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Roberto ha estado hablando acerca de principios y prácticas que nos ayudan a mantener y a crecer en nuestra salud emocional. Y hoy yo quiero seguir más o menos en esa línea añadiendo una práctica más y es la práctica del perdón. Antes de ser azotados por la palabra yo quiero reconocer que en esta iglesia hay miles, cientos, de testimonios de personas que han practicado precisamente lo que yo voy a comportar en este día, el perdonar.
Yo he sido ministrada por el perdón que yo he visto a ustedes ejercer y dar tan generosamente en sus vidas. Entre nosotros hay personas que han sido traicionados por un esposo, por una esposa, que han sido traicionados por un hijo, personas que han sufrido hijos que han muerto por asesinato de otra persona. Y yo quiero honrarlos a ustedes dejándoles saber que su testimonio es poderoso dentro de este pueblo y que no es pasado por alto. Y si no lo paso por alto yo, una humana, menos lo hace el Señor. El Señor se agrada de ustedes cuando ustedes han ejercido ese privilegio que ustedes tienen, ese mandato de perdonar en sus vidas. Así que les doy las gracias por el testimonio vivo que dan en medio de su pueblo de esos actos de perdón.
Quién no necesita ser perdonado? Alguno de ustedes nunca ha cometido una ofensa que necesite ser perdonada? Nadie se atrevería a levantar la mano, ¿verdad? Quién de ustedes no ha sido ofendido, que usted haya tenido que perdonar? Todos caemos en esa categoría, nadie se escapa. Mientras estemos en este mundo mortal vamos a ser ofendidos y vamos a ofender, a veces no intencionalmente pero es parte de la naturaleza humana.
Y yo reconozco que una de las prácticas que tenemos nosotros que tomar en cuenta y crecer en ella es la práctica de perdonar a los demás. Cuando no perdonamos a los demás nos estamos nos estancamos, dejamos de crecer. Y yo creo que no hay un matrimonio, una relación de esposo, una relación de padres a hijos, una relación de hermanos, de familiares, de creyente con creyente, que en algún momento no tenga que perdonar. Es imposible. Estamos de acuerdo en eso, es imposible vivir esta vida y no tener que pasar esa experiencia de perdonar.
Para que puedan sobrevivir todas esas relaciones tenemos que perdonar, porque todos somos pecadores. Desde nuestra niñez empezamos a demostrar esos comportamientos de que somos pecadores. Un cuento que mi esposo y su familia me ha hecho, lo he escuchado varias veces, es con respecto a esto que aún de niños ya estamos demostrando que somos pecadores. Roberto, mi esposo, y su hermano Virgilio, ellos se llevan solamente 10 meses de diferencia y por eso tenían un pelea continuamente, me quitaste aquello, mira lo que hizo, mira qué me dijo, un golpetazo porque tu me diste primero, yo tengo el derecho de darte.
Todo ese tipo de situaciones vemos en nuestros hogares continuamente, y ya Toñita, mi suegra, esta hastiada del asunto, era continuamente la misma cosa, hasta aquí llegó. Intentó tener una conversación con… Tu, Roberto perdona a tu hermano, perdona a Roberto, pero nada, seguían peleando. Ella dijo, okay, ustedes no quieren perdonar y quieren seguir, van a ver ahora lo que yo voy a hacer. Y lo que hizo fue que los puso a ambos en una cama cubierta con un mosquitero y los dejó ahí horas y horas y horas. En principio no pasó mucho, cada uno molesto con el otro, después empezaron a jugaron y cuando ya se acabó el castigo, eran los mejores amigos del mundo. Oh, manito, toma mi carrito, úsalo tu primero. Y era una amistad y un amor… esa es la terapia del mosquitero, por si la quieren repetir en su casa.
Hasta el día de hoy son buenos amigos. Hay terapias que recibimos en la niñez, la sabiduría de nuestros padres que nos ayudan precisamente a crecer en lo que es perdón y a desarrollar destrezas en esa área. Son cosas aprendidas, no nos salen natural. Todo el que sabe que alguien lo ha ofendido, lo primero a uno le quiere salir el monstruito que todos tenemos adentro. Tenemos que sujetarlo y decir, no, vieja mujer, viejo hombre, ya tu moriste, ahora yo sé que yo puedo perdonar porque Cristo nos perdonó a nosotros.
Y nosotros sabemos que el perdón es entrar en las escrituras. No solamente en el Nuevo Testamento sino desde el Antiguo Testamento hay muchas menciones acerca más bien del perdón de Dios pero también de ejercer justicia perdonándonos unos a otros. Así que es un concepto central, no hay manera que nosotros estudiemos la palabra y que no veamos muy claro el concepto del perdón.
Y cuál es el fundamento de nosotros perdonar? Obviamente, el fundamento es para nosotros poder perdonar tenemos que reconocer que primero fuimos perdonados. Por qué fuimos perdonados? Cristo en la cruz pagó el precio para que nosotros tengamos salvación eterna que con nuestro arrepentimiento y recibir el perdón de Dios. Es maravilloso. En el primer instante que tu le dices, “Sí, Señor, entra a mí vida, sé dueño de mi corazón,” vamos en arrepentimiento delante de Dios, en ese mismo instante nuestros pecados son perdonados. Eso es maravilloso. Es maravilloso después de uno tener esa experiencia cómo uno ve al mundo diferente. Todavía hay luchas, hay retos en cantidad, muchas cosas que arreglar, y seguirán hasta el Señor nos lleve de este mundo, pero es diferente porque hemos experimentado lo delicioso que es el perdón de Dios.
