15 de febrero del 2010 Por Vanessa Santos Mirabal
Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el compartimiento de ustedes que por sus palabras, al observar su conducta íntegra y respetuosa. 1 Pedro 3:1-2 (NVI)
Amada hermana,
He pedido la dirección del Espíritu Santo para hablar sobre este delicado tema, sobre todo por el momento presente que vivimos hoy, en donde las mujeres ocupamos puestos de importancia en empresas, participamos en política, nos preparamos académicamente, ejercemos liderazgo en diferentes esferas de la vida, muchas somos económicamente independientes, y las lista no termina…porque vamos logrando más cada día…pero aún en medio de todo ese progreso Dios nos dice que hay bendición si nos sujetamos a nuestros maridos.
Esto ha sido algo revelador y transformador para mi, en la etapa que estoy viviendo, porque tantas veces he analizado la situación de muchas mujeres que se preguntan ¿cómo Dios va a querer que yo me sujete a un hombre que no ha asumido su rol en la familia o peor aún, a un hombre que no está sometido a la voluntad de Dios? y recientemente creo que encontré la respuesta o el misterio de todo esto. Encontré que cuando somos obedientes a ese llamado del Señor, es Él quien hace la obra en nuestros esposos, y no nosotras con nuestras “cantaletas” sobre la conversión , la fe y la vida cristiana.
Por muchos años he venido orando por mi esposo, quien ha sido una pareja maravillosa, y a quien amo profundamente, pero a pesar de tener tantas cosas buenas tenía una resistencia grande para las cosas del Señor, y ahí venían nuestras diferencias y conflictos. Me sentía tan decepcionada y otras veces enojada, porque no podía entender su ceguera espiritual. No podía entender cómo era posible que no reconociera lo que Dios estaba haciendo en medio nuestro o los planes buenos que Dios tenía para nuestra familia. Sentía que la necedad y terquedad se habían apoderado de él, y cada vez que intentaba abordar el tema de la fe y del propósito de Dios para nosotros, terminábamos disgustados y distanciados.
Por años este tema causó muchas tensiones familiares y no podíamos abordarlo con profundidad, porque no lográbamos ponernos de acuerdo. No fue hasta unos años atrás cuando el Señor puso en mi camino un libro que se llama “El Poder de la Esposa que Ora”, que pude entender que Dios estaba diciendo “cállate y ora” y eso comencé a hacer. Dios comenzó primero a obrar en mi, mientras oraba por mi esposo. Las cosas no cambiaron de un día para otro. Los progresos se fueron viendo poco a poco a través de los años. Pero recientemente hubo una palabra del Señor que me impactó cómo nunca antes y desató la bendición del Señor para mi esposo y fue la palabra que compartí con ustedes al principio. Yo misma le preguntaba al Señor que cómo era que yo me iba a someter a un hombre que no estaba sometido a Él, y en ese versículo de 1 Pedro 3:1-2, Él me dio la respuesta, diciéndome que es con mi comportamiento respetuoso e íntegro que él iba a ser ganado y a creer en la palabra. ¡Aleluya!
Dios es un dios sabio. Sabe lo que dice y porque lo dice y si Él nos esta mandando a hacerlo, hagámosle caso aunque no lo entendamos, porque Él promete que es Él quien hará la obra, a través de nuestro ejemplo y cuando nosotras sabiamente nos sometamos a nuestros maridos. Debemos aprender a descansar en Él y a saber que es en Su tiempo y a Su manera que Él hace la obra.
Tenemos que entender, que a pesar de todos los avances y logros que hemos alcanzado como mujeres, nuestro rol es ser el corazón de la casa y no la cabeza; ese es el rol de nuestro marido. Si nos revelamos contra eso, somos nosotras mismas quienes pagamos las consecuencias. Dice la palabra en Proverbios 14:1 que la mujer sabia edifica su casa, más la necia con sus manos la destruye. Sepamos que en nuestra lengua hay poder de vida o muerte y si lo que vamos a decir a nuestro esposo es recibido con indiferencia o irritación, el próximo paso es mantenernos calladas y orar. Dios siempre respalda nuestra obediencia y se manifiesta en medio nuestro.
Cuando entendí esta verdad, descansé y pude ver al Señor obrar en mi esposo. Solté esa presión interna que sentía por la vida de fe de mi esposo y se la entregué a Él. Le permití a Dios que fuera Él el que obrara y no yo. Me sometí en obediencia al Señor. Mi esposo ahora lee la palabra, ora con regularidad, busca del Señor, toma clases de discipulado, quiere servir en la iglesia y lo más importante, él ha declarado a Jesús como su Señor y Salvador. Dios es fiel, y cumple sus promesas. Él escucha y responde. No desmayes.
Pasos a dar:
1. Reconocer mi rol como esposa según lo que dice la palabra.
2. Hablar sólo palabras que edifiquen.
3. Aumentar nuestra vida de oración por nuestros esposo y sujetarnos a ellos, mientras Dios hace la obra.
4. Pedir sabiduría y dirección al Espíritu santo sobre este tema si todavía nos resistimos a someternos.
5. Saber con certeza que encontraremos ayuda en el Señor.
6. Perseverar.
Oración:
Amado Señor, hazme la ayuda idónea para mi esposo; que yo sea un instrumento de reconciliación, paz, sanidad en mi matrimonio. Enséñame a orar por mi esposo y a sujetarme a él. Capacítalo a él para que sea la cabeza del hogar como tú lo creaste y muéstrame cómo apoyarlo y respetarlo. Trae unidad y acuerdo entre nosotros. Ayúdame a no cansarme de hacer el bien, sabiendo que a su debido tiempo cosecharé, si no me doy por vencida. En el nombre de Jesús, tu hijo amado. Amén.