo, ustedes, nos santifiquemos cada día más y más, nos preparemos porque Dios quiere hacer maravillas entre nosotros.
Y el que quiere moño alto, que aguante jalones, dicen por ahí los dominicanos. El que quiere gloria necesita dedicación. Eso es así. Noblece oblige, dicen los franceses. La nobleza tiene sus responsabilidades. Somos reales sacerdotes. Entonces, si tu quieres que el poder de Dios se manifieste en tu vida, tienes que santificarte. Si tu quieres que las bendiciones de Dios se hagan reales en tu vida, y su aprobación se haga manifiesta en tu psiquis, en tu vida familiar, en tu trabajo, en tus finanzas, tienes que santificarte.
Y en tercer lugar, ya hemos sugerido que la santidad es un requisito para el servicio a Dios. Ya mencionamos eso así que no voy a insistir mucho en ello. El hecho de que usted es un sacerdote, se supone que tu sirvas al Señor, Dios te hace un llamado hacia la santificación.
Hasta aquí, me van siguiendo? Cuántos se durmieron ya y se chequearon ya, se fueron a otro lugar? No. Están aquí todos? Amén. Okay.
Bien, otro punto bien importante acerca de la santidad, apúntelo allí. Quiero ver esos lápices al rojo vivo. La santidad nos protege de los ataques y acusaciones del enemigo. Tu quieres protección en tu vida? Tu quieres cobertura de Dios en tu vida? Y voy a poner un asterisco al lado de eso, pero no quiero adelantarme demasiado.
La santidad nos protege de los ataques y acusaciones del enemigo. Es una forma de nosotros protegernos. Muchas veces Dios quiere bendecirnos, Dios quiere cubrirnos de ciertas cosas en nuestra vida, pero como estamos en el terreno del diablo con nuestro comportamiento, el diablo es un acusador tremendo, es un legalista. Es el primer fariseo de toda la historia. Él nos acusa y él obliga, en un sentido, más bien él le dice a Dios, tu tienes que hacer cumplir tu justicia, esta persona dice que te ama, que te sirve, que ha sido lavado con la sangre y míralo por allí practicando ciertas cosas. Tienes que dejarme tocarlo. Así pasa muchas veces. El diablo es un acusador.
Y Dios a veces quiere cubrirnos con su sombra. Una persona que está metida en drogas y haciendo cosas indebidas, está en el terreno del diablo y a veces Dios quiere cubrir esa persona, pero ahí viene, puede ser un sida, puede ser una bala perdida en una discoteca o en un lugar de mal comportamiento o mala muerte. Y Dios en su misericordia a veces tiene que permitir ciertas cosas en nuestra vida para poder santificarnos y purificarnos más.
Entonces Dios quiere sanarnos de ciertos ataques del enemigo, pero nosotros tenemos que caminar dentro del terreno divino. Recuerdan la famosa imagen de Jesús en el monte de los olivos, antes de ser crucificado? Le dice a Jerusalén, “Jerusalén, Jerusalén, cómo quise yo cubrirte, como la gallina cubre a sus polluelos y no quisiste, y ahora tu eres abandonada y dejada para los ataques del enemigo.” Y ahí vino la gran invasión romana con toda la destrucción porque el pueblo hebreo se rebeló contra Dios, rechazando a su Mesías, y se rebeló contra los romanos también, y vino una destrucción terrible contra Jerusalén, contra Israel, un castigo muy fuerte. Por qué? Dios quería cubrirlo pero había ciertas cosas que él esperaba a ellos hicieran.
Y por eso también la santificación es tan grande, tan importante, que nosotros caminemos dentro de las previsiones del Señor y las estipulaciones del Reino de Dios para que Dios pueda plenamente cubrirnos.
Ahora, quiero decir esto, que el tu caminar en santidad no te exime de ser probado por Dios o de ser atacado por el enemigo. Ahora, cuando tu seas atacado y probado, será para una de varias cosas. Será o para la gloria de Dios o para el avance de sus propósitos, que él te va a usar a ti misteriosamente para avanzar sus propósitos, o para tu propia formación espiritual. Pero si Dios permite que tu seas tocado por el mal, mientras tu caminas en sus caminos, él le pondrá un límite a Satanás y a la larga eso redundará en gloria y honra para su nombre y bendición para tu vida.
