Haz un pacto con la verdad

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Quiero ahora presentar a alguien que nos va a traer una meditación en esta mañana. Ustedes han visto a una persona vestida fuera de lo común normalmente, el hermano Pablo Dupuy, que está aquí con nosotros en esta mañana. El hermano Pablo para mi es un personaje profético aquí en medio de nuestra iglesia.

Él llegó hace muchos meses, varios meses aquí a la congregación, venía,... su estadía más inmediata había sido en la República Dominicana, como misionero allí en República Dominicana trabajando en algunos de los vecindarios más pobres y difíciles de la capital, Santo Domingo. Es un hombre que tiene un corazón para los pobres, tiene un corazón para el evangelismo, tiene un corazón para Jesucristo y yo he tenido ocasiones de conversar a largo con el hermano Pablo y sentir su amor por el Señor, la integridad de este hombre, su mente evangélica, sólidamente bíblica, y para mi, yo digo que es un personaje profético porque el hermano Pablo representa esa unión de la iglesia evangélica y la iglesia católica que yo creo que Dios quiere para los últimos tiempos, que su iglesia, que ha estado dividida entre esos dos grandes sectores, todo el mundo griego ortodoxo, ruso ortodoxo, episcopal hasta cierto punto y la iglesia católica apostólica romana, el este y el oeste se dividieron hace siglos atrás, y esa división de la iglesia nunca se ha vuelto a sanar. Se dividieron en el siglo XVI de nuevo y se dio lugar a toda esa reforma protestante con todas sus diferentes denominaciones y por otra parte quedó la iglesia católica, romana, y todavía tampoco se ha sanado esa división. Y yo creo que Dios quiere sanar la divisiones entre su pueblo, no se cómo él lo va a hacer, pero Dios lo va a hacer. Y yo me alegro de que en nuestra iglesia haya personas como el hermano Pablo que representan nuestra apertura a los misterios de Dios y nuestro conocimiento de que Dios habla en todos los sectores de su iglesia en diferentes maneras, y que todos necesitamos sanidad.

La iglesia evangélica hoy necesita sanidad y la iglesia católica necesita sanidad también, y las iglesias ortodoxas necesitan sanidad también. Entonces, en esta mañana nosotros habíamos estado hablando de que él tuviera la oportunidad.... él está en una etapa de transición en su vida y ministerio y Dios está hablando a su corazón. Él ha estado afiliado durante décadas, con una orden católica, pero no católica romana, no afiliada con Roma, sino con otra orden católica, porque existen tales órdenes. Ellos han tenido misioneros en diferentes partes de Latinoamérica y el hermano Pablo está en transición y en búsqueda de la voluntad de Dios para su vida, si puedo decirlo de esa manera, ¿no? Pero es un hombre ya con una definición muy clara en términos de su fe y su confianza en el Señor y muchas otras cosas.

Yo creo que para nosotros nos expande y nos bendice escuchar de este siervo de Dios y que él tenga oportunidad también de ir encontrando su lugar en esta etapa de su jornada espiritual, de su peregrinaje, su apostolado, podríamos decir en un sentido. Así que yo le he pedido al hermano Pablo que comparta con nosotros una meditación en esta mañana y yo espero que ustedes lo van a recibir cálidamente y van a escuchar de el Señor. Denle un aplauso al hermano Pablo. Pasa por aquí hermano.

Amados hermanos y hermanas, que Dios les bendiga a todos y a todas. Quería hablar algunos minutos esta mañana sobre la palabra. No estoy habituado a tener micrófono... la modernidad. Entonces, todos los que tienen una Biblia, y espero que muchos tengan su Biblia porque es muy importante de caminar, de utilizar su Biblia en todo tiempo, de no tener vergüenza de tener su Biblia.

Se puede abrir en el Primer libro de Samuel, Capítulo 3, versículo 3 al 8.

