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Mensaje de nuevo de lo que el Señor me llevó a compartir con los hermanos del servicio de las 12, y me voy a basar, a propósito no he hecho notas ni nada porque quiero que salga con la misma espontaneidad con que surgió el domingo pasado a las 12. Pero voy a usar el pasaje que el Señor me dio en Efesios, Capítulo 5 comenzando con el versículo 21 y de allí voy a elaborar....
Dice “... someteos unos a otros en el temor de Dios.” Fíjese que lo primero que dice que nos sometamos todos unos a otros, entonces comienza un llamado. Yo quiero hablar a los hombres en esta mañana y quiero hablar a las mujeres también desde el contexto de la familia, desde el contexto del matrimonio, desde el contexto de la paternidad y la maternidad, desde el contexto de la masculinidad y la feminidad sana que Dios quiere infundir en todos nosotros que pertenecemos a su reino. Dios quiere restaurar las relaciones humanas que fueron quebrantadas en la caída del hombre en el huerto del Edén. Y Dios quiere ahora que nosotros como hijos de Dios renovados y salvados por la sangre de Jesucristo, que nuestras vidas familiares ejemplifiquen y reflejen la imagen sanadora de Cristo Jesús.
Entonces dice: “.... las casadas estén sujetas a sus propios maridos como al Señor porque el marido es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo y el es su salvador.” Ahí está hablando a las casadas, a las mujeres.
Ahora dice a los maridos, en el 25, “.....maridos amad –ese es un verbo muy fuerte, muy poderoso, muy pesado,- amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a si mismo por ella.”
Quizás el hombre se pregunta, bueno, ¿cómo debo yo amar a mi mujer? ¿Qué es eso de amar a mi mujer? Yo la amo pero no estoy seguro, ya no se siente amada y cómo puedo yo saber si estoy amando a mi mujer o no. Bueno, ahí dice como Cristo amó a la iglesia. Tu tienes que buscar en las Escrituras la forma en que Cristo amó a la iglesia, y entonces debes usar eso como norma y punto de referencia para cómo tu debes amar a tu mujer. El amor no es solamente una emoción. El amor no es ese calorcito que sentimos aquí en el pecho cuando vemos por primera vez a una muchacha y nos enamoramos de ella. El amor es algo que adquiere peso, adquiere textura, adquiere densidad, adquiere calidad, adquiere profundidad con el paso de los años y que se hace más bello, más poderoso inclusive cuando la pasión va decayendo, nuestros cuerpos van debilitándose, van perdiendo su firmeza o su belleza o su definición, y los embarazos han hecho un poquito más débil el cuerpo y los años han hecho que crezca quizás un poquito más la barriga. O se ha perdido el ardor de la vida y el fuego en la mirada, y hemos peleado muchas batallas juntos y nos hemos desgastado juntos, y entonces el amor ahí donde yo creo que cobra su verdadero significado. Es un acto de la voluntad. Amar es un verbo. Amar es una decisión de la voluntad. Mucha gente se divorcia y dejan a sus esposas, o a sus esposos porque dicen ya le perdí el amor, ya no estoy enamorada, ya no siento lo mismo que sentía antes, ya no siento esa vibración, ese yo no se qué, ese no se cómo, se perdió ese encanto y ya por lo tanto no quiero ser hipócrita y entonces dejan a su mujer o dejan a sus hijos y van en busca de una quimera, van en busca de ese imposible que creen que lo van a encontrar en otra mujer o en otra relación.
Pero Dios dice, no, el amor es un acto de la disciplina. El amor es un pacto. El amor es una promesa. El amor es algo que tu abrazas porque tu dijiste una vez ante el altar, yo voy a amar a esta mujer, yo voy a seguir con ella, o voy a amar a este hombre en las buenas y en las malas, en enfermedad o en salud, en pobreza o en riqueza, en todo lo que la vida da y en todo lo que quita vamos a sernos fiel el uno al otro.
Entonces el Señor llama a los hombres “... amad a vuestras mujeres”, pero también evidentemente llama a las mujeres a amar a sus maridos y dice a la mujer ‘sujétate a tu esposo’ y también le dice al esposo ‘sujétate a tu mujer’ yo creo en el sentido de que uno se sujeta a la verdad. Y si la verdad está en mi mujer, yo me tengo que sujetar a la verdad que está en ella. ¿Si o no?
Si el espíritu de Cristo está en ella yo me tengo que sujetar al espíritu de Cristo en ella también. Eso es parte de lo que Dios llama. Sin confundir, hay una relación sí, de sujeción y de liderazgo que Dios llama en el matrimonio.
Entonces “....ama a tu mujer como Cristo amó a la iglesia y se entregó a si mismo por ella para santificarla habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos.”
Ahora, cuando nos remontamos, hermanos, mucho tiempo atrás al libro de Génesis vemos aquí algo que Dios creó al hombre y a la mujer para que fueran complementos, para que se amaran, se sirvieran el uno al otro, para que hubiera una relación de intimidad profunda.
Dijo el Señor, “....por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne.”
La intención, el deseo de Dios ha sido que el matrimonio sea una forma del hombre y la mujer compenetrarse, no solamente sexualmente, en el acto del amor, sino compenetrarse en sus espíritus, sus emociones, sus perspectivas, su forma de ver la vida y de percibir el mundo. Cuando un hombre y una mujer se casan es para que el hombre, con el paso de los años, aprenda de la perspectiva de la mujer cómo mirar el mundo. Y que la mujer aprenda a mirar el mundo desde la perspectiva del hombre. Es para que el hombre y la mujer juntos en sus temperamentos y en su configuración como hombre y como mujer se afinen el uno al otro.
La palabra del Señor dice que como el hierro, como la espada afina la otra espada, así el corazón de un hombre afina el corazón de su amigo. Y hay algo allí en que el roce del hombre y la mujer en el contexto del matrimonio permite que el hombre y la mujer con el paso de los años, vayan aprendiendo y pareciéndose más el uno al otro.
Ha visto usted parejas que ya tienen 40, 50 años de casados y usted los mira y como que se parecen el uno al otro. El hombre tiene su masculinidad y la mujer su feminidad pero como que hay algo que es como que usted está viendo una sola persona dividida en dos. Es una experiencia rara. Eso es lo que Dios quiere para el matrimonio, pero ¿saben qué? Eso fue lo que Dios hizo cuando creó al hombre, pero el pecado, la caída en el Edén, cuando el hombre pecó y desobedeció a Dios, esa relación de intimidad, como quedó todo lo demás en la naturaleza y en el cosmos, quedó rasgado, quedó violado y esa seda preciosa de la relación de intimidad entre el hombre y la mujer quedó rasgada por una mano sucia y con unas uñas afiladas que rompieron el velo y lo desgarraron; el velo de la relación entre el hombre y la mujer.
