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Dios está aquí en medio nuestro, mis hermanos. Yo creo en las promesas de Dios. Esto es el mensaje que yo estaba predicando el domingo, o sea, cuando Dios da una promesa, esas son las promesas que nos llenan a nosotros y nos dan energía para nosotros seguir adelante. Dios no falla su promesa y esa promesa nos da un sentido de esperanza para nosotros seguir adelante, luchando. En todo lo que nosotros podamos enfrentar esa promesa del Señor, no tan solamente nos dan fuerza, nos dan ánimo, sino que también nos da un sentido de enseñanza, abren nuestra mente para nosotros poder comprender la forma en que Dios está dirigiendo cada uno de nuestros pasos.
Y hoy, mis hermanos, yo quisiera de alguna manera u otra, seguir en conexión con ese mensaje que estaba compartiendo el domingo. Yo no sé cuántos de ustedes siguen los deportes como yo, pero ya estamos a punto de empezar las olimpíadas. Cuántos de ustedes les gustan las olimpíadas? O ven las olimpíadas? Les gustan los deportes, cada 4 años llegan las olimpíadas de verano y a mí me encanta eso, de verdad, es algo que me lo disfruto, desde la ceremonia de apertura, todos los eventos, hasta la ceremonia de clausura. Es algo que todos los ojos del mundo se enfocan ahí. Es el espíritu olímpico como dicen muchas veces en las noticias.
Y hoy yo quisiera hablar acerca del espíritu olímpico del hijo o la hija de Dios, por así decirlo. Quisiera que vayan conmigo al libro de Hebreos, capítulo 12, los versos 1 y 2. Pasaje muy conocido pero quisiera reflexionar en ellos hoy.
“…Por tanto, nosotros también teniendo alrededor nuestro una grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia y corramos con paciencia – subraye esa palabra,− la carrera que tenemos por delante, puestos nuestros ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra fe…”
Lo voy a dejar ahí, puestos nuestros ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra fe. Hay algo que a mí me llama mucho la atención de distintos escritores en la Biblia, uno de ellos es Pablo y el otro es el escritor de Hebreos, que tienen esta idea de hacer ilustraciones a un evento como deportivo, a una carrera, que la vida de fe es como una carrera en la cual todos nosotros nos encontramos de alguna manera u otra.
Y aquí en la iglesia se predica en distintas maneras, o en distintos momentos, mejor dicho, se predica esa idea de que nuestra vida como hijos de Dios uno lo tienen que ver como una carrera y no es necesariamente una carrera de 100 metros que tiran el disparo y usted corre y ya llegó, sino que es más un tipo de carrera, tipo maratón, a largo plazo. Es algo que va por mucho tiempo. Y cada carrera, mis hermanos, tiene una estrategia para prepararse para ello.
Yo creo que eso es una de las partes que yo quería reflexionar en esto de las olimpíadas. Porque cada uno de los atletas que llegan a las olimpíadas, estos son como the best of the best, lo mejor de los mejores, de todos los países. O sea, cada uno de estos países, si usted sabe cómo funciona esto, cada uno de los países representados en las olimpíadas, ellos tienen sus propias competencias individuales donde todos los atletas van y participan en unas clasificatorias y van de una carrera de cuartos de final a una semifinal y de la semifinal entonces van a la final. Y los que salen de la final entonces son los que van a competir a las olimpíadas.
Así que imagínense ustedes un país como Estados Unidos que tiene tal vez miles de atletas, de esos miles de atletas solamente va como una delegación de 200, 300 atletas en los distintos deportes representados en las olimpíadas. Así que la competencia es mucha y el estrés sobre cada uno de estos atletas también es mucho porque cada uno de ellos quiere… es el sueño de cualquier atleta de poder llegar al podio y a las olimpíadas y que le pongan una medalla y que usted haya alcanzado ese premio, no tan solamente eso sino que después levantan la bandera de su país y el himno nacional y eso es algo que llena de orgullo a cualquiera.
Pero la preparación para llegar ahí eso sí que muchas veces la gente no ve toda la preparación que hay detrás de ese atleta cuando recibe su medalla y le cantan su himno nacional. Horas, días de dedicación, de sacrificio, de esfuerzo, de mero, de frustraciones, de pérdidas como también victorias. Eso es algo que define a todo atleta.
