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Yo tengo hambre de que el espíritu de Dios se manifieste en medio de nosotros, hermanos. Estoy dispuesto a hacer el ridículo si tengo que hacerlo para que el Señor se manifieste en este lugar. Quiero hacerme bien pobre y bien débil para que el Señor haga lo que él quiere hacer en medio de nosotros. Y a veces a través de esas humillaciones y esas incomodidades, a través de las quebraduras de nuestro ego, el Señor entonces tiene ocasión de manifestarse. A veces tenemos un ego demasiado grande y lo protegemos demasiado y el Señor dice, bueno, voy a hacer que tu ego sea el que se mantenga y no el ego mío que es el Espíritu Santo que yo quiero manifestar.
Así que balbuceando y haciendo cosas torpes el Señor se glorifica a través de los gestos que nosotros hacemos. Y es porque deseamos que el espíritu del Señor tenga control de nuestra congregación. Yo creo que el Señor está cansado ya de la misma cosa de siempre. Yo estoy cansado. Llevo 30 y pico de años pastoreando y Dios ha bendecido mi ministerio y ha bendecido esta iglesia pero siento que Dios tiene otra cosa, Dios tiene otra montaña que escalar, Dios tiene otra etapa, porque el Reino de Dios es siempre proceso, ir más y más y más allá, no contentarnos con lo que tenemos.
Yo podría decir, bueno, ya me voy a retirar y dentro de unos poquitos años ya me voy por allí a una casita que tenemos en Maine, a crecer vegetales y vivir con los osos. Pero yo no tengo planes de eso, yo pienso darle al Señor la última gota de vida y de energía que tenga hasta el último momento de mi vida y quiero más del Señor y quiero más para esta iglesia. No podemos dormirnos sobre nuestros laureles y a veces para entrar en la próxima etapa que Dios quiere de nosotros tenemos que dejar lo cómodo, lo predecible y tirarnos a esa tierra nueva que el Señor nos ha de enseñar según vayamos caminando en ella.
El Apóstol Pablo dice en Primera de Corintios, capítulo 2, “Así que hermanos, hablándole a los corintios, a esa iglesia que estaba en la ciudad de Corinto, y el Apóstol pablo está hablando de un viaje que él dio a esa ciudad anteriormente y les está explicando por qué él se comportó de la manera en que se comportó cuando fue a ese viaje, y nosotros tenemos que hacer lo mismo. Como líderes espirituales nosotros tenemos que explicarle a la gente por qué hacemos lo que hacemos, qué está detrás de las cosas que nosotros hacemos.
Por ejemplo, esta semana por qué hemos hecho lo que hemos hecho. Es importante que sepamos porque sino estamos haciendo las cosas mecánicamente simplemente porque el pastor dijo que oráramos esta semana y eso es todo. Si no entendemos la razón por la cual estamos haciendo las cosas entonces no podemos hacerla con toda la plenitud que tenemos que hacerlo.
Entonces, el Apóstol Pablo dice, “Así que hermanos, cuando fui a vosotros – en ese viaje anterior – para anunciaros el testimonio de Dios – es decir, para predicar, para enseñarles – no fui con excelencia de palabras o de sabiduría, pues me propuse – esa palabra es bien importante – no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad y mucho temor y temblor y ni mi palabra, ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría sino con demostración del espíritu y de poder para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios.”
Amén. Entonces Pablo les está explicando por qué él se comportó como se comportó en ese viaje previo que él había hecho a la ciudad de Corinto. Y en otros pasajes de la escritura él desarrolla un poco más lo que aquí solo presenta en una forma muy apretada y muy embriónica. Los corintios como todas las ciudades que se habían desarrollado en la cultura greco romana estaban acostumbrados a escuchar estos predicadores que venían con mucha grandilocuencia, que se entrenaban en los lugares profesionales de declamación.
En el mundo greco romano había escuelas donde la gente era instruida sobre cómo hablar en público, cómo expresarse en una forma que la gente quedara impresionada, cómo usar el tono de la voz, los gestos de las manos, los gestos del cuerpo, las frases impresionantes y grandilocuentes para que la gente quedara impresionada con la forma de ellos enseñar o declamar o dar una conferencia o una predicación.
