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Hemos estado hablando acerca de las tribulaciones en la vida, las pruebas, las dificultades, los fracasos, las luchas de la vida y cómo estas cosas en las manos de Dios y a través de los ojos de la fe, pueden resultar para nuestro bien y pueden ser parte del trabajo de Dios en nuestras vidas, cómo Dios puede usar los dolores del pasado, los sufrimientos del pasado, las heridas y en realidad si podemos mirarlo a través de los ojos de Dios, podemos meternos por una grieta bien pequeña y entrar al otro lado y descubrir que esas cosas pueden ser para nuestra bendición y nuestra edificación. Y hemos visto diferentes pasajes donde creo que podemos comprobar, que Dios usa a veces en una forma deliberada, intencional, ciertas experiencias de la vida para provocar en nosotros unos cambios, unas transformaciones que nos van acercando más a ser como Cristo, van formando nuestro carácter, van infundiendo en nosotros esas cualidades que él quiere que nosotros tengamos.
Yo decía hace un tiempo atrás que yo creo que mayor propósito de Dios no es darnos dinero, ni darnos una vida cómoda, ni darnos la profesión que queremos o lo que sea, sino formar en nosotros el carácter de Jesucristo, que nosotros lo glorifiquemos a él siendo como su Hijo y que también él pueda entonces usarnos a nosotros, al nosotros tener ese carácter de Jesús que él pueda usarnos como instrumento para bendecir a otros, inclusive cuando el carácter de Cristo es formado en nosotros, por medio del cincel, los golpes de escultor de Dios, nosotros entonces podemos ser más felices nosotros mismos.
La disciplina de Dios produce en nosotros cualidades que nos permiten ser felices. Hay actitudes en nosotros, hay rasgos de carácter, hay comportamientos, patrones mentales, que si seguimos con ellos, nos llevan a la destrucción, nos llevan a hacerle daño a nuestros seres queridos, nos llevan a hacer decisiones erróneas. Y cuando Dios ve esas cosas en un hijo o en una hija de ella, como él quiere que sean felices, entonces él nos pone a través de un plan de entrenamiento y como todo entrenamiento produce angustia. Un atleta corriendo o haciendo ejercicios, se siente angustiado y agotado pero eso lo lleva a expandirse y a ser mejor, más fuerte, tener más resistencia.
Y a veces Dios nos pone a través de esos ejercicios en la vida. Claro, que los ejercicios de Dios no son para hacernos más fuertes físicamente, sino para hacernos más fuertes espiritual, emocional, mentalmente, y entonces los ejercicios que él tiene que idear, son ejercicios de circunstancias, situaciones en la vida, experiencias que nos van obligando a forzar también. Y eso entonces va produciendo en nosotros una actitudes que en realidad nos permiten ser felices después, nos permiten ser más livianos, nos permiten ser más entendidos, más sabios y entonces podemos hacer buenas decisiones. Y también el espíritu del Señor en nosotros entonces puede correr más libremente, tenemos más poder, más autoridad en nuestras oraciones, sabemos cómo pedir mejor, cómo resolver los problemas de la vida.
Lo que derrota al diablo no es necesariamente el poder, lo que derrota al diablo en última instancia, es el carácter de Jesús, el fruto del Espíritu Santo. Yo he aprendido eso. A veces enfatizamos tanto la guerra espiritual y todo eso, y yo creo en todo eso. Es muy importante, pero yo he entendido que lo que más derrota a Satanás y lo mantiene neutralizado, de manera que ni siquiera hay que pelear con él, es cuando el carácter de Jesús está en nosotros. Y eso solo se adquiere a través de un programa de entrenamiento bien fuerte, de un continuo Dios tratar con nosotros, cada día metiéndonos más dentro de esa disciplina de cual hablamos en Hebreos.
Dice que Dios al que ama disciplina, pero no disciplina en el sentido de castigo, sino también en términos de trato, de entrenamiento, de trabajo, de sistema que nos va formando como los braces que nos ponen en los dientes, que van trabajándonos. O como el yugo que tiene el buey puesto sobre sus espaldas que lo obliga a ir en cierta dirección hasta que se entrena, entonces va aprendiendo.
