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Lucas 9, 7 al 9, dice: "Herodes, el tetrarca, oyó de todas las cosas que hacía Jesús y estaba perplejo, porque decían algunos, Juan ha resucitado de los muertos, otros, Elías ha aparecido; y otros, algún profeta de los antiguos ha resucitado. Y dijo Herodes, 'A Juan yo le hice decapitar, quién pues, es éste de quien oigo tales cosas,' y procuraba verle."
Ese pasaje toma lugar en la mitad del ministerio de Jesús. El Señor ya ha pasado un tiempo considerable caminando por todos los lugares, las aldeas, los poblados, las ciudades, ministrando las necesidades del pueblo, enseñándoles acerca de las verdades del reino, de los principios del reino, enseñándoles como vivir de acuerdo a los principios del reino para que pudieran agradar al Padre, sanando a los enfermos, liberando a los que estaban oprimidos por espíritus malignos.
Ya hacía un tiempito que el Señor había estado haciendo eso. Y un ejemplo de eso vamos a Lucas 6, 17 al 19, para ver un ejemplo de eso, del caminar del Señor.
“…Y descendió con ellos – o sea, descendió con los Apóstoles, con sus discípulos – y se detuvo en un lugar llano en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades. Y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados, y toda la gente procuraba tocarle porque poder salía de él y sanaba a todos…”
Ese era el ministerio de Jesús que se repetía vez tras vez donde él iba. Así que lo que hizo Jesús es que él conmocionó a toda Palestina. Ya Palestina no era igual que antes, porque Jesús estaba ahí haciendo todas esas cosas que acabamos de leer.
Había hecho milagros, sanidades, personas eran liberadas, había confrontado a la jerarquía y al sistema religioso de su tiempo, que estaban enseñando cosas contrarias a la palabra de Dios. Así que eso no pasó desapercibido por nadie, mucho menos por el gobernante principal de Galilea que se llamaba Herodes, el tetrarca.
Y quién era este hombre? Era el hijo de Herodes, el grande, y si ustedes recuerdan Herodes el grande, era un hombre, un gobernante sumamente sanguinario. Él no tenía ningún problema con matar multitudes y así lo hizo, y fue el mismo gobernante que mandó a matar a todos los niños de Belén, de dos añitos para abajo. Por qué? Por la sencilla razón que los reyes del oriente habían dicho que según sus Escrituras este era el rey de los judíos y que había nacido más o menos por ese tiempo. Así que Herodes hizo un cálculo, más o menos son dos años, pues, vamos a matar a todos los niños de dos años para abajo. Así que ese era el papá de este Herodes que estamos hablando, Herodes el tetrarca.
Y de tal palo, tal astilla. El Herodes que nos ocupa hoy no era buena gente tampoco como su papá. Y fue el hombre que por un sencillo capricho de su esposa ilegítima, Herodías, mandó a decapitar a Juan el Bautista. Así que no era una persona buena.
Pero a él le había picado la curiosidad. Él había oído de Jesús, de los milagros, de toda esta conmoción en Palestina, y le picó la curiosidad. Reconoce que las obras que este Jesús está haciendo no son cosas naturales y normales. Había un elemento de lo sobrenatural en lo que Jesús estaba haciendo entre el pueblo. Porque me imagino que Herodes pensaba, pero cómo es que este hombre hace levantar a los paralíticos para que caminen? Cómo es que los ciegos ven? Cómo es que los sordos oyen? Cómo es que muertos han sido resucitados? O sea, esto evidentemente no puede ser obra de un hombre común.
Y razona acerca de lo que dicen unos acerca de que es Juan que ha resucitado. Recuerdan que él le había decapitado. En su consciencia todavía está fresca, yo creo, la sangre de Juan el Bautista. Él todavía lo tiene aquí… porque no había pasado tanto tiempo antes de eso. Y declara quizás para su propia paz mental, para estar tranquilo, él dice, este Jesús no puede ser Juan, pues yo mismo le hice decapitar, no puede ser el mismo.