Y cuando él ofreció su vida en la cruz, qué nosotros recibimos? Recibimos perdón de nuestros pecados, él nos liberó de la esclavitud del pecado. En un sentido él pagó el precio con su propio cuerpo, derramando su sangre para que nosotros seamos libres. Y por ese acto de nosotros decir, “Sí, Señor, sé dueño de mí vida,” entonces somos llamados también hijos del Padre. Somos parte de la familia de Dios.
Así que ocurren muchos milagros solamente por el hecho de nosotros recibir aquello que ya Cristo pagó en la cruz por nosotros. Entonces, si nosotros hemos recibido eso, pues obviamente tenemos que hacerlo nosotros también hacia los demás. En Primera de Juan 1:19 es bien clara la oferta que Dios da acerca de lo disponible que es su perdón. Dice:
“…Si confesamos nuestros pecados – fíjense lo que dice – él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados…”
Claro, ¿verdad? Confesamos, él perdona.
“… y limpiarnos de toda maldad…”
El Señor quiere hacer un trabajo completo en cada uno de nosotros. Nuestra función es invitarlo a él y darle el permiso, porque es nos respeta tanto que si nosotros decimos, “No, Señor, yo no quiero que tu me limpies de mí pecado,” él no lo va a hacer. Nosotros no somos títeres en las manos de Dios. Él nos respeta y por eso es esa invitación. Si tu confiesas tus pecados yo soy fiel para perdonar tus pecados y limpiarte de toda maldad.
Y nosotros somos perdonados no porque nosotros lo merezcamos, porque no lo merecemos. Somos todos pecadores y lo que nos tocaría por nuestro pecado es la muerte, la muerte espiritual, pero sin embargo, porque no lo merecemos o porque hagamos buenas obras, pero somos perdonados, por qué? Por la gracia y la misericordia que Dios nos da a cada uno de nosotros. Yo creo que no hay nada en el mundo, ningún bien recibido que nosotros podamos mencionar, que sea más grande y más importante y más influyente en nuestra vida que el ser perdonados por Dios.
Saber que el Dios del universo que conoce todo acerca de nosotros, nos conoce por dentro y por fuera, conoce nuestra palabra, aún antes de que nosotros la digamos, conoce de dónde salimos, conoce hacia dónde vamos, que él nos dé su perdón. Yo pienso que una de las cosas claves en nuestra vida cristiana es meditar siempre en eso, reconocer de dónde nos sacó el Señor, porque a veces cuando caminamos en el Señor muchos años se nos olvida de dónde nos sacó el Señor y entonces tratamos a otros como con cierto desprecio, ah, mira ahí donde tu estás, cuando nosotros quizás estábamos en una condición aún peor. Nunca se nos olvide de dónde Dios nos sacó y de la gracia que él derramó por su misericordia.
Él no quiere que ninguno de nosotros se pierda. El profeta Miqueas una vez dijo que “Dios como tu, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su heredad, no retuvo para siempre su enojo porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros, sepultará nuestra iniquidades y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.”
Qué hermosa imagen. Uno pensar que esos pecados no se quedan por ahí flotando sino que el Señor una vez nosotros nos arrepentimos, vamos delante de su presencia, él da un perdón en ese mismo instante y los echa en lo profundo del mar. Una vez alguien dijo que el Señor tira nuestros pecados al fondo del mar y después pone un letrero sobre ellos que dice, “Prohibido pescar.” Una vez que nosotros somos perdonados dejemos eso ahí, no volvamos a coquetear con ese pecado, ni a volver a tomar la carga, porque muchos de nosotros pasa eso. El Señor nos da su perdón tan liberalmente y volvemos otra vez y recogemos la carga como si el Señor no hubiera hecho su obra en nosotros.
Eso es el concepto que la gente habla acerca de perdonarnos a nosotros mismos. A veces el sentido de culpa es tan grande que los soltamos y los volvemos a agarrar, cuando ya el Señor lo tiró al fondo del mar y colocó ese letrero que dice, “Prohibido pescar.”
Ahora, eso no quiere decir que a veces tenemos que resolver ciertas cosas, hacer restauración de ciertas faltas que hemos cometido. O sea, no quiere decir que se perdonó y ya todo volvió a la normalidad. No es así. En la realidad eso no es así. Pero sí quiere decir que yo puedo con total confianza, gozarme en el perdón que Dios me ha dado y no volver a pecar más, como tantas veces dijo Jesús cuando habló en su ministerio terrenal.
El salmo 32 habla acerca del gozo del perdón y dice así:
“…Dichosos aquellos a quienes se les perdonan las transgresiones y se les cubren los pecados. Dicho aquel cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta.”
El perdón de pecados trae dicha. Somos más que dichosos de poder saborear el perdón de Dios. El perdón de de transforma la mente, transforma el corazón, el cuerpo, el espíritu, todo, lo cubre todo. Es algo maravilloso. Es algo sobrenatural el perdón de Dios. Y es definitivo, como yo decía, el Señor un día no se levanta, “Ah, yo te perdoné ayer pero hoy cambié de idea, hoy te vuelvo a poner la carga.” Él no es así. Una vez que nosotros confesamos con sinceridad nuestro pecados el Señor da su perdón en ese mismo instante y ya, es para siempre, es definitivo.