Saben, la historia de cómo se entrena un buey joven para que camine recto y para que obedezca? Un buey es tan fuerte que le da una patada a un hombre y lo mata. Cómo puede uno dominar a un animal tan grande y obligarlo a que siempre vaya trillando en el mismo camino? Cogen un buey viejo, ya entrenado, y le ponen un yugo a los dos, el buey joven con el buey viejo, y cuando el buey joven quiere irse en otra dirección el buey viejo lo agarra y lo obliga a mantenerse en una dirección y lo va quebrando hasta que el buey joven aprende entonces a comportarse como el otro y a ser disciplinado.
Y así pasa en la vida, que el Señor a veces nos coge, estamos llenos de fuerza, llenos de brío, pero ¿Saben qué? Cuando estamos llenos de brío, el diablo nos torea como a él le da la gana porque somos estúpidos, somos brutos, llenos de fuerza como los jóvenes, como el caballo indisciplinado, corre para todos lados pero no sirve para nada. Entonces Dios tiene que cogernos, irnos desangrando poco a poco, irnos debilitando hasta que llegamos entonces a ser más mansos, más humildes, escuchamos mejor la voz de Dios y entonces Dios puede trabajar más a través de nosotros y podemos ser mucho más útiles.
Pero eso es un proceso de quebrantamiento, esos son los golpes de la vida que nos van haciendo así. El Señor usa todas esas circunstancias. Nosotros creemos que solamente Dios sabe dar cosas agradables, bonitas, fáciles. No, Dios trata con nosotros en muchas maneras.
y tenemos que aprender a apreciar eso, el trato de Dios. Tenemos que abrir nuestros ojos a esa dimensión de la vida cristiana que Dios quiere trabajarnos que él va a usar experiencias, circunstancias, que van a ser sombrías y que van a ser desagradables y que no necesariamente va a ser el diablo quien va a estar trabajando a través de esas experiencias negativas, va a ser Dios permitiéndolas o ideándolas él mismo, a propósito, para que vayan produciendo en nosotros un fruto de vida, de bendición, que agrade al Señor.
Y hemos visto muchas maneras eso. Y quiero indicarles un pasaje más, deme 10, 12 minutos. Vamos a Deuteronomio, capítulo 8, donde Dios le habla al pueblo hebreo antes de entrarlos a la tierra prometida. El pueblo hebreo lleva 40 años en el desierto, dando vueltas, y esa experiencia del desierto de parte del pueblo hebreo es como un símbolo para nosotros también en nuestras vidas, de los desiertos por los cuales nosotros tenemos que pasar muchas veces en la vida antes de entrar a la tierra prometida, que es la tierra que fluye leche y miel.
Antes de entrar en la abundancia, en el gozo, en el poder, en el éxito, en la realización de nuestros sueños, a veces tenemos que pasar un tiempo en el desierto. Cuando Dios está trabajando en tu vida, muchas veces cuando Dios está haciendo grandes cosas en tu vida es cuando más seco tu te vas a sentir. Es interesante. El gran místico San Juan de la Cruz, escribió un poema maravilloso en el siglo XVI, era un sacerdote católico, era un místico también, tuvo grandes experiencias con Dios y escribió un poema muy famoso en la literatura hispanoamericana, no es ni siquiera en la literatura religiosa, era un poema muy, muy desarrollado, muy sublime que se llama “La noche oscura del alma.”
Él escribió ese poema, es un poema bien largo, y entonces él tomó ese poema y lo interpretó, escribió la interpretación de ese poema que él había escrito, qué quería decir cada cosa y de ahí salió un libro como de 300 páginas, se llama “La noche oscura del alma.” Y una de las cosas que dice San Juan de la Cruz en ese poema y en su interpretación, es que lo que pasa es que cuando el alma está acercándose más a Dios, al ver la pureza y la belleza de Dios, entonces se da cuenta de su impureza.