Y entonces al no encontrar una respuesta que le satisface, él hace su pregunta, una pregunta crucial, dice, “quién pues, es este hombre?” Esa es la pregunta de Herodes, quién pues, es este hombre?
Herodes hizo la pregunta correcta, pero desafortunadamente su motivación no era correcta. Era un hombre sanguinario, duro, de duro corazón que no quería en realidad hacer cambios en su vida. Era una pregunta como quien dice, vamos a tirarla al aire pero en realidad no quiero que me confronten a mí. No tenía un interés verdadero en lo que Jesús estaba haciendo, sino más bien una curiosidad morbosa, como muchas personas tienen acerca del mover de Dios, una curiosidad morbosa.
A través de los Evangelios también muchas personas han preguntado quién es este hombre? Por ejemplo, cuando la tormenta en que Jesús se apareció y ordenó que se calmara el agua y el viento, los discípulos preguntaron, quién es este hombre que aún los vientos y aguas manda y le obedecen? Los discípulos se preguntaban quién es éste?
Los fariseos también se hicieron preguntas acerca de quién era este hombre Jesús. Preguntaron, quién es este hombre que habla blasfemias y hasta perdona los pecados? Así que vemos que vez tras vez en los Evangelios surge la pregunta esa de quién es este hombre.
Interesantemente, los demonios no tienen duda de quién es Jesús. Los hombres sí, los hombres dudan, cuestionan, se hacen preguntas, pero los demonios lo que hacen que ellos saben que Jesús es el Cristo y tiemblan ante su poder. Así que aquí están los seres humanos dudando, pero los demonios saben muy bien quién es éste, el Cristo.
Más adelante en el mismo capítulo 9, nosotros leemos acerca de una conversación relacionada con este mismo tema de quién es Jesús entre Jesús y sus 12 discípulos. Y para este tiempo, otra vez más o menos la misma época, han pasado más o menos 18 meses del ministerio de Jesús, `más o menos a la mitad de su ministerio, y los discípulos han estado con él todo este tiempo, especialmente los que llamamos los Apóstoles, muy de cerca con él.
Habían presenciado sanidades y milagros por todos los lugares, imagínense, multitudes. Habían escuchado a Jesús enseñar a las multitudes, había escuchado el sermón del monte, con todas sus bienaventuranzas y todas las guías de cómo debe vivir un hijo de Dios. Habían escuchado parábola tras parábola acerca de las verdades del Reino, explicadas en una manera que la gente las pudiera entender. Habían estado con Jesús, habían cenado en la misma mesa de Jesús vez tras vez. Y habían también sido comisionados, como dice la palabra en Lucas 9:1 al 2, dice que habían sido comisionados por él con poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar las enfermedades. Y los envió a predicar el Reino de Dios y a sanar los enfermos. Y el verso 6, más adelante dice:
“…Y saliendo pasaban por todas las aldeas anunciando el Evangelio y sanando por todas partes…”
Ya no es un grupo ignorante que acaba de conocer al Señor, ya es un grupo que ha pasado por lo menos, unos 18 meses al lado del Señor, siguiéndole por todas partes, sirviéndole, acompañándolo en todo, viendo cómo el Señor ministraba y siendo comisionados para que ellos hicieran cosas similares.
Más adelante, en el mismo capítulo 9, versículo 18, está la otra pregunta que yo quiero… es seguimiento de la pregunta anterior que Herodes mismo había hecho. El versículo 18 dice:
“…Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos y les preguntó diciendo, “quién dice la gente que soy yo?”
Podríamos, me imagino, quizás el Señor elaboró, a lo mejor les dijo, cuando ustedes fueron de una aldea a la otra, qué oyeron a la gente decir acerca de mí? cuando ustedes estaban distribuyendo los panes y los peces en las canastas en los grupos de 50 en 50, qué estaba diciendo la gente acerca de mi? les pregunta el Señor.