En el ministerio de Cristo nosotros vemos que él no solamente sanaba las enfermedades, sino que acompañaba la sanidad del cuerpo con la sanidad del alma. Y obviamente empezaba con el perdón de los pecados. Un ejemplo de esto es, si recuerdan cuando estos amigos llevan a su amigo paralítico, quieren entrar a donde está Jesús predicando al pueblo, estaba dentro de una casa, y había una muchedumbre, no podían llegar al Señor, entonces se les ocurrió, vamos a quitar el techo, hacemos un agujero y bajamos a nuestro amigo por ahí que se acerque a Jesús. Y uno pensaría que lo primero que Jesús va a hacer es sanar su cuerpo, pero fíjense que las primeras palabras que Jesús le da a este hombre, le dice, “Hijo, tus pecados te son perdonados.”
Porque de qué te vale recibir sanidad del cuerpo si también no recibes el perdón de tus pecados. Es mucho más importante, es esencial, es para la eternidad. Este cuerpo se queda aquí, el perdón de nuestros pecados nos lleva por toda la eternidad con el Señor.
Y al final de su ministerio terrenal nosotros vemos a Jesús en un momento en que él estaba siendo azotado, vituperado, burlado, las palabras de Jesús son, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” Ese es nuestro Dios, un Dios perdonador, solamente tenemos que tener un corazón sinceramente arrepentido y el Señor enseguida está presto a darnos el perdón.
Y nosotros sabemos que todo privilegio, tenemos el privilegio de ser perdonados por el Señor, pero todo privilegio conlleva responsabilidad. Y cuál es la responsabilidad que tenemos por haber sido y por continuar siendo perdonados hasta el último día de nuestra vidas? Es perdonar a los que nos han ofendido ya y seguir perdonando en el futuro a aquellos que nos ofendan en el futuro. En otras palabras, nosotros somos perdonados para perdonar. Una cosa va con la otra.
El famoso escritor C.S. Lewis escribió lo siguiente, “Ser cristiano quiere decir que perdonas lo inexcusable en los demás porque Dios ha perdonado lo inexcusable en ti.” Perdonados para perdonar.
Dios nos ordena en su palabra perdonar, no es una sugerencia, es un mandato. Perdonar a los que nos han ofendido. Si ustedes se recuerdan la oración del Padre Nuestro, la oración modelo del Padre Nuestro, dice en uno de sus versículos, en Mateo 6:12,
“…Perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores…”
Y no se queda ahí con respecto al perdón, unos versículos más adelante él dice unas palabras que eliminan toda duda acerca de que perdonar es un mandato, dice en Mateo 6:14,
“…Porque si perdonan a otros sus ofensas también los perdonará a ustedes su Padre Celestial…”
Fíjense un ‘pero’, es un ‘pero’ de esos gigantes de las escrituras, pero… si no perdonan a otros sus ofensas tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas. No puede ser más claro. Tenemos que perdonar. Hemos recibido un regalo inmerecido de parte de Dios y nuestra obligación en obediencia al Señor es que nosotros también perdonemos a los demás.
Pero ay, ay, ay, qué difícil es perdonar. Soy yo sola o ustedes también a veces tienen dificultad para perdonar. Hace poco estaba hablando con un hermano dominicano acerca de esto del perdón y me dice, “Ah, pero es fácil.” “No.” Verdaderamente no es fácil, no es fácil perdonar, especialmente cuando se tratan de ofensas serias. Hay cosas pequeñitas que las ignoramos y no las tomamos muy en cuenta pero hay ofensas que ay, ay, ay, qué difícil es aceptar este mandato a perdonar.
Pero no es porque sea fácil, lo hacemos porque Dios lo ordena y tenemos que hacerlo. Sencillamente a Dios le agrada nuestra obediencia. Y queramos o no nuestras ideas acerca de perdonar van a estar influenciadas por nuestra propia humanidad, por quiénes somos, porque somos pecadores, y también por nuestras experiencias de vida. Eso también influye en cuán fácil o cuán difícil o cuál dispuestos estemos a obedecer. Muchas veces decimos frases con un tono bien prepotente, como hay cosas que no se pueden perdonar. Yo perdono pero no olvido. Gran perdón, ¿verdad? O, la peor, el que me la hace, me la paga.
Muchas veces decimos eso aún conociendo al Señor, aun habiendo experimentado el gozo de su perdón, así es que hacemos. Y por qué es tan difícil? Por qué es tan difícil perdonar a otros cuando nos ofenden? Y eso yo se los digo no como alguien que ha llegado a un grado de perfección en eso. Hace poco tuve una experiencia que me dejó ver, guau! Hay mucho que crecer todavía, Meche. Y la clave es repasar esos conceptos para saber. Hice lo correcto en esa situación pero qué difícil se me hizo. Se me levantó el orgullo, y qué se cree esta persona después que yo hice ta, ta, por ella y ahora me hace esto y ese tipo de cosas que todos hacemos y sentimos. Es nuestra humanidad, nuestro egoísmo, pero entonces a nosotros enseguida tiene que venir el espíritu de Dios que nos diga, “Aja, okay! Pero… vas a obedecer o no vas a obedecer?” No tenemos otra cosa que obedecer al Señor en humildad, en humillarnos a él y obedecer.
Así que primero tenemos que reconocer que se nos hace difícil perdonar porque somos pecadores, porque hay orgullo y hay egoísmo dentro de nosotros y a veces decidimos no dar de gracia lo que nosotros hemos recibido de gracia. Y retenemos entonces el perdón que podemos dar en obediencia al Señor, decimos, “No, no lo voy a hacer.” Muchos de nosotros decimos, “No, yo no siento perdonar, y por eso no voy a perdonar,” como si esto fuera un asunto de emociones. El perdón no es un asunto de emociones, en última instancia es un asunto espiritual con consecuencias espirituales. Esa es la realidad, no es solamente… las emociones están involucradas pero no es un asunto meramente emocional.