Y entonces vemos aquí que una maldición cayó sobre la raza humana que todavía la estamos viviendo en nuestras relaciones entre el hombre y la mujer.
Y dice en el Capítulo 3, versículo 15, hablándole Dios a la serpiente dijo “...y pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu cimiente y la cimiente suya. Ésta, la mujer, te herirá en la cabeza y tu la herirás en el calcañal”.
Y entonces a la mujer le dijo “... multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces con dolor darás a luz los hijos y tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti”.
Y al hombre dijo, ve que a cada cual le tocó algo, “... por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, porque el hombre pecó también. A veces le echamos toda la culpa a la mujer, ella fue la que me hizo pecar allá en el Edén dándome de comer esa manzana. No sabemos si era una manzana o una piña, no sabemos, pero era un fruto prohibido.
Dice “... por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer y comiste del árbol que te mandé diciendo, no comerás de él, maldita será la tierra por tu causa.”
Aún la tierra fue maldecida, el cosmos “....con dolor comerás de ella todos los días de tu vida, espinos y cardos te producirá y comerás plantas del campo, y con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado.”
Ven ustedes, hermanos, hoy vivimos en un mundo caído que está cosechando las consecuencias de esa violación de la voluntad de Dios. Y las relaciones entre hombre y mujer reflejan todavía esa maldición del pecado.
Y lo que me motivó el domingo pasado a cambiar. Lamento no tener más tiempo para desarrollar este mensaje. Lo que me motivó a cambiar el tema de mi mensaje originalmente fue cuando la hermana Genoveva leyó ese poema donde le habla a una esposa acerca de ser un apoyo para su marido, de cuando están en peleas hablar dulcemente con él. Y yo lo que vi fue que la imagen que planteaba ese poema asumía una relación matrimonial estable de un esposo y una esposa en un hogar, teniendo sus dificultades y sus cosas, pero resolviéndolas y creciendo a través de esas dificultades, en buena comunicación, y un matrimonio estable: un padre, una madre, un esposa, una esposa, hijos y esa pareja con luchas pero echando hacia adelante.
Y mientras yo escuchaba ese poema, me di cuenta, hermanos, no me di cuenta porque ya es algo que yo he lamentado como pastor, que en nuestra iglesia como en tantas iglesias en toda esta nación y ciertamente en la sociedad de afuera es peor todavía, muchos matrimonios no responden a esa imagen estable, completa de un esposo y una esposa, aún en lucha pero armonizando sus luchas y siguiendo hacia adelante y bendiciendo a sus hijos y bregando con la vida juntos, mano a mano y en bendición el uno con el otro. Porque en nuestra iglesia como en tantas otras iglesias, desgraciadamente hay mucho matrimonio quebrantado, ya sea en toda honestidad, y de nuevo esto no es para que nos sintamos mal. Lo bueno de la palabra de Dios es que sana cuando es predicada.
Y la palabra de Dios es a veces es como un jabón áspero que lo sentimos que nos roza la piel, pero nos limpia. Después uno siente esa frescura de piel que ha sido estimulada y los poros se han abierto, y viene la bendición. Así es la palabra del Señor. Esto no es para que nadie se ponga tenso, ni para que nadie salga sintiéndose apaleado en esta mañana.
Pero yo me di cuenta de que hay muchos matrimonios descontentos en este tiempo en las iglesias y en la sociedad en general. Y no solamente hay muchos matrimonios descontentos, sino que a veces hay pocos matrimonios, ni siquiera para estar descontentos. Hay mucha mujer soltera en nuestras iglesias, muchas madres solteras, cuyos matrimonios han sido quebrados por el pecado de un hombre.
Muchas veces, y hermanos, aquí quiero ser bien cuidadoso. Hombres relájense, tomen aire, respiren, yo soy hombre y no les voy a apalear, pero les quiero hablar en la verdad. Tanto matrimonio hoy en día cojea o está quebrado porque hay muchos hombres que no hemos ejemplificado digamos, la imagen de liderazgo que Cristo ofrece al hombre. La imagen de Cristo en nosotros ha sido quebrantada, ha sido violentada y no somos el hombre que Cristo quiere que seamos.
En la oficina de consejería, y mi esposa dice lo mismo, y los hermanos Vallés que trabajan en consejería, les podemos decir y no solamente lo decimos nosotros, sino muchos consejeros, que hay una buena parte de matrimonios heridos o rasgados y destruidos por un hombre, muchas veces, que no jugó el papel de un siervo líder, o un líder siervo en el hogar. Hay muchos matrimonios hoy en día cojeando porque nosotros los hombres no hemos jugado el papel de integridad que Cristo quiere que juguemos.
Yo se que hay mujeres también sinvergüenzas. Yo estoy seguro de que hay mujeres rebeldes y hay mujeres que también se las traen. Yo estoy seguro que sí, y hay mujeres que están traumatizadas también por la vida y sus propias heridas y a veces como dice la gatita de María Ramo que tira la piedra y esconde la mano. Y la mujer es muy hábil en ese sentido de jugar el papel de victima y manipular al hombre.
Pero, hermanos, en toda la verdad yo les quiero decir que la mayoría de los problemas que hoy en día está confrontando la sociedad, con respecto a la familia, se deben, lo digo esto con respeto, con temor y temblor, a un hombre que no está jugando el papel que Cristo quiere que juegue.
Oh, me da dolor decir eso, porque a todos nosotros nos toca algo, aún el que habla aquí. Y yo llevo 23 años de matrimonio y todavía tengo que venir ante el Señor y decirle, Padre, sigue sanándome y ayúdame a ser un elemento, una presencia benévola y noble para mi esposa, para mis hijas, y ser un buen ejemplo para mi comunidad y para mi iglesia.
Pero, hay mucho hombre en el cual la imagen de Jesús, y esto es lo que el Señor me dice, que no desarrollé quizás tan bien el domingo pasado, pero que la imagen de Jesús ha sido violentada en muchos de nosotros. La imagen masculina que Dios ha querido que tengamos ha sido violentada y también en la mujer hoy en día la imagen femenina de Cristo también está siendo rasgada. Y el diablo está haciendo todo lo posible por destruir la imagen original que Dios quiere implantar en nosotros como hombre y como mujer.
La iglesia de Jesucristo tiene que pelear a dientes y uñas para rescatar, volver a la palabra y ver allí lo que Dios quiere de un hombre y de una mujer para que entonces nosotros al ser sanados por el espíritu santo, podamos transferirle esa imagen a nuestros hijos.
