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Estamos en la epístola del Apóstol Santiago, capítulo 1, y ustedes recordarán esta trayectoria que hemos estado siguiendo. En el versículo 18 se nos habla de la importancia de la palabra de Dios, la palabra de verdad. Como consecuencias de esa palabra de Dios tan importante tenemos que tener cierta conducta, ponerla mucha atención a esa palabra, de ver lo importante que ella es.
Y cuando la leemos siempre tenemos que tener ese cuidado de tratarla con mucha reverencia porque dice que esa palabra puede salvar nuestras almas. Y tenemos que despojarnos, dice, de toda inmundicia, de toda abundancia de malicia.
Creo que la última vez que hablamos enfatizamos el aspecto de desechar ciertas cosas en nuestra vida, que tenemos que hacer un compromiso de vivir conforme a los mandamientos del Señor. Tenemos que desechar para entonces poder vestirnos de las bendiciones del Señor. Ahí dice, en el versículo 21, que desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada.
Desechar es una palabra fuerte decíamos. En nuestra vida tenemos que decidir cambiar. Yo creo que mucha gente no experimenta ese cambio de vida y de conducta porque nunca nos hemos confrontado, nunca hemos tenido una experiencia como de crisis, de decir, ¿Saben qué? Yo voy a comprometerme a vivir una vida que honre al Señor y que sea conforme a la palabra de Dios. Hay que hacer una decisión de crisis.
Fíjese que es interesante la trayectoria que Santiago sigue. Él dice, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras vidas. Hay un asunto allí de interior, de hacer un pacto con la palabra, recibirla, darle entrada. Pero entonces Santiago dice, pero no es suficiente quedarse simplemente en, oh, sí palabra de Dios, entra a mi vida, quiero ser bueno, quiero ser santo, quiero agradar a Dios. Hay que comenzar a practicarla.
Hay mucha gente que se queda solamente en buenos sentimientos y buenas intensiones, pero tiene que haber también, okay, voy a comenzar a cambiar y voy a dejar de hacer las cosas. Yo no voy a esperar a que Dios como que me toque con una varita mágica y me haga una persona bien comportada. No, yo tengo que comenzar también a hacer decisiones claras y firmes en ese sentido. Hay que ser hacedores.
Dice, pero sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores. Eso nos cabe a todos nosotros. Ahí está la clave de una vida exitosa en el Evangelio, ser un hacedor de la palabra y no solamente un oidor. La iglesias están llenas de personas que son solamente oidores, vienen a la iglesia como para escuchar un show, ver un espectáculo, cantar muy sentimental, etc. y qué linda la predicación, qué lindas las oraciones, pero no han hecho un compromiso de ser hacedores de la palabra. Y esa es la clave.
Hay que ser practicantes de la palabra del Señor. y eso es lo que hace la diferencia entre una persona meramente religiosa y una persona verdaderamente comprometida. Y de paso, si usted lee toda la epístola de Santiago, la característica primordial de la epístola de Santiago es ese énfasis continuo en la práctica y la vivencia. El Apóstol Santiago insiste continuamente en esa idea de ser practicantes.
Vamos a verlo más adelante, pero es un tema que él insiste continuamente, como un pastor que le está diciendo a su pueblo, hey, cambien de su manera de pensar. Entonces, yo quisiera que en esta noche el Señor marcara tu espíritu con esa idea, yo debo ser un hacedor, una hacedora de la palabra de Dios y no tan solamente un oidor.
Dice, engañándoos a vosotros mismos. Quién se está engañando a sí mismo? La persona que solo escucha y no hace. Sabe que la gente que viene a la iglesia y no cambia su manera de comportarse, se está engañando a sí mismo, está perdiendo el tiempo.
Ahora, eso no quiere decir que usted tiene que ser perfecto porque siempre vamos a estar en esa batalla, pero sí usted tiene que hacer todo lo que esté de su parte por agradar al Señor. qué pasa cuando tu te desvías de esa palabra? Lo que haces es confiesas, reconoces y vuelves y te alineas y entras otra vez y sigues adelante.
Pero tu ética es, yo tengo que vivir conforme a la palabra del Señor, ese es tu lema, esa es tu meta, esa es tu norma y cuando te desvías, vuelves otra vez. Esa idea, quiero marcarlos con esa idea de ser practicantes de la palabra y no tan solamente oidores.
Si usted va, por ejemplo, a primera de Juan, capítulo 1, dice allí, “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad.”