Hay quienes no perdonan porque piensan que la hacerlo se están haciendo vulnerables a ser ofendidos nuevamente o que la otra persona considera que son débiles. Ahí, otra vez nuestro orgullo presente. Hay otros que tienen el mito que creen que para perdonar tiene que el ofensor venir a ponérsele de rodillas y pedirles, “Por favor, perdóname.” No es así, muchas veces el que nos ha ofendido no nos va a venir a pedir perdón. La verdad es que para perdonar, sabe cuánta gente se necesita? Es uno nada más. Bueno son dos, se necesitas tu y el Señor, la ayuda del Señor, pero en realidad es uno.
Ahora, nosotros confundimos el perdón con la reconciliación muchas veces. Para perdonar se necesita uno, para que haya reconciliación se necesitan dos personas. Y lo ideal es que en la mayor parte de situaciones haya reconciliación, pero muchas veces no es posible por muchas razones. A veces ni siquiera es recomendable que haya reconciliación por asuntos de que a la persona puede ponerse en peligro, puede ser peligro de muerte por asesinato, peligro porque ha habido abuso sexual o lo que sea, pero no siempre es posible y a veces es recomendable ni siquiera buscar la reconciliación, pero eso cancela el hecho de que como persona yo tengo que perdonar al otro. Hay situaciones que no convienen pero cuando se pueda, que es la mayor parte de las situaciones, debemos buscar reconciliación.
Hace muchos años una joven adulta vino a buscar consejo conmigo acerca de la dificultad de perdonar a un familiar y me confesó que ella estaba estancada, sentía que no podía crecer espiritualmente y estaba en lucha porque cuando ella era niña un familiar aprovechando la confianza que se le había dado dentro de la familia, la tocó a ella inapropiadamente, sexualmente en repetidas ocasiones. Así que todos estos años, estamos hablando de que habían pasada como 25 años de que esto había pasado, pero todavía el no poder perdonar a este hombre la torturaba. Ella me decía que el solo hecho de pensar que cuando ella lo perdonara iba a tener que reanudar una relación personal normal con él, que solamente de pensar eso la enfermaba. Definitivamente había tortura emocional por este hecho en ella.
Y entonces lo que hizo fue escogió endurecer su corazón pero eso la afectó en muchas áreas, no estaba libre en el Señor. La libertad que Dios quería que ella tuviera no la estaba teniendo por este deseo de ella de no perdonar a esta persona. Cuando yo le expliqué la diferencia entre perdonar y la reconciliación fue como si un peso se le cayera de los hombros porque reconoció que su deber, su responsabilidad delante de Dios era solamente perdonar a este hombre. Tan pronto ella entendió esa diferencia, yo creo que es bien importante que nosotros entendamos eso, no siempre podemos lograr reconciliación, a veces la persona hasta se ha muerte, cómo vamos a tener reconciliación con alguien que ya no está. Hay situaciones en que no se puede. Pero en todo lo posible lo vamos a buscar.
El asunto es que esta joven dio el primer paso, perdonó, allí mismo ella hizo su oración conmigo apoyándola en oración y pudo perdonar a este hombre. Y se le cayó esa carga de encima y fue libre en ese aspecto específico de su relación con Dios. Años después Dios le dio la oportunidad de ver a este hombre en una reunión familiar y pudo muy normalmente saludarlo brevemente y ya. Pero qué diferencia hace el perdón. Ella escogió perdonar y el Señor honró su perdón y le quitó la carga que ella estaba cargando por tanto tiempo.
Cuando nosotros retenemos el perdón, cuando decidimos firmemente no darlo, nosotros nos abrimos a la amargura, a un resentimiento y a veces ese resentimiento es como una bola de nieve que va bajando por una montaña, va adquiriendo más y más nieve hasta que se convierte en algo muy grande. Muchas veces eso nos pasa, por eso es tan importante… esto es cuestión de higiene diaria, perdonar a los que nos han ofendido y buscar reconciliación siempre que sea posible para no estar cargando amargura.
Miren, la amargura te hace más arrugas. Quién quiere más arrugas? Nadie. No haga eso, deje su carga, déjesela al Señor, no cargue la amargura cuando ya el Señor pagó ese precio en la cruz.
Yo he conocido personas que han asumido la amargura como casi parte de su identidad, de manera que esto de no perdonar es tan parte de ellos que impacta todas las áreas de su vida. Yo he visto personas enfermas porque no han perdonado. Quién quiere algo así? Quién quiere se tronche todo tu crecimiento emocional, tu crecimiento espiritual, sufrir, tener pesadillas, no dormir, arrugarse antes de tiempo, todas esas cosas, quién quiere eso? vamos a hacer higiene todos los días en ese sentido, vamos a dejar todas esas cosas y verdaderamente usar el perdón que nosotros tenemos que darle a otros en obediencia.
Alguien dijo que no perdonar es como tomarse un veneno y esperar que sea otro el que se muera. Por qué? Porque eso es lo que es no perdonar. Te envenena por dentro. No se tome ni quiera que alguien se muera por el veneno ni se lo tome usted tampoco. Es ridículo.
Yo he visto personas que todavía se reúsan perdonar a aquellos que han muerto y que les han hecho daño, y están reviviendo… yo conocí una vez una persona que 30 años después todavía reviviendo cada día el mal que una persona que ya había muerto hace 30 años le estaba haciendo. Qué terrible! Qué pérdida de energía! Qué pérdida de crecimiento uno hacer algo así! Que el Señor nos libre de eso. Tenemos que recordar por qué perdonamos, porque queremos ser obedientes. Por qué lo podemos hacer? Porque ya Cristo pagó el precio en la cruz para que lo podamos hacer.