Y muchos de los predicadores itinerantes que estaban corriendo por la iglesia según ésta se iba desarrollando más, sobre todo en el mundo greco romano, muchos de esos predicadores usaban estos métodos de impresionar a la gente con su forma bien fuerte, bien fogosa de predicar para que la gente se impresionara, como pasa hoy en día también a veces en las congregaciones, que los pastores sentimos como que tenemos que estar continuamente manipulando a la gente y gritando y presionando a la gente con nuestros gestos físicos y con nuestra elocuencia para que se impresionen y reciban lo que estamos enseñando.
Y Pablo dice, cuando yo fui a ustedes para anunciarles el testimonio de Dios, cuando fui a enseñarles, cuando fui a predicar, yo no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. En otras palabras, yo no fui a donde ustedes con grandes términos teológicos ni grandes expresiones complicadas ni cosas complejas y oscuras para que ustedes pensaran como que yo soy un gran predicador, un gran maestro de la palabra, un gran Apóstol.
En otros pasajes de hecho él habla acerca de eso. él dice que la gente lo ve a él como una persona como insignificante, algunos dice que Pablo era muy pequeño de estatura. Otros dicen que hasta era un poquito jorobado, otros han dicho que él gagueaba un poquito, no sabemos. Y hay expresiones de sus escritos que nos hacen pensar que algunas de estas cosas eran ciertas. Y cuando él se aparecía ante estas congregaciones que ya habían escuchado del gran Pablo, del gran Apóstol Pablo, y él se aparecía quizás con una apariencia no tan impresionante y con una predicación así natural y de maestro, no de gran predicador, la gente decía, pero este no es Pablo, este es Pablito más bien. Nosotros pensábamos que iba a ser alguien muy impresionante de estatura y de forma de expresarse y que nos iba a deleitar con un sermón muy poético y muy elocuente y nos está enseñando en una forma natural y sencilla.
Pablo podía hacer eso si él quería, de paso, Pablo había sido entrenado a los pies de Gamaliel, uno de los más distinguidos maestros, rabinos, de su tiempo. Y sabemos que a Pablo no le faltaba ninguna de estas cosas. Pablo escribió dos terceras partes del Nuevo Testamento, era un teólogo increíble. La iglesia hoy en día, dos mil años después de su vida, se nutre de las enseñanzas del Apóstol Pablo. Él era un hombre que no le faltaba entrenamiento intelectual, académico, racional. Era un hombre de gran fogosidad también, un perseguidor de la iglesia, un hombre de un coraje físico increíble. Era un hombre que había recibido revelaciones extraordinarias de Dios, visiones tan profundas, tan sobrenaturales que Dios mismo le había prohibido que compartiera eso con la mayoría de la gente porque aparentemente no eran para consumo general, eran cosas privilegiadas que Dios le había comunicado a él.
Él había tenido tantas experiencias sobrenaturales y de tal grado que Dios tuvo que darle un padecimiento espiritual que lo avergonzara para mantenerlo humilde. Imagínense eso. Creo que es en Segunda de Corintios, capítulo 12 donde él habla de un aguijón que Dios le puso para que la grandeza de la revelación que él había recibido no lo engrandeciera, dice, desmedidamente. Dios me dio un mensajero del diablo, dice, un aguijón para que me abofeteara y me mantuviera humilde. Y era algo que avergonzaba tanto a Pablo que 3 veces vino delante de Dios y le dijo, Señor, líbrame de esto. Y 3 veces Dios le dijo, bástate mi gracia porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Por eso Pablo aprendió entonces a cultivar expresamente la debilidad, la humildad, la sencillez para que Dios pudiera entonces engrandecerse más a través de él. Sabe que a Dios le gusta la gente humilde y sencilla. Si usted viene de una familia sencilla, si usted no tuvo una gran educación, si usted pasó una buena parte de su vida haciendo poca vergüenza por ahí y después se arrepintió y ahora está en los caminos del Señor, usted está exactamente en el centro del amor de Dios, porque Dios ama a los humildes. Dios ama a los pecadores arrepentidos. Dios ama a los que se han descalificado. Dios ama a los que no merecen nada de su gracia y se han humillado y le han pedido al Señor las migajas que caen de la mesa, como la mujer siro fenicia.
