El bautismo del Espiritu Santo

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En Hechos 19, si no tiene su Biblia, escúcheme, dice: “Aconteció que entre tanto que Apolo, uno de los Apóstoles, estaba en Corinto, Pablo después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, una ciudad de Asia Menor y hallando a ciertos discípulos, el Apóstol Pablo les dijo ‘¿recibisteis el espíritu santo cuando creísteis?”

Es una pregunta. Mire la pregunta que le hizo el Apóstol Pablo a estos creyentes que él encontró en esa ciudad. Les preguntó ¿ustedes recibieron el espíritu santo cuando creyeron?

“..... y ellos le dijeron, ‘ni siquiera hemos oído si hay espíritu santo.” -imagínense- “....entonces Pablo les dijo ‘¿en qué pues fuisteis bautizados?’ Ellos respondieron, ‘en el bautismo de Juan’. Entonces Pablo dijo, ‘Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es en Jesús, el Mesías, el Cristo. Cuando los discípulos oyeron esto fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el espíritu santo y hablaban en lenguas y profetizaban. Eran por todos unos 12 hombres.”

Lo que tenemos aquí, hermanos, es como una pequeña escena de la iglesia del primer siglo. Los primeros días del esparcimiento del Evangelio y hay que entender algo de la historia de la iglesia para poder interpretar plenamente este pasaje.

¿Por qué yo he escogido este pasaje totalmente fuera de lo que teníamos en mente esta mañana cuando yo llegué aquí al servicio a las 9 de la mañana? Porque lo que hemos experimentado en el segundo servicio.... yo le decía al Señor, ‘Padre, antes de comenzar el segundo servicio, permítenos recibir la misma bendición que recibimos en el servicio de las 9.’ Porque a veces uno piensa ‘bueno, como que ya se gastó el espíritu, ya no queda más, así que los hermanos que vienen al segundo servicio, pues.... pero no, el Señor siempre tiene cosas nuevas para nosotros.

Lo que quiero es poner en contexto lo que hemos experimentado en esta tarde y animarlos a que continuemos buscando más y más en nuestra vida cada día. Periódicamente a través de los años yo siempre hago este llamado a los hermanos y siento del Señor cuando es tiempo de volver a remover las aguas, de volver a beber de las aguas del espíritu, volver a renovarnos como iglesia, volver a renovar el sentir pentecostal de la iglesia, la teología pentecostal que nosotros hemos abrazado como congregación.

Y eso es lo que hemos hecho en este día. Para Pablo era muy importante que todo creyente tuviera una clara relación con el espíritu santo y con los dones del espíritu santo.

Fíjese, cuando el Apóstol Pablo estaban predicando eran apenas los mismos comienzos de la fe cristiana y el Evangelio se había esparcido en una forma espontánea en ciudades y en pequeñas aldeas y campos, había llegado el Evangelio porque cristianos se habían ido de Jerusalén y habían sido esparcidos a diferentes partes y no había Biblia, lo que había era el Antiguo Testamento. Pero todo el Nuevo Testamento desde el libro de Mateo hasta Apocalipsis todavía no se había escrito. Eso se vino a escribir décadas después que Cristo ascendió.

Entonces no había una teología escrita. No había clara doctrina, sino que el Evangelio estaba simplemente siendo esparcido por gente que amaba al Señor, que había recibido un poquito un día, habían sido tocados por el Señor y se habían ido a otro país, o a otra aldea u otro pueblo, y compartían lo que sabían, lo que podían.

Entonces había mucha gente que no había sido bien instruida y eso parece que es lo que pasó aquí. El Apóstol Pablo llegó a la ciudad de Éfeso, se encontró con 12 hombres que decían ser cristianos. Porque miren, dice “... hallando a ciertos discípulos”.

Esa palabra se aplica en el Libro de los Hechos a gente que creía en Jesucristo, gente que había recibido a Jesús como su Señor y salvador. Pablo se encuentra estos hombres que dicen que son cristianos, pero por alguna razón él se dio cuenta que les faltaba algo, había una carencia en sus vidas.

Entonces, él les preguntó ¿ustedes recibieron el espíritu santo cuando aceptaron a Jesús, cuando creyeron ustedes recibieron el espíritu santo?

