20 de septiembre del 2010 - Por Sandra Pérez
Un día decidí arreglar una de mis gavetas (una tarea que no es mi preferida). Vacié el contenido de la gaveta sobre la cama y comencé a clasificar todo el contenido para así decidir cuáles tenía que conservar en la gaveta y cuáles tenía que desechar. Y a medida que lo hacía me puse a meditar en cómo el corazón puede ser semejantes a una gaveta, pues en él también podemos guardar mucho a lo largo de la vida. Al clasificar el contenido de la gaveta me encontré con cosas que yo no recordaba que poseía y otras que me continuarían siendo útiles y serían dignas de volver a guardarse. También encontré otras muchas que eran basura y, aún otras, que al verlas me pregunté a mí misma: “¿Qué estaría yo pensando cuando decidí comprar esto? “ Al seguir organizando la gaveta también vi cosas que me sorprendieron y que nunca pensé encontrar en mi gaveta.
En el transcurso de nuestras vidas acumulamos muchas cosas dentro de nuestros corazones: cosas buenas que nos edifican, que son útiles para nuestras vidas y que son de bendición para los que nos rodean. Pero también acumulamos cosas malas que nos pueden destruir a nosotros y afectar de una forma negativa aún a los que más amamos. Las cosas que permitimos entrar en nuestros corazones determinan nuestros pensamientos y actitudes. Por lo tanto afectan cómo reaccionamos, cómo hablamos y cómo nos comportamos. Lo que guardamos en nuestros corazones impacta nuestra vida positiva o negativamente.
Proverbios 4:23 nos dice “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida”. Fíjate que el versículo dice “guarda tu corazón”. Tú y yo tenemos la responsabilidad de proteger el corazón, de asegurarnos de que lo que entre en él haya pasado por el filtro de la Palabra de Dios.
Muchas veces somos heridos por comentarios que dicen acerca de nosotros o de nuestras familias. ¿Y quién no ha recibido una traición o no ha sufrido un rechazo? Aunque no podemos evitar muchas de estas experiencias sí podemos impedir que el odio y la falta de perdón se alberguen en nuestros corazones. El Espíritu Santo de Dios nos da la fortaleza para perdonar. Si nos ocupamos de colaborar con él día tras día vamos a tener un corazón limpio, libre de contaminantes. Jesús dijo: “Dichosos los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” Mateo 5:8.
Meditar en la Palabra de Dios y orar nos fortalece y nos ayuda a proteger nuestros corazones. Pidámosle al Espíritu Santo que nos muestre qué tenemos en nuestros corazones. A lo mejor, como yo al limpiar mi gaveta, te encontrarás con cosas que no recordabas que tenías, cosas útiles, otras que son basura y otras que te harán preguntar: ¿Qué estaba yo pensando cuando permití que esto entrara en mi corazón?
Oración
Padre, en este momento te pido que tu Espíritu Santo ilumine mi corazón y me muestre todo lo que tengo acumulado en él que no me permite crecer y ser un discípulo efectivo. Dame sabiduría y ayúdame a estar alerta para cuidar mi corazón de los dardos del Enemigo. Gracias por tu inmensa misericordia y paciencia para conmigo.
Te lo pido en el nombre de tu Hijo, Jesús.