No se sienta avergonzado de que usted no haya ido a un seminario, no se sienta avergonzado de que usted no tenga sus documentos, Dios ama a los sencillos y los humildes de corazón. Y Dios le encanta trabajar a través de gente humilde y sencilla. Cultiva la humildad, cultiva la sencillez porque entonces el poder de Dios podrá manifestarse grandemente a través de ti.
Yo me encanta tener gente sencilla, humilde, en mi congregación. Y yo quiero que ustedes sepan que esta nunca será una iglesia de aristocracia ni de gente de alta alcurnia exclusivamente, aquí todos tenemos que entrar a esta iglesia por la misma puerta bien bajita y humillarnos de manera que cuando entremos a la iglesia todos estemos del mismo tamaño, hermanos. Ese es valor primordial de esta congregación. Escúchenlo porque siempre quiero que eso quede claro en sus mentes, nunca escuche a nadie que le diga que esta iglesia es solamente para los profesionales. Esas son mentiras del diablo. Esta iglesia es para toda persona, la que tiene educación y la que no tiene educación, la que tiene documentos y la que no tiene documentos, el dominicano y el salvadoreño, el guatemalteco y el chileno, el mexicano y el colombiano, todos son uno aquí en Cristo Jesús. Todos los pequeños de la tierra tienen lugar porque se trata de que el Espíritu Santo sea el que manifieste su poder no la fuerza del hombre, no la inteligencia del hombre, no el dinero del hombre, no el pasado aristocrático del hombre o de la mujer, sino lo que usted es en Dios y en el espíritu de Dios en este tiempo.
Es un tiempo en que Dios quiere usar a los pequeños de la tierra, los humildes, los gobiernos hoy en día buscan a la gente altamente intelectual o la gente con dinero, como vemos en los últimos gobiernos que hemos tenido en esta nación. O adoramos el intelecto y la razón y la sofisticación racional, o adoramos la gente que habla duro, altos de estatura y que tienen mucho dinero y los 2 el Señor se ríe de ellos. La virgen de Israel menea la cabeza delante de ti, porque el espíritu del diablo se manifiesta tanto a través del alto intelectualismo como del mucho dinero y las grandes estaturas.
Y el pueblo de Dios que discierne el Espíritu Santo siempre cultivará la debilidad en el espíritu, o más bien la debilidad en la carne para que el poder del espíritu de manifieste a través de nosotros. Por eso es que esta iglesia nunca podrá ufanarse de nada. Mucha gente ama esta iglesia y la admira de allá afuera y ven esta iglesia como una iglesia ejemplar.
Hermanos, yo escucho esos cumplidos y esas bendiciones de la gente. Le doy gracias a Dios porque podemos ser gente que somos un ejemplo y una inspiración para muchos, pero esa alabanza yo inmediatamente se la transmito al rey de reyes y al Señor de Señores que es el único que la merece. Nunca en esta iglesia resuene el nombre de congregación León de Judá con orgullo carnal, hermanos.
La Biblia dice que si alguien se gloría, gloríese en el Señor. Nunca alabe esta iglesia más de la cuenta. Ni en la comunidad allá afuera, ni en ningún lugar. Nunca diga, oh, yo voy a congregación León de Judá como la gran cosa. Esta es una iglesia como cualquier otra, necesitada de la gracia del Señor. Y yo que los dirijo espiritualmente soy un hombre como cualquier otro, necesitado de la gracia y la compasión del Señor. Nunca alaben a un hombre, nunca pongan su mirada sobre un hombre, pónganla sobre Cristo. El mayor daño que usted le puede hacer a un pastor como yo, es alabarme más de la cuenta o creer que yo soy más de la cuenta. Ore por mí, ore por sus pastores, y pídale al Señor que me guarde y tenga misericordia de mí más bien, nunca me presente como un ejemplo en todo lo posible, a nadie, hermanos. Y nunca me señale porque ese el daño más grande que ustedes me pueden hacer.