Ahora, hay que aclarar algo aquí, el Libro de los Hechos y otros textos del Nuevo Testamento hablan de recibir el espíritu santo en el sentido de recibir el bautismo del espíritu santo, recibir la llenura del espíritu santo, recibir la saturación del espíritu santo. Esa experiencia pentecostal que se refiere a cuando el espíritu santo entra con poder en tu vida y hace una obra de fortalecimiento, de sellarte, de dotarte con sus dones y de hacer algo dentro de ti, en una manera extraordinaria, porque la Biblia nos enseña que cuando una persona recibe a Jesús como su Señor y salvador, el espíritu santo entra.

Dice la Biblia aquí que el espíritu de Cristo entra a la persona. El Señor dice “yo estoy a la puerta, llamo; si alguno escucha mi voy y abre la puerta yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo”.

Es decir, hay una dimensión del espíritu santo que está en todo creyente, pero hay una segunda experiencia que se llama el bautismo del espíritu santo, la llenura del espíritu santo que nos corresponde a cada uno de nosotros buscar después que somos aceptados en el Reino de Dios.

Y yo comparto esto con ustedes porque se que muchos de nuestros hermanos aquí son nuevos en la fe, otros quizás vienen de una tradición evangélica donde no se habla tanto del espíritu santo, otros están buscando. Y yo quiero que nuestra iglesia crezca pareja, que crezca sabiendo lo que nos toca como hijos de Dios y quiero que ustedes siempre estén alertas a esa necesidad de acompañar su experiencia en Jesucristo con una intimidad y una relación activa, dinámica con el espíritu santo, con los dones del espíritu santo.

Yo voy a hablar más acerca de eso en un futuro no muy lejano, porque quiero siempre.... pasan los meses y viene una nueva generación de gente, vienen otros creyentes y hay que bendecirlos con la misma enseñanza. Y estas cosas tenemos que aprenderlas periódicamente.

Entonces, para Pablo era bien importante él estar seguro de que estos discípulos también habían tenido la experiencia del bautismo del espíritu santo.

Mire algo, cuando él les pregunta a ellos ‘¿ustedes recibieron el espíritu santo cuando creyeron? ¿Qué le contestan estos discípulos? Ni siquiera sabíamos que hubiera tal cosa como el espíritu santo.

Había una ignorancia en ellos porque, claro, no había sido adoctrinados. Seguramente alguien pasó por ahí, de camino, un cristiano comenzó a hablar con ellos. Les dijo acerca de Jesús, el Mesías que había sido crucificado, muertos por sus pecados, había resucitado. Y ellos dijeron ‘está bien, lo recibimos’. Y esta persona oró por ellos y siguió su camino, y ya esta gente tenía algo pero no habían adoctrinados, no habían sido enseñados, no habían sido ministrados.

Y Pablo los encuentra y les pregunta y dicen ‘nosotros no sabemos nada de eso.’ Entonces Pablo les pregunta ‘bueno, y entonces ¿en nombre de quién ustedes fueron bautizados? ¿cómo fueron bautizados?, porque parece que se habían bautizado. Le dijeron ‘bueno, recibimos el bautismo de Juan’.

¿Cuál era el bautismo de Juan? El bautismo que vamos a tener hoy, agua. Juan el Bautista bautizaba en agua, y ustedes recuerdan si leen uno de los libros de los Evangelios, que Juan dijo una vez ‘yo, dijo él, bautizo con agua’, pero dijo ‘pero viene uno que bautiza con fuego y con el espíritu santo’.

Entonces había como dos bautismos, eso fue lo que quiso decir Juan: un bautismo que era el bautismo de agua y otro bautismo. ¿Qué quiere decir la palabra ‘bautismo’? La palabra ‘bautismo’ viene del griego ‘baptizo’ que quiere decir sumergir, por eso es que bautizamos a la gente, la sumergimos en agua. Y también el bautismo del espíritu santo es como una inmersión, es como tomarte a ti tu personalidad, tu vida, tu sistema nervioso, tus emociones, tus recuerdos, todo y saturarlo, bajarlo y llenarlo en el espíritu santo. Esa experiencia la necesita todo cristiano.