Hay muchos jóvenes hoy en día que no saben lo que es ser un hombre, porque ser hombre es más que simplemente algo biológico. Hay una dimensión puramente biológica de ser hombre, pero hay toda una cultura, toda una mentalidad, todo un comportamiento, toda una actitud, una ética de ser hombre que solo se aprende con un hombre modelando eso desde la infancia, frente a nosotros, y el niño observando cada decisión, cada intervención, lo malo y lo bueno del varón, poco a poco va ajustando su imagen y su comportamiento y entonces aprende a ser un verdadero hombre de Dios.
Y hay muy pocos hombres sanos, sanados en la sociedad particularmente en la cultura latina, afro americana y en otras culturas del Tercer Mundo, aunque también en la anglosajona evidentemente es un problema seriesísimo, pero podemos hablar de la nuestra. Hay muy poco hombre ejemplificando verdaderamente el carácter de Jesús. Y hay mucha mujer herida en nuestras iglesias.
Muchas mujeres que yo creo que son mujeres nobles, aman al Señor, no son rebeldes, ellas no... yo no escucho ninguna mujer, por lo menos aquí en esta iglesia, diciendo ‘yo no respeto eso de que el liderazgo del hombre, el hombre no es la cabeza a nada, aquí los dos somos iguales, etc.’ Yo no escucho ese tipo de versión feminista, por lo menos en esta iglesia, pero escucho mujeres que dicen ‘yo quisiera que mi marido jugara un papel más sacerdotal, más pastoral en mi matrimonio y en mi casa’. Mujeres que están anhelando más bien el liderazgo verdadero de un hombre.
Y ¿qué es ser líder? Por eso digo liderazgo verdadero. Nosotros tenemos.... no tengo tiempo evidentemente para desarrollar eso, pero nosotros tenemos que volver a la Biblia y ver lo que quiere decir ser un líder en el hogar. Quiere decir, hermanos, el liderazgo que Dios nos ha dado es más bien una responsabilidad, es un privilegio que tenemos de, dice de amar a nuestras mujeres como Cristo amó a la iglesia.
Para mi, el ser líder en el hogar es una responsabilidad terrible porque el bienestar de mi hogar depende de las decisiones que yo haga como hombre y de mi comportamiento como hombre. Eso quiere decir, hermanos, que yo tengo que hacer todo lo posible por meterme a la palabra continuamente y tratar de conocer los misterios de la palabra del Señor, conocer la enseñanza de la Biblia para yo aprender a ser un líder que bendiga a mi esposa.
Yo creo que el primer llamado a un líder siervo es asegurarse de que su mujer se sienta protegida, que su mujer se sienta cubierta por la autoridad de ese varón. Que su mujer sepa que ese hombre es un león que está vigilando por su bienestar en todo momento.
Yo creo que también la mujer quiere seguridad. La mujer quiere saber que su esposo la ama por sobre todas las cosas humanamente hablando, que su esposo va a estar con ella en cualquier momento de la vida, que no importa que le crezca una barba, él la va a seguir amando, que no importa que venga la vejez o lo que sea, él va a seguir con ella allí, porque ella es fiel a él y aunque él no es ningún Robert Redford, ella lo ama y lo cuida y lo prefiere. Y la mujer quiere sentir esa seguridad de cuando vayan los años pasando, él va a mantenerse fiel a ella, no importa lo que venga.
La mujer quiere un hombre que se comunique con ella. Somos cerrados y habitamos contentos y muy cómodos dentro de nuestra propia piel. Y cuando tenemos problemas y cuando estamos molestos ¿qué pasa? La mujer llora, la mujer se expresa, la mujer las emociones la registra a flor de piel, pero el hombre se va para adentro cuando vienen los problemas de la vida. Y entonces nos encerramos y la mujer quiere acceso a nosotros y quiere entrar y quiere ayudar y eso Dios la hecho así para aconsejar y respaldar y afirmar, pero el hombre está encerrado dentro de si mismo y no puede salir, como un prisionero dentro de su celda, no sabe cómo salir. Y lo que hacemos es que más nos metemos y mientras ella más quiere ayudar, más hondo buceamos dentro de nosotros. Y perdemos la oportunidad de sanar nuestras heridas y de ser ministrados por ella.
La mujer quiere un hombre que admita fragilidad, que cuando no sepa qué hacer, o cuando tenga miedo, o cuando haya cometido un error, que tenga el valor y la integridad, y la suavidad y la mansedumbre de decir, ‘me equivoqué’, o que diga ‘necesito ayuda, o que diga, ‘mira, tu sabes mejor de matemáticas, así que tu lleva las cuentas. Yo te voy a delegar eso a ti como hace un ejecutivo. Y tu lleva las cuentas’, y eso no te empobrece, eso no te debilita, eso no amenaza tu masculinidad. Al contrario. Solamente un hombre seguro de si mismo puede tener el valor de decirle a la mujer ‘necesito ayuda’.
¿Cómo amó Cristo a la iglesia? Cristo nunca monopoliza el liderazgo. Fíjese que Cristo siempre comparte el liderazgo. Cuando él se fue dejó a 12 discípulos y dejó a muchos seguidores y les dijo, ‘predicad el Evangelio. Id por todo el mundo y yo voy a estar allá arriba intercediendo por ustedes y enviaré el espíritu santo para que los lleve hacia delante.’
El hubiera podido monopolizar la evangelización del mundo enviando un querubín, un serafín para que predicara el Evangelio, que no come ni necesita un salario, ni comete errores, ni nada, y ya tuviera todo el mundo evangelizado. Imagínese que se le aparezca a alguien y le diga, ‘conviértete’. No se va a convertir enseguida, claro que sí. Uno tiene que sudar y rogar y torcerse en veinte mil formas para que alguien reciba.... Pero no, Dios quiso que nosotros, su iglesia, lo acompañáramos en la predicación del Evangelio porque él quería desarrollar en nosotros los dones y las cualidades de un siervo de Dios, un hombre y una mujer que ejemplifique el carácter de Cristo, y por eso nos permite trabajar con él. Y por eso también los hombres tenemos entonces, que compartir con nuestras mujeres el liderazgo, ayudar a la mujer a entrar en su humanidad plena; animar a nuestra mujer para que aprenda, para que estudie, para que se desarrolle en su liderazgo espiritual, para que crezca como ser humano y en todo lo que yo pueda animar a mi mujer para que llegue a ser un mejor ser humano. Yo tengo que hacerlo, y si tengo que lavar platos por tres meses hasta que ella saque su GED o que tome una clase de universidad, yo debo hacerlo gustosamente. Cuando yo tenga una mujer más fuerte, yo voy a ser más feliz. Amen. Además de que quizás ella, al ganar más dinero, yo voy a poder tener más cosas bonitas en mi casa. Inteligente es el hombre que comparte con su mujer y la lleva a otro nivel.