Gracias a que me respetan. Yo me siento contento con el amor de mi pueblo pero sepan que más bien yo lo que necesito es que sus oraciones siempre estén levantándose delante de Dios por mí persona, y que esta iglesia siempre se vea como una iglesia pequeñita en la carne y que nosotros cultivemos la humildad y la sencillez de corazón. Que sepamos que nosotros no somos mejores que ninguna congregación. Tenemos nuestros defectos como cualquier otra iglesia. La gente allá afuera ve la grama y dice que la grama desde lejos se ve bien tupidita y bien bonita, pero cuando entran y conocen todas nuestras verrugas y nuestras arrugas, saben que somos humanos como cualquier otra congregación.
Cultivemos la humildad más bien. Denunciémonos a nosotros mismos y así el diablo nunca va a poder acusarnos, porque si usted se denuncia delante de Dios de qué lo va a acusar si usted ya se denunció, ya usted se acusó usted mismo. Entonces la gracia del Señor puede fluir sobre su vida. Vamos a pedirle al Señor, vamos a ser una iglesia sencilla y humilde de corazón. Vamos a exaltar a los pequeños y los más grandes rebajémonos para estar todos a la misma estatura.
Y Pablo había entendido ese misterio de la vida cristiana de hacerse pequeño activamente para que el poder de Dios entonces pudiera manifestarse. Cuando una iglesia… y ese es el peligro cuando Dios bendice una congregación. La iglesia en Estados Unidos en el siglo XXI es una iglesia muy bendecida en muchas maneras, es bendecida con grades edificios muy modernos, nosotros aquí en León de Judá gozamos de una planta física envidiable, 3 edificios en el centro de la ciudad. Tenemos lindos aparatos que proyectan las imágenes de nuestros coros y las lecturas bíblicas, tenemos buenísimos asientos, bien cómodos, tenemos aire acondicionado y calefacción, tenemos maestros excelentes, tenemos una adoración hermosa y bien organizada, tenemos computadoras por dondequiera, tenemos un programa de servicio social que es admirado y respetado por mucha gente en esta ciudad.
Pero eso también tiene su lado negativo y peligrosos y es que nosotros podemos acostumbrarnos a todas esas cosas y acostumbrarnos al programa bien organizado y al ambiente de mucho orden, y a los sermones bien estructurados, y nos podemos olvidar de que no es ahí donde verdaderamente reside el poder de Dios y la capacidad para afectar el mundo allá afuera.
Si yo tuviera el valor un día sería bueno que apagáramos todas las luces, apagáramos la calefacción, apagáramos las proyecciones y todos los micrófonos y tuviéramos un servicio como lo tuvieron durante siglos. Hasta hace poco la gente no tenía micrófonos ni tenía bocinas. Charles Spurgeon, uno de los más grandes predicadores. Estaba viendo un documental hace poco de Charles Spurgeon que le predicó en una ocasión a 25000 personas y tuvo que hacerlo sin micrófono, todavía no había micrófonos en ese tiempo. No había pantallas de proyección. La gente tenía que ejercitar su memoria y aprenderse los himnos de memoria.
Hoy en día nosotros no nos aprendemos ni un corito de memoria. No podemos ni siquiera recordar ese coro, tu fidelidad es grande, y eso es todo lo que dice, grande es tu fidelidad. Y no lo recordamos el bendito corito porque nos estamos atrofiando, dependemos de todas estas cosas. Y desgraciadamente en esta nación donde hay tanta elocuencia, donde hay tantos recursos tecnológicos para la iglesia más que nunca la iglesia está decrépita y falta de influencia y de voz en esta nación. No les parece irónico que mientras más progreso experimenta la iglesia, mientras más recursos tiene, muchas veces menos eficiente y eficaz es en la proclamación del Evangelio? Por qué? Porque nos acostumbramos a las comodidades, nos acostumbramos al programa.
Cuando los primeros discípulos se reunían en el siglo I que afectó a todo el mundo entero y cambió el curso de la historia, saliendo de una pequeñísima ciudad después que el Espíritu Santo cayó en el día de pentecostés. Sabe cómo se reunía la gente? La gente se reunía en las casas, se reunían en grupitos, no tenían la Biblia, ni siquiera tenían Biblia porque el Nuevo Testamento todavía no se había escrito. El Nuevo Testamento se fue escribiendo poco a poco y si tenían alguna carta que Pablo había escrito no había imprenta, no había computadoras, ni el Antiguo Testamento ni siquiera que había sido escrito con mucha anterioridad podían leerlo porque un manuscrito era algo que valía el salario de una persona de todo un año.