Otra vez, no es fácil, yo no estoy diciendo que es fácil, pero una vez que lo hacemos es maravilloso lo que nosotros podemos ver. Muchos de nosotros, yo reconozco, que hemos recibido heridas y carencias en nuestra niñez que han creado en nosotros un complejo de rechazo y qué es lo que pasa cuando tenemos un complejo de rechazo? Es que para nosotros protegernos hemos creado unos muros alrededor de nosotros y entonces empezamos a ser bien sensibles. Puede ser que alguien haga un comentario, tenga un comportamiento que nosotros pensamos… a lo mejor es inocente, pero la persona que tiene el complejo de rechazo tiene la idea de que es porque se le quiere hacer daño.
Esa es un área de sanidad bien importante y es muy fácil reconocer a las personas que tienen complejo de rechazo porque cosas muy pequeñitas escalan muy rápidamente y andan con resentimiento, es muy triste y son el tipo de personas que cuando están en un grupo a veces tienen problema con todo el mundo. Es un área de sanidad, hay que en el nombre de Cristo aún esas experiencias que nos formaron así, en el nombre de Cristo sanar y seguir adelante para que no nos hagan daño.
Y hay gente que sencillamente han tenido experiencias terribles, lo reconocemos, pero a veces son experiencias que nosotros le abrimos una puerta muy grande a Satanás para que él haga más y más destrucción. Usted cree que Satanás quiere que usted perdone a los que lo han ofendido? Eso le agrada a él? No, todo lo contrario. Qué es lo que él hace? Susurra en nuestra mente, ah, pero tu lo perdonaste pero no se lo merecía. Y es verdad, a lo mejor no se lo merecía pero no lo hacemos porque la persona se lo merezca, lo hacemos porque estamos siendo obedientes al Señor, lo hacemos porque hemos recibido esa gracia de parte de Dios y nos toca a nosotros también perdonar a otros. No es asunto de que nadie se lo merezca o no.
Hace mucho tiempo, a través de mi trabajo yo conocí a una joven que había tenido unas experiencias horribles en la vida. Venía del Salvador y había pasado por la guerra civil que hubo en el Salvador, la de las guerrillas, y entre una sola de las experiencias terrible que esta joven presenció fue ver a sus pies a alguien matar a su propio padre, torturarlo primero y matarlo. Estamos hablando de una niña jovencita. Además en su hogar su mamá abusaba físicamente de ella con golpes, palabras, así que venía de un trasfondo trágico y muy sensible al rechazo.
Emigró a Boston, aquí se casó, tuvo 4 hijos, cuando yo la conocí eran pequeños, y cuando yo la conocí ella y su esposo se gritaban y se insultaban a diario. No era cuestión de un día sí y otro no, era diariamente. Ese era el pan de esa casa. Ella me confesó que no podía perdonarlo por cosas que él había hecho anteriormente en su matrimonio y que su manera de vengarse, porque no todas nos vengamos matando a alguien o dándole golpes, nos vengamos a veces en maneras muy sutiles que usted misma se engaña pensando que no está haciendo venganza, pero usted sabe de qué estoy hablando ¿verdad?
El asunto es que me dijo que su manera de vengarse era llamarlo ‘loco’ entre otras muchas cosas que yo no puedo decir aquí, pero eran insultos, lo ignoraba. Él le hablaba y ella volteaba los ojos y… lo ignoraba. Le gritaba diariamente y no cocinaba para él, varias cosas. O sea, ella le cortó el agua y la luz a este hombre. Una vez que tuvimos una visita yo sentí que era el momento para abordar el tema de lo que ya ella me había dicho que hacía y le hablé del poder restaurador del perdón de Dios hacia ella y del poder restaurador del perdón de unos a otros.
Y yo recuerdo su mirada de incredulidad, que qué? Yo le di una sugerencia de las cosas que ella podía para sanar su matrimonio. Yo le hablé del perdón y vi su mirada de incredulidad cuando yo le dije lo siguiente, “Mira, tu has estas 3 cosas y yo te aseguro que tu vida va a cambiar, la vida en tu hogar va a cambiar.” Yo comencé pidiéndole, lo primero que tu tienes que hacer es pídele al Señor la gracia para tu perdonar a tu esposo. Después le dije, muérdete la lengua y supera la tentación de devolver los gritos y los insultos de tu esposo. Y tercero, cocina todos los días y coman juntos como familia. Recuerdo su mirada de… uh-huh, ya. “Tu crees que yo puedo hacer eso?” Yo le aseguré, “Sí, tu puedes hacer eso. yo sé que tu eres una mujer espiritual, yo sé que Dios tiene el poder para ayudarte a hacer esas cosas.”
El asunto es que ella obedeció. Siguió la receta al pie de la letra. Y en ese proceso, aún cuando ella todavía no había visto frutos, comenzó a crecer su fe en Dios como Dios perdonador y comenzó a crecer la esperanza de que su hogar podía cambiar. Y con solo dos semanas de ella seguir esta receta, comenzó a ver cambios. Unos meses después logró que su esposo le permitiera ir a la iglesia una vez por semana, porque él tenía control de todo en la casa. Le dijo, “Puedes ir a la iglesia una vez por semana si cocinas antes.” Pero ella, su desea de crecer en el Señor era tan grande que dijo, bueno, esto es un precio pequeño a pagar, yo lo puedo pagar, porque ella había visto que el Señor había empezado a cambiar su hogar.