Usted sabe lo que pasa cuando uno arregla la casa, que uno pinta una pared, por ejemplo, de momento como que los muebles viejos ahora se ven más viejos, más destartalados, ¿verdad que sí? No es así? Entonces la alfombra que parecía más o menos tolerable porque también la pared estaba destartalada, pero ahora con la pared bien bonita, la alfombra se ve feísima, entonces hay que cambiar la alfombra también. Y después que usted cambia la alfombre entonces los muebles de la sala se ven horribles. Qué pasa? Hay un contraste. Cuando surge lo bueno, entonces lo que parecía aceptable se ve como ya…
Y dice San Juan de la Cruz que cuando Dios está haciendo cosas en tu vida y te está purificando y te está trabajando, entonces tu te das cuenta de lo mucho que te falta. Y eso provoca en ti un sentido de insatisfacción, de esterilidad, de desagrado, pero no es porque en sí tu estás mal, es porque en contraste con ese acercamiento que Dios te está permitiendo de ver su gloria, tu te miras a ti mismo y te ves, guau, verdaderamente me falta tanto. Entonces esa esterilidad y esa sequía es más bien un indicio de crecimiento y de acercamiento a Dios. Y tu tienes que acostumbrarte a ese desierto.
Yo siempre he encontrado que los desiertos son tiempos muy especiales en que Dios está trabajando en nosotros y haciendo cosas bien profundas y si nosotros sabemos cómo pasar ese tiempo en el desierto y esperar allí hasta que el desierto cumpla su propósito en nuestra vida, cuando salimos del desierto entramos entonces en una mayor bendición. El desierto es un buen lugar donde estar.
Yo he estado en el desierto en el Negev en Israel, me pasé allí unas tres semanas hace varios años atrás, es el sitio más interesante del mundo. Es un privilegio estar en el desierto. Por eso yo entiendo por qué Elías y Eliseo moraban así en lugares un poco desérticos, porque el desierto nos enseña muchas cosas. Uno se acerca a Dios porque no hay muchas distracciones, todo es como bien plano, bien seco, bien monótono. Pero ahí tu puedes ver a Dios y ver tu interior mejor.
Así muchas veces en tu vida vendrán tiempos de sequía, vendrán tiempos de soledad, de tristeza, de necesidad. No te llenes de miedo y de horror y salgas corriendo enseguida. Quédate allí un tiempo y pídele al Señor que te enseñe, Señor, qué tu quieres de este desierto? Y aprende a llorar si tu necesitas llorar, aprende a pensar dentro de ti mismo. Esos desiertos son buenos, son parte del propósito de Dios.
Entonces Israel pasó 40 años en el desierto, pero eso era un símbolo de los desiertos que todos nosotros tenemos que pasar en la vida. Y Dios usó el desierto para hacer cosas en ese pueblo. Ese pueblo, por ejemplo, era un pueblo sensual, ellos estaban penando en el desierto por las ollas de carne de Egipto, y por los ajos de Egipto y aquí los tenía Dios comiendo maná. No hay mas nada. Así que tenían que comer todos los días, iban con una latita al desierto a buscar eso que Dios hacía caer, y llenaban la latita y estaban hartos del bendito maná.
Ese pueblo sensual y comilón necesitaba algo así, una comida sencillita y un ayuno forzado, Dios los tenía allí. Y a veces eso nos pasa a nosotros, Dios tiene que cogernos y quebrantarnos y ese animal grande y fuerte que está en nosotros, Dios tiene que desangrarlo y bajarlo, porque ese animal lo que hace es daño alrededor, araña a todo el mundo y muerde a todo el mundo y le ruge y asusta a todo el mundo, entonces Dios tiene que debilitarlo. Y por eso a veces nos pone a comer…
Qué hace la gente cuando tiene, en Santo Domingo, por ejemplo, cuando quieren hacer un perro bravo, yo he oído, yo no sé si es cierto, le echa vidrio a la comida, vidrio molido, para ponerlo molesto y hacerlo bravo. Bueno, Dios es la inversa, cuando Dios quiere hacerte dulce, suave y apacible te da una comida un poco desabrida para que tu vayas acostumbrándote. Y en ese proceso Dios te va desangrando y entonces paradójicamente, interesantemente esa comida suave, esa papilla que Dios te da, te hace más como Cristo y más mansa, más humilde, más entendida, más abierta a la voz de Dios, más capaz de oír los susurros del espíritu, más capaz de discernir las cositas suaves.
