Transcripción
Parte 20 - [19 de abril 2009] Relacionado con el reto de la juventud, la Iglesia hispana también confronta el reto de las madres solteras que abundan en nuestras iglesias. Algunos de los líderes más poderosos en mi iglesia son, precisamente, esas mujeres esforzadas y valientes que cada día tienen que jugar el papel de papá y mamá, proveyendo materialmente para sus hijos, sirviendo como mentores espirituales, manteniendo la disciplina sobre adolescentes conflictivos, y con frecuencia sirviendo fielmente a sus congregaciones. Admiro su valentía, su voluntad feroz de vivir con gracia, sin perder el buen humor o el gusto por la vida. Son un ejemplo elocuente para mí de fe y persistencia en medio de retos y pruebas abrumadores, de increíble generosidad y capacidad para perdonar, de amor feroz que no se deja vencer por la ingratitud o la desconsideración.
Frecuentemente, estas mujeres ejemplares luchan con la depresión y el desaliento, el cansancio físico, o el sentido de soledad e impotencia. A veces, se sienten incapaces de defender a sus hijos de la influencia dañina que emana de la cultura juvenil en que se mueven. Muchas veces, se desesperan cuando sus hijos varones entran en esa edad difícil en que se sienten obligados a afirmar su masculinidad e independencia, y no saben cómo manejarlos o aconsejarlos, cómo balancear la tolerancia con la disciplina.
Muchas de estas mujeres sostienen trabajos demandantes y agotadores, los cuales les dejan muy poco tiempo para cuidarse a sí mismas, para apartar unas horas de descanso y recuperación, o simplemente para dialogar con sus hijos. Frecuentemente, luchan en su interior con las heridas del pasado, con recuerdos del abandono de sus maridos, o de abuso sexual durante la niñez. Desean una figura paternal para sus hijos varones, o sencillamente anhelan el calor y la compañía de un esposo para llenar su vacío emocional. A veces, luchan por un tiempo con la tentación de una relación romántica que saben instintivamente no será buena ni para ellas ni para sus hijos, pero terminan sucumbiendo ante la poderosa necesidad de romper con la soledad y el vacío que tanto las persigue.
Muchas madres solteras llegan a nuestra iglesia y encuentran allí el refugio que tanto necesitaban para ellas y sus hijos. La renovación espiritual que experimentan, y el hallazgo de una comunidad que les provee apoyo y consejo para navegar las difíciles situaciones que frecuentemente confrontan, le imparten un nuevo significado a sus vidas, y muy pronto muchas de ellas crecen y prosperan como una plantita sedienta de agua y luz que sólo esperaba las condiciones idóneas para alcanzar todo su potencial. Reciben el evangelio con gozo y avidez, y como la mujer samaritana después de conocer a Jesús, muy pronto se convierten en evangelistas efectivas y contagiosas.
Estas mujeres traen consigo un tesoro de potencialidad humana y espiritual. Cuando reciben los nutrientes requeridos, frecuentemente se convierten en valiosos recursos para sus congregaciones. Son expertas en dar y servir. Sus dolorosas experiencias del pasado, y las demandas que la vida ha puesto sobre sus hombros, las han convertido en seres espiritualmente dotados, sensibles a las necesidades de los demás, sabias mucho más allá de su capacidad intelectual. Muestran una exquisita sensibilidad a las cosas del Espíritu, y reaccionan fácilmente a las enseñanzas del evangelio. Como los creyentes de Berea en el libro de los Hechos, reciben la Palabra “con toda solicitud”.
Por otra parte, presentan un gran reto para la iglesia. Sus necesidades son múltiples, y bastante complejas. Requieren una comunidad de fe que esté a la altura del reto pastoral que representan. Estas mujeres requieren una Iglesia con una mentalidad altamente pastoral. Sus necesidades y las de sus hijos demandan más que un simple sermón los domingos y nuestros buenos deseos y oraciones piadosas. Requieren mentores y asesoramiento académico para sus hijos. Necesitan de grupos de apoyo y ministerios de mujeres que caminen al lado de ellas y les den ánimo durante su jornada solitaria. Necesitan de iglesias sabias, que entiendan su difícil situación, que muestren paciencia cuando luchan con la tentación sexual, cuando se alejan por un tiempo de la iglesia, cuando lidian con la ira o el desánimo. A veces requerirán de ayuda financiera para pagar el alquiler o la calefacción en un momento de crisis. Requerirán iglesias con sólidos ministerios juveniles que les puedan proveer una alternativa social a sus hijos adolescentes, además de ayudarlos a forjarse una vida emocional y una espiritualidad sanas. Se beneficiarán de sabia consejería pastoral para sanarse de las heridas y complejos del pasado, y de mentoría para comenzar a creer en sí mismas, y atreverse a emprender proyectos y estudios académicos tronchados en la niñez o la juventud.
Dadas las condiciones sociales que vive nuestra comunidad, estas mujeres y sus hijos continuarán siendo una presencia importante en nuestras iglesias por mucho tiempo. La Iglesia hispana en Estados Unidos deberá desarrollar la capacidad ministerial para atender a las múltiples necesidades de este importante segmento de nuestras congregaciones. Mirando a largo plazo y en una forma más sistémica, será necesario confrontar los elementos sociológicos que permiten que estas madres solteras continúen siendo un fenómeno tan significativo en nuestra sociedad.
Entre otras cosas, habrá que encontrar maneras más efectivas de fortalecer a nuestras jóvenes adolescentes con respecto a su identidad sexual y su autoestima, de manera que no se entreguen compulsivamente al primer varón que parezca ofrecerles la aceptación y validación emocional que a veces tanto necesitan. Además, habrá que dirigirse a la inseguridad y el falso sentido de masculinidad que hay en muchos de nuestros jóvenes varones. Como es bien sabido, esas fallas estructurales en la sensibilidad juvenil masculina frecuentemente conducen a un comportamiento sexual irresponsable. La Iglesia hispana necesita suplementar la predicación espiritual genérica con enseñanza y discusiones prácticas y específicas que saquen a la luz las influencias culturales y las trampas mentales que conducen al tipo de comportamiento que produce tanta madre soltera en nuestra sociedad.