Y en el verso 19 está la respuesta de los discípulos, ellos respondieron, la pregunta es, quién dice la gente? La respuesta de los discípulos es:
“…Unos, Juan el Bautista, otros, Elías, y otros que algún profeta de los antiguos ha resucitado.”
Han oído esto antes? Las mismas opciones que consideró que había escuchado Herodes, el tetrarca, exactamente lo mismo. Al él buscar una respuesta superficial, eso fue la respuesta que la gente le trajo. La gente dice que tal y tal. Pues, lo mismo había escuchado los discípulos y le reportan, le informan al Señor acerca de esa contestación.
Muchas veces hacemos una pregunta como una introducción, pero en realidad queremos llegar a un punto más profundo. Y así pasó en este caso. Esta pregunta precedió a una segunda pregunta esencial. En el verso 20, Jesús les dijo:
“… Y vosotros quién decís que soy yo?”
Ustedes que han caminado conmigo, que me han visto sanar multitudes, que han visto a los cojos danzar, que han visto a los ciegos ver, que han visto a los leprosos ser sanados, que han visto a los endemoniados liberados, que han visto todas estas sanidades, que han escuchado los principios del reino que yo he enseñado, y ustedes quién dicen que soy yo?
Entonces miren la respuesta de Pedro que dijo:
“….El Cristo de Dios…”
Típicamente Pedro era el que siempre salía a la delantera, un poquito impulsivo. En este caso fue correcta su participación, reconoció porque el mismo espíritu de Dios le había revelado, es el Cristo de Dios. Entonces la pregunta para nosotros que tenemos que hacernos nosotros cada día de nuestra vida, es quién dices tu que es Jesús? Quién digo yo que es Jesús?
Y la respuesta a esta pregunta no puede ser encontrada ni en nuestra imaginación, ni en nuestro intelecto, no puede ser el resultado de nuestras necesidades y nuestras fantasías, nada de eso. Porque cualquiera puede inventar una religión, no es ahí donde está la respuesta a esa pregunta de quién dices tu que soy yo. No es ahí. Solamente puede estar respaldada por la palabra de Dios.
El Señor al dejar este mundo, qué hizo él? Él nos dejó, vino el Espíritu Santo que nos guía a toda verdad. Así que nosotros no estamos solos en aprender quién es Jesús. El Señor tiene todo tipo de recursos para nosotros aprender quién es Jesús. Y más que nada su palabra. Cuando nosotros leemos la palabra podemos conocer más y más acerca de quién es Jesús.
Por eso es que es tan importante que nosotros estudiemos la palabra con seriedad, especialmente los Evangelios que nos hablan acerca de todas las obras de Jesús, lo que él hizo en este mundo, por qué lo hizo, para nosotros poder alimentar nuestro espíritu con la verdad del Evangelio de quién es Cristo.
De hecho los Evangelios contestan esa pregunta. Ese el propósito de los Evangelios, enseñarnos quién es Cristo. Por eso es tan importante estudiarlos. Hay un versículo en particular en el último Evangelio, el de Juan, en el capítulo 20, versículo 31, que resume el propósito de los Evangelios y miren ese versículo dice lo siguiente:
“…Pero éstas – refiriéndose a las señales que Jesús había hecho – se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que para que creyendo tengáis vida en su nombre…”
Ese es el propósito del Evangelio. Es para que nosotros creamos en Jesús, lo conozcamos y entonces tengamos una nueva vida en él.
Hoy en día hay muchas más que tres teorías. Las teorías que menciona Herodes y las tres teorías, las mismas tres teorías que mencionan los discípulos, hay muchas más. Hay para todos los gustos, teorías acerca de quién es Jesús. Algunos lo ven como un gran maestro, otros lo ven como un ser espiritual iluminado, que conoce más allá de lo que quizás un hombre particular, una mujer particular puedan entender. Otros lo ven como un gran ejemplo de una persona que se dedicó al servicio del prójimo. Otros lo ven como que cuando leemos acerca de él podemos aprender a ser una buena persona.
