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“…Has cambiado mi lamento en baile, desataste mi cilicio y me ceñiste de alegría…” Cuando yo vi este texto, ha sido una secuencia de muchas situaciones, pero hay una palabra que me llamó la atención, la palabra ‘cambiar’, cambiado, dice aquí. Y yo puse por título a este sermón ‘El deseo de un cambio’. Todos de una manera u otra, deseamos un cambio. De cualquier manera, cuando llega el otoño viene el invierno, luego la primavera. Algunos deseamos un cambio físico, urgente. Nos ponemos a dieta para poder lucir alguna camiseta si quiera en el verano, sino, algunos necesitamos un cambio en nuestro carácter, en nuestra personalidad. Siempre estamos luchando con algo. El mundo necesita un cambio.
Esta reflexión nace hace algunos meses atrás cuando yo llamé a mi iglesia a un tiempo de ayuno, 21 días de ayuno, y le pusimos ‘Deseo un cambio’. Siempre cuando hablamos de cambio, Señor, y lo espiritualizamos, Señor, cambia al pastor. Señor, este líder de célula, ábreme otra célula o cámbiamelo, Señor. Señor, cambia mi hermano que no tiene nada de simpatía.
Siempre oramos para Dios cambie a otros. Señor, cámbialo a él, mira cómo canta, Señor. Señor, déjalo mudo porque canta feo. Cuando hablamos de cambio por los que menos oramos muchas veces son por nosotros. Siempre los demás tienen un problema. Son los demás los que causan el problema a la sociedad, a la iglesia. Mire el hermano, mira la hermana, cómo viene vestida. Mira cómo se peinó el hermano. Mira, cómo le cortaron el pelo al pastor, podría demandar al peluquero.
Pero esta expresión de deseo un cambio, no es otra cosa que someterme delante de Dios y reconocer que yo soy el primero que debo y que tengo que producir cambios en mi vida. Volvamos a leer el texto:
“…Has cambiado mi lamento…”
Cuál lamento? El mío. Has cambiado Señor, el lamento de mi hermano Pedrito, gracias, Señor. Como que si nosotros fuéramos la alegría del mundo. Señor cambia mi angustia. Usted puede traducir eso de muchas maneras. Puede parafrasearlo de muchas maneras. Cambia mi carácter, mi personalidad en lo entorpezca a lo que tu quieras hacer conmigo. Cambia mi manera de hablar porque algunos cristianos aquí nos vamos al cielo, allá afuera, somos los primeros que estamos en la lista para otro lado. Cambia mi manera de pensar, porque mientras estamos cantando aquí la gloria del Señor llena hasta nuestros malos pensamientos. No solo salgamos, porque ya se esfumó.
Cambia mi manera de mirar, de sentir, de pensar. Cámbiame Señor, cambia mi lamento, cambia mi lamento en baile. Nosotros demos ser los primeros en expresar ese deseo. Debemos hacernos algunas preguntas con respecto a un cambio. Qué es cambiar? Cómo nace? Qué implicancias tiene en mi vida? Una muy importante, estoy dispuesto a asumir los cambios que el Señor quiere que yo asuma? Cuándo debo cambiar? Dónde debo cambiar? Por qué debo cambiar? Para qué debo cambiar? Y otra pregunta bien importante, realmente yo deseo un cambio delante del Señor?
Mire, algunos significados de la palabra cambio. Cuando usted lee este texto se va a dar cuenta de este significado, es una modificación, es modificar una cosa para convertirlo en algo distinto. O sea, nuestro lamento se convierte en qué? En un baile. Y nuestro cilicio está revestido de qué? De alegría.
Un segundo significado muy interesante es, es variar o alterar un estado por otro. También tiene que ver con emociones o con un carácter espiritual adecuado. Es sustituir o reemplazar una cosa por la otra. Es entregar una cosa por otra, mire aquí, es un poquito más profundo el concepto. Es entregar, Dios te está entregando un proceso en tu vida que va a traer cambios radicales en lo que tu eres.
Segunda de Corintios, 5:17 dice que; “…De modo que si alguno está, qué es lo que es? Y qué es lo que pasó? Las cosas viejas fueron cambiadas por qué? Por algo nuevo. Cuántas cosas fueron cambiadas? Todas. Pero no solo fueron cambiadas, fueron hechas nuevas. La obra del Señor en nuestra vida nunca es a medias. Dígale a su hermano, el Señor nunca hace las cosas a medias.
Y además hay un quinto concepto que me llamó mucho la atención, el cambio es un mecanismo que sirve para modificar las velocidades. Alguien tiene un auto standard? Ahí estaba viendo, no es cierto? Primera, segunda, hay algunos que se quedan en tercera y ahí van por la carretera, millas y millas. Este auto que gasta gasolina, dice. Y me llamó mucho la atención este concepto porque tiene que ver con un concepto de velocidad.
