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El pastor Roberto Miranda ha estado transmitiendo una serie de mensajes escudriñando cómo vivir conforme a los tiempos que estamos viviendo. Y una respuesta inescapable que oímos de parte del Señor es esta, seamos santos. Dios nos está llamando, esto es inescapable, sobre todo lo demás que tal vez el Señor pida de su pueblo, sobre todo el Señor nos está llamando a ser santos.
En esta mañana mis hermanos, vamos a explorar dos preguntas. Primero, ¿qué quiere decir eso? a la verdad a qué nos está retando Dios cuando nos llama a ser santos. Segundo, ¿cómo se hace eso? cómo hacemos, si algo, para ser santos. Solo esas dos preguntas vamos a explorar en esta mañana y nos vamos de aquí.
Está proyectado el Reina Valera pero les voy a leer esta escritura en la versión Nueva Versión Internacional, para aclarar cierto idioma.
“Yo soy el Señor su Dios, así que santifíquense y manténganse santos porque yo soy santo. No se hagan impuros por causa de los animales que se arrastran. Yo soy el Señor que los sacó de la tierra de Egipto, para ser su Dios. Sean pues, santos porque yo soy santo.”
Mis hermanos, honestamente cómo usted reacciona a esa palabra ‘santo’, santidad. ¿Cómo reaccionas cuando lees eso? yo sé cómo yo reacciono y eso fue lo que me llevó, esa confrontación en mi espíritu, cuando el Señor me reveló esta palabra, en mi tiempo a solas con Dios y tuve que honestamente admitir al Señor, sabe, tal vez, Señor, si fuéramos honestos desearía pasar esta escritura por alto. ¿Cuántos no hacemos eso? vemos algo en la escritura, nos cae un poco pesado y preferimos pasar por alto esa escritura y tal vez imaginarnos que ya no se aplica a nosotros.
Si las leyes judías que es el énfasis de Levíticos, capítulo 11, es un estudio de las leyes judías gobernando lo que se come y lo que se deja de comer. Y si eso ya no se aplica a gentiles, a la alta mayoría de nosotros, bueno, tal vez tampoco esto, ¿verdad? Pero este mandamiento nunca se ha borrado, sigue en pie, aún en el Nuevo Testamento, aún después de la cruz.
Pedro, el Apóstol Pedro, cita este pasaje en Levíticos cuando él escribe en su primera carta, Primera de Pedro, “sino como aquél que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está aquí, citando este mismo versículo, sed santos porque yo soy santo.”
Y si algo, Jesús va aún más lejos llamándonos a ser perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. Si algo, mis hermanos, el libro de Levíticos con su énfasis sobre nuestro comportamiento externo, lo que se oye, lo que se ve, lo que se habla, lo que se come, cómo andamos, cómo nos vestimos, Levíticos con su énfasis sobre lo externo, representa lo que yo llamaría una ruedita de entrenamiento en la bicicleta de la santidad. That’s good!
¿Cuántos le han enseñado a un niño? Padres han tenido el trauma y el privilegio de enseñarle a un niño cómo manejar una bicicleta. Y comienzan con unas rueditas, unas barras, para que dominan la capacidad mecánica de montarse sobre una bicicleta. Y es algo así con el libro de Levítico, y su énfasis sobre lo externo. Pero Jesús va más allá de las rueditas de entrenamiento. Fue como si el Señor dijera, ya eres grande Samuel, y te voy a quitar las rueditas. Ya es tiempo de quitarnos las rueditas.
Él va más allá de la santidad de lo externo. Él va más allá de lo que vemos y oímos a la condición de nuestro corazón, y para entender la santidad como lo ve Dios tenemos que comenzar allí. Tenemos que comenzar con la condición de nuestros corazones.
¿Sabe cómo llamamos santidad que no pasa de lo externo? Hay una palabra para describirlo. Una santidad que se queda en lo externo, ¿sabe cómo se llama? Religión. ¿Han oído esa palabra? Es más, yo voy más allá. Aquí secretamente tenemos varios refugiados de la religión buscando una amnistía de la religión.