Y en nuestra vida cristiana tiene que haber, de vez en cuando, frescas llenuras del espíritu santo. También se ve en el Libro de los Hechos que en varias ocasiones dice que los discípulos fueron llenos del espíritu santo, en momentos de oración, de intimidad con el Señor. El espíritu santo venía los tocaba, se refrescaban, se manifestaban los dones, había intensidad en el aire y la gente recibía una nueva dosis del espíritu santo.

Y eso, hermanos, es muy importante que nosotros lo practiquemos en nuestra vida cristiana, que no nos conformemos con la experiencia de ayer o de hace seis semanas. Yo les decía a los hermanos esta mañana que nosotros tenemos siempre que estar midiendo nuestra temperatura espiritual.

Siempre tenemos que tener por allí un termómetro para ver dónde estamos, si estamos en full o si estamos en E, en vacío. ¿Por qué, qué pasa? La vida con sus luchas, sus sinsabores, sus sobresaltos, sus decepciones, sus sustos, sus disgustos, con el paso de los días, las semanas, va bajando nuestro ánimo. La misma rutina de venir cada domingo a la iglesia y cantar los mismos coros y escuchar la predicación de la palabra. ¿Qué pasa? Como que va uno acostumbrándose, va perdiendo el sentido de los sagrado, de lo nuevo de la vida del espíritu y como que caemos en una rutina ¿no?

Venimos a la iglesia, hacemos las mismas cosas y como que uno si no se cuida, uno corre el riesgo de que el Evangelio se convierta en algo burocrático. Una rutina más: venimos, nos persignamos, hacemos unos gestos allí raros y nos vamos a la casa igualito que como llegamos; a menos que no tengamos una decisión en nuestra vida de periódicamente venir y buscar una visitación fresca del espíritu santo.

Yo, como pastor, siempre trato de velar por la temperatura espiritual de la congregación. Y en estas últimas semanas, yo le decía ‘Padre, necesitamos una visitación tuya. Necesitamos un toque tuyo’, porque también los temas que hemos estado tratando son temas muy prácticos, muy buenos, de mucha bendición, pero el espíritu santo tiene que ser glorificado específicamente, tiene que ser levantado ante el pueblo, tiene que ser invitado. Hay que alabarlo, hay que darle espacio y eso es lo que hemos hecho en este día.

Hemos invitado al espíritu santo a venir, tocar nuestra vida, refrescarnos, hacer obras en nosotros. Me encanta ver hermanos y hermanas nuevos en la fe que están hambrientos del Señor y hemos impuesto manos sobre ustedes, hemos declarado cosas. Y yo creo que Dios ha hecho obra de renovación en sus vidas, mis hermanos. Y sobre todo les estamos impactando con esta idea de que la vida cristiana es una vida que tiene que ser llevada en intimidad con el espíritu de Dios.

Porque la vida cristiana no es solamente acciones y palabras y rituales. La vida cristiana depende de la energía, de la dinamita del espíritu santo en nosotros. Es como un carro, un carro tiene asientos, tiene un guía, tiene motor, tiene transmisión, tiene una carrocería, ruedas, pero hay algo muy importante que es lo que hace que ese carro se mueva y es la gasolina que usted le echa continuamente. ¿Si o no? Sin gasolina ese carro no va para ningún lado, necesita ese líquido que se puede convertir en explosión y en energía que mueve la máquina.

Asimismo es con el cristiano. Hay doctrina, hay fe, hay cuerpo, hay emociones, hay decisiones que hemos hecho, pero se necesita la energía, la gasolina que mueve todo ese aparato de fe que es el espíritu santo. Por eso el Señor Jesucristo le dijo a los discípulos ‘no se vayan de Jerusalén hasta que no hallan recibido el bautismo del espíritu santo’.

¿Por qué les dijo eso? Porque cuando ellos salieran de Jerusalén donde había comenzado el Evangelio, iban a salir a diferentes partes del mundo, diferentes países, iban a encontrar resistencia, iban a encontrar pruebas y necesitaban primero la gasolina poderosa del espíritu santo para poder predicar el Evangelio y resistir los ataques del enemigo en sus vidas.

Así que, cristiano, cristiana, yo te animo en el nombre del Señor a recordar siempre que tu necesitas, no solamente haber recibido a Cristo como tu Señor y salvador, tu necesitas no solamente venir a la iglesia, sino que también necesitas una fresca unción del espíritu santo día tras día en tu vida. Amen.