Esta mañana yo estaba viendo la historia de un atleta que perdió sus dos piernas, en conjunto con las olimpíadas también están las para olimpíadas, que son como las olimpíadas de personas con algún tipo de impedimento. Y yo he escuchado la historia como de al menos dos o tres de estas personas, y uno de ellos es un nadador. Y usted se cree que tal vez con la mitad de las piernas que tal vez él no se va a poder propulsar bien en la piscina, pero el hombre parece un nadador regular, como si hubiese tenido sus piernas completas. Y él cuenta toda su historia de los distintos trasfondos o dificultades que él pasó y máxime cuando tuvo su accidente que perdió sus piernas y él pensó que ahí se fue su carrera deportiva. Sin embargo, él siguió adelante y logró llegar a las olimpíadas.
Cuántos de ustedes han escuchado hablar de Michael Felps que es uno de los atletas más mencionados en la natación? Han escuchado de él? Michael felps era otro que no era muy prometedor. La gente lo veía y era como que… ah, el hijo de una madre soltera, un muchacho medio problemático, y qué sé yo. Esa es la historia de él cuando era chiquito. Más sin embargo ahora es de los atletas más decorados a nivel olímpico. Que si gana 3 medallas más en estas olimpíadas va a romper el record de un atleta que se ha llevado más medallas en la historia de las olimpíadas.
Así que uno ve todas estas historias y dice, guau, qué inspirador eso. Y qué tiene eso que ver conmigo porque yo no soy atleta, yo soy una persona promedio, regular? Pero mire, aunque usted no corra ni de aquí a la esquina, tal vez su carrera es del cuarto a la cocina, a la nevera o del cuarto al baño o algo así, por la noche, pero ¿Saben qué? Cada uno de nosotros como hijos o hijas de Dios tenemos algo de atlético en nuestro espíritu, en nuestro corazón.
Porque tenemos que entender que esta vida es una vida que va a largo plazo. Y requiere la misma determinación, entrega y sacrificio que haría cualquier atleta en sus respectivos deportes.
Ahora, pero esto no es fácil. Mire cómo dice el texto que leímos. Me gusta esta idea que dice, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos… si usted ha estado en un estadio y usted se para ahí y está a punto de comenzar su carrera y usted se ve rodeado de todas estas personas, guau, eso puede ser una vista algo medio abrumadora. Es más, si yo le digo a usted, párese aquí al frente y usted tiene todos los ojos así de las personas mirándolo a usted a ver qué usted va a decir, hay veces que uno se intimida ante una imagen como esa.
Pero el asunto que al uno tener toda esa nube de testigos de frente a uno, es como que okay, la gente te está viendo cómo vas a ejecutar esta carrera, cómo va a ser tu performance. Pero no tan solamente esta nube de testigos que está aquí, sino la nube de testigos en los cielos también. Dios está mirando, Jesús está mirando, los ángeles están mirándonos, todos los santos que puedan estar allá arriba, querubines, arcángeles, serafines, todo lo que haya por allá arriba, es más hasta principados, potestades, demonios, todo está mirando, todo el mundo tiene sus ojos puestos en ti. Y ante todo eso tu estás ahí, como quien dice, en el bloque, en tu salida, o quién sabe si ya vas corriendo mitad de tu carrera, quién sabe si algunos ya están llegando al final de su carrera.
Pero el asunto que tu estás ahí en ese escenario. Cómo vamos a seguir? Miren el consejo que dice aquí. Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, todo lo que pueda impedir tu correr, tu avanzada, es algo de lo cual nos tenemos que deshacer. Y lo que me gusta es que lo tienes que hacer tu. Tu no puedes esperar a que venga otro y te lo quite, te lo tienes que quitar tu. Tu eres el que sabe qué es lo que pesa en ti. Despojémonos, es una acción donde uno mismo se tiene que ponerse las pilas y okay, si esto no me funciona, me lo quito. Y por ahí sigo hasta que yo me encuentre ready para poder hacer esta carrera.
Vuelvo otra vez a esta imagen de atleta, cuando los atletas llean a la pista, ellos llegan con su sudaderas, ellos tienen sus jackets, sus pantalones largos, están calentando, estirando las piernas, entonces de repente cuando llega el tiempo de llegar al bloque, se quitan todo y lo que se quedan es en sus pantaloncitos cortos, en su camisilla, o los lycra, los tights, sea lo que sea que vayan a correr y están ahí ready. Pero se quitan de encima todo aquello que puede impedir el que ellos puedan avanzar.