Yo le voy a confesar, la gran preocupación del mundo legalista en que me crié fue esta preocupación externa. Yo tal vez mi español es un reto pero yo sé hablar pentecostal. Dios lo bendiga, varón, que la gracia del Señor siga sobre su vida. Aleluya! Amén. Lo hablo muy bien y con convicción. ¿Por qué? There’s nothing wrong with that. Pero el asunto es que nos pasamos mucho tiempo, oigo muchos hermanos decir, “Pastor, me entrenaron en cómo se viste la gente de la iglesia, cómo habla la gente de la iglesia, cómo se saluda la gente de la iglesia, cómo camina la gente de la iglesia. Yo estaba en la iglesia muy bien, el problema es que la iglesia no estaba en mí y lo sabía.”
Igual, mis hermanos, de trasfondo católico, huyendo también, refugiados también. ¿Por qué? Viendo ellos, la gente celebrando sus misas pero viviendo como si Dios ni siquiera existiera, la mayoría del tiempo. Tenían su vida compartimentada, tenían su misa, su domingo, tenían sus eras, tenías sus tiempos, pero la mayoría del tiempo Dios no era parte de su vivir. I know, isn’t that sad?
Es más, vamos más allá, la religión puede servir de estorbo para la verdadera santidad. Voy más lejos, tal vez es el engaño más peligroso y efectivo de Satanás. El engaño más efectivo de Satanás es convencerte que puedes ser religioso sin ser santo. ¿Ven la distinción? El convencerte que puedes ser religioso sin ser santo.
Cuántos hermanos he oído diciendo, “Pastor, quiero ser libre.” Vienen y pasan y buscan tantas experiencias buscando… es la misma oración, “Pastor, quiero ser libre.” Y Dios te escucha, hermano, y cuando Dios te escucha él entiende la verdadera oración de su corazón, la verdadera petición es, “Dios quiero ser santo.” Cuando él escucha, ‘quiero ser libre’ su corazón, que Dios creó a su imagen y semejanza, está rogándole ‘quiero ser santo.’ Porque una vida de religión sin santidad nos lleva a vivir vidas que yo llamaría huecas, por fuera magnífico, por fuera una obra de arte pero vacío por dentro, huecas, vidas huecas.
¿Usted no cree que un Dios que nos ama le parte el corazón al ver su creación divina así? Si Dios se enterara verdaderamente de su creación ¿cómo tu crees que Dios reacciona a eso? De tal manera Dios nos amó, porque nos ama Jesús nos llama a una santidad que va más allá de lo externo, nos llama a una santidad que llega a lo profundo de nuestro corazón y nuestro ser, lo que nos identifica, nos llama a santidad en lo escondido de nuestro corazón.
Y mucho del mensaje de Jesús fue dirigido a esto. El sermón del monte, mis hermanos, ustedes al leer el sermón del monte ustedes oyen al Señor una y otra vez usar esta frase, “oíste que fue dicho,” o sea, la ley declara esto, “pero yo os digo,” lo dice varias veces, “pero yo os digo” dice Jesús que ve nuestro corazón. Pero yo os digo no matarás, dice la palabra, pero su verdadero blanco es el odio y el rencor que mora en nuestro corazón. No cometerás adulterio, pero su verdadero blanco es la inmoralidad escondida en los rincones de nuestro corazón.
Una tarde un grupo de líderes religiosos, énfasis sobre ‘religiosos’, que se acercaron a Jesús para reclamar que sus discípulos no estaban guardando sus tradiciones religiosas, no es que no estaban guardando la ley de Dios, no estaban guardando tradiciones religiosas inventadas por los hombres. Y cuando ellos se acercaron a Jesús reclamándole, Jesús les instruye, en Marcos capítulo 7, “Todo lo que fuera que entra en el hombre no le puede contaminar porque no entra en su corazón, sino en el vientre y sale a la letrina – esto decía – haciendo limpios todos los alimentos.”
