14 de junio del 2010 - Por Myrza Marilys Lassús
Génesis 12:10-20
En ese entonces, hubo tanta hambre en aquella región que Abram se fue a vivir a Egipto. Cuando estaba por entrar a Egipto, le dijo a su esposa Sarai: «Yo sé que eres una mujer muy hermosa. Estoy seguro que en cuanto te vean los egipcios, dirán: "Es su esposa”; entonces a mí me matarán, pero a ti te dejarán con vida. Por favor, di que eres mi hermana, para que gracias a ti me vaya bien y me dejen con vida.
Cuando Abram llegó a Egipto, los egipcios vieron que Sarai era muy hermosa. También los funcionarios del faraón la vieron, y fueron a contarle al faraón lo hermosa que era. Entonces la llevaron al palacio real. Gracias a ella trataron muy bien a Abram. Le dieron ovejas, vacas, esclavos y esclavas, asnos y asnas, y camellos. Pero por causa de Sarai, la esposa de Abram, el SEÑOR castigó al faraón y a su familia con grandes plagas. Entonces el faraón llamó a Abram y le dijo: « ¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa? ¿Por qué dijiste que era tu hermana? ¡Yo pude haberla tomado por esposa! ¡Anda, toma a tu esposa y vete!» Y el faraón ordenó a sus hombres que expulsaran a Abram y a su esposa, junto con todos sus bienes.
Esta historia es simple y clara. Hay hambre en Canaán y Abram se va a Egipto con toda su gente para poder sobrevivir. Saraí su esposa, era preciosa y llamaba la atención. Llegaron a Egipto y Abram tomó miedo y le dijo a ella que mintiera y dijera que era su hermana. Así que cuando entraron a Egipto, rápido se supo de la hermosura de Saraí y entonces Faraón la mandó a buscar. Por ella ser la “hermana” de Abram, Faraón le bendijo a él con regalos.
No pasó mucho tiempo cuando el mal llegó a la casa de Faraón y cuando la verdad se supo. Entraron diferentes plagas que afectaron al palacio por causa de Saraí. Y ahí Faraón confrontó a Abram y lo ordenó a que se fuera. Faraón no quería nada de Abram, por eso lo mandó que se fuera con TODO lo que tenia; esto incluía los regalos ya dados por el Faraón.
Vemos aquí a un hombre que había oído la voz de Dios, se había ido de la tierra de su padre por lo que Dios Jehová le había dicho y flaqueó en su fe. Al Abram mentir y flaquear en su fe, en su confianza en Dios, no solamente peca, sino que también expone a su familia por causa de su falta de fe.
En estos últimos meses el Señor me ha hablado, me ha demostrado cuantas cosas, cuantas opiniones, cuantas ideas tenemos que son 100% erróneas. Estando en el evangelio o mejor dicho, asistiendo la iglesia por tantos años, no veía lo que Dios quiere de nosotros. Miramos, pero no vemos. Podemos estar en la iglesia 100 años y si no vemos lo que Dios espera de nosotros, nunca entenderemos Sus caminos.
Abram dejó que el hambre venciera. Dejó que las circunstancias de la vida dictaran su camino. Abram mintió por salvar su vida. Tuvo miedo. Si miramos textos anteriores, Dios le había prometido a Abram que de él saldría una nación (Ge. 12:2). No hace mucho me vi perdida, como sin rumbo y sin esperanza. Emocionalmente destruida. Me sentí como el profeta Jeremías sin paz, sin fuerzas y sin esperanzas en Jehová (Lam. 3:17-18). ¿Por qué yo estaba tan turbada, tan preocupada, tan perdida?
Así como Abram, ando en un camino de cambios, de revelación y de nuevo conocimiento. Como Abram, he salido de “mi tierra y mi parentela” (mi comfort zone), para ir a la tierra que Dios tiene para mí. ¿Cuál era mi comfort zone? No sé, no estoy clara. Lo que sí sé es que ahora veo muchas cosas que antes no veía o no quería aceptar. Y esto le pasa mucho a los cristianos, nos vienen situaciones a nuestras vidas, sean nuestra culpa o no, y comenzamos a cuestionar la voluntad de Dios. Comenzamos a dudar de la provisión de Dios. Hacemos como Abram, mentimos. Nos mentimos a nosotros mismos diciendo que no hay solución y el temor llega a nuestras vidas.
Dios cumple sus promesas. El es fiel. Dios no miró a Abram que mintió, pecó. Miró al hombre de fe, el hombre que amaba a Dios, que temía a Dios. La misericordia de Dios no depende de nosotros sino de Él. Él es Dios Soberano. (Rom. 9:14-18). El no nos paga por lo que hemos hecho, sino según Su misericordia (Sal. 103:8-14).
Aún dentro de la mentira de Abram y su falta de fe, Dios usó eso para Su plan. Abram salió de Egipto lleno de riquezas y más bendiciones. Así cumpliéndose la promesa en él.
Estos procesos y cambios en mi vida me han enseñado que:
1) Tengo que tener fe en el Señor en todo. Si caemos tan pronto viene la prueba y la dificultad, ¿qué ejemplo le damos al no creyente de nuestra fe? Si decimos tener fe, tenemos que mostrarlo (Santiago 2:17-26). Que nuestra falta de fe no traiga tropiezo o pecado a los que nos rodean.
2) Las pruebas y las dificultades nos enseñan la verdadera voluntad de Dios en nuestras vidas. Muchas veces nos llenamos de miedos sin fundamentos. No creemos en la Palabra que nos dice que Él nos fortalece (Fil. 4:13); que Él nos suplirá con todo lo que necesitamos (Fil 4:19); que Él nos da paz cuando ponemos todas nuestras preocupaciones en sus manos (Fil. 4:6-9). La voluntad de Dios es que nos apartemos para Él (1 Tes. 4:3); que demos gracias a Dios en todo (1 Tes. 5:18) y que hagamos el bien para callar a los no creyentes (1 Pedro 2:15).
3) Por último, si queremos ver lo que el Señor tiene para nosotros, debemos de vivir en el espíritu. (Gal. 5:22-23). Tenemos que rechazar todo lo que no es de Dios (Efesios 5:1-21) y no andar en la carne (Gal. 5:19-21).
Si flaqueamos en nuestra fe, negamos la Palabra y si negamos la Palabra, somos hipócritas. Así como Dios le mostró a Abram Su misericordia, así he visto la misericordia de Dios en mi vida. Dios le brindó abundancia y cumplió su promesa en Abram. Así Dios también nos puede bendecir y cumplir Su promesa en nosotros.
Que Dios nos llene de Su sabiduría y nos llene de Su paz para comprender cada paso que damos en nuestras vidas. Confiando que cada paso sea bajo Su voluntad, así cumpliendo Sus propósitos en nuestras vidas. Bendiciones.