Muchos de nosotros necesitamos que nos griten en el oído para poder escuchar, y Dios quiere que nosotros seamos tan sensibles que simplemente con rozar la superficie, ya nosotros sabemos lo que él quiere. Así es que Dios quiere entrenarnos, entonces nos pone a veces en un proceso bien suave y nos solamente lo mínimo que necesitamos para vivir y nos mantiene por un tiempo.
Entonces, si usted lee Deuteronomio capítulo 8, ya hice la interpretación, ahora le voy a leer la lectura. Dios dice, versículo 1:
“…Cuidaréis de poner por obra – él le está hablando esto a este pueblo que ya ahora los va a entrar en la tierra prometida. 40 años en el desierto, finalmente van ya a entrar a su herencia, a su bendición, aquello por lo cual salieron desde Egipto, ahora finalmente van a entrar. Entonces Dios los reúne y les lee la cartilla a través de Moisés y les dice:
“…Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy para que viváis y seáis multiplicados y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres. – Y aquí viene lo que yo les estoy diciendo − … y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová, tu Dios, estos 40 años en el desierto…”
Hermanos, cuando venga el tiempo de la bendición en su vida no se olvide de los tiempos malos, de los tiempos de prueba. Cuando Dios le pase por un tiempo de trato en su vida, márquelo, y vuelva a esos tiempos para recordar lo que Dios hizo, cómo Dios lo sacó de ciertas cosas, cómo Dios trató con usted. Hay cosas que han pasado en mi vida que yo las recuerdo, no para deprimirme, sino para recordarlas, para que no se me olvide el escarmiento, aprender y ver el trato de Dios. Eso es bueno. Entonces, recuerden ese tiempo, cuando ustedes estén en la tierra de gran abundancia, recuerden esos tiempos en el desierto por donde Dios los ha traído estos 40 años.
“… Para probarte – y aquí está – para saber lo que había en tu corazón…”
Sabe que eso es uno de los beneficios grandes de las pruebas. Ahora, Dios sabe lo que hay en el corazón de un hombre o una mujer, él lo sabe siempre. Yo creo que es más para nosotros saber lo que había en nuestro corazón. Es como para sacarlo a la luz.
Muchas veces las pruebas permiten que nosotros nos conozcamos mejor a nosotros mismos. El mejor psicoanálisis del mundo es la prueba porque es como que Dios te exprime y cosas que estaban allí en tu subconsciente, en tu pasado, comienzan a brotar entonces y a salir a la luz. Y tu te conoces mejor, puedes exponerle a Dios las cosas de las cuales tu padeces y puedes entonces someterle esas cosas al Señor.
No hay nada como conocerse uno a uno mismo. Eso es lo mejor del mundo, el hombre, la mujer, que se conoce a sí mismo. Hay muchas cosas que están en nosotros que nosotros ni siquiera conocemos y toda fuerza que está en usted que usted no conoce, lo controla a usted en vez de usted controlarla a ella. Solamente lo que usted conoce con su mente y lo ha traído desde lo subconsciente a lo consciente, sobre eso usted puede entonces tener control y dominarlo usted. Pero si hay cosas en su vida que lo están afectando y usted no conoce cuáles son esas cosas, esas cosas lo van a gobernar a usted y usted se va a encontrar haciendo cosas que usted no va a saber por qué las hace y eso es porque están fuera de su conocimiento y de su control, ellas lo controlan a usted.
Los psiquiatras y los psicólogos que entienden eso, toda la psicología y la psiquiatría está basada en ese punto, de hacer consciente a la gente de esas cosas desconocidas en ellos, que los están afectando y los están llevando a hacer acciones auto destructivas o destructivas de sus seres queridos. Entonces, la función del psicólogo, el psiquiatra, el consejero es ayudar a esta persona a entender su pasado, las experiencias que lo formaron o lo deformaron para que al esa persona conocer estas cosas, pueda obtener control de ellas.