O sea, ahora usted se puede comer su langosta y su lechón asado con total libertad. Gloria a Dios. Pero eso no te hace más santo. Eso no nos hace cosher, pero no nos hace más santos. Y sigue Jesús, “Pero decía que lo que del hombre sale eso contamina al hombre,” porque de dentro, del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, etc. todas estas maldades de dentro salen y contaminan al hombre.
Dios exige en otras maneras, mis hermanos, Dios exige que le entreguemos nuestros corazones. Nunca sabrás lo que es ser libre hasta que lo hagas. La verdadera santidad es mucho más bella que un enfoque de lo externo, pero a la vez es mucho más difícil. Y vale la pena mucho más. El entregar el corazón a Dios siempre ha sido su propósito. Siempre ha sido su propósito que le entreguemos nuestros corazones y que allí seamos santos.
El Señor declaró citando al libro de Deuteronomio, “y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón,” esto es el Antiguo Testamento y ese es el blanco ya de Dios. Porque Dios es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos, “amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón y de toda tu alma y con todas tus fuerzas.”
La idea no es cambiar cómo nos comportamos, sino transformar quiénes somos. La idea no es actuar santo, la idea es ser santo. La idea no es cambiar su manera de actuar, la idea es totalmente recalibrar quién es usted, quiénes somos, nuestra manera de ser, entregando al Señor nuestro corazón.
Pastor, ¿cómo se hace eso? piénsalo. ¿Cómo hacemos para ser santos? Por cierto, mis hermanos, sepan esto, hay un papel en esto que le toca a Dios y solo a Dios y hay un papel que te toca a ti y solo a ti. Primero, ¿cuál es el papel de Dios en esto, el rol de Dios en hacernos santos?
Levíticos 11:45 comienza con esta declaración: “Yo soy el Señor que los sacó de la tierra de Egipto para ser su Dios.” Primero Dios nos rescata de nuestra esclavitud al pecado, de nuestro Egipto. ¿Cuántos aquí se acuerdan de su Egipto? Para algunos de nosotros nuestro Egipto fue anteayer, para otros tal vez, ustedes no pueden imaginar un mundo que no incluya a su Egipto. Si ese concepto es un poco difícil, para mí yo prefiero pensar en esta imagen.
Imagínense, mis hermanos, estar encerrado, yo lo veo así, la obra de Dios, lo que hizo Dios por mí, imaginar estar encerrado en las tinieblas de un edificio en medio de un incendio. A través del humo y las tinieblas Dios te ve, entra al edificio, te escoge, te llama por nombre, te toma de la mano, te encamina, es más, te carga afuera a la luz, al aire, a la seguridad, a la vida, fuera, libre. Él nos rescata, él nos salva. ¿Entienden esa palabra? Él nos salva, nosotros no éramos capaces de salir de allí. Si nos quedamos en el edificio nos asfixiamos, los quemamos, nos morimos, él entra como el bombero divino y nos rescata. Eso lo hace la sangre de Cristo, nos saca de allí, nos saca de Egipto.
¿Por qué? Mis hermanos, en el cielo nos vamos a dar cuenta verdaderamente de qué es lo que ha hecho Dios por nosotros. Verdaderamente de qué nos ha rescatado y a qué nos ha rescatado. Y si el Señor me da la oportunidad en el cielo, me imagino preguntándole a Dios, “Why did you do this? Why me? ¿Por qué lo hiciste? Dios, ¿por qué ser tan bueno conmigo? ¿Por qué tanto amor? ¿Por qué tanta misericordia? ¿Por qué?” y él responderá, “Para ser tu Dios, Samuel, para ser tu Dios, para ir delante de ti, para pelear tus batallas, para perdonar tus pecados, para sanar tus heridas, para sacarte del odio, para limpiarte el lodo, para rejuvenecerte como el águila. Te saqué de Egipto para ser tu Dios.”
Y ahora tu y las generaciones que te siguen son libres. Libres para vivir libres, libres para vivir en libertad. Estamos en la acera, gloria que Dios, estamos vivos. Puede ir dondequiera que quiera Dios te ha hecho libre y él te mira y dice, “Sígueme.”