La persona que dice, yo amo al Señor, yo soy cristiano, yo soy creyente pero no vive conforme a los principios del Señor, su práctica, su vivencia, su conducta general, no refleja la vida de un siervo, una sierva de Dios, entonces está viviendo una mentira. Nosotros siempre estamos luchando con el pecado, eso es cierto, pero la norma, el patrón general, la imagen total que un hijo de Dios debe proyectar, es una imagen de una persona que está viviendo dentro de los mandamientos del Señor.
hay defectos, sí, hay caídas, sí, has desvíos, sí, hay tentaciones, sí, pero nosotros siempre estamos en lucha contra eso, no nos sometemos a ello. Hay personas en las iglesias que usted sabe que no están tratando ni siquiera y hay áreas enteras de su vida que simplemente han dicho, esa área yo soy débil, el Señor sabe y tiene misericordia de mí. Y el diablo está por ahí esperando para darle su buen macetazo para que aprendan. Es así.
En el versículo 7 de Juan dice, “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado.”
Es interesante aún el versículo 8 para que usted vea que el problema está en que muchas veces no predicamos todo el consejo de la palabra de Dios porque Juan añade algo, dice, “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.”
Yo digo siempre, nuestra vida es una vida de aspirar a la santidad y saber que siempre vamos a estar en lucha con el pecado. Eso es natural, pero no nos sometemos a pecado, sino que siempre estamos diciendo, te voy a vencer, voy a vencerte y cuando nos apartamos de la norma de Dios, que hacemos, confesamos nuestros pecados. Siempre tenemos que estar confesando nuestros pecados al Señor, siempre tenemos que ser transparentes delante de Dios.
La Biblia dice que si confesamos nuestros pecados, él es fiel para perdonarlos. En el versículo 9, si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Entonces, el hijo de Dios se mueve entre ese reconocimiento de pecado y de nunca estar plenamente dentro de la norma de Dios pero de estar siempre luchando por adecuarse y ajustarse a esa santidad que Dios pide. Estamos ahí en esa batalla siempre, en una tensión. Yo creo que el problema de muchas iglesias y de muchos predicadores es que no predicamos lo suficiente de esa tensión que hay, de la complejidad de la vida cristiana y del proceso de la santidad.
Si usted va a Juan capítulo 2, versículo 3 al 6, “y en estos sabemos que nosotros le conocemos si guardamos sus mandamientos. El que dice yo le conozco y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él.” Diga auch! “Pero el que guarda su palabra en este verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado.”
Mire qué lindo ese versículo 6. Yo creo que todos debiéramos memorizar este versículo 6, dice, “el que dice que permanece en él debe andar como él anduvo.” Guau!
Yo deseo que en esta mañana nosotros, hermanos, y todos hacer un compromiso de recordar esto que Dios nos está diciendo y vivir una vida, decirle, Señor, yo necesito renovar mi voto contigo, mi pacto contigo, de vivir una vida conforme a tus mandamientos. Eso es nuestro deseo como iglesia, ser una iglesia, una congregación que verdaderamente refleje esa integridad.
Pidámosle al Señor que permita que nuestra iglesia pueda ser ese tipo de congregación. Si me permiten dos segundos más, vamos a dejarlo allí, cuando Dios nos permita continuaremos. Yo creo que es suficiente para esta noche ya. No queremos llegar demasiado tarde.
Que el Señor nos permita. Pero la próxima vez que volvamos vamos a enfatizar un poquito más esto, en el versículo 23 donde el pastor Santiago habla de que si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, y hace una comparación, él usa una metáfora, una imagen de la persona que se mira que un espejo y se le olvida rápidamente lo que vio, cómo es, y así es la persona que simplemente lee la palabra pero no la practica. Y vamos a seguir un poquito más sobre eso y yo espero que cuando terminemos esta sección vamos a tener una buena idea, un buen sentido del llamado de Dios a una vida de santidad, una vida de integridad, una vida que se adecue a los mandamientos del Señor. Amén.
Baje su cabeza un segundito. Reciba del Señor este llamado de vivir una vida conforme a su palabra. Si hay alguna área en tu vida que no se conforma a esa palabra del Señor, entrégasela a Señor ahora mismo, puede ser tu carácter, algún área de comportamiento moral, un defecto que tu necesitas entregarle al Señor, algo, nómbralo en tu mente, en tu espíritu, dile, Señor, cada día quiero que me ayudes a mejorar, mejorar en esa área de mi vida. Yo quiero ser un hacedor de tu palabra, un practicante de tu palabra.
Gracias, Padre. Gracias, que tu palabra llegue hondo a nuestro corazón, Señor y que haga su obra en nosotros. Queremos ser practicantes de tu palabra, Padre, queremos ser hacedores de tu palabra, Señor. No nos vamos a excusar, no vamos a disimular, ayúdanos Padre Santo, a ser gente que te agrade con nuestra forma de actuar y de caminar, Señor, nuestras vidas. Gracias, Señor Jesús. Te adoramos, Señor, te bendecimos. Gracias, Señor. Amén. Amén.