Muchas veces los hombres queremos convertir a nuestras mujeres en muñecas de trapo, y después cuando las convertimos en muñecas de trapo las despreciamos y nos vamos detrás de la querida, la rebelde, la atrevida, la que viola las leyes porque ¿saben qué? ningún hombre quiere una muñeca de trapo por esposa.
Pero nosotros es como que tenemos una contradicción en nuestra mente. Queremos una mujer que sea una amante fogosa pero también queremos un pedazo de carne que nos obedezca en todo lo que nosotros le decimos y que no cuestione, y entonces estamos luchando en eso y odiamos a la mujer y la convertimos en otra cosa que después despreciamos.
Y Dios quiere un hombre que tenga la suficiente masculinidad para sentirse contento al lado de una mujer plenamente realizada. Dios quiere que en el matrimonio seamos amigos y que difícil es para el hombre tener un amigo. Porque a nosotros, nuestros padres, muchas veces nos enseñaron a no confiar en nadie. Y solamente en nuestros padres y hablaban y se abrían cuando tenían una botella de ron metida en el estómago. Entonces hablaban y decían boberías.
Y lo que tenemos entonces es una imagen incompetente de la fragilidad y de la comunicación. En vez de tener una imagen sana de un hombre, seguro de si mismo, que está dispuesto a compartir su fragilidad. Y eso abre el corazón de una mujer. Cuando un hombre se hace frágil, hermanos, miren, ese el afrodisíaco más grande para una mujer. Cuando un hombre es sensitivo a ella y un hombre es frágil y comunicativo, la mujer se crece y su feminidad se abre y su corazón de madre y de amante entonces está más abierto al toque del hombre, al acercamiento del hombre.
Pero cuando un hombre está cerrado y tan macho y tan duro que se rompe fácilmente, porque no tiene flexibilidad, eso no es agradable al corazón de una mujer.
Entonces, hermanos, todas estas cosas nosotros tenemos que esforzarnos en el nombre del Señor para que Dios abra ese aspecto de nuestra vida. y ¿saben qué? yo estoy en agonía porque ya son las 11 y yo voy a seguir un rato más porque hermanos, perdónenme los maestros, perdónenme los maestros pero hay momentos en los que.... si Dios quiere ministrar quizás vamos a atrasarnos una semana en las clases, no se, pero vamos a tomarnos un tiempecito más. Por favor denme esa..... denme esa prerrogativa como pastor y me arrodillo frente a los maestros y les pido disculpas por esto, pero hay momentos en que si queremos hacer el negocio de Dios tenemos que.... yo tengo todavía que preparar una presentación muy delicada, pero esto es más importante, el momento del Señor aquí.
Porque Dios quiere traer sanidad a las familias. Porque, hermanos, cada domingo venimos a la iglesia y cantamos coros y yo estoy cansado ya de estar parado aquí predicando, y predicando y predicando pero muchas veces hay una herida en el cuerpo de la iglesia por la cual la iglesia se está desangrando. Y la sociedad se está desangrando también.
Usted sabe por qué esta noche tenemos que ir a Tremon Temple a un servicio televisado para sonar la trompeta acerca de la crisis que está en este país con respecto a la homosexualidad, y al matrimonio homosexual. ¿Por qué hay tanta duda hoy en día acerca de la identidad sexual? ¿Por qué hay tanto varón con su masculinidad herida sintiendo duda de su sexualidad? ¿Por qué hay tanto hombre, hoy en día atraído a otros hombres? Buscando en otros hombres una aparición como estos espejismos del desierto que cuando usted se tira sobre ellos se desaparecen, porque eran solo un espejismo. Así hoy en día el hombre homosexual anda buscando en otro homosexual una masculinidad que él no tiene dentro de si.
¿Por qué usted cree que el movimiento homosexual enfatiza tanto los músculos y el cuerpo? Un homosexual cuando llega a cierta edad ya perdió su mercadibilidad, digamos ya no es atractivo. Usted no ve que en la cultura homosexual es todo hombres jóvenes y hombres musculosos. ¿Por qué? Porque en el movimiento homosexual hay una inseguridad esencial acerca de la masculinidad. Y el homosexual espera encontrar esa masculinidad que él no tiene en otro masculino, y al poseerlo, porque todo acto sexual es un deseo de tu poseer al otro y entrar dentro del otro y hacerte uno con el otro. Y el homosexual siente una inseguridad acerca de su masculinidad y está buscando otro que en esa unión, o en esa relación le de lo que él no tiene.
Pero ¿qué pasa? Que el otro está en el mismo problema , entonces nunca se pueden satisfacer. Y por eso la homosexualidad se convierte en una adicción de hombre a hombre, a hombre, a hombre. La promiscuidad en el movimiento homosexual es increíble. Cientos de parejas en un año muchas veces.
Porque hay eso, y ¿por qué hemos llegado a ese punto? En parte porque la sociedad incluyendo la iglesia no está jugando su papel adecuado y hay mucho hombre enfermo, no sanado, en su propia masculinidad y el diablo se ha encargado en esta sociedad de crear tantos desajustes a muchos niveles culturales en la sociedad, que hay un virus terrible atacando a nuestros jóvenes, a nuestros niños.
El diablo se ha encargado de llenar a los hombres de ansiedad, de trabajar, y la economía en este país nos obliga a trabajar tanto, a descuidar a nuestros hijos y a veces hasta la iglesia nos roba el tiempo que tenemos que tener con nuestros hijos y estamos cansado, y estamos neuróticos y estamos rebeldes contra el mundo, y estamos enfermos y no tenemos tiempo, no tenemos reservas emocionales ni espirituales para compartir con nuestros hijos y sacar tiempo para ellos, sino que el diablo se ha encargado de meternos, como a los israelitas en Egipto, darnos cargas para trabajar, trabajar, trabajar, para debilitarnos y debilitar la imagen de Dios en nosotros, para que no podamos transferir a nuestros hijos la masculinidad que ellos tanto necesitan.
Entonces estamos creando hijos desorientados, hijos inseguros, y cuando no caen en la homosexualidad, caen en el otro extremo que es la violencia. ¿Por qué hay tanta violencia en el mundo afro americano, por ejemplo? Las gangas. Porque un porcentaje inmenso del hombre afro americano está en la cárcel y porque otro porcentaje está creciendo en hogares donde solamente hay una madre y no hay un padre. Y más del 40% nace fuera del matrimonio y eso está pasando también en la cultura hispana.
Y entonces nuestros hijos están creciendo sin un modelaje y muchas veces cuando tienen un papá físicamente presente en el hogar, no lo tienen emocionalmente presente en el hogar.