Un año después su esposo se convirtió en un discípulo de Cristo también y ya no solamente iba ella a la iglesia con los nenes sino él también. Y hasta este día siguen comprometidos en una iglesia en Boston, y no solamente eso sino que… cuando Dios entra en una familia y empieza a hacer cosas, él no se limita muchas veces a la cosa que nosotros pedimos inicialmente, esta era una familia extremadamente pobre. Me consta que muchas veces no había nada en la nevera, no había dinero para comprar nada, apenas para pagar el alquiler que aún así era bajo. Y a los 4 años pudieron comprar su propia casa. Una cosa maravillosa, es uno de los ejemplos más claros que yo he visto en mi vida de cómo Dios se mueve en una familia cuando una persona en esa familia toma el reto de perdonar. Es algo maravilloso.
Así mismo como pasó en la vida de esta mujer, yo sé que puede pasar en la vida de muchos más. Uno de los ejemplos más claros en la escritura acerca del perdón es la vida de José, que encontramos en Génesis. No podemos verlo directamente de la escritura mucho porque su historia cubre del capítulo 37 al 48, es bien grande, así que lo que quiero hacer en este momento es darle un resumen muy rápido de su historia para entonces entrar al aspecto del perdón.
Nosotros sabemos que José fue uno de los dos hijos menores de Jacob, del patriarca Jacob. Su madre, Raquel, que era la favorita de su papá había muerto dando a luz a Benjamín, a su hijo menor que era el único hermano menor que tenía José. Sabemos que tenía 10 hermanos mayores y que Jacob mostró preferencia siempre por José.
Y obviamente cuando pasa en una familia, cuando una madre, un padre, muestra preferencia para un hijo, está creando ya una situación tóxica en la familia y obviamente qué pasó? Los hermanos mayores empezaron a despreciar por celos y envidia a José. En una ocasión le regaló a su hijo como para mostrar más su preferencia, una túnica muy hermosa que él se encargaba de usar con frecuencia y que obviamente les sacaba el monstruito a sus hermanos cada vez que la veían.
El asunto es que un día Jacob envía a José a visitar para saber noticias de los hermanos mayores que estaban muy lejos pastoreando, lo envía, “Ve a ver cómo están tus hermanos.” Y cuando ellos lo vieron venir de lejos, lo reconocieron por la túnica que él llevó – uno dice, para qué una persona se va a poner una túnica tan hermosa para un viaje largo, que se le va a ensuciar. José tenía quizás su problema de orgullo, eso no lo dudamos. El asunto es que sus hermanos empiezan a hablar entre sí y deciden matarlo. Pero en el momento de la verdad uno de ellos interviene y dice, “No lo matemos, de todas maneras es nuestra propia sangre, es nuestro hermano, no lo matemos.” Y pasó por allí una caravana de mercaderes entonces vendieron a José como esclavo a esos mercaderes.
Y nosotros sabemos por la historia que Dios protegió a José, él no murió en el anonimato como esclavo en Egipto, sino más bien a los 30 años la providencia divina lo llevó a la presencia del faraón donde él le interpretó dos sueños y desde ese momento fue nombrado segundo en comando en Egipto. Una historia fascinante y entre sus funciones estaba almacenar por 7 años de abundancia la comida en Egipto y luego saber cómo distribuirlas los 7 años siguientes donde iba a haber escasez.
Y la historia se pone muy interesante cuando un día, igual que otro, José está cumpliendo con sus funciones como segundo en comando y ve entrar a sus hermanos, a todos excepto a su hermano menor Benjamín. Obviamente qué pasa cuando enseguida tus recuerdos son que la última vez que tu viste a esas personas que están en tu presencia fueron momentos de traición donde tus propios hermanos te declararon palabras de muerte e intentaron matarte y te vendieron como esclavo? Qué escena tan terrible, ¿verdad? Tu pensar que ya eso era parte de tu pasado y de momento te encuentras otra vez con las personas que te han traicionado de una manera tan terrible.
Era un día común y corriente y lo que pasó es que José no se identificó inmediatamente ante ellos, pero más adelante sí lo hizo, a las 3 visitas de sus hermanos él lo hizo. Y ustedes se imaginan el terror que estos hombres tienen que haber sentido cuando se dieron cuenta que este hombre de gran poder en Egipto que estaba delante de ellos, era el mismo a quien ellos habían torturado e intentado matar muchos años antes. Y pensaron… obviamente qué tu piensas si tu le has hecho un mal a alguien? Tu piensas que la venganza viene. Pero sabemos por la historia que esa historia no terminó en venganza y en muerte sino en perdón y en reconciliación.
Y nosotros podemos inferir que la jornada de perdón de José no empezó cuando sus hermanos llegaron a dónde él. Yo creo que muchos años antes él había empezado a tomar decisiones que le habían permitido vivir una vida saludable emocional y espiritualmente. Algo que me hace pensar que es así es el nombre que él les dio a sus dos hijos. A su primogénito le dio el nombre de Manasés, que significa Dios me hizo olvidar todo mi trabajo o todas mis pruebas, todas mis penas y toda la casa de mi padre. Y a su segundo hijo le llamó Efraín, que quiere decir Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.
Ya él había procesado parte de eso. Hay mucha sabiduría resumida en esos nombres. Expresan que José no le permitió, se determinó a impedir que su pasado determinara su futuro. Él dijo, yo he pasado muchas pruebas, he sido traicionado por mi propia familia, tuve que irme de mi casa y mi parentela. Aún en Egipto él sufrió mucho, fue traicionado también en Egipto, pero no voy a permitir que eso impide el futuro de bendición que Dios tiene para mí, que es algo que todos tenemos que hacer. No podemos permitir que el pasada que hemos vivido, las experiencias que hemos vivido marquen la pauta de lo que nosotros vamos a hacer hoy.