Quizás nunca se va a liberar completamente de esas cosas, pero al conocerlas va a poder entonces torearlas y manejarlas mejor. Por eso es que Cristo dijo, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Cuando usted conoce ciertas cosas acerca de sí mismo y de su personalidad, al usted conocer esas cosas, usted va a tener mucho mejor control de ellas. Por eso es que la meta principal de un hombre, una mujer, debe ser conocerse a sí mismo y conocer los resortes, las deformaciones del pasado, cómo tu pasado familiar te ha afectado, cómo el problema que tuviste con tu padre, por ejemplo, o el trato de tu padre contigo, tu relación con tu padre te afectó, cómo un abuso sexual que tu sufriste te deformó, cómo algún fracaso del pasado te traumatizó y ahora tu ves el mundo a través de ese trauma, cómo alguna pérdida, alguna falta, alguna omisión, alguna traición, algún abuso, algún insulto, algo grande te pudo afectar y te deformó y entonces eso está afectando la manera en que tu te comportas.
Y cómo tu no sabes, no recuerdas eso, tu crees que lo superaste pero no, no lo superaste. Entonces, cuando lo conoces y puedes traérselo al Señor, iluminárselo y entregárselo a él, y saber que nada te destruye, si tu estás en Cristo tu no eres una víctima de nada, todo Dios lo va a usar y lo puede usar para su gloria, para su honra y para tu bendición, cualquier cosa que sea. Y eso es lo que nos permite ser sanos, es entender que cualquier cosa que haya ocurrido en mi vida, por más tétrico, por más siniestro que sea, si yo se lo puedo entregar al Señor, Dios lo va a convertir en algo bello, precioso para su gloria y para mí bendición, lo que sea. Escribe allí, abuso sexual, aborto, divorcio, fracaso moral, pobreza, trauma, abuso físico, emocional, verbal, lo que sea que haya pasado en tu vida, algún crimen cometido, lo que sea, todo eso si tu se lo entregas al Señor, él lo toma en sus manos y en una forma misteriosa y mágica lo transforma en algo glorioso y hermoso.
Mira lo que hizo con la cruz, el instrumento más siniestro, la muerte de su Hijo lo transformó en salvación para la humanidad, en redención para la tierra. Entonces, tu tienes que entender eso, que no importa lo que tu hayas pasado, cualquier cosa que haya pasado en tu vida, si tu lo miras a través de los lentes de Jesús, él puede tomar eso y transformarlo en algo glorioso y sublime. No lo veas como algo que redimible, eso me mató, me destruyó. No. tómalo y deja que el Señor lo recicle y te enseñe cómo tu puedes usar ese trauma, esa tragedia, ese sufrimiento, ese fracaso, esa pérdida como un peldaño para crecer y llegar a otro nivel de tu vida.
No le temas. Los dolores de la vida son terribles y destructivos para los que solo ven lo terrible y lo destructivo. Los dolores de la vida para los que pueden verlos a la luz del propósito benévolo de Dios, pueden ser un arma maravillosa y un instrumento quirúrgico hermoso para la formación de un hombre, una mujer poderosa, que pueda bendecir a otros, que pueda tener compasión de otros, que pueda aconsejar a otros, que pueda poner la mano alrededor de alguien que ha sufrido y decirle, mira, no te preocupes yo he caminado ese mismo camino, yo sé lo que tu sufres. Y te puedo decir que hay luz al otro lado y que hay esperanza porque yo he estado allí. Maravilloso.
Entonces, por eso Dios le dice a ellos, mira, recuérdate el desierto, donde yo te llevé para afligirte, para probarte y para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos, hablando de Dios, y te afligió y te hizo tener hambre y te sustentó con maná, comida que no conocías ni tu ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, más de toda palabra que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.
Muchas de las cosas que nosotros pasamos Dios las usa para enseñarnos lecciones espirituales muy poderosas, muy profundas. Dios siempre nos está hablando. Dios siempre nos está instruyendo. Dios siempre nos está enseñando, lo que pasa es que somos demasiado torpes para entender el lenguaje en código de Dios. Y parte de lo que Dios hace a través de las pruebas es enseñarnos un nuevo lenguaje, aprender cómo interpretar los eventos de la vida y extraerles su gran enseñanza y hacernos mejor, más fuertes, más poderosos, más nobles, más altos.
