Romanos 12:14-21

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Vamos a Romanos, Capítulo 12, estamos continuando con nuestro estudio y nos estamos acercando ya hacia la recta final, versículo 14 en adelante. Lo voy a leer primero antes de entrar en cualquier comentario, si usted no tiene su Biblia, gloria a Dios, gracias por los hermanos que la ponen aquí.

If you need translation, if you don’t have earphones, please raise your hand, I’ll be very happy to have someone…, back here there’s one, ok…. Hermanos ujieres, aquí hay un joven que necesita traducción. If you need translation just let us know please and we’ll be happy to provide you with some earphones.

Capítulo 12, versículo 14: “…. Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan, llorad con los que lloran; estad unánimes entre vosotros, no altivos sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal. Procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está, mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; y si tuviere sed, dale de beber, pues haciendo esto ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo sino vence con el bien el mal...”

Bendiga el Señor su palabra. A mi me duele leer esos versículos porque me dan duro y es un gran reto para mi vida, pero no podemos escaparnos del llamado de la palabra del Señor, un llamado que no es casual, no es aislado, sino que está en la esencia misma del Evangelio de Jesucristo. Y nosotros somos llamados a entrar en esa postura.

Yo podría titular este mensaje y esos versículos, ‘La actitud de misericordia’, y también en mi Biblia tengo otra nota que puse aquí hace tiempo y dice, ‘radiografía del amor’. Esos versículos, sobre todo comenzando con el versículo 9 hasta el final del 21, es como si tomáramos el amor, el concepto del amor cristianos, ágape, y lo desmontáramos en sus partes constituyentes, y lo presentáramos en sus posibles manifestaciones en las relaciones humanas, tanto en el contexto de la iglesia como en el contexto del mundo en el cual caminamos.

Esta mañana yo tuve que decidir si comenzaba con el versículo 9 y me di cuenta que los versículos 9 al 13 son una unidad en sí y ya hace un tiempo que yo, meses y meses atrás, discutí este texto, antes de comenzar de estudiar la Epístola a los Romanos en una forma sistemática, como lo hemos estado haciendo, así que en realidad no creo que he tocado así en una forma específica los versículos 14 al 21, entonces sentí del Señor también tomar este pasaje en particular, este texto, versículo 14 en adelante y discutirlo con ustedes en esta mañana.

Los versículos 9 al 13 yo diría que se refieren al amor que se manifiesta en el contexto de la iglesia, los hermanos unos con los otros. Habla de que el amor sea sin fingimiento, que enseñamos lo bueno, que nos amemos unos a otros con amor fraternal, etc. Es más bien el amor en su comportamiento congregacional, la relación unos con los otros. Y qué importante es, hermanos, si puedo decir antes de entrar de lleno en el otro texto, que es tan importante que en una congregación cristiana reine el amor, reine el afecto fraternal, incluyendo la palabra afecto traducida afecto fraternal, es la palabra filos torgos, que se refiere al afecto familiar, al amor familiar. Yo podría decir cariño, que nos amemos con cariño. En una iglesia tiene que prevalecer el cariño porque muchas veces somos tan espirituales, ¿no? que el Señor le bendiga, querido hermano, pero somos tan formales, ¿no? Pero Dios quiere que seamos cariñosos los unos con los otros. Amen. Que nos expresemos el amor en formas prácticas, en formas familiares, que nos apoyemos, nos hospedemos unos a otros, nos invitemos a comer, nos perdonemos unos a otros, que limpiemos las cuentas rápidamente; si hay algo que no fue bien, mire, perdónense unos a otros. Restauremos enseguida la armonía congregacional.

Hermanos, la armonía congregacional es el vínculo a través del cual corre la gracia de Dios en una iglesia. Si no hay armonía, si no hay amor el poder de Dios no puede correr. El corazón de Dios se quebranta cuando cristianos en una misma congregación están en pugna unos con los otros y no se hablan, no se saludan, guardan rencores y hay cosas escondidas allí. Yo les animo en el nombre de Jesús ahora mismo a restaurar cualquier relación que está quebrantada. Amen. Trate en el nombre de Jesús, y no trate, hágalo en el nombre de Jesús porque empobrecemos nuestra iglesia en la medida en que no contribuimos a mantener una red totalmente perfecta, intacta de amor entre nosotros.

Pero ¿saben qué? También tenemos que comportarnos con amor hacia la gente de afuera. Y eso es bien difícil, por eso yo les decía, este texto me clava a mi en una forma muy profunda porque yo les puedo decir inmediatamente que yo hasta aquí, no he vivido completamente y a veces ni siquiera me he acercado a esos 8 versículos, a vivirlos como Dios quiere que lo viva. Pero una les cosa les puedo decir es que yo no puedo dar excusas acerca de que ese es el llamado del Señor para mi vida y para la tuya también. Yo nunca voy a decir, no, eso es para gente súper espiritual, eso no es tan fácil vivirlo, como decimos nosotros, y con eso nos excusamos, ¿no? Y pasamos esos versículos a las mil millas por hora porque no nos gustan. O simplemente ponemos un bloque mental que impide que esa palabra penetre a nuestro corazón, no bregamos con ella. Pasamos por ella como pasamos por las enumeraciones de fulanito engendró a fulanita, y fulanito engendró a fulanito en el Antiguo Testamento, ¿no? Corremos por allí lo más rápido posible para ir a otras cosas un poquito más sabrosas. Pero no podemos hacer eso. La esencia misma del Evangelio está plasmada en esos versículos.

Y si usted quiere asegurarse de eso puede ir a Lucas, Capítulo 6 donde el Señor Jesucristo mismo, el fundador de nuestra fe, habla a los seguidores de él acerca del amor hacia los enemigos, el amor hacia la gente que no nos ama muy bien y que nosotros tampoco amamos muy bien, y cómo debemos nosotros tratar a esa gente. Y yo creo que el aspecto distintivo de la fe cristiana está allí en ese amor que rehúsa dar ojo por ojo y diente por diente, que rehúsa vivir por la ley del talión y de la retribución, de la venganza, de el legalismo; tu me hiciste esto, me lo tienes que pagar; me mataste un hermano, pues puedo vengarme matándote a ti o matando a otro hermano tuyo.