Cuando yo deseo un cambio y ese cambio lo deseo de parte de Dios, yo quiero decirle una cosa, Dios no tiene la misma velocidad de nosotros. Así que el cambio que nosotros debemos experimentar es también un cambio de velocidad en nuestra intimidad y en nuestra relación con Dios a través del Espíritu Santo. Definir un cambio y su relevancia en nuestra vida, depende, escúcheme bien, única y exclusivamente de nuestra relación o intimidad con Dios y una vivencia activa con el Espíritu Santo.
Mire, cuando el Espíritu Santo vino hacia la primera iglesia en el libro de los Hechos, en el capítulo 1 en el versículo 8 dijo, “pero recibiréis qué, para qué? Para qué? “Pero recibiréis poder para qué? Hechos 1:8, para ser testigos. Y ser testigos provoca cambios en nuestra manera de ver y en nuestra manera de presentar.
Cuando viene el Señor a nosotros es como que si el Señor pone una dinamita en tu corazón a través del Espíritu Santo y eso explota y onda expansiva que trae y genera esa presencia del Señor, trae cambios a tu alrededor. Yo no sé si usted ha experimentado la presencia del espíritu, el bautismo del Espíritu Santo. Yo se los recomiendo.
Si estuviera el Apóstol Pedro le diría, “Hágalo, a mí me sirvió. Nunca más lo negué.” Los cambios provocan en nosotros o necesariamente los cambios propuestos por el Señor deben provocar en nosotros una onda expansiva que aún va a afectar a quienes nos están mirando de ahí afuera.
Mire lo que dice el Salmo 51:10, se lo sabe de memoria? Aquí va a aparecer. “Renueva en mí un espíritu nuevo de rectitud.” Cómo dice ahí? Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Renueva, cambia. Yo lo tengo en otra versión, “renueva en mí un espíritu de rectitud.” Miren, lo que dice Ezequiel capítulo 36, versículo 26 y 27. Yo lo voy a leer en la versión que tengo, no se vaya a pensar que estoy hablando de otro Evangelio.
“…Les daré un corazón – o sea, que él va a sacar qué? El corazón, no diga viejo porque alguno se puede ofender, algunos van a pensar que los van a sacar de la casa. No es así. Les daré un corazón nuevo. Por lo tanto se entiende que hay un cambio de qué? De corazón. Van a sacar al viejo corazón por uno nuevo. “Y pondré en ustedes, qué? Un espíritu nuevo, por lo tanto hay otra afirmación acerca de qué? Por qué? Porque nuestro espíritu se va añejando, se va poniendo viejito.
Les quitaré el corazón de piedra que ahora tienen y les daré un corazón sensible, un corazón de carne, dice la versión. Pondré en ustedes mi espíritu y hare que cumplan mis estatutos y que obedezcan y pongan en práctica mis preceptos.
Cuando yo deseo un cambio, Dios quiere cambiar mi corazón, mi espíritu para que su espíritu venga dentro de mi para que nosotros podamos experimentar un cambio verdadero y poderoso en nuestras vidas. Para llevar una serie de cambios que en el proceso hagan la diferencia total en nosotros debemos considerar algunas cosas, dos por lo menos: conquistar y someter.
Qué debemos conquistar? Y qué debemos someter? Nuestras emociones, nuestra alma, nuestro espíritu, nuestro cuerpo, al señorío y al gobierno y al poder del Espíritu Santo del Señor. Humillarnos delante del Señor para que Dios establezca sus cambios en nosotros.
En el libro de Josué, capítulo 24, versículo 15, hay una declaración de cambio, no solo para su vida en el caso de Josué, sino para el pueblo, al final dice, “Pero yo y mi casa serviremos a Jehová.” Josué hace una declaración de cambio. Él se ve enfrentado a lo que muchos de nosotros nos enfrentamos diariamente. Nos rodeamos de personas aún nosotros, que traemos al camino del Señor herencias familiares, tradiciones religiosas, herencias del mundo, las enseñanzas de nuestros amigos, en el diálogo que tiene Josué aquí en el capítulo 24 de Josué, él le dice al pueblo:
“Yo no sé, ustedes si quieren sigan viviendo en el modelo de Egipto, si quieren sigan viviendo en el modelo de sus padres, un modelo que ya pasó, un modelo que a Dios no le agrada, pero yo no sé ustedes, cómo van a querer seguir viviendo de aquí para adelante, pero yo y mi casa, vamos a servir al Señor. Yo y mi casa deseamos un cambio, no queremos que los modelos religiosos vengan y nos atrasen. No queremos que los modelos sociales y culturales nos atrasen. No queremos que los modelos familiares nos entorpezcan. Queremos servir al Señor con todo nuestro corazón, con toda nuestra confianza, con toda nuestra convicción.”