Entonces no hay capacidad para transferir la imagen masculina hacia el hombre. Cuando nosotros vivíamos en nuestras aldeas en Guatemala o en Colombia o en República Dominicana, había todo un mecanismo social que permitía que la imagen varonil se plasmara en el corazón del hombre por medio de tíos y primos, y abuelos y amigos y vecinos que todos ayudaban a crear una imagen sana de un hombre. Pero hoy en día y aún así no era una imagen sana, déjenme decirles. Porque era una imagen a veces explotadora de la mujer, pero por lo menos había esa parte masculina, varonil que se daba.
Pero hoy en día, no. Hoy en día el ambiente en que nosotros vivimos es hostil a la sana imagen de un hombre y de una mujer, a la formación de una sana imagen de hombre o mujer. Y se requiere de trabajar mucho más arduamente para producir hombres y mujeres saludables. Porque ahora hay que hacerlo a brazo partido. Antes, por lo menos la sociedad cooperaba un poco. Pero hoy en día cuando usted va a una escuela quizás el maestro de ese niño sea homosexual o quizás el principal es pro homosexualidad y a su hijo se le va a presentar una imagen positiva y se le va a decir, mira, si tu eres heterosexual u homosexual no importa. Escoge tu lo que tu quieras. ¿Qué tu estás sintiendo ahí adentro? Y entonces se fiel a lo que tu sientes.
A menos que un hijo no tenga una imagen sana va a ser muy difícil. ¿Y qué se les está diciendo a las jovencitas? A las jovencitas se les enseña a como dijera yo, a animar y exaltar su sexualidad, usar ropa provocadora, lucir su cuerpo. Hay tanta jovencita insegura de su feminidad, hermanos. Hoy en día una jovencita no puede confiar en que si ella refleja los valores de una mujer en el sentido de seriedad, de honestidad, de sensibilidad femenina, no puede confiar de que eso es lo suficiente para encontrarle una pareja.
Hoy en día los jóvenes, los varones están en el driver’s seat, están en el asiento del chofer y dicen ‘bueno, yo tengo que probar la mercancía a ver antes de yo decidir’. Y las jovencitas están compitiendo con lo sexual y creen que tienen que primero entregarse y sino juegan el jueguito de la sexualidad no están en el mercado y no van a tener un noviecito, o no van a tener un día un esposo y cada vez menos jovencitas llegan al matrimonio vírgenes porque hay en ellas una inseguridad esencial de lo que es ser una mujer.
Y muchas veces la mujer aprende mucho de su padre. No es solamente de la mamá que una jovencita aprende lo que es ser femenina. Hay un elemento muy importante que la mujer necesita cuando es jovencita y niña, tener el calor de su padre para aprender lo que es el toque del varón, y para aprender a confiar en un hombre y para aprender a abrirse a un hombre adecuadamente. Y para eso también se necesita padres saludables y también se necesita madres que sean modelo para sus niñas.
Es muy importante, mujeres, que ustedes adopten a sus adolescentes, tanto a sus hijas como otras. Yo le pido al Señor que levante en nuestra iglesia León de Judá una comunidad colectiva que nosotros seamos como una aldea, juntos todos, una gran tribu velando por cada una de nuestras adolescentes, modelando lo que es una sana feminidad, adoptando a nuestras adolescentes y mostrándoles lo que es el carácter de una mujer verdaderamente sanada por Cristo Jesús.
Que nosotros velemos por nuestras jóvenes y los varones que nosotros le pidamos al Señor la fortaleza para no aprovecharnos de la fragilidad de la mujer hoy en día. Y hermanas, también les digo a las mujeres, que le enseñamos a nuestras hijas y nosotras mismas a no tentar al varón, a no manipular al varón, a no usar, porque cuando..... lo que hay ahí en la imagen de Génesis Capítulo 3, dice que la implicación en el hebreo original es que la mujer iba a estar como manipulando al hombre, y resintiendo el liderazgo del hombre. Y el hombre se iba a enseñorear de la mujer.
Y nosotros tenemos que decir, no, a esos patrones destructivos. Eso no es lo que Dios quiere de la iglesia de Jesucristo. Nosotros tenemos que, tanto la mujer tiene que pedirle al Señor, que sane la imagen de la mujer en esta cultura donde la imagen de la mujer se ha sexualizado. Y la mujer hoy en día es una comodidad, aún en el tiempo de que se exalta tanto la liberación femenina y el poder de la mujer, la mujer ha perdido valor en este tiempo.
Y hoy en día la mujer es más bien la que está siendo vendida y intercambiada como si fuera un objeto en el mercado de los géneros, hombre y mujer y del matrimonio. Porque la mujer es inherentemente, déjenme decirle, la mujer es poderosa en muchas maneras, muchas maneras bien poderosas y tiene el poder para destruir, levantar a un hombre, pero así mismo también es frágil.
Hay algo en la mujer que se llama el embarazo y el dar a luz y la constitución de su cuerpo, que la hace inherentemente frágil. La mujer es fuerte en el espíritu y en las emociones pero en su cuerpo hay una fragilidad. El hombre no queda encinta, la mujer queda encinta. Y Dios ha creado a la mujer con una cablería emocional, espiritual, mental que cuando la mujer viola esa configuración de Dios está fuera de su eje y está fuera de su postura de poder, y entonces cae en las trampas del hombre, explotador y cae en las trampas del diablo.
Hoy en día, entonces hay un desajuste tremendo en la sociedad. Los sexos están completamente fuera de su eje, de su definición. Y en la iglesia de Jesucristo tiene que haber una sanidad y un revolver a la imagen original que Dios tenía para el matrimonio.
Varones, Dios nos está diciendo a nosotros que tenemos que arrepentirnos de mucho comportamiento que no honra al Señor. Y ¿saben qué? que cuando nosotros lo hagamos y comencemos a cambiar y reconozcamos que no estamos siendo lo que Dios quiere que seamos, en vez de ser derrotados y de perder el respeto, vamos a comenzar a verdaderamente a ser felices entonces.
La bendición va a comenzar a fluir en nuestras vidas, porque la palabra del Señor dice que cuando un hombre es áspero con su mujer, cuando un hombre oprime a su mujer, cuando un hombre no está fluyendo en el sacerdocio verdadero que Cristo ha delegado sobre el varón, sus oraciones son detenidas. El hombre cae bajo el juicio de Dios, está caminando en debilidad y su vida espiritual no fluye con la misma efectividad porque el Señor ha declarado ciertas cosas. Cuando nosotros fluimos conforme a lo que Dios ha declarado, hay bendición. Cuando nos rebelamos, sea hombre o sea mujer hay maldición y hay juicio.