Yo siempre me pregunto, mis hermanos, yo me hago esta tarea a mi mismo. Qué me impide a mí mi correr? Qué me impide a mí mi avanzar? Qué me impide a mí el que yo pueda mantener mis ojos enfocados en Jesús que es mi meta final? Es mi premio final. Será alguna actitud, será alguna falla de carácter? Será alguna explosividad que esté en uno o unos alto y bajos en tus humores y no es necesariamente por la menopausia o que tus hormonas cambien, sino es por algo en tu carácter, alguna insatisfacción o algo, y unos días estás arriba y unos días estás abajo y uno es que como, yo no sé cómo leer a esta persona porque no sé cómo saludarlo, hay veces que me mira bien, hay veces que me mira mal, so qué le hago?
Pero es eso, es esa idea. O sea, si es algo de mi carácter que yo tengo que prestar atención a ello y deshacerme de eso para poder incorporar entonces algo que me pueda ayudar a mí a seguir adelante, lo tengo que hacer. Claro está, Dios está ahí para ayudarnos. Porque cuando estamos hablando de eso, son cosas así tan profundas en el ser, en uno, necesitamos la ayuda de Dios para que esas cosas se puedan como que ir quitando poco a poco, de encima de nosotros. Hoy un poquito aquí, mañana otro poquito allá, pasado mañana otro poquito por acá y nos vamos despojando poco a poco hasta que uno pueda estar totalmente en línea para poder hacer esa carrera, o no hacerla sino continuar en ella.
Y a mí me gusta que hay veces que Dios se vale de las formas muchas veces a uno no le gusta, pero Dios puede usar a otras personas para identificarnos esas áreas de nuestra vida, de nuestro carácter, de nuestro corazón, para nosotros verdaderamente poder trabajar en ello y prestar atención a esas cosas.
Alguien que de repente que dice, oye, pero tu eres muy serio, tu no te ríes. Y tu como que no, pero yo soy una persona normal, así yo soy. Pero no te das cuenta que esa seriedad tuya, tal vez te aísla de otras personas, que se pueden beneficiar de ti y de tus recursos, pero por esa cara de seriote que tienes la gente se intimida y no se atreven a acertarse a ti. Y no es hasta que alguien se te acerca y te lo dice que entonces tu como que, oh, espérate, si tengo que prestar atención a eso, pues presto atención. Digo, al que tiene un corazón enseñable puede decir eso. Una persona que no tenga un corazón muy enseñable va a decir, qué le importa a esa persona, yo soy como soy. Él o ella que se lo resuelva, que se busque otra persona que le ayude en su problema.
Válgame, eso va a una actitud egoísta y orgulloso. Entonces no te abres a servir en una manera voluntaria, dador a otras personas a tu alrededor. Solamente por ese desperfecto de carácter que pueda estar ahí. Pero tenemos que despojarnos de esas cosas.
Puestos nuestros ojos, mis hermanos, en quién? En el pastor? No, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe. Vayan conmigo a este otro texto, Primera de Corintios, capítulo 9, verso 24, dice:
“…No saben que los que corren en el estadio todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio, corran ustedes de tal manera que lo puedan obtener…”
Todo aquel que lucha de todo se abstiene, ellos a la verdad para recibir una corona, una medalla que si la ponen en el fuego se derrite y se hace nada otra vez, pero nosotros estamos buscando una medalla, un premio que es incorruptible. Es más que se pule más el fuego, por así decirlo, coge más valor cuando es pasada por el fuego. Así que, de esta manera, corremos, no a la aventura y de esta manera peleamos, no como alguien que golpea al aire, o sea, cuando corremos, corremos con un sentido de propósito, con un sentido de dirección.
Pregúntate tu cada día cómo tu estás corriendo? Cómo tu estás avanzando en tu vida? O sea, los problemas de la vida son tan abrumadores que no puedes ver más allá? Y entonces estás como que un poquito visco porque todos los problemas los tienes así de frente y no puedes ver por encima de ellos? Y entonces te tienes que despojar de algunas de esas cosas para poder ver más claramente hacia el frente? Cómo estamos corriendo?
