24 de octubre del 2011 - Por Fanny Rodríguez
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8
Escuchaba a un predicador compartir esta anécdota: Una tarde fresca de verano, el iba caminando con su esposa por la playa y mientras ella caminaba lentamente el se adelanto, buscó un palito y escribió en la arena con letras bien grandes ‘te quiero’ más adelante le escribió ‘eres la mujer más bella’ y caminó más adelante y escribió ‘sin ti estoy vacio’. Entonces se sentó en una roca a mirarla para ver su reacción ante cada mensaje. Cuando ella se iba acercando al primer mensaje, pasó una gaviota y ella se entretuvo mirándola y no vio el mensaje. El pensó, bueno ella leerá los otros dos. Continuo caminando y el a la expectativa de que leyera el segundo mensaje y observar su expresión; desafortunadamente por estar observando las olas del mar paso de largo por el segundo mensaje; lo mismo pasó con el tercer mensaje. Cuando se acercó donde el estaba, el le mencionó, un poco molesto, que había escrito en la arena unos mensajes y ella paso desapercibida, y no los vio. Entonces ella corrió de regreso hasta el segundo mensaje para leer de que se trataba y luego el tercero y entonces corrió hacia el lo abrazo y beso con gran alegría, lo que siguió no lo compartió… La esposa de esta anécdota se sintió alagada, se sintió especial por las expresiones de amor de su esposo que aunque la ama, su amor no se compara con el amor infinito y eterno de Dios.
Me pregunto cuantas veces el Señor nos llamó e insiste tratando de comunicarse con nosotros pero no le prestamos atención. La palabra de Dios dice que con cuerdas de amor nos atrajo (Oseas 4:11). Pero en muchas ocasiones los afanes, los compromisos, las amistades incluso nuestra familia nos distraen y no percibimos sus llamados amorosos y menos su presencia a nuestro alrededor. Que difícil es sacar tiempo de nuestra diaria rutina para estar en silencio y escuchar al Espíritu Santo que nos anhela de continuo. Quizás para ti es difícil apagar el radio o la música; que tal si cambias la melodía y escuchas alabanzas de adoración para entrar en la presencia de Dios. Entonces aprenderás a conectarte con la corriente de Nuestro Padre Celestial y a disfrutar su presencia.
Padre Celestial te pido que pongas en los corazones de cada hermana y amiga que lea este mensaje, hambre y sed de tu presencia. Desata una intensa necesidad de apartar tiempo para estar contigo, no solo para traer nuestras peticiones sino para deleitarnos en tu presencia y aprender a escucharte. Guarda cada mujer en sus arduas labores, quita el cansancio y las ocupaciones innecesarias para estar contigo y llenarnos de sabiduría y entendimiento de lo alto y así ser de bendición en nuestros hogares, mujeres que, “Abren su boca con sabiduría y la ley de clemencia está en sus labios.” Proverbios 31:26