Para hacer cambios, para desear cambios, hay que declarar los cambios. Aún Gedeón en el libro de Jueces, era un hombre cansado de la situación que vivía su familia, su pueblo, y Dios se encuentra con él. El imperio madianita representa hoy día el espíritu de Madián, ya que están tan de moda los espíritus de Jezabel y otros tantos espíritus, el espíritu de Madián es aquél que te quita la bendición que te viene. Espera que tu estés llenito y te la roba así como – no te voy a dejar que disfrutes la bendición.
Y hay muchos de nosotros que por alguna razón salimos del servicio y algo pasa, y viene este espíritu madianita a robarnos la cosecha espiritual que hemos ganado en este tiempo. A cuántos de nosotros no nos ha pasado eso? Cualquier cosa, lo más simple, se nos cruzó un mal conductor y ya perdimos la bendición, porque no solo le dijimos cosas sino que le mostramos también.
Una mal palabra, o un mal pensamiento, viene Madián y nos va robando la bendición, ese espíritu madianita que se alegra. No vive feliz y no deja vivir feliz a nadie. Y si son cristianos eso son el target principal, a ellos les apunta. Este es cristiano, cómo sea le roba la bendición. Y Gedeón estaba cansado de eso y le creyó al Señor, sabe por qué? Porque él deseaba un cambio para él, para su familia y para su generación.
Y ahí una de las primeras expresiones que usted puede asumir, no es con fuerza ni con poder, sino con el santo espíritu del Señor. Gedeón con 300 hombres pudo derrotar un ejército que era como la arena del mar. Mire, sabe cómo lo hizo? Declarando alabanza al Señor, tocando trompetas, quebrando cántaros, hizo que el espíritu de Madián y los madianitas se confundieran.
Usted hoy día tiene la oportunidad de que Madián no le quite la bendición. Si usted quiere cambiar dígale, Dios, yo quiero cambiar, yo deseo un cambio. Y Madián, el espíritu de Madián no me va a impedir cambiar a la imagen del Señor.
Hay una necesidad de entender que sin Dios en nuestras vidas todo se muere. El deseo de un cambio es para nuestra naturaleza humana una experiencia diferente y algo muy importante, todos estos cambios comienzan por uno mismo. Crea en mí, oh Dios, un corazón recto.
En Efesios capítulo 4, versículos 13 al 16 nos habla de una medida, hasta llegar a la medida del varón perfecto, y ese es Cristo. Desea un cambio? Deje que el Espíritu Santo traiga las convicciones a su vida y que él provoque esos cambios.
Gracias Señor. No hay un tiempo específico, no hay un tiempo específico. No necesita ser joven necesariamente para que Dios actúe en cambios, sino preguntémosle a Sara, la esposa de Abraham ya con mucha edad, Dios trajo cambios a su vida. Y a la madre de Samuel y a Jocabed, la madre de Moisés, no desaproveche la oportunidad de hacer los cambios que Dios está provocando en su vida.
Este el mejor tiempo. Es el tiempo de Dios. Es el tiempo de Dios. Dígale a su hermano, es el tiempo de Dios. Cierre sus ojos un momento. Gracias Señor Jesús, es tiempo de hacer cambios. quiere ser un mejor esposo? Quiere ser una mejor esposa? Quieren un mejor matrimonio? Quieren una mejor familia? Queremos ser una mejor iglesia? Nosotros comencemos a provocar esos cambios en nosotros.
Gracias Señor. Señor, renuévanos. Renuévanos con tu Espíritu Santo. Renuévanos, Señor, vamos a ponernos de pie. Y le vamos a decir al Señor, renuévame, renuévame, Señor Jesús.
Tome la mano de su hermano. Sabe al final de cuentas todos estamos luchando siempre, en diferentes áreas, pero siempre casi en lo mismo. Y le vamos a decir al Señor, Señor, renueva mi espíritu. Renueva mi corazón. Renueva mi manera de hablar. Renueva mi manera de pensar. Renueva mis acciones. Señor, cambia en mí lo que a ti no te agrade. Cambia en mí, Señor, lo que impide tu gloria. Cámbiame, Señor. Dígaselo, dígaselo.
Usted realmente cree que necesita o desea un cambio, dígaselo al Señor. Usted conoce me Jesús que nadie su vida. Ninguno de nosotros puede adivinar, a lo mejor alguna palabra profética que alguna pueda tener sobre su vida, decláresela. No espera que vaya alguien y le diga un libro de profecías. Usted el Señor le ha dado palabra para que usted se edifique a través del espíritu, que quite los modelos mentales y espirituales que contaminan lo que el Señor y el propósito de Dios quieran hacer en nosotros.
Señor, renuévanos y que tu Espíritu Santo, Señor, sea que nos lleve a esa renovación.