Desgraciadamente eso es lo que vemos en una buena parte del mundo. Miren el Medio Oriente donde hay tanta guerra, donde hay tanta discordia, donde hay miembros de una misma nación, no solamente de una misma nación, sino de una misma religión, matándose unos a otros en formas inconcebibles, porque simplemente pertenecen a una secta u otra secta, y porque se sienten que bueno, él me mató a mi hermano, o ellos mataron a diez de mi vecindario, pero vamos a matar a cien del vecindario de ellos. Eso es lo que tiene al mundo, y ha tenido al mundo a través de la historia metido en las guerras y las guerras y las guerras.

Desgraciadamente, hermanos, no solamente los musulmanes o los budistas y los hinduistas, inclusive los budistas a veces son más pacíficos que los cristianos mismos, pero los mismos cristianos hemos caído en eso y ha habido guerras religiosas como las hubo en Europa en el siglo XVII, las llamadas guerras religiosas.

Yo tuve la oportunidad de ir en la República Checa hace varios años e ir a un museo donde estaban los instrumentos de guerra que usaban los cristianos para matarse unos a otros y había allí armas que estaban diseñadas para causar el mayor dolor y el mayor daño al cuerpo, calculadamente, para matar a otros cristianos.

Y yo digo que el ser cristiano no es suficiente, el amar a Dios no es suficiente, el darle a Dios nuestro dinero no es suficiente, el estar dispuesto a morir por Dios no es suficiente, sino que a menos que la esencia del Evangelio no penetre a nuestro corazón que es ese rehusarse a pedir ojo por ojo y diente por diente, a menos que la ternura de Cristo, a menos que ese amor que no se venga, que rehúsa hacer daño, que rehúsa meterse en el juego diabólico de ‘tu me la hiciste, pues yo te la voy a hacer a ti’, a menos que esa sensibilidad ultra humana, divina, angelical, no se haga parte de nuestro corazón, de nuestras emociones, de nuestra mente, a menos que no nos programemos continuamente, hermanos, de que yo no voy a ser un instrumento más de violencia y de venganza y de retribución y de rencor en el mundo, yo le voy a quitar al mundo por lo menos un arma que va a ser la mía, se la voy a quitar, la voy a guardar, el mundo no va a tener sanidad, hermanos. Y el corazón de Jesús no se va a poder manifestar como es debido y por eso la iglesia tiene que insistir en pasajes como estos, aún cuando muchas veces ninguno de nosotros puede llegar a ese nivel, pero tenemos que hacer todo lo posible por tratar. Tenemos que abrazar esa sensibilidad.

Lucas, Capítulo 6, versículo 27, el Príncipe de la Paz le habla a sus seguidores y les dice: “Pero a vosotros los que oís os digo, amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla preséntale también la otra y al que te quite la capa, ni aún la túnica le niegues. A cualquiera que te pida dale, y al que tome lo que es tuyo no pidas que te lo devuelva, y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman...”

Usted ve, la esencia del Evangelio esté en esto de que es muy fácil usted amar al que le ama, y si alguien le abre la puerta, usted sentir un sentimiento de gratitud y de afecto por esa persona; al que se comporta bien con usted, mire ¿por qué no amarlo, por qué no tratarlo bien? Tiene que ser un perverso para odiar a esa persona, ¿no? Es decir, eso lo hacen hasta los incrédulos, los que no conocen el Evangelio, eso lo hace el salvaje en el Amazonas metido allá en la jungla o lo hace el guerrero que está en una guerra, no mata a los que son de su convicción o de su partido, o lo que sea. Eso lo hace el hombre irredimido, el hombre no tocado, el hombre biológico, por el Evangelio hace esas cosas, eso es lo normal. Pero ¿qué pasa? El cristianismo nos llama a subir al nivel de lo divino, ¿si o no? Nos llama a imitar a nuestro Padre Celestial, nos llama a imitar al amor ágape de Dios.

¿Cómo nos trata Dios? Óyeme si Dios me tratara a ti y a mi como nosotros merecemos, ¿a dónde estaríamos nosotros? Estaríamos en un hoyo en el infierno. Pero dice la palabra que cuando nosotros estábamos sumidos en pecados, Cristo vino al mundo y murió por nosotros.

Alguien ha dicho que gracia es no darle a alguien lo que se merece y darle lo que no se merece. Dios nos dio algo que no merecíamos: perdón de nuestros pecados y reconciliación con él y no nos dio lo que merecíamos que era el fuego del infierno y la muerte eterna.

Entonces, basado en eso Dios dice, ‘¿sabes qué? Tu tienes que hacer lo mismo con tu prójimo’, esa es la consecuencias de ese acto de Dios. Entonces nosotros tenemos que luchar con ese llamado y eso se manifiesta en tantas maneras. Es decir, la ética cristiana por excelencia, hermanos, es eso de ir más allá, ir la segunda milla, ir más allá de lo mínimo. La mayoría de los seres humanos nos conformamos con lo mínimo del cristianismo, pero Dios te llama a ir a lo máximo. Por eso Cristo decía siempre, oíste que fue dicho tal cosa porque el judaísmo en su legalismo como que había reducido todo a lo mínimo, pero Jesús dijo, ¿saben qué? Yo he venido para hacer algo mucho mayor y para darles a ustedes reglamentos más altos por los cuales vivir, principios más poderosos.

Entonces, se alguien te quiere hacer daño, bendícelo. Si alguien te ofendió en el trabajo no estés allí maquinando cómo hacerle daño a él o a ella. Si un hermano en la iglesia te ofendió o no te trató como tu piensas que te debe haber tratado, no albergues rencor en tu corazón sino busca la forma de restaurar esa relación. Ora por él o por ella. ¿Cuántos pueden decir amen aunque sea por fe?