Pero todas esas perspectivas lo que hacen es que achican a Jesús, es como ponerlo dentro de una cajita. Y cuando nosotros achicamos a Jesús en realidad lo que estamos haciendo es engrandeciendo a un ídolo. Sea cualquiera, puede ser yo misma, puedo ser mi propio ídolo. Mi carrera, mis finanzas, mi familia, cualquier cosa se puede convertir en un ídolo. Porque el único que merece nuestra adoración es el Señor.
Así que por eso es tan importante verdaderamente conocer a Jesús. Reconocernos que en nuestra limitación no lo vamos a entender a él, a conocerlo ciento por ciento como él es, somos seres humanos. Pero sí podemos aprender de él y conocerlo más y más y más. Yo creo que eso es hasta el último día de nuestra vida, todavía vamos a poder seguir conociendo más acerca de quién es el Señor, de su poder, de su gracia, de su amor, de su misericordia. Eso es algo que nunca podemos decir ya, ya terminé de conocer quién es Jesús.
Otros dicen que Jesús es un personaje histórico con poca o ninguna relevancia, especialmente porque excluye otras religiones y filosofías. Porque la palabra de Dios dice que Jesús es el único camino al Padre. Y entonces muchos pueden aceptar que Jesús es buena gente, que tiene algo que enseñarnos pero hasta ahí llega porque no puede él ser el centro de nuestra vida porque no podemos excluir a otros.
Vivimos en un mundo totalmente relativista, donde cualquier cosa que a cualquiera se le ocurre es una filosofía y algo digno de seguirse. Y este es el mundo en que nosotros vivimos. Desde el jardín del edén es así.
Si vamos un momentito a Génesis, sino lo pueden escuchar, capítulo 2, versículo 16 y 17 y después pasamos al capítulo 3 versículo 1. Lo que quiero que vean es cómo desde el principio Satanás ha estado en el negocio de dañar ensuciar y contaminar el concepto del hombre acerca de quién es Dios. Él sabe que cuando él logra eso, ya ganó una gran batalla. Así que esa es la estrategia del enemigo, desde el comienzo. Si miramos esos dos versículos, Génesis 2, 16 y 17:
“…Y mandó Jehová Dios al hombre diciendo, “De todo árbol del huerto podrás comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás porque el día que de él comieres, ciertamente morirás…”
Fíjense bien el 16 que dice, de todo árbol del huerto podrás comer, y fíjense después lo que dice el capítulo 3, versículo 1 dice:
“…Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo, que Jehová Dios había hecho, la cual dijo a la mujer, “Con que Dios ha dicho, no comáis de todo árbol del huerto?”
O sea, se fijan, las palabras muy parecidas, pero el sentido lo tergiversó, lo puso para atrás, hacia abajo, cambió el sentido total de lo que Dios le había dicho a Adán y Eva. Y saben que él sigue haciendo eso hoy en día? Nos susurra al oído cuando Dios nos ha dicho algo, cuando hemos leído algo en la palabra que alimenta nuestra alma, y viene él a susurrarnos duda. Y la duda más efectiva que él puede plantar en nuestra mente, en nuestro corazón es acerca del carácter de Dios, de quién es Dios. Otra vez, porque sabe que cuando él logra ganar en ese departamento, ya ganó la batalla.
Así que tenemos que tener ojos abiertos todo el tiempo para eso. Porque nuestro llamado no es a tener un concepto individual de quién es Dios, nosotros no somos Dios, no tenemos el entendimiento ni la profundidad para eso, solamente Dios la tiene. Entonces, tenemos que día a día conocerlo a él más como él es.
Cada uno de nosotros está en esa jornada. Nosotros tenemos todos los días que estar mirando qué es lo que yo creo acerca de Dios. Yo sé que quizás todos aquí a lo mejor han hecho un pacto con el Señor. Ya ustedes a lo mejor han aceptado al Señor. Y a lo mejor han dedicado su vida al Señor, pero aún así muchas veces los conceptos que nosotros traemos de cómo es Dios de nuestro pasado, nos afectan y nos impiden verlo a él como él es de verdad. a veces vemos al Señor con unos lentes contaminados que no nos permiten verlo a él como él es. Y muchas veces lo que hacemos es que le adjudicamos a Dios las cualidades que tienen otros seres humanos.