En Colosenses así de clara, “el cual los ha librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo en quien tenemos redención por su sangre.” El perdón de pecados. De Egipto ya Dios nos sacó, gloria a Dios. Pero ¿ahora qué? ¿Ahora qué quiere él? Samuel, este mundo está en tinieblas, quiero que vea mi luz en ti, quiero que distingas lo puro de lo impuro, quiero que distingas lo santo de lo inmundo. Mis hermanos, no podemos hablar de santidad sin hablar de evangelismo, ni podemos hablar de evangelismo sin hablar de santidad.
¿Sabe el plan de Dios para Boston, el plan de Dios para Nueva Inglaterra? No hay un plan B este es el plan, no hay de huestes de ángeles listos con su caballería para salvar esta tierra si no funciona el plan A, este es plan A al plan Z, este es el plan, el plan es este. Este mundo en tinieblas descubrirá a este Dios a través de ti. ¿Qué es tener un Dios que te ama? Un Dios que te conoce, un Dios que toma interés en ti y te considera de él, un Dios que escucha tus oraciones, un Dios que te bendice, que te sana, que te incorpora a sus planes divinos ¿cómo es eso?
Y esta gente tal vez, ellos no le harán una Biblia pero pelearán a ti, le harán tu vida y se asombrarán en el en el nombre de Jesús de la manera en que Dios te transformará, la manera en que comienzas a pensar como él piensa, hablar como él habla y hacer las obras de Dios, y por que más cercanos que ellos sean a ti, más se asombrarán y más el en el nombre de Jesús será exaltado. Él nos sacó de Egipto para ser nuestro Dios. Él nos sacó de Egipto para que fuésemos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquél que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ese es el plan.
Él nos sacó del infierno, nos rescató de las llamas, nos liberó de una muerte segura. Si eso no fuera suficiente delegar sobre nosotros su unción y apartarnos para que fuéramos sus sacerdotes. Increíble.
Pero pastor, ¿cómo nos convertimos en eso, en esa gente, en ese pueblo, en ese sacerdocio? ¿Cómo se hace eso? hay un papel como dijimos, que le toca a Dios y solo a Dios, solo Dios pudo hacer por nosotros lo que él hizo. Ahora hay un papel que te toca a ti y solamente a ti.
Dice Levíticos 11:44, “Yo soy el Señor su Dios, así que santifíquense y manténganse santos porque yo soy santo.”
Una parte de la santidad ocurre al instante, la mano de Dios rescatándonos, eso se llama, los teólogos lo llaman justificación. Nuestro papel es consagrarnos o santificarnos, o sea, santificación. Déjenme explicarles, el consagrarnos o santificarnos es un proceso. ¿Y cómo es eso, pastor? El consagrarse es apartarnos y prepararnos para, es apartarnos en anticipación para quién, digamos. Cuando uno estudia la palabra que aparece en el Antiguo Testamento para esto, santifíquense, aparece en las distintas versiones cuando aparece esta palabra, y esta idea de consagrémonos o santifiquémonos, se traduce de distintas maneras. Se traduce conságrense, santifíquense, purifíquense, otra versión de estos mismos textos lee prepárense, interesante. Segundo, muchas veces cuando uno encuentra esta palabra, consagraos, dentro del mismo versículo o muy cerca dice, ¿por qué? Consagraos y luego declara por qué. Hay un por qué, hay una anticipación, la consagración es una sala de preparación.
Mi hermano Domínguez es médico y antes de una operación hay todo un proceso de esterilidad y preparación para entrar en ese proceso delicado. Es igual con la idea de consagración, por ejemplo, y ahora estoy leyendo de la Biblia Latinoamericana, en Éxodo 19, antes de que el Señor le rebele los 10 mandamientos al pueblo de Israel él le instruye a Moisés, “Ve al pueblo y conságralos hoy y mañana porque – oyeron – porque al tercer día el Señor descenderá a la vista de todo el pueblo.”
