11 de julio del 2011 - Por Myrza Marilys Lassús
“Yo con gusto te ofrecería animales para ser sacrificados, pero eso no es lo que quieres; eso no te complace. Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente“. Salmos 51:16-17 (Traducción en lenguaje actual)
Nos enfocamos en agradar a Dios con pequeñeces como dar limosnas, regalar ropas, dar al necesitado, cantar en la iglesia, ser músico en la iglesia, predicar en la iglesia, ir a la iglesia en los días festivos como Navidad o día de Resurrección, seguir los diez mandamientos, etc. Todo eso es bueno. Pero no agradamos a Dios con obras sino con el corazón. Yo me siento bien cuando doy al necesitado o cuando participo en la iglesia, etc. Pero, mi satisfacción debe de ser siempre de ser obediente a Su Palabra y no solamente conocedora de ella.
¿Te has dicho, “ah, yo soy una persona buena; yo doy el diezmo, yo regalo ropa, yo voy a la iglesia todos los domingos, etc.”? Si con eso crees que estás bien con el Señor, entonces no tienes un corazón humilde y arrepentido. No es por obras para que el hombre se gloríe. Pregunta en lo profundo de tu corazón si estas arrepentido de tus pecados y si deseas tener el corazón más blanco que la nieve. No hay nadie justo, solo uno y ese es el Hijo del Hombre, Jesús.
Como he dicho anteriormente, todos los días tenemos que pedir perdón por nuestros pecados y buscar vivir como Jesús. No es fácil, pero tampoco imposible. Porque tenemos a un ayudador, el Espíritu Santo. Te animo a que le pidas al Señor revelación en tu vida. El desea cumplir Su propósito en ti. Haz el sacrificio de humillarte y arrepentirte y El se agradará de tu sacrificio. Que Dios te bendiga en gran manera.