Sin embargo, podemos decir que no siempre se da eso, aún entre nosotros aquí. Yo se que hay situaciones que no están resueltas y nosotros tenemos que estar siempre examinándonos entre nosotros mismos, siempre yo tengo que estar chequeando la temperatura y el estado de mi alma. Y dondequiera que yo vea una mancha de rencor, de resentimiento contra alguien, algo que yo no he resuelto. Yo tengo que inmediatamente tratar de sanar eso, hermanos, y mi actitud tiene que ser una actitud de gracia, gracia militante, gracia abundante, gracia generosa.

¿Saben ustedes hermanos que esa actitud de gracia y de misericordia es la fuente de mayor sanidad emocional que hay? Si nosotros pudiéramos practicar esa actitud de gracia no necesitaremos ir al psiquiatra, yo creo, en la mayoría de los casos, no tendríamos que tomar pastillas de dormir, porque muchas veces lo que pasa es que nuestro universo interior está contaminado con cosas no tratadas, no sanadas, con actitudes negativas, nuestros matrimonios muchas veces son contaminados por esa actitud de ‘me la hiciste, me la pagas’; ‘no te voy a dar porque no me diste’. Todo eso que es más bien prácticas del hombre no tocado por Dios, entonces todo eso dañá el matrimonio, daña la relación entre padres e hijos, hijos y padres también. Los hijos necesitan también tener esa actitud de misericordia para con sus padres, de amor, de perdón.

Yo veo muchos hijos, y de paso esto es un ‘pet peeve’ como dicen en inglés, es un temita mío que yo tengo que yo creo que muchos jóvenes en nuestras generaciones, no solamente los jóvenes de 17, 18 años sino esas generaciones de 25, 30 años, están haciéndose mucho daño porque tienen una actitud de juicio contra sus padres. Se rehúsan perdonar a sus padres por las ofensas que los padres cometieron. ¿Qué papá no comete errores con sus hijos? Ellos los cometerán más adelante, cuando tengan hijos los van a cometer también.

Y saben lo que ha redimido las generaciones a través de los siglos, es que los hijos han tenido esa actitud de misericordia para con sus padres y de reverencia que les impide ver a sus padres con esa actitud de juicio fluorescente, fosforescente con que ven a veces muchos muchachos hoy en día. La cultura psicoanalítica de consejería y de todo esto y legalista, yo creo, del hombre moderno y de cuestionamiento de autoridad ha creado una generación que ve a sus padres en una forma negativa y de juicio y que espera perfección de parte de los padres y entonces se niegan a darle a los padres esa generosa aceptación, ese amor, ese honrar a los padres. Y ¿saben qué? se están haciendo daño esas generaciones, y están preparándose para cosechar cuando sean padres las consecuencias de eso.

Si tu padre te ofendió, si tu madre no fue todo lo que tenía que ser, está bien, reconócelo, pero no albergues rencor en tu corazón. Sana eso inmediatamente. Cierra esa brecha porque tu te haces daño. No le haces tanto daño a ellos, aunque si le hace daño a ellos como tu mismo te haces daño. Perdona todo lo que tengas que perdonar y asegúrate que haya un amor despejado, un corazón generoso. Da, bendice y eso es lo que dice aquí en este pasaje.

En el versículo 14 dice ‘bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis’. Hubiera sido mucho si hubieras dicho simplemente, no persigas a los que te persiguen, no mates a los que te persiguen, no busques el mal de los que te persiguen, pero no, fue más allá y dice ‘bendícelos’.

Hay que entender el contexto en que escribe el Apóstol Pablo, un contexto donde los cristianos eran perseguidos o eran denigrados. En los vecindarios donde vivían los veían con resentimiento, con extrañeza, con rencor, no los trataban bien, algunos eran martirizados, eran maltratados porque iban contra la corriente de la cultura en que vivían. Y entonces el Apóstol Pablo dice, no entren en el jueguito de perseguir o guardar rencor contra los que los persiguen. No, oren por ellos, bendíganlos en el nombre del Señor, en vez de maldecirlos, hagan todo lo contrario, bendíganlos.

No podemos, hermanos, maldecir. Cuando nosotros maldecimos a la gente nuestro corazón, la maldición primero tiene que pasar de nuestro corazón, por nuestra mente y por nuestra boca, y contamina. Nos contamina a nosotros primero antes de salir, ese es el daño. Entonces, nosotros tenemos que rehusarnos a maldecir a la gente y a veces ¿saben qué? Yo iría más lejos, a veces maldecimos a la gente en nuestro corazón, no los maldecimos con nuestra boca pero en nuestro corazón los maldecimos. No con palabra, pero nuestras emociones.

Pablo dice, no, pronuncia palabras de bendición, pídele al Señor que bendiga a esa persona. Te va a saber esa bendición a arena cuando la pronuncies, pero ¿sabes qué? La segunda vez va a ser más fácil, la tercera más fácil y entonces la gloria y la bendición del Señor va a correr sobre tu vida, tu mente va a estar despejada, tu corazón va a estar despejado.

Si un esposo del cual te divorciaste o te divorció no te trató bien, perdónalo, déjalo ir, déjalo ir de la cárcel. Saben ustedes que la palabra perdonar tiene la resonancia esa de dejar ir a una persona, libertarla porque muchas veces mantenemos a la gente en la cárcel. La ley no lo metió en la cárcel pero nosotros sí, adentro. Tenemos una celda especial, es más muchos de nosotros tenemos toda una mazmorra, una cárcel completa, con cantidad de celdas allí y tenemos una cantidad de seres allí que no les damos ni pan, ni agua, ni luz, ni aire ni siquiera y de vez en cuando cogemos la rejita y la abrimos así para mirarlos sufriendo adentro y volvemos y la cerramos y seguimos con nuestro trabajo.