Por eso Pablo les dijo ‘bueno, está bien, ustedes recibieron el bautismo de Juan, muy bien, recibieron a Jesús, pero hay algo más. Yo voy a orar por ustedes’. Dice la Biblia que les impuso manos y recibieron el espíritu santo y profetizaron y hablaron en lenguas.

Cuando tu recibes el espíritu santo algo pasa en tu vida. Hay una manifestación externa, puede ser llanto, puede ser risa, puede ser gozo, puede ser levantar las manos, puede ser danzar, puede ser caerte, puede ser decir ‘Gloria a Dios, ¡Aleluya!’, puede ser profetizar, puede ser hablar en lenguas. Hay manifestaciones que se dan. ¿Por qué? Porque el espíritu santo entra en tu vida, el espíritu santo es energía y se conecta con la energía de tu sistema nervioso, de tu espíritu y hay una reacción que exterioriza lo que está sucediendo en diferentes maneras, como hemos visto.

Y como iglesia, no debemos sorprendernos de nada de estas cosas porque esto es parte de la obra de Dios en nuestra vida. Y salimos de aquí fortalecidos. No se crea, cuando una iglesia permite que el espíritu santo salte y se mueva las bendiciones no solamente suceden en el momento mismo, sino que eso renueva la vida de la iglesia.

Yo les aseguro que las vibraciones de esto van a seguir por muchos días en esta congregación porque es lo que pasa cuando..... Es como esa historia de que había un lago, un estanque donde dice que periódicamente venía un ángel y removía las aguas y que cuando el primero que se tiraba era sanado. ¿Recuerdan esa historia?

Y así pasa en la vida de una iglesia. Muchas veces el estanque del agua del espíritu santo está así, plácido, tranquilo, sin moverse y tenemos nosotros que venir y remover el agua para que la energía del espíritu santo salte otra vez, se mueva otra vez. Esas aguas plácidas que se han ido estableciendo dentro de nosotros a fuerza de rutina y de diario vivir en la vida cristiana tiene que volver a removerse, tiene que volver a subir la temperatura espiritual.

Hermanos, no nos conformemos jamás con ser una iglesia programática. Amen. No queremos ser una iglesia de programa solamente. Queremos ser una iglesia que de vez en cuando se le caiga el moño porque hace un poquito de desorden y saltamos y oramos y bendecimos y nos gozamos en el Señor y volvemos a batir las aguas del espíritu. Gloria a Dios por eso.

Diga ‘Gloria a Dios’ y alabe al Señor. Gloria al Señor. Amen. Amen. Amen.

Jóvenes, niños, adultos, nuevos creyentes, gente de tiempo en la fe, somos un pueblo que ama el espíritu santo, somos un pueblo que amamos los dones del espíritu santo, somos un pueblo.... amamos el mover del espíritu en nuestra vida.

No es con espada, no es con ejército, no es con dinero, no es con programa, no es con planta física, no es con administración efectiva, es con el poder del espíritu santo que se hace la obra. Y Dios quiere una iglesia ungida. Dios quiere una iglesia llena. Dios quiere una iglesia enérgica. Dios quiere una iglesia que no tenga temor de pegarse al cable vivo del espíritu santo y recibir una dosis fresca. Es lo que hemos hecho en este día.

Gloria al nombre del Señor. Bendecimos el nombre de Jesús. Póngase de pie. Vamos a darle gloria al Señor y con eso vamos a cerrar este tiempo y vamos a esperar unos momentitos hasta prepararnos bien, mientras nuestros hermanos, los que van a levantar la plataforma. Si están por ahí, ¿nos pueden ayudar en esto?

Roberto, ok, pasa por acá, ya estamos prestos..... pero dele gloria al Señor. vamos a una última oración para cerrar este tiempo.

Padre, te adoramos, te bendecimos, te damos gracias. Queremos más de ti Señor, gracias por lo que tu has hecho en esta tarde y te invitamos a continuar Señor, continuar trabajando en nuestras vidas como iglesia. Completa la obras que has iniciado, Padre. Te damos a ti toda la gloria y toda la honra y te invitamos a tomar posesión de nuestras reuniones cuantas veces tu quieras, Padre, y a ti daremos siempre la gloria y la honra.

Bendito sea tu nombre. Denle un gran aplauso al Señor.