Luego en el libro de Josué el Señor igual se revela a Josué, ahora tomando el liderazgo del pueblo de Israel, el Señor le dice a Josué, “Entonces, Josué dijo al pueblo, consagraos porque mañana el Señor hará maravillas entre vosotros.”
Congreguémonos, preparémonos, purifiquémonos porque la gloria de Jehová descenderá a la vista de todo el pueblo. Consagrémonos, preparémonos, purifiquémonos porque el Señor hará maravillas mañana entre nosotros. Consagrémonos porque algo precioso, algo divino, algo maravilloso, algo extraordinario, algo santo, algo bello, algo del otro mundo se nos va a revelar. Entonces vale la pena que nos consagremos porque ¿la santidad sabe lo que es? La santidad se trata de intimidad con un Dios santo. Es el mero hecho, es el ticket, el boleto que nosotros pagamos para entrar y mantenernos en la presencia de un Dios santo. Y eso ha sido el deseo de Dios.
Él nos inventó, nos creó para esto, creando al principio un jardín para estar en comunión, en comunicación con esta creación. El polvo de la tierra, él sopla hálito en sus pulmones y luego lo aparta y a cierta hora del día descendía la gloria de Dios. Y me imagino que era la hora favorita de Dios, estar en medio del jardín, intimidad con Adán. Y la historia bíblica termina con una gran boda y la palabra compara esta iglesia y la iglesia de Jesucristo a una gran novia. Y ahora, mis hermanos, nos estamos haciendo el moño, nos estamos maquillando, nos estamos perfumando, hemos buscado el traje más bello porque viene el novio y nos queremos presentar sin manchas, sin arrugas, perfectos porque vamos a entrar en intimidad con él.
Y entonces podemos entender cómo en Hebreos declara, sin santidad, ¿lo han oído, verdad? Seguid la paz con todos y la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Hemos oído, muchos hemos citado ese versículo, sin santidad nadie verá al Señor. ¿Qué quiere decir eso? nadie verá, nadie entrará en la presencia de él. Nadie conocerá la intimidad de, nadie oirá, nadie sentirá al Señor. Es imposible sin la santidad experimentar este Dios. La santidad no es para otros, la santidad no es para los sacerdotes, la santidad no es para los pastores. Si tu quieres sentir a Dios, oír a Dios, experimentar a Dios, estar en la presencia de Dios, necesitas pedirle al Señor santidad.
Y saben, mis hermanos, gracias a Dios como he dicho, el Señor ha abierto la puerta para eso.
Primeramente él te buscó, no dejas que Satanás te borre eso, él quiere esto contigo, él te llama por nombre, te saca de las llamas, él metió su mano y te sacó de allí como tizón entre las llamas, él quiere esto. Él lo desea, él lo anhela, para esto fuiste creado, él desea intimidad contigo y la consagración nos prepara para eso. El consagrarnos nos prepara para intimidad con un Dios santo.
Pero como he dicho, esto es un proceso. Yo quisiera mis hermanos, que administramos una pastilla o un remedio dominicano, una pastillita, que de momento, pastor, bébase uno de estos cada mañana y guau, eres consagrado. Compraríamos, volaríamos allá, llegaríamos con cajas de eso, pero no es así. Esto es un proceso. ¿Y pastor, cómo es este proceso? ¿Es fácil? Es fácil y a la vez es lo más difícil que ha hecho en su vida.
Es el resultado de miles de decisiones que nos forman. El 90% de ellos en el secreto de nuestro corazón. Una decisión de preferir lo puro en lugar de lo inmundo. Una decisión de obedecer, cuando sería mucho menos costoso desobedecer, Señor, por lo menos esta vez, para salir de este lío, una decisión de perdonar en lugar de guardar rencores. La santidad vale la pena, que te cueste eso.