Y otra cosa que él hizo fue que decidió restaurar su vida y decidió dar fruto donde Dios lo tenía en ese momento. No permitir que el pasado determinara cuál era su comportamiento en ese momento. Y una cosa que vemos a través del relato una vez tras otra, es a él dándole gracias a Dios, reconociendo que los dones que él tenía, por ejemplo, ese don de interpretar los sueños, no venía de él, no era un don propio, Dios se lo había dado. Y en el pasaje se repite varias veces ese reconocimiento en humildad de que Dios le había dado lo que él tenía.
Y el hecho de que tenía un corazón agradecido con Dios lo ayudó a combatir la amargura, que muy entendiblemente él pudo haber tenido por la situación que había vivido. Él actuó justamente dentro de los marcos de su humanidad, él actuó con justicia. Y él fue capaz de perdonar, no porque fuera un gigante espiritual, como ninguno de nosotros aquí es un gigante espiritual, pero él conocía de Dios y pudo dentro de esa situación decir, yo voy a perdonar porque reconoció los peligros de no perdonar.
Un ejemplo que a veces se da en las familias es el ejemplo del adulterio. Y pongo este ejemplo porque muchas veces el perdón es un proceso. El perdón no es lineal, como que okay, ahora hago esto y pasa esto y pasa esto. Muchas veces no. a veces las heridas que hemos sufrido, las traiciones que hemos sufrido son tan fuertes que es un proceso que se toma tiempo, aun cuando hayamos perdonado sinceramente.
Y el ejemplo del adulterio viene a mi mente porque una vez una persona me dijo, “Yo creo que mi esposa no me ha perdonado porque no se comporta igual que antes.” A mí me constaba que esta mujer sí había perdonado sinceramente pero qué pasa muchas veces? Que ocurre el perdón pero entonces hay que ganarse la confianza. Tenemos que ir poquito a poco volviendo a edificar la relación. Y yo se los digo porque yo sé que hay muchas personas que piensan, okay, ya perdoné y las cosas tienen que volver como antes. O ya me perdonar y ya todo sigue igual. No, a veces hay ofensas tan serias que las cosas no pueden seguir igual. Espiritualmente sí son iguales porque ya hemos dado un paso de fe al perdonar, pero en el sentido de la humanidad hay que empezar otra vez a construir, a reconstruir, a sanar, a restaurar.
Es bueno entender que eso es un proceso y es bueno que ambos lo entiendan, tanto el que ofende como el que es ofendido. Parte de eso pasó con José. Yo creo que él no se identificó con ellos de primera intención, primero porque quería probarlos, quería saber si ellos habían cambiado y también porque las emociones que él sentía eran tan fuertes, había tanta angustia en su alma al volver a enfrentarse a las memorias de lo que esos hombres había hecho contra él y de toda la pérdida que vino a consecuencia. Lo hizo para probarlos y para darse tiempo para él poder procesar sus emociones.
Sin embargo, uno ve en uno de los comentarios de los hermanos, habían pasado ya 22 años y todavía ellos tenían claro en su mente una consciencia culpable. Una vez ellos dijeron, “verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano.” Y ellos no sabían que José entendía lo que ellos estaban diciendo entre sí, porque José no se había identificado todavía, y estaba hablando a través de un intérprete. “Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba y no le escuchamos. Por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.”
Y José tuvo misericordia de ellos. No solamente en obediencia a Dios sino porque él podía entender la necesidad que ellos tenían y él deseaba reconciliación. Una vez más adelante él dice, “Mira, yo soy José, yo soy su hermano José,” y ahí es donde obviamente entra el terror en ellos. Pero él no ignora lo que sus hermanos le han hecho, pero sin embargo les da palabra de consuelo. Miren lo que dice a sus hermanos en Génesis 45:
“….Pero ahora por favor no aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas. Desde hace 2 años la región está sufriendo hambre y todavía faltan 5 años más en que no habrá siembras ni cosechas, por eso Dios me envió delante de ustedes para salvarles la vida de manera extraordinaria y de ese modo asegurarles descendencia sobre la tierra…”
José era un hombre de fe. Al hablarle así a sus hermanos los consuela. Eso trae consuelo. Y les hace ver que Dios redimió el sufrimiento y Dios lo puede hacer con todas nuestras situaciones de vida. Eso nos apunta a Romanos 8:28, palabras muy conocidas donde dice,
“… Y sabemos que los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto es a los que conforme a su propósito son llamados…”
Esas palabras nos llenan de esperanza porque nos recuerda que cuando nuestro caminar con Dios es sincero él obra en medio de todas las circunstancias. Para Dios no hay desperdicios en nuestra vida, no importa qué hayamos pasado. Así que él tomó esa decisión, él tomó la decisión de no retener el perdón.
Ustedes se imaginan lo que hubiera pasado si José no hubiera perdonado? El cuadro hubiera sido totalmente diferente. Si él hubiera usado venganza y hubiera hecho el famoso ojo por ojo, diente por diente, de tu me hiciste tal cosa, yo te hago lo mismo. Pero José no escogió eso, escogió perdonar y reconciliar. Él escogió perdonar y dar fruto dentro de su aflicción, rechazar la tentación de caer en amargura, porque todos tenemos esa tentación. Renunciar a la venganza y como les dije antes, no toda venganza es muerte, hay venganzas que son muy sutiles. Ejercer la gracia y la misericordia, él entendió la necesidad de sus hermanos y por eso porque él pudo hacer todo esto, él recogió muchos frutos.