El Señor dice, abre la puerta a todos esos prisioneros que tienes, bendícelos, dales de comer y envíalos en su camino. Tenemos que tratar de hacerlo, hermanos, en el nombre de Jesús. Ahora mismo yo te animo, haz un recuento en tu mente de cualquier persona que tu tengas metida en una celda dentro de ti y prométete que la vas a soltar y que la vas a bendecir y le vas a dar dinero para que se compre el pasaje, quizás para que se vaya bien lejos de ti, pero por lo menos dáselo. Pero liberta, bendice a los que te persiguen, no maldigas. El maldecir te contamina y no hace nada de bien.

Dice “... gozaos con los que se gozan, llorad con los que lloran...”

¿Sabe qué? Ese pasaje también me corta a mi porque a veces yo diría que es fácil uno llorar con los que lloran. Yo creo que se requiere una persona muy mala para no conmoverse cuando una persona está llorando, por ejemplo, por una tragedia o una pérdida. Es fácil a veces uno llorar y dolerse con la gente que llora y que está en luto.

Pero a mi la parte, les confieso, la parte que más me duele es ese de gozarse con los que se gozan, porque a veces hermanos, es difícil celebrar el triunfo de alguien, ¿si o no? Es como que nos entra como una picazón por dentro, ‘¿y por qué yo no?’ Les confieso algo, a mi no me gusta pensar mucho en esa gente que se pega cien millones de dólares, se ganan a veces en la lotería, no me gusta. Saben ¿por qué? Porque yo digo, caramba, tanto, tan duro que uno trabaja para ganarse el dinero y esta gente 150 millones de dólares y ya yo lo veo yendo al banco y sacando dinero para comprarse un carro deportivo y una casa en Mensa y todo eso y yo prefiero ni siquiera pensar mucho en ese tipo de fortunas, digamos. Y ese es mi problema porque yo debiera celebrar y decir, gloria a Dios, qué bueno que les tocó a ellos. Amen. Ojalá que.... Señor bendícelos y que disfruten y que puedan aprovecharlo al máximo. Pero ahí está uno, más bien como diciendo, ‘¿por qué ellos y no yo?’.

La palabra del Señor dice, nos llama a ser generosos y a gozarnos con los que se gozan. Si alguien tuvo un triunfo en tu trabajo, si le dieron un puesto más alto, mira, bendícelo y gózate con ellos. Gloria a Dios. Esa actitud generosa, hermanos, tiene gran, gran mérito y bendice y limpia el panorama interno del ser humano.

Dice también “... unánimes entre vosotros...”

Ahí está la idea, de nuevo, entre los creyentes debe haber unanimidad, no en el sentido de que todos pensemos exactamente lo mismo. Eso nunca lo va a haber. Cada cabeza es un mundo, alguien ha dicho. Pero yo creo que la unidad del cristiano es la unidad de una orquesta que tiene diferentes instrumentos pero todos producen juntos una armonía. Puede que uno esté tocando en un ritmo, otro en otro ritmo pero hay una unidad, una fluidez tremenda. Si usted escucha alguna de las músicas de Juan Sebastián Bach que estaba tocando aquí Eric, algunas de sus piezas de piano, uno ve como la mano izquierda está haciendo algo completamente diferente a veces, y la mano derecha está por otra parte. Y parece como que podría haber conflicto entre esas dos partes de la música, pero fluye en una manera increíble y hace sentido musicalmente.

Y así es la armonía entre los creyentes. A veces unos vienen de una cultura, otros de otra cultura, algunos están mejor financieramente, otros son más humildes en su condición financiera; unos son altamente educados, otros menos; algunos tienen ideas un poquito más modernas, otros son más conservadores, pero ¿saben qué? Dios se goza en esa diversidad de su pueblo. Amen. Lo importante es que eso no lleve al conflicto, al menosprecio unos con los otros, que todos sepamos que estamos tocando en la misma clave, clave de Cristo, clave del Reino de Dios, que todos trabajamos para avanzar el Reino de Dios, que todos somos miembros de una familia, que todos tenemos que amarnos unos a otros y que al final del día aunque pensemos diferente, tenemos que darnos el beso de la paz y reconocernos como hermanos, miembros de la familia de la fe en Cristo Jesús. Tenemos que trabajar todos en armonía, ir en la misma dirección, unánimes unos entre otros.

Oh, hermanos, si la iglesia de Cristo se uniera en Nueva Inglaterra, qué cosas terribles, increíbles pasarían. Si los hispanos y los afro americanos y los blancos aprendiéramos a trabajar juntos. Si aún entre los blancos los evangélicos de cierto grupo y los de otro grupo aprendieran a trabajo juntos, hermanos, yo creo que Nueva Inglaterra sería para Cristo en un día.

Cristo siempre ora en su oración sacerdotal, en el Capítulo 17 de Juan que sean uno, como tu y yo, Padre somos uno. Y por lo menos aquí en esta iglesia, nosotros tenemos que tratar, hermanos, de trabajar para esa unidad, para esa unanimidad, esa armonía entre nosotros. Tenemos que estar unánimes, unidos entre nosotros, evitemos cualquier cosa que haga daño a esa armonía, a esa unidad. Unánime quiere decir, de un alma, cualquier cosa que quite esa unidd del alma colectiva de nuestra iglesia, no seas tu ni yo agentes de discordia en nuestra congregación. Quítale de nuevo un elemento de discordia a esta iglesia en tu vida, por lo menos y trata de mantener y de trabajar hacia la paz colectiva de tu congregación.

Dice “... no altivos sino asociándoos con los humildes....”

