27 de diciembre del 2010 - Por Meche López-Miranda
Si fueras una maratonista, ¿cómo te prepararías para poder llegar a la meta? Seguro que lo primero que te viene a la mente es que te sería necesario estar en buena forma y hacer progreso en incrementar las distancias que corres cada día. Algo más, que a primera vista puede no parecer tan importante, es qué atuendo escoges para la carrera. Este tendría que ser el más liviano posible. Pues el cargar sólo unas pocas onzas en exceso por tan larga distancia malgastaría tu energía y disminuiría tus posibilidades de llegar a la meta. Si tu intención fuera verdaderamente tener éxito en esta empresa te despojarías diligentemente de todo peso innecesario.
Tú y yo tenemos en Cristo el mejor modelo que jamás haya existido de lo que significa despojarse:
...el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:6-8)
Sabemos que, diferente a nosotros, Cristo no tuvo que despojarse de nada pecaminoso o insano. Él, que es la perfección, no se aferró a su posición sino que lo dejó todo por amor a ti y a mí.
El autor de Hebreos menciona a muchos que, manteniendo sus ojos en el Señor, permanecieron fieles hasta llegar a la meta. Éstos son los llamados héroes de la fe, que la Palabra nos invita a imitar. Hebreos nos anima a nosotras a despojarnos de todo aquello que pueda impedir que alcancemos lo que ellos alcanzaron:
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
Muchas pensamos que sólo tenemos que despojarnos de aquellos comportamientos que son obviamente pecaminosos. Pero en realidad estamos llamados a vivir en obediencia y pureza aún en las áreas que aparentemente no tienen efectos espirituales. Es necesario que pasemos por el cedazo de Dios todos nuestros hábitos y apegos, aún los aparentemente inconsecuentes, como, por ejemplo, cómo gastamos nuestro dinero, qué programas de televisión vemos, con quién nos relacionamos, y muchos otros. Él es el que determina si nuestros comportamientos, hábitos, y actitudes nos encaminan a persistir firmes en la carrera o a aumentar las distracciones que nos atrasan o desvían de ella.
Al comienzo de un nuevo año, muchos acostumbran hacer una lista de resoluciones para los siguientes 12 meses. Ésta es una buena práctica, pero permíteme animarte también a hacer un inventario de las experiencias vividas en el año que ya está llegando a su fin. ¿Qué has aprendido? ¿En qué áreas tienes que crecer? ¿De qué necesitas despojarte para correr la carrera livianamente? ¿Qué cambios tienes que hacer para aminorar distracciones y enfocarte en lo verdaderamente importante?
Al comenzar el nuevo año ¿puedes afirmar con toda sinceridad que quieres deleitar el corazón de tu Padre con tu obediencia tanto en los asuntos de gran importancia como en los aparentemente insignificantes? ¿Estás determinada a sobreponerte a cualquier obstáculo que se interponga ante tu propósito de tener éxito en arribar a la meta?
Querida hermana, ante el gran potencial que nos ofrece el 2011 con sus 365 días, decidamos apropiarnos de las inspiradas e inspiradoras palabras de Pablo:
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús...olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12, 13b, y 14)
Permita Dios que, al final de este próximo año, podamos mirar atrás con la satisfacción de haber completado un tramo más de la carrera. Que podamos saborear el gozo de saber que el habernos despojado de pesos innecesarios nos ha permitido correr más livianamente y producir un mayor deleite en el corazón de nuestro Padre. A fin de cuentas es ese el propósito principal de la carrera.
¡Feliz Año Nuevo!