“....Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová donde estaba el arca de Dios y antes de que la lámpara de Dios fuese apagada, Jehová llamó a Samuel y él respondió, ‘heme aquí’, y corriendo luego a Elí dijo, ‘heme aquí, ¿para qué me llamaste?’ y Elí le dijo, ‘Yo no he llamado. Vuelve y acuéstate’. Y él se volvió y se acostó. Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel y levantándose Samuel vino a Elí y dijo, ‘heme aquí, ¿para qué me has llamado?’. Y él dijo, ‘hijo mío, yo no he llamado. Vuelve y acuéstate’. Y Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada. Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel y él se levantó y vino a Elí y dijo ‘heme aquí, ¿para qué me has llamado?’ Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven. Y dijo Elí a Samuel, ‘Ve y acuéstate, que si te llamare dirás, ‘habla Jehová, porque tu siervo oye’. Así se fue Samuel. Se acostó en su lugar y vino Jehová y se paró y llamó como las otras veces. ‘Samuel, Samuel,’, entonces Samuel dijo, ‘Habla, porque tu siervo oye’....”

Usted ve que no es necesario ser viejo para escuchar la palabra en la voz de Dios. Uno puede ser joven, hemos visto ahora mismo un ejemplo de cómo hay jóvenes que captan el mensaje de Dios y que saben transmitir. No es necesario tener barba gris, ni canas para oír a nuestro Señor Jesucristo y a Dios. Porque Samuel es un adolescente, él es joven. No está acostumbrado todavía a oír y a captar la voz de Dios, a tal punto que pensaba que era Elí que le llamaba, y 3 veces se levantó para hablar con él y dice ‘heme aquí, heme aquí’.

Y fue Elí primero que entendió porque los adultos, los más ancianos tienen que enseñar a la juventud cómo captar la voz de Dios, porque Dios habla a los jóvenes también. Samuel estaba en el templo, y Dios le habló en el templo.

Y aquí nosotros estamos en el templo y aquí también Dios nos habla, tanto a los jóvenes como a los viejos. Dios nos habla y hay que saber escuchar, hay que entender cuándo es la voz de Dios y decir, ‘heme aquí, Señor, yo escucho tu palabra, estoy dispuesto a hacer todo lo que tu quieres’.

Pero muchas personas no saben discernir la voz y muchas veces puede ser por orgullo. El orgullo es un impedimento para que captemos la palabra de Dios. Recuerde la historia de la torre de Babel, los hombres querían construir una gran ciudad y una torre para que llegue hasta el cielo. Pensaban que podían escalar el cielo y obligar a Dios a venir hasta ellos por sus esfuerzos y no por la gracia de Dios.

¿Y qué fue el castigo que Dios ha dado? Ustedes recuerden que Dios vino y confundió a las lenguas, dividió a las lenguas de tal modo de que entre ellos, los hombres ya no se entendían. No se entendían entre ellos porque no habían entendido a la voluntad de Dios que siempre estemos en humildad.

Es la humildad que nos va a dar la posibilidad de oír a Dios y la posibilidad de hablar dignamente a Dios. Y no importa si sabemos qué cosas debemos decir o no decir, porque hemos recibido la promesa que el mismo Espíritu Santo vendrá a orar de entre nosotros con gemidos sabiendo lo que necesitamos.

Hay que confiarnos a Dios. Y si no sabemos las palabras que decir, el Espíritu Santo las dirá. Porque nosotros podemos estar en comunión directa con Dios. Pero como digo, hay confusión y hay mucha confusión también porque hay mucha mentira. Hay mucha mentira, nosotros fácilmente podemos mentir a nosotros mismos y a los demás. Y el mundo moderno actualmente es un océano de mentira. Mentira por la televisión, mentira en las escuelas, mentira muchas veces hasta en las familias, mentira en ciertas iglesias, mentira entre los políticos. Nadamos en un océano de mentira.

Pero quién es el padre de la mentira. Lo sabemos, no quiero pronunciar su nombre, para que no tiene gloria ni de eso. Pero hay un padre de la mentira, que nuestro Señor Jesucristo qué ha dicho de él mismo, ‘Yo soy el camino, la verdad...’

Es la verdad. Cristo es la verdad y cada vez que nosotros hablamos con verdad, que decimos la verdad, estamos hablando en el espíritu de Cristo que a través de nuestra lengua, que Dios, para decirlo así, se encarna a través de nuestra lengua. Mientras que cuando decimos mentira, ¿quién está hablando por nuestra boca? No el que debería tener poderío sobre nosotros.