Es un llamado ahí, ¿a qué? A la humildad. De nuevo en una iglesia tan diversa como la nuestra, como lo era el cristianismo en el primer siglo, donde había cristianos de mucho dinero y esclavos, a veces sentados en un mismo espacio. Se requería que hubiera una ética de igualdad. El cristianismo le asestó un golpe de muerte, yo creo, al sistema de la esclavitud. No lo hizo a través de la revolución violenta, no lo hizo a través de la fuerzas armadas, pero lo hizo a través de la ética del amor. Se dice que hubo ocasiones en que en una misma iglesia había un esclavo sentado al lado de su señor, de su dueño. O a veces un obispo o una persona de alta posición que era esclavo ejerciendo autoridad espiritual sobre una persona que era un dueño de esclavos. Ese tipo de contradicción tarde o temprano le iba a asestar un golpe mortal a la institución de la esclavitud, como ha sido dondequiera que el cristianismo se ha aplicado porque desgraciadamente ha habido mucho cristiano que no ha aplicado el cristianismo.

Meche y yo acabamos de ver la película Amazing Grace, que se las recomiendo altamente. La historia de Wilberforce, el gran reformador inglés, que pasó una buena parte de su vida peleando contra la institución de la esclavitud en Inglaterra. Y para vergüenza del cristianismo en América, en Inglaterra y en otras partes del mundo, la esclavitud persistió a pesar de la fe cristiana. ¿Por qué? No porque el cristianismo fallara, sino porque mucha gente, gente rica, gente del gobierno, gente política se beneficiaba del mercado de la esclavitud y tomó a pecho el llamado ético del Evangelio, porque nadie que tomara a pecho el llamado del Evangelio, yo creo que podría esclavizar a un hombre o a una mujer y más denigrarlo y torturarlo como se hizo en la esclavitud.

Por eso hermanos es que es tan importante que entendamos, no es suficiente ser cristiano. Muchas culturas cristianas a través de los siglos han cometido barbaridades contra su prójimo porque compartimentaron el Evangelio y se rehusaron a ingerir el llamado terrible de amar al prójimo, de no mirar a nadie como inferior, sino al contrario, mientras más lejano está de tu condición ámalo más, trátalo mejor. Cuando tu identifiques a alguien en esta iglesia o allá afuera en la comunidad que no sea de tu mismo nivel, asegúrate de tratar a esa persona con una preferencia extra. Amen. Haz un ejercicio espiritual y sirve a esa persona, extiéndele la mano a esa persona, extiéndele honra a esa persona, y trátalo con deferencia y con respeto, porque la naturaleza humana se rebela contra ese acto y hay que pisotear esa naturaleza humana y hay que traer la naturaleza de Cristo dentro de nosotros.

Cuando aquí en esta iglesia tu veas a alguien que no se viste como tu, que no tiene los ojos como tu o que no tiene los modales que tu tienes o que no maneja el carro que tu manejas, asegúrate de que esa persona reciba de ti saludo, buen trato, consideración, respeto. Amen. Eso es necesario, hermanos, como seguidores de Jesucristo tenemos que hacerlo. No es meramente suficiente no despreciarlo. Algunos dirían, bueno, yo no lo desprecio, yo no lo trato mal, pero ¿estás haciendo algo para salvar la distancia? Nosotros tenemos una diversidad increíble de gente en este lugar, de todas las diferentes categoría y el deseo de Dios es que cada día nosotros nos compenetremos más, dividamos las barreras.

Si hay alguien que tu no conoces, mira, ve y salúdalo. En vez de saludarnos, ¿qué es lo que hacemos al final del servicio? Vamos inmediatamente a la persona que más conocemos, los que conocemos, los que son de nuestro país, los que son de nuestra célula, los que se visten como nosotros, los que son de nuestra categoría, los identificamos inconscientemente y nos quedamos dentro de ese grupito, de ese círculo, ¿si o no? Muchas veces eso pasa, no tienen que decir amen para delatarse, no se preocupe. Pero al final del ser cada uno de nosotros, que es un ministro de Dios, lo que tenemos que hacer es ir hacia alguien que no conocemos, ir hacia alguien que no se parece a nosotros, ir hacia alguien que quizás no nos va a poder invitar a su casa, ir hacia a alguien que quizás no me va a dar gozo poderle estrechar la mano porque me veo reflejado en él, mis valores, mis normas, mi dinero, mi condición social, ni nacionalidad. Ese es el espíritu de Jesús: ir contra la naturaleza humana o más allá de la naturaleza humana y entrar en la zona de lo divino. Amen. Denle gloria al Señor. Eso es importante.

No altivos. La altivez es más que orgullo, es el tu mirar a la persona desde tu altura, ¿no? ¿quién eres tu? Es ese ponerte más alto de lo que tu eres. Dice “... no altivo sino asociándoos...”

La implicación en el griego original es caminando con, caminando junto con, al lado de. Es tu compenetrar tu vida y tener coinonía, tener intimidad, asociándoos con los humildes. Y esa parte ahí que sigue “.... no seáis sabios en vuestra propia opinión....” parecería como un non sequitur, como que no sigue, no está pegada una cosa a la otra, pero sí, porque la altivez, el sentido de superioridad implícito o explícito está asociado a esa idea como de ‘tu sobreestimarte a ti mismo’, y de tu creer que sabes más, tienes más, eres más que el otro.

Y la actitud cristiana por excelencia es una actitud de todo lo contrario. No solamente no eres sabio en tu propia opinión sino que tu sabes que después de todo tu no eres tan sabio, punto. Que si no fuera por la sabiduría de Dios en ti, tu harías un tollo en tu vida, sería un desastre lo que harías en tu vida, que tu necesitas siempre la sabiduría de Dios, que para tu resolver tus problemas cada día tu tienes que decir, ‘Padre, hoy necesito mi dosis de sabiduría para bregar en mi trabajo, mi matrimonio, mis hijos, mis finanzas, mi salud’. Para manejar tu necesitas la sabiduría de Dios. Ninguno de nosotros puede depender de su propio entendimiento, tiene que haber esa humildad, ‘Padre, necesito que tu me ilumines’. Tiene que haber una conciencia de nuestra propia fragilidad, de cuán propensos nosotros somos a hacer decisiones indebidas, dañinas para nosotros.