Cuando nos alineamos con lo que Dios manda, nuestra masculinidad es restaurada, es bendecida. Nuestros hijos son fortalecidos, nuestras mujeres reviven como una matita que ha estado sin agua más tiempo de la cuenta y comienzan a fluir otra vez en su feminidad y nosotros mismos nos sentimos a gusto sabiendo que estamos dentro de la voluntad del Señor.
Lo que hay hoy en día en muchas iglesias es hombres que dan dinero, sirven, cantan, evangelizan, reprenden demonios, pero en lo profundo de su corazón saben que hay un departamento que ellos están negando y están resistiendo y es ese liderazgo sano, noble, gentil, frágil de servicio que Dios quiere que nosotros ejerzamos.
Sabes, hombre, cuando tu eres débil entonces eres fuerte. Cuando nosotros nos hacemos débiles en obediencia al Señor y nos convertimos en amigos de nuestras mujeres, y nos convertimos en un recurso para nuestros hijos y nuestras mujeres, cuando reprimimos la pereza natural del varón, porque eso está en nuestra biología, y asumimos el manto sobrehumano de Cristo Jesús en nosotros, entonces nos convertimos en una mano benévola, en una voz suave, en una ayuda para nuestras mujeres y nuestros hijos, en un recurso, una fuente de amor, de consejo, de buena palabra, de pedir perdón cuando nos equivocamos, de restaurar las cosas cuando las regamos, como dicen los dominicanos, hermanos, viene la bendición al hogar, viene la bendición sobre el hombre, viene la bendición sobre el hijo.
Yo le pido al Señor que Dios restaure las relaciones matrimoniales y las relaciones hombre, mujer en esta iglesia. Y les hablo también a los jóvenes, a los no casados, a los solteros que están pensando casarse, y les digo, padres, enséñenles que sus hijos a ser una presencia benévola en su hogar. Enséñenles que no hay nada de malo en que un hombre se ponga una toalla y lave unos platos o aprenda a cocinar, o haga una cama, o doble una sábana, o planche una camisa. Eso embellece al hombres, eso lo hace más masculino, más hombre, más humano, más completo. Y eso lo hace más feliz en el matrimonio porque una mujer descansada y ayudada es una mejor amante y es una mejor amiga. ¿Si o no? Ahí está la respuesta.
Y de nuevo, no estoy, yo espero que nadie se sienta apaleado por esto, hermanos. Porque esto es la palabra del Señor que está tratando con nosotros y con nuestras vidas. Y, mujeres, si usted tiene un hombre que está haciendo un esfuerzo y que está dando señales de querer cambiar, y que está haciendo todo lo posible, mire, anímelo, estimúlelo, ámelo, reconozca que está haciendo un esfuerzo, y cualquier pequeña señal de vida que haya en él, anímela y abaníquela para que crezca más. No lo acuse cuando caiga en un error, porque la transformación se toma mucho tiempo. Pastoréelo en un sentido, ¿no? y anímelo. Cualquier señal de transformación diga ‘gloria a Dios. ¡Aleluya!’ Dance, salte alrededor de él y bendígalo y anime su liderazgo.
Mujer, cuando tu te rebelas, mujer cristiana, en particular, cuando tu te rebelas contra el liderazgo varonil, un liderazgo sano, sabe que estás fuera de tu eje, porque el Señor ha dado al hombre un liderazgo, misteriosamente porque la verdad es que yo creo que hay tantas mujeres que serían mejores líderes que nosotros, pero Dios ha escogido al varón para ser líder en su hogar. Y hay una bendición, tanto para el hombre cuando entra en un liderazgo sano, como para la mujer cuando acepta gustosamente el liderazgo de su esposo. Hay bendición.
Yo creo que un matrimonio, y ese es el problema, mire, un matrimonio donde el hombre es un ser pasivo o un ser oprimido que no se le está siendo permitido jugar su papel adecuado, o simplemente ha abdicado y ha rechazado su papel de líder, de sacerdote en el hogar, es un matrimonio cojo, es un matrimonio en debilidad y es un matrimonio donde la mujer y el hombre, los dos, y los hijos van a pagar el precio. Se va a estar desangrando ese matrimonio.
Y muchas veces, desgraciadamente eso es lo triste, que nosotros los hombres le hemos hecho a nuestras mujeres difícil, si no imposible, el aceptar nuestro liderazgo porque no estamos haciendo decisiones sanas. Ellas no se sienten seguras. Ellas no se sienten como que sus hijos están en buenas manos, ni la economía del hogar está en buenas manos. Y con un líder así no se atreven a ir a la batallas, porque saben que les van a volar la cabeza en la primera guerra que confronten.
Entonces, no es que las mujeres no quieren aceptar el liderazgo, pero nosotros no les hemos hecho lo suficientemente fácil el aceptar nuestro liderazgo y entonces las ponemos a ellas en desventaja. Porque las estamos forzando a cumplir una función para la cual Dios no las diseñó.
Yo creo que la mujer tiene mucho que dar, es como digo, para mi la mujer está hecha más poderosa en el espíritu y en las emociones que el hombre, porque el hombre es frágil emocionalmente. Así como es fuerte físicamente, así es frágil su masculinidad y su seguridad. Y la mujer es una cobertura.
Yo creo que cuando Dios dijo, le haré ayuda idónea a Adán, lo que quiso decir es, le voy a crear un ser que lo complemente a tal manera que ese hombre sea totalmente fortalecido por todos los lados. Le voy a dar a este ser, que es la mujer, unas cualidades y una configuración de personalidad que lo apertreche y lo fortalezca y lo ayude. Y yo creo que eso es lo que tiene la mujer.
Ahora, cuando una mujer no juega su rol así, cuando hay una mujer débil, no llena del espíritu, que no está llena de la palabra, que no está llena de la imagen de Cristo en ella, una mujer que está siempre desangrando su feminidad, viendo cosas tontas y no buscando la unción del espíritu santo, esa mujer no va a poder ser la ayuda idónea que necesita ese hombre.
Pero cuando los dos fluyen en su llamado, y el hombre está ejerciendo su liderazgo, su sacerdocio, su llamado y la mujer lo está apoyando y está siendo una guerrera y el hombre le delega a ella ciertas funciones y él hace las otras, y los dos trabajan como un equipo, óigame, hay una bendición increíble en el hogar. Y la sociedad es bendecida, y los hijos crecen como plantas plantadas al lado de arroyos frescos y limpios. Y eso es lo que Dios quiere para la iglesia, para esta iglesia.
Vivimos en una cultura, hermanos, que ha perdido la brújula. No hay definición, no hay definiciones, todo está para ser negociado y re inventado, y por eso está pagando el precio. Hoy en día, más que nunca la iglesia de Jesucristo está siendo llamada a recibir lo que dice Romanos, Capítulo 12, “...no os conforméis a esta época sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento.”