Él quería enseñarle a través de la prueba y de la aflicción, él quería enseñarle, mira, primero, no te faltó nada. Óigame, cuántos de nosotros pensamos, me voy a morir de hambre o cuántos cuanto usted pierde un trabajo, usted piensa, desastre, me voy a ver en la calle, me voy a morir. Y de alguna manera como que Dios siempre le provee algo. Increíble.
Yo digo que hay dos fases grandes en la vida, una es la fase del maná y otra es la fase de la tierra que fluye leche y miel. Y muchas veces cuando tu estás en pruebas y en sequía física, material, financiera, Dios te da simplemente lo básico para vivir, te da un cuartito en algún sitio, una cama más o menos, ropa básica, no muy lujosa y te mantiene allí un tiempo. Ese es maná, esa es la comida sencilla. Pero lo interesante es que siempre en el último momento él te mete la mano y te llegan dos pesos, cinco pesos, para la leche, para el pan, alguien te regala una camisa, alguien te invita a comer a la cosa, o te invita a un restorán y te pagan la comida, como que el Señor te está dando maná, aún mientras te mantiene en un poco de sequía pero como que misteriosamente, milagrosamente, te provee lo básico para tu subsistencia, y él te dice, ten paciencia, te tengo allí, te estoy enseñando cómo vivir por fe, te estoy enseñando que no solo de pan vive el hombre, que yo puedo proveerte. Si tu oras a mí, si tu crees en mí yo te puedo proveer.
Cuando tu creas vas a pisar el aire y te vas a caer en el abismo, viene un ángel y pone su mano para que tu pises. Y tu aprendes a vivir por fe, aprender no a vivir por tu inteligencia o por tu astucia, o por tu preparación o por la gente que tu conoces, o por tu profesión, tu aprendes solamente que de Dios te tienes que agarrar. Y si tu te agarras de él, él nunca te faltará, nunca te dejaré, nunca te desamparare, mi diestra siempre estará contigo a tu favor. Y aprender esa verdad es increíble, aprender esa verdad es maravilloso.
Pero cómo la vamos a aprender si no es simplemente cuando Dios nos quita todos los andamios y nos deja simplemente en el aire, y tenemos que caminar creyendo que el Señor va proveer cada peldaño, cuando nuestra planta pise ahí estará el peldaño. Hay que aprender eso. Y la única manera es así, cuando Dios nos quita todo alrededor y nos deja simplemente con lo básico, el maná. Pero ahí aprendemos que no solo de pan vive el hombre.
Mire lo que dice, tu vestido nunca se envejeció sobre ti. Sabía eso? Que Israel mientras estuvo en el desierto, no podían hacer vestidos, no había máquinas, no había nada. Pero increíblemente durante esos 40 años a ese pueblo, todos los días la gente se levantaba y el vestido estaba igualito, estaba fuerte, los sweaters estaban bien sprinky, no se envejecían. Increíblemente, todo ese tiempo aunque solo tenían una falda y una blusita y unos zapatos, dice que tu vestido nunca se envejeció ni el pie se te ha hinchado en estos 40 años.
Esa gente caminaba en el desierto, en la sequía, con las piedras, con unos zapatitos bien básicos y nunca se le hinchó el pie. Dios no le proveyó zapato fino, pero se aseguró de que sus pies fueran protegidos. Hoy en día la gente tiene zapatos muy finos pero llenos de callos y no puede disfrutar de ellos ni siquiera. Yo prefiero mejor un zapato básico pero salud que toda la ropa del mundo, y entonces no puedo…
Y Dios dice, mira, observa esto que todo este tiempo que tu estuviste en el desierto tu pie no se hinchó, tu vestido no se envejeció, nunca te faltó la comida básica y yo quería a través de esa carencia y de ese sufrimiento básico, enseñarte que en última instancia tu no dependes de ti mismo, es de mí. Y que cuando tu no tengas nada, yo te puedo proveer lo básico y te estoy entrenando.