Cuando Dios es Dios, él no es un ser humano. Él nos hizo a su imagen y semejanza pero él no es un ser humano. Y por lo tanto sus planes, sus pensamientos son más altos que cualquiera que nosotros podemos tener. Y no debemos jamás adjudicarle a él aquello que son cualidades humanas meramente.
Qué respuesta tu le das al Señor con esa pregunta? Y tu quién dices que yo soy? Yo creo que esa pregunta nos la tenemos que hacer con mucha frecuencia y tenemos que seguir aprendiendo más acerca del Señor porque a veces podemos contaminarnos. Hay ideas que pueden llegar a nosotros que nos pueden contaminar e impedir que nosotros veamos a Dios como él es.
Cuando yo entendí que Jesús perfecto y sin mancha de pecado murió por mí, yo le abrí mi corazón y le pedí que fuera mi Señor y salvador. Eso pasó hace 31 años. El Señor me cautivó con su amor hace 31 años. Yo venía de una familia cristiana, católica, y conocía de Dios pero no tenía ese trato personal con el Señor.
Pero pasaba algo: yo sufrí los primeros años, sufrí, porque entendía que mi amor por el Señor era intelectual. No podía amarlo como yo intuía que él necesitaba ser amado. Y cuando en mi análisis de eso me di cuenta que mi concepto de Dios era erróneo. Y les voy a compartir así rápidamente cuál era mi concepto. Yo veía a Dios Padre sentado en un trono inaccesible, barba larga que llegaba al piso, con un bastón, un cetro y mirándome con ojos serios, así todo el tiempo. Esa era mi imagen de Dios.
Yo analizando de dónde vino esa imagen, obviamente reforzada por muchas otras cosas, eso no fue lo único, pero en mi casa había una Biblia que permanecía en una mesita, como pasaba en muchos hogares, quizás muchos de ustedes tenían la Biblia muy grande, con muchas ilustraciones, muchas pinturas, y una de las pinturas era esa precisamente, de ese Dios mirando así, serio.
El asunto es que eso se grabó en mi mente y yo pensaba que Dios era inaccesible, que Dios se ocupaba de las cosas grandes, del macro, como quien dice, pero no del micro. Él no podía atender a mis pequeñas necesidades. Yo me sentía como un ser insignificante y Dios no era accesible a mí.
Y en muchos casos hay personas que porque tienen un padre quizás ausente, pues, tienen esta imagen de Dios. En mi caso no es así porque tengo un padre sumamente amoroso hasta el día de hoy. no tengo ese problema, pero sí quizás por lo que aprendí religiosamente, esa fue la imagen que se grabó en mí del Señor.
Así que en realidad yo no había para qué pedirle, presentarle mis pequeñas insignificantes asuntos, heridas, porque no pensé que él iba a responder en ninguna manera. Y cuando me puse a analizar eso, a tratar de entender esa realidad de cómo yo veía a Dios, entonces pensé, tengo que resolver esto, porque los Evangelios me están pintando un cuadro muy diferente al que yo tengo. El Jesús que yo veo es el Jesús que iba persona por persona, el que le decía, dejad a los niños venir a mí, el que tocaba, el que sanaba a la encorvada, el que sanó a la mujer con el flujo de sangre, a los leprosos, él estaba por todos sitios sanando, como ya hemos leído en esta noche.
Para mí el punto culminante fue cuando recibí el bautismo del Espíritu Santo. Ese día todavía me emociono cuando lo pienso, ese día las escamas de mis ojos cayeron y pude ver a mi Señor como mi Padre, como mi Padre Celestial. Y eso ha seguido creciendo y creciendo y nunca he vuelto atrás. Fue una obra verdaderamente sobrenatural que el Señor hizo en mí.
