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Yo estaba pensando esta mañana mientras bendecíamos a las madres, y hoy mismo también cuando veía ese hermoso grupo de mujeres pasar aquí al frente, pensaba en cómo las hermanas bendicen nuestra Iglesia, bendicen nuestra comunidad y pensé también en un sector de nuestra iglesia que a mí a través de los años me ha sido de tanta bendición y son esas madres que las llamamos a veces madres solteras.
Pero no son necesariamente y únicamente madres solteras porque muchas de ellas han sido casadas y quizás por una razón u otra su matrimonio se quedaron fragmentados, algunas sí son madres que tuvieron sus hijos en otra etapa de sus vidas y no tienen un marido, un esposo pero que en cualquier forma son esas mujeres esforzadas y valientes de nuestra iglesia que son mamá, son papá, son proveedoras de sus casas, son tutoras, a veces son guerreras de sus hijos y le dicen al diablo: "Por aquí tú no vas a pasar". A veces son guerreras que luchan con sus hijos y les dicen, "de aquí tú no vas a salir". Pero lo que sean son mujeres que nos bendicen con su dotación espiritual y su bendición.
Yo en el libro que acabo de escribir puse algo que quiero leer, para bendecir a esas mujeres que de tanta bendición son a nuestra Iglesia. Esas "madres solteras" -entre comillas- que no son solteras nada, porque tienen un esposo que es su Padre, su Dios celestial que les ama y que es su guerrero. No están solas, mis hermanas, y les bendecimos en el nombre del Señor.
Pero quiero a manera de señalar lo que ustedes son para nuestras vidas y en reconocimiento también de que nuestras Iglesias necesitan saber como administrarles a ustedes. Necesitamos aprender como iglesia latina en Estados Unidos, cómo bendecirles.
Yo creo que los valores que están ejemplificados aquí van para todas las mujeres de nuestra Iglesia, casadas, no casadas, madres, no madres, solteras o lo que sean, ustedes son un ejemplo y son mujeres ejemplares.
Digo aquí: 'relacionado con el reto de la juventud, la Iglesia Hispana también confronta el reto de la madres solteras que abundan en nuestras iglesias. Algunos de los líderes más poderoso en nuestra Iglesia son precisamente esas mujeres esforzadas y valientes que cada día tienen que jugar el papel de mamá y papá, proveyendo materialmente para sus hijos, sirviendo como mentores espirituales, manteniendo la disciplina sobre adolescentes conflictivos y con frecuencia sirviendo fielmente a sus Congregaciones.
Admiro su valentía, su voluntad feroz de vivir con gracia sin perder el buen humor o el gusto por la vida. Son un ejemplo elocuente para mí de fe y persistencia en medio de retos y pruebas abrumadores, de increíble generosidad y capacidad para perdonar, de amor feroz que no se deja vencer por la ingratitud o la desconsideración.
Frecuentemente estas mujeres ejemplares luchan con la depresión y el desaliento, el cansancio físico o el sentido de soledad e impotencia. A veces se sienten incapaces de defender a sus hijos de la influencia dañina que emana de la cultura juvenil en que se mueven. Muchas veces se desesperan cuando sus hijos varones entran en esa edad difícil en que se sienten obligados a afirmar su masculinidad e independencia y no saben cómo manejarlos o aconsejarlos, cómo balancear la tolerancia con la disciplina.
Muchas de estas mujeres, sostienen trabajos demandantes y agotadores, los cuales les dejan muy poco tiempo para cuidarse a sí mismas, para apartar unas horas de descanso y recuperación o simplemente para dialogar con sus hijos. Frecuentemente luchan en su interior con las heridas del pasado, con recuerdos del abandono de sus maridos o de abuso sexual durante su niñez.
Desean una figura paternal para sus hijos varones o, sencillamente, anhelan el calor y la compañía de un esposo para llenar su vida emocional.
A veces luchan por un tiempo con la tentación de una relación romántica que saben instintivamente que no será buena ni para ellas, ni para sus hijos, pero a veces terminan sucumbiendo ante la poderosa necesidad de romper con la soledad y el vacío que tanto las persigue.
Muchas madres solteras llegan a nuestra Iglesia y encuentran allí el refugio que tanto necesitan para ellas y sus hijos. La renovación espiritual que experimentan y el hallazgo de una comunidad que le provee apoyo y consejo para navegar las difíciles situaciones que frecuentemente confrontan, le imparten un nuevo significado a sus vidas. Muy pronto muchas de ellas crecen y prosperan como una plantita sedienta de agua y luz que sólo esperaba las condiciones idóneas para alcanzar todo su potencial.
Reciben el Evangelio con gozo y avidez y como la mujer samaritana, después de conocer a Jesús, muy pronto se convierten en evangelistas efectivas y contagiosas. Estas mujeres traen consigo un tesoro de potencialidad humana y espiritual. Cuando reciben los nutrientes requeridos, frecuentemente se convierten en valiosos recursos para sus congregaciones. Son expertas en dar y servir, sus dolorosas experiencias del pasado y las demandas que la vida las ha puesto sobre sus hombros la han convertido en seres espiritualmente dotados, sensibles a las necesidades de los demás; sabias mucho más allá de su capacidad intelectual.
Muestran una exquisita sensibilidad a las cosas del espíritu y reaccionan fácilmente a las enseñanzas del Evangelio, como los creyentes de Verea en el Libro de los Hechos han recibido la Palabra con toda solicitud".
Hermanas, les Bendecimos en nombre del Señor a esas mujeres esforzadas y valientes.
Oraremos por ustedes siempre.
Y lo que yo continúo hablando en el libro es que nuestras iglesias hispanas en Estados Unidos, necesitan encontrar la manera de administrarle a ese segmento, a ese sector de nuestras Congregaciones, como ayudarlas a ustedes y yo creo que podríamos referirnos a todas las madres, sea como sea. Ser madre no es fácil en este tiempo, pero ayudarlas a sobrellevar esas cargas, proveerles ánimo, sanidad emocional, consejería, ayuda con sus hijos, programas juveniles que les provean sana enseñanza a sus hijos también y también programas que impidan que en el futuro haya tantas madres que tienen que confrontar la vida ellas solas.
Yo creo que necesitamos hablarle a nuestros jóvenes, los varones, muchas veces, cuyas inseguridades sexuales por no tener a veces padres modelo en sus casas los lleva a buscar afirmar su sexualidad y su masculinidad en maneras inapropiadas. Y a veces ahí vienen situaciones que son dañinas para nuestra comunidad.
Gracias a Dios, éste programa que tenemos aquí, que se llama "Vale la pena esperar" a través de COPANI y el Gobierno Federal, estos fondos que estamos usando ahora mismo, ya a la una comenzó una clase que está recibiendo docenas de nuestros jóvenes aquí en León de Judá en el área de la sexualidad.
¿Por qué? Porque necesitamos educar a nuestros jóvenes en todas esas cosas y prepararlos para ese mundo feroz que ésta allá afuera.
Pero mientras tanto hoy, en el día de las madres les saludamos en el nombre de Jesús.
Madres sean bendecidas, y esas madres solteras, que yo digo no son solteras porque tienen a su Dios con ellas, les bendecimos y reconocemos la labor extremadamente especial que ustedes hacen. Que sea ese nuestro tributo a ustedes en este día.