Y es interesante porque aquí el ejemplo que él está dando, hay varias personas que están corriendo en el estadio, so son contrincantes el uno con el otro, pero lo bueno es que tu en tu carrera, tu no tienes contrincantes, tu tienes colegas, que hace esa carrera más viable todavía. No es que alguien que te va a pisar o te va a poner una zancadilla para que tu te caigas, sino que vas a tener personas ahí que van a estar corriendo, quién sabe si al mismo paso que tu o algunos que se van a ir un poquito más al frente, y desde allá te pueden animar a que tu puedas seguir adelante.
Todos estamos corriendo para obtener el mismo premio. Miren este premio, Filipenses, capítulo 3, verso 12. Pablo está diciendo a los hermanos de la iglesia en Filipos, dice.
“…No que lo haya alcanzado ya ni que ya sea perfecto, sino que prosigo por ver si logro asir o alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús…”
Este pasaje tiene un sentido de propósito en él. Porque Pablo está buscando alcanzar aquello para lo cual Jesús lo alcanzó a él primero. En otras palabras, él lo que quiere alcanzar es ese llamado perfecto que Jesús tiene para su vida. Yo me di por ti, yo te alcancé a ti para esto, ahora tu tienes que correr tu parte. Ya yo corrí mi parte, ahora tu tienes que correr la tuya.
Eso es lo que está diciendo ese texto. Y tenemos que proseguir a la meta.
“…Hermanos, yo mismo, − verso 13 −… no pretendo haberlo ya alcanzado pero una cosa olvidarme ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está adelante…”
Dos acciones muy importantes, mis hermanos, que nosotros tenemos que aprender a hacer en nuestra vida. Bueno, tres, voy a mencionar tres. Número 1, mantenerte humilde. Cuando Pablo dice, no es que yo lo haya alcanzado ya, el hombre está reconociendo que le falta. Y mira que Pablo sabía suficiente. El hombre era un catedrático, por así decirlo, de su época. Pero si él decía que no es que lo había alcanzado todo ya, eso me da a entender a mí que uno tiene que tener cierto nivel de humildad, cierta forma de humildad en cómo uno se ve a sí mismo. Esa humildad trae un nivel de salud a la vida, a tu vida personalmente. Y a través de tu vida a la vida de otros a tu alrededor.
Cuando tu piensas de ti mismo con cordura, que tu no eres la gran epopeya, que tu no eres la última Coca Cola o Sprite, o limonada del desierto, cualquiera que te quieras identificar, o una botellita de agua, tu tienes que entender entonces que tu fuerzas provienen del Señor.
Es como la segunda acción que dice, olvidarme lo que queda atrás y qué difícil es olvidarse a veces de lo que queda atrás. Saben, uno de los entrenamiento que hacen los que corren velocidad, parte de su entrenamiento saben cómo es? A ellos le ponen unos straps que tienen una soga y esa soga lleva como un carrete que no tiene ruedas, es un carrete que está flat en el piso y ahí le ponen como discos de pesas, como de 45 libras se los ponen ahí. Y el asunto es que ellos tienen que correr a velocidad una distancia arrastrando eso. Y muchas veces les ponen un segundo disco y tienen que correr otra vez, un tercer disco, tienen que correr de nuevo, y hay veces que hasta 4 discos de 45 libras, so hagan ustedes la matemáticas. 45 por 4, cuánto es eso? 180 libras arrastrando eso en un carrete, corriendo tal vez una distancia de 25 metros en velocidad.
Después que hace eso, se los van quitando los discos hasta que el quitan eso y cuando le miden el tiempo, obviamente su tiempo va a ser menor, porque el hombre va a estar tan y tan liviano que va a correr eso en nada. Esa es la idea que transmite ese texto. Olvidarme de lo que estoy arrastrando, todo ese peso que puedo traer detrás de mí o aún encima de mí, tengo que olvidarme de ello y soltarlo. Piénsalo de esta manera, ese peso del pasado te está restando tiempo para el futuro. Oye, me gustó eso. Eso que tu vienes arrastrando del pasado te está restando tiempo de lo que tu puedas hacer en el futuro. Apúntalo por ahí.
Qué estamos arrastrando nosotros? El novio que te dejó cuando estabas en high school? El mantecado que tu papá te prometió y nunca te dio? Porque se fue y te abandonó cuando tan solamente tenías 7 años? Una experiencia de abandono, tu sigues cargando eso. Una persona en quién tu pusiste tu confianza se fue y estás lidiando con eso todavía. Tu imagen de lo que es un hombre, o una figura de autoridad está totalmente borrosa por esa experiencia del pasado.