Si usted es como yo, yo no puedo confiar en mi propia sabiduría, en mi propia prudencia. Yo tengo que pedirle al Señor cada día, ‘Señor, sustituye tu mente por mi mente, que yo tenga la mente de Cristo.’

El Apóstol Santiago dice, ‘si alguien tiene falta de sabiduría, pídala a Dios’. Nosotros no nos movemos en la sabiduría humana. La sabiduría humana lo que conduce es a lo que tenemos en el mundo: desastre, frustración, disfuncionalidad, violencia, errores, mente torcida, esa es la mente humana. Esa mente no puede depararle nada bueno a la humanidad. Usted necesita la iluminación de Dios, nadie, ninguno de nosotros puede decir yo soy sabio, yo puedo bregar con la vida, yo puedo resolver mis problemas por mi mismo.

Oh cómo ama Dios esa humildad. Como dice David, ‘como un niño destetado, así ha estado mi alma delante de ti, Señor’. Como un niño frágil ante su madre. Cuando un hombre o una mujer camina así con esa sencillez, con esa humildad sabiendo que no puede hacer ninguna decisión por sí mismo, sino que necesita la iluminación divina, óigame ahí hay bendición.

Hay mucha gente altiva aún en las iglesias cristianas que no pueden disfrutar de la bendición de Dios porque en su mente han hecho una decisión de que ellos se la pueden valer a sí mismos y siempre están cometiendo errores. Mientras cuando el hombre o la mujer tiene esa humildad, ese corazón sencillo de niño, de infante que necesita de su padre, óigame, Dios le depara sabiduría, lo libra de tantos errores, de tantas dificultades.

“... No seáis sabios en vuestra propia opinión, no paguéis a nadie mal por mal...”

De nuevo, ese mismo llamado, ¿no? No le devuelvas a nadie simplemente lo que te hizo, eso le voy a hacer. No me miró bien esta mañana cuando llegué a la iglesia, pues, no le voy a poner la mirada cuando salga de aquí de la iglesia. No me dio un regalo para navidad, el año que viene que se olvide, que no va para ningún lado. No me invitó para su boda, pues, que espere, no se preocupe, no lo voy a invitar para mi fiesta de navidad o para la boda de mi hija o lo que sea. Guardamos rencor, estamos siempre mirando. La Biblia dice, no, no le pagues a nadie mal por mal, bendícelo, se generoso, dale con creces y en eso hay gran bendición.

“... procurad lo bueno delante de todos los hombres...”

El cristiano tocado por Dios está caracterizado, yo creo, por una actitud de bondad esencial. Es una actitud de que tu eres un agente de bien para los demás, tu no eres un arma que hace daño a nadie, sino todo lo contrario, tu vida está orientada hacia ayudar a otros, bendecir a otros y hacer progresar a otros y avanzar a otros.

El hijo de Dios es un instrumento de gracia en las manos del Señor, tu mentalidad, tu corazón debe ser ¿cómo puedo yo ayudar a alguien este día? ¿Cómo puedo yo ayudar a un jovencito a encontrar su destino que está desorientado? Ese hijo de una madre soltera que no tiene un modelo de padre, ¿cómo puedo yo servirle de modelo y de tutor y de mentor a ese niño? ¿cómo puedo yo aconsejar a una mujer que está en depresión? ¿Cómo puedo yo dar una llamada a alguien que no seguramente lo han llamado? ¿cómo puedo yo atender a esa persona en la iglesia que nadie lo saluda porque se viste mal, huele mal y parece que no tiene todo los tornillos en la cabeza bien apretados, pero la gente lo evita? Porque su conversación no entretiene, no hace sentido inclusive.... ¿Cómo puedo yo añadir una vitamina espiritual a su vida esta mañana o en este día, mejorar su vida un poquito?

Eso es lo que quiere decir, ‘procurad lo bueno delante de todos los hombres’. Y dice “....si es posible, en cuanto dependa de vosotros estad en paz con todos los hombres....”

Esta es una de las pocas veces en todo este pasaje, o la única quizás en que hay una calificación, hay como una nota de cautela y una pequeña salida, una cláusula de salida aquí. Dice, si es posible, en cuanto dependa de vosotros, dos pequeñas condiciones. El cristiano debe hacer todo lo posible por estar bien con la gente, pero habrá ocasiones en que no será posible, ¿no? y entonces el cristianismo hay momentos en que usted va a tener que pararse y decir, no, yo no estoy de acuerdo con esto y la iglesia de Jesucristo está en una época en que hay cosas en que tiene que decir no estamos de acuerdo, lo vamos a resistir, esto no es de Dios y pararnos claramente. Nos van insultar, van a protestar, van a decir que no somos gente de misericordia y de amor, pero en eso decimos, ‘no, en esto no es posible, lo sentimos mucho’. Tenemos que resistir el mal también.

Entonces habrá ocasiones en la vida en que por diferentes razones una persona, tu no vas a poder estar ciento por ciento bien con ella. Como dice alguien, no soy monedita de oro para agradar a todo el mundo, o algo así. Hay momentos en que va a haber conflicto, pero esos momentos deben ser la excepción y no la regla, eso sí. Debemos hacer todo lo posible por estar bien con un vecino, con un hermano de la iglesia, con un colaborador en el trabajo, lo que sea, pero si no es posible, entonces tenemos que usar medios cristianos para trazar la frontera y la diferencia y mantener distancia. No podemos usar formas que sean anticristianas o no cristianas.

