5 de septiembre del 2011 - Por Myriam Díaz
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo.
1 Pedro 5:6
Todos los días cuando voy de camino a la escuela de mis hijos, paso por los preciosos jardines de Brookline. Este día fue muy especial, pues cuando pasaba y admiraba las petunias de diferentes colores que hacían contraste con las flores más altas y las medianas, Dios me comenzó a hablar en mi mente.
Mientras pasaba el rotario en medio de la calle Dios me mostraba en visión, un árbol fuerte y grande y una petunia solita al pie del árbol. Me decía Dios: “las flores crecen y son flores donde han sido sembradas. No se cambian de lugar, no deciden levantar sus raíces como si fuesen faldas y correr a un mejor jardín. Ella, la petunia solita al pie del árbol, es lo que se supone que fuera, ya sea en un jardín de montones de otras flores o al pie del árbol rodeada de aserrín (mulch)". Me seguía hablando más, me decía: “esta flor no mira si tiene compañeras a su lado, no puede pedir ser transplantada y no deja de florecer por que está en un lugar sola. Ella cumple con su deber. Ella invierte todas sus energías en ser ella”.
Hay momentos en nuestras vidas en que vemos un jardín más grande u otras flores de diferentes colores. Hay otros momentos en que el Jardinero nos quita de donde nos puso y nos lleva a otro lugar a estar solas. Otras veces quita a las otras flores de el lado de nosotras y nos encontramos solas.
No importa el lugar o la situación en que el Jardinero nos ponga, nosotras, sus flores, debemos hacer lo que nos toca hacer. Todas nuestras fuerzas deben concentrarse en ser quienes somos, en llevar a cabo la decoración del lugar en donde fuimos plantadas, hayan o no hayan otras flores.
Precioso es Jesús, mi Jesús, mi gloria será Su rostro admirar, El es mi precioso Jesús... Nuestra Gloria es y será Su rostro admirar. Humildes, haciendo lo que nos envió a hacer, donde nos envió y quietas florecer. Amén.