En otras palabras, no nos acostumbremos al mundo, no nos acomodemos a la cultura en que vivimos sino transformémonos por medio de nuestro pensamiento, nuestros patrones, siendo renovados por medio de la palabra de Dios continuamente corriendo en nuestras vidas.
Hay un llamado al hombre y a la mujer hoy en día y en la iglesia sobre todo. Cada vez que hablamos acerca de la homosexualidad y esto y lo otro nos tiran en la cara, pero si la iglesia tiene tantos divorcios como el mundo, si hay tantas mujeres descontentas y tantos matrimonios cojeando en la iglesia como fuera de la iglesia, ¿quienes son ustedes para estar diciéndonos cómo vivir a nosotros?
Si muchos de esos homosexuales inclusive vienen de hogares cristianos donde no hubo un padre que se metiera dentro de esos varones para infundirle su masculinidad y su seguridad a esos jóvenes. Y en tenemos que cambiar. Dios no puede ser burlado ni tampoco va a ser sobornado por tu dinero, ni por tu canto, ni por tu danza, ni por tus lenguas, ni por tu servicio, si estás en desobediencia.
El Señor Jesucristo dice, “¿por qué me decís, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” ¿Recuerda eso? los ojos del Señor penetran hasta lo hondo y atraviesan el follaje de nuestra superficialidad y llegan al corazón y si ahí hay inconsistencia y hay rebeldía en un hombre o en una mujer, el Señor lo señala con su dedo y dice, hasta que tu no arregles eso mi bendición no va a fluir en ti como yo quiero que fluya.
Así que los primeros que nos beneficiamos somos nosotros, hombre o mujer. Dios quiere sanidad en las iglesias, hermanos, Dios quiere sanarnos. Y yo quiero que tomemos un momento, ya terminando, gracias Samuel, puedes comenzar a tocar algo ahí.
Yo quiero tomar un momento para llamarnos a todos, hermanos, lo hice a las 12 y quiero hacerlo ahora para que vengamos a cuenta como dice el Señor. Solteros y a los casados, a los jovencitos, vamos a prometernos que en nuestra tierra los valores del Evangelio los vamos a integrar letra por letra, palabra por palabra, frase por frase, mandamiento por mandamiento, principio por principio, vamos a rastrear la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis para descubrir las leyes y los mandamientos del Señor y los vamos a integrar a nuestra masculinidad, a nuestra feminidad, a nuestros matrimonios, a nuestra paternidad y ahí va a venir la sanidad y la bendición de Dios sobre nuestras vidas, sobre nuestra iglesia, sobre nuestra comunidad.
Cuando la iglesia se sane, cuando los matrimonios se sanen, cuando la familia cristiana se sane, va a haber sanidad en la sociedad allá afuera. Porque la iglesia es la madre de las naciones. Y si la madre está enferma, la familia también va a estar enferma.
El Señor nos está llamando a arrepentimiento y nos está llamando a una toma de conciencia de que seamos un pueblo santo, apartado. ¿Qué quiso decir Dios cuando dijo, un pueblo santo a Israel? Le quiso decir, un pueblo que viviera en una forma diferente a como viven las naciones alrededor de ustedes.
Los hombres de la iglesia de Jesucristo tenemos que ser diferentes a los hombres del mundo. Es un insulto a la santidad de nuestro Dios cuando no hay diferencia en la forma en que se comportan los hombres cristianos a como se comportan los hombres que no tienen a Cristo. Es un insulto cuando las mujeres se comportan, las mujeres cristianas se comportan en una manera igual a las que no conocen al Señor. Es un insulto a la santidad y a las promesas del Evangelio cuando nuestros matrimonios cristianos cojean de las mismas dolencias y las mismas fealdades que los matrimonio que no conocen al Señor. Y es un insulto cuando los esposos cristianos no ejemplificamos los valores del Evangelio y vivimos igual que vive el mundo.
Es tiempo de ya de que eso cambie, hermanos. Es tiempo ya de que venga la sanidad al pueblo de Dios, de que venga una toma de conciencia y una confesión de pecado y que digamos, si, Señor, yo reconozco que me falta mucho y no me avergüenzo de admitirlo y te pido que me sanes y que me liberes y que me ayudes en este propósito que hago de ser un hombre, una mujer que ejemplifique la transformación que lleva tu palabra.
Y yo quiero pedir en esta mañana a todo varón que se sienta redargüido por esta palabra y si no se siente, por favor tenga el valor de quedarse sentado, pero que se ponga de pie por un momento y que le diga al Señor, Padre, yo quiero que tu me sanes y yo quiero que tu me hagas un hombre que ejemplifique esos valores del Reino de Dios.
Póngase de pie y reciba. Bájame un poquito el volumen, Samuel, un poquitito.
Y recibe esa palabra y examínese a si mismo. Yo quiero pedirles que pasen aquí al frente para una conversión, un acto de testimonio que hagamos. No hay vergüenza en esto, mis hermanos, sino hay sanidad y restauración más bien.
Recibe la palabra del Señor, vamos como hombres a re convertirnos y vamos a prometernos que vamos a ser bendición para nuestra familia, vamos a ser bendición para nuestra comunidad, amen. Yo me uno que mis hermanos como lo hice el domingo pasado, porque yo también necesito un toque del Señor y yo necesito examinarme a mi mismo también y asegurarme de que.... porque yo se que hay cosas de esa palabra que me caben a mi también. Y yo me uno a mis hermanos, en esta mañana para pedir esa sanidad en mi vida, en mi matrimonio y cada uno de nosotros aquí en nuestra masculinidad herida.
Necesitamos sanidad del Señor en esta mañana. Y vamos a pedirle al espíritu de Dios que plante esta palabra en lo profundo de nuestros corazones y que desarrolle todo el mensaje en el resto de la semana, que siga hablándonos el espíritu santo.
Y, hermanas, les pido que oren por nosotros en este momento. Póngase de pie usted y bendigan a estos hombres que necesitan, necesitamos, el toque de Dios en nuestras vidas. Y hermanos, ayúdennos aquí, los varones.
Vamos a clamar a Dios y sepa que usted está ahora misma en el lugar del poder, que es el lugar de la humildad y el lugar del arrepentimiento y del reconocimiento. No hay lugar más poderoso que cuando nos humillamos delante de la verdad de Dios.
Clame al Señor. La Biblia dice “examinemos nuestros caminos”. Examinemos nuestros caminos porque el Señor es fiel para perdonar, el Señor es fiel para extender su mano, el Señor es fiel para restaurar. Lo que Dios está esperando es una señal mínima, muchas veces de acercamiento, de sujeción a los valores del Reino de Dios para comenzar una obra sanadora en nosotros.