“......si es posible y en cuanto dependa de nosotros...” Hay gente que simplemente va a tenerlas contra ti y te van a perseguir y van hacer todo lo posible por hacerte daño, y van a estar contra ti continuamente, porque te odian o porque tienen maldad en su corazón, o lo que sea. Tu no puedes bregar con el corazón de ellos, pero contigo sí tu puedes bregar y en lo que dependa de ti, tu puedes asegurarte de que todo esté bien. Si tu has hecho todo lo posible por estar bien, has amado, has orado, has bendecido, entonces ya tu yo creo que estás libre, en un sentido, de tratar de estar bien con esa persona.

Yo creo que hay una tensión aquí lo que está diciendo en este pasaje, pero tengo que asegurarme eso, en cuanto dependa de mi. Yo creo que esa es una gran ley, en el matrimonio por ejemplo, tu quizás no puedes cambiar a tu cónyuge y hacer de él un dechado de virtudes, pero tu quizás puedes cambiar el algunas cosas. Trata contigo, haz todo lo que tu puedas para mejorar tu y entonces eso te va a poner en una posición de mayor fortaleza para tu tratar de ver que haya cambios también en la vida de tu cónyuge.

Ahora, el final es el último llamado dice, “... no os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios....”

Es como un resumen de todo lo dicho en otra manera. La venganza, el rencor, el resentimiento, la retribución del daño recibido es algo que está siempre amenazándonos a nosotros con poseernos. Alguien me hizo algo y yo tengo ese deseo de vengarme de ellos. Hay un llamado de parte de Dios, no nosotros buscar la venganza, sino ¿qué tenemos que hacer? Dejar lugar a la ira de Dios. En otras palabras, abrir espacio para que sea Dios quien ejecute justicia y eso es lo que justifica para nosotros, ¿saben qué, hermanos? Mucha gente dice, yo no voy a perdonarlo porque si lo perdono entonces se queda impune y no hay justicia.

Hermanos, la justicia de Dios es implacable e impecable. Yo creo que hay leyes espirituales que gobiernan. Cuando una persona hace algo dañino, algo malo, hay una consecuencia y Dios se encarga de traer justicia en alguna forma. Muchas veces sin embargo, no tenemos el privilegio y el gozo de ver nosotros la justicia de Dios hecho, pero tenemos que creer. Tu palabra dice Señor, que tu eres justo y tu haces justicia. Entonces le encomendamos al Señor la justicia, le encomendamos al Señor la retribución, que él se encargue y que él lo haga de la manera que él quiera y él prefiera. Y ¿saben qué, hermanos? Yo creo que la justicia de Dios muchas veces es tan profunda, tan sistémica que es más justa que la nuestra. Nosotros quizás le podemos quitar un brazo a alguien, o meterlo tres años a la cárcel, pero eso quizás no toca a la persona. A veces la justicia de Dios llega a lo hondo, a lo profunda y es más poderosa y más justa que la nuestra.

Ahora, eso requiere fe, requiere fe tu quitar tus manos del asunto y decir ‘Señor, yo te lo dejo a ti. Encárgate tu de eso.’

Hay tres razones, dice, ¿no? por las cuales nosotros tenemos dejar la justicia y la venganza a Dios. Dice, número uno, porque el Señor dice ‘mía es la venganza, yo pagaré dice el Señor’. El Señor dice, ese es mi departamento, no el tuyo, el departamento de la venganza, la retribución es de Dios, a nosotros no nos corresponde eso. Así que el Señor dice, yo pagaré, mía es la venganza. No, esa es mi área, no te metas tu en ella, pertenece al Señor.

Número dos, hay algo aquí que dice, “... así que si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer, si tuviere sed, dale de beber, pues haciendo esto ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”.

Esa es una expresión que quiere decir, es como tu coger carbones encendidos y ponérselos a la persona encima de la cabeza. ¿Qué pasa si tu le pones a la gente una cantidad de carbones en la cabeza? Al rato están que no saben qué hacer, se les está quemando la cabeza, les está ardiendo la cabeza y tienen que salir corriendo. Y la idea es, yo creo, que cuando nosotros hacemos bien a la gente, ¿saben qué? Los avergonzamos, les amontonamos tanta presión que no pueden aguantar eso y además, yo creo, que en un sentido es como que estamos diciendo, hey, estamos amontonándoles más ira de parte de Dios todavía. Se podría interpretar de esa manera también. Es como decir, estamos amontonándoles más juicio, hazle bien y entonces deja que el Señor se encargue de eso.

Y finalmente dice, “... no seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal...”

Es el resumen de todo, ¿no? Porque ahí está la cosa, cuando tu actúas en la carne y en el aspecto animal tratando a la gente como te trata a ti, tu te has dejado vencer por ellos, tu te has convertido en uno más, como ellos así también tu has sido.

Termino con esta ilustración. Meche y yo estábamos en Providence el fin de semana pasado, creo que fue, parece una eternidad, óyeme. Estábamos descansando por allá, yo estaba sentado en un star box leyendo y escuché una conversación. Meche me dice que yo soy una de las personas más pendencieras del mundo, y estaba leyendo y escuché una conversación y paré la lectura porque me cautivó lo que estaban diciendo estas dos personas. Yo no las podía ver, uno de ellos, después yo supe porque entablé una conversación con él muy interesante, era el manager del estacionamiento del hotel, un señor muy educado después descubrí, y con las jóvenes que atendían el star box en el mostrador. Y parece que él las conocía porque son parte del mismo sistema ahí comercial, entonces él les estaba hablando acerca de un incidente que acaba de tener ese día, había una convención grande de Mary Kay, había miles de mujeres ahí en esa área.