Entonces, dice, reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová, tu Dios, te castiga. Humíllate. Sabe que estás bregando con un Dios muy serio. Camina rectamente delante de él y deja que él te trate. No hay nada como ese respeto sublime para Dios. Cuando uno se humilla, cuando Dios te ha disciplinado y tu has aprendido lo serio que es ese Dios a quien tu sirves, tu caminas derechito.
Esta mañana leía acerca de eso precisamente, lo importante que es cultivar el temor de Dios. Dice que el principio de la sabiduría es el temor de Dios. Qué importante que es que las congregaciones cultiven el temor de Dios. Hoy en día la gente no quiere hablar del temor de Dios. No, vemos a Dios como un proveedor, un Papá que nos malcría. Todo lo que queremos el Señor me lo va a proveer. No. Dios es un Dios severo también, es generoso, pero es severo. Hay que temerlo, hay que vivir con un temor sano, una reverencia terrible de ese Dios que nosotros servimos, es un Dios que no se casa con nadie. Él si te tiene que dar un manotazo te lo da, al `más bonito, al que más ama, él le da su buen manotazo también. Hay que vivir derechito y eso es algo para salud y para sanidad y para bendición de la vida. Camina temerosamente delante de Dios, no con miedo de Dios pero sí con temor, porque él es sublime y merece toda reverencia. Hay que caminar suavemente delante de ese ser todopoderoso.
“…Guardarás pues los mandamientos de Jehová, tu Dios, andando en sus caminos y temiéndole porque Jehová, tu Dios, te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales que brotan en vegas y montes. Qué poético! Tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados, tierra de olivos, de aceite y de miel, tierra en la cual no comerás el pan con escasez, como en el desierto, ni te faltará nada en ella, tierra cuyas piedras son hierro y de cuyos montes sacarás cobre y comerás y te saciarás y bendecirás a Jehová, tu Dios, por la buena tierra que te habrá dado.”
Después que Dios te ha pasado por la prueba, vienen tiempos de frescura, de restauración, de descanso, de celebración, de comer bien, de disfrutar del bien de la tierra. Dios te dice, okay, ahora hijo, te pasé por el trapiche, pero mira ahora el banquete. Siéntate y come de toda la abundancia que yo tengo para ti.
Porque en última instancia, Dios quiere que estemos bien, hermanos, los tiempos de sequía y de pruebas son tiempos de entrenamiento pero después eso, como el soldado, después de estar en el campo entrenándose, regresa a su casa con su mujer, con sus hijos, come bien, se fortalece otra vez y así es la vida del creyente. Un tiempo te tira al desierto y después te casa más fuerte, preparado para seguir adelante y la vida se convierte en un ciclo de fortalecimiento y disfrute, fortalecimiento y disfrute, y cada día uno va siendo más y más como Cristo.
Qué maravilloso. Así que quiera el Señor bendecirnos con esta verdad y recordemos eso, las pruebas, la dificultades son necesarias, son la muestra mayor del amor de Dios. No las rehuyamos ni las evitemos. Demos la bienvenida y cuando Dios lo haga, deje que él cumpla su propósito en su vida.
Me he tomado un poquito más de tiempo, me disculpan, pero quería terminar esta serie con ese mensaje. Recuerden que estamos hablando de Santiago, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, porque la prueba de vuestra fe, produce paciencia, entre cosas, produce muchas cosas más, pero una de las cosas que produce es la paciencia.
Gracias, Padre, te adoramos, te bendecimos. Gracias por esta noche, Señor, gracias por tu bendición, gracias por tus hijos y tus hijas. Padre, renuévanos ahora nuestras fuerzas. Llévanos a nuestros hogares con tu bendición, danos un sueño apacible y restáuranos y llévanos mañana a nuestros trabajos y a nuestras tareas diarias con más gozo y más fortaleza que nunca.
Gracias por este pueblo. En el nombre de Jesús. Amén. Amén. Que el Señor les bendiga, mis hermanos, que la gracia del Señor sea con ustedes.