Una decisión de preferir a Dios tal vez sobre un poco más dinero pero alcanzado a precio de su integridad y su tiempo con Dios. O de preferir a Dios tal vez sobre una relación que te satisface por ahora pero sabes bien que Dios jamás la podrá de bendición [00:41:42]. Con cada decisión que usted hace y lo haces prefiriendo a Dios, cada decisión que tu haces a favor de Dios en vez de nuestros apetitos o las cuales nuestros corazones se aferran, el Señor de una forma misteriosa expande los horizontes de la santidad en tu mente y en tu corazón.
Y no se apure, usted no está solo en esto. Puedes contar con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo susurrándote, el Espíritu Santo diciéndote, decide esto y no esto. El Espíritu Santo diciéndote, escoge esto y no eso. El Espíritu Santo dirigiéndote, sí, paga el precio, obedece y te irá bien y vivirás. El Espíritu Santo aconsejándote, el Espíritu Santo animándote, y cuando usted vea qué es lo que está haciendo el Espíritu Santo, el Espíritu Santo está haciendo más y más lugar para él en ti y esto se está llevando a cabo en tu mente y en tu corazón. Esta es la diferencia de la religión donde nadie lo ve, donde es imposible que un ojo, aparte del ojo de Dios, lo vea, y aunque nadie te aplaude y aunque nadie diga bien hecho, y que aunque nadie te de un hi five, tu Dios te dice y te dirá un día, “Fue buen siervo y fiel. Te conozco, sé lo que hiciste, vi lo que hiciste, oí lo que hiciste.”
Él lo sabe por eso, mis hermanos, como los sacerdotes de antaña el Señor escribirá sobre su frente en ese día, santidad a Jehová, sobre esa mente que ha entregado al Señor, santidad a Jehová sobre ese corazón que tu estás entregando al Señor. Y ¿sabes lo que vas a descubrir? Como la santidad es entrar y preferir la presencia de Dios, entrar y preferir comunión con Dios, usted mismo se sorprenderá de todo lo que será derramado sobre ti comenzando con la paz, el shalom de Dios.
Con la santidad viene la paz, con la santidad viene sabiduría, el temor de Dios es el comienzo de la sabiduría dice Proverbios. Al usted buscar la santidad el Señor derramará sabiduría sobre su mente. Pero yo diría más precioso todavía, con la santidad viene su identidad, porque no se trata de lo que hagas, se trata de lo que eres, quién eres. Con santidad el Señor comenzará a tomar el mármol de tu vida y con su cincel crear la obra de arte que eres tu, que él sabe que hay en ti, la grandeza encerrada en ti, los dones encerrados en ti, la nobleza que hay en ti, lo que eres proféticamente y lo declaramos sobre usted ya, lo que eres.
Al usted santificarse, usted se está acercando a lo máximo de la creación de Dios en ti y ese es su deseo. En otras palabras, la santidad es libertad. Te ama Dios tanto que él no pudo contener, ver desperdiciada la preciosa obra que él ha visto en ti, ver desperdiciada la belleza de su creación, aunque le cueste su Hijo y aunque le cueste su sangre. Vale la pena.
Bajemos nuestras cabezas. Voy a hacer un llamado en obediencia al espíritu de Dios. Si hay alguien en esta tarde que diga, pastor, yo quiero eso, pero yo necesito que Dios me saque de Egipto, me rescate, yo quiero recibir ese regalo, yo quiero recibir a Cristo en esta tarde. Si hay alguien aquí que desea hacer esa decisión, yo le invito a levantar su mano en el nombre de Jesús. Alguien que diga, quiero recibir al Señor en esta tarde, quiero ser rescatado.
God is with you y tiene grandes propósitos en cambiar al mundo a través de ti. Yo invito, tal vez mi hermana Blanca, si hay alguien más. Mi hermana te invito a orar esta oración conmigo.
Señor Jesús, yo he oído tu voz, yo he oído que me ha llamado por nombre, tómame de la mano y éntrame a tus propósitos y los propósitos de tu Reino. Hoy te declaro mi Dios y mi Señor. Escribe mi nombre en el libro de la vida, borra mis pecados con la sangre del cordero, lléname con tu espíritu y hazme tuya desde ahora y hasta que te vea en gloria en el en el nombre de Jesús. Te bendigo.