Así que todos nosotros tenemos una imagen, un concepto de quién es Dios. Cuando nosotros venimos al Señor traemos nuestro concepto, un concepto ya formado. Puede ser que el tuyo sea diferente al mío, a lo mejor el tuyo fue que no tuviste un padre presente, una familia presente, quizás recibiste rechazo y eso mismo te impide pensar que Dios pueda valorarte a ti como un individuo, amarte como un individuo.
Puede ser muchas veces hay personas que han cometido tantos pecados y pecados tan serios que piensan que es imposible que el Señor les perdone y los acoja y les dé un lugar de honor en la mesa. Así que cualquiera que sea todos nosotros traemos algo. Y a veces no importa que llevemos años de conocer al Señor, aún así muchas veces cuando miramos al Señor, a Jesús, lo vemos otra vez con ojos contaminados, no lo vemos como él es de verdad.
Entonces qué pasa con eso? Lo que pasa es que estamos desperdiciando el regalo de la vida abundante que el Señor tiene para nosotros. El Señor nos dice, toma, tengo todo esto para ti, un banquete y nos conformamos con unas migajitas. Eso es casi pecado, ¿verdad? Decirle no al Señor, a sus regalos. Y aún podemos ser salvos. A lo mejor hemos hecho pacto con el Señor, tenemos salvación eterna, pero no hemos llegado a esa vida abundante.
Yo sé en mi caso, yo sé que en el de todos ustedes también, si yo no hubiera analizado mi situación, no me hubiera arrepentido de mi error de cómo yo analizaba al Señor y pensaba que él era, si no hubiera escudriñado en las Escrituras para ver cuál era la realidad de quién es Jesús, mi vida sería muy diferente.
Primero, yo no estaría parada aquí, porque todos traemos algo de pasado y aún del presente que nos impide ver al Señor. Pero tenemos que superar eso. El Señor nos anima a superar eso. Y qué pasa cuando tu lo superas? Entonces entras en el plan de la plenitud de lo que el Señor tiene para ti, de tu llamado, de una relación personal con él. Ya no es un Dios oculto, lejano, que no tiene que ver conmigo, ya es muy diferente. Uno puede hasta hacer chistes con Jesús. Ustedes han hecho chistes con Jesús? Yo me río con él, continuamente y me río, lloro con él, lo siento tan presente al lado mío. Eso es posible porque entendí que lo que yo tenía antes no era la verdad de quién es Jesús y me puse a crecer en esa área.
Todos nosotros tenemos que crecer en esa área, seguir buscando, verdaderamente, conociendo quién es Jesús. Y cuando uno logra eso, superar esos bloqueos, entonces Dios te puede usar para ayudar a otros en su propio crecer y desarrollo del concepto de quién es Jesús. Tu puedes hablar de cómo ha evolucionado.
Yo sé que mi historia de cómo yo veía a Jesús antes, a la distancia, piense que al principio de yo aceptar al Señor, yo veía a las personas adorando, diciéndole “te amo, Señor,” levantando las manos, danzando delante de él, y los veían enamorados del Señor y a mí eso me entristecía tanto, porque yo entendía que yo no lo tenía. Y yo sé que mi testimonio ha podido beneficiar a otros, de que esto es un proceso, y que es algo intencional.
Dios no te va a obligar a leer la palabra para que tu conozcas quién es Jesús. No te va a obligar en esta área, pero si tu lo reconoces, que tienes que seguir creciendo, pues es tu responsabilidad decir, “yo voy a ver cambios por fe, yo voy a ver cambios en esta área de mi caminar con el Señor.”
Así que yo les animo a todos a hacer eso y ayudar a otros también. Es como acoger a otro que es un bebé en estas cosas y ayudarlo, darle la leche apropiada, guiarlo hasta que él mismo o ella misma descubra quién es Jesús. Y fíjense que una de las cosas más importantes que nosotros podemos hacer es ministrar de esta manera a los niños en nuestras familias.