Tuviste un jefe que era un candyman, como dicen a veces, era de esos jefes bien difíciles, y un día te ofendió delante de tus colegas y ese suceso como que te marcó. Y así puedo seguir mencionando distintas cosas. Ah, la bebida, aquellos que sufrieron, no voy a decir que sufren, que sufrieron de la bebida y que tu sigues cargando con esos vicios, y estás tratando de soltarlos pero no puedes. Tantas otras cosas. Una lengua bien suelta que ofendes a cualquiera, con cualquier palabra y eso te sigue agarrando al pasado y te está restando tiempo a lo que tu puedes hacer hacia el futuro.
Olvidándome de lo que queda atrás, y qué tengo que hacer entonces? Extenderme a lo que queda al frente. Ustedes han visto esa fotofinish de cuando los atletas están llegando a la meta, que cuando están uno bien cerca del otro, es como que ustedes los ven que ellos están extendiéndose ahí, si pueden sacan hasta la lengua para ver qué es lo primero que cruza la línea. Es esa idea de extenderte, o sea, tu tienes todas estas cosas que te están amenazando el que tu puedas alcanzar tu premio y uno tiene como hacer ese esfuerzo adicional para alcanzar y llegar.
Esta imagen, mis hermanos, lo que está diciendo es esa intencionalidad que uno le tiene que poner a las cosas. Ay, llega el domingo, no tengo ganas de levantarme a ir a la iglesia. Me siento pesado, el mantecado que me comí anoche me cayó mal. Y llega el domingo, no te huelen ni las azucenas. En una situación así, mira, esfuérzate, levántate, extiéndete, llega a la ducha, báñate a ver si te sube el espíritu otra vez. Así mismo es como nos tenemos que extender, es esa fuerza intencional.
Miren, hermanos, yo hay veces que me identifico con eso. Hay veces que, no quiero revelar mucho pero hay veces que yo me digo, ay, otra vez, me siento en consejería con alguien y me vuelven con la misma historia y es como que… de nuevo, pero no, yo tengo que sacarme eso de frente y obligarme a poder estar ahí presente y animar a esta persona para que esta persona también pueda llegar a su meta. Darle un empujón. Dale y llega, llega. Yo estoy ahí contigo también, estoy corriendo contigo también.
Olvídate de lo que queda atrás y extiéndete hacia lo que está adelante, prosigue a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Ahí está tu premio. Ahí está tu meta. Tu meta se encuentra en lo que Jesús tiene para ti. Y es una meta que yo digo que se va desenvolviendo mientras pasan los años. De aquí a mañana vas a obtener un premio porque fuiste fiel en esa carrera. Más adelante vas a tener otro premio porque Jesús va a seguir como quien dice, revelándose a tu vida en una manera totalmente distintas hasta que tu puedas alcanzar ese premio supremo, que no se va a comparar con ningún otro.
Yo creo que ese premio no lo vamos a ver aquí en esta vida. Ese es el premio que vamos a ver cuando él venga por nosotros. Pero mientras tanto, yo tengo que creer que esa revelación continua del llamado de Jesús, de llamado de Dios en medio de nuestras vidas, va a ser el premio que nos va a mantener a nosotros ahí con ese espíritu arriba, alto. Es la expectativa de…
Cierro con este pensamiento. Estás tu a la expectativa de ese premio que el Señor va a traer a tu vida? Cada mañana cuando nos levantamos pensando, Señor, hoy es un día más que me puedo acercar a ese premio que tu tienes para mí. Hoy es un día más que yo puedo ver alguna parte de ese premio desenvolverse delante de mí.
Miren, yo les digo, si nosotros vivimos así, mis hermanos, aunque vengan los momentos de frustración a nuestra vida, los vamos a poder superar, porque estamos mirando algo que viene más allá. Y no digo esto con liviandad, mis hermanos, no digo esto livianamente, porque yo sé que muchas veces esos momentos frustrantes que llegan a nuestra vida son bien duros y nos pueden tumbar.
Miren, en las olimpíadas de Barcelona entrevistaron a este atleta, era uno de los favoritos de Gran Bretaña en la carrera de los 400 metros, una vuelta alrededor de la pista. Era la final, el hombre logró pasar el cuarto de final, la semifinal y cuando estaba en la final, que era uno de los favoritos, en los primeros 200 metros se desgarró el músculo del [inaudible] y cayó al piso. El hombre cayó el piso llorando, esto es lo que él decía en la entrevista, él lloraba, no del dolor, sino de la frustración de que iba a perder la carrera. Cuando los médicos fueron a asistirlo que la pista, él sacó a todo el mundo e hizo lo que ningún otro atleta había hecho, se levantó y así cojeando siguió corriendo hasta la meta.