Ven, por eso es que la Biblia dice que los que aman a Dios todas las cosas ayudan a bien. Job era un hombre justo, casi perfecto en sus caminos, podría uno decir, pero había un drama allí. Que el diablo quiso usar a Job para avergonzar a Dios. Dios dijo, ok, vamos a ver? Entonces Job sufrió extremadamente, pero en ese sufrimiento estaba implicada la gloria de Dios. Óigame y de cuánta bendición ha sido el libro de Job para la humanidad. Mire nosotros aquí, en el siglo XXI hablando de Job, pobre, ya él está bien allá arriba, ya está descansando, y cuánto jugo le hemos sacado a Job a través de los siglos y los siglos. Fue de bendición para nosotros, fue de gloria para Dios y me imagino, que él también fue iluminado y aprendió muchas cosas como el mismo libro de Job nos enseña.
Es decir, que cuando tu estás en los caminos de Dios, puede que sufras, puede que pases por prueba, puede que experimentes pérdida, pero siempre vas a ser bendecido. El diablo no se saldrá con la suya en tu vida. Dios tornará todos tus sufrimientos y padecimientos para gloria de Dios.
Y que bueno es cuando uno sufre, pero uno sabe que yo amo a Dios, yo estoy sirviendo a Dios, yo estoy buscando de él. Así que Dios me sacará adelante, él sabe lo que él hace.
Ok, entonces, nos protege de los ataques y acusaciones del enemigo y si somos probados y entramos en dificultades, siempre saldremos victoriosos.
Ahora, hay otro pasaje que quiero usar para los próximos puntos que se encuentra en Romanos 7 del 14 al 25. Hay otro punto que quiero apuntar aquí, valga la redundancia, una cosa que quiero apuntar es la santidad es un proceso. Diga, proceso. La santidad es un proceso no un estado. Entienden la diferencia o es demasiado temprano para ser tan sutil? Yo espero que ustedes hayan desayunado bien antes de venir aquí esta mañana. Porque la santidad es un proceso, no un estado. Ah, yo soy santo, ya no tengo nada que aprender. Olvídate que ya estás en la profundidad del infierno, mi hermano.
No, la santidad es un proceso. Nosotros siempre vamos hacia la santidad, es una lucha, es un proceso dinámico, es algo que siempre está dándose en nuestras vidas. Nunca llegamos a decir, ok, ya, llegué! Eso le pasó al fariseo ese que en la parábola de Jesucristo, oh, gracias Señor, te doy porque no soy como este publicano aquí, este sinvergüenza, yo diezmo, voy a la iglesia todos los domingos y los miércoles también, soy diácono. Gloria a Dios. ¡Aleluya! Él se sentía muy contento con su comportamiento y su estado, y Dios le decía, yo te aborrezco, yo no recibo tu ofrenda.
El otro, el publicano estaba allí, oh, Señor, ten piedad de mí porque soy pecador. Y qué dice el Señor, ese, el que reconocía su pecado, se fue bendecido y perdonado. El otro que estaba seguro de su santificación y muy satisfecho de haber llegado, el Señor lo aborrece. La santidad es un proceso.
Y yo digo eso en un sentido también para tu propia tranquilidad. Porque mientras luchamos por la santidad y vamos hacia la santidad tenemos que saber que nunca lo vamos a lograr completamente. Eso quiere que no tenemos que andar por ahí con un látigo con 7 puntas de bronce dándonos en la espalda todo el tiempo porque hoy me porté mal, hoy hice esto, hice lo otro. Es un proceso. Estamos en trabajo. Somos una obra en construcción y tenemos que también darle espacio al tiempo y a la obra de Dios en nuestras vidas.
Mientras perseguimos la santidad apasionadamente, también tenemos que saber que vamos en el camino, vamos a experimentar contradicciones y luchas y eso es parte, y tenemos que también no ser demasiado exigentes. Tengo más que decir acerca de eso con nosotros mismos. Ok, no podemos ser legalistas con nosotros mismos.