Y yo me imagino los disparates que se decían en esas casas acerca de Cristo y del Espíritu Santo y del Evangelio porque no había enseñanza. Esta era gente que escuchaba… venía un predicador itinerante a una montaña, a una aldeíta predicaba de que hubo un hombre que se llamó Jesús que murió por la humanidad y que era el Hijo de Dios y que todo el que creyera en él era salvo, y le preguntaba a 4 ó 5 en esa aldea, tu crees eso? y decían sí, sí, amén. Recibe al Señor. Y él se iba. Y esa gente tenía ahora que tener una vida de iglesia entre ellos, sin educación teológica, sin instrucción de nada más de quién era Jesús teológicamente, ni ningún tipo de otra enseñanza.
Y así fue que el Evangelio se esparció por toda la tierra hasta que el mismo imperio romano cayó de boca ante el poder del Evangelio y de esa gente que amaba al Espíritu Santo, diciendo estupideces y tonterías y balbuceando, inventándose corito incoherentes pero que estaban llenos del espíritu y que amaban al Señor. Y eso es lo que Dios busca al final de cuentas, no es la grandilocuencia como Pablo dice, no es la gran tecnología, no son las cosas bien organizadas, aunque yo amo todo eso.
Muchos de los problemas que yo me busco en esta iglesia es por mi insistencia en el orden y en la excelencia, pero yo sé que al final del día y a final de cuentas nada de eso cuenta si el Espíritu Santo no está metido en ello y animándolo. Y por eso es que nosotros nos movemos incómodamente entre esos dos extremos, entre el extremo del orden y el sistema y la buena administración y la excelencia y la preparación y también el caos fecundo de la gloria de Dios cuando quiere meterse a hacer lo que él quiera entre nosotros.
Tenemos que hacer las dos cosas. Pablo se podía mover en los dos mundos. Él se movía en el mundo de la razón, del intelecto, de la teología pero también sabía cuando era tiempo de dejar que el Espíritu Santo se manifestara. Y él sabía que lo más importante era eso: una congregación que discerniera el espíritu, conociera al espíritu, se moviera en el espíritu porque de las dos cosas esa es la que más vale. Al final de cuentas…
Mire, yo tengo mis peleas con el mundo pentectostal rajatabla porque tiene muchas atrocidades y muchas cosas dañinas que hace y hay mucha gente que atropella el Evangelio, mucha gente atronada pastoreando iglesias que no debieran pastorear iglesias. Pero sabe qué? Yo les digo algo, que si yo tengo que escoger entre esas iglesias muertas y ultra racionales que solo conocen la razón y el intelecto y la teología, y esas iglesias que están ahí balbuceando y buceando pero amando el Espíritu Santo, yo me quedo con esas. Yo amo a los pentecostales. Yo amo a la gente que desnudamente, tontamente, haciendo errores pero aman el lugar donde está la presencia de Dios.
Gracias al Señor nosotros no tenemos que escoger entre uno y otro, podemos estar en los dos ámbitos. Y hay veces que vamos a hablar acerca del orden, del sistema, de la buena administración, del intelecto, de la alta teología, y a veces nos vamos a quitar la corbata y abrirnos la camisa y vamos a saltar como corderitos en medio de la congregación y glorificar el espíritu del Señor para aprender y practicar lo que es ser un pueblo del Espíritu Santo. Las dos cosas son necesarias y eso es lo que mantiene a una iglesia balanceada, una iglesia saludable, una iglesia llena del Espíritu Santo que también manifiesta la excelencia, la simetría, el orden, el balance del Reino de Dios que es un reino bello y hermoso. Cuando la gente lo ve, ve el orden que hay en el universo pero también ve el dinamismo que hay en el universo porque Dios lo creó también. Las dos cosas son necesarias.