Cuando le faltaban como 50 metros, el dolor era tanto que a él tuvieron que venir y asistirlo, cargarlo para él poder llegar a la meta. Cuando llegó a la meta ese hombre, lo enfocaron en la cara y el hombre estaba llorando, llorando a tal nivel, por eso que había sucedido, pero dijeron que ese fue el momento del espíritu olímpico más valioso, porque ahí es dónde se mide el verdadero espíritu olímpico, que aún a pesar de las caídas a lo largo de la carrera, se levanta y llega a la meta, con todo y su dolor, llegó a la meta.
Dicen que él ahora es uno de los atletas olímpicos más recordados, no porque ganó la competencia, sino porque la ganó a pesar de su caída. Pero ganó en el sentido de que a pesar de que se cayó, y se desgarró, ganó en el sentido porque todo el mundo… miren, dicen que nadie se recuerda de quién fue la persona que ganó esa competencia, pero sí se recuerdan de él que se cayó.
Él ganó más ante los ojos de todo el público porque a pesar de su accidente, se levantó y completó la carrera. Así que miren ustedes, mis hermanos, si esa ilustración no nos da a nosotros algo de aprender. Que a pesar de las caídas que uno pueda sufrir a lo largo del camino, sea cual sea tu caída, una frustración amorosa, una profesión que tu querías alcanzar y no la alcanzaste y te tienes que conformar con algo menos, no sé, alguna frustración financiera que tuviste, un pastor que te prometió algo y todavía estás esperando la promesa y eso te tiene frustrado con la fe cristiana de alguna manera u otra, tantas cosas que uno puede mencionar.
Pero el asunto es que cuando tu tienes tus ojos puestos en Jesús eso no te debe impedir el que tu puedas llegar a la meta que él ha establecido para ti. Ahí está tu premio, ahí está mi premio. Así que mis hermanos, yo les animo a medida que las olimpíadas van empezando, piensa tu en la carrera donde Dios te ha puesto a ti, cómo estás corriendo tu carrera.
Olvídate de lo que queda atrás, extiéndete a ese premio supremo que tiene Jesús para ti. Aquello para lo cual él te alcanzó, alcánzalo tu ahora a él. Amén.
Vamos a ponernos de pie y vamos a orar. Padre, te doy las gracias una vez más en esta noche por tu palabra, Jesús, tu palabra que es tan reveladora, tu palabra que educa, que enseña nuestros corazones, Jesús. Padre, te pedimos que tu nos ayudes a ver el valor de esta palabra, Señor, en todas las etapas, en los distintos escenarios de nuestra vida, Señor, ayúdanos a poderte ver y poder saca el valor de esta palabra, Señor, para nosotros poder seguir adelante, Señor, enfocándonos en ti, olvidándonos de lo que queda atrás y extendiéndonos hacia lo que tu tienes por delante para nosotros, Jesús.
Danos la confianza en ti, Señor, danos el valor, danos la fuerza en ti para nosotros poder seguir pacientemente esta carrera que tu has trazado para nosotros. Tu eres el autor y el consumador de nuestra fe. En otras palabras, Señor, tu estás desde el principio, estás ahora y estarás con nosotros hasta el final. Que eso sea aliento suficiente para nosotros no tirar la toalla, Señor, para no rendirnos y seguir adelante para alcanzar ese premio supremo que tu tienes para nuestras vidas.
Bendecimos tu nombre, Señor, bendice a mis hermanos y hermanas, a medida que regresan a sus hogares. Sé con ellos, cuídales, guárdales, Jesús, que seas tu interviniendo en medio de sus vidas y que nos concedas un sueño reparador esta noche y que mañana, si así tu lo permites, podamos levantarnos con nuevas fuerzas, con nuevo ánimo, esté lloviendo o esté haciendo sol, Señor, que podamos echarle mano al día de mañana y sacar el máximo de ello para tu honra y tu gloria. En el nombre de Jesús. Amén. Amén. Gracias, Señor, hermanos, salúdense unos a otros. Nos veremos en la próxima. Bendiciones.