La santidad es un proceso. Miren Colosenses, antes de ir a Romanos, Colosenses, Capítulo 3, porque esto tiene tantos textos, Colosenses 3:9 y 10 dice:
“…No mintáis los unos a los otros habiendo despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno…”
Ve ahí proceso? Mientras usted se va revistiendo de nuevo cómo lo hace? Conforme a la imagen de lo que creó, usted se va renovando hasta llegar a la plenitud del conocimiento. Y sabe usted cuándo usted llega a la plenitud del conocimiento? Cuando se muere ahí es que a usted se le quita la venda de los ojos y dice Pablo que ahora veo cómo he sido visto. Ahora vemos como por espejos, oscuramente, más entonces veremos cómo nosotros hemos sido vistos.
Ve? Usted está siempre yendo hacia la santidad, usted está siempre siendo mejor. Esa es la idea. Pablo dice, hijitos míos, por los cuales padezco dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros. Es como una madre que siempre está dando a luz. Hermanas, no quiero pesadillas para ustedes pero… el infierno podría ser eso, una mujer siempre dando a luz. Ese sería el infierno para muchos de nosotros. La idea es esa, Pablo decía, siempre estoy luchando para ver a Cristo formado.
Porque Cristo se está formando en nosotros siempre. Un poquito más, un poquito más, un poquito más. Siempre siendo más y más como Cristo. Es un proceso, es un ir hacia.
En Romanos, el pasaje de Romanos 7, yo veo aquí a Pablo. Este gran hombre de Dios que disfruta de unos conocimientos increíbles diciendo en el 7:21:
“… Queriendo yo hacer el bien hayo esta ley, que el mal está en mí, porque según el hombre interior me deleito en la ley de Dios, pero veo otra ley en mis miembros, que se revela contra la ley de mi mente y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. Miserable de mí! Quién me librará de este cuerpo de muerte?...”
Véase este hombre, siervo de Dios, lleno del Espíritu Santo, bendecido con unas visiones tremendas. Escribió dos terceras partes del Nuevo Testamento y todavía diciendo, miserable de mí, quién me librará de este cuerpo de muerte? Porque estaba en formación. Él de vez en cuando se veía haciendo cosas y diciendo cosas que él no quería hacer porque estaba en proceso.
Así que, mi hermano, si tu tienes luchas en la vida cristiana, bienvenido al club, tiene buena compañía. Es un proceso. Pero tenemos que meternos en ese proceso. Muchos estamos dirimiendo a pierna suelta y dice Dios, despiértate, manganzón y ponte las pilas. Entra en el proceso de la santificación. Ese proceso dura toda la vida.
Otro punto bien importante, la santidad involucra lucha. Digan todos ‘lucha’. Involucra conflicto interior, una decisión deliberada. Cómo se compara al cristiano en la Biblia? Con un guerrero, un soldado, un atleta, un labrador. Todas esas profesiones tienen lucha.
Pablo dice que él corre para que corramos con ligereza la carrera de la fe. Dice que nuestra lucha no es contra carne y sangre sino contra principados y potestades. Hay una implicación de lucha y de guerra en la vida cristiana. La vida cristiana no es para cobardes.
Nietzsche, el gran filósofo alemán, que no era tan grande después de todo, porque era un ateo empedernido, dice la Biblia que, dice el necio de corazón no hay Dios, pero era un gran filósofo de todas maneras. Él decía que el cristianismo era para esclavos, era una religión para esclavos, gente débil que no podía luchar con las cosas de la vida y por eso tenía que apelar a un Dios imaginario.
Pero ¿Saben qué? Él decía eso porque no conocía la Biblia como nosotros la conocemos. No conocía la vida cristiana como nosotros la conocemos. La vida cristiana es una vida de luchas. Si tu la vives verdaderamente como tiene que ser vivida, es una vida agónica, es una vida apasionada, es una vida de guerra contra ti mismo, guerra contra el mundo y la carne, guerra contra el diablo que quiere destruir tu vida y hacerte tropezar una y otra vez. Es una lucha interior.