Y yo le pido al Señor que nos ayude a hacer eso. Por eso es que esta semana que nosotros hemos estado en ayuno y oración y buscando ahí. Lo que le hemos ofrecido al Señor es una milaña, en buen dominicano, pero es una cosita nada más. Nosotros hacemos un poquito y creemos ya como que nos crucificamos y nos tiramos para que los leones nos comieran vivos. Hemos hecho unos ayunitos y unas oraciones a medio cocer, no hemos sufrido hasta la sangre como dice el Apóstol Pablo en otro pasaje. Pero gloria a Dios, qué bueno, el Señor se contenta con nuestros esfuerzos, pudiéramos hacer más.
Pero lo que estoy diciendo es que esta semana ha sido un ejercicio en la tecnología del Espíritu Santo. Esta semana yo espero que como iglesia y a ti como individuo y a mí como pastor, nos haya ayudado a revisitar los fundamentos de la vida en el espíritu, el abc, la aritmética del Espíritu Santo. Esos minutos que estuvimos de matutino el jueves o de semi vigilia el viernes, o el lunes con el grupo que dirige nuestra hermana Mayra, o el miércoles en nuestro servicio de oración a mitad de semana, son ejercicios, son los balbuceos del bebé tratando de aprender a hablar.
Y estas cosas yo espero que nos ayuden a entender eso, que nosotros tenemos que ser una iglesia del Espíritu Santo. Nuestra fe tiene que estar primordialmente en el espíritu de Dios, en la vida sobrenatural. Y eso es lo que Pablo le está diciendo aquí a los corintios, les está diciendo, hermanos, cuando yo fui a predicar el Evangelio, él dice, yo me propuse, en otras palabras, él tuvo que hacer una determinación previa de agarrar a esos caballos tan fuerte que él tenía intelectuales y hablar un Evangelio sencillo para que la gente no lo mirara a él, para que la gente no pusiera su deleite y su apego en las palabras complejas que él predicara o su forma elocuente de hablar o las cosas meramente humanas, y que al escuchar al hombre débil y sencillo, él se quiso hacer, hermanos, una figura transparente para que la gente no lo mirar a él. Él quiso hacerse transparente para que cuando la gente mirara, mirara a través de él y viera el Cristo que estaba detrás de él.
Y eso es lo que yo creo que todo pastor, todo predicador, todo siervo de Dios debe hacer. Debe hacerse transparente para que la gente no lo mire a él o a ella. Tenga cuidado de cualquier persona que llama demasiada la atención hacia sí mismo. Tenga cuidado de cualquier iglesia que diga, nosotros somos la iglesia que Dios ha escogido y los demás no saben lo que están haciendo. Tenga cuidado porque ese no es el espíritu del Señor. La gente que verdaderamente sirve y glorifica al Señor nunca atrae atención hacia sí misma, siempre desvía la atención hacia el que es la fuente de todo poder y de toda gracia, es Cristo Jesús y el Espíritu Santo.
Y por eso Pablo dice, cuando yo fui a donde ustedes no fui llamando atención a mis destrezas ni a mí tecnología sino que yo me propuse, yo decidí, con anterioridad yo determiné, con una decisión previa mía personal, no saber nada, poner a un lado todo mi armazón, todo mi arsenal intelectual teológico, ponerlo todo a un lado, no saber nada, cosa alguna sino a Jesucristo y a éste crucificado.
Sabe que la crucifixión fue la humillación más grande? La cruz era la cosa más terrible, más humillante que un ser humano podía experimentar. Una persona estaba prácticamente desnuda, subida sobre un madero, su biología expuesta, sangrando, gimiendo. Sabe que la cruz era algo tan vergonzoso que el gobierno romano no permitía que ningún ciudadano romano fuera crucificado. Ningún ciudadano de Roma podía ser crucificado porque los romanos pensaban que la cruz era algo tan vergonzosa y tan horrible y que si un ciudadano romano era crucificado era una vergüenza para Roma por extensión.