Y uno de los frutos fue reconciliarse con sus hermanos, poder compartir con su amado padre, a quien hacía 22 años que no veía, y los últimos 17 años de la vida de Jacob, él pudo compartir con él, pudo tener el privilegio de que su padre conociera y bendijera a sus propios hijos. Eso no se hubiera podido dar si él no hubiera perdonado a sus hermanos. Fue instrumento de salvación para toda su casa. Fue canal de bendición para futuras generaciones.
Uno no sabe… el perdón que tu das hoy puede ser la clave para el futuro de tu familia. Puede ser la clave para que se salve un matrimonio, puede ser la clave para que tus hijos tengan vidas fructíferas en el futuro, puede ser la clave para que haya unidad en tu familia. A veces se necesita una sola persona en una familia que sea obediente, perdonando, para que Dios sane a toda una multitud como lo vemos en la vida de José.
Otra vez, esto es un mandato, tenemos que hacerlo porque Dios nos lo manda, es necesario. Al José perdonar él pudo continuar el cumplimiento de las promesas que Dios le había hecho a los patriarcas anteriores, a Abraham, a Isaac y a Jacob. Él puso seguir la bendición que Dios ya había… estaba caminando en promesa, él por su sí al perdón de sus hermanos, por buscar esa reconciliación pudo ver ese fruto.
Tu te imaginas lo que tu perdón sincero puede hacer en las manos de Dios? Muchas cosas maravillosas. Quizás alguno de ustedes está aquí hoy y alguien le ha ofendido y no ha podido perdonarlo o perdonarla. Yo te digo en este día que Dios conoce tu corazón, él conoce que es difícil, él entiende, él conoce tu condición, él no es ajeno a eso, él conoce las luchas que hay dentro de tu corazón, él conoce la ofensa que te han hecho, pero precisamente porque conoce también ha dado en su palabra todo lo que tu necesitas para que tu puedas perdonar. Si tu has nacido de nuevo tu sabes que tus pecados han sido perdonados. Se acuerdan que al principio dije que somos perdonados para perdonar. Y tu sabes que en todo momento tu tienes acceso al Padre Celestial.
Hebreos 4:16 lo dice así: “…Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro…”
Te digo a ti, acércate pues confiadamente al trono de la gracia para alcances misericordia y halles gracia para el oportuno socorro. El oportuno socorro es… Dios sabe ya lo que tu necesitas y ya en el trono de la gracia él tiene preparado un paquetito que tiene tu nombre para que tu simplemente lo reclames y lo recibas. Muchos de nosotros vamos a tener a donde el Señor a pedir perdón por nuestros pecados, pero no hagamos eso solamente, hagamos también ir al trono del Señor, entrar confiadamente a su presencia para pedirle la gracia que necesitamos para nosotros perdonar a otros.
La gracia está ahí, está lista, está el paquetito ya con tu nombre, el Señor sabe todas las cosas, él sabe lo que tu necesitas hoy, él sabe lo que vas a necesitar mañana, pero ya eso está ahí esperando por ti. Lo único que tu tienes que hacer es apropiarte de esa gracia del Señor. Ya él ha dado la palabra, ya Cristo dio su vida en la cruz para que todas nuestras dolencias sean sanadas.
Así que yo te invito en este día a que tu tomes la decisión de perdonar, y no esperes… a veces se habla de… como que perdonar es algo lineal, automático, ya se resolvió todo. No. muchas veces lo primero es tomar la decisión de perdonar y lo demás muchas veces se lo dejamos al Señor. A veces las emociones no están alineadas con el perdón que nosotros queremos dar y necesitamos dar. Nos pasa muchas veces, pero por fe nosotros perdonamos y en fe esperamos a que Dios nos dé ese oportuno socorro extra, que nuestras emociones vayan cambiando y poniéndose a tono con ese perdón de manera que pueda haber reconciliación en todas las relaciones en que nosotros estamos.
Dios es maravilloso. Dios no se queda corto nunca. Todo lo que tu le pides al Señor sinceramente él te lo da. Lo sé por experiencia propia. En mi vida me han pasado cosas que yo pensé que nunca me pasarían y que me han confrontado con la realidad de perdono o no perdono. Pero cuando estamos en el Señor no hay otra opción, mi querida hermana y mi querido hermano, no importa qué haya pasado, la única opción que nosotros tenemos que hacer es en humildad, obedecer al Señor e ir a su trono de gracia, coger la gracia para perdonar y seguir adelante en nuestro camino.
Dios te va a bendecir por eso. El Señor una vez me lo dijo claramente, porque actuaste con justicia, porque perdoné en una situación, te bendeciré. Y así mismo ha sido, me ha bendecido grandemente. Y así mismo a ti te va a bendecir si tu haces eso.
Señor, gracias por tu palabra, Dios. Gracias por el perdón de nuestros pecados oh Dios. Señor en humildad nos ponemos delante de su presencia, Señor, yo represento a mis hermanos aquí, Señor, a pedirte la gracia que necesitamos para este día para perdonar a todo aquel que nos ha ofendido, Señor. Señor, queremos ser humildes delante de ti, queremos ser obedientes. Ayúdanos Señor, llévanos de la mano, a veces en ese difícil camino y danos la gracia para hacer aquello que tu nos has mandado hacer, Señor. Gracias, Padre. Amén.