Por eso Pablo dice, miserable de mí, quién me librará de este cuerpo de muerte? Según el hombre interior, mi espíritu yo quiero hacer la voluntad de Dios, yo quiero agradar a Dios, yo quiero hacer lo que dice la Biblia pero encuentro en mí otra ley biológica, carnal, terrenal, diabólica que me arrastra a hacer lo que yo no quiero, aún mientras bendigo a Dios, y le digo, Padre, ayúdame, estoy pecando y yendo hacia el pecado. Es una lucha agónica, agonía, es lucha.
Por eso yo digo, si tu estás cómodo allí, echándote fresco en la vida cristiana, como diciendo, y, esto es un jardín, que lindo. Tu no sabes lo que es la vida cristiana.
Ahora, no es que tampoco tu vivas paranoide, neurótico y lleno de ansiedad. No me refiero a eso, pero es la lucha del soldado. Tu estás hecho para la guerra. Tu eres un atleta y tu tienes que abrazar tu estado, tienes que abrazar tu llamado. Dios me llama a estar ahí en lucha, no acomodarme al pecado.
No os conforméis a este siglo, dice Romanos 12. No se ajusten a esta cultura, sino presentad vuestros cuerpos en sacrificio vivo. Es una entrega. Es una lucha. Pero es una lucha que no te hace neurótico. Si tu estás neurótico en la lucha de la vida cristiana, you’ve missed the point. Te equivocaste. Porque es la lucha del pelotero que le batean una bola bien alto, y casi parece que va a llegar fuera de jonrón y él está midiendo la bola y él está en tensión, él está en lucha, sus ojos, su cerebro, su cuerpo, sus manos, él está midiendo dónde va a caer, no vaya yo a caer también. Yo también estoy en lucha porque no me falle la ilustración aquí.
Entonces, él está esperando la bola y él la está buscando y pasan 5 segundo, 3 segundo, no voy a exagerar demasiado, entonces él está en tensión, su cuerpo está en tensión, su mente está en tensión, todas sus facultades están buscando esa bola y esperándola. Él se posiciona para cuando la bola caiga y su cerebro está calculando, su computadora cerebral está haciendo unos cálculos increíbles que ninguna computadora humana lo puede hacer, yo le aseguro. Son unos cálculos matemáticos terribles que él mismo no sabe lo que está haciendo.
Pero qué pasa? También usted lo ve y parece de lo más relajado. Él se tiene que relajar. Si él está… probablemente se pone nervioso no va a agarrar. Es una combinación de relajamiento y tensión, ¿verdad que sí? Así es la vida cristiana. Tu te esfuerzas por servir al Señor. Tu trabajas duro, tu estás en lucha pero también respiras, disfrutas de la vida, te gozas de la vida porque tu sabes que vas a llegar a la meta porque Dios ya se aseguró de que tu ganaras la batalla.
Tu sabes que vas a agarrar la bola, es cuestión nada más de estar ahí debajo de ella cuando llegue. Pero, tienes que esforzarte, es una lucha paradójica. Es una ansiedad hermosa. Es una tensión relajada. Porque hay mucha gente que solo están tensos, y eso son los que usted ve que están constreñidos y estreñidos en la vida cristiana, una cara seca y todo es religión y ley, y compromiso, y esto y lo otro.
No disfrutan de la vida, es como el hermano del hijo pródigo: “Papá, yo he estado siempre haciendo lo bueno y tu nunca me diste ni siquiera un corderito para que lo matara.” Ese no entendía lo que era estar cerca del Padre, porque era todo acción, obra. Marta, acción, hacer las cosas para el Reino de Dios, y María tranquilita. No, yo quiero que Marta y María se unan en una sola persona. Que Marta haga lo que tiene que hacer, pero también que lo haga relajadamente, no se canse, no se mate en la vida cristiana. Es lucha, sin embargo, pero no es una lucha destructiva.
Entonces, es una lucha, es un conflicto interior. Involucra una decisión deliberada. Voy a terminar ya porque es tanto, quizás vamos a tener que seguir una vez más aunque sea.