Y ese fue el destino de nuestro Señor Jesucristo. La humillación más extrema, el sufrimiento más extremo, la vergüenza más total, y de esa vergüenza, de ese abatimiento total, Dios sacó la liberación y la hazaña más grande que se ha dado en el universo desde que el universo fue creado, la salvación de la humanidad y la derrota de Satanás. En la cruz, dice la Biblia, que Cristo derrotó a los principados y a las potestades y dice también que anuló el acta de los decretos que nos era contraria.
Toda la acusación que el diablo tenía derecho a tirarnos a nosotros, el Señor la anuló en la cruz. Dice que exhibió públicamente a los principados y a las potestades en la cruz, en el lugar de mayor humillación, de mayor impotencia, de mayor vergüenza, de mayor anulación de todo poder, inmovilizado allí el Señor manifestó su poder como nunca antes ni después, en la cruz, en la debilidad, en la crucifixión, en la vergüenza.
Y por eso Pablo dice, yo me propuse no enseñar nada excepto Cristo, y no el Cristo de poder, no el Cristo que viene un día en un caballo blanco como lo pone la escritura, no el Cristo que esperaban los judíos que cogiera y derrotara a los romanos y pusiera a Israel en el poder de nuevo como cuando estaba David, que eso es lo que ellos esperaban, un Mesías victorioso. No, él vino como un humilde cordero, montado sobre un asno, irreconocible como el Hijo de Dios y en ese estado Dios lo usó para traerle redención a la humanidad.
Y entonces Pablo dice, yo me propuse por lo tanto que ustedes conocieran en mi predicación, no el hombre poderoso, sino al Cristo y no a cualquier Cristo sino el Cristo crucificado. Y yo estuve entre vosotros con debilidad y mucho temor y temblor. Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas sino con demostración del espíritu y de poder para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios.
Y esta semana eso es lo que hemos estado haciendo, hermanos. Hemos estado tratando de quitar todos los andamios. Eso es lo que quisimos hacer hoy en estos balbuceos torpes, este explorar a ver qué pasa. Por eso les digo, a veces es bueno. A mí me encantaría yo poder sentarme allí tranquilito, esperar hasta que me llegue mi turno para predicar y no tener que estar aquí como un atleta saltando por acá y dándole un micrófono a fulanito y a otro. Mucha gente ve eso, yo sé que lo ven en cierta manera crítica, por qué el pastor Miranda tiene que hacer eso? eso no lo hacen muchos pastores, pero yo lo hago para humillarme a mí mismo y para obligarme a depender de Dios. que mi iglesia aprenda a ser una iglesia dirigida por el Espíritu Santo, que mi iglesia aprenda a venir acá y decir, oye, qué va a pasar hoy? qué va a hacer Dios hoy? y uno viene y dice, y qué pasa si no se aparece? Y qué pasa si pasa una gran vergüenza y hago estas cosas acá y no pasa nada?
Es bueno sentir eso de vez en cuando. Es bueno venir a la iglesia con miedo muchas veces, es bueno venir a la iglesia con gran sentido de inseguridad y hacerse uno pequeñito y humilde. Yo sé que el Señor esas cosas las ve como un depósito y el Señor bendice esas cosas. Porque a veces los pastores se engrandecen mucho más de la cuenta, porque hay tantas otras maneras que uno puede buscar grandeza si la quisiera. Pero cuando uno se hace humilde delante de Dios, uno dice, Señor, yo no sé lo que estoy haciendo, no sé si te vas a aparecer o no, no sé si va a dar resultado lo que estamos haciendo, pero te amamos tanto que queremos darte una oportunidad. Si tu quiere ven y visítanos, muévete.
Yo creo que el Señor honra eso. Yo sé que a través de esa crucifixión el yo, Dios puede hacer grandes cosas en medio de nosotros. En esta semana, mis hermanos, salgamos de aquí… yo quiero que ustedes oren continuamente, que esta semana no sea una semana excepcional sino que Dios nos ayude como congregación a ser el pueblo de Dios. esto es l que debiéramos estar haciendo todos los días, debiéramos estar buscando más y más… agonizando delante del Señor y pidiendo que Dios nos haga verdaderamente ese pueblo ungido, lleno del Espíritu Santo.