Y nosotros fácilmente nos engañamos. Yo recuerdo una vez una familia me llamó, han dicho, bueno, el doctor que nuestro abuelo no va a durar la semana, que va a morir, pero no nos atrevemos a decirle, el doctor no lo dijo tampoco, pero estamos un poco inquietos por su eternidad porque él no entiende bien las cosas de Dios, si usted puede venir y hablar con él para prepararle a presentarse a Dios.

Entonces, yo vine y yo hablé con él, y le digo, ‘Don Tomás, yo tengo que decirle algo que no es fácil pero que es necesario, que nadie se atreve a decirle, es que durante la semana se va a presentar frente a Dios, es el momento que todavía tiene conciencia, todavía tiene posibilidad de pensar en todo lo que ha hecho mal en su vida para pedir perdón a Dios. Hay que pedirle perdón de no salir de este mundo sin el perdón de Dios. Hay que pedirle perdón por sus pecados. Nadie quiere hablar de pecado hoy.

Y él me dijo, ‘pero yo nunca he cometido pecado..... ‘ 90 y pico de años.... ‘Yo nunca he dicho una mentira’. Yo dije, ‘y la mentira, ¿usted nunca ha dicho mentira?’. ‘No, yo nunca he dicho mentira... Yo, una mentira.’ Yo le digo, ‘bueno, al menos puede pedir a Cristo perdón por la mentira que acaba de decir’.

Dice, ‘¿qué mentira?’ Todavía entendía, es decir, que nunca has pecado, ... se sabe por el Evangelio que el justo, no el pecador, el justo peca 7 veces al día, y tu nunca en tu vida de noventa y pico de años nunca has pecado.... Dichoso tu. Pero piénsalo, piénsalo bien,

Porque ¿qué sucede? Si nosotros no somos almas de oración por inteligentes que podamos ser, se oscurece nuestra mentalidad, se oscurece nuestra inteligencia. Es por eso que podemos ver a personas brillantes en la economía, en la política, en las universidades, gente muy dotada intelectualmente y hablan necedades. No entienden la verdad, porque Dios les ha quitado su luz, porque no tienen la humildad de ponerse de rodillas y de pedir la luz de Dios. Piensan que todo su inteligencia viene de ellos mismos. Pero es Dios quien da los talentos, es Dios que da la posibilidad de hablar, es Dios que da la palabra de sabiduría, es el Espíritu Santo que entra dentro de nosotros para que nosotros hablemos como si fuese el mismo Cristo hablando, porque somos extensiones, si se puede decir, para completar la obra de salvación que Cristo ha comenzado en esta tierra. Somos instrumentos y debemos actuar como instrumentos.

Entonces, cuando realmente nosotros comenzamos a hablar la verdad. ¿Se recuerdan lo que pasó con Salomón? Salomón había pedido la sabiduría. Dios le dijo ¿qué quieres, qué don te voy a dar? Y él ha dicho, ‘la sabiduría’, ha pedido un don muy importante. Entonces Dios le dio la sabiduría y él no la guardó para él, él comenzó a hablar con sabiduría, a juzgar con sabiduría, reinar con sabiduría. Y se dice que la gente venían de todas las naciones para oirle hablar, venían de todas partes. De modo, que si somos verdaderamente hombres y mujeres de Dios, si realmente nosotros tenemos este espíritu de Dios con palabra de verdad, palabra de sabiduría, la gente escuchará.

Hay gente que escuchará porque hay mucha sed y mucha hambre actualmente porque son tan pocos los que están enseñando la verdad que cuando las almas sinceras la oigan, están contentos, están satisfechos, se sienten muy felices. Hay que siempre guardar vuestra lengua, porque nosotros, como digo, fácilmente nos mentimos a nosotros mismos. Nosotros decimos que, bueno, una mentirita, una mentira blanca, que no es grave ¿verdad? no es importante. Yo para defender mi reputación, como queda la reputación es sagrada. En justicia tengo derecho a mi reputación, de modo, si, yo voy a decir una palabra que no está totalmente conforme con la verdad, no importa, al menos yo retengo mi reputación. ¿Reputación, de qué? De mentiroso.