Lo último que quiero decir es esto, que la santidad sin embargo, aunque es lucha, no es producto de nuestro propio esfuerzo. Tu no, en última instancia, tu no produces la santidad. Por más que tu aprietes los dientes y trates de ser santo, lo único que te va a suceder es que vas a tener que ir al dentista para que te arregle las muelas que te desgastaste. La santidad no la producimos nosotros, la santidad es producto de la presencia y el mover del Espíritu Santo y la vida de Dios dentro de nosotros. Es producto de nosotros reconocer el llamado de Dios a la santidad y entonces pegarnos al poder del Padre, buscar del Espíritu Santo, llenarnos de la palabra de Dios, hacer nuestras disciplinas espirituales cada día. Tomarnos nuestras vitaminas del espíritu cada día, dejar que Cristo se haga grande en nosotros y que él obre a través de nosotros y produzca los frutos de la santidad.
Cuántos entienden lo que le estoy diciendo? Amén. Esto es importante porque muchos de nosotros queremos producir la santidad amarrándonos a un palo para no hacer nada malo, sin embargo todavía estamos dentro de nosotros aquí pensando malos pensamientos. No se puede.
De nuevo, hablando de que eso es producto de un esfuerzo pero también de un relajamiento. La santidad viene cuando tu haces tu parte, pero también cuando tu dependes de Cristo Jesús y del Espíritu Santo. No maldigas el pecado en ti, bendice la santidad de Dios en ti. Guau, que bien me salió eso! Apúntelo para que no se me olvide. No vivas peleando con la carne, abraza la vida de Cristo dentro de ti y trata de pegarte lo más posible a Cristo para que entonces tu puedas producir los frutos de la santidad.
Volviendo a Juan, Capítulo 15, los versículos del 1 al 8, mire cómo dice Cristo aquí:
“… Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador…”
Pido a los músicos que si son tan amables de pasar por acá.
“…Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto lo quitará… ─ ahí está el llamado a la santidad ─ … y todo aquel que lleva fruto lo limpiará para que lleve más fruto…”
Ve, hay algo aquí, que el Padre te está limpiando. El Padre está tratando contigo. El Padre está formándose en ti para que tu produzcas los frutos de la santidad.
“… lo limpiará para que lleve más fruto, ya vosotros estáis limpios por la palabra que os hablado…”
La palabra de Cristo en nosotros, la palabra de Dios cuando habita en nosotros, cuando meditamos en ella, cuando la memorizamos, cuando la recibimos y le damos la bienvenida a nuestra vida, cuando moramos en ella, y la recibimos como palabra de Dios, esa palabra es viva dentro de nosotros y hace cosas en nosotros, y produce lo que ella misma dice que va a producir. Entonces dice:
“… Si guardares mis mandamientos permaneceréis en mi amor así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor...”
Donde quiero ir es más atrás, Juan 15 del 1 al 8. Dice:
“… Yo soy la vid verdadera, mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no llva fruto lo quitará, y todo aquel que lleva fruta lo limpiará para que lleve más fruto. Permaneced en mí, versículo 4, y yo en vosotros, como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo…”
Usted ve? Tu no puedes llevar fruto de santidad por ti mismo.
“… sino permanece en la vid, así tampoco vosotros sino permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos, el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto porque separado de mí nada podéis hacer…”
Hermanos, eso es lo bello. Hoy en día, tu y yo, si queremos vivir una vida que sea agradable a Dios lo que tenemos que hacer es irnos más hacia Cristo, meternos más dentro de Cristo, entregarnos más a él, consagrarnos más a él, tener más comunión con él, meditar más en él, en su obra, su persona, su nombre, su verdad, sus mandamientos. Buscar de Cristo, dónde está él? Cómo permanecemos en Cristo? Cómo nos metemos en Cristo? Es a través de todas las ayudas posibles, la disciplina cristiana, la oración, el ayuno, la lectura de la palabra, la comunión con los santos, el servicio al Señor. Todas estas son cosas que nos acercan más y más a Cristo. Cuando reconocemos que él es nuestro Dios, nuestro Señor, nuestro Rey, cuando morimos más y más a los apetitos del mundo y al deseo de la propia realización y mis propios placeres, y cada día nos vamos metiendo más dentro de Cristo. Nuestro fruto va injertándose más y `más orgánicamente en la persona de Jesús, entonces el fruto de Jesús, la santidad de Jesús se va transmitiendo a través de nosotros.