Sigamos orando, sigamos buscando ese clamor de Dios, que no sea solamente esta semana ni hoy. Pidámosle al Señor que no se pierda esta visión de un pueblo que viene abierto a lo que Dios quiera, como un radar tratando de agarrar una onda de la eternidad y del reino de los cielos, que Dios nos hable y que nos use para su gloria, porque eso es lo que se necesita en este tiempo.
Los muros de Jericó que hay en este mundo ahora mismo están cerrados, bien cerrados y la iglesia no es capaz de derribarlo por sí sola. La iglesia no tiene la fuerza para romper los esquemas culturales de esta cultura del siglo XXI. Se requiere una visitación del poder de Dios, poder sobrenatural, una invasión del Espíritu Santo, una lluvia tardía como la que promete Joel en este tiempo de la historia. Solamente por medio de una visitación del poder de Dios sobrenatural, no se hará por aumentos incrementales de la energía, ni por técnicas de hombre, tendrá que ser un aterrizaje del poder de Dios más poderoso del que hubo en el día de pentecostés en Jerusalén.
Vamos a pedirle al Señor que lo traiga. Vamos a gemir y clamar delante de Dios como una mujer encinta hasta que el bebé nazca. Este es el tiempo de la visitación. Vamos a ser el pueblo del espíritu.
Póngase de pie y vamos a pedirle al Señor que consuma y consume este tiempo. Vete de aquí y ojalá que esta noche antes de dormir Dios te ponga un pensamiento en tu corazón. Padre, recuérdanos, visítanos, visita mi iglesia, visítame a mí, visita a mi familia. Yo me consagro a ti. Conságrate al Señor ahora mismo, consagra tu hogar al Señor ahora mismo, conságrate como un instrumento en las manos de Dios, una antena que pueda recibir las emanaciones de la eternidad, que sea una voz de Dios aquí en la ciudad de Boston.
Ahora mismo yo consagro mi casa, consagro mi iglesia. Meche ven por acá. Consagra tu casa al Señor. Consagra las paredes de tu casa, el piso de tu casa, el techo de tu casa. Hermanos, aguántese un momentito allí. Estamos haciendo algo bien sublime. Si usted puede esperar un momento allá atrás, espere un segundo. Esto es importante. El carro va a estar allí esperándole cuando usted llegue. No se preocupe, nadie se lo va a robar. Espere un momento. Este es un momento sublime. Conságrese al Señor si usted siente del Señor hacerlo. Entregue su casa al Señor.
Yo entrego mi casa, nuestras dos hijas, nuestros nietos al Señor, nuestro matrimonio, nuestro hogar al Señor, esta iglesia que el Señor nos ha puesto a encabezar junto con sus demás pastores y líderes, lo entregamos al Señor. Nuestra casa, yo y mi casa serviremos al Señor. Di eso. Yo y mi casa serviremos al Señor. Esta ciudad servirá al Señor. Nuestros hogares servirán al Señor.
Puede que tu seas soltero y ahora vayas a un apartamento tu solo, pero tu casa servirá al Señor. Tu vas a servir al Señor, tu vas a ser un instrumento de Dios, tu vas a ser un guerrero con una espada poderosa en las manos de Dios. Tus hijos van a ser usados por Dios, consagramos esta iglesia, Padre. Consagramos este lugar a ti, Señor. Úsanos para tu gloria, Padre. Aterriza en esta ciudad, oh Dios.
Tu que nos has dado todos estos recursos, Padre, y estos espacios, llénalos con tu presencia y úsanos para tu gloria, Señor. Queremos que tu gloria descienda sobre nuestra ciudad, sobre nuestra iglesia, sobre nuestra casa y sobre nuestra nación y que llene toda la tierra, que sea fuego corriendo por un pastizal y llenándolo todo de la gloria de Dios.
Te bendecimos, nos consagramos a ti, úsanos, Señor. Nos consagramos a ti. Quita toda tibieza de corazón, quita toda mediocridad espiritual, quita toda mente dividida, todo ánimo dividido, Padre, y haznos completamente apasionados a ti solamente, mirándote a ti solamente y deseándote a ti solamente, Señor, y sirviéndote a ti solamente para gloria de tu nombre. Gracias Señor. Aleluya! Te bendecimos. El pueblo de Dios dice, amén, gloria a Dios.