Entonces él estaba diciendo que todas se habían portado muy bien, y que había tenido un buen tiempo trabajando con las mujeres que llegaban al estacionamiento, y que se habían comportado muy cortésmente excepto una, que dice él que cuando le fue a abrir la puerta de su carro, le salió con un exabrupto y lo insultó, que ella podía abrirla ella misma, y esto y lo otro, y que la dejara tranquila. Y las muchachas le dijeron, ‘ah, si hubiera sido yo, yo la hubiera insultado y por qué tu no le dijiste algo, que se qué, que se yo cuánto. Y él les dijo, y esto fue lo que me hizo poner atención, él dijo; ‘no, jamás, eso no se puede hacer.’ Dijo lo siguiente ‘si yo reacciono con la misma actitud que ella entonces yo le estoy dando el control a ella. Yo estoy dejando que ella me controle a mi. Yo estoy dejando que ella defina mi forma de actuar y ella entonces tiene, se hace dueña de mi y me controla a mi. Yo no podía hacer eso, así que yo lo que hice fue que la saludé y le dije ‘Have a nice day. Que tenga un buen día’.

Y yo dije, guau. Una persona secular hablando de esa manera y yo mismo me sentí retado, sabe. Porque yo no se si yo tendría ese control, ese dominio propio para tener esa lucidez ética en ese momento para decir, no, yo no voy a dejar que esta persona defina mi forma de actuar y que ella me convierta en un clon, en una reproducción de ella, de su actitud. Yo voy a tomar una actitud más alta y yo voy a dominar la situación con las armas de la luz.

La Biblia dice que nuestras armas no son carnales sino ¿qué? Poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Es decir, nosotros no nos vamos por el síntoma exterior. No, nosotros vamos a la fortaleza, abajo, donde está la raíz y nosotros destruimos la raíz para que se seque la raíz del mal. Porque tu puedes cortar la hierba todo lo que tu quieras por encima, pero si la raíz está adentro la hierba vuelve a salir. Entonces el cristianismo dice, No, nosotros no vamos a pelear con las armas, arma contra arma, odio contra odio, rencor contra rencor, acción negativa contra acción negativa, vamos a quitarle la raíz misma negándonos a jugar el jueguito del diablo. Vamos a ser diferentes.

Yo quiero pedirle al Señor hoy en esta mañana que me ayude a mi primeramente a abrazar esa ética de Jesucristo. Amen.

Vamos a pedirle al Señor que nos haga agentes de bendición. Quiero pedirle a los músicos que por favor pasen por acá inmediatamente si son tan amables.

Yo quiero que cada uno de nosotros hermanos luchemos. Yo se que el llamado de Dios en esta mañana es bien pesado, pero es un llamado inescapable, ineludible. Si queremos ser verdaderos hijos de nuestro Padre Celestial, verdaderos imitadores de Jesús, verdaderos seguidores de nuestro Dios que hace salir su sol sobre justos e injustos, tenemos que pedirle al Señor, ‘Padre, yo quiero ser mejor que el mundo. Yo quiero vivir a una altura mayor o yo quiero vivir a una profundidad mayor. Yo quiero arrancar la raíz de la venganza y de la retribución yu quiero ser como Jesús que en la cruz bendijo a sus perseguidores y dijo, Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Y también Esteban cuando era apedreado por los judíos elevó sus ojos al cielo y le dijo lo mismo, ‘Señor, no les tomes en cuenta este gran mal que están haciendo’. Ahí en esa escena estaba Saulo agarrando de la ropa a los que estaban apedreando a Esteban. Saulo después llegó a ser el Apóstol Pablo y se acordaba él de esa escena. No se puede negar que posiblemente hoy al Apóstol Pablo lo tenemos aquí escribiendo esos pasajes porque la oración de Esteban llegó y fue bendecido este hombre y convertido este fariseo horrible. Así que hermanos, eso es romper las fortalezas a través de una acción positiva de gracia militante. Seamos agentes de gracia no de legalismo.

Vamos a ponernos de pie un momento y pedirle al Señor que por favor nos toque, toque nuestras vidas y nos haga instrumentos de paz, instrumentos de bien. Mediten 30 segundos, un minuto en lo que usted acaba de escuchar ahora mismo y tome ese tiempo allí para asentar esa palabra en su espíritu. Déjela entrar ahí en lo hondo. ¿Hasta qué punto te toca esta palabra, hasta qué punto te confronta y qué vas a hacer con ella, como vas a incorporarla a tu vida y a tu programa de vida? ¿Cómo puedes tu cambiar? ¿Cómo puedo yo cambiar en este día? ¿Cómo podemos ajustar un poquito más nuestro caminar al del maestro por excelencia que tenemos?

Señor escogemos perdonar a los que nos ofenden, bendecir a los que nos maldicen. Escogemos no buscar retribución ni venganza. Escogemos dejar libres a los que hemos metido en nuestras cárceles interiores. Escogemos usar de la gracia para perdonar nuestros padres, nuestros familiares, los miembros de nuestra iglesia que nos han ofendido y también trataremos de pedir perdón, haremos retribución o mejor dicho restauración para con aquellos que hemos ofendido o dañado en todo lo posible. Hoy, Señor, escogemos ser agentes de luz, de paz, de bien en este mundo, no agentes de mal, no continuadores de la misma dinámica de guerra y de conflicto que tiene este mundo tan herido, tan dañado.

En esta iglesia, Padre, en este lugar nosotros recibimos tu palabra y sabemos que es verdadera, la reconocemos como palabra de Dios que puede traer bendición a nuestras vidas y la acatamos, y la obedecemos. Danos la fortaleza, Señor, esto es demasiado serio y demasiado pesado para nosotros ejecutarlos por nuestra propia fuerza humana. Necesitamos el don de Dios, la energía del Espíritu Santo, la gracia de Dios en nosotros. Espíritu Santo fortalécenos en nuestro deseo de honrar el modelaje y la enseñanza de Jesucristo. Bendice a este pueblo, Padre, que esta palabra continúe hablándonos hoy y que redunde en bendición para esta iglesia, para nuestras familias, para nuestra comunidad, para los lugares donde trabajamos, Señor, nuestras escuelas donde asistimos también. Gracias, Padre. Nos confiamos a ti, Señor, y a tu misericordia, en el nombre de Jesús. Amen. Amen. Gloria a Dios.