Una vez hubo una señora, no solamente las señoras que se comporten así, los hombres también, pero hubo una señora que le gustaba mucho hablar de su vecina. Tu sabes, mi vecina hizo esto, y mi vecina hizo lo otro y a las 11 de la noche yo vi entrar un hombre que no es su marido en su casa y ta, ta, ta, ta, hablando. Pero en cierto punto se daban cuenta que realmente no debería hablar así, entonces ella fue a ver a un hombre que tenía precisamente la luz del Espíritu Santo y dice, ‘¿qué debo hacer que quizás, quizás, no debía hacer eso? Entonces el hombre dijo, ‘bueno, vaya a buscar una almohada, venga conmigo al cruce y abra la almohada y tira todas las plumas por los cuatro vientos.’

Entonces, ella dice, ‘entonces, ¿y qué? Después de una semana vuelva recoger las plumas. Ella dice, ‘pero eso es imposible, ¿cómo voy a recoger las plumas que han sido tiradas por el viento una semana después?’ Y él dijo, ‘así las palabras que tu has dicho contra tu vecina se han volado, dónde.... Dios sabe a dónde han llegado. Se han multiplicado esas plumas, esas palabras están andando por todas partes.

Y solamente en este momento entendió la gravedad de mal hablar, entendió la gravedad de mal hablar. Y a veces puede llegar a ser muy, muy grave. ¿Recuerda la historia de Ananías y de Zafira, ¿verdad? Que habían vendido sus propiedades, tenían el dinero y querían poner todo en común, decían ellos, y venían a los Apóstoles a depositar el precio de su ganancia, de su venta. Y Pedro, por luz del Espíritu Santo entendía que no han traído todo. No estaban obligados, no era una obligación de traer todo el dinero de la venta y darlo a los Apóstoles, esto es mucho más que el diezmo todavía. No podemos quejarnos del diezmos cuando los primeros cristianos daban todo, no solo el 10%. El diezmo es poca cosa.

Entonces, han dicho, bueno, aquí todo el dinero de la venta. Y Pedro dijo, ‘no es a los hombres que has dicho mentira sino a Dios mismo’, Y Ananías se calló y murió de repente. Usted ve que mentir a Dios....

Hay muchas personas que cuando viene el tiempo de confesar sus pecados, dicen, ay, Señor, yo no he hecho ningún mal contra mi vecina. Yo no he robado nada, y hacen la lista de sus virtudes y de sus calidades. Pero no la lista de sus pecados, están confesándose a Dios, tratando de convencerle a Dios, oh, yo soy muy paciente con mis hijos, y yo tolero mucho la vagabundería de mi esposa y esto y lo otro.... Mentira. Están diciendo mentiras a Dios.

Y piensan que Dios, yo no se, es medio bobo.... que Dios no sabe... Entonces, hermanos y hermanas, tenemos que desarrollar un culto de la verdad, ser personas muy, muy, muy de verdad. Esto nos viene por el amor a Cristo, por el amor al Espíritu Santo, eso nos viene... Dios nos da esa reverencia.

Yo recuerdo un hombre que le faltaba un poco de juicio. Él cometía errores de todo tipo: perdía dinero, accidentes, muchas cosas, pero franco, franco, verdadero. Yo creo que en su vida no ha dicho una mentira, de modo que cualquier cosa que nos decía, nosotros teníamos la confianza de que estaba diciendo la verdad.

Si nosotros podemos dar esta impresión a los demás, es siempre decir la verdad, cuando hablamos de las cosas de Dios, nos escucharán, en el dulce nombre de nuestro Señor Jesucristo, amen y gracias.

Gloria al Señor. Sencillo, pero profundo y bíblico y es un llamado, hermanos, a todos nosotros. Le voy a pedir a los músicos que pasen por favor, no hay que añadir más a esto. Es un llamado para todos, comenzando conmigo de tener cuidado de cómo usamos nuestra boca, de ser honestos con Dios primeramente o quizás primero con nosotros mismos. Porque antes de ser honestos con Dios tenemos que saber qué le vamos a confesar a Dios y qué vamos a compartir con Dios; y de casarnos con la verdad, en hacer un pacto con la verdad.