Pidamos perdón cuando hemos explotado a la mujer. Pidamos perdón cuando hemos abusado de nuestra energía sexual. Pidamos perdón cuando hemos abusado de la inseguridad de tanta mujer en este tiempo. Pidamos perdón cuando no hemos jugado el rol que debemos jugar como padres en nuestros hogares. Pidamos perdón cuando hemos dejado que el trabajo, el dinero y el cansancio nos robe el privilegio de bendecir a nuestros hijos con nuestro calor masculino.
Y gocémonos también en ver la bendición de Dios comenzando a fluir en nuestra vida de hoy en adelante, si nosotros tomamos esto a pecho y decimos ‘Padre, yo me voy a dedicar a explorar y examinar lo que quiere decir ser un hombre renovado, un hombre sanado, un hombre bendecido, un hombre que refleje el carácter y la masculinidad suprema de Cristo Jesús.
Y vamos a trabajar juntos, hermanos, vamos a ser sacerdotes en nuestros hogares y en nuestra comunidad. Vamos a ejemplificar el liderazgo de servicio ministerial de Cristo Jesús.
Señor, te amamos y nos sujetamos a tu verdad. Te pedimos perdón por no estar a la altura de tu llamado y queremos, Señor, en esta mañana desesperadamente que tu nos sanes y nos bendigas y que crees una iglesia compuesta de hombres y mujeres sanados.
Enséñanos, enséñanos a cómo levantar familias saludables, cómo ser esposos idóneos para nuestras mujeres. Háblanos, Señor. Háblanos, sánanos a nosotros primero, Señor. Sana nuestra masculinidad herida. Sana la imagen de Cristo rasgada y violentada por el pecado en nosotros. Sana los pecados de nuestros antepasados que todavía viven en nosotros.
Sana las heridas y los malos ejemplos que todavía tocan en nuestra mente y nos hacen resistir la verdad de tu palabra. Sánanos, Señor. Límpianos y haznos más como nuestro Señor.
Gracias, Padre. Nos paramos en la brecha en esta mañana y así pedimos por esta sociedad caída y pedimos, Señor, haznos a nosotros ahora mismo esa humanidad representante sobre la cual caiga tu sanidad y se extienda hacia las calles, los vecindarios, las casas, las comunidades de nuestra ciudad para que esa ciudad sea restaurada y bendecida y para que la acusación del diablo sea neutralizada y venga la bendición a nuestra ciudad.
Y comienza con nosotros primero. Nosotros nos constituimos en representantes de esa humanidad caída y necesitada. Pedimos tu bendición Señor. Tu bendición. Sánanos, sánanos, sánanos, sánanos.
Y ahora quiero a las mujeres también pedirles que hagan... tengan su propio momento de confrontación con el Señor. Quizás tu has sido herida y has sido escandalizada por el comportamiento de un varón en tu vida, puede haber sido tu papá, puede haber sido tu esposo que tienes, o tu esposo que te dejó y se fue con otra, o te despreció o te violentó tanto que te colmó la copa y dejaste la relación. Puede ser el hombre que te violó cuando niña o abusó de ti y tu llevas esas cargas.
Y yo quiero pedirte que en el nombre del Señor ahora mismo que eches eso a los pies de Cristo y no vivas ya más con esos pensamientos, ese resentimiento. Tu eres una hija de Dios restaurada, sanada, liberada, embellecida por la presencia de Cristo. Eres una princesa.
Cristo sanó tus heridas. La marca de ese hombre ya no está en tu espíritu ni en tus emociones. Cristo las sanó, todo depende de que tu la retengas en tu mente pero es una ficción simplemente, ya no existe. En si misma no existe y si tu la suelta ahora mismo y la dejas a los pies del Señor para abrazar lo que Dios tiene para ti, el futuro es un echo en el nombre de Jesús, en el nombre de Jesús.
Y si alguna herida de tu esposo en el pasado te está impidiendo entregarte a él plenamente y abrazar nuevamente el llamado a trabajar juntos para un matrimonio feliz, te suplico en el nombre de Jesús di, Señor, yo voy a dar el ciento por ciento, voy a esforzarme junto a mi esposo. Lo perdono, lo perdono en el nombre de Jesús y te doy gracias por las señales que hay en él de restauración y voy a seguir trabajando con él en esta mañana y de aquí en adelante para trabajar juntos por un matrimonio bendecido y para que nuestros hijos también sean bendecidos.
Y vamos todos, como un solo ser, a renunciar a las maldiciones del diablo en nuestras familias, esas acusaciones, esos derechos legales que él se acredita sobre nuestras vidas y nuestros hogares, y digámosle, no más, Satanás en el nombre de Jesús. Yo voy a hacer mi parte y yo confío en la gracia del Señor para lo demás.
Y constituimos nuestros hogares en templos del espíritu santo, refugios para nuestros hijos, y para los que lleguen allí heridos también. Vamos a pagar el precio, hermanos.
Dios quiere arrepentimiento de su iglesia. Dios quiere sanidad para su iglesia. Antes de la sanidad que necesita el mundo allá afuera, la iglesia tiene que sanarse, la iglesia tiene que pagar el precio. Una iglesia sanada es irresistible, una iglesia sana, una iglesia que se esté moviendo en el eje de poder de la palabra, hermanos, es una bomba atómica en el medio del infierno, es un ejemplo, se hace inmensamente atractiva.
Así que vamos a pedirle al Señor como mineros exploren os cada pepita de oro que hay en la palabra del Señor y la integremos a nuestra vida: lo pequeño y lo grande, lo cotidiano y lo sublime, todo, el Señor quiere que lo integremos, hombres, mujeres, vamos a abrazar el llamado de Dios en esta mañana. Amen.
León de Judá esta iglesia, Padre, te dice, sánanos, sánanos, sánanos, Señor y perdónanos, Padre, porque estamos lejos de ser lo que tu quieres que seamos pero Padre, no vamos a resistir tu llamado ni lo vamos a disfrazar, ni lo vamos a llamar otra cosa, ni vamos a pretender que no lo escuchamos, sabemos a lo que tu nos llamas y lo abrazamos y vamos a luchar con ello, Padre, hasta que venza en nosotros tu palabra.
No nos vamos a zafar de tu abrazo, Padre. Cambia a esta iglesia, Señor. Cámbiala, sánala, envía tu gracia, envía tu gracia, Señor sobre esta iglesia, sobre los que están lejos y sobre los que están cerca. Hacemos pacto, Señor en esta mañana de caminar y obedecer todos tus mandamientos, particularmente en lo que aplica a tu familia, la familia de Dios. Gracias, gracias. Dale gracias al Señor. Recibe el llamado de Dios en tu vida.