Que diferente a yo matarme por producir obras, por hacer esto, hacer lo otro, y cuando veo que no creo que agrada a Dios, me pongo las gríngolas con los caballos, voy en la otra dirección. Hay una paranoia, una neurosis, una compulsividad que no es de Dios.
Mientras que cuando uno dice, ¿Saben qué? Yo lo que voy a hacer es que voy a meterme más en Cristo, voy a bendecir más a Dios, voy a pensar más en las cosas de Dios, voy a apartarme de aquellas cosas que contaminan mi mente y militan contra los principios del Reino de Dios. Entonces, según Cristo se va adueñando más y más de ti, de tu vida, tus hábitos, tu tiempo, tu comportamiento, él va entonces haciendo la obra y tu te encuentras dando frutos de justicia para el Señor.
Un árbol de manzana, no dice cuando llega la primavera, oh, llegó abril así que tengo que ponerme a dar fruto. El árbol tiene la genética de árbol de manzana y reacciona a ciertas cosas que hay en el ambiente y cuando llegó ese momento se da unos procesos y él da fruto naturalmente sin dolor. Así somos nosotros también. Los frutos de justicia de la santidad lo damos cuando nos injertamos en Jesús, en su palabra, la obra de Jesús en nosotros. Amén.
Por eso no andes por allí tratando de hacer esto, o hacer lo otro. No, no, a la vez que te esfuerzas, también dile, Señor, aduéñate más de mí, lléname más. Toma control de mi vida y hazme un dador de buenos frutos para gloria de tu nombre. Cuántos sienten ese llamado de Dios a la santidad. Amén. Gloria al Señor. Gloria al Señor.
Pongámonos de pie un momento. Pongámonos de pie un segundo. Ve, la vida cristiana, hermanos, es compleja, pero también maravillosamente hermosa. Dios nos llama. Purifíquense, mis hijos. Yo creo que voy a tener que continuar un poquito más porque hay mucha tela que cortar en esto, pero Dios quiere que seamos un pueblo que sea agradable a él, hermanos, y que lo agrademos con nuestra vida.
Así, ahora mismo ahí en tu espíritu, dile al Señor, Señor, ayúdame a dar los frutos de un siervo, una sierva tuya.
Lord, help me to be a giver, a bearer of the fruit of the spirit. May Jesus become more and more the ground of my being, the source of my good works, the guarantor of my sanctification, if you will. Ask Jesus to take hold, take control of your life, complete ownership of your life.
Recuerda, tu eres una sacerdotisa, un sacerdote del Señor, para que las bendiciones de Dios se manifiesten en tu vida, tienes que ser santo. Para que el poder de Dios se manifieste a través de ti, necesitas santificarte, para que el enemigo no tenga poder para hacerte daño en tu vida, y que las pruebas de la vida redunden en bendición para tu vida, necesitas santificarte.
Y Dios no te llama a la agonía, no te llama a sufrimiento, a padecimiento, te llama a soltura, paz, gozo, a esperanza, al disfrute de la vida mientras te lanzas hacia la lucha de la santidad. Es un proceso que durará toda tu vida pero ¿Saben qué? Cada día más y más te parecerás a Cristo y ahí donde viene la verdadera felicidad en la vida. Así que, gracias, Señor, te bendecimos y te exaltamos, te damos gloria y honra, Señor, y pedimos que esa vida de santidad se haga real en nosotros cada día.
Ayúdanos a ser un pueblo que obedezca ese llamado tuyo, Señor. Oh, ayúdame a mí, Padre, primeramente y bendícenos a todos y danos un año de gran crecimiento espiritual, ir más hondo de tus caminos, en el nombre de Jesús. Y el pueblo de Dios dice amén. Gloria al nombre del Señor. Amén.