La verdad, dentro de nosotros mismos, la verdad al hablar a los demás, la verdad también en cómo tratamos a los demás, que siempre haya verdad en nuestras relaciones, y si no tenemos una palabra edificante que decir, no la digamos. Si estamos en un ambiente donde están hablando de una persona que nosotros conocemos, no seamos partícipes en eso. Y cuidémonos de decir cosas que destruyan la reputación de los demás también.

Como cristianos yo creo que debemos distinguirnos por esa integridad que debemos tener para con Dios y para con nuestros hermanos siempre. Que la gente diga, ahí hay un hombre, ahí hay una mujer que yo puedo poner mi reputación en sus manos, puedo poner mi vida en sus manos, puedo cometer un error y poner ese error en sus manos también y va a manejarlo correctamente. Que Dios haga que esta iglesia siempre sea una iglesia donde la verdad en todas sus manifestaciones, todas sus expresiones impere, inclusive desde este púlpito siempre también, hermanos.

Eso nos mantendrá sanos y no permitirá que el enemigo tenga ocasión de acusarnos y hacer daños a nuestras vidas.

Vamos a ponernos de pie. Vamos a hacer un pacto con la verdad en esta mañana. Amen. Si tu has hablado mal de alguien, si has dañado la reputación de alguien. A veces con un comentario leve, una palabra, una mirada, un gesto, un comentario rápidamente con alguien de paso y esa palabra no tenía el sazón de Cristo, no hubiera salido de la boca de Cristo, vamos a arrepentirnos de eso en este momento, amen.

Si nuestros hábitos de hablar a nuestros hijos, a nuestro cónyuge, en los momentos de socializar en el trabajo no reflejan la sanidad que conviene a un hijo de Dios, no reflejan el amor, la misericordia, la gracia, el mirar primero a nosotros mismos y saber que si no fuera por la misericordia de Dios no podríamos estar ante su presencia. Si nuestras palabras no reflejan el afirmar a los demás, el levantar al caído con una palabra de ánimo, el consolar a alguien que está en necesidad y en aprietos, arrepintámonos en el nombre de Jesús.

Si nosotros hablamos más de la cuenta muchas veces, se hay más palabras de crítica que de afirmación que a veces salen de nuestra boca, pidámosle al Señor que sane nuestra actitud, y hagamos un compromiso de ser gente inofensiva. Inofensivo quiere decir, incapaz de hacer daño.

Ahora, si hay que hablar la verdad, se habla la verdad pero siempre se habla la verdad con misericordia y con amor. A la espada se le pone una pequeña insulación para que no golpee, no mate, no corte, pero si golpea, que golpee en una forma que fortalezca y edifique y no deje caída a la persona y tirada en el piso.

Así que recibamos este llamado de parte del Señor. Padre, nos arrepentimos de palabras ociosas, nos arrepentimos de palabras crueles, nos arrepentimos de palabras carentes de misericordia, nos arrepentimos de palabras que hacen daño a la imagen de personas que no están presentes para defenderse o presentar su caso, nos arrepentimos de momentos en que no hemos dicho buenas cosas cuando hubiéramos podido haberlo dicho, Padre. Nos arrepentimos de a veces no afirmar a los demás, nuestros hijos, nuestros cónyuges y pedimos que nos ayudes a ser más generosos y más misericordiosos y más temerosos delante de ti y delante de nuestros hermanos.

Gracias por este dulce recordatorio, Señor, que nos has dado en esta mañana. Gracias por todo lo que se ha hecho hoy, por la presentación de los jóvenes, por la alabanza, Señor, que ha fluido entre nosotros, por las oraciones que se han hecho, por la intercesión que sabemos que ha llegado ante tu trono y por el privilegio de estar en tu casa Señor, hoy, en este tiempo navideño y recordar a nuestro Señor Jesucristo que siempre habló la verdad y que siempre encarnó la verdad.

Sácanos de aquí ahora con tu bendición, Padre, con tu presencia muy fuerte dentro de nosotros porque te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amen. Les bendigo en el nombre de Jesús.