No tengo que decirles los peligros que hay en este mundo y las competencias que hay para ganarse el alma de nuestros hijos y de nuestros niños, nuestros sobrinos, nuestros nietos, quien quiera, nuestros niños con quien trabajamos. Y es nuestra responsabilidad guiar a esos niños a conocer quién es Jesús.
Saben que los niños tienen necesidades espirituales también. Ellos tienen un espíritu, igual que tu y yo, que somos adultos, también lo tienen y nosotros tenemos que aprender, tenemos que tomar tiempo. Nosotros tenemos que ponernos en la brecha por los niños para que no los contamine el enemigo, no les robe sus mentecitas, su alma, su espíritu. Antes de que el Señor pueda hablarle y crear en ellos la plenitud de vida que él quiere crear, y para eso se toma tiempo.
Una de las cosas que a mí más me preocupa es la cantidad, la frecuencia con que los niños están usando internet, todos estos aparatitos famosos de juego. Yo creo que eso tiene su lugar, yo no estoy diciendo, ‘bote todo eso’. Sería ignorante si lo dijera, pero sí muchas veces yo veo aún en la iglesia, niños que en vez de estar a lo mejor están sentados así, como todos acostados, no están prestando mucha atención pero están aquí, y saben que su papá y su mamá, es importante que ellos estén aquí también, y están jugando jueguitos.
Yo los he encontrado allá arriba, niños cerca de un enchufe para que no se le gaste la batería de sus aparatitos, mientras hay un servicio aquí, se está adorando al Señor. Eso creo que no le agrada al Señor, creo que es una deficiencia en la formación de esos niños. Así que yo creo que desde que nacen, desde que son bebecitos, leerles las historias bíblicas, aunque no entiendan gran cosa, pero se le lee, se le lee, a su entender, se les hace ver que cuando mamá y papá o alguien tiene un problema, vamos al Señor en oración porque él siempre escucha nuestro clamor.
Les hablamos de un Dios que responde a su oración. Hace poquito tiempo mi hija y su esposo estaban orando con mi nietecito y ellos sabiamente le preguntaron… él oró y le preguntaron, y qué te dijo Dios? Asumiendo que él tiene un espíritu y que él escucha de Dios también como un adulto. Y el nene con total convicción les dijo, “Dios me dice que me ama.” Y así bien tocado porque Dios le había dicho que le ama.
Si nosotros no pensamos que eso es posible, no lo vamos a hacer. Pero esa es nuestra responsabilidad, guiar a los niños desde temprano porque van a llegar en una época en que van a estar ya… su mente, su corazón, su espíritu va a estar tan lleno de cosas que no son de Dios que va a ser más difícil ponerlo ahí, no imposible. Siempre es posible, Dios siempre puede hacer la obra, pero no perdamos tiempo.
Y si ustedes tienen otras parejas jóvenes, mamás jóvenes, papás jóvenes, enséñele eso también para que ellos también ministren a la vida de sus hijitos así. El hogar es el lugar más importante donde aprendemos acerca de quién es Dios, donde desarrollamos el concepto más claro de quién es el Señor.
Nuestros hijos tienen que saber qué creo yo, cuál es mi respuesta acerca de quién soy yo? Ellos tienen que saber eso y tienen que ir formándose su idea desde temprano. Así que no perdamos tiempo, no le demos al enemigo cabida para entrar, sino ponernos en la brecha, hablarles a los niños, a los jóvenes acerca del amor de Dios, acerca del perdón de pecados, acerca del poder que hay en Dios, de que hay un llamado para ellos, aún desde su infancia.
No tenemos que esperar a que sean adolescentes o adultos. Ya es tarde, tenemos que desde chiquititos hacerles ver la importancia de su llamado, que nosotros creemos que ya Dios tiene trato personal con él. Así que espero haberles convencido de la importancia de tener un concepto saludable y basado en la palabra, no en nuestro propio pensar o nuestro propio intelecto, sino basado en la palabra.