25 de julio del 2011 - Por Myriam Diaz
En estas vacaciones de verano, nuestros niños han estado trabajando con nosotros en nuestro taller de mecánica. El teléfono suena constantemente en la oficina y el plan es que mis niños lleven y traigan mensajes entre mi esposo y yo. Mi esposo es quien sabe todos los detalles de todos los carros. El es quien da las instrucciones a los mecánicos, ordena las partes, organiza el plan de trabajo del día, y él es quien dice que carro entra o sale.
Un cliente llamó y quería saber que andaba mal con su carro y que se requería para arreglarlo. Inmediatamente yo le doy la instrucción a mi hijo el cual, en vez de ir y hacer lo que yo le mandé a hacer, se da vuelta y le dice a mi hija que vaya ella. El niño no se movía y yo miraba el teléfono y veía que mi cliente esperaba una respuesta. La lucecita de el teléfono estaba encendida. Estas lucecitas indican la espera de el cliente y el cliente en cualquier momento puede decidir no esperar más y perdemos una oportunidad de servir a ese cliente o informarle el progreso de su auto. Yo necesito que mi niño pare ya de mandar a su hermana y se levante y vaya ya!
Los segundos pasaban y yo seguía mandando a mi niño. Para entonces, ya además de la lucecita ha comenzado un sonido que hace "bip, bip" que añade a la urgencia de dar el mensaje. Este “bip bip” indica que el tiempo de espera se ha extendido. En este instante Dios comenzó a ministrar a mi vida lo que pasa en la vida espiritual cuando Dios nos pide que hagamos algo.
“Así mismo”, me dijo Jehová en mi espíritu, “es mi pueblo cuando yo les pido que vayan a dar Mi Palabra. Vuelven donde mi y me piden que envíe a otro, que les de otra señal o que se lo pida de otra manera. ¡Son niños! Mientras tanto el que tiene la necesidad sufre, espera y tal ves hasta se va a otro lugar a buscar lo que se tiene aquí a la mano. Todo por que mis hijos se detienen y dudan”
Dios está derramando su conocimiento sobre su pueblo y necesita un pueblo que no dude en obedecer, en representar bien a Dios. En suplir las necesidades de su pueblo sin hacerlo esperar.
Cuando Dios te da una palabra corre con ella, sus ovejas escuchan Su voz. Tu eres su oveja y El es tu pastor.
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen Juan 10:27
…y si a ellos te enviara, ellos te oirán. Ezequiel 3:6 b
No todos somos puestos por atalayas, más a los atalayas Dios les dice:
Aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
«Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Ezequiel 3:16-17
Se que cuando Dios me envíe a algo debo ir y dar la respuesta a aquel que anda llamando, buscando la información que Dios me acaba de entregar a mi. No le pediré que envíe a otro, lo haré y ejecutaré los negocios de Dios con urgencia. Amén.